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Capítulo 15: Esto no está bien

A veces pensamos que somos de una forma, hasta que una situación peculiar se presenta ante nosotros, es entonces cuando descubrimos cómo realmente somos.

— Anónimo

— Puedes besar a la novia —dijo el cura.

Ruberiot hizo ademán de besar a la chica bufón, pero esta tomó las riendas de la situación, acogiendo al muchacho entre sus brazos y dándole ella un beso apasionado a la luz de las estrellas en el cielo nocturno.

Todos los invitados vitorearon a la pareja feliz dando gritos de ánimo y aplaudiendo.

Entre el público se hallaban Marco, Eclipsa, Star y Tom. Quienes habían recibido la invitación a la fiesta.

— ¿Quién diría que esos dos al final se casarían? —comentó Marco mientras aplaudía—. Pareciera que fuera ayer cuando se conocieron dentro del grupo de la resistencia que hicimos cuando tomaron el castillo.

— Sí, pero solo un grupo temporal de entretenimiento. Lo necesitábamos para robarle a Ludo la llave que abría las cadenas del rey River.

— ¿Fue un buen grupo?

— Bueno —apartó la mirada un momento, recordando la experiencia que había tenido con ellos dos y el mimo, quien se encontraba en el lado de la novia—. Digamos que tuvimos nuestras diferencias, pero al final cada uno consiguió aquello que buscaba. Por separado —aclaró.

— Ya pueden disfrutar de los aperitivos —anunció el padre desde el altar.

— Por fin —dijo Tom, levantándose de golpe de su sitio—. Me estoy muriendo de hambre.

— Sí, y yo —convino Star.

Al igual que ellos, el resto de los invitados se fue levantando de su sitio para dirigirse a la mesa de aperitivos. Esta estaba llena de todo tipo de comida: frituras hechas con maíz, pequeños panecillos con rellenos diversos, huevos con relleno, pastelitos, cortes de queso, frutas, etc.

Eclipsa fue directa a la sección de dulces de una de las mesas. Marco se lo había visto venir. Este, por su parte, fue a la sección de salsas, en donde había un enorme cuenco con nachos, y a su alrededor había varias salsas de distintos sabores. Se fijó en la que decía chile picante. Sacó unas gafas de sol de uno de sus bolsillos y se colocó un guante en la mano derecha. Con esta misma mano tomó un nacho, lo mojó en la salsa de chile picante y le dio una probada.

— Hmmm, como lo pensé —dijo, quitándose las gafas con cierto aire de estilo—. Es apenas un reto.

Star vino y se ubicó junto a él, esta se fijó en los nachos y en la salsa que el muchacho acababa de probar. Pareció curiosa al respecto.

— Marco, ¿esta salsa pica? —señaló a la salsa de chile.

— Para nada. De hecho, me parece un ultraje que se llame salsa picante.

La chica se mostró un tanto más confiada al escuchar las palabras de su amigo. Decidida, mojó un nacho en la salsa picante sin dudarlo un solo segundo. Tras unos segundos, Star recordó una de las características raciales que poseían los mexicanos: su resistencia natural al picante. Pero ya era demasiado tarde.

Tom se hallaba probando un poco de todo. Y fue así como llegó hasta un pastel enorme y rosado, de detalles bastante cursis, pero que picó su curiosidad.

— Vamos a ver qué tal está esta cosa —dijo, llevándose a la boca un pedacito usando un tenedor.

De pronto, los tres ojos del muchacho se abrieron y se le dilataron las pupilas. Sintió sus brazos ligeros, muy ligeros, como si fuesen algodones de azúcar. Bajó los brazos sin darse cuenta mientras se quedó mirando a la nada. La esponjosidad y el dulzor de aquel trozo de pastel bailaban en su boca, como comiéndose un trozo de nube dulce.

— Creo —pronunció en voz baja, casi como si fuese un susurro— que he encontrado el verdadero amor.

— Tom —dijo Marco a su espalda.

El demonio se alarmó por la repentina aparición del muchacho, dejó el trozo de pastel y el tenedor en la mesa y se giró de golpe hacia Marco, un tanto nervioso.

— Eh, Marco, viejo. ¿Qué ocurre? —disimulaba, forzando una sonrisa falsa y nerviosa.

— Star comió algo picante, y parece que se desmayó —explicó este con la chica entre sus brazos.

La chica tenía los ojos en blanco y la boca abierta y enrojecida. Le colgaban los brazos y no parecía responder.

— Vaya. En verdad se ve afectada.

— Sí, te la encargo —dijo Marco, pasándole la chica a Tom.

— Marco, espera...

— Agradezco tu preocupación, gracias —decía el muchacho mientras se alejaba de Tom.

Ahora el demonio se encontraba solo con una Star desmayada y su trozo de pastel sin terminar. Miró a la chica y luego al pastel, sintiéndose mal por no poder comerlo. Una idea pasó por su cabeza. Miró a ambos lados para confirmar que nadie lo estaba mirando y, lentamente, dejó salir su cola de debajo de su traje y tomó el tenedor con mucho cuidado y procedió a ejecutar su jugada maestra.

Una vez despegado de Star, Marco decidió ir junto a Eclipsa. Esta se encontraba de espaldas a él, parecía concentrada en su tarea.

— Elisabeth —le llamó, colocando una mano en su hombro.

Eclipsa se giró, aun masticando algo que tenía en la boca y Marco se fijó en la peculiar escena. Eclipsa llevaba puesto el mismo vestido que había estrenado en la fiesta monstruosa, lo cual le daba aquel aspecto lindo y elegante que el chico había denotado la primera vez que la vio así, pero ahora se le añadía a eso un par de ositos de goma pegados en el rostro de la chica, y también restos de azúcar esparcido por sus labios. Además de que mostraba las mejillas hinchadas al masticar.

Marco no pudo evitar que se le escapara una risilla floja al verla así. Tuvo que cubrirse la boca con una mano mientras que con la otra se sujetaba el estómago.

Al verlo así, Eclipsa tragó lo que tenía en la boca y ladeó un poco la cabeza.

— ¿Estás bien?

— Sí, sí. Tan solo dame un segundo.

Este recobró la compostura y se dio un par de palmaditas en el pecho.

— Lo siento, es que tienes un par de ositos de goma en el rostro —dijo este, tomando uno de ellos y llevándoselo a la boca—. Mmm, manzana.

Eclipsa buscó el otro osito en su rostro usando los ojos y luego se lo quitó con una mano. Y sin que el muchacho se diera cuenta, Eclipsa puso el osito en su boca.

Marco abrió los ojos, sorprendido, y cuando vio lo que Eclipsa le había hecho se sonrojó un poquito. Como era de esperarse, Eclipsa se echó a reír con moderación al ver la reacción del chico. Lo has vuelto a hacer, pensó él.

Mientras ella se reía, Marco apartó un momento la mirada y se fijó en una cabina de fotos que había junto a la mesa de regalos.

— ¿Qué es lo que estás mirando, Marco?

— Es una cabina de fotos —apuntó, y echó a andar en dirección a ella.

Eclipsa dejó de lado las golosinas, se limpió los labios y acompañó al chico.

— Star y yo solíamos sacarnos fotos en una de estas en la tierra. Me trae recuerdos —mencionó con una sonrisa.

La chica se fijó en la expresión del chico, y ella también sonrió.

— ¿Quieres sacarte un par de fotos?

— ¿Cómo, yo solo? —ella negó con la cabeza—. ¿Contigo? —señaló el chico.

Eclipsa asintió.

— Bueno, si quieres, a mí no me importaría hacerlo.

— Esplendido. Entremos, pues.

Marco le cedió el paso a la chica, y esta aceptó la caballerosidad del muchacho.

— ¿Sabes cómo funciona una de estas máquinas? —le preguntó el muchacho.

— Solo debo posar, como si fuera un retrato, ¿no?

— Sí, básicamente.

— Entonces, estoy lista cuando quieras.

Marco asintió y colocó un billete de un dólar en la máquina, y le dio al botón para comenzar. En la pantalla frente a ellos se mostró un contador que iba desde el cinco y que les dejaba tiempo a los chicos para que se preparasen. Marco se ajustó la corbata y se preparó a hacer sus poses. Se dispararon cuatro flashes simultáneos en intervalos de dos segundos, y luego la sesión acabó.

El muchacho recogió las fotos y les echó un vistazo. Eclipsa se colocó a su lado para ver. En las fotos se mostraba a Marco haciendo un par de gestos graciosos, pero Eclipsa se mostraba firme y refinada en todas estas. Para ser precisos, había salido exactamente igual en las cuatro fotos.

— Parece que salieron bien, ¿no? —dijo Eclipsa.

— Sí, pero, creo que no sabes cómo funcionan realmente las fotos de la cabina.

— Dijiste que era como un retrato.

— Sí, pero estas no son fotos que luego irán a un marco para ser expuesto a los invitados en un castillo. Son fotos para hacer expresiones tontas y graciosas. Para divertirse, por así decirlo.

— Ah, entiendo. ¿Quieres que lo hagamos de nuevo?

— Claro.

Ambos volvieron a entrar en la cabina y se colocaron para sacarse las fotos. Marco ya se estaba preparando para introducir el billete, cuando sintió que Eclipsa tiraba de su traje.

