Capítulo 1: Un pasado oscuro
El amor no entiende de edades ni especies, solo entiende a un corazón puro y sincero.
— Anónimo
Mewni hace más de trescientos años:
Podrían haber esperado a capturarlos y darles un juicio justo, pero, al parecer, el odio y la rabia que se había gestado en ellos los había tornado en seres irracionales que se dejaban guiar por las emociones y la intuición. Quizá por eso no parecían tener una sola sombra de duda en su mirada al intentar capturarlos.
— Eclipsa, se te acusa de alta traición por engañar a tu marido y tomar a un monstruo por esposo —dijo Omnitraxus apuntando a Globgor, quien estaba siendo contenido por Hekapoo y sus clones por medio del uso de cuerdas—. Aquí y ahora serás condenada a pasar el resto de tu vida cristalizada, al igual que tu amante.
Globgor gritaba con furia y se removía entre las cuerdas que intentaban contenerlo. Algunos de los clones fueron golpeados y se convirtieron en humo al recibir el impacto. El monstruo estaba decidido a liberarse para salvar a su esposa y salir de allí.
Mientras tanto Hekapoo tiraba tan fuerte de las cuerdas como podía junto a sus clones, pero el tamaño y la fuerza del monstruo estaban superándola. Apretaba los dientes con fuerza mientras no se disponía a darse por vencida.
— Rhombulus —gritó la forjadora—, cristalízalo de una vez.
— Entendido —respondió el tipo de cristal—. Vamos chicos, detengamos a ese monstruo —les dijo a las serpientes de sus manos.
— Ahora mismo —respondieron ambas.
De sus manos serpientes salió disparado un rayo que comenzó a aprisionar a Globgor en un cristal macizo desde los pies y hacia arriba. En ese momento Hekapoo y sus clones dejaron de sostener las cuerdas; ya no hacían falta.
El monstruo intentó liberarse de aquella especie de congelación, pero era incapaz de mover nada de cintura para abajo, y cada vez menos.
En ese momento dos clones atraparon a Eclipsa de sus manos y la retuvieron.
— No —dijo esta, mirando a su marido.
Globgor se fijó en su mujer y en cómo esta era inmovilizada. Rugió de furia y se giró hacia los miembros de la alta comisión.
— Malditos, yo mismo me encargare de acabar con ustedes algún... —comenzó a amenazar el monstruo, pero no fue capaz de terminar antes de que la cristalización terminase.
— Uno menos —indicó el tipo con cabeza de cristal.
— ¡Cariño! —gritó Eclipsa con lágrimas en los ojos.
Sabía que nadie lo aceptaría, era consciente de ello, pero no soportaba la idea de seguir aguantando por más tiempo a su esposo mewmano. Solo era un tipo estirado que no le importaba nada que no fuera comer, beber y lucir elegante. Ella nunca estuvo de acuerdo en concebir aquel matrimonio, pero calló por amor a su madre y decidió intentar buscar en el rey Shastacan algún leve sentimiento de cariño al cual pudiera aferrarse y así hacer su reinado junto a él más llevadero, pero fue incapaz de tan siquiera hallar nada bueno o interesante en ese hombre.
El día que se encontró con Globgor supo que había estado siendo la carcelera de su propio corazón durante muchos años, y que a partir de ese día no se mentiría más. Lo daría todo y lo dejaría todo por Globgor, su auténtico amor. En verdad estuvo dispuesta a abandonar el reino y así no perjudicar a nadie con sus acciones, pero, al parecer, eso no fue suficiente para los miembros de la Alta Comisión Mágica.
— ¿Por qué hacen esto? Nosotros no le hicimos nada malo a nadie.
— Abandonar el reino para intimar con un monstruo es motivo de alta traición, su Majestad, y más aún si quien abandona el reino es la propia corona. ¿Sabe acaso como se tomará esto el pueblo? —le respondió Omnitraxus.
— Esto no tiene nada que ver con el reino, esto solo se trata de mí y el hombre al que amo, jamás haría algo para dañar al pueblo.
— ¿Y qué hay del rey Shastacan?, él llora por su pérdida —intervino Rhombulus.
— Shastacan nunca me quiso y ustedes lo saben. Ni siquiera tuvo el valor de venir hasta aquí para verme antes de que me sentencien.
