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Capítulo 11: Star ha vuelto

A veces extrapolamos nuestra forma de ser o de pensar a otras personas, y por ello interpretamos las cosas de forma incorrecta.

— Anónimo

No podía ser cierto. Star y los reyes habían vuelto. Pero ¿cómo era eso posible? Se suponía que volverían mañana. ¿Acaso Marco había calculado mal los días restantes? ¿O es que ellos habían decidido volver antes de lo esperado?

— Parece que Star ya ha vuelto —comentó Eclipsa junto al chico mientras ambos se asomaban por la ventana de la torre.

Marco se fijó en Eclipsa cuando dijo eso y cayó en cuenta de que, tarde o temprano Star se enteraría que ahora él y la peliverde eran amigos. Eso no era ningún problema... aunque no entraría en detalle de todo lo ocurrido en su ausencia. Pero no estaba seguro de si hablarle de lo de la magia oscura. No porque fuese a representar un problema, sino porque, de correrse la voz, eso no ayudaría en nada a Eclipsa para salir indemne en el juicio.

Volvió la mirada hacia Star y los reyes, y las membranosas manos del muchacho apretaron en marco de la ventana con fuerza. Había varias cosas que pensar antes de actuar, y no sabía por dónde empezar.

Sintió el tacto cálido de una mano en su hombro. Se giró hacia Eclipsa y vio de nuevo esa sonrisa tranquilizante que la mujer siempre mostraba.

— Marco, tranquilo.

— ¿D-de qué hablas? —¿Acaso le había leído la mente? Creía recordar que ella no poseía tal habilidad.

— Estás tenso. Se te nota. Sea lo que sea que te esté preocupando, estoy segura de que podemos arreglarlo mañana, después de que hayas descansado.

Sí, al menos eso era lo único de lo que podía estar seguro, de que tenía que volver a la cama.

— Sí —suspiró—, tienes razón. Pero no debo dejar que me vean. No creo que verme salir de la torre de la "antigua reina oscura" te beneficie en algo.

Eclipsa se llevó una mano a los labios y emitió una pequeña risita.

— Eres muy precavido, Marco.

— No puedo evitarlo. Es parte de mí —dijo, sonriendo—. Bueno —apoyó un pie en el marco de la ventana—, tengo que irme —sacó todo el cuerpo hasta quedar colgado usando las ventosas de sus manos—. Hasta mañana.

Y así el muchacho descendió usando sus nuevas extremidades hasta llegar a tierra. Allí comenzó a moverse por el jardín hasta llegar a la puerta. Tomó el pomo y estuvo a punto de girarlo, cuando cayó en la cuenta de que, si alguien lo veía con esas extremidades, no sabría cómo explicarse. Apretó la mano que no sujetaba el pomo y luego miró a la ventana de su habitación. Estaba alta, pero necesitaba llegar allí de alguna forma. De repente, el muchacho abrió los ojos y se percató de una cosa. Miró a sus manos y volvió a fijarse en las ventosas de estas, luego volvió a mirar a la ventana de su habitación.

A los pocos minutos el humano se hallaba escalando la pared del castillo como si se tratase de un escalador profesional.

— Cielos. Con que así es como se sentía el héroe de mi infancia cuando trepaba muros. Por suerte yo no tengo que llevar un traje rojo y azul ajustado.

Llegó hasta la ventana y se dejó caer de espaldas en el suelo de la habitación. Dejó los brazos en el suelo y suspiró, algo cansado. Ahora podría dormir... dobló un poco el entrecejo, luego olisqueó un poco debajo de su axila y arrugó la nariz.

— Cierto. Necesito darme una ducha, urgentemente —volvió a mirarse una de las manos mientras seguía recostado en el suelo, y volvió a suspirar—. Tendré que llegar al baño a hurtadillas.

Asomó la cabeza por la puerta y comprobó que no hubiese nadie por los pasillos. Estaba todo oscuro, y la única iluminación era la que proporcionaba la luz de la luna que se filtraba por las ventanas. No había nadie allí.

