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Primer Arco

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𝚙𝚎𝚘𝚙𝚕𝚎 𝚊𝚛𝚎 𝚜𝚝𝚛𝚊𝚗𝚐𝚎 | 𝚝𝚑𝚎 𝚍𝚘𝚘𝚛𝚜

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𝚞𝚗𝚘

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Toma su mochila color verde desgastado tan rápido como puede, en las esquinas parece estar casi rota pero en realidad es solo la misma tela consumida. Se ha hecho tarde, quería arreglar un poco su cabello, pero ha salido media hora después de sus clases —realmente no esperaba una pequeña junta por las actividades de los talleres que realmente no le importaban, menos aún cuando estaba próximo a titularse—, por lo que lo único que hace es ponerse un gorro sobre su alborotada cabellera. Toma sus llaves y, con una suave caricia, se despide de su pequeña gatita de pelaje negro y blanco que sólo lo había mirado con interés correr de un lado a otro, con sus orbes verdes que lo inspeccionan con curiosidad pero sin burla.

Sale corriendo tan rápido como sus pies le permiten, esquiva a personas y jadea tratando de ganar más aire ante el repentino ejercicio. Antes de entrar a aquella biblioteca, con tintes barrocos y escalones marmolados, inhala tratando de calmar su respiración. Siente demasiado calor con su chaqueta de mezclilla, pero no se atreve a quitársela, tardaría otro poco. 

Camina adentrándose haciendo que sus zapatos tengan sonido seco, esperando encontrar la misma mesa vacía. Sonríe cuando así es, aquel pequeño espacio está lo necesariamente cerca para tener una mejor visión del grupo de lectura, pero lo suficientemente lejos como para no parecer un entrometido.

Toma el libro que ha estado leyendo de manera más lenta debido a la interrupción de aquel grupo que tanto le gusta —sí, el grupo, no otra cosa—. Se sienta y comienza a pasear sus ojos por la gente, esperando con paciencia.

— Buenas tardes, ¿han llegado todos? Eso parece. —Una risa suena, es baja, tanto como para no interrumpir a los demás lectores ajenos al grupo— iniciaremos ya, entonces.

YoonGi sonríe y mira disimuladamente por encima de su libro, sus ojos pequeños se atreven a pasearse por cada uno de los presentes deteniéndose en el más alto, el que se levanta mientras lee, de cabello ligeramente largo en la nuca y en la frente, lentes redondos, piel morena y labios gruesos en exacta proporción al resto de sus rostro, corpulento y ligeramente delgado.

— Comenzaré leyendo un poco, ustedes leerán otro más e intercambiaremos ideas ¿mhh? 

Él responde un "sí", que es un susurro perdiéndose entre las páginas de su libro abierto, lo hace como respondiéndole al alto joven. No puede evitar sentirse avergonzado por eso, así que sus ojos se desvían con nervios al escuchar que él leerá, lo agradece porque  le gusta mucho su voz.

Al mismo tiempo siente algún tipo de impotencia, si hubiera estado en sus manos no habría dejado que esa voz marcara así su mente.

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𝚍𝚘𝚜

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Entre todas las lecturas y risas tímidas ha aprendido su nombre... es NamJoon, lo supo porque una chica, al preguntar algo trivial sobre una palabra, mencionó su nombre. "NamJoon-ah, ¿por qué el personaje va hacia...?" No supo más, en realidad no quería saberlo, se centró en lo bien que le quedaba el nombre, suave como las sonrisas y sus palabras, pero a la vez lo suficientemente brusco como su presencia.

Desde ese día ha pensado que posee nombre de autor.

Hoy, nuevamente, mira interesado al grupo. Quisiera opinar también sobre las lecturas que hacen, quisiera alzar su mano y decirle a aquel chico lo que piensa sobre tal poema, no le parece que el autor haya sido tan directo como los de la clase mencionan, sino sútil; pensaba, de hecho, que Antonio Machado no era tan fácil de comprender. Realmente quiere preguntar si su interpretación es correcta y quizás  recibir una sonrisa o al menos unas palabras...

Pero es tímido.

Como es costumbre, se limita a regresar su vista al libro y, al mismo tiempo, acomoda sus lentes de pasta delgada oscura, redondos y grandes, unos que le permiten a sus ojos mayor capacidad visual y menos cansancio, aunque no le gusta usarlos. Ya no hay nadie más que esté en el grupo, han acomodado las sillas despidiéndose con abrazos. Pero él sigue leyendo un rato más, en realidad puede hacerlo en su casa, con su pequeña gatita en sus piernas calentándole y ronroneando, lo que claramente sería más cómodo, pero sólo va una vez a la semana, lo hace únicamente para verlo... así que no es tan malo quedarse un rato más, ¿no?

Desde que lo escuchó sintió que quería ir con él y sentarse a su lado, sólo para atisbar el tono gueso, esa primera tarde que lo vió por accidente sintió rápidamente que le gustaba. No físicamente, no románticamente, sino de una forma que no sabría explicar...

¿Admiración?

Quizás.

Él lee de manera suave y seguida, con suspiros entre letras, calidez en el paladar sazonando las frases que entona haciendo que cualquiera que lo escuchara suspirara por sentirse en la posición de la narrativa. Leía como si viviera dentro del libro, como si él fuera el Cyrano de Bergerac entonando enamorado, como si estuviera enfrentándose al temible Drácula en la piel de un investigador, como si fuera el tímido Raskólnikov a merced de una vieja usurera.

Lee viviendo la tragedia, la comedia, el drama, el romance, lee como si pudiera absorber por sus manos los sentimientos ajenos y expresarlos con los lentos parpadeos de sus ojos.  Sus labios son creadores de emociones que YoonGi no puede evitar sentir.

Eso le gusta mucho.

Ya han sido poco más de dos meses desde que le gusta ir y escucharlo. Sobre todo porque son los viernes, y se siente como si fuera una descarga, un descanso sobre aquella semana que pudo haber sido pesada.

Ha pasado una hora después de sólo haber leído en la biblioteca y debe regresar a su casa, no tiene otra cosas que hacer, pero estar en la calle no es algo que le agrade. Quizás pueda ir a comprar algo, una comida sencilla para encerrarse todo el fin de semana.

Sí, suena como un buen plan.

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𝚝𝚛𝚎𝚜

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Al llegar a su casa lo primero que hace es quitarse el pesado suéter. Su gatita lo recibe ronroneando y paseándose entre sus piernas, enrollando su pequeña colita queriendo mimos de su dueño.

YoonGi sonríe y comienza a acariciarla, la toma suavemente por el vientre y la lleva hasta su sillón donde se sienta con ella.

— Hey, ya no deberías dejarme salir. ¿No eres algo así como la mamá de este sitio? Al menos deberías preocuparte cuando me voy. —Toca suavemente con su dedo índice la nariz de su mascota.

La gatita sigue retorciéndose entre ronroneos aún estando en sus piernas. YoonGi sonríe asintiendo, enterrando sus dedos entre su espalda para brindar mas caricias.

— En serio... verlo cada semana no es algo bueno, no como pensaba... —susurra sabiendo que cada día es más difícil olvidar su voz, es como si estuviera presionando su mente contra algo duro pero sin filo, al final, después de bastante tempo, una marca imborrable quedaría, una cicatriz cuya hendidura nunca sana— y... no tiene sentido.

La gatita acerca su pequeña nariz a la de YoonGi apoyándose en su pecho para poder alcanzarlo mejor, apenas roza la piel de su dueño e inmediatamente se acomoda para descansar. Parece que fuera una caricia de compasión...

— Ya sé, tienes razón. —Suspira rendido— igual iré a verlo la próxima semana.

..

Cuando sale de la ducha lo hace sintiéndose bien consigo mismo, el fin de semana parece ser agradable, sólo tiene que hacer unas cuántas compras para la semana, y entonces se encerrará para disfrutar como a él le gusta... con un par de películas, un libro y un viejo reproductor de discos que ya nadie usa, pero le gusta la sensación de ver los números reproduciendo las pistas, quizás también aproveche para limpiar un poco su cocina, no tiene demasiados trastes pero podría dejarla reluciente.

Nuevamente, con una caricia en su cabeza, se despide de su pequeña gatita que aún se encuentra en su cama. No quiere ir a comprar a un supermercado, los fines de semana suele haber demasiadas personas, pero es eso o morir. 

O quizás exagera. 

La verdad es que no tuvo el dinero suficiente para pasar antes, así que tiene que hacerlo ahora...

En el camino la música inunda sus oídos. Usualmente es distraído mientras camina, han habido ocasiones en las que ha pasado junto a amigos sin notarlo, pues va perdido en sus pensamientos.

Eso hubiera sido bueno en ese día.

Así no habría visto a aquel chico del taller en un pequeño restaurante frente al supermercado, comiendo solo... no parecía estar esperando a alguien, ya que su vista estaba centrada en la mesa y la comida, sus ojos fijos en un punto pero, seguramente, la mente vaciándose en otras cosas.

Si su distracción natural hubiera funcionado, entonces no se habría quedado como idiota mirándolo por más de siete minutos para luego irse lo más rápido que pudo, yéndose sólo porque él, NamJoon, le devolvió la mirada.

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𝚌𝚞𝚊𝚝𝚛𝚘

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La semana pasa nuevamente, ha llegado temprano de sus clases así que tiene tiempo para arreglar su cabello y decidir qué bufanda usará además de tomarse un merecido café antes de partir. Tiene una fascinación por dichas prendas, escoge la verde oscuro con detalles blancos en las puntas, piensa que se ve mejor con la ropa que ha elegido hoy.

Cuando tiene sus cosas listas camina hasta su cocina sacando una latita de alimentos para gatos. No siempre le da esto a su pequeña compañera, pero a veces le gusta consentirla, hoy es uno de esos días. Escucha los maullidos desesperados y sonríe sin evitarlo.

Una vez puesto el alimento, sale tranquilamente, el clima es frío pero perdona a aquellos que se abriguen bien, aunque hay nubes no parecen existir indicios de lluvia o fuertes vientos que traspasen las telas.

Ya dentro de la librería se topa con una no tan agradable sorpresa; un grupo de chicos están ocupando su mesa. Están platicando y riendo un poco, con libros entreabiertos en el escritorio, parecen ser escolares que sólo fueron a cumplir una tarea, y no la están haciendo bien.

Iría a tomar un lugar entre ellos, pero eso implicaría preguntarles si está libre e iniciar una conversación, corta, sin sentido, pero conversación al final de cuentas... y realmente no tiene muchas ganas de conocer a alguien más. Además, aun está el ruido que ellos mismos, producto de su juventud, provocarían.

Su elección es sentarse en una mesa más lejana, ahora no podrá verlo, pero al menos lo escuchará. Y estará bien con eso...

O eso pensaba, porque al sentarse se percata de que ni siquiera su voz se percibe correctamente. Suspirando, acerca una silla al balcón donde se encuentra, sólo para poder mirarlo y apreciar  mejor su voz, aunque también podría decir que lo hizo para recibir la luz de la ventana, si es que alguien se atrevía a preguntar. Debido a la posición, que se ha tornado incómoda sintiéndose expuesto, coloca sobre su cabeza el gorro de su sudadera, de esa manera espera pasar más desapercibido.