— Marco, no acabo de entender del todo qué pose debo tomar.

— No tienes que tomar ninguna pose en específico. Puedes hacer lo que quieras, sabiendo que eso será fotografiado, claro está.

— ¿Lo que quiera?

— Sí, lo que más te guste en ese momento.

La mujer se llevó un dedo al mentón, pensativa. Al cabo de un instante sonrió.

— Bien, ya lo tengo.

— ¿Sí? Perfecto —dijo el chico, introduciendo el billete.

De nuevo, comenzó la cuenta regresiva, y Marco ya se estaba preparando, adoptando una pose graciosa. Y Eclipsa, justo un poco antes de que el flash se disparase, le comenzó a hacer cosquillas al muchacho, quien se retorció y se comenzó a reír.

El primer flash se disparó. Y el chico consiguió desenvolverse de la chica, y esta se comenzó a reír. Segundo flash. Marco miró a Eclipsa con reproche, y esta intentaba sostenerle la mirada mientras se cubría la boca. Tercer flash. Al final, Marco no pudo enojarse con ella, y también se echó a reír junto a esta. Cuarto y último flash.

— ¿Esta vez salieron bien? —preguntó Eclipsa junto a Marco, mirando las fotos.

Él la miró sonriendo y alzando una ceja.

— Sí, salieron bien. Ten —se las entregó.

— ¿Quieres que yo las tenga?

— Sí. Parece que te diviertes en ellas, así que creo que a lo mejor te gustaría tenerlas.

— Gracias —dijo esta, tomando las fotos—. Pero, entonces tú no tendrás fotos.

— No importa, solo quería ir por lo divertido que es hacerlas.

— Ah, no. Tú también tendrás tus fotos —aseguró ella, tomando al chico de la mano, y arrastrándolo a la cabina de nuevo.

El muchacho volvió a poner un billete en la máquina y ambos se prepararon. Eclipsa volvió a intentar hacerle cosquillas al chico, pero este ya se esperaba ese movimiento, y la interceptó, dedicándole una mirada victoriosa. Se disparó el primer flash. Al ver el gesto de derrota en la cara de la chica, Marco se echó a reír. Segundo flash. Como contraataque, Eclipsa se acercó resuelta al muchacho y le dio un beso en la mejilla. Marco paró de reírse y se quedó paralizado mientras la chica le besaba la mejilla. Tercer flash. Cuando ella se despegó de él, el chico se sintió muy apenado, y la cara se le puso roja como el chile picante. Al verlo así, Eclipsa se rio, llevándose una mano a los labios. Cuarto flash.

Marco miraba las fotos, un tanto apenado. Luego miró de reojo a Eclipsa, quien estaba detrás de él.

— Me encanta ver cómo te avergüenzas —dijo ella, con una sonrisa inocente, pero llena de malicia.

— Sí, me di cuenta de ello.

— Si no te gustan podemos sacar otras.

Marco podía adivinar las intenciones de la mujer ocultas en esas palabras. Pero volvió a mirar aquellas fotos, y pensó que no le desagradaban, pese haberse tomado cuando este estaba avergonzado.

— Sabes qué, están bien así —dijo, guardándoselas en su bolsillo—. Creo que podemos volver a la fiesta.

Marco quiso salir de la cabina de fotos, pero, en cuanto corrió la cortina, un telón de acero le cerró el paso, dejándolo adentro de la cabina junto con Eclipsa.

— Marco, ¿qué ocurre?

— No lo sé. De pronto esto se cerró, y ahora parece que no se puede abrir —decía, dándole un par de golpes al metal—. Hmmm. Parece que no se va a abrir tan fácil. Eclipsa, hazte a un lado un momento. Necesito tomar carrerilla.

La joven hizo caso y se sentó en el asiento de la cabina para dejarle libre el espacio que Marco necesitaba. Este se echó tan atrás cómo pudo, y luego cargó contra el telón de acero, pero nada ocurrió, aparte de llevarse un golpe en el hombro que lo hizo caerse.

— ¿Estás bien?

— Sí —dijo Marco, pasándose la mano por el trasero debido a la caída.

Para sorpresa de ambos, la cabina comenzó a moverse. Incluso, parecía despegar. En la cabina había una ventana. Marco se acercó a ella y se fijó en el exterior. Literalmente se encontraban cerca de las nubes. Estaban volando.

— ¿Qué demonios está pasando? —dijo el chico.

La pantalla en donde salía la cuenta regresiva estaba cambiando de sintonía, al ver eso, Marco se sentó junto a Eclipsa, hasta que en la pantalla apareció la imagen de un goblin calvo, pero con un bigote bastante cuidado.

— Hola, amigos, yo soy el viejo Ben —dijo este, muy alegre.

— Hola, Ben —dijo Eclipsa, de forma cortés.

Marco no se mostró contento ante el gesto.

— Oye, ¿podrías dejarnos salir? —reclamó el chico.

— Me temo que no.

— ¿Por qué? ¿Qué es lo que quieres?

— Los he visto sacándose fotos, y veo que hay algo que les falta. Una cosa que, si sus fotos las tuvieran, serían perfectas.

— Viejo, ve al grano.

— Les falta pasión. Si ustedes demostraran pasión, obtendrían la mejor de las fotos y yo los dejaría ir.

Marco frunció el ceño y se agarró el entrecejo.

— A ver, deja que me aclare. Me estás diciendo que hasta que no nos veas a Elisabeth y a mí demostrando pasión no nos dejarás salir, ¿no?

— Más o menos, sí.

— Bien, entiendo —dijo el chico, entornando la mirada.

— Me alegro. Estaré esperando —y tras decir eso, la pantalla se apagó, dándole intimidad a los dos jóvenes.

— ¿Cómo saldremos de aquí, Marco? —preguntó Eclipsa. La mujer no se notaba preocupada, solo curiosa por saber qué harían.

— No te preocupes, se exactamente qué hacer en estos casos —dijo Marco, marcando un número al que llamar en su espejo de bolsillo.

En ese momento, sonó el teléfono en la guardia real. Rhombulus se hallaba ahí, así que fue este quien tomó la llamada.

— Hola... Sí, sí... ¿Qué les hicieron qué...? ¿Dónde se encuentran ahora...? Sí, bien. No te preocupes, vamos para allá —aseguró, y luego colgó el teléfono.

— Bien —dijo Marco, al otro lado de la llamada—, ahora solo hay que esperar.

Este recargó una pierna encima de la rodilla y se cruzó de brazos, manteniéndose a la espera. Al cabo de varios minutos, Marco le echó un vistazo a su reloj, pensando en cuánto se tomarían para llegar. Pero, entonces, comenzó a oír sirenas.

— ¿Qué es eso? —dijo Eclipsa.

— Shhh. Escucha —aseguró Marco, sonriendo.

— Señor, necesitamos que detenga el vehículo —dijo uno de los hombres de allí.

— Eh, claro, oficial —dijo Ben.

El movimiento de la cabina se detuvo, pero aún seguían en el aire.

— ¿Hay gente ahí atrás?

— Bueno, a decir verdad, sí, pero hay una razón para ello.

— Espera, ya lo veré yo —dijo Rhombulus.

Marco dirigió la mirada a la ventana, y allí se asomó el ojo de Rhombulus. Tanto Marco como Eclipsa saludaron, y este frunció el ceño. Luego, volvió con el guardia.

— Confirmado —dijo el tipo de cristal.

— Bien. Señor, tendremos que pedirle que nos acompañe —dijo el guardia.

— B-bien.

De nuevo, la cabina comenzó a moverse, tomando el camino por el cual habían venido.

Al final, volvieron al mismo lugar que antes, y los guardias hicieron que Ben los liberase. Cuando los chicos salieron, vieron cómo Rhombulus le cristalizaba las manos por la espalda al goblin, como si fuese se tratasen de unas esposas de cristal.

— Les digo que no hice nada malo —se excusaba Ben.

— Eso es mentira. Dijo que no nos dejaría salir de la cabina hasta que Elisabeth y yo demostrásemos pasión —explicó Marco, llamando la atención de Rhombulus.

— ¿Es eso cierto? —preguntó el tipo de cristal, observando al goblin.

— Para nada. Yo solo quería que ellos se den un beso para que la máquina le sacara las fotos.

Al oír eso, tanto Rhombulus como sus dos serpientes se echaron hacia atrás, sorprendidos.

— Me das asco —le dijo con suma seriedad—. Guardias, llévenlo al calabozo.

— No, esperen, yo soy inocente. Yo soy... —habría seguido hablando, de no ser porque Rhombulus le acababa de cristalizar la boca para que dejase de hablar.

Y ambos jóvenes vieron como los guardias y Rhombulus se llevaban al pobre Ben.

— Y eso es lo que ocurre cuando intentas forzar a alguien a hacer algo que no quiere —dijo Marco mientras veía cómo se llevaban a Ben.

— No sé si realmente merecía que se lo llevasen al calabozo. Tal vez podríamos haber buscado otra... Oh, ¿eso es sidra de frutas? —dijo Eclipsa, viendo las copas que había en una mesa y que algunos estaban tomando.

Sin pensárselo dos veces, la chica fue directo hacia las copas, dejando solo a Marco. Pero este no se dio cuenta de ello, porque se divertía viendo como los guardias se llevaban al goblin.

Alguien le colocó la mano en el hombro y le llamó la atención al muchacho. Al girarse, vio al demonio detrás de él.

— Tom, ¿cómo está Star?

— Pues —alargó la silaba y apuntó con el rostro a la chica recargada en él.

Star tenía la cabeza gacha, como si tuviese nauseas o algo parecido.

— Creo que no le cayó nada bien esa salsa picante —dijo Marco, preocupado.

— Lo sé. La llevaré a casa para que descanse.

Mientras estos dos hablaban, Star soltó un estornudo que la hizo estremecer, y los cuernos le crecieron de golpe y se tornaron amarillos. Los chicos se mostraron sorprendidos, a la vez que alarmados.

— Tom, creo que no son nauseas lo que tiene Star.

— Sí, ya lo veo. La sacaré de aquí ahora mismo.

— Espera, usa esto —dijo, entregándole sus tijeras dimensionales—. Será más rápido.

— ¿Estás seguro?

— Sí, ya me las devolverás luego. Ahora vete.

— Gracias, viejo.

Tom tomó las tijeras del chico y abrió un portal en el que se metió al instante antes de que este se cerrara. Sin embargo, un portal pequeño se abrió justo al lado del pastel rosado que había en una de las mesas, y la mano de Tom salió de este para tomar un trozo, luego se cerró.

— Cielos, espero que Star esté bien —se dijo para sí el humano—. Bueno, ahora, ¿dónde estará Eclipsa?

Comenzó a buscar con la mirada a la joven, y la vio junto a una mesa en donde había una pirámide de copas con una bebida naranja. Se acercó a ella mientras estaba bebiendo de una de las copas.

— ¿Está bueno? —preguntó para llamar su atención.

— Está genial. Ten —le alcanzó una—, prueba una.

El muchacho miró el contenido de la copa enarcando una ceja y se permitió removerlo un poco. Luego le dio un pequeño sorbo y saboreó la bebida. Tenía un regusto dulce, con un toque ácido, lo cual le daba un punto agradable para el paladar. Pero, a los pocos segundos notó una sensación residual. Cierto ardor que le recordaba a algo de la tierra.

— Espera, esto lleva alcohol. Eclipsa esto es una bebida alcohólica.

La chica terminaba de beber de una de las copas cuando le prestó atención al chico.

— Perdona, ¿qué decías?

Marco entornó la mirada al ver la facilidad con la que la chica se había bebido el contenido. Esto lo llevó a pensar que se había dejado llevar por el sabor dulce y había ignorado el alcohol que contenía. No era mucho, de hecho, pese a que ambos tuviesen cuerpos de quince años esas bebidas no habrían de ser un problema en ninguno de los sentidos. Claro, si se tomaban con moderación. Pero cuando se trataba de dulce Eclipsa no conocía límite.

— Elisabeth, ¿cuántas copas te has bebido?

— Marco, no seas tonto —se rio ella—. Las copas no se beben, se bebe lo que llevan dentro.

Junto a Eclipsa había un total de cinco copas vacías, seis contando la que tenía en la mano.

— Por los reyes. ¿Te encuentras bien? —dijo, dejando su copa a un lado.

— Claro que me encuentro bien.

Dio un paso y casi se tropieza con su propio pie. Marco tuvo que sujetarla para que no se cayese.

— Oh, que torpe. Estos tacones pueden ser muy traicioneros, ¿sabes? —dijo, riéndose.

— Elisabeth, no llevas tacones.

— Cierto —concordó, y se llevó la punta de los dedos a los labios para disimular una risita.

Eclipsa no se mostraba igual que siempre. Estaba algo distraída, más risueña y tenía las mejillas enrojecidas. Estaba ebria.

— Ven, creo que será mejor que te lleve a casa.

Le colocó una mano en la cintura y con la otra le tomó de la mano para ayudarla a caminar hasta el dragón-motocicleta.

— Marco, siempre eres tan considerado por los demás —dijo ella, estirándole una de las mejillas al muchacho.

— Ni lo menciones.

Llegaron hasta Nachos y el chico tuvo que ayudar a Eclipsa a ponerse el casco. También tuvo que asegurarse de que esta no se soltara de su torso al ir en la parte de atrás. No fue muy complicado llegar hasta la torre. Lo complicado sería entrar por la ventana mientras Nachos estuviese suspendido en el aire. Marco transformó sus brazos en los brazos monstruosos para poder aferrar Eclipsa con uno de ellos.

— Bien, por si acaso, agárrate fuerte.

— De acuerdo —dijo ella, rodeando el cuello del chico con sus brazos.

El gesto tomó desprevenido al chico, el cual saltó sin poner la cantidad de fuerza necesaria, y cayó de la moto. Tuvo que estirar su otro brazo para agarrarse de la cornisa y no caer al vacío. Este suspiró, aliviado por haber evitado ese incidente, y comenzó a subir, hasta que ambos llegaron a la habitación.

Marco se dejó caer al suelo, debido al estrés generado por el incidente de antes. Mientras que Eclipsa comenzó a quitarse los guantes y el calzado, además de la tiara, y se lanzó a la cama con un suspiro de alivio.

— Que bien se siente estar más ligera de ropa —dijo Eclipsa, tirada de espaldas en la cama.

— Sí. Estos últimos días hemos estado de arriba abajo entre fiestas y conciertos. Justo ahora me siento tranquilo —dijo el chico colocándose de espaldas en el suelo.

Los pies de la chica colgaban del borde de la cama, y Marco se fijó en estos. Estaban muy cerca de él. Los vio blancos y delicados, y por algún motivo no olían mal. No supo si sería por alguna clase de perfume de Eclipsa, o porque sus propios pies olían peor que los de ella.

Vio que Eclipsa los metió en la cama, y luego esta se asomó por el borde, poniendo la cabeza justo encima de la de Marco.

— Marco, no te quedes ahí en el suelo. Ven aquí arriba —se quejó esta.

La expresión de la chica era un tanto infantil. Debía de ser por los efectos del alcohol en ella. Eso le pareció divertido al muchacho.

— Marco —apremió esta.

— Sí, sí, ya voy.

Este quiso levantarse un poco, pero apenas despegó su espalda del suelo, Eclipsa lo tomó con los brazos y lo arrastró a la cama con un abrazo.

Aquello fue inesperado para el muchacho, el cual correspondió el abrazo y se sintió avergonzado por la situación. Pero Eclipsa se separó de él y se acostó cerca suyo, con los brazos estirados.

— Ah, ves, es mejor estar en la cama. Es más suave y cómoda que el frío suelo.

— Sí. Tienes razón —respondió con voz ausente mientras miraba al techo e intentaba ignorar lo ocurrido.

— Y sí, tú tenías razón.

— ¿En qué?

— En que últimamente hemos tenido días muy entretenidos.

— Bueno, eso es porque Star volvió.

— Sí, en parte es eso. Star es una chica muy divertida y enérgica —Como tú, pensó Marco—. Pero no es solo por ella por lo que me divertí. Tú también influiste bastante, Marco.

— No es nada. En realidad, tú hiciste lo mismo conmigo. Me ayudaste en muchas cosas y me enseñaste la magia oscura. Yo en cambio siento que no te he dado suficiente.

— No, yo creo que no lo entiendes —dijo Eclipsa—. Yo estaba sola cuando llegué aquí, no conocía a nadie más que a Star. Y lo primero que hicieron los del castillo fue encerrarme en una torre. No conocía a nadie, y todos pensaban que yo era mala, así que difícilmente alguien se acercaría a mí. Pero tú te atreviste. Te acercaste y comenzaste a hablarme. Y tuve la suerte de que tú eras una buena persona —a la vez que hablaba, ella se acercó al muchacho y apoyó la cabeza en su pecho, lo cual provocó que marco diese un pequeño respingo—. Es por eso que te estoy muy agradecida, por ser mi amigo, por entrar en mi vida, por todo —sintió como ella le apretaba la camisa—. Gracias, Marco.

El chico se había quedado paralizado. La situación era muy extraña. Eclipsa literalmente estaba acurrucada en su pecho después de decir aquellas palabras. Pudo percibir cierta tristeza en su voz. Seguro que todo aquello tenía que ver con las bebidas de antes, pero no podía evitar sentirse agradecido por lo que acababa de decirle.

— B-bueno, la verdad es que y-yo también estoy agradecido contigo. T-tú también me ayudaste mucho. Además... —iba a seguir hablando, pero sintió como Eclipsa le cubría la boca con la mano.

La chica alzó la mirada y la clavó en los ojos de Marco. Esta tenía las mejillas rojas e hinchadas, y el ceño fruncido.

— Marco, lo que dije lo dije de verdad. Era un cumplido —y volvió a enterrar el rostro en el pecho del chico, y le quitó la mano de la boca—. Tan solo acéptalo.

— Eh, sí. L-lo siento. Digo, gracias.

Estaba nervioso, muy nervioso. No sabía lo que estaba ocurriendo ahí mismo. Eclipsa se había quedado callada encima de su pecho. Podía sentir su peso encima de él, y la calidez que le transmitía. Era reconfortante.

Pero él, en cambio, estaba temblando. Era como si una corriente de aire frio se hubiese metido por la ventana y lo estuviera helando sin que el pudiese hacer nada. Y lo peor es que no tenía frio, más bien sentía como su cuerpo ardía. Aparte de todo eso, el corazón le golpeaba el pecho como si fuese un tambor, y respirar bien le costaba bastante. Y como ambos estaban callados, Marco podía escuchar perfectamente la respiración suya y la de Eclipsa.

— Marco —susurró ella.

— S-sí —dijo este en voz baja.

— Estás temblando —dijo—. También estás ardiendo.

No sabía qué decirle. La situación era muy extraña. Ni siquiera sabía qué hacer.

— ¿Acaso es porque estoy pegada a ti?

¿¡Qué!? ¿Acababa de decir lo que acababa de decir? Eclipsa se colocó encima de Marco, dejando su cabeza sobre la de él, mirándolo a los ojos desde arriba.

— Es por mí, ¿verdad? Te sientes atraído por mi aspecto.

— Y-yo.

— Quieres besarme, ¿no?

— ¿Q-qué?

— Puedes hacerlo si quieres, no me molestaré.

— Y-yo no puedo hacer eso —le temblaba la voz y el corazón le iba a mil, podía notar como cada latido retumbaba en todo su cuerpo, como si todos y cada uno de sus músculos formara parte de un tambor.

— No tienes que negarlo. Si quieres puedo ayudarte —dijo ella, acortando las distancias entre ambos.

Ella estaba a punto de lanzarse sobre sus labios, y Marco reaccionó de golpe, como si fuera un reflejo, y apartó a Eclipsa, pero terminó colocándose encima de ella, cambiando las tornas. Pese a ello, Marco no tenía para nada dominada la situación. Respiraba muy rápido y de forma entre cortada. Sentía que le faltaba el aire y se le secaba la garganta.

— ¿Por qué no quieres? —preguntó ella, mirándolo de forma inocente.

— Porque no está bien —sollozó.

— ¿No te gusto, entonces?

— No —negó también con la cabeza. Sentía que los ojos le comenzaban a arder a la vez que se le humedecían, y la voz se le comenzaba a quebrar—. No es eso.

— ¿Entonces?

A Marco le temblaban los labios. Todo estaba ocurriendo muy rápido y de forma caótica. Desde la noche en la que Tom le había dicho que le contase sus sentimientos a Eclipsa había estado esperando el momento indicado. Pero ahora era como si la situación lo estuviese forzando a decirlo. Y no sabía qué hacer.

— Marco...

— Sí, me gustas. Me gustas mucho. Mucho —ya se le había quebrado la voz, y las lagrimas se le saltaron—. De verdad, de verdad que me gustas. Y quería decírtelo, pero no así. No así —algunas gotas comenzaron a caerle a Eclipsa sobre el rostro—. A mí me encantaría poder estar contigo. Me encantaría poder besarte. Pero estás ebria. Tú ya amas a alguien. Y ese alguien no soy yo —los temblores eran cada vez peores. Tuvo que cerrar los puños, apretando las sábanas, para poder soportar mejor la situación—. Tú ya tienes una vida con alguien más. Y yo no quería entrometerme en ella. Con ser solo amigos ya me bastaba. Solo... solo quería ser sincero contigo y no perderte.

El chico apretó los ojos y los dientes. En un segundo había soltado todo lo que sentía. Y ahora sentía que su corazón y su cuerpo estaban expuestos, pues se había mostrado tal y como era. Tenía miedo, miedo de que aquello lo arruinase todo. No era así como quería haberse sincerado. No. El no...

Notó el tacto suave y cálido de las manos de Eclipsa en su rostro. Estas lo atrajeron y depositaron su rostro en el hombro de la chica. Ella lo abrazó y comenzó a acariciarle la cabeza.

— En verdad eres un buen chico, Marco. Yo tampoco quiero dejar de ser tu amiga, te quiero mucho. Eres una persona maravillosa —su voz sonaba calmada, suave, y maternal.

Marco no sabía cómo lo hacía ella. Cómo podía mantenerse tan serena en una situación tan estresante como aquella. Y, sin embargo, se sentía muy agradecido de que ella mantuviera la calma necesaria como para intentar tranquilizarlo.

No pudo soportarlo más. Tirado sobre el colchón, abrazó a la chica y rompió en llanto sobre su hombro. Lloró sin reparos, y lloró sin vergüenza, porque el gesto de la chica le había hecho sentirse seguro. Sentir que ella lo aceptaba así, tal y como era.

En cierto punto, se dio cuenta de que sus ojos ya no derramaban lágrima alguna. De que ya no estaba temblando. Su cuerpo aún estaba caliente, pero se había calmado. Eclipsa lo seguía abrazando, sin decir nada, y el se levantó. Cuando vio a la chica se fijó en que esta se había dormido.

Marco dio un suspiro silencioso e imperceptible, y dejó a la chica en su cama antes de salir por la ventana.

Nachos seguía esperando en la base de la torre. Se había dormido apoyado en esta. Marco iba a despertarlo, pero su espejo de bolsillo comenzó a sonar.

— Hola.

— Marco, necesito que vengas, es una emergencia —dijo Tom con voz preocupada.

— ¿Tom? ¿Qué ocurre? ¿Va todo bien?

— Es Star, se sigue transformando y no parece parar. ¿Eclipsa está contigo?

Marco miró a la ventana un momento, y luego volvió su atención a la llamada.

— Ella no se encuentra en condiciones. Pero tranquilo, voy para allá. Quizá entre los dos podamos hacer algo.

— De acuerdo, gracias —dijo este, un poco más aliviado.

Marco despertó a Nachos y volvió rápido a su habitación. Suponiendo que iba a quedarse despierto toda la noche, y que a lo mejor algo extraño ocurriría, decidió ponerse ropa y calzado más cómodos. Se miró al espejo que tenía en su habitación, aún tenía los ojos rojos, pero no importaba. Se dispuso a salir de la habitación, pero antes se fijó en el traje que había dejado encima de la cama. Se acercó a este y tomó la foto que había dejado en el bolsillo de la americana. La contempló un momento y luego la guardó en uno de los bolsillos de su pantalón. Acto seguido, abandonó la habitación.

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Comentarios del escritor:

— ¿Formaste un grupo con ellos? —preguntó Eclipsa.

— Sí, pero solo un grupo temporal de entretenimiento. Lo necesitábamos para robarle a Ludo la llave que abría las cadenas del rey River.

— ¿Fue un buen grupo?

— Bueno...

Recuerdo vinieron a la mente del muchacho, y esté se vio a sí mismo esposado junto al rey River en aquel calabozo.

— Bueno parece que estaremos encerrados aquí durante un tiempo —dijo River—. Ya sé, para matar el tiempo te hablaré de cómo conocí a Moon y de cómo nos enamoramos. Y como creo que tendremos mucho tiempo, te daré todo lujo de detalles.

El chico abrió los ojos como platos y deseó quedarse inconsciente en ese momento.

— Marco... —oía una voz resonante en la lejanía—. Marco... —parecía muy distante—. ¡Marco! —era Eclipsa—. ¿Estás bien?

— Vietnam —dijo este en voz baja, mirando a la nada con gesto trumatizado.


Segundo comentario del escritor:

Entonces, cuando Marco y Eclipsa estaban encerrados en la cabina de fotos, la pantalla televisiva se encendió y mostró la imagen de un muñeco blanco, pelo negro, ojos rojos, pintalabios rojos, y espirales rojas en las mejillas.

— Marco, Eclipsa, quiero jugar un juego —dijo el muñeco detrás de la pantalla.

— Marco, mira es un muñeco —sonrió Eclipsa, señalando al muñeco—. ¿Marco? ¿Por qué estás tan pálido?


Tercer comentario del escritor:

— Les falta pasión. Si ustedes demostraran pasión, obtendrían la mejor de las fotos y yo los dejaría ir.

Marco frunció el ceño y se agarró el entrecejo.

— A ver, deja que me aclare. Me estás diciendo que hasta que no nos veas a Elisabeth y a mí demostrando pasión no nos dejarás salir, ¿no?

— Más o menos, sí.

— Bien, entiendo —dijo el chico, entornando la mirada.

Y después de eso, la imagen del goblin se fue.

— Marco, quizá, si utilizamos magia podríamos salir de la cabina —dijo Eclipsa, girándose hacia Marco.

Sin embargo, el chico estaba quitándose el traje, dejando su torso expuesto. Cosa que hizo que Eclipsa se sonrojase.

— Marco, ¿qué estás haciendo? —preguntó, alarmada.

— Ah, pues pensaba que íbamos a hacer lo que nos dijo Ben. Pero si tienes otra forma de salir también me parece bien.

Mierda, era una oportunidad única, pensó él.

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Ah, por fin siento que esto va tomando forma. Sonará mal viniendo de mi parte, pero me gusta el rumbo que va llevando la historia. No puedo esperar para continuar con todo lo que se viene.

Sí te gustó el capítulo deja un like, o mejor aún, escribe un comentario, el que sea, sin importar que estés leyendo esto después de uno o dos años de su publicación, siempre me alegra leer los comentarios de mis lectores.

Gracias por el apoyo, y nos vemos en la próxima ocasión.


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