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Capítulo 13: Una fiesta monstruosa

Normalmente nos centramos en aquello que nos diferencia y por eso nos separamos de todos. Nuestras similitudes y aquello que nos une es en lo que nos tenemos que fijar para llevarnos bien.

— Anónimo

Marco cantaba alegremente usando un cepillo para la espalda como si fuera un micrófono. Cuando acabó, cerró los grifos. Salió de la ducha con una toalla rodeándole la cintura y otra con la que se secaba el cabello con energía. Se miró al espejo y comenzó a cepillarse los dientes y luego a peinarse, hasta quedar bien presentado. Dejó salir un poco de su aliento en su mano y luego se olfateó un poco. Olía a menta. Volvió a levantar la mirada y se vio en el espejo. Se dedicó una sonrisa y apuntó a su reflejo usando sus dos dedos índices.

— Hola, guapo. Te ves como un tigre, y lo sabes —se decía a sí mismo—. Hoy es un gran día, y lo sabes. Hoy llevarás a Eclipsa a la fiesta que Star hizo para los monstruos y la sacarás a bailar. Sabes que lo harás Marco. Sabes que... —se vio interrumpido al oír que alguien golpeaba la puerta del baño.

— Marco —gritó Star—, date prisa, que hay otros en este castillo que también deben ducharse.

Marco se apresuró a ponerse un par de pantalones antes de salir, y se dejó una toalla colgando alrededor de su cuello. Salió con una sonrisa radiante y un tanto picarona. Miró a Star, quien estaba esperando con las manos en la cintura y con la planta de su pie golpeando repetidas veces el suelo. Marco la tomó de las manos y le hizo dar una pequeña vuelta a la chica, como si se tratase de un baile, y acabó su movimiento dejando a la chica dentro del baño. Esta se sintió un poco confusa, y sacó la cabeza de la puerta solo para ver como Marco se alejaba caminando de forma animada.

— ¿Y a este qué bicho le picó?

El muchacho estaba que saltaba de alegría. Andaba por los pasillos como si estos fuesen suyos. Seguro de sí mismo. Solo pensaba en lo genial que podría ser la noche de hoy. Star había conseguido contagiarle la emoción que esta le había puesto a la fiesta que preparó junto a Eclipsa. Fue difícil no contagiarse, pues esta estaba que saltaba por todas partes, fuese a donde fuese. Y Eclipsa también se veía contenta y feliz por lo que Star estaba haciendo, lo cual, también lo hizo feliz a él. En su momento había estado un poco preocupado por tener que juntar a Eclipsa y a Star después de todo lo que había ocurrido en la ausencia de la rubia. Pero las cosas habían marchado bastante bien. ¿Qué decía bastante bien? Habían marchado de maravilla. Tan bien había salido todo, que esa noche él y sus amigos iban a disfrutar de una fiesta de jóvenes. Y la mejor parte, era que Eclipsa iba a ir como su pareja. Aún no podía creerse que fuese ella quien le dijese a él de llevarla. Tenía pensado hacerlo él mismo, pero que fuese ella quien se le adelantase le sorprendió... para bien. Aunque tenía algo que ver el hecho de mantener su coartada como "novios". Pero eso le daba igual. Eclipsa le había dicho que tenían que disfrutar de su segunda oportunidad de ser adolescentes, y explotarla al máximo. Eso mismo haría. Y también era por eso que sacaría a Eclipsa a bailar esa noche... como amiga, se recordó.

Marco entró muy feliz y contento a su habitación, decidido a cambiarse. Este había sido muy precavido. Cuando se trataba de fiestas o celebraciones importantes, él intentaba vestir acorde a la situación. Por eso solía invertir horas y horas en buscar el atuendo ideal. Y como no quería perder tanto tiempo arreglándose para la fiesta, había pasado la noche anterior preparando el traje perfecto para la ocasión. Lo había seleccionado con cuidado, se había asegurado de que estuviese totalmente limpio, y lo había dejado muy, pero muy planchado. Se trataba del mismo traje que había llevado al baile de fin de curso en la tierra, cuando Jackie lo había invitado a él. Esta vez, el traje sí que se estrenaría en una fiesta de verdad.

Se echó un poco de desodorante. Algo de colonia para hombres, esa de la que su padre tanto le había hablado y con la cual había sacado a bailar a su madre en sus tiempos. Luego se vistió y se aseguró de llevar todo lo necesario: un poco de spray para el aliento, pañuelos de papel, por si algo se ensuciaba, y caramelos de menta. Nunca había tenido problemas con su aliento, pero era mejor estar seguros. Más vale prevenir que lamentar.

Revisó todo dos veces, por si acaso, incluso hizo una última revisión de emergencia. Por fin estaba listo. Solo faltaban las llaves de Nachos y dos cascos, para estar seguros. Se colocó el negro y luego presionó el botón de sus llaves para llamar a su amigo. Frente a su ventana se mostró su flamante dragón motocicleta.

— Ey, ey, amigo —le acarició un poco en la cabeza—. ¿Estás listo para una noche fantástica?

El dragón motocicleta solo resopló usando sus dos orificios nasales como respuesta.

— Ese es mi chico.

El muchacho se subió a este y se puso en marcha, directo a la torre de Eclipsa.

Llegó en un instante. Se aseguró de mantener un bajo perfil. Así que dejó la moto debajo de la torre. Hizo que sus brazos adoptasen su forma monstruosa y los utilizó para subir por la pared, aprovechando las ventosas de estos. Al igual que siempre, llamó antes de asomarse por la ventana.

— ¿Se puede? —preguntó.

— Sí. Emmm, tan solo dame un minuto.

El muchacho sonrió. Pensó que Eclipsa se estaba preparando, y eso le provocó una pequeña sonrisa. Ella también querría verse bien para el baile. Cosa que le resultaba un poco tierno.

— Listo. Ya puedes pasar.

El chico no esperó más. Y se metió en la torre, volviendo sus brazos a la normalidad a la par que entraba.