Poco a poco sacó el resto de su cuerpo y cerró la puerta procurando hacer el menor ruido posible. Echó a andar a paso ligero, atento a cualquier ruido que le indicase la proximidad de alguien. Por suerte no había escuchado nada, aún. Ya estaba a un pasillo de llegar al baño, tan solo tenía que girar a la izquierda. Cuando, de pronto...

— Te quemaste todo el cuerpo —pudo oír.

Alguien se acercaba justo por donde él iba a girar. No podía volver atrás, no le daría tiempo. Volteó a todas partes en busca de un sitio en el que esconderse. Había cruzado algún que otro armario en su camino al lavabo, pero justo donde estaba no había ninguno, solo una mesita con un florero y un espejo por encima de este. Casi pudo ver como su reflejo se movía para decirle "rápido, haz algo", y entonces se fijó de nuevo en sus brazos reflejados en el espejo.

— ¿Qué importa? Si salimos de vacaciones es para disfrutar sin tener que preocuparnos de nada. Además, ¿no me veo más sexi con este bronceado, pastelito? —le decía River a la reina Moon mientras doblaban en el pasillo para ir directos a su habitación.

Moon llevaba consigo una lámpara que iluminaba el camino. Marco los veía desde el techo, pegado en una esquina, esperando a que estos pasaran.

— River, te dejaste las gafas de sol puestas cuando te dormiste a la luz del sol y te quemaste —le recordó Moon.

River se giró un momento al espejo y vio la marca de las gafas alrededor de sus ojos hasta las orejas, mostrando una piel blanca que resaltaba en todo el resto rojizo que envolvía todo su cuerpo.

— Bueno, así me veo sexy y misterioso —dijo, alzando las cejas repetidas veces mientras le hacía ojitos a su mujer, quien respondió girando los ojos y negando con la cabeza.

Marco se tapó la boca con una de sus manos viscosas e intentó contener la risa, a la espera de que estos se alejasen. Cuando vio desaparecer la luz de la vela en una esquina, bajó por fin.

Se dirigió a la puerta del baño mucho más tranquilo. Se dispuso a abrirla cuando oyó el silbido de alguien provenir de dentro. Se alarmó de golpe y quiso reaccionar, pero la puerta se estampó en su cara.

Star había abierto la puerta del baño de una patada mientas se ajustaba el vestido y suspiraba de alivio.

— Menos mal. Llevaba esperando todo el viaje de regreso para ir al baño.

La chica se alejó hasta desaparecer, y la puerta se movió un poco, mostrando a marco pegado en ella con sus manos. Este giró la cabeza y se fijó en que Star se había ido y, por fin, entró al baño. Cerró la puerta con pestillo, se quitó toda la ropa y se metió cuanto antes en la ducha para ponerse bajo la lluvia de agua tibia. Las gotas recorrían su cuerpo y mojaban el cabello del muchacho. Después de tan largo día, sentir la calidez del agua bañando por completo su cuerpo le resultaba reconfortante.

Cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás para ponerse un poco más cómodo y sentir las gotas en su rostro. Estas ayudaban a que los pensamientos del muchacho desaparecieran por un rato para dejarlo tranquilo. Despegó los párpados un momento y puso la mirada en sus brazos. Colocó las manos delante para observarlas mejor y más al detalle.

— Tengo que hacer algo con esto —se dijo a sí mismo, cansado.

Intentó recordar lo que había hecho en la torre para hacer desaparecer a los brazos monstruosos y convertirlos en sus nuevas extremidades de tres dedos. Recurrió a la concentración a la que tan acostumbrado estaba y buscó sentir sea lo que sea que fuese necesario para retornar sus brazos a como estaban antes.

Con los ojos cerrados se imaginó lo más nítidamente posible sus nuevos brazos cambiando de forma. Imaginó como los dos dedos de sus manos, sin contar los pulgares, se separaban en otros dos, dejando los respectivos índice, medio, anular y meñique de siempre. Imaginó las ventosas en sus palmas y brazos hacerse pequeñas hasta desaparecer en la piel, como si fuese algún grano cuando se seca. También imaginó la rigidez ósea retornando a sus extremidades, proporcionándole una estructura cubierta de carne. Sí, así es como debían de ser sus brazos.