Nuevamente allí estaba, gastando hora y media de su vida, escuchando la voz de un hombre que no conoce, sonriendo entre las páginas de su libro por las bromas de aquel moreno... quizás el día ha sido incómodo, pero también valió la pena.

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𝚌𝚒𝚗𝚌𝚘

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Cuando termina el taller centra nuevamente su atención en el libro, no sin antes suspirar de manera fuerte. Quería entender por qué iba, no tenía demasiado sentido, podría leer en su casa, podría escuchar a alguien leer si lo busca en internet ¡Hay un montón de audiolibros!... pero no lo hace... ha pensado que quizás no debería cuestionarse más, mientras le agrade, irá, quiere pensar que su postura no es la un acosador, sino más bien es alguien que quisiera participar pero no se anima.

Media hora más pasa y se levanta, acomoda la bufanda en su cuello, podría marcharse ya mismo, pero quiere alguna distracción para el fin de semana. Sabe que tiene suerte que la misma biblioteca posea una parte trasera dedicada a la renta de películas, así que decide buscar entre ellas para encontrar algo interesante, le gusta que muchas de ellas tienen toques clásicos, sobre todo porque, buscarla gratis en internet, significa exponerse a virus.

Está buscando entre los estantes algo que llamase su atención, hasta que nota un título que suena interesante sobre todo por la portada ochentera.

The breakfast club

Es una película que uno de sus mejores amigos ha mencionado mucho últimamente. 

Sonríe, lo único malo es que está en el estante más alto, si bien no es alguien pequeño, sí posee una diferencia de  estatura comparando a los demás, sus amigos le hacen bromas sobre ello. Además, las cosas suelen hacerlas para personas más grandes, como las barras de seguridad en los camiones o en este caso las estanterías. ¡Mide 1.70! Eso ni siquiera es pequeño, ¡¿en qué mundo eso es pequeño?!

Jodidos estándares.

Frunce el ceño y busca algún banco que estuviera libre para poder subirse en él, en el fondo hay uno, ese será suficiente para alcanzar la película, de cualquier manera, aún necesita otras más para el domingo, así que aprovechará el sitio para mirar. Jala el banco haciendo un ruido seco que pasa desapercibido con rapidez, acomoda su mochila al frente y se sube.

— Ya deberías unirte a nuestro taller.

YoonGi se detiene al escuchar esa voz, reconoce ese tono, sabe de quién se trata. Su cuerpo se tensa e incluso aprieta la mochila contra su cuerpo ¿Le ha hablado? Oh no, no quiere girar, ahora mismo sólo está deseando que todo sea un mal sueño.

Debe mirar. Sería grosero no mirar... 

Gira su rostro con lentitud, las mejillas encendidas retornan a su palidez cuando, con el pecho relajado, nota que está hablando animadamente con otro chico. Suspira tranquilizándose, y se estira para alcanzar la película como si nada pasara.

Bien, no necesita otras, no quiere otras, quería, sí, pero ya no. No ahora que él está tan cerca, prefiere buscar algo en el repertorio de Netflix —ya le pedirá a sus amigos la cuenta aunque sea por un fin de semana— o indagar en cualquier sitio de internet, aun si eso significase virus... pasa con rapidez y timidez a su lado, no quiere oír otra palabra suya, no a esa distancia.

Pues su voz suena más fuerte de cerca y no sabe qué tanto le gusta.

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𝚜𝚎𝚒𝚜

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— Soy patético.

Habla mientras sirve un poco de agua caliente en su taza, escucha un maullido suave, tierno y delicado.

— No, no me gusta. No lo entenderías.

Al decir esto último su rostro se frunce pues un par de ojos verdes lo miran de manera insistente.

— No me agredas silenciosamente ¿Bien?

Suspira y se sienta pesadamente en el sillón. Su gatita lo mira y maulla después de cada frase formada por él, como si pudiera entenderlo.

— Es que... tiene algo, es como si quisiera conocerlo, pero no, no me gusta. Ya te lo dije ¿Está bien?

Señala con el dedo índice de manera acusatoria a su pequeña compañera que se está acicalando, su más fiel confidente.

— Ya sé, yo también quisiera saber el motivo... ¿Por qué me gusta ir si sólo lo escucho? ¿Tiene sentido?

..

Aunque ha estado meditando sobre ello durante toda la semana, nada le impide estar nuevamente en su cálido asiento esperando a que empiece el taller. Hoy leerán algo de Dostoievsky nuevamente, le emociona saber qué distintas voces dará NamJoon a los diálogos o qué reflexiones saldrán de esa vieja literatura.

Es fabuloso.

Así describe su experiencia. Agradece haber podido escuchar parte de Noches Blancas con la voz de aquel extraño. Sin embargo, antes de que empiecen las opiniones sobre dicho capítulo, el celular de YoonGi suena haciendo que los presentes giren a mirarlo. No es un tono estruendoso, de hecho, es el tono predeterminado del mismo celular, pero dada la calma del sitio parece que estuviera a un volumen exagerado.

Entre todos los que lo miran está él, NamJoon.

YoonGi siente su rostro caliente y sale corriendo rápidamente dispuesto a matar a quien le haya llamado, sus cosas se encuentran en el hombro, ha salido lo más rápido que pudo... es por eso que ha olvidado su libro.

Maldición.

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𝚜𝚒𝚎𝚝𝚎

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— Tae, no quiero ir... tengo planes... no, no. No es una novia, que no... aunque bueno, tengo una cita pendiente con Ginger. Sí, me importa más ella, sí, aunque sea un gato. —Suspira negando— adiós, adiós, no te drogues.