— Bueno, es que él... tenía asuntos importantes que atender —se defendió este.
En ese momento, en el castillo de Mewni.
— Rey Shastacan, ¿prefiere este modelo de cortinas —dijo un sirviente de los reyes, mostrándole una tela roja con acabados dorados en los bordes—, o prefiere este modelo? —le mostró la otra tela que era de color verde con dibujos de mazorcas en ella.
— Oh, por favor, la primera —respondió entre indignado y con cierta repugnancia—. Déjales las mazorcas a los campesinos.
— Como usted ordene su Majestad.
— De cualquier forma —dijo Rhombulus queriendo retomar el tema—, has sido malvada y por eso es por lo que serás cristalizada.
— Meh, meeeh meh —pronunció el canciller, poniendo por primera vez su palabra en la situación.
— Así es, el canciller tiene razón, haber huido tampoco no ayuda a demostrar tu inocencia.
— ¿A caso si les hubiese dicho que me iba a ir del castillo para pasar tiempo a solas con un monstruo del que estoy enamorada me habrían dejado?
Todos los miembros de la Alta Comisión se miraron entre ellos algo dudosos. Sabían a la perfección que no habrían permitido bajo ningún concepto ese tipo de comportamiento, así que no la habrían dejado salir. Pero ninguno de ellos quiso decir nada, pues eso habría significado darle a ella un punto a favor para justificar sus actos, aunque, a esas alturas, tampoco es que importase demasiado.
Aquella reacción no pasó desapercibida ante los ojos de Eclipsa, quien comprendió que llevaba razón. Dio un suspiro de cansancio y miró a todos de forma serena.
— Oigan sé que no está bien huir y dejar el reino, y sé que no está bien amar a un monstruo según dictan las viejas costumbres, pero de verdad, Globgor no es un monstruo malvado, hay muchos que no los son. Solo son seres vivos como nosotros que desean llevar sus vidas en paz. Si les dieran una oportunidad podrían darse cuenta de que mis palabras son ciertas, y podrían dejar de estar en guerra contra ellos, solo necesitan dar el primer paso.
De nuevo, todos los miembros volvieron a mirarse mutuamente, esta vez escépticos de las palabras de la mujer.
— Los monstruos en Mewni siempre han sido nuestros enemigos, y eso no parece haber cambiado ni un poco en los tiempos que corren —dijo Hekapoo mostrándose firme y recta—. Además, ¿ha olvidado que su madre dedicó su vida entera a luchar contra ellos para defender el reino, y que fueron los propios monstruos quienes acabaron con su vida al final?
— Meh.
— Sí, es verdad —añadió Rhombulus mientras apuntaba a la reina con sus manos.
Eclipsa se sintió algo dolida al recordar a su madre y la muerte que esta sufrió. Agachó la cabeza levemente. Tenía que admitir que ellos tenían la razón en eso, pero nunca llegaría la paz al reino si seguían arrastrando ese rencor por siempre.
— Reina Eclipsa, me temo que es muy arriesgado para el reino hacer algo como eso. El enemigo podría tomar ventaja de ello y acabar con nosotros, así que, como comprenderás, ninguno de nosotros puede compartir la opinión que tienes acerca de los monstruos —habló Omnitraxus—. Es por eso por lo que no nos queda más opción que cristalizarte.
La mujer alzó la cabeza mostrando una leve sonrisa repleta de sinceridad y entendimiento.
— Entiendo que no se sientan seguros con esa posibilidad, han sido muchos años de batallas y pérdidas que no es fácil pensar que se podría llegar a un tiempo de paz con aquellos a los que consideran nuestros enemigos. Es por eso por lo que yo no les guardaré rencor... solo espero que algún día lleguen a entender que no todos los monstruos son iguales, y que también entiendan por qué hice lo que hice.
Omnitraxus se mantuvo impasible ante las palabras de la mujer, sin embargo, la situación no le gustaba más que a ella, pues, a pesar de sus últimos actos, había sido una reina ejemplar que había demostrado preocupación por su reino y la gente que lo habitaba. Incluso él y sus compañeros habían llegado a pasar por alto el hecho de que se hubiese convertido en una usuaria de la magia oscura, pero esto último ya no podía ser pasado por alto.