El agua aún seguía cayendo sobre su cabeza. Poco a poco comenzó a abrir los ojos con la esperanza de haber hecho algún progreso. Cuando volvió a mirar sus manos casi se echa a llorar de la alegría. Habían vuelto, sus brazos humanos habían vuelto a la normalidad. Se abrazó a sí mismo para volver a sentir el tacto de su propia piel, pero un dolor punzante cerca del hombro lo hizo estremecer. Se miró la mano con la que se había tocado el brazo derecho. Sangre. Pronto se fijó en su extremidad y observó el hoyo que esta tenía. Un pequeño recuerdo fugaz pasó por su cabeza, y pudo ver el momento en el que le clavó el bolígrafo a Derek para defenderse.

— Parece que también tendré que encargarme de esto. Dolerá mañana —se tocó un poco cerca de la herida—. ¡Ay! —Quitó la mano tan rápido como pudo en cuanto sintió el dolor—. Y también duele ahora.

Terminó de duchase, limpió la herida con alcohol y luego se vendó el brazo para parar el sangrado. Tenía ropa de recambio en el baño para cuando fuese a ducharse, así que se puso el pantalón de pijama que utilizaba para dormir y una camiseta blanca holgada de mangas cortas.

Dejó toda la ropa sucia en el cesto y luego se encaminó a su habitación, algo más tranquilo. Por fin podría dormir para intentar dejar atrás ese día infernal...

— Marco —dijo una voz femenina que él conocía muy bien.

Pero, al parecer, el día aún no había acabado del todo.

— Star —dijo este, un poco incómodo. A decir verdad, no esperaba encontrarse con ella en el medio del pasillo. Esta vestía el típico camisón que usaba para dormir y sus antifaces ajustados en su frente.

La chica saltó hacia él y le dio un fuerte abrazo.

— ¡Ay! —soltó este. A lo que la chica se alejó de él al oír su quejido.

— ¿Estás bien? —Al preguntar eso sus ojos se desviaron al brazo del muchacho. Su cara se tornó en una de sorpresa y un poco de espanto—. Tu brazo —señaló. Levantó un poco de la manga que recubría el vendaje, y vio una mancha roja—. Estás sangrando —los ojos de Star se posaron sobre los de Marco, esta hizo un gesto de reproche y luego se aproximó al chico—. ¿Quién te hizo esto?

El chico se sintió un poco acorralado por la repentina reacción de la chica, así que dio un paso atrás para dejar que corriera el aire entre ellos. Alzó sus manos y las puso delante como si fuesen un escudo para defenderse de las preguntas de la chica.

— Tranquila, Star, nadie me hizo nada. Lo que sucede es que yo... —desvió la mirada un momento e intentó pensar en una excusa creíble. Pero no era fácil, sabía que tendría que darle alguna explicación a la chica en algún momento, aunque justo ahora no era cuando él lo había previsto— estaba practicando karate en mi habitación. Sin querer di una patada en el aire que me hizo perder el equilibrio y caí sobre el escritorio con la mala suerte de clavarme un bolígrafo en el brazo.

— Dios mío, Marco. ¿Estás bien? Deberías ser más cuidadoso —tomó el brazo del muchacho y le echó una mirada más de cerca a la herida.

Marco quiso evitar generar más sospechas en Star, así que apartó el brazo e intentó calmarla.

— Tranquila, solo fue un pequeño agujero. En realidad, esto no es nada —sí lo era. El bolígrafo le había llegado hasta la capa externa del músculo, y cuando el cuerpo se le había enfriado después de ducharse el dolor remanó en él.

— ¿Seguro? —no parecía muy convencida.

— Sí, en serio —dijo agitando la mano para restarle importancia al asunto. El problema es que Marco había agitado la mano derecha, lo que le propinó una buena dosis de dolor, por lo que este se forzó a sonreír y apretar los dientes para evitar gritar como un condenado.

Star aún se mostraba dudosa, pero al final pareció aceptar las palabras de este.

— De acuerdo. Pero si no se te mejora te llevaré al curandero real —amenazó meneando el dedo índice.

Aquello hizo estremecer un poco al muchacho, porque, por lo que sabía, ese curandero solía utilizar sanguijuelas con frecuencia en sus tratamientos, incluso si se trataba de fiebre.

— Tranquila, se me pondrá bien. Por cierto, ¿qué tal las vacaciones familiares? —preguntó para intentar cambiar de tema.

— Oh, cierto —dijo abriendo la boca de sobremanera a la par que en sus ojos aparecía un brillo de emoción común en ella—. Hicimos de todo allí. Tengo un montón de cosas que contarte. Primero... —esta se le quedó mirando—. Te ves algo cansado —soltó—, y eso que soy yo quien acaba de llegar del viaje.

— Eh, yo... —se puso un poco incómodo.

— No te preocupes. Mañana tendremos todo un día entero para hablar de mis vacaciones. Ah, y como pasé mucho tiempo con Tom estos días decidí dedicarte un poco más de tiempo a ti —esta se acercó al muchacho y se colocó a su izquierda, lo rodeó con su brazo por el torso y pegó su mejilla con la de él—. A partir de mañana seremos inseparables —decía mientras dibujaba un arco con su mano libre, como si fuese un arcoíris. Luego se separó de golpe—. Así que será mejor que descanses. Hasta mañana —se despidió y luego se fue dando saltitos por el pasillo.

Marco solo sonrió y la vio alejarse mientras negaba con la cabeza.

— Sigue igual que siempre, viene y se va como si fuese un tornado.

Terminado su pequeño encuentro fortuito, se fue, de una vez por todas, a su habitación para luego meterse en la cama. Soltó un largo suspiro, y pensó que aquel día podría ser uno en los cuales más suspiros había dado hasta ahora.

Mañana sería un día duro. Star pasaría todo el tiempo que pudiese con él. Quizá unos días o quizá un par de semanas, así que tendría que levantarse temprano para pensar en cómo contarle lo de Eclipsa. Star no solía despertarse temprano, y contaba que menos en esta ocasión (después de llegar de un largo viaje). Así que solo necesitaba intentar dormir lo antes posible y recuperar energías cuanto antes.

Intentó dejar el brazo lo más cómodo posible para que el dolor no le molestase. Y cerró los ojos con la intención de conciliar el sueño. Pero no podía evitar que los pensamientos vinieran a él. Cuando vio a Star por el pasillo, sí, se asustó al ver que esta comenzaría a preguntarle cosas, pero también se alegró de volver a ver a su amiga. Mas echó a faltar ese pequeño cosquilleo que a veces notaba al estar cerca de ella. Quisa era un indicio de que los sentimientos que tenía por ella se estaban desvaneciendo. Y eso le resultó un tanto triste. Tanto tiempo perdiendo la cabeza y las emociones por la muchacha, y ahora que ella se había mostrado feliz de verlo, tan solo se sintió contento de tener a su amiga de vuelta. Pero nada más.

Sonrió con melancolía y se cubrió los ojos con el antebrazo de su extremidad sana.

— Idiota, ¿acaso no era esto lo que querías? —se dijo a sí mismo.

Sin darse cuenta, el muchacho había dejado atrás la parte más intensa de su sentimiento hacia Star, y percatarse de ello no fue tan tranquilizador como a él le hubiera gustado. Supuso que, al final, el tiempo siempre acababa arreglándolo todo.

— ¿No es así, Eclipsa? —dijo sin siquiera pensarlo. Entonces quitó su brazo de delante—. ¿Por qué dije eso?

De repente volvieron a la cabeza aquellas palabras que el brazo monstruoso le había dicho. "Le has tomado mucho cariño", y Marco lo había negado, "Entonces ¿por qué tu corazón se acelera cuando ella se acerca más de la cuenta? ¿Por qué te pones nervioso si ella te mira a los ojos o te toca la mano?". Aquellas palabras resonaban con fuerza.

Se llevó la mano al pecho y se apretó el lugar en donde estaba su corazón. Recordó lo preocupado que estuvo cuando vio a Eclipsa suspendida en el aire a punto de ser lanzada por el brazo monstruoso. Y no podía olvidar el alivio que sintió cuando la abrazó con fuerza en su habitación y se largó a llorar por haber podido salvarla.

Notó la misma presión en el pecho que había sentido en ese momento. Estaba completamente estresado, pero también aliviado por Eclipsa. Esas emociones aún remanaban en él.

Se sintió un poco acalorado e incómodo cubierto por su manta. Así que se la quitó de encima de un tirón y volvió a cubrirse los ojos usando su brazo sano.

— Maldición. Y yo que quería dormirme pronto.

Sumido en un sueño profundo, Marco se volteó en el colchón de forma involuntaria, apoyando el cuerpo encima de su brazo. Rápido, el dolor le recorrió todo el cuerpo como si se tratase de una descarga de electricidad y lo obligó a despertarse de mala gana.

— ¡Ay! —se quejó, cayéndose de la cama. Comenzó a girar en el suelo como si fuese un trompo, usando su brazo bueno como apoyo, debido al dolor.

Tras un rato agonizante, se levantó mientras se acariciaba su brazo herido con sumo cuidado para intentar aliviar el dolor. Miró por la ventana y se fijó en que el sol brillaba con fuerza. Este estaba en un punto alto del horizonte. Debía de ser un poco tarde. Dejó de intentar calcular la hora usando la posición del sol y se fijó en el reloj de Mackie Hand que tenía en su escritorio.

— ¿¡Las once!? —dijo, perplejo.

Comenzó a buscar ropa en su armario y se cambió dando algunos tropiezos y peleándose con los pantalones. Eso le recordó a la primera vez que había llegado tarde al colegio. Ese día se le había roto el despertador. Desde entonces, Marco le dijo a su madre que si para cuando ella se despertase él no estaba en el comedor, que lo llamase.

Se tomó más tiempo del esperado para vestirse debido a la herida en su brazo. Pero, en cuanto estuvo listo, corrió a la cocina para desayunar algo. Star no estaba allí. Eso era bueno, le daría más tiempo para pensar en cómo explicarle la situación actual entre él y Eclipsa... Eso es. Con un poco de suerte, Marco podría llegar hasta la torre de Eclipsa sin cruzarse con Star por el camino y así hablar con ella para ver cómo le explicarían todo lo sucedido a la chica.

Salió al jardín aun con un trozo de pan con mermelada entre sus dientes, y se fue directo a la torre. Cuando llego a esta terminó de tragar su pan y luego respiró de forma agitada. Miró hacia la torre y arrugó los labios, a sabiendas de que no podría escalar esta vez. Su única opción era ir por las escaleras y esperar que, por algún casual, los guardias que resguardaban la puerta a la habitación de la mujer estuviesen dormidos.

Subió los escalones de dos en dos y se detuvo antes de llegar al umbral de luz que destellaba al final de las escaleras. Desde allí no podía ver a los guardias, ni ellos a él. Intentó afinar el oído y escuchar alguna conversación o algo que le indicase que los guardias estaban despiertos, pero no oyó nada. Poco a poco subió el resto de escalones y asomó la cabeza para ver a los guardias. Para su suerte, estos estaban con la cabeza baja, apoyados en sus lanzas y con los ojos cerrados. "Bien", dijo para sus adentros.

Fue hasta la puerta y la abrió de par en par, con cuidado de no golpearla contra la pared. No se preocupó en llamar, pues a esas horas la mujer no tendría que estar haciendo nada comprometido.

— Eclipsa... —dijo al entrar, sin alzar mucho la voz. Pero, en un segundo, se quedó mudo.

