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Capítulo 7: Inmersión en la oscuridad

A veces, todos necesitamos ayuda, incluso cuando intentamos hacer algo con todas nuestras fuerzas. Un pequeño toque, un suspiro o la palabra de alguien más puede ser lo único que se necesite para hacer la diferencia entre el fracaso y el éxito.

— Anónimo

Se retorcía en la cama de un lado a otro mientras apretaba los ojos y sudor frío le caía de la frente. Se despertó de forma súbita y levantó su torso apoyando las manos en la almohada. Comenzó a mirar a ambos lados mientras respiraba de forma agitada. Se pasó la mano por la frente y vio el sudor en ella. Se sentía extraño, tenía una sensación desagradable, similar a la que había tenido cuando el Caos se había salido de control. Se levantó de la cama con brusquedad y caminó hacia la ventana para tomar un poco de aire fresco. Para su sorpresa, ya era de día. Calmó su respiración hasta que esta se tornó normal y luego soltó un suspiro.

— Bueno, al menos he podido dormir.

Marco se fue al lavabo con la intención de tomar un baño de agua fresca y así calmar un poco su temple. Se metió en la tina y abrió el grifo para dejar que esta se fuese llenando poco a poco mientras permanecía en su interior. Apoyó la cabeza en uno de los extremos de esta y miró al techo, pensativo. Aquella pequeña aparición de su maestro cuando se vio arrastrado por las corrientes embravecidas de la magia oscura lo había ayudado bastante, pese a ello, parece ser que aún tenía secuelas de aquel incidente. Volvió a suspirar.

— Espero que esto no me suponga un problema con mis lecciones.

Miró al patito de goma que se había traído de la tierra y sonrió un poco. Tomó el juguete y lo apretó repetidas veces mientras hablaba.

— No lo sabrás hasta que lo intentes, Marco —dijo, modulando su voz para que pareciera la del patito, y se rio.

Cumplió con su rutina diaria y luego fue a la torre de siempre. Cuando se encontró junto a la ventana, listo para llamar a Eclipsa, se quedó quieto por un momento, algo dudoso por aquella sensación que había tenido al despertar.

— Marco, ¿eres tú? —oyó de dentro.

El muchacho sacudió la cabeza e intentó alejar aquellos pensamientos de su mente.

— Sí, soy yo.

— Que bien. Adelante, pasa.

El muchacho hizo caso y entró con confianza. Eclipsa se hallaba disfrutando de una taza de té a la cual le habría echado tantos terrones de azúcar como dedos en su mano derecha. Este se había dado cuenta en poco tiempo que a Eclipsa le encantaba el azúcar.

— Permíteme acabar con mi té, y nos ponemos manos a la obra con tus lecciones.

— Sí, no te preocupes, tómate todo el tiempo que necesites.

— Gracias, Marco —dijo la mujer antes de darle un buen sorbo a su té—. Por cierto, ¿qué tal has dormido hoy?

— Eh... —no pudo evitar sentirse algo nervioso debido a esa pregunta. No estaba seguro si decirle cómo se había despertado ese día, o si pasarlo por alto para ver si era algo pasajero. Después de todo, no quería preocupar a la mujer de forma innecesaria. Optó por no decirle cosas que no necesitaba saber, ya controlaría el Caos—. Bien, bien. ¿Por qué lo preguntas?

— Es que me preocupé un poco por lo que te había pasado ayer, ya sabes... lo de la magia oscura.

— Ah, por eso. No, no te preocupes, he dormido como un bebé.

— Me alegro —dio otro sorbo a su té—. De seguro debe ser por tu maestría de la meditación.

Tristemente la meditación no había impedido que esa mañana Marco se despertase como lo hacen los personajes de las películas de terror, pero, de nuevo, no quería preocupar a la mujer.

Cuando Eclipsa acabó con su té, Marco dejó de lado todo pensamiento relacionado con lo de aquella mañana, e intentó centrarse en la meditación. Para mayor tranquilidad, ambos se fueron de nuevo a aquel jardín oculto tras los rosales. Una vez allí, repitieron el mismo proceso que el de ayer. Cada uno se sentó en la posición que le resultase más cómoda, y comenzaron a meditar.

Marco iba con la esperanza de poder calmar su mente y enfriar sus emociones durante aquella sesión de meditación. Los primeros momentos no podía evitar pensar en lo ocurrido, y en lo que podría ocurrirle debido a eso. Esperó que ese pequeño temor a que lo que ocurrió ayer no facilitase el hecho de que volviera a ocurrir. Fue complicado no pensar en ello, ya que era un temor bastante lógico, por no decir que era bastante probable, ya que eso lo desconcentraba, y la desconcentración era el peor enemigo del Orden, así se lo había hecho saber Eclipsa.

Pese a todo, poco a poco sus pensamientos negativos iban desapareciendo para dejar lugar a la calma y la concentración. Aquella paz que tanto había anhelado por fin estaba llegando a él. Toda la tensión que momentos antes embargaba su cuerpo ahora estaba desapareciendo como la arena que es arrastrada por el viento hasta no dejar rastro de ella, ni tan solo un pequeño grano. Se sentía listo, se sentía preparado. Esta vez sí. Quería volver a intentarlo, sentir la magia oscura.

— ¿Quieres volver a intentarlo, Marco? —preguntó la mujer tras un tiempo prudencial.

Marco respondió ofreciéndole a esta un ligero, pero claro, asentimiento. La mujer sonrió con complacencia e invitó al muchacho a seguir con el proceso.

— Bien, entonces, ya sabes lo que tienes que hacer —dijo con una sonrisa en su rostro—, Marco, busca la oscuridad, encuéntrala, y permite que esta se familiarice contigo dejándola entrar a tu cuerpo.

Marco evocó el recuerdo de ayer, el momento en el que Star había abierto el capítulo prohibido de Eclisa y todo se volvió oscuro. Pronto se vio a sí mismo en aquella negrura interminable, aquel mar de tinieblas, aquel espacio en medio del universo infinito sin estrellas, ni planetas, ni asteroides, solo, negrura infinita.

Calmado, estiró los brazos hacia adelante, como si fuese a tocar algo, y lo notó, notó como algo sin forma palpaba la punta de sus dedos desde todos los ángulos posibles y, poco a poco, se iba extendiendo desde su mano al resto de su brazo, como un montón de gelatina abarcando todo el cuerpo del usuario.

Antes de que la oscuridad siguiese avanzando, Marco decidió permitir que esta entrase en su cuerpo, gradualmente. Se dejó sentir a esta fluyendo por los extremos de sus dedos, recorriendo sus venas con una leve, muy leve, sensación de calor. Pensó que volvería a dejarse llevar por la corriente, peor, esta vez, parecía que todo iba a ser diferente. No notaba aquella imperiosa sensación de que algo intentaba apoderarse de sus miembros, como si quisieran arrebatárselos para que aquel que lo tenga los utilice para sus propios fines. Pero, de nuevo, no era así, notaba a la magia adentrarse más y más, con calma. Tenía que ser sincero, se sentía agradable.

Se permitió disfrutar de ello, pero, tal vez no fue buena idea, porque, por un momento, Marco dejó de lado la concentración. Notó como el flujo de la magia cambió de golpe y volvió a tornarse en una corriente embravecida que se sacudía en el interior de sus brazos. Podría haber intentado retomar la calma para librarse de esa sensación, pero la experiencia reciente que había sufrido provocó en él un miedo racional, y lo alejó más de su preciado Orden. Pronto se volvió a producir el mismo fenómeno que ayer. La magia y el Caos se introdujeron en lo profundo de su ser y comenzaron a hacer estragos en él, tanto por dentro como por fuera. Nuevamente se sentía arrastrado por todas partes, subiendo y bajando, girando y siendo arrastrado.

Pronto, las emociones comenzaron a apoderarse de él. El miedo, la desesperación y, sobre todo, la rabia, la rabia de que aquello que temía que ocurriera estuviese pasando, de nuevo. Dentro de aquel mar de Caos, Marco apretó sus dientes y sus puños. Le hubiese gustado que de nuevo apareciese Wûseng en su mente para ayudarlo a recuperar su temple, pero no fue así.

Quizás, no estaba hecho para utilizar la magia oscura, quizás... solo tuviese que dejarse llevar. Después de todo, luchar contra la corriente siempre es agotador, y lo es aún más cuando lo haces con todas tus fuerzas y no consigues ver la orilla. A veces, uno simplemente quiere dejarse llevar por la corriente para ver a donde llega. Sí, quizás eso era lo que él debía...

— Marco... —oyó resonar en su cabeza, muy despacio, y muy a lo lejos—. Marco... —repetía aquella voz, la cual, parecía hacerse más fuerte cada vez que hablaba—. Marco... —cada vez la oía más cerca, pero la voz no parecía preocupada, ni molesta, sino, calmada.

En medio de toda aquella oscuridad, Marco notó el tacto cálido y suave de alguien tomándole del brazo, pero era alguien a quien no podía ver. Comenzó a notar como ese alguien invisible tiraba de él y lo liberaba de la corriente de Caos, como si la presencia de este ente invisible calmase las aguas de la oscuridad.

— Marco —volvió a escuchar, pero esta vez, supo de quien se trataba.

— Eclipsa —consiguió pronunciar y, en ese momento, su trance terminó.

Se encontraba cruzado de rodillas, justo como se había colocado antes de empezar a meditar. Estaba respirando de forma pesada y sus ojos miraban a todos lados, pero estos se detuvieron rápido en la mujer que tenían delante: Eclipsa.

— ¿Te encuentras bien? —preguntó la mujer con una sonrisa en su rostro.

— Y-yo —iba a responder, cuando se dio cuenta de que ella lo había tomado del brazo con bastante cariño debía decir. Lo peculiar, era que la mano que lo estaba tomando del brazo no llevaba su guante puesto, y la parte de la cual estaba tomando su brazo no estaba cubierta por su sudadera, sino que había contacto de piel con piel. La miró a los ojos y pudo notar en ellos la infinita ternura con la que Marco creía que ella miraba a todo el mundo, pero que, en ese momento, sentía que esos ojos grises solo lo miraban a él y a nadie más—. Sí, estoy bien. Gracias por preocuparte.

Eclipsa sonrió y se llevó la mano con la que estaba sujetando el brazo del muchacho a los labios.

— Soy tu maestra, es natural que me preocupe por ti. Además, vi que estabas en problemas, así que se me ocurrió que, quizás podría intervenir. Y mira que bien, pude hacerlo —decía apuntando a su mano desnuda.

Ella alegaba que lo ayudó por ser su maestra de magia oscura, pero algo le decía a Marco que había más detrás de aquellas palabras, una preocupación genuina, perceptible a la perfección. Mas eso no le hizo pasar por alto el hecho de que había perdido el control por completo, y que el Caos casi vuelve a tomarlo.

— Eclipsa, si te parece bien, continuemos mañana, mejor —dijo este con un rostro algo decaído que él intentó disimular, pero que para los ojos de la peliverde era imposible ocultar.

— Claro, Marco, no hay problema, pero... ¿seguro que estás bien? —preguntó con cierta preocupación.

— Sí, sí, estoy bien, solo necesito descansar un poco después de lo ocurrido.

— De acuerdo... —dijo esta, al final, pero sin sentirse del todo segura de las palabras del muchacho—. Pero, si necesitas algo, dímelo. ¿Okey?

— Sí, tienes mi palabra.

Después de decir eso, Marco se fue del jardín por el agujero de los rosales.

Eclipsa no se quedó conforme con la expresión del chico después de todo lo ocurrido, así que después de la hora de comer lo buscó para pasar un rato con él, distraerlo con otras actividades, después de todo, no tenían que hacer sí o sí magia negra ahora que sabían que él era capaz de aprenderla.

Buscó por la torre, buscó por la cocina, por los pasillos, por la habitación del mexicano, el tejado e, incluso, por los baños del castillo, claro que, antes de revisar, tocó la puerta y preguntó si había alguien, pero, pese a todo, no encontró al muchacho en ninguna parte.

Ya era de noche, y Eclipsa ya casi había desistido en su afán por encontrar a Marco, cuando se le ocurrió probar por un sitio en el cual no había buscado.

Se fue al jardín para ver qué tal por allí. Y el primer lugar en el que se le ocurrió buscar, fue en donde ellos se conocieron por primera vez. Asomó la cabeza por el arco de rosas que hacía de puerta, y allí lo vio, sentado en el banco en donde él la había encontrado en un principio, mirando las estrellas.

Esta no quiso molestar en caso de que Marco estuviese teniendo un momento íntimo y privado, pero no lo había visto en toda la tarde, así que optó por hacer una pequeña irrupción piadosa. Carraspeó un poco su voz hasta conseguir llamar la atención de este.

— Oh, Eclipsa, ¿qué haces por aquí? —preguntó el muchacho. Ya no parecía desanimado ni nada, pero tampoco estaba sonriendo.

— Bueno, estuve buscándote y no te encontraba, pero creo que ya lo conseguí —sonrió.

Al decir eso, el muchacho pareció sonreír con levedad.

— Ya veo. ¿Te quieres sentar?

Dejó de medio asomar su rostro por el arco y decidió salir del todo.

— Claro —respondió y se acercó al muchacho para sentarse junto a él—. Sabes, me estuve preguntando toda la tarde en dónde estabas. ¿Estabas ocupado?

— Sí, algo así —respondió sin mucho atisbo de emociones.

Eclipsa seguía sonriendo por costumbre, pero esta bajó un poco la mirada. Sentía como si Marco no estuviese bien del todo, pero ya se lo había preguntado antes, y no quería hostigarlo.

— Marco, ¿seguro quieres que esté aquí? Quizás te estoy importunando. Si es así —se puso de pie—, no pasa nada, puedo dejarte solo si es lo que quieres. Ya hablaremos cuando quieras... —la mujer cayó de golpe porque el muchacho la había tomado de la muñeca, lo que hizo que ella se quedase expectante a oír lo que él chico diría.

— Hoy me desperté de forma extraña. Tenía esa sensación que tengo cuando la corriente de magia oscura me atrapa. Mi cuerpo estaba temblando y estaba sudando. Pensé que con algo de meditación podría dejar eso a un lado y tratar de poder controlar el flujo de la magia oscura, y no te dije nada porque pensaba que no ocurriría lo mismo que ayer... pero no fue así. Quise estar solo un rato para tranquilizarme.

— Marco —dijo ella, un tanto apenada por él. Volvió a sentarse junto al chico y colocó una mano en su hombro—. No debes desanimarte por no conseguirlo a la primera o a la segunda, incluso a la tercera. La magia oscura no es sencilla.

— Sí, lo sé, sé que no es fácil. Es solo que no puedo evitar desanimarme un poco al fracasar, pero seguro que lo conseguiré si sigo intentándolo —sonrió este.

— Seguro que lo consigues. Tienes un gran conocimiento para calmar tu mente. A mí me habría costado mucho más manejar la magia oscura de no ser por la varita.

— ¿La varita?

— Sí, la varita ayuda a todos los usuarios de magia a canalizar sus hechizos con mayor facilidad. En el caso de la magia oscura, es como sostener un objeto que te transmite Orden en todo momento, como un seguro, algo que te protege. Por eso digo que de no ser por la varita me habría costado mucho más.

— Ya veo.

— Oye, ¿quieres hacer algunos nachos y quedarnos despiertos por la noche contando historias?

— Suena agradable, pero tengo una mejor idea.

El plan del chico humano fue usar las tijeras para pedir algunas pizzas en su restaurante de confianza. Y utilizar el hechizo del ojo que todo lo ve de Eclipsa para ver alguna de las películas del cine. Utilizaron algunos cojines de los que había dispersos por el castillo y los colocaron en la habitación de Marco de la forma más cómoda para ambos.

— Y esto de aquí es una pizza barbacoa. Se le llama así porque tiene trozos de carne triturada y salsa barbacoa —decía Marco mientras le acercaba uno de los trozos de la pizza a la mujer. Esta lo tomó con confianza—. Ten cuidado, que está caliente.

Eclipsa tuvo en cuenta la advertencia del muchacho y sopló el trozo de pizza durante unos segundos. Le dio un buen mordisco y lo saboreó a conciencia. De pronto sus ojos se ensancharon y en estos se vio un pequeño brillo de deleite.

— Está dulce —dijo con infinito agrado.

— Lo sé, sabía que te gustaría —dijo el chico a gusto al ver que su elección había sido adecuada—. Mira, esta es la mejor parte de la película —señaló este al ojo que todo lo ve.

Eclipsa se giró para ver.

En el ojo se veía como el muchacho pálido y de cabello extravagante se encontraba a solas en el bosque con su amiga pálida de rostro inexpresivo.

— Eveleen, me has seguido. Entonces, ya sabes lo que soy. No envejezco, tengo habilidades sobrenaturales y brillo con la luz del sol. Sabes perfectamente lo que soy —decía el muchacho de forma muy dramática y sobreactuada.

— Sí, Eduardo, sé lo que eres —respondió la chica, como si aquello le produjese alguna clase de interés.

— Entonces, dilo, Eveleen, dilo en voz alta.

— Eres... un hada.

— Así es, yo soy... Espera, ¿has dicho un hada?

— Sí.

— No, no soy un hada, soy un vampiro.

— Los vampiros no brillan —objetó ella.

— Bueno, los que son como yo sí.

— No sé. Pero, ¿seguro que no eres un hada? Me gustan las hadas.

— Sí, estoy seguro. Mira, olvídate de eso y sé mi novia.

— ¿Si me vuelvo tu novia, me convertiré en un hada?

— Sabes qué, olvídalo. Mejor háblale a Jacobo, a lo mejor él sí te soporte.

— ¿Y Jacobo es un hada?

El rostro de Eduardo no reflejaba nada que no fuese desprecio e intolerancia.

Tanto el humano como la mewmana comenzaron a reír sin control. Eclipsa tuvo que usar un pañuelo para secarse las lágrimas debido a la risa.

— Tienes razón, Marco, es muy buena esta parte.

— Te lo dije. La película es tan absurda que hasta hace gracia.

Entre risas y salsa barbacoa, el muchacho y su compañera pasaron una noche agradable. Y aquello dejó atrás la mala experiencia que el muchacho había tenido aquella mañana. Se quedaron despiertos hasta tarde, y cada uno durmió a pierna suelta aquella noche.

Por la mañana, tanto Marco como la mujer se levantaron más tarde que de costumbre. Eclipsa ya le había dicho que mañana se tomarían lo de las lecciones con más calma. Y el hecho fue que por la mañana no practicaron nada de magia, sino que se dedicaron a pasear por el jardín y a charlar a gusto.

Recién a las cinco de la tarde retomaron las lecciones de Marco. La idea, según Eclipsa, era quitar todo el estrés que había conseguido el día anterior al despertarse de aquella forma. Incluso ella había dicho que tenía otra cosa en mente para ayudarle a conseguir la conexión con la magia oscura, o, mejor dicho, un flujo estable y controlado.

La lección comenzó como siempre, ambos se sentaron el uno delante del otro, cerraron sus ojos y comenzaron a meditar. Pero esta vez no fueron a aquel jardín tras los rosales, sino que se quedaron en la habitación de la mujer. Oscurecería para cuando se diesen cuenta, y lo mejor sería no estar en un jardín oculto en condiciones como esa. La sesión avanzó con normalidad, hasta que llegaron al esperado momento.

— Marco, intenta conectar con la magia oscura, y recuerda, ve con cuidado —le indicó la mujer al muchacho, como era usual.

De nuevo, Marco evocó el recuerdo de la oscuridad, no le hizo falta recordar a Star ni al libro de hechizos, solo la sensación que le provocaba la oscuridad. Volvió a sentir aquellas corrientes de rozándole la piel, acariciando su cuerpo. Algo nervioso, pero decidido, permitió que la oscuridad entrase en su cuerpo. Esta iba avanzando poco a poco, por la punta de sus dedos, pasando por su mano y llegando hasta su antebrazo. En el exterior, Marco seguía respirando con calma. De pronto, el Caos comenzó a forzar su avance. Esta vez, Marco no perdió la concentración, mas ahora se encontraba combatiendo contra el Caos para intentar mantener su cuerpo intacto.

Estaba manteniendo el Caos a raya, ya no se había dejado llevar de forma súbita por la corriente, la oscuridad no se había embravecido, era capaz de hacer algo.

La oscuridad avanzaba poco a poco mientras Marco se esforzaba por evitar que el Caos tomase el control e invadiese su cuerpo con violencia. Notó como la magia también comenzaba a conectar con él desde la planta de sus pies y avanzaba poco a poco.

Lo estaba consiguiendo, no había perdido el control, no lo había perdido... pero, se estaba agotando, su mente ya no estaba tan clara como hace un momento, y comenzó a notar como la magia oscura dio varios saltos de avance. Se esforzó por no perder la escasa calma que le quedaba, el Orden debía de seguir manteniendo a raya al Caos que no cedía ni un solo momento. Marco tenía la opción de desistir, pero ya casi se había llenado de magia oscura, tan solo necesitaba... no, no iba a soportarlo, iba a ceder, iba a... De pronto, notó como unos dedos suaves y delicados se entrelazaban con los suyos, e instintivamente, este cerró su mano, aferrándose a la otra.

— Tranquilo, Marco, yo estoy aquí para guiarte.

Aquel tacto trajo consigo paz, y el avance de la magia oscura, que había dado ciertos saltos, volvió a ser como el agua que poco a poco llena un recipiente, hasta que sintió como todo su cuerpo estaba repleto de magia oscura.

— Has conseguido volverte un recipiente, pero recuerda, no debes contener la magia oscura en tu interior. Eres como un grifo, tú debes dejar fluir la magia oscura dentro de ti y enseñarle el camino por el cual salir —decía la voz de Eclipsa resonando en su cabeza.

Entonces, notó como otra mano entrelazaba sus dedos con la mano que le quedaba libre, y junto con esto percibió como la magia oscura que recorría su cuerpo pasaba a través de esta mano y fluía hacia el cuerpo de Eclipsa y, a su vez, recibía magia oscura de ella. Podía notarlo, como un canal en el que el agua fluye en círculos, yendo y viniendo con calma, con paz. Al igual, él podía sentir el flujo de la magia oscura en el cuerpo de Eclipsa, como si ambos hubiesen conectado gracias al Orden. Se sentía tan natural, tan... apacible.

— Marco, abre los ojos poco a poco —dijo la mujer.

Este hizo caso, y poco a poco despegó sus parpados sin prisa alguna, revelando la imagen delante suyo. Y ahí vio a Eclipsa, sonriendo con la mirada tranquila y relajada. Esta había tomado ambas manos del muchacho, y no llevaba puestos sus guantes. Aquello apenó un poco al muchacho, mas no mostró signo alguno de ello porque había otro hecho que lo había sorprendido aún más, había dejado de meditar y, pese a ello, seguía notando el flujo de magia oscura entre Eclipsa y él.

— No puedo creerlo —pronunció con suavidad—, sigo manteniendo el flujo.

— Así es, pensé que esto podría ayudarte, y la verdad es que no estuve muy segura de ello, pero quise intentarlo, al menos para saber si eso te ayudaría —ensanchó un poco más su sonrisa, sin perder su expresión de paz y calma—. Me alegro de que así haya sido.

Marco también sonrió por ello. Estaba contento de haber llegado hasta ese punto tan pronto, se sentía realizado, se sentía conforme, pero, sobre todo, se sentía agradecido de poder contar con una amiga tan atenta y dedicada como lo era Eclipsa.

Mientras ambos se miraban el uno al otro, un destello purpura se apoderó del iris de los ojos de ambos, convirtiéndolos en dos anillas fluorescentes. En ese momento, los dos dejaron de pensar. Algo les estaba sucediendo, algo que Eclipsa nunca habría podido esperar ni adivinar, pues nunca antes había conocido a otro usuario de magia oscura, mucho menos le había enseñado a nadie a usarla hasta ahora. Y fue por eso que aquel día la antigua reina oscura aprendería algo más acerca de la magia que utilizaba, y eso era el hecho de que la magia oscura atrae a la magia oscura.

El muchacho y la mujer acortaron distancias entre sí sin darse cuenta, sin poder evitarlo siquiera. Sus manos dejaron de estar entrelazadas y comenzaron a deslizarse por los brazos, como si se tratase de una suave caricia, hasta que ambos se rodearon con sus extremidades. Marco tenía sus manos en la cintura de la mujer, y ella había posado sus brazos más allá del cuello de este. Juntos se atrajeron el uno al otro a la vez hasta que sus rostros cortaron la distancia que los separaba y, lentamente, sus labios conectaron en un beso suave, inesperado, y apasionado. El flujo entre ambos no había mermado ni un poco, lo que hacía que estos se dejasen llevar aún más por la situación.

Eclipsa atraía más la nuca del muchacho hacia ella con una mano, mientras que con la otra le acariciaba el rostro.

Marco había enterrado sus dedos en el pelo verde y sedoso de la mujer, y no pudo evitar acercarse un poco más a ella, casi poniéndose encima, lo que provocó que ambos cayeran sobre la alfombra y se separasen momentáneamente.

Ahora ambos se encontraban tirados sobre la alfombra. Marco se encontraba encima de Eclipsa y tenía sus manos posada a ambos lados de la cabeza de esta mientras ella lo miraba y este permanecía estático. La repentina separación que habían sufrido hizo que el flujo se rompiera y que ambos volvieran a ser consientes de quienes eran, de donde estaban y de lo que habían hecho.

Marco sacudió la cabeza un momento y recuperó el control. Cuando se fijó en la posición en la que estaba y en donde estaba Eclipsa, se quedó atónito por un momento. Pero eso no fue lo peor, no. Lo peor fue cuando sus ojos se posaron en los de la mujer, estos lo miraban con sorpresa y con confusión. La mujer se había llevado la mano a los labios y se había quedado muda por lo que había ocurrido. Un sentimiento arrollador de culpabilidad se apoderó de Marco quien abrió los ojos como platos y se alejó de la mujer.

— P-perdón, Eclipsa, yo no quise... yo... —no sabía que hacer, no sabía que decir, lo que acababa de suceder no tenía explicación alguna. Acababa de besarla sin más, había invadido su espacio y se había apoderado de sus labios sin su consentimiento. Ella, la persona que lo estaba ayudando a usar magia oscura y la persona que demostraba tener preocupación genuina por él. Ante tal caos en su mente decidió huir de aquella situación—. L-lo... lo siento —dijo, y este salió por la ventana tan rápido como pudo.

Eclipsa se había inclinado hacia adelante para ver como el muchacho se iba. Se levantó con pesadez y se asomó a la ventana solo para ver como Marco se iba corriendo al castillo. No sabía qué decir, no sabía cómo actuar, ella también se sentía confusa, solo seguía pasándose los dedos por los labios, aun muda por lo ocurrido. Aquella noche, tanto ella como el muchacho, habían sido tomados por sorpresa.

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Comentarios del escritor:

Recktar miraba su labor con satisfacción, y se permitió a sí mismo sonreír por un trabajo bien hecho. Tras publicar su escrito estiró sus brazos y se reclinó hacia atrás en su silla, tomando una posición cómoda, decidido a descansar. Cerró los ojos y se dejó llevar por la sensación de realización que le producía publicar nuevos capítulos.

De pronto, alguien irrumpió en su habitación, destruyendo la puerta con un ariete.

— Tú —dijo el extraño apuntando con su dedo al pobre escritor. Caminó hacia él con paso firme, dejando a un lado de lado el ariete, y lo tomó del cuello de su sudadera negra—. ¿Qué fue lo que hiciste?

Anonadado por la situación, Recktar tomó ambas muñecas de su agresor, e intentó reaccionar ante tal ataque.

— ¿A-a qué te refieres? ¿Quién eres?

El intruso le dio una bofetada al pelirrojo en la cara y luego volvió a tomarlo del cuello de la sudadera con ambas manos.

— No te hagas el tonto. Soy uno de tus lectores, sigo tu trabajo desde Marcopoo. Cuando comenzaste a subir esta historia intenté leerla para ver qué tal era, y me enganchó. Todo iba bien, era agradable y sin contenido adulto ni explicito, lo cual puede ser un punto en contra... pero eso no es de lo que hablo. Estabas creando una pareja bonita, Recktar, pero ahora... ahora nos traes esto y siembras el caos en las pobres mentes de aquellos que te siguen. ¿Por qué? Trae una respuesta a lo que acabas de hacer. Queremos una solución, y por tu bien, será mejor que sea convincente.

La situación debería de haber abrumado al escritor, pero, lejos de estremecerse, gritar o llorar, este se comenzó a reír por lo bajo, cosa que confundió al intruso.

— ¿Qué? ¿Qué es lo que te resulta tan gracioso? Malnacido.

Recktar miró fijamente al tipo, ahora sus ojos refulgían con un rojo intenso, cosa que hizo dar un paso atrás al intruso, pero no llegó a soltar al pelirrojo.

— Eso que sientes... eso, es el caos, la discordia, la desesperación —decía Recktar mientras se reía—. Te jode, ¿verdad? Un plot twist como este te jode, ¿no es así? Pero eso está bien. Esa incertidumbre por lo que les ocurrirá a los personajes. Ese amor-odio que sientes hacia mí ahora mismo, eso... me alimenta.

El intruso soltó a Recktar, horrorizado, y el pelirrojo cayó al suelo, aun riéndose.

— T-tú... tú eres un monstruo —ante aquellas palabras, Recktar solo se reía más—. No debí haber venido aquí.

El extraño dio un paso atrás, y tropezó con el ariete que había traído él mismo. Entonces, Recktar comenzó a acercarse hacia él, arrastrándose en el suelo, moviéndose de forma retorcida con sus cuatro extremidades.

— No, no. Aléjate de mí, monstruosidad. No...

Y, entonces, silencio.

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Sí alguien siente deseos de amenazarme, por favor, que lo haga por privado, así lo disfruto más. Muahaha. Aquellos que no... tan solo necesitan tiempo, y puede que algo de motivación.

Sí te gustó el capítulo deja un like, o mejor aún, escribe un comentario, el que sea, sin importar que estés leyendo esto después de uno o dos años de su publicación, siempre me alegra leer los comentarios de mis lectores.

Gracias por el apoyo, y nos vemos en la próxima ocasión.

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