— Lo siento reina Eclipsa, no creo que tiempos así puedan llegar a este reino algún día —respondió el tipo de la calavera.
Ningún miembro más añadió nada, pues el señor del tiempo ya había dicho lo que todos pensaban.
— Rhombulus... cristaliza a la reina.
— Ahora mismo —respondió obediente, pero tuvo que admitir que dudó un pequeño instante antes de hacerlo.
El rayo cristalizante comenzó a recubrir los pies de Eclipsa con el mismo cristal que aprisionó a su monstruoso esposo. Los clones se alejaron de ella y dejaron que Rhombulus pudiera acabar con su trabajo.
Eclipsa fue notando como su cuerpo poco a poco era recubierto por un material duro y cristalino. En sus últimos momentos de conciencia les dedicó una mirada a todos los miembros de la Alta Comisión, pero no añadió palabra alguna, pues ya había dicho todo lo que tenía que decir.
Dibujó una leve sonrisa melancólica en su rostro hasta que finalmente todo se desvaneció.
Mewni hace poco más de quince años:
No era capaz de ver, de oír u oler, mucho menos de sentir nada físico, incluso, era incapaz de pensar en ese estado, pero la esencia de la magia se comportaba como un sexto sentido único para aquellos que la poseen. Con esto ella fue capaz de sentir la esencia de la magia vibrar en otro ser que se acercaba cada vez más, pero solo fue capaz de percibir aquella esencia porque era prácticamente igual a la que su linaje poseía.
Algo inesperado e inexplicable ocurrió en ese momento. Su cuerpo se había inclinado hacia adelante y su cabeza había caído deliberadamente contra algo duro, pero tanto sus antebrazos como el resto de su cuerpo de cintura para abajo eran incapaces de moverse. La conciencia volvía a estar presente en su ser, era capaz de pensar nuevamente, incluso de sentir. Pero Eclipsa aún se sentía anonadada por aquella situación, era incapaz de ver, pero poco a poco la vista se le aclaraba, mas lo primordial en ese momento era volver a respirar.
— Bueno, yo ya hice mi parte, ahora me voy —oyó una voz familiar, la cual parecía escucharse asustada.
— ¿Qué? —dijo otra, la de una chica, en la que podía sentir una ligera conexión que le resultaba familiar.
— Avísame si te encuentras en problemas—decía la otra voz mientras se alejaba cada vez más.
Se dio cuenta de que estaba a punto de asfixiarse, y como si fuese un acto reflejo sus pulmones decidieron obligarla a respirar, lo que hizo que se levantara con cierta brusquedad mientras respiraba agitada. Su vista se había aclarado lo suficiente como para visualizar su alrededor: se encontraba en la cueva en donde la Alta Comisión Mágica guardaba a todos los prisioneros cristalizados. Al parecer había sido parcialmente descristalizada. Miró hacia abajo, aun respirando con inquietud, y vio a una joven princesa que le apuntaba con una varita: la varita mágica.
La situación le generaba una pregunta por cada segundo que pasaba, y se sintió tentada a comenzar a preguntarle a la chica cada una de ellas para esclarecer la situación, pero una sensación de vacío en su estómago la obligó a centrarse en lo más importante primero.
— Be cuatro —consiguió pronunciar sin mucha dificultad.
— ¿Be cuatro...? —dijo la chica confundida, aun con la varita apuntándole— ¿A qué te refieres?
— Be cuatro, be cuatro, be cuatro —repitió con cierta desesperación a la par que miraba a la máquina expendedora que estaba convenientemente ubicada en la pared de la cueva.
La joven se giró y pareció entender lo que la mujer le estaba pidiendo.
— ¿Quieres el dulce? —preguntó esta al ver la tecla be cuatro de la máquina en donde se encontraba la golosina snookers.
Rápido Eclipsa asintió a la vez que continuó repitiendo el código de la tecla. En seguida la niña de cabello plateado sacó uno de los snookers y se lo entregó a Eclipsa, quien tuvo que sacar su mano derecha a la fuerza deslizándolo por el guante atrapado en el cristal para tomar el dulce.