— Hola, Marco —saludó ella con su sonrisa habitual mientras sostenía una taza de té, el cual aún desprendía humo.

El caso es que Eclipsa no se encontraba sola.

— Ey, Marco —saludó su acompañante.

Frente a Eclipsa estaba Star, sentada sobre una silla, también con una taza de té entre sus manos. Por un momento, el muchacho se quedó paralizado, sin saber qué decir. La rubia lo miró extrañado. Quizás sería por la expresión en su cara, o quizás sería porque no había dicho nada en, por lo menos, quince segundos.

— Un momento, por favor —pidió, alzando el dedo índice.

Cerró la puerta de la habitación con sumo cuidado y luego se giró con calma a las chicas. Respiró hondo y volvió la mirada hacia Star.

— Star, ¿qué haces aquí? —no supo bien con qué tono había hecho esa pregunta.

— Nada, solo vine a visitar a Eclipsa después de estar tanto tiempo fuera del reino.

— Pensé que querrías que desayunásemos juntos.

— Sí, pero estabas durmiendo. Y tú nunca duermes tanto, así que pensé que lo mejor sería dejarte descansar —explicó esta.

Marco maldijo para sus adentros. Su cansancio había jugado en su contra, y ahora estaba en una situación peliaguda.

— Por cierto, no sabía que Eclipsa y tú eran amigos —dijo esta, con una sonrisa inocente.

— ¿Qué...? —preguntó este, incrédulo ante lo que oía.

— Sí, Eclipsa me lo contó todo.

De nuevo, el muchacho maldijo para sus adentros. ¿Qué le habría contado Eclipsa? ¿Acaso no había tenido reparo alguno en contar todo lo de sus aventuras y del incidente que tuvieron? ¿Qué pensaría Star de él? Espera, ¿Star estaría al tanto de lo de la magia oscura? ¿Qué iba a hacer ahora?

— Entonces tú también lo crees, ¿no? —le estaba hablando. Tenía que decirle algo.

— Ehhh... creer ¿qué?

— Que Eclipsa es una buena mewmana.

Espera, eso no era nada malo.

— Ehhh... sí, lo creo.

— ¿Verdad? Alguien como ella no puede ser malvada —señaló a la mujer usando su mano—. Pero mi madre y el resto de la Alta Comisión Mágica no quieren creerlo. Pero si tú, un humano ajeno a todo esto, piensas que ella es alguien buena, entonces, a lo mejor, ellos también pueden pensarlo.

Qué extraño. Star no parecía extrañada ni alarmada, ni nada que se le pareciese. Solo se mostraba alegre, como siempre.

Un brillo de luz solar se hizo fuerte durante un instante e hizo brillar el cabello rubio de la chica.

En ese momento Marco recordó algo. Star no era la clase de persona que se alarmase por cualquier cosa, más bien, ese era él. Pero la chica seguía siendo la misma estrella alegre y brillante en el firmamento que él recordaba.

— Con tu ayuda, Marco, podríamos conseguir que ella salga absuelta en el juicio —decía, ilusionada.

El muchacho sonrió, y le devolvió la mirada a su amiga.

— Seguro.

— Oh, chicos, no tienen que preocuparse tanto por mí —dijo Eclipsa—. Además, aún no le he dicho a Star lo que aprendiste mientras no estaba.

— Ah, ¿sí? —dijo esta, y se giró al muchacho— ¿Qué aprendiste, Marco?

— Ah, yo...

— Le enseñé a utilizar magia oscura —ayudó Eclipsa, llamando momentáneamente la atención de Star.

Esta abrió la boca y los ojos se le llenaron de brillos destellante de la emoción. Comenzó a saltar hacia Marco con mucha energía.

— ¿Es eso cierto? —preguntó, ilusionada.

Ya no había nada que esconder.

— Pues sí, es verdad. He aprendido a usar magia oscura.

De pronto Star se acercó a él, casi echándose encima del pobre muchacho

— Eso es genial. Invoca algo.

— ¿Eh?

— Sí, lo que sea. Un caballo apocalíptico de pelaje oscuro y ojos rojos, una tormenta de arañas asesinas, una noche tan oscura que no haya luz capaz de...

— No puedo hacer nada de eso.

— Oh, no pasa nada. Cualquier cosa me vale. ¿Qué puedes hacer?

El muchacho se distanció un poquito de ella para que corriera el aire y colocó su mano como si pidiese una moneda.

— Dame tu mano.

— Claro. Solo asegúrate de que mi brazo vuelva a crecer si lo haces explotar.

— No haré explotar tu brazo, tonta.

— Oh, ¿entonces, me vas a transformar en algo?, como un golem, o quizás un lagarto, o a lo mejor quieras... ¡ay! —se quejó esta cuando sintió que le estaban extrayendo la energía. Rápidamente quitó el brazo y apuntó a Marco con su varita.

— Marco Díaz, ¿qué fue eso? —dijo esta con voz histérica.

— Nada, era un hechizo de drenar vida. Solo te quité un poco de energía.

— Deberías haberme avisado —se quejó esta—. Hazlo otra vez.

El muchacho se comenzó a reír al ver la respuesta de la chica.

Sí, se había preocupado por nada. Star seguía siendo la misma de siempre: alguien en quien podía confiar, alguien que seguía siendo la persona que él conocía, su amiga.


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Comentarios del escritor:

Entonces Marcos se levantó de cayó de la cama y se golpeó el brazo jodido.

— Pero la reputa madre —dijo el chavón.

Entonces Estrellita entró por la puerta al escuchar el quilombo.

— Marcó, ¿qué te pasó?

— Me hice mierda el brazo.

— A ver, dajame ver.

El guachó se movió un poco para dejar que su amiga examinase su herida. Estrellita vio una mancha horrible de sangre y prefirió callarse.

— ¿Y? ¿Está feo el asunto? —preguntó Marcos, al ver que su amiga no contestaba.

— Yyy... no, no. Está todo piola.

— ¿Posta? —dijo, dudoso.

Se miró el brazo y al pibe casi se le escapó otra puteada cuando vio lo fiero que estaba.

— ¿A vos te parece que esto está piola? —dijo, histérico.

— Marcos, no seas un exagerado.

— Boluda, se me va a caer el brazo. ¿Y vos querés que no exagere? —se llevó la mano sana a la cabeza—. Ay, dios, ¿y yo ahora que mierda hago?

— Pará, déjame que llamo a alguien.

— No, Estrella, no. Dejá —pero la rubia se fue antes de que pudiera escucharlo.

Al toque volvió y se trajo con ella a la flaca colorada.

— Marcos, ¿qué hiciste? —preguntó la pelirroja.

— Estrella, ¿por qué trajiste a Helda acá?

— No sé, agarré a la primera persona que me encontré por el camino —dijo, encogiéndose de hombros.

— Mirá, mejor rajá de acá y andá a rezarle al santo para que te dé un poco de sentido común.

— Uy, dale —y se fue, dejando a Marcos a solas con Helda.

— Bueno, Marquitos —dijo esta con voz pícara—, me parece a mí que vas a necesitar especial atención.

— Ehhh... Helda, mirá, yo...

— Shhh, vos quédate tranquilo. Cerramos la puerta con llave para que nadie moleste. Bajamos la cortina para que no te moleste el sol. Y apagamos la luz para que nadie nos vea, porque de esta parte no se puede enterar nadie...

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Otra semana con vida. La cuarentena se sigue extendiendo, pero no me quejo, yo nací para estar encerrado XD. Espero que todos estén sanos y seguros en sus hogares, y que la lectura los ayude a pasar rápido estos tiempos tan duros que viven algunos.

Sí te gustó el capítulo deja un like, o mejor aún, escribe un comentario, el que sea, sin importar que estés leyendo esto después de uno o dos años de su publicación, siempre me alegra leer los comentarios de mis lectores.

Gracias por el apoyo, y nos vemos en la próxima ocasión.

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