Capítulo 2: El primer contacto
A veces la compañía llega de donde menos lo esperamos.
- Anónimo
Ya hacía un par de días que Marco había decidido trasladarse a Mewni para volver a ver a Star y revivir aquellos días de aventura que solía tener con su mejor amiga. También fue al reino con la idea de que ahora sería visto como un héroe, alguien que había sido partícipe en la batalla por Mewni y que había sido reconocido por el propio rey River como caballero. Estaba muy emocionado por todo, mas la cruda realidad le abofeteó en la cara y le sentó como un balde de agua helada.
Cuando volvió se encontró a Star y a Tom juntos, ella ya había pasado página y había conseguido salir adelante sin él, cosa que no le importaba, o al menos eso es lo que él quería creer, pero lo que le dolió de aquello fue que al principio Star no parecía querer estar con él, como si su presencia la incomodase o algo similar. Si aquello de por sí no fuese suficiente, se enteró, y de la peor manera, que el rey River en verdad no lo había convertido en un caballero, propiamente dicho. Solo le había dado un pañuelo, el cual él creía una capa para sí mismo, como símbolo de su valentía y coraje, pero todo había sido una mentira, una piadosa pero frustrante mentira.
Durante ese primer día en Mewni pensó que tal vez había cometido un error al volver, en vistas del trato que había recibido. Llegó a creer que su amiga ya no era aquella chica a la que conocía, sino alguien más que ya no necesitaba de la presencia de su amigo mexicano. Realmente llegó a dar todo por perdido, realmente se le pasó por la cabeza la idea de volver a casa y no regresar a menos que se lo pidiesen, pues se sentía como un engranaje sobrante en aquel reloj de bolsillo. Pero su amiga llegó para apartar todos aquello pensamiento de su mente, de nuevo volvió junto a él como aquella chica divertida con quien compartía risas y aventuras.
Al final, todo volvería a ser como antes... o al menos, eso hubiese querido Marco. En efecto, Star había vuelto a ser su amiga, pero las cosas no eran las mismas. Ahora ella también tenía sus propias aventuras junto a Tom, y eso era algo que Marco respetaba, pues Tom era su amigo también, y este también respetaba los momentos que Star tenía a solas con Marco, algo comprensible para todos. Y aquel era un ritmo de vida que todos podrían haber llevado a la perfección y con total normalidad, todos excepto Marco, que más pronto que tarde se dio cuenta de una cosa: estaba enamorado de su amiga, algo irónico teniendo en cuenta que durante su estadía en la tierra era ella quien estaba enamorada de él, pero los tiempos cambian, y las personas también. La única diferencia era que Star se había declarado en la tierra, pero Marco, una vez que descubrió sus sentimientos, decidió ocultarlos, pues sería de mal gusto confesarse ahora que Star estaba saliendo con Tom y que se veía feliz junto a él.
Lo único que quería Marco ahora era intentar llevar una vida plena junto a sus amigos en Mewni, e intentar no pensar demasiado en sus sentimientos encontrados para no seguir haciéndose daño a sí mismo.
Así es como llegó una mañana en la que Marco y Star estaban en la habitación de la chica utilizando una resortera gigante que la princesa había hecho aparecer para lanzar una enorme bolsa llena de ropa sucia.
- Bien, la torre en donde se lava la ropa sucia de la familia Butterfly está en frente -decía Marco mientras vislumbraba la torre y cuadraba la distancia usando sus manos-. La ventana está abierta. ¿Estás lista, Star?
- Marco, yo nací lista -sostenía un extremo de la resortera. Estaba tirando de este con fuerza, lista para soltarlo y disparar la enorme bolsa con ropa para lavar.
- Star, así no le vas a dar -comentó al ver la inclinación y la forma en la que Star estaba apuntando-. Debes mover la resortera trece grados al este y luego debes inclinarla alrededor de unos dos o tres grados hacia el sur.
- ¿Cómo? -movió un poco la resortera- ¿Así?
- No, eso es el norte. Tiene que ser más al sur.
- Marco, sabes que no entiendo tus indicaciones, ¿no?
- A ver... -este se acerca a Star y se coloca detrás de ella para ver qué tal estaba apuntando. Toma los codos de esta y los mueve unos milímetros, antes de asentir conforme- Bien, creo que ya está. Solo debes soltarla y la ropa debería llegar a la torre.
- Genial.
Star sonrió de sobremanera y se preparó para disparar. Sin embargo, Marco parecía estar observando algo que no acababa de cuadrarle.
- Creo que también haría falta tener en cuenta el... -comenzó a decir levantando su dedo índice y colocando su otro brazo en su cintura.
- ¡Fuego! -gritó esta, presa de la emoción e ignorando las palabras de su amigo.
La gran bola de ropa salió disparada por la ventana y se dirigía a la torre, pero una corriente de aire la desvió de su trayectoria y fue a parar al orfanato de niños con poca ropa. Cuando esta cayó allí dentro, se pudo escuchar a todos los presentes gritando de alegría.
Desde la ventana, Marco y Star observaban el desastroso resultado de su experimento.
- ...viento -completó Marco su frase a medias frunciendo el ceño.
A este no le gustaba equivocarse en todo aquello que requiriese de un planteamiento lógico y calculado, mucho menos si era matemático. En cambio, a su amiga parecía importarle poco o nada.
- Bueno, esa ropa solo la usé una vez, así que no creo que esté mal que ellos la usen -se encogió de hombros la rubia.
- Pero, ¿qué vas a hacer con la ropa que te falte de tu armario? -apuntó este con su mano al armario vacío de Star.
- No te preocupes por eso -alzó su varita y apuntó a su armario con esta-. Reponedor de indumentaria instantáneo.
Un rayo multicolor salió disparado de la varita de Star y este envolvió todo el armario haciéndolo elevarse del suelo y sacudirse en el aire cerrando sus puertas y cayendo otra vez en la posición en la que estaba antes. Cuando Marco abrió sus puertas este estaba repleto de la ropa que Star solía usar. Vio en ese armario la vestimenta que ella había utilizado en varias ocasiones: su equipo de futbol americano, su traje de playa, su vestido de fase rebelde, aquel otro vestido azul que utilizaba en ocasiones, el traje del baile de la luna roja...
El joven de piel morena no pudo evitar soltar un suspiro al ver aquel traje, le traía un recuerdo bonito, pero que en la situación actual le producía cierto dolor.
Cerró el armario y se forzó a mostrar una expresión normal en su rostro para no preocupar a su amiga.
- Sí, tienes razón, no había nada de qué preocuparse.
Por la ventana de la habitación de Star apareció un carruaje acarreado por dos caballos esqueleto. El vehículo dejaba una estela de llamas que iba desapareciendo pasados unos segundos. Este se detuvo junto en donde la puerta conectaba con la ventana de la habitación de Star. Esta se abrió y una pequeña alfombra se desenrolló tomando la forma de escalones sólidos en el aire, hasta llegar al suelo de la habitación de la chica. Ambos sabían quién podía ser la única persona que haría una entrada como esa, o más bien, demonio.
- Buenos días -saludó Tom bajando los escalones de tela roja hasta ponerse delante de ambos chicos.
- Hey, Tom, ¿qué tal estás? -dijo Marco, acercándose a él.
- Marco, amigo.
Ambos se saludaron con un abrazo, pues se llevaban bastante bien, pese a su desastroso comienzo como amigos. Después de saludarse Tom se dirigió hacia Star y le dio un beso de saludo, uno pequeño que apenas duró uno o dos segundos. Un gesto que Marco no pasó desapercibido. En esencia fue una muestra de afecto momentánea, pero que para el joven castaño le sentó como la picadura de un escorpión: breve, pero mortal.
- ¿Estás lista para irnos? -le preguntó el demonio a la princesa.
- Claro -dijo esta.
Ambos caminaron tomados de la mano hacia el carruaje flotante. Por un momento Marco se sintió extrañado al oír esas palabras.
- ¿Irse?, ¿A dónde? -inquirió, confundido.
Tanto el chico como la chica se giraron a verlo, esta última un tanto extrañada.
- A la comida familiar a la que Tom me invitó. ¿Recuerdas que te comenté ayer que hoy no estaría en todo el día?
- Pues...
En eso que Marco intentó hacer memoria de cuando esta le había avisado de lo que estaba pasando. Recordó que estaba en su habitación en el castillo organizando su cuarto. Más en concreto, intentaba decidir dónde colocar su traje de karate. Pues no estaba seguro de si colocarlo junto a sus trofeos de torneos anteriores o junto a su poster de Mackie Hand. Cuando, de pronto... alguien abrió la puerta de una patada.
- Marco -dijo Star a modo de saludo.
Este dio un brinco del susto que le produjo aquella repentina intromisión. Pronto comenzó a respirar bruscamente para intentar recobrar la calma.
- Star, ¿qué sucede? -preguntó, aun un tanto afectado.
- Mañana no estaré en todo el día, espero que no te importe, tendré una comida familiar con Tom.
- Oh, sí, no pasa nada.
- Perfecto, gracias -sonrió antes de irse dando un portazo.
- Bien ahora donde estaba... -se frotaba el mentón admirando su poster- Creo que a lo mejor un poco del aura de Mackie podría impregnarse en mi traje y ayudarme a ser mejor. Sí, lo pondré junto al poster -sentenció satisfecho.
Y así fue como acabó su reconstrucción de los hechos.
- Qué raro, yo no suelo olvidarme de nada.
- Oh, entonces no lo habías recordado... -preguntó Star, sintiendo algo de pena por el chico.
- Eso creo... pero no pasa nada, es culpa mía. Diviértanse, yo estaré ocupado haciendo... cosas -dijo sin llegar a convencer mucho a la pareja.
- ¿Estarás bien?
- Sí, sí. Ahora estoy dudando si el traje de karate realmente está bien junto al poster de Mackie, así que volveré para determinar si dejarlo ahí o no -aseguró con un poco más de asertividad en su voz.
- Oh, de acuerdo -dijo, sintiéndose mejor al ver que el chico no parecía estar afectado por su pronta ausencia-. Entonces creo que nosotros nos vamos.
Por fin el demonio y la princesa se subieron al carruaje y se dispusieron a irse.
- Espera un segundo -le dijo esta a Tom.
Star alzó su varita mágica y con ella hizo que la torre de su habitación diese un giro para que la ventana volviese a orientarse hacia su dirección correspondiente, puesto que habían movido esta para realizar el lanzamiento con la resortera. Acto seguido, se fueron.
Dentro de la habitación de la chica, Marco se había caído debido al repentino giro que había dado la estructura. Se puso de pie y se sacudió el polvo de su ropa para luego salir de allí. Cuando la puerta de la habitación se cerró, soltó un largo suspiro. Aun no se había acostumbrado a ver juntos a esos dos. Quería quitarse de encima esos sentimientos cargados de celos y envidia, pero no era tan fácil.
Marco tenía que resignarse a convivir con aquella desagradable sensación hasta que el tiempo la hiciese desaparecer, pues, lo que había ocurrido esa mañana tan solo sería un reflejo de lo que acontecería. Así que lo único que podía esperar en el futuro eran más situaciones como aquella.
Sacudió la cabeza intentando no pensar en ello más de la cuenta y decidió que a lo mejor hoy tendría la gran oportunidad de investigar el castillo, el cual parecía ser un laberinto lleno de alfombras y cuadros de gente que no conocía, pero que se vestía de forma... extravagante.
Comenzó a caminar sin rumbo alguno. En su paso admiraba varios de los cuadros que había allí. Algunos de ellos tenían en su lienzo los rostros más curiosos que había visto en su vida. En uno de ellos vio la imagen de River junto a otras personas cuyo aspecto se asemejaba al de este: hombres y mujeres fornidos de cabellos tan amarillos como los campos de trigo. Bajo el cuadro se podía ver el título de este: Los Johansen.
Junto a ese cuadro se encontraba otro del mismo tipo, la reina Moon en el centro rodeada de aquellos que serían sus familiares. Todos ellos se veían como la mujer, personas refinadas con vestimenta aparatosa y rostros en los que se marcaba la disciplina. En su título ponía: Los Butterfly.
Siguió mirando cuadros hasta llegar a una escalera que bajaba en círculos. Se quedó mirando la estructura un momento, debatiendo si bajar o no. Al final se encogió de hombros y sin muchos prejuicios bajó por esta. Bajó y bajó hasta que por fin llegó al final, donde había una intersección de tres pasillos, dos a los costados, los cuales se extendían bastante y daban a otros pasillos, y uno al frente, el cual daba a una puerta por la cual se filtraba algo de luz por el cristal de su pequeña ventana. No tenía ganas de seguir viendo pasillos y más pasillos, así que decidió abrir la puerta.
Un destello de luz le dio en la cara, haciendo que usase su brazo para cubrirse de los rayos solares. Cuando su vista se acostumbró a la claridad del ambiente pudo ver mejor en donde estaba.
- ¿El jardín? -pronunció levantando una ceja.
Así es, una gran extensión de césped y setos con figuras en estos adornaban el lugar. También había una fuente en el centro de todo, donde un bebé ángel de mármol expulsaba agua por la boca. Curiosamente no había nadie allí, por lo que se respiraba un aire de paz y tranquilidad, un aire capaz de llevarse sus pensamientos lejos de allí.
Sonrió levemente al dejarse llevar por aquella sensación de calma y comenzó a deambular por el lugar.
Algunos pájaros se movían por las plantas y los rosales envueltos en zarzas. Otros se quedaban en la fuente para beber un poco, y otro en particular estaba arrastrando el envoltorio de una golosina.
- Espera, ¿un envoltorio?
Extrañado, se aproximó al ave para ver lo que traía consigo. Esta salió volando al ver que el chico se acercó a ella, pero dejó el envoltorio tirado. Marco acercó la mano y tomó el trozo de papel para ver lo que este decía: snookers.
- ¿De dónde debió haber tomado esto ese pájaro?
De pronto, se dio cuenta de que alguien estaba comiendo cerca, lo sabía por el sonido que hacía al masticar. Estaba más allá de una esquina, detrás de unos muros de arbustos llenos de rosas y zarzas. En el centro de este muro había una puerta en arco. Supo que tras ese arco estaría la persona responsable de contaminar el jardín con envoltorios.
Caminó dispuesto a encontrar a la persona que buscaba. Para su sorpresa, esta persona se trataba de una mujer que portaba un vestido morado oscuro, un sombrero extravagante a juego con el vestido y guantes de tela iguales. El aspecto de esta mujer era curioso, tenía la piel bastante blanca, sin llegar a ser pálida, el cabello de un tono verdoso y ojos grises. Pero, lo que más le llamaba la atención eran sus mejillas, en cada una tenía una marca en forma de pica de un tono rojizo apagado.
- Picas... -se dijo a sí mismo, como si aquello le recordase algo.
Exhaló recordando de golpe que significaba. Aquellos años que había estado aprendiendo en la academia Ledge, durante su estadía en la dimensión de Hekapoo, había estudiado la historia de Mewni, y todos los reyes y reinas que fueron gobernando el castillo. También había leído acerca de aquella reina que abandonó el castillo y se casó con un monstruo, y que por eso fue condenada a permanecer cristalizada por toda la eternidad. Aquella mujer sentada en el banco del jardín, comiendo un snookers era nada más ni nada menos que...
- Eclipsa -dijo este en voz alta.
Aquello provocó que la mujer diese un pequeño brinco del susto al escuchar que alguien gritaba su nombre de golpe. Esta se giró hacia el chico, un tanto confundida, pero cuando vio que se trataba de un joven muchacho, aparentemente inofensivo, se tranquilizó.
- Hola, extraño chico moreno, no te había visto llegar -sonrió esta de forma sincera-. ¿A caso te conozco?
- No, no me conoces, ni yo a ti tampoco, pero sé quién eres -se aproximó hacia ella, pero no demasiado-. No deberías estar aquí. Según los libros de historia, deberías estar cristalizada.
- Oh, así que eres otro de esos que piensa que soy una señorita malvada. Tal vez me consideres una villana -hizo un gesto con sus manos para simular que estas eran garras y dar miedo. Pero no pudo evitar soltar una risita y cubrirse la boca con su mano, demostrando sus modales, cosa que la hizo parecer cualquier otra cosa menos una villana.
Marco estaba con la guardia en alto, pero no podía estar seguro de que esa mujer fuese una amenaza. Los crímenes de los cuales se le acusaba eran traición al dejar el castillo y casarse con un monstruo, además de ser conocida como la reina de la oscuridad debido a su afinidad por la magia oscura.
En esencia no sabía nada de las artes oscuras, ni de por qué estas eran consideradas malvadas o una amenaza, pues en los libros de historia no se hablaba mucho sobre el tema, solo había especulaciones pronunciadas por gente del pueblo que creía haber visto cosas, lo cual no aportaba mucha fiabilidad a los datos. Y en cuanto a lo de su traición y su monstruo marido... no sabía que pensar tampoco. En aquellos dieciséis años conoció a un sinfín de criaturas, entre ellos monstruos, y sí, algunos eran malvados, pero muchos otros no lo eran. Y teniendo en cuenta el hecho de que Mewni tenía un pasado plagado de batallas contra monstruos, no era de extrañar que no perdonasen las acciones de aquella mujer. Pero su perspectiva no era como la de los demás, o, mejor dicho, no era la misma. Él necesitaba conocer a alguien para determinar si realmente era malvado o no, después de todo, las apariencias engañan. Una valiosa lección aprendida tras dieciséis años atrapado en otra dimensión.
El joven suspiró y se acercó un poco más a ella, hasta quedarse a siete pasos de esta.
- No puedo estar seguro de que seas malvada -respondió un poco serio-. No te conozco, y no sé qué clase de persona eres. Por lo que decir que eres una villana sería dejarme llevar por la opinión popular.
- Entonces, ¿qué me consideras? -inquirió sin romper su sonrisa, entornando levemente la mirada.
- Como dije, no lo sé, y no puedo saberlo a menos que decida conocerte.
- Pues... ¿Quieres conocerme? -preguntó dando unas palmaditas en el banco, invitando al chico a sentarse junto a ella.
Este se quedó mirándola un momento, meditando la respuesta que le daría. Tal vez no fuese en verdad una amenaza, pero no podía darse el lujo de confiarse, pues un ataque sorpresa podría acabar con él en un momento. Tal y como le enseñó un antiguo mentor: siempre hay que estar alerta.
- Bien, acepto. Pero no pienso bajar la guardia hasta estar seguro de que eres alguien de fiar -le señaló con el dedo índice.
- Me parece bien, ahora toma asiento.
El muchacho hizo caso y se sentó junto a la mujer, pero no muy cerca de esta.
- ¿Quieres uno? -le preguntó, extendiéndole la mano en la cual tenía un snookers.
Este se quedó mirando el dulce, un tanto dudoso. Luego miró a Eclipsa, quien seguía sonriendo de forma amable.
- Sí, gracias -dijo mientras desenvolvía la golosina.
- Y dime, ¿qué crees qué te haría si yo fuese malvada?
- No sé, quizá intentar envenenarme con alguna clase de comida o bebida -dijo con un tono sugerente debido a la conveniente situación.
- Bueno, eso sería un poco desalmado, ¿no crees? -expuso esta mientras le daba un mordisco al snookers que ella tenía en su mano.
Esto hizo sospechar un poco al joven humano, el cual tenía su golosina delante, y que no sabía si darle un mordisco o no. Pero supuso que la mujer no haría algo así, más que nada porque la golosina estaba perfectamente envuelta, por lo que era imposible envenenarla y cerrarla de aquella forma tan perfecta.
- Tienes razón, sería un poco rastrero -opinó dándole un mordisco a la golosina.
Su sabor era agradable, parecía ser turrón con caramelo bañado en chocolate.
- Sí, sería muy rastrero. Yo más bien creo que si fuese malvada intentaría distraerte con algo para que bajes la guardia y dejes una apertura.
Al oír eso, Marco abrió los ojos de sobremanera y se giró hacia Eclipsa, quien tenía sus manos cerca de él. No le dio tiempo a reaccionar, había cometido un error a pesar de haberse dicho que tenía que estar con la guardia en alto.
- Cosquillas malvadas -expresó cuando sus manos comenzaron a hacerle cosquillas al chico en el estómago. El rostro de esta mostraba una sonrisa de satisfacción casi diabólica debido a la pequeña jugarreta que le hizo al chico.
Este comenzó a reírse por las cosquillas, pero pronto soltó un grito y se echó de golpe hacia atrás.
Eclipsa no pudo evitar reírse bastante al ver la reacción del chico.
- L-lo siento, es que te vi muy paranoico y no pude resistirme -intentaba hablar mientras se reía.
El chico se molestó un poquito, y un rubor de vergüenza cubrió sus mejillas al haberse dejado engañar con una broma tan infantil.
- No es gracioso -se quejó este.
- Sí lo es -siguió ella.
Marco se cruzó de brazos molesto al ver la actitud de la mujer. Ella se dio cuenta y se secó una lágrima por la risa.
- Está bien, lo siento -se estiró un poco y apoyó su mano en el hombro del chico, para que no se lo tomara en serio-. Es que a una a veces le apetece a una soltarse la melena y no ser siempre tan refinada -se llevó la mano a los labios junto con una risita-. Pero solo a veces.
El chico no sabía cómo tomarse todo aquello. No podía estar seguro de si ella en verdad era malvada o no, pero, después de ver aquella actuación era incapaz de considerarla una amenaza.
- Está bien, acepto tus disculpas.
- Me alegra oír eso. Pero no te quedes ahí tan alejado, no te morderé -bromeó otra vez.
Este se acercó arrastrándose en el banco, pero, en uno de esos pequeños brincos para acercarse a la mujer vio algo que le llamó la atención. Uno de los tobillos de la mujer estaba encadenado a una bola de hierro, similar a las que utilizan los prisioneros en las cárceles.
- Eclipsa, ¿qué es eso? -apuntó a la bola de hierro.
- Oh, ¿esto? -alzó un poco su tobillo encadenado- Pues, la Alta Comisión Mágica me encontró y me lo puso para que no intentase huir antes del juicio que se celebrará en un futuro. Ya sabes... para sentenciarme.
- ¿Juicio?
-Sí, un juicio que no habría existido de no ser porque Star se interpuso y solicitó justicia. Es la primera persona que conozco desde que llegue que no me ve como una villana.
- Espera, ¿conoces a Star?
- Sí, ¿tú también?
- Claro, ella y yo somos amigos.
- Entonces, ¿no eres tú el chico humano del que ella me habló?
- Supongo... ¿te habló de mí?
- Vino para preguntarme algo porque un amigo suyo de la tierra había vuelto y no sabía cómo sentirse respecto a ello. Estaba confundida y no sabía qué hacer.
- Wow, espera, espera. Entonces, ¿fuiste tú quien hizo que Star volviese a ser mi amiga?
- Pues, creo que sí -sonrió mientras se encogía de hombros.
Aquello hizo que Marco se quedase atónito por un momento. Sabía que el repentino cambio de opinión de Star tenía que tener algún motivo detrás, pues le resultaba extraño que al principio se hubiese mostrado reticente y luego fuese ella quien volviese a él. Nunca se le hubiera pasado por la mente que quien ayudó a su amiga a volver a ser su amiga fuese Eclipsa. Eso le hizo pensar que, tal vez, ella podría no ser la mujer malvada de la que todo el mundo hablaba. Además, si Star tenía la suficiente confianza con ella como para hablarle de temas como aquel, entonces algo de buena tendría que tener.
- Oye, Eclipsa, ¿te importa si miro tu tobillo un momento?
- Bueno, es una petición un tanto peculiar, pero adelante.
El muchacho tomó el tobillo encadenado de Eclipsa y observó la ranura de este en donde iría una llave. Buscó en su bolsillo una horquilla que había encontrado en el suelo de la habitación de Star y la utilizó para intentar abrir la cerradura.
- ¿Qué haces? -preguntó entre curiosa y confundida.
- Solo intento ver si consigo... -un pequeño clic se oyó desde dentro de la cerradura, lo cual se sintió como música para el humano- Ya está.
El grillete se abrió y el chico lo dejó caer, liberando el tobillo de la mujer.
- Oh -decía Eclipsa moviendo su pie, se sentía un poco más cómodo y ligero ahora que no tenía el grillete reteniéndola-. Es muy dulce de tu parte, pero ¿por qué lo hiciste?
- Si Star confía en ti, supongo que no puedes ser tan mala, además de que también me ayudaste indirectamente.
Esta sonrió y lo miró de forma sutil.
- Pero te arriesgas a que sea una reina malvada e intente apoderarme de todo el reino de Mewni.
- Correré el riesgo -se encogió de hombros.
Esta se alegró al oír las palabras del chico, y le hizo pensar que aquel día había hecho un pequeño amigo.
- Pues, gracias... esto... no sé tu nombre.
- Ah, sí, se me había olvidado. Mi nombre es Marco, Marco Díaz.
- Bueno, Marco Díaz, mi nombre es Eclipsa, Eclipsa Butterfly -le alzó la mano para estrecharla la suya en señal de amistad-, es un gusto poder conocerte.
Por primera vez, desde que se había encontrado con ella, Marco sonrió con sinceridad.
- El gusto es mío -correspondió el gesto y le estrechó la mano-, Eclipsa Butterfly.
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Comentarios del escritor:
Marco se hallaba en su habitación en el castillo mirando un comic de internet.
- Por fin. Después de tanto tiempo han terminado de actualizar por completo este comic, ahora es mi momento de disfrutar -se decía mientras se brotaba las manos por la alegría.
De pronto, oyó que alguien tocaba la puerta.
- Marco -oyó la voz de Star.
- Mierda, es ella.
- Respeto tu privacidad tocando la puerta, pero reafirmo mi autoridad como princesa y mejor amiga que aparece en momentos inoportunos entrando de todos modos.
La puerta de la habitación de Marco fue destruida cuando Star entró a la fuerza usando un ariete.
- ¿Qué estás haciendo? -preguntó curiosa.
- Nada -dijo nervioso y se colocó delante de la pantalla de la computadora para tapar lo que estaba viendo.
- ¿Qué es eso? -inquirió entornando la mirada y acercándose más al chico.
- Nada -reiteró aún más nervioso.
La chica apartó a su amigo usando unas enredaderas mágicas y se fijó en lo que había en la computadora.
- Oh, que lindo, es un comic de nosotros que hicieron los fans. A ver -comenzó a leer- Between Friends (Entre amigos) -leyó el título en voz alta.
- No, Star, no lo leas.
Desde aquel día Star decidió nunca jamás quedarse a solas con Marco mirando una película, ni siquiera durante las mañanas.
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Bueno, vamos por lo primero, sé que el capítulo tocaba para este viernes, pero... ¡sorpresa! Este es mi pequeño regalo de navidad para ustedes, queridos lectores. Esto no significa que el viernes no vaya a haber capítulo de Marclipsa. Así es, esto es, como he dicho, un regalo de mi parte, por lo que esta semana tendrán dos capítulos. Espero que los disfruten tanto hoy como el viernes.
Feliz Navidad a todos.
Sí te gustó el capítulo deja un like, o mejor aún, escribe un comentario, el que sea, sin importar que estés leyendo esto después de uno o dos años de su publicación, siempre me alegra leer los comentarios de mis lectores.
Gracias por el apoyo, y nos vemos en la próxima ocasión.
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