Cuelga y se recarga contra la pared. TaeHyung, compañero universitario y amigo de gran atractivo físico, con sus ojos color miel, piel tostada, cabello rizado café claro y mentón masculino, le ha insistido por más de treinta minutos sobre ir a una fiesta, pero a YoonGi no le agrada, conociéndolo, sabe que la fiesta se tratará de alcohol y conseguir a alguien para pasar la noche, para follar pues, aunque TaeHyung pueda bailar cualquier canción pop tierna, y suela hacer poses lindas en las fotos de su instagram, en su vida diaria goza de múltiples parejas, y no lo critica, es su vida y su cuerpo, pero eso simplemente no es para él. Y a veces se siente incómodo cuando le pregunta insistentemente pensando que no disfruta su vida.

Aún así, comparten muchas cosas como amigos: suele gustarles el cine viejo, compran la ropa en tiendas de segunda mano, tienen los mismos ideales políticos, y los mismos gustos en cuanto a bebidas, incluyendo el vino.

Gira su mochila para poder meter su celular e irse a casa, no tiene sentido regresar, el taller ya debió haber terminado.

Sin embargo nota su mochila abierta y  ve que ha dejado su libro, remueve sus pocas cosas con la esperanza de ver el tomo en cualquier esquina, pero no hay nada más. Se golpea mentalmente y regresa con pesadez... seguramente él ya debió haberse marchado, por lo que no pasará vergüenza.

Afortunadamente el tomo se encuentra en el mismo lugar donde lo dejó, sigue abierto en la misma página, agradece en silencio y, sin más, lo guarda.

..

Decide ir por algo de comida rápida, quizás una pizza instantánea que pueda meter en el microondas y una bolsa de papas ya que, nuevamente, el fin de semana será entre él y su gatita. Le agrada demasiado ese tipo de días donde no tiene que estar con las fechas de proyectos finales en el cuello. No tiene que salir a terminar nada, y la beca de su universidad cubre lo suficiente como para darse una vida digna así que lo disfruta.

Entre todas las frituras, y demás comida instantánea, escoge, también, dos latitas para Ginger, aunque sabe que de igual manera su felina compañera acabará quitándole queso de sus pizzas y galletas —ni hablar de la leche—.

Así compra dos paquetes de pizza instantánea, dos sopas instantáneas, dos paquetes de galletas, un cartón de leche y dos latas para Ginger, toma también unas latas de café latte, le gusta disfrutarlo frío así que lo meterá en su pequeño frigorífico para disfrutarlo después.

Con ambas manos cargadas se coloca en la fila para pagar, tiene la mala costumbre de no tomar una canastilla, piensa que, si lo hace, terminará comprando más de lo necesario y, si tiene las manos llenas, debe evaluar qué necesita. Hay demasiada gente, común para el día y la hora, así que sólo camina a la fila más cercana, sin embargo su respiración se detiene... en el lugar frente a él, está aquel chico... NamJoon. Aprieta con suavidad la comida entre sus brazos y baja la mirada ¿Será muy obvio si se muda otra fila? Se siente nervioso por el ridículo que ha hecho el día de hoy y, rápidamente, busca con la mirada alguna otra caja en la que pueda pasar a pagar, debe ser lo más discreto que pueda...

Ni siquiera es factible que lo recuerde, pero se siente tan avergonzado.

Comete un movimiento brusco al mirar las otras cajas registradoras y una de las pequeñas latas cae...

NamJoon ha girado, toma la lata entre sus manos y sonriendo la devuelve entre las cargadas manos de YoonGi.

— Oh... —NamJoon parece arrepentirse de haber dejado el objeto entre las manos de YoonGi— ¿no quieres pasar primero? Es... es estorboso lo que llevas. Yo... —el moreno miró hacia su carrito ridículamente vacío— no tengo tanto pero... no encuentro mi tarjeta. Pasa... —sin preguntar mueve un poco el carrito de sus compras y señala con la mano para cederle el sitio.

YoonGi levanta su mirada, los nervios le carcomen pero asiente pensando que quizás no lo reconoce, por lo que pasa a su lado adelantándose mientras lo mira de reojo.

— Gracias. —Murmura.

No hace falta decir que YoonGi llega a su casa con una sonrisa. Se deja caer en su sillón y grita contra una almohada para después mirar a su gatita quien se acerca buscando cariño y comida.

— Además de todo... es amable.

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𝚘𝚌𝚑𝚘

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La semana ha pasado tranquilamente, siente que ha sido un poco mejor por aquel gesto del chico del taller. Usualmente, el que las personas sean amables, siempre le produce un calor en su pecho, aunque no suela ser del tipo platicador, siempre agradece la amabilidad, y ahora, haber descubierto que aquel hombre, que ha admirado en secreto, también era así de cortés le ha logrado animar la semana entera.

Es jueves, por lo que está relajado preparando su cena: un poco de verduras cociéndose con arroz, mientras el olor de las pechugas de pollo asándose brinda al hogar ese toque a calidez y Ginger está con los ojos redondos más expresivos esperando un pedacito para ella.

Ha estado muy relajado.

Tanto que ni siquiera tocó su libro. Le gusta leer, pero quizás estuvo demasiado en las nubes como para recordar que su tomo se encontraba en su mochila.

Suspira cuando lo recuerda. Sería inútil dejarlo, sólo le faltan dos capítulos, mira la comida pensando que estará bien por su cuenta un rato. Toma la mochila, que únicamente es usada para salir, y saca el libro, la pasta gruesa se siente firme contra sus dedos "La Casa de los Espíritus" de Isabel Allende. Busca su separador, pero se da cuenta que seguramente habrá caído cuando salió corriendo tan avergonzado. Maldice en voz baja, era una fotografía que le había gustado mucho y que fue tomada con su cámara análoga de uno de sus amigos, quizás después podría pedir una de nuevo.

Sin más gira el libro para buscar en el índice el número del capítulo que le corresponde. Recuerda el rumbo de la narrativa, así que no debería ser difícil dar con el párrafo.

Pero nota que alguien lo ha rayado justo en la primer página

Frunce el ceño y abre correctamente el libro para poder leerlo mejor. ¿Estaba rayado desde un inicio? ¡¿Quién se atravería?! Lo había comprado en una tienda de libros usados, así que procuró pensar que, quizás, se trataría de una dedicación vieja, aunque nunca lo había visto.

YoonGi se sonroja tenuemente, pero eso no quita su molestia por aquellos rayones. Haciendo un puchero deja el libro en su mesita, incluso ya no siente emoción por continuar la lectura, aún cuando quiere saber qué sigue. Se sienta en el sillón suspirando, la verdura aún resonando en la pequeña cocina, cociéndose entre sí. 

— Eso fue demasiado molesto. No debe marcar libros ajenos.

Ginger se acerca con su colita meneándose.

— Aunque... ¿Sabes? Tiene buena letra.

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𝚗𝚞𝚎𝚟𝚎

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No sabe cómo se ha atrevido a ir nuevamente, aún cuando aquel chico ha sabido que lo miraba todo el tiempo ¡Aún peor! ¡NamJoon ya sabía quién era cuando le cedió su lugar en el supermercado!

Aún así, allí está YoonGi, sentado, moviendo los pies de manera nerviosa mientras sus manos juegan con los bordes de las hojas de su libro. Es uno nuevo, el anterior lo terminó rápido... además, no quería recordar aquella nota porque se ponía nervioso — no la borró ni la tapó—. Esta vez se encuentra con un tomo grueso: "Don Quijote de la Mancha" de Miguel de Cervantes, no le desagrada la forma en la que está escrita en absoluto, aunque sus amigos lo encontrasen aburrido, él sólo cree que requiere un esfuerzo extra.

— Mmh.... hola... —escuchó una voz viniendo cerca de él— ¿Hoy sí planeas unirte?

YoonGi se tensa, piensa rápidamente qué debería hacer y lo único que atina es a levantar la mirada.

— ¿Mhh? —Trata de hacerse el desentendido.

— Sólo quiero saber si hoy te unirás a nosotros.

YoonGi no dice nada, sólo lo mira intrigante, tratando de aparentar demencia, parpadea rápidamente fingiendo estar extrañado al mismo tiempo que niega, es casi como si no hablaran el mismo idioma.

— No mientas, yah~, siempre te sientas aquí... ¿Hoy nos acompañas?—Preguntó el moreno sonriendo. Lleva una chaqueta de mezclilla y unos jeans amplios, parece aún más grande cuando ocupa ropa oversize y sus ojos, aunque felinos, parecen redondos, de alguna manera le recuerda a Ginger. 

YoonGi suelta un pequeño respingo cuando el moreno se sienta frente a él. Apresa con sus dedos el libro y sólo desea morir.

— ¿Y?, ¿Lo harás?—Siguió insistiendo.

— Me estás confundiendo. —Suspiró desviando la mirada. 

YoonGi se levanta, guarda su libro y comienza a abrigarse, totalmente decidido a marcharse sin mirar de nuevo el rostro del moreno.

— Oye... no te vayas. —NamJoon se levanta tratando de detenerlo— no sé... sólo pensé que querías acercarte, nos miras mucho, realmente necesitamos más gente, me gustaría que estuvieras aquí... lamento si te incomodé.

YoonGi puede notar su sonrisa acompañada por unos hoyuelos bastante tenues y que contrastan bien con sus ojos, cálidos como un café pero maduro como su sabor. No se deja cautivar, no más, desvía la mirada tratando de salvaguardar su cordura y no sonrojarse, levanta los hombros restándole importancia a las palabras de NamJoon.

— Te dije que me confundes... —suspira nuevamente— además, ya tengo que irme.

— Pero... acabas de llegar. —Murmura el moreno.

YoonGi, que ya estaba caminando, detiene sus movimientos al escucharlo, siente sus manos sudar con nervios, aquellas palabras significaban que NamJoon lo había observado desde que llegó, ¿Cómo era es posible? ¡¿Por qué lo estaba observando?!... ¡¿Cómo no se había dado cuenta?!

— No... yo... llevo bastante tiempo aquí. —Negó caminando de nuevo, pero NamJoon, para entonces, ya estaba frente a él impidiéndole caminar.

— Te vi llegar... —y, como si hubiera reaccionado después, sus mejillas se colorean un poco, sólo lo mínimo, espera que no sea tan notorio— es... umh... creo que quieres acercarte y no sé por qué no lo haces. El grupo no es agresivo en absoluto, te recibirán bien.

— ¿Cuántas veces tengo que decir que me confundes?

— Bien... okay. Pero... acabas de llegar ¿Por qué te vas de repente? Quédate aquí, no te molesto más. —NamJoon levanta las palmas mostrandose vulnerable.

A YoonGi le molesta, porque él no quiere sentirse vulnerable, y sabe que es lo que se espera de él. 

— Te dije que llevo bastante tiempo aquí, no me viste porque vine a dejar unas películas... —habla, girando la mochila sacando un par de las mencionadas como si estuviera mostrando evidencia fundamental— además, también pensaba pedir unos libros ¿Está bien? ¿Qué no puedo venir a lo que se me antoje?

Responde agresivo suspirando, su ceño fruncido se debilita cuando nota los ojos morenos sorprendidos.

— Y... —NamJoon susurró continuando, insistiendo, queriendo entender— ¿Por qué me miraste esa vez, cuando salías del supermercado? Porque... eras tú ¿No?

Su cuerpo se congela, puede asegurar que la imagen que transmite es patética, siente pena de sí mismo y, al mismo tiempo, su lado orgulloso se siente atacado, por lo que decide acabar con todo de una vez. Frunce el ceño, aprieta las películas entre sus dedos e inhala aire para responder.

— No sé de lo que hablas, idiota. Déjame en paz.

Su voz es baja, jamás le ha gritado a nadie así que no puede levantarla más de lo necesario. No lo mira cuando pronuncia esas palabras, siente su rostro calentarse, maldice por lo bajo e inmediatamente sale lo más rápido que puede del lugar, está dispuesto a no regresar jamás. Sabe que quizás debió admitir que él sólo escuchaba porque es pésimo hablando, pero en su corazón no se lo permite... pues confesar eso sería también aceptar que tiene interés en NamJoon.

Interés que aún no explica.

Escucha unas voces detrás, parece que gente se acerca al moreno, quizás más de uno escuchó sus maldiciones aunque fueron bajas, o sólo eran alumnos esperando a comenzar la clase . No presta demasiada atención, sólo quiere devolver las películas, tomar los libros que pediría para trabajos finales, y marcharse a su casa... tiene demasiada vergüenza.

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𝚍𝚒𝚎𝚣

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Le ha confesado todo a su gatita. 

Mientras ella comía animadamente los alimentos que YoonGi estaba dejando por su preocupación en el plato comenzó un monólogo sobre cómo había ocurrido todo. Al finalizar se levanta de la mesa, camina hasta su librero para tomar nuevamente el llibro que aquel día había dejado en la librería. Hojeó entre las páginas, hasta toparse con la nota escrita por NamJoon, sus dedos acariciaron con delicadeza el relieve que la tinta enmarcada en la página producto de la caligrafía... suspiró y miró por su ventana, la tarde caía con aliento fresco, las copas de los árboles se sacudían como bailando por el cálido sol de otoño que los abrazaba, Ginger también se recostaba en todos lados con los ojos cerrados buscando el frío del suelo por lo cálido del hogar 

— ¿Habré sido grosero?

Se pregunta con el silencio acompañándolo, mira a su gatita que estaba sentada, mirándolo, como alentándolo y, a la vez, reprochando en mudez por su comportamiento. Todo ello mientras lame sus propios bigotes por el pollo que acaba de comer. 

Suspira y niega mientras guarda el libro en su estante con cuidado, pensando que quizás debería pedirle perdón.

..

NamJoon está acomodando las sillas para empezar nuevamente el taller. Es lo único que lo distrae durante la semana pesada. Mientras lo hace mira disimuladamente hacia la mesa en la que siempre de encontraba aquel joven. 

Junto con ese día serían tres semanas en las que no lo ha visto.

Debe admitir que en un inicio pensó que el pálido era un chico de la escuela media que tenía alguna afición por la literatura, se sentía orgulloso de ello. Luego, su idea cambió para pensar que tenía algún tipo de enamoramiento con su compañera de trabajo, esto le causó una especie de ternura, ver a un joven que a veces usaba suéteres grandes, con un rostro casi siempre serio pero lo suficientemente elegante y sofisticado usando sus lentes, le causaba emoción. 

Sin embargo, durante las últimas semanas, notaba la mirada fija del chico en él. Se encontró mirándolo en silencio después de terminar el taller, él seguía viendo a un menor, bueno... sus ojos se veían mayores, propios de alguien que juzga con la virtud del tiempo que le acompaña como experiencia, ¿quizás era jovial más no juvenil? tal vez tendría dieciocho, un joven que recién va madurando, que cargaba pesados libros, y, antes de guardar sus tomos, sacaba su billetera para contar el dinero que poseía, dejando la mochila en la mesa para colocarse us auriculares.

NamJoon nunca tuvo problemas con el género, más si con la edad.

Y, sin embargo, después de verlo en la fila del supermercado, decidió arriesgarse un poco. 

Su voz resultó ser más gruesa de lo que esperaba, pero ello sólo aviva intriga... ahora, mientras acomoda las sillas, está un poco arrepentido, no había querido asustarlo, sólo esperaba acercarse más a él, hablarle y quizás tomar algo, preguntarle qué decidiría estudiar y no más. 

Sacudiendo su cabeza deja los pensamientos sobre él fuera, espera al resto de personas del taller sonriendo cuando llegan y saludan alegres. Da un último vistazo a la mesa, juntando sus labios al no encontrarlo, se sienta tomando el tomo que van a leer esta vez.

— Hoy será algo más pesado... —murmura sonriendo— y bien, ¿Alguien quiere leer?

Está por señalar a alguno de los presentes, pero su voz se corta abruptamente al notar al chico pálido en una mesa diferente a la que siempre utiliza, es una mesa más cercana, lleva sus gafas y una bufanda que le cubre a la mitad de la nariz. El joven lo está mirando, tiene sus manos ocultas en su suéter exageradamente grande y su mochila en la mesa... sólo puede verlo con los labios levemente separados, pensando que quizás es por la luz, pero lo ha visto con la piel tersa y los ojos brillantes.

Será muy guapo cuando crezca, piensa. 

NamJoon, avergonzado de sus pensamientos, carraspea y devuelve la mirada hacia sus compañeros con una sonrisa ladina, continúa pidiendo a alguno que lea y, mientras la actividad se lleva a cabo, mira por el rabillo del ojo al pálido...

Se siente tan nervioso ahora que es patético.

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𝚌𝚛𝚎𝚎𝚙 | 𝚛𝚊𝚍𝚒𝚘𝚑𝚎𝚊𝚍

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𝚘𝚗𝚌𝚎

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Estos días ha ido a la biblioteca en la mañana, a veces yendo rápidamente entre los descansos de sus clases, esto sólo lo hacía para no encontrarse a NamJoon, no quería verlo después de su comportamiento.

Pero hoy YoonGi ha ido sólo para disculparse por haber sido tan maleducado, pensó seriamente en lo amable que se veía NamJoon y en cómo se había comportado durante esa plática, siempre tranquilo, sereno y con la voz comprensiva, por lo que decidió que él no respondería como una basura, solo le diría "lamento mucho cómo te hablé, no lo merecías" y daría la vuelta.

Sí, ese es el plan.

Pero se tensa cuando NamJoon lo mira, incluso ha parado sus palabras, aunque el contacto visual no dura mucho, cosa que YoonGi agradece, siente que no puede mantener sus orbes sobre él, no después de lo que pasó, no con la vergüenza carcomiendo sus mejillas.

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— Hola... —el moreno se acerca con lentitud y un poco de temor en sus ojos— lamento... umh... lamento haberte dicho esas cosas, pensé que querías unirte o algo. —Comenzó a reír nervioso.

— Está bien.—Asiente mirando el libro en su mochila, inhala aire buscando valor— yo quería... ya sabes, disculparme, fui grosero... no debí decirte eso.

YoonGi se sorprende de la facilidad con la que han salido sus propias palabras.

— Ah, no... no importa...

— En serio, no lo merecías, solo querías invitarme... —desvía el rostro hacia la salida, anhelando escapar de ahí.

— Pero insistí demasiado.

— Está bien, no fuiste maleducado... —aprovecha la oportunidad ante el silencio repentino entre ambos—... bueno, me voy. —Asiente consigo mismo y toma su mochila levantándose, asustando a NamJoon.

— Espera...—El moreno lo detiene, levantándose al mismo tiempo— ¿Si te gustaría unirte?

YoonGi lo mira un instante y luego niega con la cabeza, realmente no se imagina entre un grupo de personas que lo estuvieran escuchando, además... no cree que sus opiniones sean tan importantes como para ser escuchadas, y ni siquiera quiere imaginarse cómo saldría su voz si NamJoon está allí, mirándolo, escuchándolo... no, simplemente no es para él.

— Al menos piénsalo.—Ruega el moreno.

Asiente y se levanta disculpándose por "tener cosas que hacer", aún le pone raro el que aquel hombre esté hablándole tan cerca y desea acabar con ese sentimiento. No quiere saber mucho más de ese lugar o de aquella situación, sólo quiere regresar a la seguridad de su hogar.

— Hey...—murmura el moreno— mi nombre es NamJoon.

YoonGi asiente sin saber qué responder, ya sabe su nombre pero decirle un "ya lo sabía" sería absurdo y totalmente vergonzoso, aunque puede argumentar que su nombre estaba escrito en su libro, más aún, puede responder "soy YoonGi" pero eso sería más ridículo ¿No?

Por eso optó por sonreír débilmente para caminar sin más, sosteniendo su mochila para sacar los libros y devolverlos, ha acabado sus proyectos así que no planea pedir otros, sólo quedarse con algunos que ha comprado para disfrute personal. Mientras regresa los ejemplares y brinda su tarjeta para que lo registren en el sistema, piensa que se siente tranquilo, ha podido disculparse. No necesita más.

Sale de la biblioteca con un suspiro entre sus labios, lentamente comienza a moverse pensando en no regresar para ver el taller, no quiere seguirse humillando.

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𝚍𝚘𝚌𝚎

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Está esperando a su amigo, han quedado para ir a caminar entre las calles del centro y, quizás, comprar algo en el camino, han aprovechado que las vacaciones de invierno están por iniciar, sólo dos semanas más y podrán estar con tranquilidad en sus hogares.

YoonGi piensa comprar algún videojuego, alguna sudadera, porque aunque ya posee muchas también tiene una afición por las mismas y durante esta temporada sacan algunas con estampados realmente agradables... no tiene mucho dinero, pero está dispuesto a gastarlo si algo lo convence.

Quizás un juguete para su gatita.

Aunque el clima es frío, decide pedirse un americano helado, quizás se debe a que el lugar es cálido por naturaleza, hay bocinas en las esquinas y luces amarillas que brindan confort. Mira por la ventana encontrándose a personas con bufandas paseando, riendo o simplemente caminando con la música en sus oídos... ve a un chico cargar una bolsa que posee el logo de la librería a la que él asistía.

Suspira, hace bastante tiempo que no asiste, cuando llega a necesitar algo, usualmente recurre a sus amistades para pedir algún tomo. Ha extrañado un poco escuchar a NamJoon pero no quiere pasar por más vergüenza...

Saca su celular de su mochila y se coloca sus auriculares buscando en la pantalla alguna canción para poder escucharla en lo que esperaba a su amigo. Lo conoce demasiado bien, su nombre es JiMin, de cabello elegante, rostro fino y ojos encantadores; aunque tiene su misma estatura sigue siendo un pequeño que parece consentido—aunque en realidad él es el consentidor—, llevando ya cerca de tres años de amistad, sabe que llegará tarde, pondrá mil pretextos a modo de contratiempos, para luego simplemente comenzar a reír.

Su bebida está a punto de acabarse cuando el conocido rostro de su amigo se asoma por el local, lleva una sudadera grande color negra así como un gorro gris claro, sonríe ampliamente y se acerca sentándose lo más rápido que puede.

— Lo siento... yo...

— Si, algún problema, como siempre.—Responde el pálido de manera simple pero sin molestia en su voz.

Otra taza más llega a la mesa, pero ésta tiene líquido caliente claro, también han arribado unas galletas de mantequilla que se acaban conforme JiMin va contando lo que ha hecho en esos días que tienen menos presión.

— Me han dicho que hay una feria por el centro ¿Vamos?

— ¿Feria? ¿En serio?

— ¡Muy en serio!

— Bueno...—suspira— ¿Prometes no gritar como niño si ves los juegos?

— ¡Pero si yo no grito!—Replicó molesto levantando la voz.

YoonGi lo mira en silencio conforme una sonrisa se cuela en sus labios.

— Ah, lo siento...—desvió la mirada avergonzado.

Piden la cuenta dispuestos a salir, dejando algunas monedas de propinas y JiMin llevándose las últimas dos galletas de mantequilla entre sus manos, toman sus cosas ordenándolas y se disponen a salir.

YoonGi siempre fue distraído, no mira a los rostros de quienes lo rodean, no le interesa en absoluto. De hecho, a veces no ve si sus amigos están en una misma calle. 

Entonces, si esto siempre es así... ¿Por qué antes de salir de la cafetería encontró a NamJoon en una mesa del fondo, con una taza aparentemente vacía, un periódico en la mesa y un par de libros mal acomodados? ¿Por qué lo miró por bastantes segundos antes de salir?

Mierda... ¿Por qué tenía que aparecer de nuevo?

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𝚝𝚛𝚎𝚌𝚎

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Pasar la tarde en la feria es divertido, aunque JiMin no ha cumplido su promesa, grita como infante al notar los juegos sacudiendo la manga del pálido para que lo acompañe a ver aquellas maquinarias con luces. Lo ponen extremadamente nervioso, pero acepta por ver a su amigo sonreír ampliamente.

Y, pese que YoonGi no es muy efusivo, realmente le divierte ver las reacciones de JiMin, así que no niega a nada.

— ¡Vamos a subirnos a la noria! —Gritonea JiMin con una sonrisa.

— Mmh... —suspira— no quieres, mejor... no sé... ¿sentarte?

— Nop~, vamos, será divertido.

— Bueno, tú ve a aburrirte a la noria, yo me divertiré aquí sentadito.

— A ti te gusta la fotografía. —Movió sus cejas de manera divertida— seguro que desde ahí arriba se ve increíble.

YoonGi piensa en la fotografía polaroid que perdió en medio de toda su vergüenza en la biblioteca y acepta. Al final, ambos están sentados mirando por las ventanas, JiMin tenía razón, la vista era tremendamente buena, puede ver el amarillo resplandeciente de las casas, el color opaco de las nubes, algunos pájaros moviéndose. Admira lo frío pero irónicamente acogedor de la ciudad, cada uno en sus asuntos pero lo suficientemente unidos para saludarse un instante. Saca su teléfono, no trae la cámara ahora así que lo imprimirá después. Hace unas cuantas tomas inhalando una sonrisa.

Su teléfono se llenó de imágenes realmente bonitas, entre ellas también estaba JiMin, quien, con una sonrisa, posaba ante la cámara.

Bajan y caminan un tanto más. En los límites de aquel evento se topan con un pequeño puesto de libretas hechas a mano. YoonGi piensa que sería agradable tener una, le gusta escribir pero hace mucho que no lo hace, mucho menos en papel.

Compra una libreta de diseño muy simple y una pequeña pluma que ha sido decorada con hilo grueso color café, piensa en ir a dar otra vuelta para buscar algo para Ginger, sin embargo, su amigo lo detuvo diciendo "tengo hambre". 

Y ahora estaba sentado en la banca, esperando a JiMin, quien había ido a comprar comida porque, según él, podía meterse entre la gente sin que lo notaran.

Él sólo espera, con la bolsa de su mejor amigo y sus pies delineando las orillas del asfalto.

— Qué coincidencia.

YoonGi no puede creer que escuche esa voz de nuevo.

NamJoon ha aparecido, casi mágica y tranquilamente, como un ente que es invocado en los peores momentos, el cuerpo largo y ancho se hace presente frente a él y, sin pedirle permiso, toma asiento a su lado.

— Oh... —sonríe incómodamente— hola.

— Primero en la cafetería y ahora aquí.

Los hombros de YoonGi se tensan ¿Lo vio? Mierda.

— ¿Ah sí? —Ladea el rostro mirando al frente— no te vi.

Se escucha un suspiro propinado por el mas alto, evidentemente sabe que está mintiendo. Un pequeño silencio aguarda, sólo el murmullo de la gente que viaja como cardúmenes les hace eco, además de algunas entonaciones tempranas sobre navidad. YoonGi mira con desesperación a los lados, rogando por la aparición de JiMin.

— Oye... mh, no me has dicho tu nombre.

El pálido lo escucha, aprieta su propia pequeña libreta y responde:

— ¿Debería?

— Yo te dije mi nombre.

Lo mira de reojo, parece que la gabardina negra que porta es demasiado delgada, el rosado de las mejillas así lo indica, inhala entrecortado y vuelve a mirar hacia uno de los laterales. 

— YoonGi.

— YoonGi... —asiente repitiéndolo, saboreando la entonación, sonriendo en el proceso. 

En un momento, la mano de NamJoon alcanza a YoonGi, pero no le busca directamente a él, sino a su libreta. La toma junto con la pluma y, abriéndola, busca la última página, escucha, pese a la gente pasar, la pluma raspando la hoja.

YoonGi nota que escribe y le devuelve ambas cosas, como si no hubiese hecho algo extraño.

— Si no te molesta... entonces podríamos quedar un día. —Le devuelve el cuaderno levantándose.

YoonGi nota, en silencio, cómo se aleja, su cuerpo ancho y alto lo hacen resaltar entre la multitud. Abre el cuaderno, lee un número seguido de "Nam". Abulta sus labios con molestia.

¿Qué manía tiene por marcar cosas que no le pertenecen?

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𝚜𝚒𝚐𝚗𝚘𝚜 | 𝚜𝚘𝚍𝚊 𝚜𝚝𝚎𝚛𝚎𝚘

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