Cuando tuvo en su poder aquella golosina olvidó por completo los modales que tanto tiempo se le habían inculcado y le dio un enorme bocado al dulce, bocado que se esmeró en disfrutar como si fuera una niña pequeña. Una vez que notó el azúcar pasar por su lengua ya sintió que podía esclarecer sus pensamientos.
— ¿Cuánto tiempo llevo cristalizada?
Algo dudosa, la joven miró a ambos lados.
— Mas o menos... trescientos años.
La sorpresa por el tiempo transcurrido hizo pensar a Eclipsa que iba a atragantarse con el trozo de snookers que tenía en la boca, pero al final lo tragó sin problemas.
— Trescientos años... —se quedó perpleja un momento, pero eso no evitó que siguiese disfrutando de su dulce—. ¿Y tú quién eres?
La joven que en un principio se había mostrado confundida ahora se había puesto seria.
— Mi nombre es Moon Butterfly y soy la reina de Mewni.
— ¿Reina? Pero te ves muy joven para ser reina —señaló al ver la edad que aparentaba la chica—, a menos que tu madre... oh, cielo santo.
Al oír las palabras de Eclipsa, un par de lágrimas se escaparon de los ojos plateados de Moon.
— Oh, lo siento tanto. Comprendo tu dolor, yo también perdí a mi madre cuando era un poco más mayor que tú.
Moon al oír esas palabras no pudo evitar que el dolor de la reciente pérdida de su madre le afectase. Un par de lagrimas resbalaron por sus mejillas mientras su cuerpo comenzaba a temblar levemente.
— Desde que ella se fue todo el mundo espera que tome decisiones... No soy una reina con experiencia como para poder dirigir todo un reino, ni... ni siquiera puedo decidir qué chico me gusta. Yo... —se congelo un momento a media palabra e intentó recobrar la calma. Se llevó el brazo al rostro y con este secó sus lágrimas, luego volvió a apuntar a Eclipsa y a ponerse seria— No importa, después de todo no es eso por lo que vine aquí. El reino está en peligro y necesito de tus conocimientos para salvarlo.
Eclipsa frunció el ceño entre sorprendida e intrigada.
— ¿Qué necesitas?
— Necesito un hechizo que sea capaz de matar a algo que es inmortal.
— Inmortal...
— Sí. ¿Puedes ayudarme?
Antes de responder Eclipsa meditó la situación. Tenía ante ella la oportunidad de volver a caminar por Mewni, y al haber una nueva gobernante no tendría que preocuparse de que se fijen en ella... tal vez. También tendría la oportunidad de buscar la forma de descristalizar a su esposo. Sin duda intentaría sacar partido de la situación.
— Puedo ayudarte, pero el hechizo que solicitas requiere de un contrato entre reinas. Una vez que tu objetivo haya sido eliminado tendrás que darme algo a cambio —explicó esperando la respuesta de la joven.
Esta entornó un poco la mirada y meditó sus palabras durante unos instantes.
— Habla —dijo al fin.
— Quiero mi libertad.
— ¿Qué?
— Se que puedo estar pidiendo mucho debido quien soy, o lo que el reino me considera que soy, pero en verdad me gustaría ser libre para volver a caminar por este lugar, ver las plantas e incluso comer alguno de esos pastelillos con dibujitos bonitos —al decir eso soltó una pequeña risita que duró lo mismo que el aleteo de una mosca y se llevó la mano a los labios.
Moon no se decidió al instante, se quedó mirando su varita mientras evaluaba la oferta con detenimiento, hasta que al fin pareció tomar una decisión.
— Está bien, acepto. Cuando destruya al enemigo inmortal tú serás libre, así me aseguraré de que tu hechizo funciona.
— Me parece justo.
— Pero no sé cómo sacarte de ahí.
— Tranquila, un contrato entre dos Butterfly es más fuerte que cualquier prisión de cristal, solo necesitas darme la mano.
— De acuerdo...
La chica de cabellos plateados se aproximó a Eclipsa y le extendió la mano. Cuando ambas se estrecharon las manos sus mejillas comenzaron a brillar y una cinta arcana envolvió los brazos de ambas y selló el contrato que hubieron definido.
— Bien, ya está —dijo Eclipsa—. Ahora, acércate para que te diga el hechizo.
