Capítulo 40: Te necesitamos, viejo rey
Buscamos ayuda en aquellos que poseen experiencia: alguien que quiera saber como atrapar a un jabalí buscará a un cazador, alguien que necesite ser curado buscará a un médico y alguien que necesite aprender buscará a un maestro. La experiencia es sabiduría.
— Anónimo
El tronco cedió ante los continuos golpeteos del acero y terminó por caer. Globgor oyó con satisfacción a la madera resquebrajarse hasta que las hojas chocaron contra el césped. Se acercó a la copa y comenzó a cortar, una a una, todas las ramas pequeñas e inservibles. El resto se las ató con un par de cuerdas que llevaba encima y se las dejó en la espalda a modo de mochila, asegurándose de que fuera lo suficientemente grande para que no se rompiera al crecer de tamaño.
Hecha su tarea, se agrandó tanto como pudo y cargó el tronco en su hombro. Por lo general eran necesarios dos trols para llevar tanta madera, pero el tamaño que Globgor podía adoptar le permitía llevar esa cantidad de peso.
Con un esfuerzo considerable se llevó el madero al hombro y echó a andar. Pero se detuvo a los dos pasos cuando vio una hierba peculiar de manchas azules en sus hojas. Estuvo mirándola por unos segundos hasta que decidió agacharse y arrancarla de raíz con su mano libre, solo para guardarla en una bolsa de cuero que llevaba consigo.
Llegó hasta el aserradero y depositó el tronco sobre los tres palos en forma de "y" que sostenían la madera para ser cortada. Dos trols de roca con una sierra de doble mango se acercaron a este.
— Trabajando duro, como siempre —comentó uno de ellos—. Pero, sabes, podrías pedir algo de ayuda para cargar con esto.
— No es necesario —respondió neutro mientras descargaba las maderas pequeñas junto a otro montón—. Yo solo me basto para traer troncos.
— No, si eso ya se nota. Puedes tomarte un pequeño descanso si lo necesitas —sugirió este, pero Globgor hizo caso omiso, pues se acercó hasta un tocón en donde había troncos pequeños cortados y luego comenzó a partirlos con su hacha—. O puedes trabajar más, no nos importa. Al fin y al cabo, usamos madera para todo.
El salvaje casi no prestó atención a las palabras del trabajador, solo se centró en cortar. Aquello lo mantenía ocupado y le daba cierta sensación de utilidad. La acción se volvía mecánica: colocar tronco, alzar el brazo y cortar. Así, una y otra vez, tardando lo mismo en cada corte, como si se tratase de un compás musical metódico e invariable. Solo paraba de vez en cuando para secarse el sudor de la frente. A veces, cuando lo hacía, no podía evitar mirar a la cosa negra y entornar los ojos, respirando de forma pesada debido al esfuerzo, dejando que un vago sentimiento de impotencia le invadiese, pues ya se había acostumbrado a eso.
Sacudió la cabeza y miró al cielo. El sol ya estaba en su punto más álgido.
— Medio día —se dijo a sí mismo.
Dejó el hacha clavada en el tocón y dio por terminada su tarea.
Emprendió paso y se alejó de sus compañeros con un saludo simple. Llegó hasta la entrada de una cueva subterránea, y se percató de que aún no había disminuido su tamaño. Hizo lo correspondiente y descendió hasta llegar a la sala en donde estaban los trols heridos, todos ellos siendo tratados por Kala y sus compañeros.
Esta se percató de la presencia del salvaje al entrar, y se acercó a recibirlo.
— ¿Otra vez por aquí? —preguntó como si se tratase del reproche de una madre a su hijo cuando hace algo que no debe, aunque había un matiz bromista que sería imperceptible para aquel que no la conociera. Su expresión era relajada. Mas sus labios solo dibujaban una línea recta.
— Te traje esto —respondió Globgor, haciéndole entrega de la planta que había encontrado.
La curandera abrió mucho los ojos al ver la hierba y luego miró al salvaje. Este le hizo un gesto para que la tomase, y la mujer hizo lo propio.
— Es una escama de gecko. Ya no nos quedaban.
— Lo sé, te quejaste de ello el otro día, y recordé que me dijiste qué aspecto tenían. Creo que no me estabas prestando mucha atención porque estabas entretenida con algunas mezclas o cosas raras.
— Ungüentos, sí. Ya no me acordaba de eso.
— Solo es una, pero es mejor eso que nada.
— Claro, el correcto uso de esta es de gran ayuda. Si se conversa en un frasco con alcohol fermentado durante tres meses se puede utilizar el mismo para potenciar la efectividad de los ungüentos más comunes. Claro, aumenta el escozor en la piel, pero las heridas sanan antes —dijo, dándose cuenta de que se había perdido a sí misma hablando de su metodología medicinal. Carraspeó la garganta y recobró la compostura—. Gracias.
—Con saber que esto te ayudará a ti y a los heridos me basta —miró un momento a los trols recostados en los petates. Había uno más que ayer, pero cinco de los que recordaba habían sido reemplazados por otros. En total había once trols recibiendo tratamiento—. Veo que aquí no paran de trabajar.
Kala se giró hacia los heridos y se colocó la mano libre en la cintura.
— Sí, la gran mayoría vienen de la arena. Algunos por cortesía de tu amiguito de huesos —desde aquella ocasión en el bosque, Globgor no había vuelto a cruzar palabra con Kogler—, el resto, por cortesía tuya —pronunció, girándose hacia él.
Globgor la miró y luego vio a Kreig, uno de los trols salvajes con los que había luchado recientemente. El herido le levantó la mano a modo de saludo y Globgor hizo lo mismo. No había resentimiento por parte de ninguno, solo un leve sentimiento de culpabilidad por parte de Globgor.
— A veces se me pasa la mano.
Ella clavó los ojos en algunas marcas nuevas en el rostro del trol, cortesía de Kogler, algo que no sabía, pero sí intuía.
— Pero a veces a ti también acaban por hacerte daño.
— Gajes del oficio —respondió, encogiéndose de hombros. Pese a no hablarse con Kogler, las batallas de entrenamiento en el círculo contra él solían ser la más salvajes. Pero el tiempo los había acostumbrado a ambos a conocer sus movimientos, y convertía las batallas en una guerra de resistencia, ya que el que se cansaba antes tenía menos posibilidades de reaccionar a tiempo. El cuál era el caso del salvaje, ya que Kogler, al tener sangre de trol de hueso, duraba más en combate.
Kala negó con la cabeza en gesto de desaprobación.
— Vamos, siéntate en un petate, me encargaré de tus heridas.
— Sanarán solas, no es necesario que...
— Siéntate —respondió con más autoridad de la que parecía tener.
Ante una insistencia tan tajante y definida, Globgor cedió a sus palabras y se sentó en el primer sitio que encontró. Kala volvió con algo de ungüento en un cuenco y arrodilló junto al trol.
— No te muevas —aplicó un poco la pomada en el rostro del trol y este arrugó un poco sus facciones al notarla—. Te dije que no te muevas.
— No me he movido.
— Arrugar la cara cuenta.
— Eso no tiene sentido.
— ¿Quién es la curandera aquí? —preguntó, alzando una ceja.
Este la vio con gesto ceñudo y ella le sostuvo la mirada. Al final volvió a mirar hacia adelante y se dejó tratar.
— ¿Por qué sigues yendo a la arena?
— Necesito mantenerme en forma para ganar el siguiente torneo. Es prioritario que vuelva a ser rey para ayudar al pueblo.
— ¿Es que acaso no lo estás haciendo ya? —cuestionó.
— Ya me entiendes. Cuando uno es rey todos te tratan de distinta forma, con mayor respeto, te escuchan más y se esfuerzan por ayudarte.
— Yo te respeto, te escucho y quiero ayudarte sin necesidad de que seas un rey.
Tras decir eso, ambos intercambiaron una mirada indescifrable: él, con ojos sorprendidos; ella, con ojos relajados e indiferentes, pero sinceros.
Uno de los compañeros curanderos que había ido al bosque por algunas hierbas volvió.
— ¿Globgor está aquí? —preguntó al entrar.
Los dos trols rompieron el contacto visual y el salvaje centró su atención en el recién llegado.
— Sí. ¿Qué ocurre?
— Ahí afuera hay alguien que pregunta por ti.
— ¿Quién es?
El curandero guardó silencio por un momento.
— Creo que será mejor que vayas.
Globgor resopló por la nariz. Kala le dio un par de palmadas en la mejilla en gesto amistoso y luego se levantó.
— Anda, ve. Tu tratamiento ha terminado. Si vuelves a estar herido, ya sabes a dónde tienes que venir.
— Lo tendré en cuenta —respondió, poniéndose de pie.
Caminó hacia la salida. Como siempre, la luz del sol lo cegaba unos instantes antes de ver en correctas condiciones. Cuando se le aclaró la vista pudo distinguir, con cierto escepticismo, la imagen de Marco y, junto a él, la de Eclipsa.
— Hola —saludó Marco moviendo la mano. Eclipsa hizo lo mismo.
— Joder —pronunció este en voz baja.
Antes de que pudiera darse cuenta, el trol ya se encontraba sentado en una de las sillas del gran comedor. Volvía a estar en aquel fuerte que alguna vez llegó a ser su hogar. No podía evitar mirar de un lado a otro, buscando los cambios en la arquitectura que recordaba. Hasta que alguien les sirvió un plato de comida a él y al resto de comensales.
Era costumbre que el rey se sentara en la punta, pero Marco le había cedido el sitio a Eclipsa, mientras que este se sentó cara a cara con Globgor. Lo hizo para evitar un ambiente más incómodo del que ya de por sí estaban notando.
El humano notó que el trol miraba la comida con cierto escepticismo, como si dudase en probar bocado.
— No está envenenada —pronunció, llamando la atención del trol—, por si es lo que te preguntabas.
Globgor tomó una de las piezas de carne que tenía delante y le dio un generoso mordisco. Tras masticar de la forma en la que lo haría un animal y tragar, se dignó a hablar.
— No era eso en lo que pensaba, sino en lo que querías de mí —al oír eso Marco torció un poco el gesto, como si estuviera confundido—. Por favor, el rey en persona no viene hasta mí y me invita a comer a la fortaleza por pura humildad. Respetaré tu posición, pero no me trates como a un idiota, y dime qué necesitas.
Marco y Eclipsa intercambiaron miradas.
— Bueno, supongo que es mejor así, ir directo a lo que nos interesa —dijo Marco, relajándose un poco—. Primero, deja que te ponga en contexto. Estas últimas semanas estuve investigando sobre la cosa negra —al oír eso, el semblante del trol adoptó un porte más serio—. Busqué por todos los medios humanos la forma de eliminarla o pararla, pero nada parece funcionar. Pensé que estaba en un callejón sin salida —apuntó a la mujer con la mano—, pero, con la reciente llegada de Eclipsa, ella me pudo ayudar a tener otro punto de vista posible acerca del tema.
— ¿Y qué averiguaron?
— Ya que los métodos científicos no funcionaron, pensé que esto correspondería a los métodos mágicos —continuó la mujer—. Tras ver al Devorador...
— ¿El qué? —interrumpió.
— Así decidimos llamar a la sustancia negra —informó el humano.
Globgor no hizo ningún comentario al respecto, tan solo le dejó tiempo a la mujer para proseguir.
— Como decía, tras ver al Devorador estuve bastante segura de que se trataba de algo creado con magia. El problema es que no sabía cuál era su procedencia, cosa necesaria si quiero saber de qué hechizo se trata, y como anularlo.
— Es por eso que Eclipsa y yo nos pasamos todo el día de ayer indagando sobre el origen de aquella cosa. Descubrimos que se generó hace unos dos años, y que desde entonces ha crecido. También obtuvimos una descripción de las posibles responsables. —Marco le dio al trol una explicación rápida de aquellas mujeres extrañas que aparecieron junto a los osgos, provocando que el trol hiciese un gesto pensativo.
— El problema es que no estamos seguros de qué son esas mujeres extrañas. Tenemos teorías, pero necesitamos contrastar la información para estar seguros —mencionó la mujer.
— Entiendo. Quieren eliminar a esa cosa averiguando qué es.
— Exactamente —convino Marco.
— Y yo también quiero quitar esa cosa del reino. Pero no entiendo qué necesitan de mí. Con solo estuchar lo que han estado haciendo está más que claro que yo no soy de ayuda. No sé nada de la magia, y no se me ocurre quiénes pueden ser las mujeres de las que hablan. A mí solo se me da bien cazar y luchar —expuso con expresión frustrada.
— Y gobernar —añadió Eclipsa.
Las repentinas palabras de la mujer provocaron que el trol la mirase con algo de sorpresa y asombro. En verdad no esperaba escuchar algo así de ella.
— Verás —prosiguió Marco—, para desentrañar este misterio es necesario que Eclipsa y yo nos documentemos acerca de todo lo encontrado. Por eso teníamos pensado ir a una biblioteca a buscar información —bebió un poco de agua antes de continuar—. No sabemos cuánto tiempo nos podrá tomar hallar todo lo que necesitamos, así que, en mi ausencia, me gustaría que tú me reemplazases.
Las palabras de Marco quedaron flotando en el aire como si se tratasen de una burbuja a la que nadie intentó reventar.
Globgor abrió los ojos de sobremanera y su semblante se tornó aún más serio y definido.
En efecto, el trol quería volver al trono, pero no de una forma como aquella. Aquel que debía ocupar el puesto era el trol que demostrase sen tan fuerte e inamovible que a su pueblo no le quedase duda alguna de su capacidad para triunfar. Recuperar el trono de forma temporal no siendo más que un mero reemplazo no acababa de animar al trol.
— ¿Por qué necesitas un reemplazo? Podrías quedarte mientras Eclipsa busca la información que necesita.
Marco negó con la cabeza.
— No. Si hiciera eso me estaría quedando aquí sin hacer nada. Me corresponde investigar sobre El Devorador y encontrar la forma de detenerlo —aseguró, demostrando una gran determinación.
— Bien, ¿y por qué me buscaste a mí como tu reemplazo?
— Porque, por lo que sé, eres alguien que ama a su pueblo. Se te notó el empeño que pusiste a la hora de luchar en el torneo —lo miró a los ojos—. Querías ganar y recuperar el título.
— Además —añadió Eclipsa—, recuerdo, antes de que todo ocurriera, lo mucho que todos en el reino te apreciaban. Gobernabas bien y de forma solemne. Tu gente te tenía por alguien fuerte y dedicado. No se me ocurre mejor candidato a rey.
El trol frunció el ceño en un extraño gesto de reflexión que no acababa de convencer al humano de si este aceptaría o no. Recordó una conversación que tuvo con Forkest antes de invitar a Globgor:
— Por lo que sé, Globgor es alguien orgulloso, y es seguro que no aceptará tan fácilmente. Pero también es alguien que quiere a su pueblo, por lo que sí habrá una oportunidad de que diga que sí.
— Pero ¿cómo estar seguros? —inquirió el humano.
— Pues, ya que lo preguntas, tengo entendido que Globgor no tiene en gran aprecio a Kogler, pues estos no se hablan y las peleas que mantienen en la arena rozan el intento de masacre. Así que, si usas eso a tu favor, a lo mejor acabas de convencerlo para que acepte —aseguró el trol.
— Forkest, ¿cómo es que sabes todo eso? —preguntó con cierto asombro.
— Es mi trabajo como consejero, estar enterado de todo lo que pase por el reino. Ahora, si me disculpa rey, voy a la junta con los espías reales para recolectar la información de los últimos sucesos.
Definitivamente Forkest era alguien curioso a la vez que llamativo, pensó el humano.
— Entendemos que, a lo mejor no deseas ser visto como el reemplazo del rey, y lo entendemos. Así que, si quieres negarte, no habrá problema alguno. Además —miró a Eclipsa y se encogió de hombros—, creo que Kogler estaba dispuesto a volver al trono, aunque solo fuese por unos cuantos días.
— Sí, seguro que si tienes esa pelea con él acaba aceptando —sugirió Eclipsa, quien recibió una mirada severa por parte de Marco, pero esta se lo tomó a risa.
Globgor entornó la mirada y luego le dio otro mordisco a la carne que tenía delante. Luego se giró hacia el trono y se quedó mirándolo durante unos instantes. Por un momento al hombre y a la mujer les pareció ver un brillo pasajero en los ojos del trol. Pese a ello, Marco se sentía inquieto e inseguro. El trol aún estaba a tiempo de negarse.
En verdad Globgor quería regresar al trono, pero no de aquella forma. Sin embargo, y más importante que eso, quería deshacerse de esa cosa negra que amenazaba con engullir todo el reino. Por lo cual el orgullo era algo que sobraba en aquel momento.
— Está bien, seré el rey en tu ausencia. —Marco soltó un suspiro con el cual liberó toda la tensión contenida y volvió a sentirse aliviado—. Pero quiero dejar algo en claro —aseveró su gesto—. No hago esto por volver a gobernar —señaló al trono—, lo hago por el pueblo. La próxima vez que se celebre un torneo en la arena, te derrotaré —le apuntó al humano—, y entonces recuperaré el sitio que alguna vez ocupé.
Marco sonrió sereno ante la determinación.
— Me parece bien —se puso de pie—. En ese caso —le tendió la mano—, tenemos un acuerdo.
El trol lo miró a los ojos y no dudó un segundo en levantarse de su silla. Tomó al tipo del antebrazo y lo sujetó con firmeza. Marco hizo lo mismo y así ambos sellaron aquel acuerdo como era debido.
Eclipsa miraba la escena enternecida. No se le había pasado por la cabeza ver una escena como aquella después de lo ocurrido. Esa imagen le hizo pensar que aquellas pesadillas que había tenido con Globgor diciéndole cosas desagradables no eran más que meras exageraciones.
Por su parte, y pese a lo que a Eclipsa parecía ver, Marco notaba la evidente presión que el trol estaba generando en su antebrazo, no era dañina, pero tampoco era amistosa. Aquel gesto solo le había dejado en claro algo al humano: Globgor no era su amigo, quizá tampoco su aliado, solo un socio temporal por conveniencia. Fuera cual fuera el motivo, por el momento estaba bien así, pues lo más importante era el reino, y no entablar amistad con aquel trol.
Al final, fue el humano quien dio por terminado el gesto, y ambos volvieron a sentarse para seguir comiendo.
— ¿Y cómo piensas hacer que todo el reino me reconozca como rey durante tu ausencia? —preguntó el trol antes de tomar una pieza de comida de su plato.
— Ah, no te preocupes por ello. Forkest ya se está encargando de que el pueblo sepa que está tarde haré un anuncio —dijo, señalando al exterior con su dedo pulgar.
Globgor alzó una ceja y terminó de tragar.
— ¿Acaso contabas conque accediera? —preguntó en un tono sorpresivo y un poco agresivo.
— No exactamente. Contaba con convencer a Kogler fácilmente si te negabas.
— ¿Y sí Kogler no hubiera aceptado?
— ¿Hay algo que Kogler no haría a cambio de una batalla?
El trol se quedó callado por un momento, pensando en lo que había dicho el humano.
— Llevas razón.
— En cualquier caso. Necesito que estés con nosotros esta tarde cuando dé el anuncio.
— Espero que sea rápido.
— Yo solo espero que no se quejen demasiado.
Aunque aquello no preocupaba en demasía al humano. Había evaluado aquella jugada de forma meticulosa, y había repasado los posibles escenarios que se darían, y como abordarlos.
Antes de que el sol se ocultara por el horizonte gran parte del pueblo trol ya se encontraba delante de la entrada del fuerte real. Parados en la puerta se hallaban Marco, Eclipsa, Globgor y Forkest. A los lados, los guardias, sujetando sus lanzas tribales.
El tipo de piel lívida comenzó a hablar acerca del Devorador, de lo que habían averiguado y de las acciones que iba a tomar en consecuencia. Solo entonces les explicó a todos su intención de dejarle el trono temporalmente al trol de pelaje burdeo.
Como esperaba, la reacción de muchos fue dubitativa al principio, pero, tras un rato pensando, se sintieron conformes con la idea. No era de extrañar, pues Globgor había sido tenido como ganador del combate por muchos, pese a que el resultado no fuese aquel. Eso fue lo que ayudó a convencerlos. Sin embargo, siempre había varios contrariados con la noticia.
— Globgor no ganó el combate. Además, el rey Marco reclamó la cabeza de un azotarriscos —dijo uno de los presentes.
— Es verdad —gritó otro.
— Tiene razón —apoyó alguien más.
Parte de la muchedumbre se empezó a quejar, mientras que otra parte intentó calmarla, lo cual formó un pequeño revuelto.
Marco hizo sonar un cuerno ceremonial para llamar la atención del reino y pedir silencio.
— Cálmense todos —dijo Marco acompañando la petición con un gesto de sus brazos, consiguiendo rebajar el volumen de escándalo—. Como ya he dicho, no estaré cediéndole el trono a Globgor. Tan solo se encargará de que todo vaya bien en mi ausencia.
— ¿Y por qué él? —señaló uno de los que aún se mostraban inconformes.
— Porque él ya fue rey, así que sabe más de esto que yo. También porque fue el último trol en pie en la arena después de mí. Y, por último, una de las cabezas de azotarriscos que hay en el fuerte pertenece a la presa de Globgor.
Al oír eso se produjeron varios murmullos entre la multitud. A su vez, Globgor se mostró sorprendido por lo que el humano acababa de decir.
— ¿Como sabías eso? —le preguntó.
— Forkest habla mucho de muchas cosas, y al final uno se acaba enterando de todo un poco.
— Ya veo —se giró hacia el pueblo con gesto decidido—. A ver, reino trol —llamó la atención de todos—. Estar en el trono de una forma como la que el actual rey propone no me alegra en lo absoluto. Quiero recuperar el trono, pero solo a través de la arena. Aun así, sé que esa cosa negra de ahí es una amenaza para nosotros, y si hacer de rey suplente ayuda a librarnos de ella, entonces debo decir que no me avergüenza dirigir al reino.
Más de uno se sintió conmovido por las palabras del trol, lo suficiente como para ser convencidos o, como mínimo, para dejar de protestar. Cosa que llenó de satisfacción al humano.
— Pero aún hay algo que nos molesta —continuó uno de los trols de la multitud.
— ¿Qué cosa? —preguntó Marco.
— Ella —señaló a Eclipsa.
Esta se echó un poco hacia atrás, confundida. Marco hizo lo mismo.
— ¿Qué ocurre con ella?
— No confiamos en ella. Es un mewmana, nuestra enemiga natural.
— Pero, si la vieron conmigo recolectando pistas acerca del Devorador. Además, tampoco confiaban en mí.
— Sí, pero usted, rey, ganó el torneo y derrotó a un azotarriscos. Esa mujer no ha hecho nada para ganarse nuestra confianza. Y por eso no la aceptamos. No dejaremos que alguien así se vaya del reino junto nuestro rey.
El hombre y la mujer se miraron.
— Supongo que tiene sentido —dijo ella. Se giró y se dirigió a todo el pueblo—. ¿Cómo puedo ganarme su confianza?
— Matando a un azotarriscos.
— Sí, un azotarriscos —apoyó la multitud.
— No voy a matar a una criatura para ganarme la confianza del pueblo trol —dijo con firmeza, cruzándose de brazos.
Se produjo una queja grupal al momento de escuchar esa sentencia.
— ¿Acaso no hay otra forma? —preguntó el humano, encogiéndose de hombros.
Forkest, que estaba junto a él, se le acercó por un lado y le susurró algo al oído.
— ¿En serio? —dijo, sorprendido. A lo que el trol solo asintió—. Muy bien —este se acercó a la mujer y le dijo lo que Forkest había sugerido.
— ¿Que cante? —preguntó, igual de sorprendida que el humano hace un segundo.
Antes de que se pudiesen dar cuenta, todos se encontraban en la arena. Era de noche, y las tribunas estaban repletas de trols. Aquel círculo donde tantas peleas se celebraban se había convertido en un estadio de música, y Eclipsa se hallaba en el centro con un micrófono delante y una guitarra hecha con huesos e hilo tensado.
— No sabía que en este sitio también se hacían conciertos —comentó Marco.
— Es que a los trols nos encanta la música —aseguró Forkest a su derecha.
— Yo sigo sin entender por qué estoy aquí —añadió Globgor a la izquierda del humano.
— Porque si el pueblo no acepta a Eclipsa entonces habrá que cambiar de planes. Y te guste o no, ahora formas parte de ello.
— Hmmm —emitió a modo de protesta—. ¿Crees que gustará?
— No lo sé, pero lo dejé todo listo para ella. Le dije que cante algo que apele al corazón, y me aseguró que ya tenía la canción ideal para ello.
— Ya va a empezar —dijo Forkest, pidiendo silencio, y mostrando un lado más emotivo y fanático.
El estadio se calmó un poco a la par que Eclipsa se acercaba al micrófono y lo probaba un poco.
— Hola, me llamo Eclipsa —rio de forma tonta— y esta noche les voy a cantar una canción —sonrió y pasó su mirada por todo el estadio, pero nadie hizo o dijo nada. Solo vio a Marco en una parte, quien había transformado sus brazos en los monstruosos para que se le viese, y así saludarla. Aunque pequeño, el gesto la animó un poco—. Espero que les guste.
Imagine waking up
To a world turned upside-down
Those you know are gone
And suddenly you have to fight
Here I am, this is me
Brokenhearted but finally free
Never quite fit the mold
Just not great at doing what I'm told
Now I'm here in your world
So much bigger from my point of view
Centuries from my home
Can't go back, so let's start something new
A Marco se le partía el alma al escuchar a la mujer cantar. Su voz le parecía preciosa, y la letra de la canción: conmovedora. Con cierto disimulo se limpió una lagrimilla que asomó por su mejilla.
Globgor, en cambio, compartía las palabras de la mujer. Su expresión seria se había suavizado bastante, y a la par que escuchaba pensaba en él mismo, y en todo lo que había dejado atrás. Las palabras de la mujer lo hacían reflexionar y recordar tiempos mejores, pero, cómo ella decía, ya no había vuelta atrás, así que solo quedaba comenzar de nuevo.
Here I am, this is me
Open-hearted, I proudly decree
Now once more, I am yours
Let's make magic and reach for the stars
Let's make magic and reach for the stars
Las últimas palabras de la mujer fueron acompañadas con un arpegio de cuerdas suave y decreciente. El pequeño y corto eco de aquel sonido voló por un momento en el ambiente hasta dejar un silencio teatral.
— Eso fue hermoso —dijo Marco, emotivo—. ¿Qué piensas, Forkest?
— Eso no es música —gritó este.
— ¿Qué? —reaccionó el humano, atónito.
Cuando este se dio cuenta, todo el estadio había estallado en un abucheo sincronizado. Todo el público alegando que esa música no era buena, o que simplemente no les gustaba. Si a un solo trol le había gustado la canción, en ese caso, no se notaba.
Se fijó en la mujer, quien mostraba una sonrisa alicaída y agachaba la cabeza, aceptando solemne el resultado que había conseguido.
No le pareció justo. Eclipsa tenía buenas intenciones, solo quería ayudar. Y, aun así, el reino era incapaz de entenderlo. Apretó sus puños monstruosos, impotente, y se puso de pie, listo para ir a socorrerla. Pero, entonces, sintió que alguien lo tomó del brazo. Globgor.
— Suéltame, tengo que ir a ayudarla —dijo este con cierta impaciencia.
— Ven, escucha, quizá esto sirva —pronunció serio, a lo que el humano se le acercó y el trol le susurró algo al oído.
— ¿Estás seguro?
— Ya no hay nada que perder.
Marco se lo quedó mirando un momento, dubitativo, pero al final reaccionó.
— De acuerdo. Esperemos que funcione.
Dio varios saltos sucesivos, evitando pisar a ningún trol, hasta llegar a tierra. Corrió junto a Eclipsa tan rápido como pudo y le dijo aquello que tenía que hacer.
— ¿En serio? —preguntó extrañamente animada.
— Sí, inténtalo.
Esta se fue corriendo hacia una de las puertas de la arena y dejó solo al rey, provocando que los gritos de la multitud se calmasen poco a poco.
Sin saber qué hacer, Marco se acercó un poco al micrófono.
— Vaya, parece que ahora hay un mexicano delante de un micrófono —guardó silencio un momento—. ¿Les gustan los monólogos?
Nadie dijo nada. Pero el humano se atrevió a hablar, calmando la cólera del público. Contó alguna de sus historias en el colegio, y todos empezaron a reírse de las desgracias que protagonizaba este tipo en su adolescencia.
— No, lo digo de verdad. Acabé rompiendo su patineta, y la expresión de su rostro ya me hizo saber que ya no tendría ninguna oportunidad con ella —el público se reía de aquella anécdota—. Lo peor de todo es que era su favorita —eso último no hizo otra cosa que generar más risa.
Antes de que se pudiera dar cuenta, varios trols aparecieron detrás del muchacho. Estos habrían traído una batería, una keytar y varias guitarras y bajos. Justo después de que estos se situaran, Eclipsa apareció por la misma puerta por la que se había ido, pero ya no se veía igual, estaba distinta. Salvaje.
La mujer llevaba un par de botas negras lucidas con un pantalón de cuero púrpura oscuro y un cinturón con hebilla de colmillo. La blusa que llevaba estaba rasgada por el abdomen, y dejaba ver hasta su ombligo. Los brazos estaban expuestos, dejando ver la corrupción que trepaba por ellos. Y, por último, su rostro. Esta se había colocado abundante sombra de ojos en los parpados inferiores, como si tuviera unas ojeras irreales y negras. Su pelo estaba despeinado y con muchas puntas. Y su mirada. Ahora los ojos de la mujer desprendían determinación y salvajismo, cosa que la dotaba de una actitud que Marco no había visto jamás.
— ¿Eclipsa? —dijo, pasmado.
Esta tomó el micrófono con delicadeza, haciendo que el humano no se diera cuenta de ello.
— Gracias por el consejo. Ahora déjame el resto.
Marco no dijo nada, solo asintió y le dejó el sitio. Mientras se alejaba no paraba de mirar a la mujer, hasta que acabó por tropezar. Solo entonces se centró y subió de nuevo hasta su sitio.
Ahora que la mujer estaba nuevamente en el círculo, dio una mirada a todo el mundo, y los trols parecieron ver algo distinto en ella. En esta ocasión la mujer no dijo nada antes de comenzar, tan solo hizo una señal con su mano, y la banda de detrás comenzó a tocar.
El sonido entró como una llama tenue, hasta que estalló en un incendio de estridencia. La batería abrió con fuerza, hasta que las guitarras le acompañaron. Cuando la apertura llegó al punto indicado la mujer comenzó a cantar.
Blinded by hate brought by the fall
As I swear death to all
You will feel my vengeance
As I claim your mortal soul
I will punish and destroy
Those responsible for this ploy
I will seek a thousand deaths
I will bring a thousand years of war
Su voz, antes pacífica y gentil ahora era fuerte y estridente, justo como los instrumentos que la acompañaban. Más de uno quedó sin habla al escucharla.
All that I had taken away
My home is gone, and my love ones slain
For every sleep claims a piece of me
Every waking moment, every single dream
As the masses came
Like a shadow through this land
They laid siege to all we ever had
I stood strong, I was honor bound
I stand defiant, I stand ever proud
I am the chosen
I am the guardian, the guardian
El estribillo evocó consigo los gritos de emoción del público. Todos gritaban y alzaban sus brazos en señal de apoyo. Eclipsa los cautivaba con sus movimientos salvajes que iban en consonancia con la fuerza de sus palabras.
Now I seek the blood of those
Who claimed the innocent
I will hunt the enemy to the last
I will banish and rejoice
The final breath of foes
You will see what you have made
You will see what I have finally become
All that I had laid to the waste
My spirit broken and just memories remain
For every day claims a piece of me
Every waking hour claims my inner peace
My inner peace
As the masses came
Like a shadow through this land
They laid siege to all we ever had
I stood strong, I was honor bound
I stand defiant, I stand ever proud
I am the chosen
I am the guardian, the guardian
Al terminar de cantar, no cupo ninguna duda, el reino la había aceptado. Marco sonrió para sí mientras Eclipsa saludaba a todos, recuperando su gesto gentil y amable, pese a mantener aquel aspecto y vestimenta.
Era seguro, mañana partirían a la biblioteca para continuar con la investigación.
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Cosas que comentar de este capítulo:
- La canción que canta Eclipsa (la primera) es "Here I am", la original de la serie. Cambié un par de cosillas, pues en la canción se refería a sí misma como reina, cosa que en esta historia no concuerda.
- La segúnda canción es "Mortal reminder" de la banda Pentakill, del famoso videojuego League of Legends. Si bien la voz del cantante no es la de una mujer, la canción me gusta mucho, y pensé que quedaría perfecta para Eclipsa.
- El dibujo fue hecho por mí mismo. Necesitaba mostrar a la Eclipsa metalera que ella misma lleva en su interior. No soy un artista, pero espero que a más de uno le haya sacado una sonrisa.
Los links de las canciones estarán puestos en comentarios hechos por mí. Lo comento para aquellos que deseen escuchar la canción original que se menciona en la historia.
A parte de todo esto, nada más que decir, a parte de que la historia está tomando un nuevo rumbo para resolver el problema del Devorador. Más cosas se revelarán la proxima semana. Permanezcan atentos.
Sí te gustó el capítulo escríbeme un comentario, el que sea, sin importar que estés leyendo esto después de uno o dos años de su publicación, pues me encantar leer a mis lectores.
Gracias por el apoyo, y nos vemos en la próxima ocasión.
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