Capítulo 43.5: Auquachalaque
Auquachalaque, saga nocturna, ambiciosa por naturaleza y, cuando la situación le conviene, osada. Su atrevimiento y temeridad la llevaron a inmiscuirse entre los dominios de las moiras cuando estas, en un momento de descuido, abandonaron la sala en donde manejan el destino y los hilos de la vida, allí donde todo lo ven. Auquachalaque se ocultó en las sombras, expectante a ver si en alguna de las múltiples visiones de las moiras encontraba algo, una fuente de poder de la cual pudiera apropiarse.
Pasaron días y semanas, pero la saga se mantuvo firme e imperturbable, hasta que, en uno de aquellos destellos visionarios del destino, pudo ver una gran cantidad de poder mágico ubicada en la dimensión de Mewni. Supo la ubicación del sitio al instante, pues sabía llegar a este sin problema alguno. Pero las visiones eran caprichosas, y cuando alguien las veía estas podían estar mostrando un pasado o futuro cercano, o algo que no ocurriría en milenios. Pese a ello, la ambición de poder de Auquachalaque no mermó, y cuando vio su oportunidad, escapó de los dominios de las moiras, indemne.
Una vez a salvo, comenzó a pensar en cómo se haría con aquella fuente de poder. Necesitaba aliados, eso estaba claro, pero no quería compartir su tesoro. No. Quería que fuese de ella y de nadie más. Tenía que pensar en un plan en el que ella fuese la única triunfante. Por ello no negociaría con sus posibles aliados, sino que los engañaría. Engatusaría a cuantos hicieran falta para asegurar su objetivo, y una vez alcanzado, los traicionaría.
Debía comenzar por un grupo pequeño y selecto, luego aprovecharía la fuerza conjunta del mismo para buscar esbirros fáciles de manipular. Era costumbre de las de su raza conformar un aquelarre. Su ambición conjunta por conseguir poder, fuera cual fuera la procedencia, las unía como grandes aliadas. Y no era de extrañar. Todas disfrutaban con el dolor y el sufrimiento de los demás. Estaba en su sangre, era algo inevitable.
Fue así como Auquachalaque encontró a Nash'Raka, la saga marina, y a Sebleria, la saga cetrina. Las palabras de Auquachalaque prometiendo poder fueron suficientes para llamarles la atención, y los relatos de sus hazañas inmiscuyéndose en los dominios de las moiras no hicieron más que acrecentar la admiración que sentían hacia ella.
Juntas viajaron hacia la dimensión de Mewni. Pronto dieron con el sitio que buscaban, pero no actuaron de inmediato, pues necesitaban encontrar el momento y los aliados indicados. Así que, pese a estar tentadas a actuar cuanto antes en pos de hacerse con, fuera la que fuera, la fuente de poder, las tres obraron con paciencia y cautela. Hasta que un día encontraron al objetivo ideal: los osgos.
Eran perfectos. Los trols les habían quitado sus tierras tiempo atrás, y por ello habían sido enemigos desde siempre. Podían usarlos, podían apelar al odio hacia sus enemigos para formar una alianza y acabar con ellos. Los osgos eran criaturas simples, no les sería difícil convencerlos. Y Auquachalaque, entre ellas, era la que más labia tenía a la hora de convencer a los demás.
Las sagas entraron al territorio de los osgos como si aquel sitio fuera suyo, tranquilas, despreocupadas y con total naturalidad. Al principio las recibieron con hostilidad, los aceros estaban a centímetros de sus cuerpos. Nash'Raka y Sebleria se mostraron un poco inquietas, no tenían miedo, pero las uñas le crecieron y los cabellos se les erizaron, estaban listas para atacar de darse el caso. Solo bastó un gesto sencillo de la mano de Auquachalaque para calmar el ambiente. Sus compañeras escondieron sus zarpas, y los osgos ya no sujetaban sus lanzas con la misma hostilidad que antes. Cuando los ánimos se enfriaron, la saga se dispuso a hablar.
— Ustedes odian a los trols, eso lo sabemos —comenzó ella con total naturalidad. Echó a andar como si nada, y los osgos, dudosos, le fueron cediendo el paso sin dejar de apuntarle—. Y por lo que tengo entendido, hace tiempo que están detrás de la recuperación de su antiguo territorio —detuvo su andar y pasó los ojos sobre todos los osgos presentes—. ¿Me equivoco?
Se hizo el silencio. Ninguno de los monstruos presentes estuvo seguro si abrir el hocico o no. Hasta que uno dio un golpe en la madera, llamando la atención de todos los presentes. Estos vieron a un osgo de brazos robustos y peludos, vestido con trozos de cuero y huesos. Tenía cicatrices por todo el cuerpo, y una muy grande y fea que le cruzaba el ojo izquierdo y le llegaba hasta el labio superior.
— Sí, es verdad. Llevamos tiempo queriendo sacar de ahí a esos malnacidos —dijo con voz grave y rasposa—. Nos robaron nuestras tierras y plantaron su hogar sobre el nuestro. Si consiguiéramos recuperar nuestro reino, colgaríamos las cabezas de cada uno de los trols en todos los árboles de la zona. —Cada palabra estaba cargada de un desprecio notable solo con ver el rostro del osgo—. Pero ¿tú quién eres para venir a nuestra cueva a hablar de nuestra dolorosa pérdida?
— Me llamo Auquachalaque, y vengo aquí porque mi ayuda puede ser decisiva en la recuperación de su preciado reino. He estado viéndolos por un tiempo, y sus ataques son fieros y temibles, pero los trols son implacables en la lucha —enfatizó cerrando su arrugado puño con uñas largas y sucias—. Ellos son menos en número, pero sus guerreros luchan con la fuerza de cinco individuos. Casi hasta parece —hizo una pausa— injusto.
Hubo sonidos de confirmación por parte de los presentes. Se miraban unos a otros asintiendo con decisión.
— Es por eso que yo he venido aquí, junto con mis compañeras —señaló a las dos sagas a su espalda—, para equilibrar la balanza. Estamos dispuestas a formar parte de su ejército con el fin de vencer a los trols.
— ¿Y por qué dices que nos darás la victoria? —exigió saber el osgo de antes. A esas alturas ya pensaban que debía tratarse del líder—. Eres tan alta como nosotros, pero no tienes músculos, ni armas, ni dientes, ni garras. Tan solo pareces una vieja escuálida. ¿Cómo puede alguien como tú ayudarnos?
El semblante de Auquachalaque se mantuvo inmóvil. No se tomó a pecho ninguno de los insultos como algo personal, tan solo sonrió, como si aquella pregunta le resultase graciosa.
— Porque poseo habilidades que van más allá de su comprensión. Puedo mirar a alguien a los ojos y hacerlo mearse entre sus patas. Puedo lanzar descargas de dolor sobre quien desee. Puedo quitarles el alma a mis enemigos y quedarme con ella para toda la eternidad. —Tomó la bolsa que llevaba atada en su cintura, la cual estaba adornada con dientes, uñas y trozos de cabello, y metió la mano en el interior de esta—. Puedo robarles la vida a sus enemigos y usarla a mi favor. Así. —Sacó algo del bolso, no se veía el qué, tan solo se veía el humo rojo que este desprendía y que caía al suelo como si estuviera hecho de piedra.
Auquachalaque trazó un arco encima de ella, abriendo la mano y dejando escapar aquello que sujetaba entre sus dedos. El humo se esparció, adoptando la forma de un rostro con expresión agonizante. Pese a no tener garganta, la imagen emitió un chillido de dolor y sufrimiento similar al de una madre cuando le arrancan a su bebé de los brazos. Era desgarrador y llegaba a ensordecer a los oyentes. Muchos de los osgos se vieron obligados a cubrirse las orejas. No les importó soltar sus armas, solo querían dejar de oír ese sonido.
El humo se desvaneció de forma paulatina en pocos segundos, y con él lo hizo aquel chillido. Auquachalaque guardó el bolso y observó a los monstruos presentes. Mucho de ellos la vieron con los ojos bien abiertos, respirando con pesadez, temblando. Otros se seguían cubriendo los oídos con visible desagrado.
— Esto es lo que podemos ofrecer —dijo Auquachalaque abriendo los brazos y sonriendo con malicia.
Muchos de los presentes no sabían qué decir, reacción que complació a la saga.
— No parecen convencidos. Si es necesario puedo volver a hacer otra demostración —dijo, llevando la mano de nuevo al bolso.
Varios de los presentes saltaron, estirando un brazo para detener a la mujer. Esta solo sonrió al verlo tan sincronizados en afán por detenerla.
— Bien, parece que tienes otras habilidades distintas a las que nosotros tenemos. Pero, dime, ¿qué sacas tú de todo esto? Porque no creo que alguien con tus habilidades decida ayudarnos así sin más —objetó el osgo.
Auquachalaque se puso serena.
— Veo que es usted muy perspicaz. Sí, así es, hay algo que quiero, y está en el reino que ocupan los trols. Cuando recuperemos sus tierras, lo único que pido es que nos podamos llevar eso.
— ¿Y de qué se trata?
— Eso —enseñó una sonrisa maliciosa llena de dientes puntiagudos— es un secreto.
El osgo entornó la mirada, desdeñoso. Saltaba a la vista que no se fiaba de ella, pero aquello que le proponía le beneficiaba en todos los sentidos. Fuera lo que fuera que le pidiese, no había nada que valiese para él lo mismo que el reino.
— De acuerdo, saga, si conseguimos recuperar el reino con su ayuda prometo entregarles aquello que nos pidan, siempre y cuando se vayan y nos dejen en paz.
Auquachalaque miró a las compañeras de su aquelarre, y estas asintieron con una sonrisa.
— Perfecto. Entonces —alzó su oscura mano— es un trato —se la tendió para estrecharla.
El osgo la miró, dudoso, pero, al final, estrechó la mano de la saga, y se selló el trato entre el aquelarre de sagas y los osgos.
— Perfecto, ahora solo hace falta que planeemos nuestro ataque. Hay mucho que hacer, así que solo les pediré que sean pacientes.
Así, osgos y sagas planearon el asalto al reino trol. El día esperado muchos osgos marcharon con el espíritu en alto y la sangre ardiendo, darían todo lo que tenían en su mano para recuperar lo que era suyo por derecho. Por otro lado, las sagas se relamían al imaginar lo que harían con la prometida fuente de poder oculta en el reino trol, y su motivación era aquello que les hacía sentirse seguras de su victoria. Sin embargo, de ellas, tan solo Auquachalaque no pensaba en la derrota o en la victoria. Pues, pasase lo que pasase, ella saldría ganando, al final.
—-—-—-—-—-—-—-—-—
Hice este capítulo como regalo atrasado de Navidad y para dar explicación a ciertos sucesos que, de otra forma, no sabría como explicar. Lo puse ahora porque es cuando corresponde a nivel de historia, si no ya lo habría hecho antes.
Al ser un capítulo especial y corto lo subo hoy domingo, así de paso compenso un poco la falta de capítulo de hace 2 semanas.
Sí te gustó el capítulo escríbeme un comentario, el que sea, sin importar que estés leyendo esto después de uno o dos años de su publicación, pues me encantar leer a mis lectores.
Gracias por el apoyo, y nos vemos en la próxima ocasión.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro