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Capítulo 21: Invasión

En el gremio de asesinos todos estaban excitados por lo el último anuncio. El día de la invasión había llegado. Cada asesino se estaba preparando para el asalto. Algunos daban algunos afiladas a sus puñales, otros preparaban venenos, otros repasaban en conjunto planos de la ciudad y otros practicaban lucha de puñales. Cada uno tenía su propia forma de pasar el tiempo antes de las invasiones. Y en medio de todos ellos estaba el jefe del gremio sentado en su trono de piedra con su copa de vino en mano. Este se puso de pie y pidió un momento de atención de todos los presentes.

- Prestadme vuestra atención un momento querido gremio - como era de esperarse, todo el mundo se giró para verlo - hoy es el gran día. Varios de los aquí presentes han tenido que aplazar sus trabajos, y otros han dejado asuntos a medias, todo por una razón, por el único trabajo por el cual el gremio no cobra, la PURGA!

Todos los presentes gritaron "la purga" en conjunto después de su líder.

- Disfrutad de estos momentos mis compañeros, al crespúsculo emprenderemos viaje a Rotchville, y una vez allí segaremos las almas de todos los ciudadanos - dijo acabado con una amplia y retorcida sonrisa en su rostro y con la copa en alto - POR EL GREMIO!

Excitado el grupo grito junto a él "por el gremio".

Mientras tanto en Rotchville los ciudadanos estaban en medio del entrenamiento matutino. Guardias enseñando estocadas con lanzas a la gente. Otros practicando con espadas. Y otros practicando tiro con arco a dianas.

- Disparen - dijo Marco, quien estaba instruyéndoles.

Marco se había recuperado lo suficiente como para caminar y mover el brazo, las heridas externas habían cicatrizado, pero no las internas. Aún era incapaz de correr o generar fuerza con el brazo, por lo cual tampoco era capaz tensar el arco y día parar, pero era un entendido en cuanto a la técnica de tensado y al apuntar.

El grupo de personas que estaba a su cargo había acatado su orden y todos dispararon a la vez. Algunas flechas dieron en el blanco, otras estuvieron cerca, y solo fue uno el que falló a la diana.

- Eso estuvo bien. Han mejorado bastante. Sent, aún te queda bastante por aprender - dijo refiriéndose al que había fallado.

Este agachó un poco la cabeza. Sabía que la mayoría de las flechas que acertaba eran por casualidad.

Con su brazo sano Marco tomó las flechas de las dianas y se las dio a cada arquero. Cuando se acercó a Sent apoyo su mano en su hombro y lo hizo mirarle a los ojos. Le dio una sonrisa simpática y le extendió su flecha y animándolo a volver a intentarlo. Sent se sentía desanimado porque sentía que no estaba progresando, y eso era algo con lo que sentía no ser capaz de confrontar. Aun así, Marco conseguía que a pesar de todo volviese a tensar el arco y a disparar para intentar dar en el blanco.

En los dos meses que habían transcurrido la gente del pueblo se había acostumbrado a la nueva rutina, la incertidumbre que la invasión ejercía sobre ellos no había desaparecido, pero ahora ya no se sentían tan inseguros como antes. La mayoría de gente entrenaba con entusiasmo y con alegría. Los guardias siempre intentaban apoyar a las personas a seguir y seguir hasta sentirse seguras de que eran aptas de aprender la siguiente lección. Pero las primeras semanas no fueron así. Al principio la gente mostraba rechazo hacia su nuevo estilo de vida. Cada día entrenar, no poder salir de la ciudad, la incertidumbre de que en cualquier momento serían masacrados. Todo eso en conjunto fue consumiendo poco a poco a muchos, pero cuando comenzaron a ver progreso en su entrenamiento su actitud fue menguando hasta ser la que es hoy.

Todo el mundo tenía tareas por hacer. Aquellos que no estrenaban se centran en preparar alimentos para todos. También había un grupo que se centraba en hacer armas para poder abastecer a la población. El objetivo era que en cada hogar hubiese una espada corta y un puñal como mínimo. Un objetivo que consiguieron en gran parte. Pero que no fue del todo posible por la falta de minerales.

Otro de los puntos importantes que se habían implementado en esos dos meses fueron los procedimientos a tomar en caso de la emboscada. Una de las principales cosas que querían evitar cuando los asaltaran era que cundiese el pánico. El caos no haría más que dificultar la estrategia de defensa. Estos procedimientos intentaban ser sobre todo sencillos, pues los caballeros entendían que todos eran mewmanos, y que sería imposible que uno o dos no cundiesen en pánico, así que hacer más sencillas las medidas a tomar cuando la invasión haría mayores las posibilidades de que, a pesar de perder la calma, puedan apegarse al procedimiento.

La conclusión era que después de esos dos meses la gente había conseguido estar preparada para la invasión. Pero la pregunta siempre estaba vigente en sus mentes "estaremos lo suficientemente preparados?".

La campana de la ciudad comenzó a sonar indicando la hora de la comida. Todo el mundo trabajaba y comía a la misma hora por cuestiones de organización. En el medio de la ciudad se preparaba una gran mesa con comida para que todo el mundo pudiera sentarse allí y estar unidos. Desde que el anuncio del alcalde, todos decidieron unirse lo máximo posible, pues cavia la posibilidad de que cualquier día fuese el último en el que podrían estar comiendo juntos. Esta práctica se volvió algo habitual como era de esperarse, un pequeño rayo de sol mas es la oscura tormenta que los cernía, y todos atesoraban cada atisbo de luz y felicidad que tenían a su alcanza, eso los hacia aferrarse más a la esperanza y por lo tanto, a seguir motivados y continuar con sus labores un día más.

Ese día tocaba estofado de pollo como platillo. Todos se sentaron, el alcalde estaba en la punta, a su lado se sentaban sus guardias y Marco, quien se había ganado gran prestigio entre los guardias y entre los ciudadanos, pues el quien estaba aún en proceso de recuperación hacia todo lo posible por ayudar a la gente ante la inminente invasión. El de buen gusto comenzó a platicar con sus compañeros acerca del progreso que veía en los de su grupo. Mientras tanto le servían la comida a cada persona sentada en su sitio, a Marco le sirvieron un plato extra por motivos especiales. Él tomó el segundo plato de comida que le ofrecieron y lo deja debajo de la mesa.

- Aquí tienes chico – dijo el al dejar el plato.

Allí se encontraba William, que muy alegre se acercó a su compañero y metió el hocico en el plato con estofado, rápidamente movió un poco el hocico, pues se había quemado un poco. Marco se rio un poco por el gesto de su amigo. Todos comieron su comida, la cual estaba realmente buena. Cuando acabaron todos ayudaron a levantar los platos, cubiertos, restos, etc. El pueblo estaba muy unido. Por la tarde volvieron a la rutina de entrenamientos que hacían todos los días. Antes que se la sol llegase a ponerse, las lecciones habían terminado. Cada habitante estaba en su casa por la noche, preparados para cenar y descansar. Los guardias seguían en las calles como era habitual antes de la noticia. Pero ahora estaban más atentos que antes, los grupos se dividían en aquellos que vigilaban dentro de la ciudad y aquellos que vigilaban fuera, así evitarían que alguien entrase o intentase algo internamente.

Desde que habían comenzado las preparaciones para la defensa contra la invasión, Marco se hospedaba en el cuerpo de guardias cercano al castillo. Puesto que él no estaba en condiciones de ir hasta su casa fuera de la ciudad, tampoco podría por la restricción que el alcalde había puesto al pueblo entero, nadie entrará o saldrá del pueblo hasta pasada la invasión, así que los guardias le hicieron un sitio en los aposentos a los que acostumbraban y fue aceptado entre ellos. Igualmente Marco debía asistir al médico cada cierto día para que pudiesen ver la evolución de su herida. Él quería agradecer a todos por su hospitalidad. Ellos siempre le decían que no importaba, pero aun así quería hacer algo para compensar, por lo cual a veces ayudaba con la cena. Cómo esa noche.

Mientras tanto en una de las viviendas un ama de casa estaba preparando la cena para su familia. Estaba usando garbanzos para hacer una sopa calentita. Dio una pequeña probada de su comida.

- Mmm, le falta sal.

Extendió su mano izquierda para tomar la sal que estaba cerca en la mesa. Cuando estuvo a punto de tomarla un puñal atravesó su mano y se la clavo a la mesa. La mujer fue tomada totalmente por sorpresa, quiso gritar por el dolor, pero antes poder hacerlo, una mano la tomó por su espalda y le tapó la boca. Ella quería estirar la mano y tomar el cuchillo que estaba en la mesa para defenderse de su atacante. Más el puñal que atravesaba su mano y aquel que la estaba sujetando le impedían alcanzar nada, solo podía resistir e intentar gritar, lo cual era inútil. Pero su forcejeo no duró demasiado, aquel que la estaba apresando tomó otro puñal de su cinturón con su mano libre y apuñaló el cuello de su víctima. Poco a poco la mujer fue dejando de forcejear mientras la sangre brotaba de su cuello, hasta solo ser un cuerpo sin vida. El asesino tomó el puñal del cuello de su víctima y lo limpio con el vestido del cadáver. También tomo el que retenía la mano sin vida de la mujer y de un solo tirón lo arrancó, dejando que el cuerpo cayese en el suelo de la cocina. El tipo se pudo de pie y admiró un momento el cuerpo de la víctima. Pero una voz lo saco de su deleite.

- Mamá? - dijo un niño con la voz quebrada.

El niño que estaba con un pijama y con un oso de trapos en su brazo derramaba lágrimas al ver el cuerpo de su desdichada madre desplomado en la cocina sobre un charco de sangre. El asesino actuó rápidamente aprovechando el desconcierto del pobre y le lanzó un puñal directo al cuello. Este lo atravesó. El niño cayó de rodillas al suelo dejando caer el oso. Intentará respirar pero no podía, sentía que cada vez que intentaba tomar aire un dolor agudo se hacía fuerte en su garganta, por lo que tampoco podía gritar. Trato con ambas manos de tomar el cuchillo puñal, pero el solo hecho de tocarlo le dolía. Sentía que su cuerpo se tornaba cada vez más frío y su vista cada vez más borrosa. Ya sin fuerzas cerró los ojos y se dejó caer en el suelo. El asesino se acercó al cadáver del niño y apoyo el pie en su pecho para extraer el puñal con mayor facilidad. Dejando ahí el cuerpo del pequeño. Esta vez tomó al osito de peluche y limpio con él el puñal ensangrentado.

- Jmmm, pintoresco - soltó sin alegría ni tristeza.

Dispuesto a salir de ese sitio para ir a otro por mas victimas escucho un pequeño ruido que lo obligo a girarse alarmado. Apenas hecho la mirada vio como un hacha se dirigía hacia él. Intento apartarse de su camino, pues iba directamente a su cabeza, pero no lo consiguió del todo, y esta le cortó la oreja de cuajo. Soltó un quejido de dolor y lo siguiente que vio fue a un hombre robusto que se abalanzaba sobre él. Le propino un fuerte puñetazo en la cara, el cual hizo que lo desconcertase.

- Tú los mataste, maldito desgraciado – gritaba el hombre con lágrimas en los ojos, sus ojos llenos de furia.

El asesino se encontraba en una situación desfavorable, el hombre no paraba de darle golpes en la cara, por lo cual el asesino no era capaz de responder. En un movimiento desesperado saco uno de sus puñales y se lo clavo en el torso. El hombre paro un momento de golpear por el dolor que le causo esa apuñalada. El cuchillo era torcido y retorcido en la carne del hombre, el cual gritó por el dolor. Este tomo con ambas manos al asesino y lo lanzo contra la cocina. Rápidamente tomo el cuchillo y mientras el tipo estaba tirado en el suelo atontado por el impacto de haber sido lanzado, lo apuñalo en el pecho una y otra vez hasta que dejo de moverse.

- Arde en el infierno maldito, arde!!! – decía sin parar de llorar.

Rápidamente abrió los ojos cuando se dio cuenta en la situación en la que estaba. Aterrado miro su herida, estaba sangrando mucho. Se acercó como pudo a la puerta de su casa. Junto a la puerta y colgando en la pared había un arco y una flecha con una petardo.

Como medida de seguridad, se les había dotado a cada hogar en la ciudad un arco y flecha con el cual avisar en caso de ver a un asesino. El usuario solo tendría que disparar la flecha apuntando al aire y esta explotaría. Así los ciudadanos podrían avisar lo antes posible de la llegada de la invasión, y no solo sabrían que la invasión habría comenzado, sino que verían donde había comenzado. En el caso de que la invasión fuse desde un punto en concreto y se expandiese desde ahí, sería mucho más fácil frenar a los asesinos con la mayor anticipación. Si por el contrario era un ataque descentralizado, y los ataques comenzaban en varios sitios, se les seria revelada la ubicación del primero de los sitios en ser atacado. Siendo el caso que fuese, lo más importante era que sabrían que había comenzado todo.

El hombre tomo el arco y flecha y salió a la entrada de su casa. En la parte de fuera había una antorcha reposando al lado de la entrada, con ella encendió la mecha del petardo y disparo hacia el cielo nocturno.

- Que todo el mundo lo sepa. Los asesinos están aquí – dijo mientras veía como la flecha se alejaba hasta explotar en el aire.

Una vez hecho esto, volvió a mirar dentro de su casa y vio los cuerpos de aquellos que alguna vez fueron su familia. Dejo caer el arco allí donde estaba y se acercó a su mujer. Arrastro su cuerpo hasta la pared junto a su hijo. El hombre se recostó en la pared, sentado, arranco el puñal de su torso y con sus últimas fuerzas puso el cadáver de su mujer y de su hijo uno en cada brazo. Les dio a ambos un abrazo y los recostó contra su pecho.

- Un último abrazo familiar.

Luego de decir esta última frase su corazón dejo de latir. Sus brazos quedaron rígidos, dejando a la familia en una conmovedora escena que quedaría inmortalizada para la eternidad.

Los guardias que estaban en lo alto de la torre vieron la señal en el cielo.

- Mira – le dijo uno a su compañero – ya están aquí.

Ambos visitaron la señal y el sitio de donde provenía. Rápidamente tomaron el cuerno que tenían en la torre y lo hicieron sonar. Soplo con todas sus fuerzas para que cada persona en cualquier parte de la ciudad supiera que estaban en peligro. El sonido resonó por cada rincón de la ciudad alarmando a todo ciudadano de que el día más temido, había llegado.

Todas las personas en sus casas tomaron sus armas y se atrincheraron en sus hogares tapando puertas y ventanas. Si alguien intentaba entrar seria rápidamente ejecutado, a partir del momento en el que el cuerno fuese sonado, todo el mundo tenia las instrucciones de sellarse en su casa y disparar a cualquiera que intente entrar. El momento en el que las personas podrían dejar su estado de defensa seria solo cuando el cuerno volviese a sonar. Esto les avisaría de que la invasión había terminado.

Los guardias, una vez escuchada la señal comenzaron a prepararse. Todos se pusieron sus armaduras y tomaron sus armas. Espadas, hachas, alabardas, arcos, lanzas y escudos. Todo el armamento necesario para enfrentarse a esta gran amenaza. Marco que estaba con ellos no estaba en posición de pelear con ningún asesino, aun así quería participar y ayudar a sus compañeros. Sin embargo esto era algo que ya habían previsto. Marco llamo a William el cual tomo su forma de huargo tan pronto salieron al exterior con el resto de guardias. Subió a espadas de su amigo y este de un salto se subió a los tejados de las viviendas. Desde allí vigilaría todo movimiento que sucediese en la ciudad y avisaría del peligro.

- Señor, ha comenzado – dijo un guardia.

- Ya lo sé – respondió el alcalde.

Este iba vestido con una armadura a su medida y con un hacha grande.

- Es hora de defender nuestro pueblo.

En un momento toda la infantería de Rochtville transitaba por las calles en busca de sus agresores.

- Parece que nos estaban esperando jefe – dijo un subordinado al jefe del gremio de asesino.

- Eso parece... creo que esta vez tendremos algo interesante. Muajajaja.

Ambos estaban ocultos en la sombras. El jefe lanzo una copa de cristal hacia los tejados, esta se rompió haciendo el característico sonido de un cristal rompiéndose. En las alturas un cuervo escucho este sonido y comenzó a graznar. Esa era la señal a todos los asesinos para atacar sin piedad y tan brutalmente como les fuese posible.

Pronto la gran batalla entre asesinos y el pueblo de Rotchville comenzó.

Sujetos encapuchados y sigilosos como gatos aparecían de las sombras y atacaban por la espalda a los guardias que más desprotegidos se veían. Más de uno apuñalo en el cuello a varios de los hombres en armadura. Estos intentaban defenderse como podían, pues los asesinos eran más agiles que ellos al no llevar armadura, pero esto los hacia más vulnerables. En varios movimientos descuidados algunos asesinos terminaron con una espada atravesándole los intestinos, otros con la cabeza cortada, y otros con una flecha en su frente. Tanto guardias como asesinos iban cayendo en esa batalla. Todas las calles se habían convertido en un campo de batalla.

Mientras tanto Marco se movía por los tejados a lomos de su compañero, avisando a cada guardia que veía la presencia de algún asesino. Como había pasado tres años en el bosque de las bestias había desarrollado en gran parte su olfato, y también había conseguido ver mejor en la oscuridad, todo esto lo convertía en un gran avisador.

- Cuidado, a tu espalda – grito este a un guardia.

Él ya tenía órdenes de ante la voz de Marco, mejor hacer caso y obedecer. Por lo cual este no dudo en girarse. Un asesino estaba a punto de abalanzarse hacia él, afortunadamente con el aviso de Marco, este consiguió bloquear con su escudo y evitar ser apuñalado. Con la lanza que portaba en la mano derecha aprovecho el impulso hacia atrás y el desequilibrio que le dio a su atacante y con un golpe de le atravesó el corazón.

- Gracias por el aviso Marco – dijo para agradecer a su compañero.

Este miro a las alturas para visitar a su compañero, pero ya se alejaba en busca de ayudar a más guardias.

La cosa se comenzaba a poner fea, algunos asesinos conseguían infiltrarse en las casas de los ciudadanos. Algunos eran capaces de defenderse y abatir a los asesinos, pero otros no tenían tanta suerte, y eran aniquilados o tomados de rehenes. Guardias que estaban en las torres intentaban disparar a aquellos a quienes veían, sobre todo a aquellos que intentaban entrar en las viviendas. Pero no eran los guardias los únicos con proyectiles. Desde las sombras un asesino dio un disparó de ballesta, el cual fue a parar en la cabeza de uno de los guardias que estaba en las alturas, cayendo y desplomándose en el suelo.

Marco que estaba en las alturas vio como uno de sus compañeros se desplomaba en las piedras del suelo.

- Maldita sea – dijo ante la escena.

Pero no tuvo mucho tiempo de prestar atención a ello, pues ahora los disparos estaban siendo dirigidos hacia él.

- Oh no, aun no me recupero de los últimos.

Varios disparos les rozaban a él y a William. Casi ninguno llego a darle, pero la suerte es algo que no dura eternamente. Un disparo se dirigía directo hacia él, no estaba en posición de esquivarlo, estaba a punto de recibir otro disparo como los que recibió aquel día, pero entonces una paloma se interpuso entre él y el virote. El virote atravesó a la paloma y está junto con el proyectil desaparecieron, dejando una pocas plumas flotando en el aire. Varios disparos más se dirigieron hacia ellos, y volvió a pasar lo mismo, varias palomas interceptaron los disparos haciendo que estos se desvanecieran en el aire.

- Pero que está pasando? – pregunto al aire.

Este miro un momento hacia abajo y vio a un tipo vestido de gala con una capa negra y con una chistera. Este estaba sacando palomas de la chistera, las cuales interceptaban los disparos.

- Acaso es ese el mago de la ciudad??? – dijo un poco desconcertado – posee una magia bastante peculiar. En cualquier caso, nos ayuda.

Marco aviso a los guardias de las posiciones de aquellos asesinos con armas de proyectil. Pronto fueron interceptados y aniquilados.

Mientras tanto el jefe del gremio decidió entrar en el campo de batalla. Este se presentó de frente a un grupo de cinco guardias, los cuales lo rodearon. Aquello que estaba haciendo era totalmente inconcebible, un asesino no se expone a sus enemigos, siempre intenta atacar desde las sombras. Pero este no era un asesino común. Tan pronto el primero de los guardias cargo contra con su lanza vio que este no era como los demás asesinos. Con un movimiento esquivo la carga del guardia y se inmiscuyó entre sus brazos, con un ligero movimiento de muñeca y puñal le cortó el cuello a su atacante, todo en la misma carga que había efectuado su oponente. El cuerpo del guardia cayó y rodo en dirección a la carga efectuada. El jefe miro a todos los guardias, uno por uno, y los desafío a atacarlo. Todos los ataques eran esquivados, cortes, puñaladas, golpes de escudo, todo lo que recibía era esquivado. Cada vez que esquivaba se le presentaba una oportunidad de acabar con su adversario, hasta que al final solo quedo uno en pie. El jefe para hacer la situación más interesante puso su mano derecha en su espalda, y con la izquierda le hizo ademan de acercarse. El guardia enfurecido por no ser tomado enserio cargo junto con su alabarda y dio un gran corte hacia adelante por lo bajo. El asesino dio un salto saliendo impulsado hacia adelante y esquivando el corte, de su espalda saco su mano derecha con un puñal y se lo clavo en el ojo al guardia, este cayó en el suelo muerto.

- Eso te pasa por pensar que un asesino jugaría limpio, jeje.

Dispuesto a continuar su camino en busca de más pobres que se atreviesen a enfrentarse a él se encontró de frente con un hombre de baja estatura, una armadura enana, y una gran hacha.

- Defenderé a mi pueblo – dijo Ken con el ceño fruncido.

La batalla fue decreciendo poco a poco, los soldados comenzaban a superar en número a los asesinos y estos estaban cayendo cada vez más.

El jefe de los asesino arremetió una apuñalada contra el alcalde, este rodo en el suelo y dio un corte con su hacha hacia adelante, el asesino salto hacia atrás marcando distancia y evitando el corte. Pero sin tener tiempo a reponer el equilibrio vio como el hacha que había esquivado ahora venía directamente hacia él, Ken se la había lanzado, tuvo que echarse a un lado para esquivarla y a duras penas lo consiguió, pero tan pronto como se paro fue Ken quien esta vez fue con sus manos desnuda por él. Consiguió tomarlo por sorpresa. Lo agarro de su brazo y con todas sus fuerzas lo lanzo por los aires. Este cayó y rodo en el suelo, rápidamente hizo un movimiento gracias aprovechando el impulso del lanzamiento y volviendo a ponerse en posición. Ken ya había tomado su hacha y estaba listo para volver a luchar.

- Soy el alcalde de esta ciudad, y juro por la presente que hare que te arrepientas de haber decidió invadir mi pueblo.

El jefe de los asesinos no se tomó enserio estas palabras. Sin embargo miro un momento a su alrededor. Los asesinos estaban cayendo, casi no quedaba ninguno, no se había percatado de la situación por su exceso de confianza, pero... estaban perdiendo. Nunca antes un pueblo se había revelado contra ellos. Nunca antes habían estado preparados para su llegada, él pensó en todo momento que resultaría como siempre. Pero esta vez no fue así. Ya casi no veía a ninguno de sus compañeros en pie, los guardias los habían superado. Odiaba admitirlo, pero tenía que huir antes de que lo rodeasen, y ya había pensado como lo haría.

Ken cargo contra el buscando acabar con él y con toda esta situación de una vez por todas. Los guardias comenzaban a acercarse desde lo lejos para ayudar a su compañero. El jefe que estaba esperando la carga de su enemigo hizo algo que no se habría esperado Ken. Este lanzo un cuchillo que se clavó en uno de los orificios de la armadura que se descubría en la parte de su pierna. Esto hizo que Ken se cayese y rodase en el suelo, su hacha cayó a lo lejos, y su casco se le salió. El jefe de asesinos rápidamente levanto a Ken por su brazo izquierdo y se lo rompió. Una vez hecho esto rodeo su cuello con el brazo y con el otro sujetaba un puñal en dirección a su cuello. Los guardias que estaban a punto de alcanzarlo se pararon en seco ante la escena.

- Atrás, si dan un paso más matare a su alcalde – dijo amenazante.

Todos los guardias se quedaron paralizados.

- No lo escuchen, mi vida no vale nada en comparación a la salvación de este pueblo.

- Cállate – grito el jefe, propinándole un puñetazo en la cara para que callase – todo el mundo tire las armas al suelo. Y tú también, me refiero a tu mago – dijo al tipo que tenía la chistera en la mano y una paloma a punto de salir.

Los guardias estaban temblando en conflicto interno si obedecer a lo que el jefe del gremio les estaba diciendo o ignorarlo completamente y escuchar a Ken. Por más que lo pensase ninguno quería dar la vida de Ken a cambio de la del asesino. Uno a uno fuero dejando caer sus armas en el suelo, el mago hizo desaparecer su chistera y dejo las manos en alto.

Marco estaba viendo la terrible escena desde las alturas. Rápidamente buscaba con la mirada a algún arquero que pudiese salvar al alcalde. Pero no importaba a donde miraba, no había ninguno. Todos habían caído, y los que no cayeron no tenían flechas. Las opciones se le acababan. Pero fue entonces que se dio cuenta de que aún no lo había visto a él. Este pensamiento resonó en su cabeza como el eco en una cueva. Se llevó la mano a la espalda y buscando con el tacto finalmente palpo aquello que sabía que llevaba encima por si era necesario, su arco. Marco trago saliva y se bajó de William. Por primera vez en mucho tiempo volvió a tomar una flecha y se preparó para tensarla. Estiro la cuerda, el brazo le dolía y le comenzaba a temblar. Aun no se había recuperado del todo, pero el temblor no era tanto por el dolor, sino que algo más le estaba pensando.

- Maldita sea, no puedo darle a su brazo en estas condiciones, si disparo y no le acabo entonces matara al alcalde – se dijo para sí.

Marco había matado a muchos animales a lo largo de los tres años que había vivido en el bosque. Pero siempre que mataba lo hacía para alimentarse y en defensa, esta vez tendría que matar a una persona si quería salvar a Ken. Pensó que le resultaría fácil teniendo en cuenta si historial. Pero... nunca antes había matado a nadie. La vida de Ken dependía de si Marco era capaz de matar a una persona. El temblor invadió su cuerpo, no podía apuntar bien, sabía que solo tendría una oportunidad de hacerlo. Pero el miedo y la inseguridad acerca de matar a alguien le estaban haciendo muy difícil la tarea de apuntar.

- Vamos apártense – gritaba el jefe – apártense o lo matare, juro que lo mataré.

Cada vez sonaba más desesperado, Marco podía percibirlo, y esto era malo, pues cuanto más desesperado estuviese más fácil podría cometer una locura y matar a su rehén.

- VAMOS!!!

Esta vez hundió un poco el cuchillo en el cuello del alcalde como si fuese a apuñalarlo de una vez por todas. Marco tuvo que hacer a un lado todas sus inseguridades y enfrentar la situación por la fuerza.

- JODER!!! – grito Marco. Tensando la flecha, haciendo fuerza con su brazo para hacer que deje de temblar por un segundo y disparar.

El jefe del gremio escucho ese grito y se giró para ver. Solo fue capaz de ver como una flecha se acercaba hacia el en cámara lenta, atravesándole la cabeza.

De pronto todo se congelo, se hizo el silencio, el alcalde estaba vivo y este vio de cerca como el cuerpo de aquel que les había declarado guerra caía en el suelo. Pasaron unos segundos en el que todo parecía no avanzar. Entonces el sonido de un cuerno rompió el momento eterno que se había generado y devolviendo a todos a la realidad. Un fuerte grito de victoria lleno las calles. El jefe había caído, los asesinos estaban muertos, por primera vez en la historia, Rotchville lucho como un pueblo unido.

Desde las alturas Marco miraba la escena, atónito, paralizado. Solo podía ver el cuerpo de aquel hombre al que le había arrebatado la vida. Dejo caer su arco, se dejó caer de rodillas en el tejado, temblando, se miró las manos, estaban temblando sin parar, de pronto comenzó a sentir frió. Y William que estaba a su lado se acercó a él para darle un poco de calor, le lamió la cara para animarlo. Marco solo pudo abrazar a su amigo para intentar hacer más ameno el sentimiento que lo estaba invadiendo, cerró los ojos e intento apartar los pensamientos de su mente. Más allá de lo que había hecho, una cosa estaba clara. Rotchville había ganado la batalla.

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Y así es como termina la batalla de Rotchville. Espero que les haya gustado el capítulo.

Los espero para mas la próxima semana.

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