La joven, un poco más segura se acercó a Eclipsa y puso su oído para que esta le dijese las palabras que tenía que recitar.
Eclipsa le susurró el hechizo para que nadie más lo oyese, a pesar de que no había nadie presente allí a parte de ellas dos.
— Y después de eso debes apuntar justo a su corazón —terminó de explicar la mujer.
Justo en ese instante un rayo cristalizador volvió a poner a Eclipsa en su antiguo estado de suspensión sin que pudiese siquiera reaccionar.
— Rhombulus, ¿por qué hiciste eso? —inquirió Moon con cierto tono de enfado en su voz.
— ¿Qué? Te dijo lo que necesitabas, ¿no? Ya no la necesitamos despierta.
— Bueno, eso es verdad, pero yo... —se quedó mirando un momento la imagen cristalizada de Eclipsa, antes de salir de la cueva junto con el tipo de cristal para no volver allí nunca más.
Mewni en la actualidad:
De nuevo volvió a producirse el mismo fenómeno que el de aquella vez cuando la descristalizaron, pero esta vez era distinto, sí, esta vez no fue una descristalización progresiva. Más bien parecía que una fuerza arcana iba debilitando poco a poco la estructura del mineral, hasta que este, súbitamente, estalló.
De nuevo, Eclipsa quedó liberada, pero, a diferencia de la última vez, se sintió afín con la situación. Podía moverse con naturalidad y respirar con normalidad, también era capaz de ver sin problema alguno, aunque sí que tenía las piernas algo entumecidas, lo cual le producía una sensación similar a la de un millón de hormigas caminando por debajo de su piel. Era extraño e indoloro, pero desagradable.
Supo de inmediato que el contrato se había llevado a cabo finalmente, y que ahora podía moverse con libertad por el reino. Sí, libre para situarse en la época actual y para acostumbrase a esta antes de comenzar a buscar la forma de liberar a su marido.
Primero iba a hacer algo que hacía mucho tiempo tenía la necesidad de hacer.
— Necesito encontrar un baño y luego podré comenzar a explorar este lugar con más calma.
Dichas aquellas palabras, Eclipsa se dispuso a abandonar la cueva antes de... Volvió de golpe y sacó cuantos snookers pudo de la máquina expendedora.
— Solo unos pocos para sobrevivir —dijo cantarina.
Luego de hacer eso SÍ que se fue de la cueva para comenzar su nueva vida en Mewni.
—-—-—-—-—-—-—-—-—
Comentarios del escritor:
Entonces Eclipsa salió de su prisión de cristal y se sintió libre después de tanto tiempo atrapada. Sonrió con complacencia.
— Sorpresa, he vuelto —pronunció mostrando una sonrisa casi diabólica.
En ese momento Moon se encontraba disfrutando de una agradable merienda con River cuando de pronto un escalofrío estremecedor le recorrió por todo el cuerpo.
— ¿Estás bien, pastelito?
— No, siento como si el mal se aproximara.
A su vez en ese mismo momento Marco y Star se encontraban armando un rompecabezas tridimensional, cuando Marco sintió como un escalofrió estremecedor le recorrió todo el cuerpo.
— ¿Qué te ocurre, Marco?
— Sentí como si de pronto el harem que tengo a mi disposición hubiese crecido.
— Genial —suspiró esta con sarcasmo—, otra mujer más con la que debo competir. Bueno, al menos no es otro hombre —decía mientras miraba una imagen sacada de internet en donde Marco y Tom estaban más cariñosos que de costumbre.
— ¿Por qué conservas esa foto si no te gusta?
— Es para recordar lo poco que me gusta —soltó mezquina, alejando la foto de Marco.
—-—-—-—-—-—-—-—-—
Bien, como prometí, esta es la historia de marclipsa. Un comienzo que parece un prólogo, pero a mi criterio es necesario antes de "poner la carne en el asador", jeje. Espero que la historia sea de su agrado, y esperen futuras actualizaciones cada dos semanas.
Sí te gustó el capítulo deja un like, o mejor aún, escribe un comentario, el que sea, sin importar que estés leyendo esto después de uno o dos años de su publicación, siempre me alegra leer los comentarios de mis lectores.
Gracias por el apoyo, y nos vemos en la próxima ocasión.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro