Capítulo 32: El desenlace del torneo
Hay enfrentamientos que son inminentes, al huir de ellos lo único que hacemos es posponer lo inevitable.
— Anónimo
Los luchadores tuvieron un descanso de media hora para recuperar fuerzas e hidratarse. Tras ese descanso, los siguientes combatientes fueron llamados al círculo.
— Los siguientes luchadores serán Sklag, el trol salvaje —anunció el árbitro, dejando un pequeño espacio de tiempo para que el público gritase de la emoción—, y Marco, el humano, aquel que llegó a sorprender a más de uno al llegar a la semifinal —esta vez no hubo grito de celebración alguno, quizá un par oculto, o algún aplauso tímido, exceptuando siempre a Eclipsa, que lo apoyaba como lo haría una madre a su hijo cuando este representa el papel de árbol número dos en la obra de teatro del colegio—. Llegados este punto es incuestionable que presenciaremos una batalla fenomenal —la forma en la que se expresaba el árbitro distaba bastante de la anterior, como si por ser la semifinal este hubiera adquirido un ánimo y emoción impensable en las fases anteriores del torneo.
— ¿Qué le pasa? —se preguntó Marco mirando al anunciante.
— No le hagas caso, está emocionado el torneo acabará pronto y así podrá irse a casa, o al menos esa es la teoría que tenemos la mayoría —respondió Sklag.
Marco se mostró curioso por la respuesta del trol, pues no esperaba ser respondido por nadie, y menos por su oponente.
— No tendría sentido que sea el árbitro de los torneos si quisiera irse a casa cuanto antes.
— Hay de todo en todos lados —respondió encogiéndose de hombros.
— ¿Lucharás en serio?
— Siempre lucho en serio.
— Perfecto. No me gustaría ganar estos últimos combates por ser subestimado. —Sonrió de forma desafiante.
— Para nada. Después de derrotar a esos dos trols de antes has dejado claro que no se te puede menospreciar —dijo este, también mostrando su sonrisa de dientes afilados—. Pero si crees que podrás ganar contra mí cuando lucho en serio, entonces es que eres un iluso.
— Eso ya lo veremos.
— Y tal parece que los contendientes están ansiosos por comenzar la batalla —comentó el árbitro—. En ese caso no los hagamos de esperar a ellos, ni a ustedes —alzó el puño, listo para agolpear el gong—. Que la batalla comience —el sonido estruendoso del metal hizo vibrar a todo el mundo.
Sklag se lanzó hacia Marco de un salto y en mitad del impulso acrecentó su tamaño.
El humano ya tenía listos sus brazos monstruosos para interceptar a su oponente en caso de ser posible. Sin embargo, en esta ocasión no podría hacer lo mismo que en el primer combate.
Se desplazó hacia adelante con un impulso sombrío y evadió las garras de Sklag, quien aterrizó casi en el borde del círculo. Marco aprovechó en momento para lanzarse hacia él y empujarlo a la arena, pero, antes de llegar a él, este se giró de golpe con una garra lista para cortar aquello que alcanzara.
Con apenas tiempo para reaccionar, Marco se impulsó hacia atrás y colocó distancia entre ambos. Sklag clavó las uñas en el suelo y luego corrió hacia adelante. En un momento alcanzó al humano y comenzó a lanzar zarpazos a diestra y siniestra.
Marco bloqueaba los ataques utilizando pequeños golpes precisos y puntuales para desviar la trayectoria de las manos de Sklag. Para aquellos que no le daba el suficiente tiempo para bloquearlo, se limitó al esquive.
Quizá desde la perspectiva del público pareciera que el humano estaba sobrellevando bastante bien la batalla, pero la verdad era que Marco se estaba cansando de tanta acción sin pausa. Debido a eso, uno de sus bloqueos no fue lo suficientemente rápido, por lo que el golpe se llevó a Marco consigo y lo empujó, echándolo a volar.
Mientras estaba en el aire, a punto de chocar contra el suelo, vio Sklag encima de él, había dado un salto y ahora planeaba aplastar al humano. Un impulso sombrío empujó al tipo hacia el suelo y este se apoyó en sus manos para dar varias volteretas hacia atrás y marcar distancia.
Cuando Sklag aterrizó, Marco se volvió a lanzar hacia adelante con los puños listos para luchar. No le dio tiempo al oponente a responder, y conectó un derechazo con el rostro del trol. Esto hizo que el monstruo doblase el rostro y acompañase el golpe del tipo, sin embargo, era demasiado obstinado como para dejar que un golpe como ese lo humillase.
Mientras aún sufría el impacto del puño monstruoso, Sklag tomó la mano de Marco y, a sabiendas de su viscosidad, le clavó las garras para evitar que se escapase. Marco gritó por el dolor de las garras enterrándose en su piel, pero eso no fue lo peor, sino el hecho de ser lanzado hacia afuera por el trol.
No había forma de librarse de esas garras perforantes, así que Marco hizo lo único que consideró oportuno. Estiró su brazo libre y se aferró a la cabeza del trol. Tensó todo el músculo que representaba su extremidad y luego regresó hacia su enemigo. Aprovechó el impulso y le dio una patada doble en el rostro. Aprovechó el momento y usó la cara del monstruo como plataforma para impulsarse hacia el interior del círculo, solo entonces soltó al trol y también logró liberarse de sus garras.
Cuando se situó en el otro lado del círculo, Marco se quedó de pie, intentando recuperar el aliento. Sklag permanecía de espaldas a Marco. Este recobraba la postura, y el humano vio como los pelos del cuerpo del trol se estaban erizando, los puños se le crispaban, y una mirada de reojo que tenía un presagio de muerte consigo se posaba sobre Marco.
La cosa se había puesto peor que antes. Tan solo con ver la expresión de su oponente, Marco sabía que Sklag había perdido los nervios. Tenía que centrarse, recobrar Orden, y utilizar su magia a fondo.
Marco se colocó en posición defensiva, ignorando el dolor en su brazo derecho e intentando hacer el mayor tiempo posible hasta que se enzarzaran de nuevo en combate.
Sklag por fin se giró hacia el humano. La cosa era peor de lo que se veía antes. El trol tenía los ojos inyectados en sangre, y sus dientes tenían restos de espuma generados por la rabia del monstruo. Sin duda, uno podía afirmar que la criatura estaba ida de sí. Se colocó a cuatro patas, arañando el suelo, y se preparó para cargar.
El humano tragó saliva, y luego abrió un poco más las piernas para moverse lo más rápido posible cuando lo atacasen.
El salvaje se lanzó por el humano, corriendo como un animal furioso y saltó hacia Marco, pero esta vez era distinta a la de antes. La primera vez había saltado desde lo alto con la intención de caer encima de Marco con las garras abiertas, ahora, en cambio, Sklag había saltado hacia adelante con los brazos abiertos para atrapar a Marco, obligando a este a evadirlo. El problema para el humano fue que, a penas su oponente tocó el suelo, este se lanzó de nuevo por él, y otra vez más.
Ahora Marco se encontraba evadiendo los miles de zarpazos que lo buscaban. Parecía irreal, Sklag lanzaba ataques más rápidos que antes, y no parecía cansarse con tanta facilidad como antes. Esto estaba poniendo en un aprieto a Marco, que no podía defenderse, y no era capaz de acumular el suficiente orden necesario para utilizar la magia oscura de una forma un tanto más arriesgada que antes.
No pudo pensar demasiado, porque un corte lo alcanzó, entonces vino lo peor, un golpe tras otro, sin parar. Marco consiguió cubrirse para evitar un daño mayor en partes críticas de su cuerpo, como el rostro y el estómago. Pero sus brazos se llevaban la peor parte del daño. Tenía que salir de aquel aluvión de cortes, y tenía que hacerlo rápido.
Con un gran esfuerzo consiguió bloquear un golpe y desviarlo hasta dejarlo en el suelo. El otro brazo iba a caer sobre él, así que lo esquivó y dio un salto para atacarlo desde lo alto, pero no esperaba que Sklag lo atrapase de la pierna en mitad del aire con el brazo que había sido bloqueado. El monstruo hizo girar al tipo en torno a él hasta que lo lanzó hacia los cielos.
Aquel lanzamiento dejó a Marco unos cuantos segundos suspendidos en el aire. El trol lo esperaría abajo con las garras listas para exterminarlo. Así que, mientras Marco permanecía en el aire, dedicó esos pocos segundo a buscar aquello que necesitaba: Orden.
Sklag alzó la mano para atrapar al humano entre sus garras, pero Marco abrió los ojos con mucha calma y se agarró al brazo del trol, utilizó un impulso sombrío para girar en torno al brazo y doblarlo hasta colocarlo en la espalda de su oponente, provocando que cayera al suelo.
El salvaje se levantó apenas tocó la tierra del círculo y lanzó su garra hacia Marco. Este se movió de forma violenta, empujado por impulsos sucesivos y se colocó a espaldas del trol. Dio un salto y giró en el aire con impulsos para conectar una patada en la espalda del monstruo. El ataque le causó un gran daño, pero no fue suficiente para abatirlo.
Otro golpe fue directo hasta el tipo, pero de nuevo este se movió con gran velocidad y brusquedad para atacar en alguna parte expuesta: las costillas. Pudo oírse un crujido tras ese ataque, pero el trol no cesó.
Al estar tan cerca, el humano no pudo evitar el codazo que lo envió al suelo, y de no ser por su rápida reacción habría recibido un pisotón que podría haber acabado con él.
Dio una fuerte patada en la pantorrilla del trol, cosa que lo desequilibró e hizo que se tambalease. Marco pasó por debajo de él antes de caer, dio un salto y conectó una patada con su rostro que lo hizo estamparse con el suelo con tanta fuerza que incluso rebotó unos centímetros.
Al instante se alejó de él, y permaneció expectante para ver si se quedaba tirado. Mientras el árbitro contaba, Marco intentaba mantenerse consciente y no romper su conexión con la magia oscura. Cosa que le costó horrores, pero, cuando vio que Sklag parecía que iba a levantarse se quejó por dentro, apretó los puños y se preparó para volverse a lanzar, esta vez para acabar con él.
Sklag se puso de pie y alzó los puños.
— El trol puede seguir luchando, que la batalla continúe —anunció el árbitro.
Marco se lanzó, desesperado, con su puño listo para dar fin al combate, pero cuando iba a llegar hasta él detuvo el golpe a escasos centímetros de su rostro. Algo agitado, Marco retrocedió y observó mejor al trol. Luego miró al árbitro.
— Está inconsciente —señaló a Sklag.
El público contuvo el aliento, y el árbitro se acercó al trol para evaluar la condición de este. Le tocó el cuello, probó a ver cómo reaccionaban sus ojos y luego le dio un manotazo en el trasero.
— Sí, está inconsciente —sentenció con gesto aburrido—. Marco es el ganador —dijo, casi gritando a todo pulmón.
Para sorpresa del chico, gran parte del público recibió aquello con emoción, gritando y aplaudiendo. Finalmente lo habían aceptado.
Sin embargo, Marco no pensaba en ello, solo caminó hacia el otro lado del círculo. Vamos, aguanta. Sólo debes aguantar hasta el siguiente combate, y esto terminará.
Ya casi iba a llegar. Sólo un poco más... pero no fue capaz de poner más de un pie fuera del círculo, porque cayó al suelo, desmayado.
El público quedó sorprendido, pero, entre ellos fue Eclipsa quien se mostró más consternada.
— Marco —dijo para sí, y al instante corrió hacia él.
Cuando llegó hasta el tipo se arrodilló junto a él y lo volteó para ver cómo estaba. Sangraba por varias de las heridas de su cuerpo, el resto eran moratones.
Eclipsa colocó sus dedos índice y medio en el cuello de este. Al notar el pulso se sintió aliviada. Pese a ello, el humano seguía estando en un estado deplorable.
— Necesita ser atendido —se dijo mientras acariciaba la piel del tipo, pues parte de la armadura que llevaba había sido destrozada, y la parte de los brazos estaba completamente destruida, lo cual normal, ya que los brazos monstruosos eran grandes y voluminosos. Ahora estos habían vuelto a la normalidad, cosa que no hacía más que evidenciar el mal estado del hombre.
Eclipsa se mostró más seria y luego se agachó para tomar al tipo en brazos. Al intentar levantarlo se dio cuenta de que aquello no sería fácil para ella. Frunció un poco más el ceño, tomó aire y luego tiró hacia arriba y consiguió pararse con gran esfuerzo.
Al ver eso, Globgor se acercó a ella.
— Eclipsa, detente, déjame que te ayude —dijo el trol estirando los brazos para cargar al humano.
— No, ya me encargaré yo —insistió ella—. A ti te llamarán para luchar en cualquier momento, así que yo llevaré a Marco a descansar por un momento.
— Pero...
— No te preocupes, cariño, yo puedo sola.
Esta se fue por una de las entradas de los participantes y se llevó al humano.
Preocupado, Globgor miró hacia el círculo, allí estaba el árbitro y otros trols mirando a Sklag, quien seguía paralizado en posición de combate y todavía conservaba su gran tamaño. Uno de los trols lo tocó y Sklag cayó al suelo, clavando las uñas en la tierra. Aquel que lo había tocado se llevó las manos a la cabeza y el árbitro lo miró con gesto de reproche.
— Bien hecho, idiota.
Al ver el panorama, Globgor consideró que tardarían un poco en arreglar el asunto. Asi que salió para buscar a su mujer.
No tuvo que ir muy lejos, pues Eclipsa había llevado a Marco hasta un banco en donde lo había recostado. Ella había apoyado la cabeza de este en su regazo y le envolvía una mano entre las suyas.
Esa escena hizo que el trol se sintiera confundido y celoso, pero prefirió preguntar antes de montar una escena.
— ¿Qué haces? —preguntó este.
— Estoy traspasando mi energía a Marco para que sus heridas puedan sanar antes, y todo su cuerpo pueda recuperarse —respondió esta sin volver la mirada, pues estaba muy centrada en su tarea.
Globgor observó detenidamente al tipo. Estaba en verdad inconsciente, y por su aspecto natural uno podría decir que estaría muerto.
— No podrá volver al círculo, y lo sabes —dijo en tono neutro.
— Tal vez, pero yo no puedo decidir qué debe hacer él. Marco es alguien obstinado, y si se propone a hacer algo no hay nada que lo detenga, he estado presente para verlo. Aunque se lo dijera no se detendría en ir al luchar al círculo, no sé cuán grande es su determinación por el torneo, así que lo único que puedo y quiero hacer es ayudarlo para que se recupere un poco y él mismo decida qué hacer.
Las palabras de la mujer mostraban preocupación y convencimiento por lo que hacía. Hacía tiempo que Globgor no la veía tan determinada por algo, no desde aquella noche.
— ¿Por qué te preocupas tanto por él? Obviamente no se encuentra en buen estado, pero ya lo has visto luchar. No morirá por algo así. El que no pueda volver al círculo no es algo grave.
Eclipsa se giró hacia él, extrañada.
— Marco es un buen hombre. Me ayudó mucho, y a ti también. No nos corresponde a nosotros decidir lo que él hará.
El trol entornó un poco la mirada.
— Te preocupas demasiado —soltó sin más.
— Claro que me preocupo —respondió, casi ofendida—. Abandonó su tierra, el reino de Mewni y a sus amigos para salvarme la vida, y luego liberarte a ti. Preocuparme es lo mínimo que puedo hacer por él. Y si en algún momento necesita mi ayuda, entonces no lo abandonaré —su voz sonaba firme y decidida, al igual que lo demostraba su rostro—. Soy la única persona que el queda —dijo, bajando la cabeza—, y creo que tú también podrías convertirte en alguien importante para él —alzó la mirada hasta posar los ojos sobre los del trol.
— Tal vez.
— Entonces, ¿por qué estás tan celoso?
Las palabras habían sido pronunciadas, y Globgor sentía como el corazón se le encogía al saber que tendría que afrontar la situación que él ya prevenía que ocurriría en algún momento.
— ¿Y cómo no estarlo? —respondió con mayor brusquedad de la que este hubiese querido—. Lo he visto, a ambos, he visto lo bien que se llevan, lo mucho que congenian. He visto la forma en la que te mira, es la misma forma en la que alguien mira a un individuo por el que daría la vida. Es más que obvio que él siente algo por ti.
Ya lo había dicho, ya no había vuelta atrás, ahora solo quedaba ver cómo se desarrollaban los acontecimientos.
Eclipsa enmudeció un momento, sin perder la seriedad en su mirada, luego agachó la cabeza con levedad.
— Eso... no tiene nada de malo —respondió, casi a punto de titubear.
— No, no lo tiene, siempre y cuando haya respeto hacia las relaciones que mantienes con los demás.
