Capítulo 22: Restos de batalla
La ciudad había vivido una batalla como nunca antes la había visto. Los cadáveres estaban esparcidos por las calles. Sangre aliada y enemiga, no había distinción en las muertes que habían sucedido aquella noche. Al principio los habitantes se habían llenado de euforia por evitar una masacre de un solo lado, por luchar y defenderse ante aquellos que los amenazaron, y sobre todo, por ganar. Pero después de aquello solo quedaba un sentimiento de pérdida. Aquellos que dieron su vida para proteger lo que más querían no serían olvidados. Todos lo sabían pero esa noche lo sintieron, en las batallas no hay ganadores o perdedores, solo hay quienes pierden más y quienes menos, pero todos pierden.
Por orden inmediata los guardias instruyeron a las familias para no salir de casa. Se les fue informado que la situación ya estaba bien, que ya no había que preocuparse por los asesinos, pero que por motivos de integridad sería mejor que no saliesen de sus casas hasta nueva orden. El paisaje de la batalla nunca es bonito de ver, y lo último que querían es que después de haber pasado miedo, sobre todo los más jóvenes y niños, se traumatizaran. Así que todos dieron comienzo a la limpieza de las calles, había muchos cadáveres que recoger, tanto los aliados como los enemigos, les darían uso.
Marco había bajado de las alturas con ayuda de su compañero, fue así como pudo ver más de cerca el panorama. William caminaba entre los cuerpos tranquilamente. Sin embargo, su amigo que iba montado, no se sentía tan tranquilo. Había mucha muerte en el ambiente, charcos de sangre, armas manchadas y vidas apagadas. Sabía que todo aquello era algo necesario para poder sobrevivir, pero cuanto más avanzaba, más cadáveres veían, y más se preguntaba si todo eso realmente había sido necesario. Cuando llegó donde estaba el cuerpo del jefe de los asesinos esa duda se hizo más fuerte en su mente. Ahí estaba, tirado con la flecha que había disparado atravesándole la cabeza. La mano con la que había tensado el arco le comenzaba a temblar. Sin que él se diese cuenta Ken apareció por la derecha, lo había estado buscando, quería darle las gracias por salvarle la vida. Estaba a punto de hacerlo cuando vio la expresión del chico. Entendió que Marco en ningún momento había buscado matar a ningún asesino, le resultaba algo contradictorio teniendo en cuenta que fue el quién había propuesto la idea de luchar, pero luego recordó que el solo tenía diecisiete años. Podía ver en su rostro la cantidad de pensamientos que deberían estar cruzando por su mente, sabía que ahora mismo la ciudad no era el mejor lugar para quedarse.
- Oye Marco, ya nos encargaremos nosotros del resto, porque mejor no vas a descansar en tu cabaña junto al río? Sabemos que no tenías nada que ver con este grupo, después de todo tu me s... - se interrumpió un momento antes de decir "salvaste" - tu hiciste mucho por nosotros. Vamos, ve a casa y descansa, lo necesitas.
Marco seguía con la mirada perdida en el cuerpo sin vida de ese hombre. Pensar no era lo mejor que podía hacer en ese momento, pero por más que lo intentase no podía dejar de hacerlo. Considero que torturarse a sí mismo no llevaba a ningún lugar, así que decidió dejar de herirse a sí mismo y aceptar la oferta de Ken. Sin medir palabra se subió a espaldas de su amigo y este lo llevó a aquel hogar al cual no habían habitado hacía meses.
Después de tanto tiempo, había olvidado que cuando tuvo que escapar de aquel asesino había dejado la puerta abierta, rechinó un poco al abrirla, era normal después del tiempo que había pasado, pero no se le comparaba ni un poco al rechinido de la primera vez que la abrió al comprarla. Todo seguía igual por dentro. La capa de stikaag aún estaba en el respaldo de la silla junto a la mesa, tenía su mochila con cosas al lado de su cama, pero había algo que le molestaba, había un olor podrido dentro de la pequeña cabaña, y es así, pues la carne que había dejado allí aquella noche había sido consumida por las moscas y otros insectos. Ahora solo quedaban los huesos de la que podría haber sido una buena cena. Tuvo que llevarse esos huesos y alejarlos de casa. El olor aún seguía allí dentro. Tuvo que tomar algo de jabón y un cubo con agua del río y limpiar aquella mesa para aumentar ese aroma, estaba cansado, pero no podría dormir con ese olor allí. Abrió las ventanas que había allí, las cuales eran pocas, una en el comedor y otra en la habitación, necesitaba que la casa se airease. Espero fuera un rato con William, el cual había vuelto a su forma de perro. Este se sentó en su regazo y reposó en espera allí. Marco volvía a pensar en toda la batalla vivida ayer, con la cabeza gacha miro a su amigo y lo acarició con suavidad, pero también con tristeza. William lo noto, este levantó la cabeza y lo miró, lágrimas silenciosas se deslizaban en el rostro de Marco. Pronto su amigo se puso sobre dos patas y comenzó a lamerle el rostro lleno de empatía. Así estuvo un rato hasta que fue a la cabaña para ver cómo estaba el ambiente, el olor ya había desaparecido. Eso lo aliviaba un poco, estaba cansado y quería dormir ya, sobre todo para no pensar. Se cubrió con las pieles que hacían las mantas de su cama, el pequeño se acurrucó junto a él. Ambos cerraron los ojos esperando que mañana fuese un día mejor.
Mientras tanto en la ciudad los guardias ya movilizaban cadáveres. Todos eran llevados a un edificio común y cada uno era tapado con una sábana blanca para su posterior entierro. Sin embargo los cadáveres enemigos eran llevados al subsuelo de un edificio en donde eran apilados unos encima de otros. Se les despojarla de sus pertenencias y luego los quemarían. Todo este proceso comenzó justo después de llevar a los heridos al médico. Algunos ciudadanos miraban por las ventanas, el panorama era espeluznante, guardias cargando con cuerpos, calles llenas de sangre, y la luz de las antorchas iluminándolo todo, daba un aire siniestro al ambiente. En esos momentos aquellos que miraban agradecían de todo corazón no estar en el cuerpo de guardias.
Mientras los cuerpos reposaban sobre los hombros de aquellos que lucharon por su ciudad, gotas caían del cielo poco a poco. La lluvia llegó, y no podría ser el mejor momento pensaron unos, pues esta se llevaba consigo la sangre. Pero la lluvia intensificaba el sentimiento de la perdida y aumentaba la carga que estos portaban en sus hombros. La lluvia representaba los corazones de aquellos que lloraban en silencio la perdida de sus compañeros. En esa noche, el dolor los invadió a todos.
A la mañana siguiente las calles estaban limpias de cadáveres, no había ni uno solo. La lluvia se había llevado gran parte de la sangre, sin embargo había manchas en las calles que no podían limpiar de un día para el otro. El alcalde había anunciado el entierro de los caídos en batalla que se celebraría en dos días. Y dos días después del entierro se celebraría la condecoración a aquellos que lucharon por salvar la ciudad.
Entra tanto había un grupo de guardias que no tenía descanso a la hora de tener que ver de cerca a los cadáveres de batalla. Este grupo se encargó de despojar de todos sus bienes a los asesinos. Hallaron una cantidad de armas de múltiples estilos y usos, todas ellas de un tamaño pequeño, el suficiente para poder cargar con ellas. También encontraron en su poder una gran cantidad de dinero y objetos de valor considerable. Comida, venenos, herramientas de robo, vendas en caso de emergencia. Muchas cosas de utilidad, pero solo había unas que realmente eran interesantes para los guardias. Mapas y documentos referentes a su organización y a sus acciones. El objetivo de este grupo era la información. Buscaban encontrar la ubicación del gremio, si había miembros que no habían asistido a la batalla, y documentos que pudiesen serles útiles para dejar constancia de las atrocidades cometidas por este grupo. Y sobre todo, encontrar algún registro de aquellos que decidieron contratar sus servicios, pues aquel que llamó a esos sicarios aún permanecía en la ciudad, oculto en el anonimato.
En otra parte, en una colina y bajo la sombra de un árbol se hallaba Marco sentado junto a William. Este estaba corriendo para buscar un palo que Marco continuamente lanzaba. Hacia un viento suave, uno que acariciaba el rostro y sumía todo en tranquilidad. Eso es lo que el ambiente transmitía, pero por dentro Marco seguía con el remordimiento del asesinato de la noche anterior, no había vuelto a la ciudad aun. Este volvió a lanzar la vara lo más lejos que pudo con brazo izquierdo, William corrió enérgicamente tras ella. El joven dio un largo suspiro y miro al cielo, intentando que las nubes y el viento llevasen sus pensamientos lejos de su mente. Mas su petición estaría lejos de cumplirse, pero a veces el destino tiene otras formas de actuar sobre nosotros.
Una pequeña perturbación en el viento desconcentro al chico, haciendo que apartase la mirada del cielo. Giro la cabeza suavemente.
- Hola – dijo ella con su espalda apoyada en el árbol y de forma tan natural – ha pasado un tiempo, no crees?
Marco la miró con indiferencia, le sorprendía verla allí, pero su mente se encontraba en otra parte como para fijarse en ello.
- Ey – dijo desganado – oye Heka, si quieres pelear lamento decirte que aún no estoy recuperado, así que será mejor que vuelvas en otro momento.
Ella percibió en esas palabras un profundo dolor. En los ojos del chico podía ver un vacío y una culpabilidad enormes.
- Que te pasa? – dijo en seco – luces como si hubieses visto a la muerte de cara.
- No... pero algo parecido – dijo y aparto la mirada fijándola en las llanuras.
Cada palabra que decía le pesaba. No era difícil notarlo.
- He visto esa mirada en varios individuos antes. Es la mirada de alguien que ha matado.
El solo hecho de escucharlo hizo que todo su cuerpo se estremeciera. La culpa y el remordimiento estaban a flor de piel en su interior. Esa frase no hizo más que aumentar ese sentimiento.
- Parece que di en el clavo. A quien mataste?
- Al jefe de los asesinos – dijo pesaroso.
- Y porque lo mataste?
Hubo un momento de silencio. Hasta que decidió responder.
- Porque si no lo hacía podría haber matado a Ken.
- Y cuál es el problema?
Él se giró y la miro de golpe.
- Que cual es el problema? Le eh quitado la vida a alguien, te parece poco?
- Lo hiciste para salvar a tu amigo.
- Si pero...
Él no sabía que decir, sabía perfectamente que si no hubiese sido por él, Ken probablemente no estaría allí en la ciudad, pero no sentía como si hubiese hecho del todo bien. Más esto no hizo que Heka no dijera algo al respecto.
- Sé que hubo una batalla, y sé que esta se pudo llevar a cabo gracias a tu intervención. Dime, acaso pretendías que nadie muriese en esa invasión de asesinos?
- No yo solo... no lo sé.
- Marco, a veces en la vida hemos de hacer coas que no nos gustan, cosas que realmente no querríamos hacer, solo para proteger aquello que queremos. Y a veces es necesario vivir estas cosas para entender lo que acabo de decir.
El abrió los ojos y la miro un momento, como si aquellas palabras nunca las hubiese esperado de ella. Heka dio un pequeño suspiro y suavizo su rostro. Con una caricia en la cabeza de Marco le dijo algo.
- Hiciste lo que consideraste adecuado, no es algo de lo que debas sentirte culpable.
En ese momento Marco sintió como si Heka lo estuviese mirando con toda la ternura que este mundo puede ofrecer.
- Ahora hazme un favor – dijo ella – apaga esta llama.
El aun un poco desconcertado por todo hizo caso a la forjadora. Apoyo su mano en su nuca y la acerco a él delicadamente. Con un pequeño suspiro extinguió la llama de su cabeza, y esta desapareció dejando una marca quemada en el suelo. Este rápidamente volvió en sí y miro a todas partes buscando algo para escribir. No hallando nada tomo un trozo de madera del árbol y raspo en esta para copiar las letras de la palabra que hekapoo había dejado en el suelo. En ese momento William llegó con el palo en la boca.
- Hey chico, llegas en el momento justo, necesitamos volver a casa.
Este le dio un pequeño ladrido y se transformó en su versión de huargo. Juntos volvieron a casa donde Marco pudo apuntar mejor el nuevo mensaje de Hekapoo. Ciertamente lo de haber matado a alguien no era algo fácil de superar. Pero las palabras de Hekapoo le ayudaron a sentirse algo mejor.
El día del funeral había llegado. Muchas tumbas habían sido cavadas para ser llenadas con carne y tierra. El alcalde había dedicado unas palabras en honor a todos los caídos que lucharon y dieron su vida por Rotchville. En sus corazones quedaría guardada la memoria de los fallecidos. Marco estuvo presente en aquel acto solemne. Los soldados portaban sus armaduras y sostenían sus cascos bajos sus brazos como señal de respeto. Fue un día duro para todos y aún más para aquellas familias que quedaron con un asiento vacío a la hora de comer en casa.
Dos días después de ello, con un día de por medio como respeto a los caídos, se celebró la condecoración a aquellos valientes que lucharon por la ciudad y vivieron para contarlo. Al frente se encontraban los generales de los grupos de guardias. Entre ellos también se encontraba Marco, aquel que tuvo la idea de enfrentarse a los sicarios y que se esforzó en lo posible a pesar de su condición para ayudar al pueblo a estar en condiciones de enfrentarlos.
Luego de estos momentos pasaron unos pocos días en los cuales los ciudadanos aún se encontraban melancólicos por todo lo sucedido recientemente. Pero un día sucedió algo especial. Alguien tuvo la idea de volver a sacar las mesas en medio de la ciudad, ese día todos volvieron a comer juntos, unidos. Este gesto se repitió varios durante varios, y ayudo a sus habitantes a levantar la cabeza y a darse cuenta de que como pueblo eran capaces de superar todo y salir adelante.
Poco a poco todo fue avanzando la investigación sobre el gremio de asesinos. Los guardias acabaron por encontrar la cueva del gremio. Fueron preparados esperándose lo peor. Se encontraron con algunos sicarios que no habían participado en la invasión y que ahora se encontraban allí. Los guardias invitaron a esto a rendirse ante ellos y ser llevados ante la justicia. Algún valiente intentó oponérseles, los cuales fueron aniquilados rápidamente. El resto fueron inteligente y se rindieron, incluso cooperaron con los guardias los cuales buscaban información de utilidad. Fue así como descubrieron varios golpes que este grupo había cometido en varias ciudades. También había información de otros grupos que se relacionaban con este, de los cuales se informó ante la justicia y fueron perseguidos hasta ser capturados y sentenciados. Pero una cosa muy importante para ellos que consiguieron encontrar fueron los contratos de aquel que tenía trabajos para los sicarios en Rotchville. La respuesta dejo atónito a más de uno. Pues la culpable fue nada más y nada menos que la señora Hallen. Se descubrió que esta guardaba resentimiento a muchas personas de Rotchville, todas ellas por motivos mundanos e incoherentes. Fue sentenciada a morir por decapitación, este acto fue llevado a cabo fuera de la expectación del público. Pero sus crímenes y su sentencia fueron públicas. Una vez descubierto la persona culpable de estos actos la gente volvió a ser libre de moverse fuera de la ciudad, el comercio volvió a fluir, los mensajes ya volvían a transmitirse, Rotchville volvía a estar en el mapa. Poco a poco su historia se iría extendiendo por los reinos y su ciudad seria conocida como aquella que se negó al exterminio y se levantó contra aquellos que intentaron desafiarlos.
Marco por su parte tuvo que pasar seis meses más allí para poder recuperarse por completo. Para asegurarse de ellos volvió a practicar con su arco durante varios días para retomar algo de la fuerza que se había dormido al no utilizar su brazo, y también para retomar la maestría con el arco que había perdido por el paso del tiempo. Durante ese tiempo les había contado al alcalde y a sus guardias los motivos por los cuales había venido a la ciudad, pues desde que había llegado no tuvo momento de tregua para contar su historia. Fue así como Marco tuvo audiencia con el mago de la ciudad. Este le mostró las palabras que Hekapoo había dejado en varias superficies al esfumarse. Desafortunadamente para él, el mago no era capaz de leer ese lenguaje. Pero sabía en donde podría encontrar a alguien que sabe cómo llegar al lugar en donde conseguiría conocer a más de uno capaz de leer esos textos. Ya con un objetivo nuevo se preparó para un día próximo emprender viaje. Pero antes paso por una tienda para hacer algo especial. Se hizo un tatuaje de unas tijeras en su brazo izquierdo como recordatorio de su objetivo principal. Fue así que llego el día en el que Marco se preparó decidido a partir. Le entregó al alcalde la llave de su cabaña encomendándole que se la dé a alguien que la cuide bien. Ken no supo cómo agradecer todo aquello que el había hecho por su ciudad y sus habitantes. Más eso no impidió que le diesen todo lo que pudiese necesitar para su viaje y agradecerle una y otra vez por todo. Pero era Marco quien realmente estaba agradecido por la hospitalidad con la que él y el pueblo lo trato. Saludo a todo aquel que se presentó el día de su partida. Julia, la ayudante del barbero loca, también se presentó, y le dio un beso en la mejilla al joven. Este se ruborizo un poco. Ken le dio un fuerte abrazo y una enorme sonrisa deseándole lo mejor en su viaje. Y por último estaba William, el cual estaba cabizbajo. Marco ya le había dicho que no podía llevarlo con él. Necesitaba no preocuparse por nadie durante el viaje, aunque sabía en el fondo que quería llevarlo con él, pero que sería mejor de esta forma. Abrazo a su amigo y le acaricio la cabeza por última vez. Este a su vez lamió la cara de aquel que lo saco de las calles y le dio un hogar y alguien a quien querer. Marco no quería alargar más el momento, pues sabía que le resultaría más difícil irse cuanto más esperase. Así que con mochila en hombros, su arco y flechas preparadas y su capa de stikaag dio media vuelta, listo para partir a una nueva aventura.
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Muy bien people, otra semana otro capitulo, y esta semana en especial toca el fin de la saga de Rotchville. La semana que viene tendremos nueva trama, los estaré esperando.
PD: en la season 3 de SVTFOE hay mierda nueva de Marcopoo, si no la han visto les sugiero que lo hagan.
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