— Con permiso... —se quedó callado cuando vio a Eclipsa.

— ¿Qué te parece? —dijo esta, abriendo los brazos para que viera mejor su vestimenta.

Frente a él se encontraba la chica. Esta vestía un vestido de gala, sedoso y suave de color púrpura. Un vestido típico de los que se veían en las épocas románticas. Similares a los que solían llevar las princesas en los cuentos de hadas. Pero este solo era similar en el diseño, pues no tenía esa estructura tan aparatosa que le ensanchaba las caderas a las mujeres. No, este era un vestido suelto y cómodo, pero atractivo. Era de ajuste, por lo que dejaba expuesto los hombros de la joven. Llevaba el cabello recogido, pero no había sombrero alguno encima de su cabeza, ni tiara. Y, por último, unos guantes del mismo color que el vestido, los cuales les llegaban casi a los codos, y cubrían sus marcas.

Marco se había esperado encontrarse a Eclipsa elegante. Pero la mujer nunca dejaba de sorprenderlo.

— Y —llamó de nuevo la mujer, devolviendo a chico a la realidad—, ¿qué piensas?

Marco parpadeó un par de veces y se dispuso a hablar.

— Te ves fantástica.

Eclipsa lo obsequió una risita y se llevó la mano a los labios, como siempre hacía. Luego se fijó mejor en Marco y se acercó un poco a él.

— Tú también te ves muy bien, Marco.

— Gracias. Procuré arreglarme lo mejor posible para esta noche...

— Espera, no te muevas. Creo que tienes un mechón despeinado —dijo la chica, acercándose un poco más al muchacho.

— ¿En serio? —dijo este, alarmado. Rápido se alejó de la chica y se puso delante del espejo para verse, esperando encontrar aquello que Eclipsa había mencionado. Para su sorpresa, no halló ningún desperfecto en su cabello, y al momento se mostró confundido. Detrás de él escuchó la risa de Eclipsa, y se giró a esta.

— Lo siento, solo te estaba molestando un poco —dijo ella, acercándose al chico—. Marco, no tienes que preocuparte tanto. Es una fiesta. Lo importante es divertirse —explicaba con tranquilidad, mientras le aflojaba un poco el cuello del traje al muchacho, para que le fuera más cómodo—. ¿Nos vamos ya?

— Oh, claro.

Ambos se dirigieron a la ventana y Eclipsa saludó a su copia antes de irse.

— Adiós, yo adulta —y la copia se despidió usando una mano.

Eclipsa estaba a punto de sacar una pierna por la ventana para bajar por las enredaderas, pero Marco la detuvo.

— Wow. ¿Qué haces?

— Bajar. Como siempre lo hago.

— Te puedes arruinar el vestido. Hoy seré yo quien te baje —transformó sus brazos en los brazos monstruosos de tres dedos y ventosas—. Usaremos estos.

Eclipsa sonrió.

— Marco, no hace falta.

— Por favor, Eclipsa. Soy el caballero. Tengo que evitar que tu ropa se arruine.

Ella volvió a reír.

— De acuerdo, caballero. Estoy en tus manos.

Marco le sonrió. Usó su enorme mano izquierda para tomar con cuidado a la chica de la cintura. Y con la otra mano se sujetó de la ventana.

— ¿Estás seguro de que sabes bajar con una sola mano?

— Claro. Estos brazos son como los de un pulpo, se estiran —decía, mientras dejaba que su brazo se estirase como una goma—. Así que lo único que tengo que hacer es estirar mi brazo derecho hasta que ambos lleguemos al suelo... —sin embargo, el brazo dejó de estirarse cuando llegó a los cinco metros de longitud.

El chico se giró hacia su brazo, un poco confundido. Nunca le había pasado eso. Más que nada porque nunca se había puesto a ver cuánto podían estirarse sus brazos, solo se había centrado en poder usarlos a voluntad. Y eso lo puso12 un poquito nervioso, porque ahora no sabía cómo bajaría.

— ¿Qué pasa? —preguntó Eclipsa, adivinando que el chico se había atascado, y queriendo ver qué decía este—. ¿Tienes algún inconveniente para seguir bajando?

— Ehhh. No. Ninguno. Solo necesito moverme un poco así —dijo, intentando soltar un dedo para estirar el otro e ir bajando poco a poco, usando ambos dedos. Pero ni siquiera pudo despegar una sola ventosa, por miedo a caerse de golpe.

— Marco, deja de fingir que puedes, y usa las dos manos —dijo Eclipsa de forma tranquila, pero dándole al muchacho una dosis de realidad.

— Pero, tú...

— Tranquilo. Mira —dijo, moviéndose a la espalda del chico, sujetándose de los hombros de este y cruzando las piernas por el torso de él—. Ahora puedes usar ambos brazos.

— G-gracias —supongo, habría querido añadir.

Aquello no había salido como él hubiese querido. Solo quería bajar a Eclipsa de una forma bonita. Pero ahora ambos parecían dos chimpancés. Un bebé sujetado a su madre y la madre bajando por un árbol. Y a este le había tocado ser la madre...

Sintió como Eclipsa le apretaba un poquito los hombros.

— Por cierto, veo que tu brazo ya está mejor —mencionó, refiriéndose al brazo derecho dañado del chico—. ¿Hiciste lo que te dije?

— Sí. Estuve practicando drenar vida todos los días con varias flores, y al final la herida acabó desapareciendo, junto con el dolor.

— Te lo dije. Tu maestra tenía la razón.

Y ambos se rieron un poco. Aunque ese comentario le hizo a Marco pensar.

— Eclipsa, ¿cuándo tienes pensado volver a tu forma adulta?

— ¿Por, no te gusta mi aspecto de adolescente?

— N-no, yo... —se había sonrojado un poco. Eclipsa había hecho ese comentario para molestarlo, lo sabía—. Solo era por curiosidad.