— Y él siempre se ha mostrado respetuoso ante eso —sentenció con severidad.
— Tal vez, tal vez no. Eso no lo sé. Pero dime, ¿acaso tú no sientes lo mismo que él? —la pregunta tomó por sorpresa a Eclipsa, quien sacudió un poco la cabeza al oírla—. No solo lo he visto a él, también te he visto a ti. Veo cómo te diviertes a su lado, como lo animas, cómo te preocupas por él —dijo, mirando a Marco, aún inconsciente. Eclipsa no había soltado la mano del humano en ningún momento.
— Yo... yo nunca pensé en abandonarte, si es eso lo que te preocupa.
— No, lo que me preocupa es que hayas traicionado mi confianza.
— Yo jamás sería capaz de...
— ¿De verdad? —interrumpió—. ¿Puedes mirarme a los ojos y decirme que jamás hiciste nada con él que pudiese comprometer nuestra relación?
— Yo... —quiso defenderse, pero las imágenes de ella besando a Marco aquella vez que la magia oscura se apoderó de ambos le vinieron a la mente, y no pudo evitar sentirse culpable. Quiso decir algo como: "no fue mi culpa" o "no fui consciente", pero todas esas frases le sonaban a excusas baratas.
El silencio se hizo pesado, y Globgor no tardó en sentenciar los hechos que para él ya eran evidentes.
— Eso pensé —dijo, dando media vuelta para volver a la arena.
— Globgor, espera, puedo explicártelo si me dejas —dijo esta, quitando una de sus manos de encima de la de Marco.
— ¡Finalmente el círculo está libre para que se lleve a cabo el siguiente combate! —se oyó decir del árbitro.
Globgor se detuvo tan solo un segundo y luego se giró hacia Eclipsa.
— Te desconozco —solo entonces siguió caminando hacia la arena, y dejando sola a la mujer con el humano.
El trol volvió a la arena y puso un pie en el círculo, su contrincante ya se encontraba allí esperando.
— ¿Por qué tanta demora? —preguntó Kogler, casi burlándose.
— No es asunto tuyo —respondió con un deje de hostilidad.
— Oh, así que sucedió algo. Bueno, mientras puedas seguir luchando me da igual que haya sido.
El salvaje enseñó los dientes y luego entornó la mirada, se sentía impaciente por comenzar el combate, pues quería desquitarse con algo.
— Parece que los luchadores ya están calentando el ambiente —comentó el árbitro—, en ese caso no los haremos esperar más. Que el combate —hizo sonar el gong— comience.
Globgor acrecentó el tamaño de su cuerpo al máximo, se dejó caer sobre el suelo, apoyando las manos en este y luego salió corriendo como un animal hacia su oponente. Kogler sonrió, haciendo pensar a todo el mundo que tenía la situación bajo control, pero ese pensamiento se esfumó cuando el salvaje tomó al de hueso con violencia y lanzó contra el suelo. Luego se puso encima de él y comenzó a golpearlo de forma brutal mientras gruñía y apretaba los dientes.
Todos los que habían apoyado a Kogler se preocuparon al verlo así de forma tan súbita, pues aquello no parecía un combate, sino una masacre de un solo lado. Era como ver a un adulto luchando contra un niño de diez años.
Sin embargo, Kogler no parecía darse por vencido, y menos al principio.
Este bloqueó los siguientes golpes con sus brazos y los huesos sobresalientes de estos dañaron lo suficiente a su oponente como para hacerlo parar.
Globgor jadeaba un poco por el ataque continuo y por el dolor en los nudillos. En ese momento recibió un fuerte impacto en el estómago. Lo hizo doblarse y cubrirse el vientre.
Kogler se apoyó sobre su espalda y luego le dio una fuerte patada en la mandíbula al salvaje, lo cual lo hizo echarse hacia atrás y le dio a este la oportunidad de volver a ponerse en pie.
Escupió algo de sangre en el círculo y luego sonrió con satisfacción, viendo cómo Globgor se recuperaba en cuestión de segundos, hasta volver a colocarse en guardia.
— En efecto, estás enojado. No sé por qué, pero si esto es lo mejor que puedes hacer cuando estás lleno de ira, entonces eres una decepción de trol.
Globgor rugió y se precipitó hacia él. Lanzó un puñetazo izquierdo directo al pecho, pero Kogler lo esquivó y lo atrapó entre su brazo abdomen. Enseguida el salvaje pudo notar como éste le clavaba los huesos en su brazo y lo aprisionaba como si se tratase de un grillete.
Desesperado, intentó golpearlo en el rostro para liberarse, pero Kogler aguantaba los golpes como si estos no le hicieran nada, y cada vez que su puño impactaba con el enemigo notaba el dolor de los huesos después de habérsele clavado. Tuvo que detenerse un momento y mirar su mano temblando por el dolor.
— ¿Ya terminaste? —preguntó Kogler, y Globgor se giró hacia él sin decir nada—. Entonces me toca a mí.
Kogler comenzó a golpear al salvaje una y otra vez en el rostro con el brazo que tenía libre. Globgor no era capaz de cubrirse debidamente, pues el dolor en su brazo no le dejaba soportar los golpes, y casi todos daban en el blanco.
Tras golpearlo hasta dejarlo colgando en su agarre, le dio un puñetazo en el estómago y lo dejó tirado en el suelo.
— Proclamas ser el antiguo rey —pronunció Kogler acercándose a Globgor para darle una patada—, ¿y esta es toda la batalla que ofreces? —le propinó otro golpe—. Estoy seguro que no soy el primer trol de hueso con el que luchas, has sabido donde golpear, pero tienes la mente dispersa. Es por esa mujer, ¿verdad?
Al escuchar eso el dolor latente en el vientre de Globgor se atenuó.
— Los he visto, ella se llevó al humano, quizás para tratar sus heridas, y tu fuiste detrás de ellos. Pasó algo con esa mujer y es por eso que estás así.
— Cállate —dijo, casi a punto de toser.
— He dado en el clavo, ¿no? Esa piel pálida te ha hecho algo.
— Cállate —gruñó, levantándose como podía.
— Solo quieres negar lo que es cierto. Dejaste todo por esa hembra, y pensaste que valdría la pena, pero ahora dudas, ¿me equivoco?
— Dije que te calles —gritó, mirando a su oponente con rabia.
— Has perdido mucho por nada, por una decepción, por una equivocación. Esa mujer no merecía la pena, y ahora te arrepientes porque te has dado cuenta de ello.
Globgor se lanzó hacia Kogler ignorando el dolor en su cuerpo. Para la desgracia del salvaje, en su estado actual sus movimientos eran predecibles y torpes. Pero no pudo darse cuenta de ello hasta que Kogler lo esquivó y le dio un fuerte golpe en la mandíbula.
— Deberías haberte quedado encerrado en esa prisión de cristal, ya no perteneces... —calló de golpe porque Globgor lo tomó del rostro.
El salvaje apretó con fuerza la cabeza del de hueso y luego lo empujó para estamparla contra el suelo.
Kogler no se dejó rebasar. Este se levantó sonriendo y atacó a puño limpio a Globgor. Este soportaba los golpes y luego los devolvía.
El antiguo rey estaba hecho un desastre, repleto de golpes y heridas, pero no sé detenía. En cambio, el actual rey solo parecía estar algo dañado, pero el daño que había recibido no era pequeño, y era bien sabido por sus admiradores que Kogler no paraba hasta sentirse satisfecho, aunque eso significase desmayarse por el cansancio.
En cierto momento ambos se echaron hacia atrás para respirar. El trol de pelaje turquesa jadeaba mientras mantenía cerrado los dos ojos izquierdos. El otro también hacía lo mismo, solo que sonreía y mantenía un ojo entrecerrado debido a la hinchazón.
— No te rindes, viejo rey —masculló Kogler.
— Dije que salvaría este reino, y eso es lo que haré. No perderé ante ti.
— Eso ya lo veremos —respondió, corriendo hacia Globgor.
Este se preparó para recibirlo. Cuando estuvo a pocos centímetros de él intentó golpearlo en el rostro, pero falló, aun así, lo tomó por un hombro.
Kogler ignoró eso y comenzó a golpear a Globgor allí dónde podía: en el pecho, en el rostro, en el estómago, hasta que dejó de moverse.
El rey respiró con pesadez mientras veía al trol, totalmente quieto, y se dijo a sí mismo que ya no había nada que hacer. Llevó su mano derecha a la de Globgor para quitársela del hombro, y entonces este lo tomó del otro hombro, y para la sorpresa de Kogler, comenzó a darle cabezazos sucesivos sin parar. Los impactos eran tan fuertes y violentos que cada golpe sacudía el cuerpo del trol de hueso.
Para cuando Globgor se detuvo los ojos de Kogler estaban blancos, lo soltó y este se desplomó en el suelo sin decir nada, sin hacer nada. El salvaje se lo quedó mirando mientras la sangre de la frente le resbalaba por el rostro, las manos le temblaban y el corazón le golpeaba el pecho como si fuera un tambor ceremonial. Los gritos del público se oían lejanos, no sentía su propio cuerpo ni el peso de este, y le costaba mirar a otros sitios. Solo se despertó de su trance cuando escuchó la voz del árbitro al lado suyo.
— Globgor es el ganador —dijo este, con emoción.
El trol miraba a uno y otro lado. Veía a todos vitoreando en su nombre, clamando por él, pero eso no le importaba.
— Tráiganlo —pronunció.
— ¿Qué? —dijo el árbitro, confundido.
— Traigan a Marco y acabemos con este torneo.
— Sí, sí, lo traeremos, pero creo que primero necesitarás un descanso...
— No, no necesito descansar. Necesito derrotar a Marco y reclamar el trono. ¿Dónde está? —preguntó mirando a todas partes con furia—. ¿Dónde está Marco?
— Aquí estoy —dijo una voz a su espalda.
Globgor se giró y vio al humano entrando por el túnel por el que Eclipsa se lo había llevado, frunció el ceño y enseñó los dientes.
— Ven aquí, Marco —le señaló—, acabemos con esto.
El humano caminó hacia él. Tras de este lo siguió Eclipsa, quien se quedó cerca de las gradas para ver el combate.
— Vaya, vaya, parece que ambos contrincantes están impacientes por librar la última batalla. En ese caso dejémoslos luchar.
— Sé que hablaste con Eclipsa —le dijo el humano al trol.
— Entonces sabes lo que pienso de ella —dijo firme—, lo que pienso de ti.
Marco se quedó callado unos instantes.
— No todo es como te lo piensas. Necesitamos explicártelo.
— No hay nada que explicar, tan solo quiero acabar con esto.
— ¡Que la batalla comience! —anunció el árbitro tras golpear el gong.
Globgor corrió hacia Marco con gran dificultad, y este permaneció en su sitio. El daño que Marco había recibido en el combate con Sklag aún perduraba, y apenas podía moverse sin que algo le doliese. No tenía oportunidad, pero no por ello no lo intentaría.
Convirtió sus brazos en los brazos monstruosos e interceptó a Globgor. La fuerza que Marco tuvo que ejercer para contener al trol fue tal que sentía que el dolor en todo el cuerpo se intensificaba.
— Globgor, debes escuchar a tu mujer, ella quiere contarte la verdad.
— Me da igual la verdad, ya la he visto con mis propios ojos. Ustedes sienten algo el uno por el otro, y eso se nota. Pensé que los celos se irían, pero me equivoqué. Ahora solo quiero proteger a mi reino... —Globgor cortó sus palabras cuando el súbito cansancio se apoderó de él—. Marco, se un buen gobernante.
— Espera, ¿qué es lo que quieres...? —no pudo terminar la frase, porque Globgor cayó al suelo, inconsciente.
Marco se quedó congelado en un gesto de sorpresa al ver al trol derrotado. Para cuando se quiso dar cuenta, el árbitro estaba levantando su mano por él.
— El ganador del torneo es Marco. Salúdenlo, saluden a nuestro nuevo rey.
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Buenas, queridos lectores. Lamento la demora, pero desde que empezó la universidad voy algo apretado de tiempo, todo el rato intento pensar en cómo cuadrar las actividades para que me dé tiempo a todo, eso sin contar imprevistos. Lo más triste de esto, es que no pienso en el tiempo que debería guardar para mi... bueno, ya tendré tiempo para mí cuando esté muerto... tal vez.
Sí te gustó el capítulo deja un like, o mejor aún, escribe un comentario, el que sea, sin importar que estés leyendo esto después de uno o dos años de su publicación, siempre me alegra leer los comentarios de mis lectores.
Gracias por el apoyo, y nos vemos en la próxima ocasión.
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