— Bueno. Estar así ayuda a que pueda salir de la torre y pasar tiempo con ustedes, así que por el momento no pienso cambiar hasta que lo considere necesario.

— Ya veo.

— Además, es divertido volver a ser una adolescente. ¿No lo crees?

El muchacho se rio un poco.

— Sí, supongo que sí.

Por fin ambos llegaron al suelo. Eclipsa se bajó de la espalda del muchacho y este volvió sus brazos a la normalidad. Eclipsa se fijó en el dragón de Marco.

— Así que este es Nachos, el amigo del que me hablaste —dijo ella, y se acercó un poco al dragón motocicleta, el cual pareció conforme con la cercanía de la chica—. Pareces un buen dragón, ¿No es así? —decía esta mientras lo acariciaba, y el dragón correspondía el gesto. Incluso, llegó a acercarse más a ella para lamerle la cara. Y ella comenzó a reírse.

— Parece que le caes bien —comentó—. Ten —le dio un pañuelo para que se limpiara la baba de Nachos.

— Gracias —dijo esta, aceptando el pañuelo. Y luego el chico le dio un casco. Eclipsa miró el artefacto y levantó una ceja—. Vaya, parece que vienes preparado.

No sabes cuánto, pensó él.

— Bueno, la seguridad es lo primero —dijo, subiendo a lomos de su compañero—. Vamos, sube.

La chica sonrió y se sentó detrás de Marco, pero de costado, para que su vestido no le molestase, y se sujetó al chico, rodeando su abdomen con ambos brazos, cosa que hizo feliz a Marco.

Con el rugido del motor de Nachos despegaron del suelo, ascendiendo a los cielos. Desde allí vieron todo, el reino, la gente y los bosques en pequeño. Si bien Eclipsa no estaba asustada, si que se sujetó con mayor fuerza al chico, por cuestiones de seguridad.

Llegaron a la puerta de entrada del recinto: aquel antiguo templo abandonado en donde habían estado trabajando para dejarlo todo preparado. Varios invitados estaban entrando a la fiesta por la puerta mientras Marco aparcaba a Nachos.

— Parece que llenaremos el aforo —comentó Marco mientras se desabrochaba el casco.

— Sí. Star y yo nos esmeramos en llegar a la mayor cantidad posible de invitados mewmanos y monstruos —respondió Eclipsa mientras le entregaba su casco a Marco.

El muchacho terminaba de dejar la alarma de su dragón motocicleta y de guardar los cascos en una bolsa atada al mismo.

— Bien, ¿entramos, Elisabeth? —preguntó el chico, guiñando un ojo a Eclipsa y ofreciéndole su brazo.

Eclipsa sonrió y luego tomó el brazo del muchacho.

— Será un placer.

Cuando emprendieron paso para entrar al recinto, una cosa roja vestida de negro salió disparada dejando una estela de llamas a su espalda, y chocó contra una roca.

— ¿Qué era eso? —preguntó Marco.

— Parecía un diablillo —respondió Eclipsa—. Creo que ya se están divirtiendo allí dentro. Vamos, entremos.

Y sin más, ambos entraron. Cuando pasaron la puerta, vieron a un montón de invitados presentes. Tuvieron que alzar la mirada para fijarse en la decoración. Habían dejado bien las columnas y los pisos superiores adornando las barandas con telas rojas de bordes dorados, le daba un toque sofisticado. También habían quedado muy bien los musgos fluorescentes envueltos en hojas semitransparentes de distintos colores. Aquello hacía que varias luces de tonos suaves llenasen el lugar de distintos tipos de iluminación variada. La pista de baile estaba abierta. En la parte de atrás, al fondo, había una tarima y un atril, en donde luego Star tenía pensado hablarles a todos los de la fiesta, pero que en ese momento estaba siendo ocupado por un DJ que, por el momento había dejado puesta música de ambiente festivo. En el lado izquierdo estaban las mesas con ponche y aperitivos. En el derecho había una cocina, en donde un chef semibestia gato, un tanto rechoncho, cocinaba carnes y pescados para aquellos que acudían a él, y lo hacía en vivo. Junto la cocina había una barra de bebidas, tras la cual se encontraba Tom, vestido de barman.

— Mira, ese es Tom —señaló Marco al chico, quien estaba limpiando una copa y, al verlo, los saludo.

— No sabía qué hacía cócteles.

— Ya. Ni yo.

— Elisabeth —gritó Star, quien se acercaba rápido a ellos.

A Marco le alegró escuchar a Star llamando a Eclipsa por su nombre de encubierto, pues el humano había pensado que a esta le costaría adaptarse.

— Star —dijo Eclipsa—, ¿qué ocurre?

— Menos mal que llegaste. Necesito tu ayuda para ir recibiendo a los invitados. Han ido llegando, pero parece que de buenas a primeras los príncipes y princesas no quieren convivir con los monstruos. Creo que necesitan un empujón. Tú ya me entiendes.

— Claro, ahora mismo te hecho una mano.

— Quieren que las ayude —dijo Marco.

— No —respondió Star—, solo necesito a Elisabeth. Ella es más diplomática —dijo, tomando de la mano a Eclipsa para llevársela.

— Oh de acuerdo, entonces ya nos veremos luego.

— Hasta luego Marco... —dijo Eclipsa, antes de ser llevada por Star.

El chico las vio alejarse y suspiró un poco, negando con la cabeza mientras sonreía. Volvió a fijarse en Tom, así que decidió acercarse a este para hablar con él.

— Ey, Tom. ¿Qué tal estás aquí?

— Eh, Marco. Estoy estupendamente siendo el barman de la fiesta. Dime, ¿te sirvo algo?

— Hmmm, no sé. ¿Qué me recomiendas?

— ¿Te gustaría algo dulce y contundente, o lo prefieres suave?

— Supongo que suave estará bien.

— Perfecto —dijo este. Sacando un par de frutas de debajo de la barra. Las metió en una licuadora junto con un líquido de color rojo y algo de hielo. Los batió a todos juntos y luego vertió esa especie de pasta en un bote de cócteles. Metió dos líquidos más allí dentro y comenzó a agitar. Escupió una pequeña llamarada de fuego sobre el bote que duró menos que un segundo y luego vertió el líquido en un vaso de tubo con una pajita. Y, para el toque final, una rodaja de naranja en el borde del vaso y una sombrillita—. Ten. Cóctel tropical de fresas al estilo endemoniado.

El humano miró la bebida con cierto escepticismo, pero luego se encogió de hombro y le dio una probada. Cuando sintió el dulzor en su boca, abrió los ojos de golpe.

— Santos nachos, está buenísimo.

— Gracias.

— ¿Dónde aprendiste a hacer eso?

— Bueno, mi psicólogo Brian me dijo que este tipo de actividades puede ayudar a calmar mi enojo, y de paso aprendo a hacer algo "productivo" —dijo, alzando las manos para hacer las comillas con sus dedos.

— ¿A qué te refieres con eso?

— Digamos que mis padres me quieren un poco más ahora que saben que puedo hacer bebidas exóticas y exquisitas —se acercó este a decir.

— Ja, ja. Ya eres el orgullo de la familia —dijo Marco, dándole otro sorbo a su bebida—. Por cierto, cuando Elisabeth y yo entramos vimos algo rojo salir disparado por la puerta. Creo que era un diablillo. ¿Sabes algo de eso?

Tom sonrió.

— Sí, era un diablillo. Me pidió que le hiciera una bebida de azufre, el problema es que un diablillo, al ser un demonio menor, es afectado de sobremanera por esta bebida, y lo que viste es el resultado.

— Ah —dijo Marco, asintiendo con la cabeza.

— Oye, viejo, hazme un favor. Ve a decirle a Letosh que me haga unas costillas con salsa barbacoa y picante —dijo, señalando al gato chef con su dedo pulgar—. De paso aprovecha tú también y pídete unas. Te encantarán.

— Dalo por hecho, después de todo, soy mexicano, llevo el picante en las venas.

Star había llevado a Eclipsa con algunos invitados para que esta ayudase a mejorar el ambiente del lugar, y con ello empujar a los invitados a conocer a aquellos que no eran de su raza. Esta comenzó a ver a los diversos invitados, intentando idear una forma de comenzar a acercar a alguno de ellos, aunque fueran pocos. Fijó su atención en a la princesa de picadura de araña, y luego en un chico slime. Entonces se le ocurrió una cosa.

— Hola, Penélope —le dijo a la chica con el enorme grano en su frente—. ¿Qué tal estás?

— Oh, hola, Elisabeth. Bien, es una fiesta bonita, aunque un tanto peculiar.

— Me alegra —dijo esta con una sonrisa—. Por cierto, te veo bien. ¿Te hiciste algo en el pelo?

— No, mi pelo está bien —frunció el ceño—. Aunque podría estar mejor de no ser por este estúpido grano.

— Sí, debe de ser terrible vivir y evitar que te piquen las arañas y te salga algo como eso —dijo esta, mostrando pena por la chica—. Espera, creo que conozco a alguien que a lo mejor podría ayudarte con eso.

— ¿Lo dices en serio? —preguntó esta, mostrándose dudosa de ello.

— Claro. Ven —dijo, tomando a la chica de la mano. La llevó consigo hasta llegar hasta el chico slime—. Hola, Slime.

— Hola, Elisabeth. Es genial poder verte.

— Gracias. Lo mismo digo —le dirigió una mirada a su compañera, la cual miraba al chico con escepticismo—. Oye, Slime, le estaba contando a Penélope que a lo mejor tú podrías ayudarla con su grano en la frente.

Pese a mostrarse dudosa, Penélope decidió hablar.

— ¿Es cierto que me puedes ayudar?

— Bueno, puedo intentarlo. Déjame ver un segundo —dijo el chico, acercando su mano al grano de Penélope. Colocó un poco de su gelatina corporal sobre el grano y, en cuestión de segundos, este desapareció—. Ya está.

Penélope se quedó un poco aturdida al oír esas palabras así de fácil, y rápido sacó un espejo de su vestido y se miró a sí misma. No lo podía creer. Su grano, aquel que la había estado fastidiando durante tanto tiempo, se había ido por completo.

— No puede ser —se dijo a sí misma—. ¿Cómo lo has hecho?

— Oh, en verdad no es nada. Nosotros los slimes podemos hacer el mismo efecto que algunas cremas naturales. Como el aloe vera.

Aquel pequeño acto hizo que la princesa y el chico monstruo comenzasen a hablar. Eclipsa vio feliz como estos dos se alejaban a otra parte de la fiesta para charlar juntos.

Le encantó haber conseguido aquello. En sus tiempos, la gente se mostraba muy reticente a querer siquiera hablar de los monstruos. Pero el tiempo suaviza un poco el odio. Eso, y que Star tenía razón. Los jóvenes se mostraban más receptivos a las nuevas experiencias que los adultos. Ahí y ahora Eclipsa sentía que tenía entre manos la oportunidad de ayudar a Star a conseguir aquello que ella no pudo en su época.

Quiso intentarlo de nuevo. Buscó a posibles invitados que pudieran ser compatibles, y le pareció hallar a los indicados.

— Hola, Tork —le dijo Eclipsa a un minotauro del tipo yak—. Veo que te has hecho un arreglo en los cabellos —expuso al ver algunas de las trenzas al estilo vikingo que este se había hecho.

De la raza de los minotauros, aquellos que eran de la familia de los yaks se caracterizaban por tener mucho pelo en el cuerpo. Y Tork no era la excepción, pues tenía un flequillo tan largo que le cubría los ojos.

El minotauro no dijo nada al comentario de la chica. Solo emitió un resoplido con su nariz, haciendo bailar la anilla que utilizaba de pircing en esta.

— Oye, conozco a alguien que tal vez pueda apreciar mejor tus dotes para el cabello que yo. ¿Quieres que te lo presente? —dijo, ilusionada.

De nuevo, el tipo no dijo nada, solo volvió a emitir un resoplido con la nariz.

— Genial. Sígueme —dijo esta, tomando al minotauro de un dedo, ya que este era bastante grande.

Llevó al joven consigo hasta un melenudo.

— Moiden —le dijo al melenudo, un tipo con un montón de pelo cubriéndole todo el cuerpo. Alguien de la misma raza que Kelly, la amiga de Star. Este tenía el cabello de color canela—. ¿Cómo estás?

— Buenas noches, Elisabeth. ¿Cómo estás...? —quiso preguntar, girándose para ver a la chica, pero este alzó la mirada al ver al minotauro y se quedó callado.

— Yo estoy bien. Gracias por preguntar —dijo esta, alegre—. Por cierto, quería presentarte a este compañero, se llama Tork y...

— ¿Acaso esas son trenzas nórdicas basadas en las antiguas leyendas de Morken el grande, aquel que partía montañas con su martillo? —preguntó, observando las trenzas del minotauro mientras aún seguía boquiabierto.

Ante su observación, Tork sonrió un poco y luego resopló con la nariz. Estaba contento de ver a alguien que entendía la materia del bello capilar.

— ¿Cómo lo haces? —preguntó Moiden.

Tork sacó de uno de sus bolsillos un par de agujas de tejer.

— Ah, conque así es cómo lo haces —se fijó—. ¿Crees poder hacerme unas a mí también?

Tork asintió, y ambos tipos se fueron a otra parte de la fiesta.

Eclipsa no podía estar más emocionada. Todo aquello era una oportunidad imperdible. En su cabeza comenzó a pensar todas las similitudes que compartían las razas allí presentes, intentando vincular las razas aliadas a los reinos mewmanos con las razas de los reinos monstruosos. Ella conocía a ambas partes, solo tenía que juntarlas. Y así continuó.

Los del reino pájaro con las arpías, quienes compartían sus gustos por el maíz, la apreciación por las grandes y magníficas construcciones y/o esculturas, sobre todo estatuas, y el miedo a los espantapájaros, tenidos por ambas razas como símbolos de mal augurio.

Los Johansen con los orcos, quienes compartían su afición por las armas primitivas, su afición por la fuerza, y su amor eterno por la carne.

A los del reino pony con los centauros y sátiros, quienes compartían afición por los peines para las crines, su gusto por las zanahorias y también por las herraduras. Aunque Eclipsa tuvo que admitir que le resultó todo un reto encontrar a alguien que se llevase bien con Ponyhead.

Así, poco a poco Eclipsa consiguió unir a varios de los allí presentes. Y Star hizo lo mismo, pero no buscando similitudes entre varias razas, sino creándolas ella misma con su singular encanto y energía positiva.

En cierto punto, ya no hizo falta que ninguna de las dos hiciera nada, pues los propios invitados ya decidían relacionarse entre ellos. Antes de que ambas se dieran cuenta, la fiesta ya había tomado su propio rumbo. Y todo el mundo se divertía.

En cierto momento, Eclipsa tomó asiento en una de las sillas cercanas a las columnas, con la intención de descansar un poco. Recargó su espalda en el respaldo de la silla, echó la cabeza hacia atrás y soltó un largo suspiro. Estaba un poco exhausta por haber buscado sin parar a jóvenes de distintas razas que compartieran similitudes. Sin embargo, estaba satisfecha con lo que había conseguido.

Oyó el sonido de alguien acercándose. Y se fijó en que, delante de ella, se encontraba Star. Esta le estaba tendiendo un vaso con pajita con una bebida azul en su interior.

— Ten. No te vendrá mal refrescarte un poco —dijo la rubia.

— Oh, gracias —dijo esta, tomando el vaso con pajita, y dándole un sorbo a la bebida. Sus ojos se abrieron de golpe al probarla—. Por las corrientes oscuras, esta bebida está genial. Es... —volvió a darle otro sorbo— es dulce.

— Lo sé. Imaginé que te gustaría.

— Me encanta —dijo esta, tomando el resto de la bebida con notable entusiasmo.

— La hizo Tom.

— Sí, lo vi detrás de la barra cuando entré. No sabía que él tenía este tipo de habilidad con las bebidas.

— Sí, algo de su psicólogo y que eso le ayudaba a distraerse y centrar su frustración en algo creativo —dijo Star, dándole un sorbo a su propia bebida—. Oye, lo hiciste genial. Me has sido de mucha ayuda.

— No es nada, cariño. Yo estoy feliz de poder ayudarte en todo lo que necesites.

Star se rio un poco.

— Acabas de sonar como una adulta.

— Oh, ¿en serio? —se rio esta también—. Perdón, no me había dado cuenta.

Ambas compartieron ese pequeño momento de risas y luego se calmaron.

— Por cierto, voy a dedicarle a todos los invitados unas palabras desde el atril —dijo Star, apuntando al lugar en el que se encontraba el DJ—. ¿Quieres venir también?

— Ah. No sé —dijo esta, con cierta pena. Estaba pensando en que tal vez debería pasar un rato con Marco. Después de todo, no había vuelto a verlo desde que ambos entraron.

— No tienes que avergonzarte, si es eso lo que estás pensando. Estoy segura de que todos están deseando escucharte hablar —aseguró Star, dejando su vaso en una silla junto a ella.

Eclipsa se sintió un poco mal por el chico humano. Intentó buscarlo con la mirada para ver si este estaba entretenido con algo, o con alguien. Y lo halló frente al cocinero que tenían en la fiesta. Aquel hombre gato de pelaje naranja rallado. Marco parecía estar manteniendo una conversación acalorada con él y... ¿estaba preparando una salsa para la carne?

Al parecer, el muchacho estaba entretenido, así que pensó que bien podría dedicarles unas palabras a todos los invitados.

— De acuerdo, te acompañaré.

— Genial —dijo la princesa, llevándose a Eclipsa consigo.

Star comenzó a hablar con el DJ mientras este dejaba una canción puesta para los invitados. Luego asintió y dejó que la canción acabara con un efecto de desvanecimiento progresivo, hasta que se hizo el silencio.

Varios de los invitados voltearon a ver a la rubia que se había subido al podio. Esta tocó un poco el micrófono para comprobar que funcionase, y luego carraspeó su voz antes de comenzar a hablar.

— Buenas noches a todos, y gracias por venir a esta fiesta. En primer lugar, me gustaría agradecer a todos aquellos que me han ayudado a organizar este evento. En especial a mis amigos Marco —dijo, señalando a ningún lugar específico con la mano—, Tom y Elisabeth que se encuentra hoy aquí presentes. Un aplauso para ellos —todos los invitados comenzaron a aplaudir y a vitorear durante unos segundos, hasta que volvió el silencio—. Y, de nuevo, gracias a ustedes, por acudir a esta fiesta, que creo que marcará un antes y un después en la historia de todo Mewni —de nuevo, los invitados volvieron a aplaudir y a vitorear a Star por sus palabras—. No saben lo importante que es para mi tenerlo aquí reunidos. Y aún más ver que se están llevando bien entre ustedes. Cuando era pequeña, los adultos siempre me decían que los monstruos eran criaturas malvadas, y seguro que hay varios que comparten esta misma experiencia. Pero hace algún tiempo me comencé a dar cuenta de que las cosas no eran así. Que es posible que los mewmanos y los monstruos sean amigos. Y verlos a todos divirtiéndose juntos llena mi corazón de alegría y esperanza. Hoy quiero dejarles en claro a todos los presentes que, el día que yo sea reina, quiero gobernar sobre un reino en el que mis hijos puedan convivir con los monstruos, y que los hijos de ustedes puedan convivir con los hijos de los mewmanos. Sé que no es fácil, que hay una historia detrás que nos ha llenado de odio y rencor, sobre todo a los adultos. Pero creo firmemente, que nosotros tenemos el poder para acabar con estas luchas, y convivir entre todos —dijo esta, guardando un pequeño momento de silencio para tragar saliva—. Muchas gracias.

El público estalló en grito de ovación, aclamando a Star. La rubia no pudo evitar que se le saliesen un par de lágrimas al ver que todos estaban de acuerdo con sus palabras.

Eclipsa, que se encontraba justo detrás de ella, veía futuro en su legado. Star tenía posibilidades, y muchas. Sacó un pañuelo que tenía guardado en su vestido, y se lo entregó a Star para que se secase las lágrimas, y luego le dio un abrazo.

La rubia se giró un momento y tomó el micrófono.

— Ah, y, por cierto, tengo a mi lado a Elisabeth, que también querrá dedicar unas palabras —dijo esta, sonriendo.

El público se mostró contento ante aquella revelación, casi empujando a Eclipsa a hablar. Esta se sentía un poco nerviosa, pues no se había preparado ningún discurso. Star pareció notarlo.

— Tranquila, solo di lo que sientes.

Eclipsa sonrió y luego subió al podio y esperó a que todos se callasen. Se quedó un momento en blanco, mirando a todos, Y entre la multitud vio a Marco, quien la observaba desde la cocina del gato chef. Este le sonrió y la saludó. Luego, Eclipsa volvió su atención al resto de gente.

— Eh, hola. Yo soy Elisabeth —dijo, y todos comenzaron a vitorearla, cosa que la sorprendió un poco, pues no había dicho nada aún—. Je. Gracias —dijo, un poco presionada. Pero creyó encontrar aquello que decir frente a todos—. Saben, cuando yo tenía otra edad, vivía con mis padres en un lugar muy lejano al de hoy en día. Un lugar donde vivíamos los mewmanos, alejados de los monstruos, como lo suelen hacer todos los pueblos mewmanos. Pero un día, conocí a un chico monstruo, y me hice amiga de él. Desde ese día comencé a conocer su mundo, y me di cuenta de que eran buena gente. Tanto él como su familia y alguno de sus amigos —hizo una pausa—. El problema es que nunca pude traerlo al pueblo, pues los mewmanos lo habrían atacado. No importaba, pues seguíamos viéndonos. Al menos, hasta que mi familia y yo nos mudamos a Mewni. Desde entonces no lo he vuelto a ver —admitió, un poco cabizbaja—. Encontré en Mewni la misma actitud hacia los monstruos que había en mi pueblo, y pensé que nada había cambiado de un lugar a otro. Hasta que conocí a Star. Ella me mostró la visión que tenía sobre los mewmanos y los monstruos. Y también me hizo ver que ella tiene la capacidad para hacer real su sueño. Y la verdad es que yo también creo que será capaz. Estoy muy contenta de ver a monstruos y mewmanos juntos hoy, y me hace pensar, que tal vez el sueño de Star no esté demasiado lejos de cumplirse —sonrió—. Gracias por escucharme.

Al igual que antes, el público estalló en una ovación. Esta vez, por Eclipsa. La chica había querido bajar del podio para ir a buscar a Marco después del discurso, pero, tanto a ella como a Star, una cantidad enorme de monstruos las rodearon para felicitarlas y para hablar con ambas.

Mientras tanto, Marco se sentaba en la silla que, sin saberlo, minutos antes, había ocupado Eclipsa. Colocó sus codos en sus rodillas y se inclinó hacia adelante, dando un suspiro de pesadez. Miró el interior del vaso que sostenía en su mano derecha, y luego alzó la mirada para ver a Eclipsa. O al menos intentarlo, pues, entre tanta multitud, era imposible ver nada.

Desde que el brazo monstruoso le había dicho todas aquellas cosas sobre Eclipsa, no podía quitarse ese pensamiento de la cabeza: ¿Qué significaba ella para él? ¿Acaso la quería?

Durante el tiempo que habían tenido para preparar la fiesta había podido dedicarle tiempo a ese pensamiento, y descubrir si en verdad sentía algo o no. Y la verdad es que, repasando todas las experiencias que había tenido junto a ella, sumado a la forma en la que esta lo trataba, y la mentira que habían utilizado para cubrir su identidad y decir que ella era su novia, había hallado su respuesta. Le gustaba. Sí, Eclipsa le gustaba. Y saberlo era algo que le dolía al muchacho, pues sabía que esos sentimientos no tenían lugar en su corazón, porque la realidad era que Eclipsa quería a alguien más. Así que el chico se había resignado a seguir con su vida de la forma en la que lo habían hecho hasta ahora. Disfrutaría de la compañía de la mujer tanto como pudiese. Al menos, hasta que ella volviese con su marido. Después de eso... Bueno, ya vería lo qué haría entonces.

El sonido de alguien sentándose de golpe junto a él hizo que se sobresaltase. No se había percatado de la presencia de nadie.

— ¿Qué estás haciendo aquí tan solo? —dijo Tom, bebiendo de uno de sus cócteles mientas colocaba un brazo en el respaldo de la silla.

— Tom, ¿qué haces aquí? Pensé que te quedarías detrás de la barra.

— Relevo, viejo. Yo también necesito descansar un rato y disfrutar de la fiesta —dijo, dándole otro sorbo a su cóctel. Se fijó que Marco había estado mirando durante un rato a todos los que rodeaban a Eclipsa y a Star—. Fueron buenos discursos. ¿No te parece? —sonrió.

El humano lo miró y también le dedicó una sonrisa.

— Sí, han sido unos buenos discursos. Se nota que el público adora a Star, y que algún día ella podrá hacer lo que dice. Me alegro por ella.

— Sí, yo también. Se nota que Star y Elisabeth están disfrutando de la fiesta —comentó Tom.

— Ajá —pronunció el chico.

— ¿Y tú, estás disfrutando de la fiesta? —le dijo a Marco.

— Oh, sí, estuve compartiendo unas palabras con Letosh, y también estuvimos probando algunas salsas para según qué carne. Y ahora estoy algo cansado.

— Cansado... —dijo Tom, removiendo el líquido de su vaso—. ¿Estás seguro de que tu estado de bajón actual no tiene nada que ver con Eclipsa?

Marco se alarmó al escuchar a Tom decir eso.

— Tom, no digas su nombre en público —dijo este, frunciendo el ceño.

— Tranquilo, no hay nadie escuchando. Y ahora, y más importante, responde a mi pregunta —dijo, un poco más serio.

Marco se sintió confundido. ¿Acaso Tom se traía algo entre manos?

— ¿Por qué insinúas que tiene que ver con Eclipsa?

— Parece que te lo tendré que decir de cara —suspiró este—. ¿A ti, te gusta Eclipsa, no es así?

Marco palideció a la vez que sus mejillas enrojecieron.

— Tom, ¿cómo es que tú...?

— Se te nota, Marco.

Esta vez, el chico se sintió más preocupado que antes.

— ¿Acaso Star...? —tragó saliva.

Tom negó con la cabeza.

— No, ella no lo sabe. Solo piensa que ambos son buenos amigos. Y tampoco creo que Eclipsa se halla dado cuenta. Creo que solo piensa que le tienes cariño.

Marco suspiró, resignado, pero un poco aliviado. Luego se sentó bien, con rostro serio, pero un poco cabizbajo.

— Sí, me gusta Eclipsa.

— ¿Has pensado en decírselo?

Marco miró a su amigo alzando una ceja.

— ¿Cómo le voy a decir eso? ¿Acaso estás loco?

— ¿Por qué no?

— Ella es una mujer adulta... bueno, yo también soy un adulto. Pero ella ya tiene su vida, una vida con alguien más. Una vida a la que no pertenezco. No la oíste en su discurso —dijo, apuntando al podio con la mano—. Estaba hablando de Globgor, como si fuese una metáfora. No, Tom. Ella no me quiere. Yo no puedo ser su novio.

— En ningún momento dije nada de ser su novio —Marco volvió a alzarle una ceja a Tom. Si antes el humano se sentía confundido, ahora lo estaba aún más—. Déjame que me explique. No creo que esté mal lo que sientes por ella, es decir, es natural por la forma en la que los veo a ambos que te halla comenzado a gustar. Pero creo que, si te lo guardas para ti solo, acabará haciéndote daño. Es por eso que pienso que decírselo podría ayudarte.

— ¿Acaso decírselo hará que no me duela? —comentó, desganado.

— No, pero hará que la carga sea más fácil de llevar —Marco frunció un poco el ceño, le sorprendía que Tom dijera algo como eso—. Mira, Eclipsa es una buena mujer. Estoy seguro de que escuchará lo que tengas que decirle, y te seguirá tratando igual que siempre.

— Wow, Tom. No sabía que podías llegar a ser tan profundo y comprensivo.

— Bueno, es porque Brian me lo dijo. A veces es mejor dejar salir las cosas, o acabarán por consumirte.

Marco miró hacia adelante y se quedó un tanto pensativo.

— No lo sé, Tom. No es fácil.

— Eh, no hace falta que lo hagas ahora. Díselo cuando sientas que puedes. No hay prisas. Además, yo no le diré nada a nadie —aseguró este—. Tu secreto está a salvo conmigo. Y, si necesitas hablar del tema con alguien, que sepas que puedes llamarme cuando quieras.

Marco volvió la mirada a Tom y le dedicó una sonrisa de gratitud.

— Gracias, viejo.

— Para eso están los amigos —dijo Tom, colocándole una mano en el hombro al chico.

— Por cierto, ¿te importaría darle esto a Elisabeth cuando la veas? —dijo el chico de los cuernos, sacando una bola similar a la que había mostrado aquella vez que Eclipsa había preguntado por el artefacto, pero esta era de color violeta.

— ¿Es una de esas pelotas que liberan un bonito aroma cuando las aprietas?

— Sí, pensé que podría gustarle.

Marco sonrió.

— No. Dásela tú mismo. Estoy seguro de que ella así lo preferiría.

Tom le devolvió la sonrisa.

— Tienes razón —dijo el demonio, levantándose de su asiento y guardando la bola.

— ¿Ya te vas?

— Sí. Creo que es un buen momento para dejarte algo de privacidad —dijo, mientras comenzaba a alejarse por la derecha—. Y piensa en lo que dije.

Marco lo vio alejarse.

— ¿Y a este qué bicho le picó?

— ¿De qué estaban hablando? —dijo una voz femenina junto a él.

Marco soltó un pequeño grito de sorpresa y se echó un poquito hacia atrás. Se giró para ver de quien se trataba.

— Ecl-lisabeth —dijo este, al ver a Eclipsa, quien se sentaba junto a él—. De nada. Estábamos hablando de la fiesta. Y del gran discurso que tú y Star dieron.

— Sí. A todos pareció gustarles. Estuvieron un buen rato diciéndomelo una y otra vez. Y estoy contenta por ello. Aunque me siento mal por dejarte solo todo este tiempo.

Definitivamente no había forma en la que Marco no pudiese sentirse bien con Eclipsa. Quizás Tom tenía razón. Quizás Eclipsa merecía saber la verdad.

— Bah. No te preocupes por mí. Yo me alegro de ver que lo estuviste pasando bien durante la fiesta —pero no sería ese día cuando se lo diría.

— Bueno. Aún no se ha acabado la fiesta.

Mientras ellos hablaban, el DJ volvía a su puesto y ponía una canción lenta y bonita. Pronto, los invitados se pusieron a bailar como si aquello se tratase de un vals.

Marco y Eclipsa se miraron de forma cómplice, y sonrieron.

— ¿Quieres bailar? —dijeron al unísono. Y ambos comenzaron a reírse por aquel detalle.

— Me encantaría —dijo Eclipsa, calmando su risa.

Marco también calmó la suya y se puso de pie.

— Entonces, vamos —dijo, ofreciéndole la mano a Eclipsa.

Ella le sonrió y aceptó la mano de este. Ambos se fueron a bailar. Y, desde ahí, los dos disfrutaron del resto de la velada. Juntos.

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Comentarios del escritor:

Marco se encontraba frente al espejo del baño, con un cepillo en la mano, cantando una canción ochentera mientras se imaginaba a él y a Eclipsa bailando juntos. Había comenzado a moverse para darle más vida a su pensamiento.

— Oh, Marco qué bien te mueves —se imaginaba que le decía ella.

— No tan bien como tú —respondía este, con voz seductora.

— Oh, Marco... Marco... —casi podía escucharla decir su nombre.

— ¡Marco! —gritó Star del otro lado de la puerta, aporreando esta con su puño—. ¡Marco, abre la puerta! Que hay más gente que quiere entrar.

Marco salió de su fantasía y frunció el ceño.

— ¿De verdad solo hay un baño en todo el castillo?

— Sí.

— Eso es estúpido.

— No me culpes a mí, culpa al quien contrató al arquitecto para hacer el castillo.

En ese momento, Rhombulus se despertó de golpe, sobresaltado por algo. Pronto, comenzó a mirar a todas partes.

— Rhombulus —dijo Hekapoo, chasqueando sus dedos para llamar su atención, pues se hallaba en medio de una reunión con la Alta Comisión Mágica—. ¿Qué ocurre?

— Ahhh, nada, nada —dijo este, un tanto nervioso.

Hekapoo entornó la mirada y luego volvió su atención a la pizarra detrás de ella.

— Bien, como iba diciendo...

Omnitraxus se acercó a Rhombulus por un lado y le habló al oído.

— ¿Otra vez el remordimiento del baño del castillo?

— Eso creo. Todavía me persigue en sueños —dijo el tipo con cabeza de crista.


Segundo comentario del escritor:

Marco se acercó a Tom, quien se encontraba tras la barra de bebidas.

— Hola, Tom.

— Marco, viejo. ¿Qué tal? ¿Te sirvo lo mismo que me pediste la última vez?

El humano se mostró confundido.

— ¿A qué te refieres? Esta es la primera vez que te veo detrás de una barra.

— ¿Estás seguro, Marco? —dijo Tom, apoyando un codo en la mesa y sonriéndole al muchacho.

El chico se sintió algo confundido

— ¿Sabes qué? Mejor me voy a pedirle a Letosh algo de comer.

Y cuando se acercó al semibestia gato.

— Marco Díaz. ¿Tenemos otra batalla culinaria, como la de la última vez?

— Pero de qué demonios estás.... Bah, olvídenlo.


Tercer comentario de escritor:

— Star —dijo Eclipsa—, ¿qué ocurre?

— Menos mal que llegaste. Necesito tu ayuda para ir recibiendo a los invitados. Han ido llegando, pero parece que de buenas a primeras los príncipes y princesas no quieren convivir con los monstruos. Creo que necesitan un empujón. Tú ya me entiendes.

— Claro, ahora mismo te hecho una mano.

— Quieren que las ayude —dijo Marco.

— No —respondió Star—, solo necesito a Elisabeth. Ella tiene más cinco en su modificador de carisma, y su tirada de dados en diplomacia tiene un más quince.

— ¿Has vuelto a tomar el tablero de dragones y mazmorras?

— Puede...

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Para aquellos que ya conocen mis historias de antes podrán entender alguna que otra referencia dejada en este capítulo. Para el resto... espero que hayan disfrutado de los comentarios de escritor XD

Sí te gustó el capítulo deja un like, o mejor aún, escribe un comentario, el que sea, sin importar que estés leyendo esto después de uno o dos años de su publicación, siempre me alegra leer los comentarios de mis lectores.

Gracias por el apoyo, y nos vemos en la próxima ocasión.

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