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Capítulo 9: "Rebelde, estúpido y muy hermoso"

A lo largo de toda su vida jamás conoció a ninguna persona que se declarará así mismo homosexual.

En su patria, decir esas palabras serían un claro sinónimo de suicidio y que deseas acabar con tu miseria lo más rápido posible. El coronel Smirnov sólo había conocido esa "clase" de hombres en dos lugares, en los manicomios y en los "gulags", especificando en el último caso; durante un lapso de cinco años Orrel brindo servicio como carcelero, los gulags son campos para trabajos forzados, en específico estuvo en la cuna de uno de ellos en Siberia, donde los presos se decidían para violar a uno de los hombres de entre todos los que estaban ahí, maléficamente para Orrel era rutinario presenciar como los prisioneros, a falta de mujeres se decidían para abusar de un hombre que se considerara medianamente afeminado, bastaban unos glúteos grandes y cara aniñada para que decidieran "hacer homosexual a un hombre". Pero se consideraba homosexual al hombre violado y no a los violadores, y hay de ti donde lo cuestionaras a los prisioneros, puesto que podrían romperte el hocico de dos buenos puñetazos. En el caso del coronel había conocido en las prisiones a los "opushchenñe" la traducción es "los degradados", estos presos eran los condenados por homosexualidad y sufrían el peor de los tratos con los prisioneros. Había contemplado brutales masacres, como una vez a un prisionero recién llegado lo habían asesinado diez hombres, después de haberlo violado múltiples veces, y posteriormente todos ellos saltarle encima del cuerpo, pisando la cabeza a brincos, no hay duda de que el cráneo de ese hombre termino hecho mierda.

Orrel tenía esta visión de donde viene un homosexual, una visión horripilante, algo relacionado con la muerte, antinatural y peligroso, miraba a Rudolph de pies a cabeza, no veía síntomas de abuso a su persona, o no las percibía y tampoco lo veía como un lunático. La duda crece a medida que el alemán esperaba alguna respuesta de parte del coronel tras destapar su sexualidad, Rudolph esperaba blasfemias, alaridos, golpes, de todo en verdad, incluido el motivo por el cual es perseguido, rondan las dudas y misterios en la mente del carcelero, el coronel se quemará la cabeza en vano.

Permaneció mirando al rubio dos minutos enteros, absorto del presente, ni siquiera podía oír la voz del general Müller cuando le hablaba, ya un poco tenso a falta de alguna prorroga de parte de su carcelero.

—Yuju... ¿rusito? ¿estás ahí, me copias, cambio? —Comenta burlón el nazi, cuando Orrel meneo su cabeza en negación, volviendo a la realidad, seguía inexpresivo, pero le contestó con un pequeño gruñido en afirmación después. —Amigo, solo te conteste lo que me preguntaste...

—¿Eres un violador? —Comentó Sergéevich, de manera tan casual como respirar, para el coronel Smirnov no existen las preguntas sutiles, existen las respuestas pragmáticas. Bastante descolocado se encontró el rubio, hacerle semejante pregunta, una persona ordinaria hubiera contestado de manera ofendida, Müller ladeo su cabeza curioso, puesto que percibió que el coronel presente ante él asociaba a los homosexuales con violadores.

—Dios mío no...—Contestó Rudolph, en efecto se ofendió un poco, pero tampoco le sorprende la ignorancia de la pregunta que le soltó el ruso, no es la primera vez que le hacen un testeo para averiguar de dónde nace su sexualidad, ha contestado tantas preguntas bizarras a lo largo de su vida, unas más perversas que otras, pero de todos modos se dedicó a explicar su respuesta, en la mirada de Orrel podía encontrar desconcierto a lo desconocido, genuinamente el ruso piensa que ambas cosas son lo mismo. —Un violador es un imbécil cuyos instintos banales se ejercen sobre hombres y mujeres, puede variar, pero ser homosexual nada tiene que ver con ello. Un homosexual es un hombre, como yo que simplemente gusta de otros hombres de manera romántica y sexual... —Cuando explico ello notó como Smirnov sacó una libreta de bolsillo, donde con un lápiz anotó la respuesta del rubio y luego la guardo, como si acabara de conocer un espécimen raro de la naturaleza merecedor de estudio en Müller, la idea le divirtió a Rudolph por la ignorancia de Orrel, el mismo volvió con otra pregunta.

—¿Te han violado? —Preguntó de nueva cuenta Smirnov, sin tacto otra vez, Rudolph soltó un suspiro indignado, preguntas MUY personales, directas y sin escalas.

—No, y espero que no me pase nunca...—No le va a decir a Orrel sus malas experiencias personales, puesto que son preguntas demasiado privadas y Rudolph es pudoroso.

—¿Padeces alguna enfermedad que haya ameritado enviarte al psiquiátrico? —

Rudolph lo miró soltando una risita, esa conversación era rara. Pero Rudolph no teme a decir la verdad, la mente de aquel ruso le estaba dando curiosidad y sobre todo la imponente apatía que sentía Orrel por Rudolph en referente a su condición.

—Nop. Estoy muy cuerdo gracias —Luego tomó la bandeja de comida que Orrel le había dado, ahora tomando la taza de té, el vapor se hunde en sus fosas nasales y bebe un poco, mientras Orrel sigue escribiendo en su libreta. —¿En serio es la primera vez que conoces a un homosexual? —Cuestiona el general.

—La primera vez que uno me dice con tanta seguridad que no está enfermo, ni que sea un imbécil y que se ve decente. —El coronel cerró la libreta de un manazo para guardarla, sin perderle la vista a Rudolph quien seguía divertido con el "examen sorpresa" que le hizo Sergéevich. —Quizá no lo sepas, pero estás enfermo...aunque eres funcional. —Cuando dijo eso Rudolph escupía su té, y se soltó a reír ante lo que le había dicho Smirnov, quien frunció el ceño. —No le veo lo gracioso, estas enfermo, es un asunto serio...—Volvió a indicar, con molestia Müller negó con la cabeza.

—No, no estoy enfermo. Ya estoy lo suficiente grande para comprender que no tiene nada de malo quien soy, ni con quien me acuesto, ni a quien decido amar...—La plática se estaba volviendo tensa ya era un tanto usual que Orrel y Rudolph terminen gritándose sus ideales, percepciones de la vida y motivos son tan opuestos que se repelen y se atraen en un constante vaivén de fuerzas invisibles.

—Mira nazi, estarás aquí un buen tiempo, por menos puedo intentar hacer algo bueno por ti y pedir que un doctor te venga a curar esa mierda. Y no termines de volverte loco...—Dichas esas palabras, Rudolph frunció el ceño, Smirnov notó algo curioso, cuando le decía a un hombre que lo ayudaría a curar su homosexualidad, a menudo se mostraban agradecidos, no es el caso de este alemán, hizo enojar a Rudolph al decirle enfermo, aunque golpea al alemán y amenaza matarlo, su ira es dejada por el orgullo, la ira en los ojos del rubio en este momento demostraba una ofensa particular, más profunda de lo que esperaba.

—Bueno, ultimadamente ¿a ti que te interesa que a mí me guste comer verga? —Ante aquellas palabras el coronel se exalta, no esperaba que Müller se ofendiera por intentar brindarle ayuda para "sanarlo", para Rudolph, no hay enfermedad, ni necesidad de una cura.

—¡Ja! Intento hacerte un bien común nazi, las mariconerias se pegan como un virus... —Explica Orrel y el otro se vuelve a reír.

—¡Santo dios! ¿Hablas en serio? ¿Me llamas a mi enfermo? ¡Mira imbécil! —Bramó Rudolph. —¡No hay nada que curar en mí! ¡¿A ti que mierda te importa a quien le chupo la verga?! —

—¡Ese es el problema maricón! ¡Si te dejará aquí con otro preso no tardarías en acostarte con él! —Le gritoneo de vuelta.

—¿Qué? ¿Celoso por qué alguien más pueda darme su pito? —Rápido como un relámpago y feroz como un tigre le suelta aquella pregunta con ironía, en efecto, el tono de Orrel era el de un hombre celoso. Furioso ante tal comentario hacía su hombría, Orrel soltó veneno.

—¡Hombres como tú son una peste en este mundo! —Sin verlo venir, tras decir aquel insulto un fuerte puñetazo se precipito en la mejilla del mastodonte, anonadado por el golpe se quiso acercar para arremeter con otro puñetazo, hasta que a su mente volvió aquel sueño lucido donde acaricio aquellos suaves labios, Smirnov se alejó varios pasos más, saber que Rudolph es homosexual y pensar en él desnudo lo hicieron temblar. Ante la pequeña, muy pequeña idea de que termine poniéndole las manos encima, soñar con esas manos rozándolo le erizaron la piel, le temía a la figura que representaba. Y sus hermosos ojos esmeralda lo retaban cara a cara, Müller extiende su mano intentando alcanzar a su captor y este se quita aterrado, temía que lo tocase, temía que lo sedujese, temía a esta Odile que empezaba a usar sus encantos de cisne, atrayéndolo, retándolo, Orrel se negaba a lo que sentía, deseaba a Rudolph, y saber que era homosexual y que exista un "tal vez" entre ambos en cualquier variante de emociones, lo hacía flaquear.

—¡Te reto imbécil reprimido! ¡Vuélveme a decir peste o a insultar mi manera de ser y lo último que vas a ver es mi pie metido en el fondo de tu culo! —Tras esas palabras Rudolph tomó una cuchara y se la arrojó a la cabeza al coronel quien la atrapo sin que llegase a golpearlo. Intentó decir algo más, pero Smirnov comenzaba a sentirse como un idiota por lo dicho. Tal vez Orrel sea un testarudo, pero hasta él notó que Rudolph no temía decir quién era, se nota harto de los constantes insultos que Smirnov le profesaba y tal pareciera que imponerle "ayuda" fue la gota que derramó el vaso, admitía que la paciencia y determinación del nazi le han valido tener en mente que Müller es un hueso duro de roer y a la vez una persona sumamente apasionada y frágil, nunca había conocido a un solo homosexual que estuviera... seguro y feliz de serlo. —Usted es un alma atormentada coronel Smirnov...—Le comenzó a decir Rudolph, era la primera vez que lo llamaba por su nombre. —Un alma atormentada, eso hasta yo lo puedo ver, pero no proyecte sus tormentos sobre mí, yo no cargo penitencias que no me competen —Y le dio la espalda a su carcelero, molestó Sergéevich se retiró de ahí, dejando a su prisionero en solitario, nunca había conocido a alguien que defendiera férreamente que está bien ser homosexual, diciéndolo con orgullo.

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La helada brisa del invierno acarició los labios de la mujer, quien suelta un suspiro, el vapor de sus labios se escapa con aquel gélido aliento de vida, alzó su vista al cielo, en sus manos descansa una taza de café negro, con muchas cucharadas de azúcar para así mantener la cabeza en alto, activa y firme en su objetivo, puesto que llevaba horas de viaje encima, Alphonse Gerlach la miraba de arriba abajo, es impresionante el parecido que aquella dama poseía en comparación de su Gruppenführer, el herr comandante Gerlach era un hombre entrados en sus treintas, unos eléctricos y acuosos ojos surcan su viril mirada, la cual siempre ha tenido la habilidad de helar los corazones de sus subordinados, un moreno en cabellos y toda la actitud de un tirándose, ante la vista de la dama él guarda silencio, esperando a que esta deje de tomar su merienda, viéndola comer un strudel de manzana, amablemente ella le tiende una pieza del strudel y el comandante Gerlach niega con la cabeza, agradeciendo con amabilidad la oferta.

Pasan los minutos y ella al fin rompe el silencio de la ventisca con su voz.

—Hasta ahora... ¿Qué él este preso de la quimera moscovita es todo lo que saben? —Sentenció con una voz de lo más gentil, pero que ocultaba una ira contenida.

—Mi contacto se ha infiltrado para intentar rescatarlo, pero por el momento, es todo lo que yo le puedo decir a ciencia cierta. Si bien el Gruppenführer está secuestrado, no conocemos las intenciones por las que esta cautivo, tampoco tenemos; ni hemos recibido algún rescate o arreglo en su nombre. Señorita Müller...—

La señorita Müller era una aparentemente joven, por su rostro, el cual tenía una cara eternamente aniñada, delgada y adorable, con mejillas rojas, nariz pequeña salpicada de pecas, cabellos de fuego que se pierden en ondulaciones y ojos de un penetrante azul luminoso, tirando a verde dependiendo la luz del cuarto. Annelise Müller había viajado varios kilómetros desde Bielorrusia, en cuanto supo la situación de su hermano fue volando hasta las puertas de la capital comunista. Annelise portaba el uniforme de "Asistentes del servicio de información de vuelo (FMDH)" era una auxiliar de servicio de alerta de aire femenino, ascendió desde una candidata al cuerpo auxiliar hasta escalar a Líder de compañerismo, y con ese rango la señorita Müller se abrió paso para obtener el permiso a solicitante de la brigada de vuelo Air News, actualmente ya una asistente principal de operación de mensajes aéreos y "auxiliar principal de avistamiento de aviones" de su zona, tenía rango, y nombre dentro de la Luftwaffe, Annelise era justo como su hermano menor, temple de acero, de cara al peligro, no dudo dos veces en solicitar un traslado, aprendió a pilotar en cuestión de meses y ahora está al soplo de una mosca de la zona más brutal del frío Ruso.

Alphonse no conocía a la hermana de su general hasta ese día, ambos testarudos, osados y valientes.

—Mire, señorita Müller...no creo que este lugar sea adecuado para usted... ¿me comprende? —dijo Gerlach, Annelise con una ceja roja levantada lo miro de vuelta, Alphonse tragó saliva nervioso. —Verá usted... es que, esto es una situación muy delicada, comprendo su preocupación, pero cuente con que haremos todo lo posible por encontrar al general, no se angustie, estoy consciente de que las mujeres se asustan fácil por estas cosas, ya sabe el sonido de la artillería, los disparos y sobre todo este lugar es peligroso para ti...—Annelise intento aguantar la risa.

"Hauptassistent für Luftnachrichtenoperationen Annelise Müller", herr comandante... ese es mi cargo...—Comenta ella burlona, nota los nervios de Alphonse, quien obvio tiene dificultad para recitar semejante cargo. —Me llama señorita, que elocuente herr comandante...—dice ella bebiendo su café. —Se lo disculpo, supongo que pedir que se me trate como otro soldado es grosero, caballeroso, no lo niego. —Y después ella dejo el café en la mesa. —Pero usted está olvidando herr comandante... soy parte de la inteligencia de los aviones de la Luftwaffe, mecanografío, encripto y descifro mensajes como usted, los contactos que usted me ha mencionado, aunque no me diga sus nombres, los sé...sé que es Vasya quien se ha metido al ejército soviético para tratar de rescatar al general... ¿Piensa entonces que habrá paz en mi corazón solo porque me asegura que harán lo posible? Dígame, herr comandante, ¿hay alguna razón por la cual no pueda solicitar unirme a su causa en el frente como otra de los tantos hombres que también encriptan estos mensajes? ¿O de las que puede pilotar un avión si hace falta? Además de que poseo las licencias necesarias para solicitar este traslado. ¿Me permitirá solicitar mover mi compañía aquí? —Demandó saber Annelise, terca, gentil pero testaruda, justo como Rudolph. Alphonse se encontraba sorprendido con la propiedad e intimidante carisma con la que desbordaban los Hartmann-Müller. Annelise y Rudolph poseían un padrastro que se sabía murió durante la primera gran guerra, Elías Hartmann, quien les regalo el otro apellido, aunque Gerlach sabía que aquel hombre fue judío, Gerlach aprieta los dientes, no quería a la hermana de Müller cerca de esta operación.

—Entiendo su preocupación camarada Müller, y deberé decirle que pensaré en entregarle mi respuesta después —Alphonse comprendió bien como tratar a esta mujer, como una compañera de batalla más y eso hará. —Voy a necesitar entonces me mande un mensaje a su jefe de sección para trasladarla de inmediato, apunte... —Le demandó y Annelise sacó una libreta con la que empezó a recibir el dictado de Gerlach y el cual mecanografiara y encriptara después.

La llegada de Annelise Müller no hace más que alterar los sentidos de Alphonse, a este paso el mismísimo SS-Brigadeführer Johann Wolfgang vendrá a la campaña para intentar rescatar al Gruppenführer, este asunto escala rápido, como la pólvora, el rumor se chispea, debe rescatar a Rudolph antes de que más de los aliados y conocidos de este se acumulen para dar con su paradero, pondrían en peligro su operación con Vasya, Alphonse tiene que comenzar a actuar YA, más ágil y lograr predecir sus movimientos, Gerlach tiene que tratar de despistar a Annelise y para su mala fortuna, la chica es una perra dura de asustar.

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Una serie más de cuarenta soldados trotaban para darle alcance al sargento Sasha, quien tronaba los dedos y chiflaba en alto para llamarlos a que se apuren en seguirlo.

—¡Vamos! ¡Corriendo, corriendo, corriendo! —Bramó Morozóv, a su lado Alexei y Matthias se guiaban de los soldados para señalarles ponerse en una larga fila. —Muy bien mariquitas, están aquí no solo porque nos quedamos sin hombres para pelear, están aquí para matar a los fascistas de mierda que han matado a sus amigos, a sus hermanos, a sus padres y amados. ¿Comprenden eso, no es así? —Señaló iracundo, un débil "si" colectivo le acompaño y Sasha elevó la voz. —No se escucha. DIJE ¿Comprenden o no? —Un grito más elevado se formó entre los soldados. —¡Más fuerte!

—¡SI, SARGENTO! —Resonó en los cuarenta hombres, Alexei y Matthias se sorprenden de la energía que llega a transmitir Sasha como su líder.

—Muy bien, andando, deben conocer al coronel Smirnov, es decir, nuestro camarada compañero superior —Mientras camina guiando al pelotón de hombres con el sargento de la brigada en el frente, justo donde Orrel maneja al pelotón principal.

—Camarada sargento...—Le llama tímidamente Matthias a Sasha, quien se gira a mirarlo con notorio desprecio. —Necesito preguntarle algo...

—Habla ya, no tengo tiempo que perder. —Aunque Morozóv se notaba molesto con la presencia de Matthias, verlo desempeñarse en el sigilo y espionaje le creo cierta simpatía hacia él, Sasha por tanto ya no le habla de manera tan tosca al judío, por ello el cabo se daba el lujo de poder ahora dirigirle la palabra a su sargento.

—Escuche señor...—Explica Vasíliev. —Comprendo perfectamente el odio que puede tenerme, créame, lo he vivido durante bastante tiempo. Pero ahora debo pedirle un favor, un favor relacionado... al coronel Smirnov. —Tras esas palabras el sargento analiza lo que le quiere decir. —El coronel siempre se encuentra pidiendo cosas para nosotros su batallón a base de sobornos ¿No es así?

—¿Cómo te atreves a...?

—No me malinterprete sargento, no lo estoy acusando, por contrario...quiero ayudarlo...—Sasha se había ofendido, puesto que tiene que actuar indignado cuando alguien acusa a Orrel de corrupto. —Yo comprendo que el coronel busca mantenernos vivos...

Morozóv soltó un suspiro. —Mi coronel Smirnov no es un mal hombre...solo que sus métodos no son particulares, entiendo que les creé cierta antipatía Matthias... —Por primera vez Sasha lo nombro Matthias y no judío. —Ya sé que nuestros horarios son matadores, no es fácil, así es la guerra. Pero te juro con MI VIDA, que Orrel no nos va a abandonar a nuestra suerte, yo lo sé muy bien Vasíliev —Sasha defendía a su coronel, se notaba que le tenía un profundo respeto y comprendía porque se comportaba de manera tan distante con su propio batallón. —¿Qué tienes en mente?

—A riesgo de caer en un fuerte y grosero estereotipo de mi persona...puedo ayudar al coronel a suministrarnos de mejores provisiones en el mercado negro... —Matthias tenía múltiples contactos que pueden ayudarlo a sobrevivir a él y a los Petrova. —Me gustaría discutir este trato con el coronel. ¿Crees que puedas comunicárselo?

Sasha lo medito muy bien unos minutos, caminando de aquí para allá, impaciente Vasíliev espera la respuesta a su ayuda, el sargento sacó de su cajetilla un cigarro y lo encendió con su mechero, y amablemente le ofreció uno al cabo Matthias. Con un suspiro de alivio el muchacho le respondió que no, con ese amable gesto Matthias comprendió que la respuesta sería afirmativa.

—Bien, tienes razón, le mandaré un mensaje urgente al coronel para esto. Pero...para eso debo contactar a la sargento que maneja el batallón principal donde comanda Orrel para que reciba el mensaje. —Sasha lanzó un fuerte chiflido que termino en una tonadita, y momentos después llevo trotando un enorme perro de pelaje abundante llego rápidamente. Matthias vio asombrado que el enorme perro tenía el arnés en su pecho de perro del ejército rojo, una placa con el nombre de la perrita "Shenka", la cual tenía múltiples bolsillos, algunos con tarjetas azules, amarillas y cafés y otras donde poseía bolsillos con la cruz roja para medicamentos y vendajes. —Matthias, te presento a la sargento Shenka, tiene siete años de servicio al ejército rojo, detectora de bombas, ganadora de varias condecoraciones, perro de enfermería y también te comprende. Si por alguna razón no pudieras comunicarte conmigo, manda a llamar a Shenka para que le avise a Orrel sobre mí, esta información también se la puedes decir a Alexei. ¿Comprendido? —Matthias intento acariciarla, pero la perrita arisca le gruño. —¡Jajaja! Perdónala, la crio Orrel y tiene su mismo temperamento, vamos Shenka, es urgente, entrégaselo al coronel cuanto antes. —Sin más Sasha le colocó en los múltiples bolsillos el mensaje a Shenka, Sasha volvió a soltar el mismo chiflido y Matthias lo imitó para memorizarlo. La sargento Shenka se volvió a perder entre las penumbras para así entregar el mensaje a su dueño.

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(Shenka tiene siete años de servicio militar, fue entrenada por Orrel)
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El general Müller oyó otra vez ese sonido, el sonido que hacía la nariz de un perro al olfatear el piso, sus pasos y meneo con las correas lo despiertan de golpe, vio llegar a la sargento Shenka, era la misma perra que había mordido, amenazado y luego comido a Artemus, Rudolph en aquel momento no la pudo contemplar muy bien, pero ahora la conoció muy de cerca, puesto que la perra tenía el hocico en la cara de Rudolph, este intento no emitir un solo ruido para hacer enojar a la bestia, Shenka tenía la nariz encima de Müller.

—Buen...perrito... —Balbuceo el alemán nervioso, la perrita lo estaba olfateando en toda la cara, era un perro de raza grande, más precisamente un pastor caucásico, por las grandes hebras de su pelaje era un pastor de montaña, los grandes incisivos intimidaban al rubio, dientes afilados, hocico inmenso y que devora carne humana, si, el animal estaba poniendo nervioso a Rudolph. Para su fortuna, Shenka lo dejo en paz, alejándose de la celda sin morderlo.

La perrita era sin dudas inmensa, Rudolph calculaba que el largo de la perrita era de unos setenta centímetros de largo, en altura seguro el metro y su pedigrí con una piel y poblada de largo pelaje apto para el invierno sólo hacían ver más y más intimidante al animal. Shenka se echó lejos de la celda, pero se sentó justo enfrente a la celda, custodiando a Müller.

—Oh, cuando no quieres matarme, luces adorable...—Le comento Müller a la perrita, desde siempre el general ha tenido debilidad por los animales, leyó el nombre de la perrita en su placa. "Shenka, sargento primera del batallón número 451" sorprendido Rudolph sonrió al ver que la perrita tenía rango, se notaba que era un animal sumamente entrenado, y por si fuera poco Shenka tenía mal humor, le gruño a Müller sólo porque hablo, y Rudolph soltó una pequeña risa. —Dios mío, todo se parece a su dueño, seguro te entrenó el coronel Smirnov. ¿Verdad? Vamos amiguita, déjate querer...—Aunque Rudolph se jugaba el pellejo acercando la mano para que Shenka se la lamiera, no le importaba, sabía que podía morderlo, comerlo, como lo hizo con Artemus, pero como sabemos. Al alemán le gusta el peligro. Shenka se alejó más de la celda y por tanto se alejó de la mano, Müller tenía curiosidad por tocar el pelaje de la perrita, era abundante, esponjoso, de tonos negros con mechones azabaches y tenía múltiples cicatrices en su piel, arriba del ojo tenía abultada una ceja, rastros de una cirugía. Rudolph dejo de sonreír al ver eso, había bromeado con el hecho de que Shenka se parecía a Orrel, pero no mentía, tanto el coronel como su mascota tenían heridas, restos de una vida muy dura. —Shenka... —Murmuro su nombre y con los ojos entre cerrados la perra se giró a mirarlo. —Creo que tú y tu dueño han tenido las cosas difíciles ¿no? Eres linda...eres niña ¿verdad? —se agacho a ver si la perrita tenía testículos, elevando una ceja y asintió complacido. —Sip, una niña...—Y se acomodó cerca de la celda, viendo a la perrita. —Te voy a ser sincero amiguita...no creo que tu dueño vaya a matarme...hace unos tres días, trató de dispararme...me vio a los ojos, me juzgo y...en su hilo de voz me pareció percibir que no quería hacerme todo lo que me estaba haciendo. —Shenka se echó en el suelo, jadeando y viendo a Rudolph. —Y cuando volvió a verme y le confesé que era homosexual, me comenzó a ver de una manera MUY diferente. Fue como si ya no me considerara su enemigo...sino otra cosa que no estoy seguro que es... ¿Me odia? ¿Me desea coger? Tal vez lo segundo...—Se explicó Müller, si, a Rudolph le llegó la idea del sexo con Orrel por sus celos sin disimulo, puesto que el general tenía una vida sexual sumamente activa, en los ojos negros del coronel percibió deseo. —Ah...—Soltó un suspiro sonrojado. —Si no intentara matarme ya le abría tirado mis calzones, tu dueño es atractivo... —le comenta a la perrita, esta solo bufa en contestación, puesto que cuando lo vio por primera vez Müller se le fue el aliento, no de terror, Smirnov era un hombre atractivo, musculoso, velludo, con una virilidad y rudeza que hace suspirar a Rudolph, pero el rubio emite una carcajada al pensar en eso, intenta no dejarse llevar.

—El punto es...que a pesar de que lloro, no tengo tanto miedo como el que pensé que tendría. Me han ocurrido tantas mierdas en este lapso de tiempo que...no sabría por dónde empezar...alguien me traiciono...—Le rebela a la perrita, esta lanza un ladrido y Rudolph asiente, mentalmente sigue su plática con Shenka, puesto que siempre tiende a divagar y hablar solo, era natural en él. —Lo sé nena, ¿Quién querría traicionar a un bizcocho como yo? Pero...me he hecho enemigos durante muchos años...creo que uno de los que me traiciono fue Artemus...—Susurró Rudolph, a lo cual Orrel estaba a solo unos pasos de llegar al interior de las celdas bajando las escaleras, oyendo a Müller hablar con su perrita. En silencio, Smirnov se acorralo con la pared, escuchando con precaución lo que decía su prisionero. —Él sabía mi plan, y aunque termino muerto...creo, que de una muy extraña manera Orrel me salvo si te soy sincero... Antes de que él llegara, Artemus tenía mucha prisa porque nos fuéramos cuanto antes... ¿antes de que? No lo sé, pero se apuraba porque me decidiera en irnos en su auto, aunque comprendo que quería que escapáramos de la zona cuanto antes. ¿Cómo es que logró pasar un puto auto por la nieve? Vi a Orrel mearle a su auto puesto que estaba congelado el motor ¿Cómo fue que no se le congelo al andar? —Rudolph armaba su teoría, muchas de las acciones de Koffman eran algo preocupante, no tenían sentido. —¿Por qué quería llevarme lejos de mi base? ¿Cuál era su verdadero objetivo? ¿Será acaso que alguien más tiene algo planeado contra mí? —Y luego se oyó que Rudolph se limpiaba las lágrimas, Orrel agacha la mirada al suelo, escuchando atentamente todo, habían traicionado a Rudolph, y todas las traiciones son dolorosas. —Yo lo consideraba mi amigo...y me traiciono. ¡Mierda! —Se cubrió los ojos en sus piernas, gimoteando. —Me decía que yo era "el tipo de hombre que aspiraba ser" que en nadie más confiaba que en mí, pero si no es así, si no fue así... ¡¿Entonces porque diablos él no estaba cuando atraparon a mi pelotón?! ¡¿Por qué de todos justamente él salió vivo de la batalla?! ¡¿Es que acaso ya tenía planeado lo que iba a pasarme y por eso mejor se adelantó a buscarme por algún lugar donde sabía que yo iba a estar sólo e indefenso?! —

Orrel apretó los dientes, en efecto, Artemus lo traiciono, Orrel no lo pensó sólo porque le interesara cualquier cosa relacionada a su prisionero, sino porque Artemus estuvo vivo y pasó inadvertido sus defensas hasta entrar en el interior de los suburbios. ¿Cómo mierda Artemus supo evadir de manera tan precisa a sus soldados? ¿Cómo fue que dio con Rudolph? Preguntas tardes, pero que ameritan respuesta, dejo llorar en silencio unos minutos más al rubio, antes de hacer ruido, golpeo la puerta, fingiendo que iba a entrar, puesto que estaba en el borde de las escaleras y así decidió simular sus pasos hasta acercarse a la celda de Rudolph.

Smirnov volvió, con aquel permanente ceño fruncido en la cara, Rudolph estaba de espaldas, solo lo vio por el rabillo de su ojo y volvió a mirar la nieve caer, ahora el coronel sabía que no deseaba verlo a la cara porque había llorado, Orrel sacó de su enorme gabardina un objeto, y lo colocó en el interior de la celda, pasando los barrotes y dejándolo reposar en el borde de la cama, mientras Rudolph miraba la ventana donde se cruzan copos de nieve y caen hojas secas de tono opaco.

—Ten... —Anunció Sergéevich, Rudolph miró el libro, pero no lo tomó, solo lo vio yaciendo como una especie de "sacrificio para apaciguar" a su persona, Orrel lo hacía ver así, y se alejaba de la celda con rapidez, temiendo contagiarse de la homosexualidad de Müller, como si esos gérmenes "gays" estuvieran en su cama. —¿Sabes leer ruso? —Cuestiono el coronel.

—Si. —Contestó con sequedad el rubio, riendo al percibir que el coronel no quería tocarlo, lo trataba como si tuviera un virus, la idea de tener "el virus homosexual" puso de buen humor al alemán tras el amargo descubrimiento de la traición de Artemus, no saber por qué le carcomía el alma, y Orrel lo suponía, en un lenguaje silencioso, comenzaba a comprender a Rudolph.

—Bien, espero te guste...—Esas palabras descolocaron a Rudolph, notando la mirada de incredulidad, el coronel suspiro. —Tómalo como quieras, como una disculpa por tenerte encerrado en estas rejas o una disculpa por insultar tu manera de ser, el chiste es que es una ofrenda, veo que en verdad estas orgulloso de... ser lo eres. —Concordó Smirnov. —No buscaré "arreglarte" ...

En silencio Müller sujeto con sus delicadas manos el libro, no le dio las gracias esta vez, y Smirnov no se las exigió, sabía que esta vez no ameritaba decir mucho, ni sabía cómo hablar precisamente, Smirnov nunca iniciaba muchas platicas, se la vive callado en las penumbras esperando y dando órdenes, como el lector ya lo percibió, Orrel no es muy bueno con las palabras, el coronel se dirigió a su perrita, llamándola con un silbido, esta de un brinco se levantó y lo siguió, puesto que si Shenka está en las celdas es porque tiene un mensaje urgente con él.

—"Ana Karenina" ¿León Tolstói? —Preguntó Rudolph y leyó la sinopsis, curioso, la tapa del libro era vieja, muy vieja, gastada por el uso, carcomida por el tiempo, pero legible, las cosas viejas le gustaban a Rudolph, tenían una belleza melancólica y su sonrisa se agrando, Orrel lo sabía, puesto que había leído su diario, conforme percibía el buen humor de Müller, el mastodonte ruso se retiró, el diario tenía verdades, entonces comenzaba a comprender un poco, solo un poco la mente del nazi, y para su pesar, todo le apunta que no asesino a Konstantin, pero sus misterios solo estaban desvelándose poco a poco. —Es un clásico ¿no? —luego comenzó a ver el contenido de la misma, pero antes de que se dirigiera a Orrel, este se fue de la vista del rubio tan rápido como llegó, a pesar de que no lo pareciera, Smirnov era alguien un poco tímido en el fondo, y lidiar con Rudolph era como un repelente a la personalidad de Sergéevich, por mero instinto, Orrel siempre ha procurado escapar de la conversación y personas extrovertidas como justo es su prisionero, de personalidad tan vivida, son la antítesis total del coronel, el general disfruto de la lectura, por fin podía matar su tiempo además de en averiguar la verdad tras el asesinato de Konstantin.

Müller desde la primera noche que llegó a esa celda no ha dejado de pensar y re pensar todos los errores que atacaron a sus hombres, la noche entera pasaba horas averiguando ¿cómo pudieron deducir donde atacaría? ¿Cómo fue que el pelotón de Orrel les dio cacería si era una operación en cubierta? Sabían exactamente donde atacar, sabían con qué atacar. Y de una u otra manera Rudolph pensaba que, averiguar la muerte de este Konstantin, de quien lo acusa Orrel, lo ayudaría a irse de la celda más rápido, aunque eso todavía lo tiene en la mente, tenía que averiguar si Artemus como claramente lo traiciono. ¿Para quién trabaja? ¿Cuál era su objetivo? Tantas preguntas y tan pocas respuestas, estas rondaran un tiempo más, Rudolph, al igual que Orrel, se dedicaba a intentar averiguar quién era su carcelero. ¿Quién era este coronel?

Rudolph notó que Orrel se fue a la parte donde trae las bandejas de comida, otra vez. Rudolph había establecido un patrón, llevaba en ese momento ya ocho días como prisionero de Sergéevich, el alemán dejo el libro sobre la cama, se levantó, ya podía mover su tobillo mejor, no era muy rápido aún. Pero puede moverse un poco, se acercó al mueble que tiene cerca de la cama, Müller había observado que el interior de aquel pequeño escritorio tenía una apertura por donde podría forzar la cerradura, debía acostarse en el piso para poder examinarla, y hace días que ha estudiado el patrón de visitas de Orrel.

El coronel es peculiar como carcelero, se le nota que tiene cierta experiencia custodiando presos, Smirnov lo vigila durante diecisiete horas diarias, pero intercala las horas a las que lo va a visitar, el horario de Rudolph se ha hecho nocturno, y durante el día el coronel hace sus deberes militares y por las noches custodia a Rudolph, el general admiro aquella jugada.

Dedico varias horas a conocer con precisión la custodia del coronel ruso.

Orrel acostumbro al horario del alemán para que tenga desocupadas las horas cuando duerme para sus batallones, y cuando está libre, Rudolph ya despertó del sueño, le da de comer, se pelean un rato, y le deja la luz prendida exactamente seis horas, las cuales el Gruppenführer ocupa para hacer ejercicios, comer, ir al baño y existir a sencillos pasos, en sus ratos libres escudriño el escritorio de su celda, Müller logró quedarse con unas cosas antes de que Orrel lo capturara, se logró quedar con unas ganzúas, las cuales se metió en la ropa interior y por fortuna Smirnov no le ha dejado desnudo para inspeccionarlo, pero es probable que no tarde mucho en requisarlo, así que Rudolph ocupa siempre ponerse la gabardina que Orrel le dio, oculta sus ganzúas en un rincón del abrigo que tiene los rangos del coronel.

A día de hoy Müller sigue usando la gabardina porque; número uno, es muy abrigadora, número dos, es útil para esconder las ganzúas, número tres...aunque Rudolph no lo quiera admitir, el aroma del ruso era bastante agradable y no le disgustaba, pero algo que apreciaría nuestro alemán es una buena ducha, está acostumbrado a duchas calientes, así que no bañarse durante días sin sus amadas y adoradas esencias de jazmín importado directo de la India le incomoda mucho, como es obvio la vanidad que profesaba el rubio se notaba en lo bien cuidado que tenía su cuerpo, puesto que al pasar las noches se sentía sucio y sin ánimos.

Después de divagar Rudolph se acomodó acostado debajo del escritorio, Orrel seguía en la cocineta donde le trae la comida, no puede investigar en otra hora del día, hace poco Rudolph descubrió que de manera muy sutil Orrel le coloca alguna especie de hierva que le induce al sueño, por tanto sus horas dormido son exactas, cuando despierta no hay luz hasta que venga Orrel, y sólo cuando Sergéevich enciende el queroseno de una lámpara que tiene fuera de la celda es que puede ver claramente durante seis el escritorio, es difícil que Smirnov no lo esté custodiando, tenía un intervalo de veinte minutos para lograr abrir la cerradura del escritorio, si Rudolph cambia un mínimo sus hábitos el ruso lo va a notar, es extremadamente observador, vive en un estado de paranoia permanente de la cual es participe, no puede huir de la mirada de águila del coronel.

La fortuna le sonríe a Rudolph, logró abrir el cajón del escritorio, con todo el silencio que se permitió se enderezó, después de forzar mucho la cerradura al fin conoce el interior de esta, escudriño en el interior de la madera opaca y vieja, encontrando papeles, pluma con tinta y varias insignias falsas de carcelero, licencias con múltiples nombres, cargos, direcciones, todas pertenecientes al coronel que lo tenía cautivo, algunas decían "Malenkov" otras decían "Koslov" "Grigory", "Vladimir" y los apellidos a veces invertidos y combinados con otros, curioso, Rudolph descubrió múltiples licencias "ГУЛАГ – Gulag" "NKVD – GULAG" "Народный комиссариат внутренних дел", la traducción que encontró Rudolph para la abreviación de "NKVD" es "Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos" Müller había oído hablar de ellos por contactos suyos pertenecientes a la Gestapo, los comisarios eran un rango alto en los estatus para la inteligencia militar de la unión soviética, secreto de estado entonces.

Ahí Rudolph comprendió un poco la clase de hombre que era Orrel, el porque era tan precavido también, era un denominado espía de la URSS, un hombre con vanagloriados honores, Müller maldijo su suerte. De todos los rusos que había para que lo capturaran. ¿Tenía que ser un espía del estado, militar, torturador, y malditamente precavido para variar?

Rudolph soltó un suspiro indignado, no sabía el nombre verdadero del coronel, y los múltiples nombres que había en la gaveta que encontró lo terminaron confundiendo. ¿Será Smirnov el verdadero "apellido" del coronel? No sabría decirlo, Rudolph volvió a cerrar la gaveta, había aprovechado muy bien sus veinte minutos, pero no fue lo suficientemente rápido, cuando oyó los pasos de Smirnov de vuelta se enderezó lo más rápido que pudo, al instante en que se encontró con la mirada del ruso, ya era culpable de hacer algo sospechoso.

—... ¿Qué estabas haciendo maldito nazi? —Cuando escucho aquellas palabras del coronel Rudolph supo que volvería a tener problemas, no podía hacer nada sin que resulte sospechoso para Sergéevich, este se acercó a la celda, viendo la bandeja de comida. —Siempre comes la tostada primero, y seguidamente te comes la carne y la alternas con el pan... ¿Por qué solo te comiste la tostada y no la reservaste? ¿Tenías prisa por tener energía? ¿Qué estabas haciendo? —Orrel comenzó a analizar al rubio, la posición en la que estaba le indicaba que estuvo en el piso, haciendo quien sabe qué.

—Pensé que se me había caído algo... —Comentó el alemán, era obvio que el ruso se fija en todos los detalles que convergen contra su prisionero, claramente no se creyó la pobre mentira que ofreció.

—¿Me crees imbécil, maldito nazi? —Sí, no se tragó la mentira, ahora miraba de arriba abajo al alemán. —Averiguare todos tus sucios secretos si hace falta... más te vale que comiences a hablar a menos que quieras que esto se ponga muy...muy feo...—Lo amenazaba, los ojos del coronel siempre trasmitían malicia, perversión y una furia que denotaba que el alemán no saldría bien de este encuentro, y Rudolph lo veía muy capaz de torturarlo, no lo mataría, o eso pensaba el general, puesto que Orrel había vacilado anteriormente en un intento de asesinarlo a sangre fría, Rudolph tenía la silenciosa teoría de que Smirnov no quiere matarlo, tal vez Orrel bajo esa capa de murallas inmorales que poseía, se encontraba un hombre que puede sentir arrepentimiento y piedad, y Müller correría ese riesgo.

—No tengo nada que esconder...—Sentencia el rubio, Orrel tenía la necesidad de tirarle la tranquilidad y confianza al alemán, sabía innumerables métodos para humillar a los hombres y romperles la moral, y maquinaba que podía hacer para hacer sollozar esos ojos esmeralda.

—Desnúdate... —Demandó el coronel, Rudolph lo miró alzando una ceja, no con miedo o vergüenza, sino con total sorpresa y curiosidad, no se esperó para nada la orden que le acaba de demandar. — ¿No oíste? Desnúdate...

—¿Qué? ¿Quieres ver que mis nalguitas? —Le pregunta Rudolph con una coqueta sonrisa, lo cual irrita a su captor, las insinuaciones sexuales era justo lo que no quería ver, ni escuchar de parte del alemán, no después del sueño que tuvo con él, no después de saber que es homosexual, a Orrel le daba miedo, la mirada de Smirnov fue su talón de Aquiles, cuando aquellos labios rojos le dijeron aquel coqueto comentario la cara del ruso se transformó en un rubor, emitió un gruñido con vergüenza, la mirada de felicidad que hizo aquel alemán al descubrir que arrebola sus sentidos le truncaron los planes.

—Inspecciono a todos mis prisioneros, no te creas especial... —Le recalca para no verse en apuros.

—Bueno, me veo obligado a advertir que, si mi pito se levanta, no me hago responsable —Comenta de manera casual el alemán, Orrel comprendió entonces que Rudolph no es como los otros alemanes que ha torturado y encerrado, es descarado, es atrevido. Sin pena Müller se baja los pantalones, se quita el abrigo y Rudolph guarda bien las ganzúas y deja el abrigo sobre la cama, Orrel estaba muy distraído viendo a su prisionero desnudarse, se desabotona la camisa y deja ver otra vez su bonito pecho, cuerpo blanco y sumamente estilizado. Y llega la parte más íntima, Rudolph se baja la ropa interior y deja su ropa doblada en la cama y enfrenta la figura de Orrel frente suyo, Rudolph no teme mostrarse desnudo, pero tiene frío por la temperatura, así que abraza sus manos y torso para cubrirse del frío, Orrel tiene la cara roja, llena de rubor y agradece que su barba se lo cubra.

—Date vuelta... —Ordena y Rudolph queda de espalda a Orrel, y este traga saliva nervioso al ver las pronunciadas posaderas desnudas, eran los glúteos más grandes, pronunciados, sonrosados y musculosos que ha visto en toda su vida, la cintura pequeña de Rudolph le daba un atractivo y magnetismo sexual natural, erótico y exótico. —Bien, no creo que guardes nada en ti, dudo mucho que algo entre en ese agujerito —Señaló la entrada de Rudolph que dan al inicio de su cadera baja, hacía apología al recto del alemán, este se giró a verlo por encima de su hombro, sorprendido de lo dicho, comprendió lo que decía Orrel, no le iba a hacer una inspección de cavidades.

—No tengo nada que esconder, puedes ver, te sorprendería la clase de "largas y anchas" cosas que puede tener mi "agujerito" —Comenta divertido el alemán, para fastidiar al ruso quien claramente se siente atraído hacía él, Orrel emite un gruñido, odiaba que el rubio se haya dado cuenta que se siente intimidado por al desnudes de su prisionero, molesto, toma un balde y se lo arroja a Rudolph, este lo atrapa apenas.

—Toma la toalla, te vas a bañar, APURATE —Demandó chasqueando los dedos y Rudolph tomó la toalla que le coloco en la celda, Smirnov le apunta delante, guiando con su voz a Rudolph detrás del alemán, por primera vez sale del interior de la celda, adelante Rudolph distinguió la cocineta y Orrel lo tomó fuertemente del hombro señalándole otro pequeño y oculto pasillo a la derecha, sumamente estrecho, conduciéndolo a donde estaba una tina, una habitación que sólo tenía la tina, estaba llena de tierra, y la pared estaba recién enladrillada. —Voy a estar aquí, no me hagas perder mi tiempo y apúrate...

Rudolph miro la tina, encaró a Orrel. —Es agua caliente... ¿Que hice para merecer tal honor para que me calentaras el agua? —Rudolph era por igual observador, era obvio que Orrel en parte le hizo un favor a su prisionero para que no se bañe con agua fría a temperaturas bajo cero.

—Estuviste a punto de morir de hipotermia, necesitas bañarte a temperatura caliente, además te bañaste antes de que te trajera aquí con agua fría y eso te congeló aquí —Señaló la costilla de Rudolph, una zona roja que marcaba que su cuerpo sufrió una quemadura por el frío, Rudolph volvía a comprobar que su carcelero era un águila para custodiarlo— ... Alguien te baño, te alimento, te cuido y yo voy a averiguar quién es, y lo mataré... —Amenazó en silencio y Rudolph soltó un suspiro, no delatara por nada del mundo a Alexei, ese muchacho era inocente, se metió en la bañera, y soltó un largo suspiro al sentir el agua caliente.

—Ahhh... Al fin —Comento y sus mejillas se pusieron coloradas, se notaba que quería un baño desde hace días, se mojó bien el cuerpo y la cabeza, se estaba poniéndose cómodo hasta que Smirnov le gruño.

—Apúrate —Demandó Orrel, pero fue recibido por unas gotitas de agua en la cara, Rudolph lo había mojado. —¡HIJO DE PUTA, APURATE! —Lo regaño y el alemán emitió una risita en clara burla.

—Está bien... voy. —Comento y se siguió bañando, enjabonando y rociándose agua en el cuerpo, que resalta las partes más eróticas del alemán, Orrel no le quita la vista de encima, en parte para custodiarlo, en parte porque es un morboso. —Mmmhn...—comenzó a tararear el rubio, mientras se bañaba, pasa el estropajo que le dio Orrel y se siguió limpiando el cuerpo, la enjabonadura le resbala del cuello, recorre su pecho y desciende hasta el sexo del alemán, notando que es rubio natural incluso en el pubis, Orrel se maldijo mentalmente por descubrir eso al mirar con tanto descaró a su prisionero, lo estaba haciendo babear.

—Suficiente, enjuágate, y salte de una puta vez de la tina. —Furioso porque Müller lo ignoro entró directamente y lo sujeto del brazo mojado para sacarlo de la tina, Orrel toma la toalla y se la pasa de dos estropajos al rubio y lo saca de la tina, todavía cubierto de agua. —A tu celda ¡A prisa nazi! —Le truena los dedos y Rudolph se enrolla la toalla en la cintura para comenzar a caminar de vuelta a su celda.

—Coronel... ¿Le mataría ser más amable y paciente? —Pregunta Rudolph exprimiendo sus mechones rubios que se han pegado a su nuca y a su pequeña frente, el ruso son mucha vacilación volvió a meterlo en su celda.

—Si. Ahora cállate, vístete y ve tu libro si no quieres que Shenka te muerda un dedo, o toda la cara...—Sin más cierra la celda y Müller se acuesta en la cama, sin vestirse. —Dije que te vistieras...

—Me gusta andar desnudo...—Le dijo Rudolph, y el ruso reacciona molesto.

—¡Eres un homosexual sodomita y descarado! —Intenta insultarlo, pero Müller suelta la carcajada.

—¡Pero claro! Amo que me cojan...—Percibiendo que a Sergéevich le molesta que insinué sexo con hombres, Rudolph sigue fastidiándolo.

Orrel se enfurece ante la idea de que Rudolph se acueste con alguien, le produce arcadas de que tenga sexo con hombres hace que le hierva la sangre —¡Ja! ¿Disfrutas acostarte con cualquiera no es así? Eso no te hace diferente de una puta...

—¡No jodas! ¿Por qué actúas celoso de que alguien más me dé su pito? ¿Acaso deseas que te la chupe a ti nada más? —Era obvio que iban a terminar peleando, como ya lo hacen normalmente, Müller no desea ser complaciente, y no teme a lo que dice.

—Cualquier hombre está bien para ti ¿no? ¡Maldito maricón! —Tras ese insulto Rudolph suelta una carcajada.

—¿Porque preguntas? ¿Deseas saber que eres mi tipo? —Ese comentario hace que Smirnov ya no controle su furia de nueva cuenta.

—¡YA CALLATE! — Grita furioso, sin más lo sujeta del cuello, puesto que estaba cerca de las celdas y lo empuja para que lo mire de frente. —¡No soy un maricón como tú! —Rudolph le saca la lengua emulando un pedo, se notaba que ya no necesitaba perder nada contra Orrel. —¡Actúa como un hombre carajo! —

—Vas a matarme, ¿para que fingir algo que no soy? —Señala Rudolph, como ya vio la muerte venir, ya no va a defender una parte de sí mismo que oculte. —No voy a quedarme de brazos cruzados oyendo como insultas mi sexualidad. ¡¿Por qué diablos debería fingir para agradarte?! ¡Yo soy así! ¡Un sodomita como dices! ¡Me he cogido a media Europa con mucha alegría y te garantizo que sodomita como soy te puedo patear el culo idiota! —Orrel se vio tentado a darle una cachetada, ya se había acercado más para asestarle una bofetada en su mejilla, hasta que Rudolph le lanzó un beso.

Lo cual alejo a Orrel de golpe de la celda, aterrado por el beso al aire que le lanzó. Rojo como un tomate cherry y avergonzado. —¡¿Cómo te atreves?! ¡¿QUIEN TE HAS CREIDO MALDITO HIJO DE PERRA?! —Se lo lanzó porque claramente Smirnov iba a salir huyendo con el rabo entre las patas ante cualquier minima muestra de afecto que le dé Müller. Este no reacciono de vuelta, solo le sonrió, porque Smirnov con esas simples acciones le comprobó que era un hombre reprimido, era demasiado notorio.

—Estoy acostumbrado a que la gente me odie sin conocerme, a que me juzguen por acciones que no he cometido y me desprecien por el lugar de donde vengo. Por favor coronel, ¿Cree usted que es el primer imbécil que me dice maricon y que me acusa de indecente por mantener una vida sexual activa? Dígame, si yo fuera un hombre común y corriente amante de mujeres. ¿Me tacharías del mismo modo como el que me tachas, desprestigiando mi posición en la cama? —Y Orrel se quedó frio ante semejante pregunta, es cierto, si Müller fuera un hombre que se acostase con muchas mujeres, no le diría nada de lo que le ha dicho, estaba insultándolo por ser el pasivo en el sexo.

—¿Entonces porque no eres común? —Preguntó, una pregunta muy estúpida, Müller se ríe, pero la contesta de todos modos, la mirada que le lanzaba aquel ruso era de genuino interés en su respuesta.

—¿Que es para ti lo común? Yo veo en lo común lo que más anhelo y deseo, pero lo extraordinario es mi pan de cada día, soy extraordinario, lo malo es que a muchos no les gusta que te salgas del molde de lo ordinario, y ello los orilla a despreciarte por ser diferente. —Sin otra palabra que decir, el alemán se dio la vuelta, ignorando a Smirnov por completo, el coronel odiaba que no le ignoraran.

Orrel apretó los dientes, queriendo decir una réplica, pero el rubio tenía razón, no sabía quién era Rudolph, y en efecto las acciones que ha ejercido contra él merecen ser acogidas por el odio, lo ha tachado de inmoral y desgraciado, lo cual lo sorprende de sí mismo, Smirnov no acostumbra a juzgar a las personas, y se sintió una basura unos momentos tras irse de la habitación. A solas consigo mismo, reflexionando la fuerte pelea que han tenido, saca un cigarro de su gabardina, jala la correa en cadenas de su mechero y enciende una flama, fuma una calada del cigarro y suelta el humo contra una ventana, se sienta en la silla de la cocineta, mirando la nubla dispersarse y desprenderse de sus labios. Momentos después de examinar su gabardina de saca su libro favorito, "Las desventuras de Rudy", Orrel abrió el diario de nueva cuenta, queriendo escarbar en una respuesta que le despeje las dudas del presente.

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Berlín, 1922- República de Weimar.

Al principio el joven Müller tuvo mucho miedo, tanto miedo que apenas y podía dormir, el rubor que se escurría y calentaba sus mejillas no era más que una señal de la clase de vida que él pensaba que tendría. Dentro de tres días se uniría a la brigada de los miembros con dieciocho años, el joven bávaro que había ido a la capital a convertirse en hombre se daba cuenta de lo que su corazón demandaba cada que se veía con su mejor amigo.

Amor.

Sin saberlo, Rudolph tuvo su primer flechazo con un hombre, un joven amable y jovial como lo era aquel pelirrojo. Pero el intentar comprender que ocurría con su mente no evitaba que suspirara por ver esos hermosos ojos azules, que resplandecen como dos gotitas de agua en el alba, si, quería a Viktor, era su primer interés amoroso. Viktor Charles Dietrich, era el nombre del galardonado primer amor de nuestro pequeño rubio.

Viktor era un muchachito que repartía periódicos en las calles, ganándose unos cuantos centavos puesto que sus padres buscaban desesperadamente encontrar un trabajo, y para apoyarlos con los gastos que ameritaban tener con dos hijos y dos padres parados sin trabajo, Viktor entró a trabajar, dejando suspendida su escuela, pocos padres podían darse el lujo de seguir brindándoles educación a sus hijos, en el caso del flechado de Rudolph, quedo suspendido su segundo año en el Gymnasium, enorme diferencia con el joven Müller quien incluso se había graduado años antes de la escuela. Rudolph quería a Viktor por muchas razones, la número uno y la que más lo convence de lo que siente, es que su amigo siempre lo defiende de los chicos que lo molestaban por la calle, reclamándole ser hijo del duque, Charles les puso un severo estate quieto a todo aquel que se metiera con su amigo.

"Para mediados de 1922, la república de Weimar había estado acumulando una inflación como nunca antes se había visto en la historia de mi país, desempleados andaban de aquí para allá, Viktor y su familia se vieron apretados con sus gastos, puesto que él había dejado de estudiar para contribuir con sus padres y ganar lo suficiente para comer, yo veía esta situación desde la comodidad de la mansión de mi padre, Alfred se vio sumamente beneficiado de esta situación, es más de una ocasión me llevó numerosas veces a pedir préstamos al extranjero, lo veía firmando constantes papeles, y claro, esto no hizo más que aumentar la discriminación que yo sufría de los adultos o niños que me veían en la calle, usualmente lo que más hacían los adultos al verme era escupirme, y despreciar a mi padre, esta escena se repitió de manera seguida, la gente odiaba lo que mi padre hacía, y por tanto me odiaban a mí... y no los culpo por ello."

—Herr Alfred... —llamó a su padre, quien se encontraba en su despacho, en sus manos, había los títulos de propiedad de varias empresas en bancarrota y las que había comprado puesto que estaban a un precio mucho menor al que deberían de valer, mientras este se gira a mirarlo. —¿Qué significa "hijo de perra"? —Preguntó un joven Rudolph con el uniforme de las SA, su padre soltó una enorme carcajada.

—Lo que eres tú, al ser hijo de tu madre...—dijo Alfred, mientras guardaba los papeles en su cajón. Las mejillas de Müller se pusieron coloradas, molesto, furioso y lloroso.

—¡Mi mamá no es una perra! —Le señaló Rudolph, indignado al comprender el insulto, nunca lo habías segregado e intimidado como lo hacían en Berlín. Amus Weber, el viejo amigo de su padre estaba al otro lado del cuarto leyendo unas misiones agendadas por su jefe Ernst Röhm, no tardo en escuchar la discusión que se formó en el lugar.

—¿Bromeas? Tu mamá no es una perra...—susurró el ex duque. Para luego decir con cinismo. —Tu madre es una sucia puta, una ramera que sabía mamar muy bien mi verga...—Tras decir esas palabras, Amus, decide que es momento de intervenir a parar ese acto, entró para sacar de esa situación al joven rubio, abriendo la puerta de un tirón y tomando por el hombro al muchacho y mirando severamente a Alfred.

—Müller, basta ya —El SA-Oberführer era el cargo que portaba Amus Weber, quien intentaba detener los insultos que profesa como padre hacía su hijo, se notaba que Amus tenía un cariño por Rudolph, lo veía con inocencia y quería que no perdiera parte de ese sentiente integro, le tenía compasión, puesto que era muy joven para empezar a comprender lo que sucedía a su alrededor.

—¡Mi madre no es una furcia! —Gritó el joven rubio, defendiendo el nombre de la persona que más quería. —¿Tu que sabes de ella si nunca has vivido a su lado? ¡Es una buena persona, una madre increíble! —Era obvio que eso iba a terminar mal, Alfred tenía la maña de retar a Rudolph cada que se le daba la gana.

—¡Tu madre es una puta que lo único para lo que sirvió es para parirte! ¡Una idiota buena para nada que no dudo dos veces en brincar mi verga pensando que existía algo tan estúpido y burdo como el amor! ¡Mírate, eres un mocoso ignorante que solo me sirve para ocupar espacio! ¡Haré algo de provecho contigo estúpido! ¡La única cosa buena que tienes en tu miserable vida es a mí! ¡Puesto que la zorra de tu madre no tuvo mejor idea que casarse con un sucio judío! —Tras esas palabras el joven Müller comenzó a llorar, puesto que desconocía el profundo odio interior que su padre sentía por su padrastro, Rudolph, furioso e iracundo alzó su pequeño puño y le dio un gancho izquierdo en la nariz a su padre, quien arremetió contra Rudolph jalándole de los cabellos y luego ponerle repetidos puñetazos contra la cara de su propio hijo, quien no podía igualar la fuerza de Alfred contra la suya, momentos después Amus logró separarlos empujando al mayor de los Müller. La tensión que comenzó a reinar en la habitación hizo que Weber alzará la voz.

—Alfred, Rudolph apenas comienza a conocer el mundo. ¡Es tu hijo! ¡Sangre de tu sangre! —Amus sostenía a Rudolph, quien quedo casi noqueado y con la cara roja por los golpes y lloraba cubriéndose la cara, no quería verse débil ante su padre. —¡No puedes tratarlo como si fuera un don nadie o un huérfano! ¡¿Y que si su padrastro es judío'! ¡Él no lo es! ¡TU LE DEBES RESPETO A TU HIJO, SE RESPONSABLE DE EL! ¡Actúa como hombre maldición! —Tras aquellos gritos sonoros, Nona, la mujer que siempre atiende al joven rubio fue corriendo a ver los golpes y puñetazos del menos, llevándolo con delicadeza consigo entre sus brazos, la complexión del pequeño rubio era delgada, de dos fuertes golpes ya lo tendrías dominado, ni se diga que lo muelan a puñetazos.

"Cuando llegue a vivir con Alfred, fue que comenzaron los golpes, nunca antes en mi vida me habían pegado hasta ese momento. ¿Porque el hombre que decía ser mi padre disfrutaba de hacerme llorar? No lo comprendía y me tomó muchos años saberlo. La maldad en las personas siempre me ha hecho temblar, Alfred me odiaba por haber sido criado por Elías, resulta que mi padre era un antisemita de cuidado, un racista, xenófobo y homófobo. Todo el paquete completo de lo que un conservador podría ser, un supremacista blanco que hacía ver al Ku kux klan como un grupo de bonachones en una tarde de té. Alfred, era la peor persona que yo podía tener en mi vida y que me destruyó en más de un sentido la percepción que poseía por la humanidad, debo decir, que, si Weber no hubiera sido mi tutor, es probable que yo hubiera terminado siendo otro loco blanco antisemita, conservador y racista..."

—¡Müller! ¡Te estoy hablando! —Le reprendió Amus Weber, era un viejo compañero de Alfred, cuando todavía era un duque, para ese entonces era un hombre entrados en sus treintas, siempre portando el uniforme de manera impecable, cabellos castaños, vista de águila, ojos de un intenso tono miel y cara de pocos amigos, pero sumamente atractivo, mentón partido, patillas impecables y fornido. Rudolph era un muchacho siempre centrado y servicial, pero con la llegada a formar parte de un cuerpo de seguridad Weber tenía la misión de poner en cintura al joven Müller y de paso salvarlo de los malos tratos que recibía cuando estaba a solas con su padre. —¿Otra vez soñando despierto? ¡Ya te dije que no puedes faltarme al respeto así, si hicieras esto mismo en frente de tus compañeros ya te abrías ganado un buen puñetazo! —En ese momento estaba caminando al aire libre con Amus, paseando por una zona acordonada para uso militar, resulta que Weber formó parte hace dos años de la freikorps, el último recurso de defensa que le pertenecía a Alemania, con la República de Weimar Amus quedó desempleado y fue reclutado por el partido formando parte de las SA.

Rudolph pasaba sus mañanas siendo entrenado por Amus en el manejo de ser un soldado. —Müller, debes comprender que ahora eres un hombre, y dentro de poco te veré arrojado junto a los otros miembros de la Sturmabteilung y ellos no van a ser considerados ni indulgentes como yo lo he sido contigo...—

"Al haberme unido a las SA no tenía ni idea en la clase de cosas que me iban ocurrir, las peleas callejeras eran uno de los tantos errores que más iba a lamentar en mi vida"

La primera mañana que Rudolph fue con la sección de asalto fue recibido por Amus, quien lo guio con su escuadra, el muchacho cargaba sus pertenencias en una mochila, a partir de ese día viviría con los miembros del cuartel de las SA dormiría y comería con ellos en el mismo lugar y gozaría de un sueldo base.

—Te presentaré a un sturmann, es mi mejor pupilo, se educado y amable con él. ¿Entendido? —Sin más Amus le indico entrar al gimnasio de los soldados, Rudolph era un muchacho flacucho que contrastaba con la cantidad de hombres fornidos y viriles que había en el lugar, el rubor en su rostro al ver tanto hombre sudoroso y semi desnudo era notorio, pero logró disimularlo.

Un joven se enfrentó a la figura de Weber quien lo saludo con un abrazó lleno de compañerismo.

¡Birgadier! —Saludó el muchacho quien luego pasó su mirada contra Rudolph. —¿Esté es nuestro nuevo compañero? —Comentó.

—Rudolph, te presentó a mi mejor paleador y moledor de comunistas, Maximus-Johann Wolfgang —Le presentó formalmente al que sería su nuevo compañero, Johann era solo un año mayor que Rudolph, ya entrado en sus diecinueve, era un muchacho de cabellos castaños y ojos de un intenso color del mar, sonríe ante el halago.

—Amus exagera, no soy tan bueno, ni siquiera he cometido mi primer asesinato. —Comenta con cinismo lo cual alarma a Müller, de una manera tan casual como respirar Johann se jacta de la muerte como algo necesario y adecuado. —Puedes dejármelo en este momento, lo comenzaré a entrenar desde ahora. —Sin más Amus se despidió y dejó a Rudolph a merced de Johann quien le dedicó una sonrisa socarrona, para luego con su brazo atrapar a Rudolph. —Mira Ru, nosotros somos la sección de asalto de las SA. ¿Comprendido? Nosotros nos encargamos de que cada rojillo de mierda o diligente del partido recibirá la paliza de su vida. —Y sin más le quitó a Rudolph su camisa y Johann directamente se burló del cuerpo flacucho de Müller. —¡Jajaja! Nunca había visto a alguien tan flacucho en toda mi vida, tranquilo, te ayudaré a lucir como un hombre dentro de poco tiempo, dime ¿Cómo fue que terminaste con nosotros? ¿Eres familiar de Amus? —

Rudolph se cubrió su cuerpo, mientras los hombres del interior lo veían de reojo y se mofaban de él. —Emm no, el señor Amus es amigo de mi padre, y ambos estuvieron de acuerdo en que unirme aquí, me ayudaría a mi formación. —Se explica Rudolph, y Maximus emite una risita.

—En pocas palabras...eres un niño mimado...—Murmura y Rudolph lo mira dudoso, podía sentir la hostilidad en la voz de Johann. —Tu padre es Alfred Von Müller, un sucio burgués que se la pasa comprando empresas extranjeras y lamiéndole los cojones a los dirigentes del partido para sacar provecho. TÚ no tienes ninguna clase de compromiso por derrocar a los bolcheviques eres solo un idiota que no sabe qué hacer con su vida y la malgasta en dejar que otros tomen decisiones por ti...gente como tú me ENFERMA...—Sin más arrojó a Rudolph al interior del cuartelillo de las SA, y este alzó su mirada para ver como una multitud de muchachos de las SA traían garrotes en mano. —Te haremos abrir los ojos hijo de puta, tu padre es una sucia deshonra y tu madre la consumación de una de sus tantas rameras y eso te hace por consecuente un BASTARDO. Criado por un maldito judío...pero todavía eres salvable...—Murmuro Johann con malicia, para todos cerrarle el paso en la mirada atemorizada de Müller. —Los judíos son una peste en este mundo, el judío internacional juega un papel del que muchos aquí hemos sido víctimas, sucias lacras que se chupan nuestro dinero. ¡Y tú fuiste criado por uno de ellos! —Lanzó el primer garrotazo a la cara de Rudolph y este cayó al suelo, intentando arrastrarse para escapar de la paliza que le van a propinar. —Créeme, te hacemos un favor para evitar que a futuro te vaya mucho peor, sucio burgués... —Y otro garrotazo que hizo chillar a Müller. —Y ni se te ocurra ir de marica a decirle a Amus lo que te hemos hecho aquí, sé un hombre. ¡Y ten las pelotas para callar! —Otro garrotazo a su rostro antes de que la lluvia de macanas lo atacara.

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"No es la primera vez que me juzgan sin conocerme, y que me insultan por ser quien soy ..." Orrel recordó esas palabras mientras leía la situación que vivía el pequeño Rudy, siendo atacado y acosado por sus compañeros, apretó los labios y continúo leyendo, Rudy compartía muchas similitudes con él, comprendía porque Rudolph ahora se defiende sin dudar un poco contra cualquiera que le rete y lo intente hacer sentir inferior, aunque sea mínimamente. Soltó un suspiro y se regañó por su comportamiento, no debía insultar a Müller por su sexualidad, puesto que a nadie más afectaba, pero Orrel no puede evitar que le hierva la sangre cada que están cerca, recuerda el beso que le lanzó, despeja su cabeza y continúa leyendo.

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"Pase una temporada pesada para acostumbrarme a vivir en el cuartelillo de las SA, dormía en una cama militar de rejillas, comía en los comedores con esa bola de imbéciles que me hacían los días un puto infierno, intentaba averiguar cómo hacer que parasen este abuso, pero no podía controlarlo, estaba fuera de mi alcance y quien llevaba la batuta era Johann, decírselo a Amus era imposible para mí en ese entonces. Temía que me vieran como un cobarde...Mi búsqueda en conseguir esa ayuda invisible, esa fuerza necesaria, la vi encontrada en nadie más ni en nadie menos que en mi adorado Viktor"

"Dietrich y yo éramos como uña y mugre, si podíamos permitirnos el estar juntos durante todo el día y toda la noche, entonces decidíamos estar juntos. El corazón de un adolescente está lleno de preguntas, de anhelos y deseos, mi joven corazón me dictaba en voz alta, que lo que sentía por Charles no se podía evitar ni callar, y por mucho que necesitaba una guía, no tenía a nadie de confianza que me instruyera en el fino arte del corazón.

Derrotado y con la cabeza dándome un millar de vueltas, fui a buscar lo que mi corazón callaba, tenía miedo de verme reflejado en la verdad, pero necesitaba apoyo y Berlín era una ciudad que se la vivía brindando más dudas que respuestas. Encaré a Viktor como un miembro de las SA, ese fue el comienzo del cambio"

Dietrich esperaba a Rudolph en el mismo puente en donde se veían con frecuencia, él joven pelirrojo se encontraba boca abajo columpiándose con sus piernas sobre un árbol, cuando vio a Müller bajó de un brinco y cayó pegándose a prisas a su mejor amigo.

—¿Me extrañaste granuja? —Comenta con alegría aquel pelirrojo matador y enérgico.

—Más de lo que te imaginas, en el cuartelillo todos son unos imbéciles, obsesionados con el nacionalsocialismo. Estaría fenomenal que se relajen un poco. —Murmuro Rudolph, y Viktor agachó su mirada para sonreír.

—Te tengo una noticia Müller, espero no te enojes conmigo por lo que te voy a decir, pero quiero que tú lo sepas antes que nadie más y... ¿Prometes que no me rechazaras por lo que tengo que decirte? ¿Juras seguir siendo mi amigo? —Cuestiona el pelirrojo, ambos sin saber que, tras unos cuantos árboles, Johann había seguido a Rudolph, buscando confrontarlo para agarrarlo por sorpresa, no se esperó lo que iba a suceder a continuación.

—Lo juró con mi corazón... ¿Qué es Viktor? Me tienes en intriga...

—Soy homosexual... —Le confesó Viktor y Rudolph lo miró sorprendido. —¿Sorprende verdad? Me di cuenta hace poco...pero no me molesta, mi hermana mayor me dijo que no tiene nada de malo que me gusten hombres. ¿Seguimos siendo amigos entonces? —Pregunta con determinación y decisión, Charles era así, encarando con creces a Rudolph para corroborar su amistad, sin esperarlo más Rudolph hizo algo que sorprendió tanto a Viktor, a Johann y así mismo.

Beso a Viktor.

El beso duro apenas unos segundos, pero cuando se separaron ambos se miraron sonrojados, Viktor emitió una carcajada y lloro, para luego abrazar a Rudolph, se notaba que se tenía guardado que estaba enamorado de Rudolph. Müller aprendió a seguir su corazón, ser espontáneo, ser seguro de sí mismo, atenderse o no a lo bueno y a lo malo que venga de ello. Y fue la mejor decisión que había tomado el joven rubio.

Johann miró la escena para luego irse de aquel lugar a prisas, por la tarde todos los del cuartel sabían que Rudolph Müller era un asqueroso homosexual. Cuando volvió, con el corazón irradiando felicidad, fue entre baldosas hasta que llegó a la puerta.

Lo primero que recibió al rubio fue un macanazo en la cara. Johann sujetaba la ramera del menor y le propino otro puñetazo, colocando su cabeza contra el piso.

—¡Asqueroso marica! —Le gruño Maximus, pero Rudolph vio en esa mirada miedo, por primera vez los ojos de Johann parecían temerle, aprovechándose de eso Müller se irguió elevando sus piernas y envolviéndolas sobre la cadera de Johann, tras un empujón logró someter con sus piernas al mayor, al fin las clases de llaves habían funcionado y sometió a Wolfgang, antes de que el castaño pudiera defenderse el rubio lo tomó con firmeza contra el suelo, apresándole las manos del otro, apoyo su pelvis contra el trasero de Johann y simulo embestidas, lo cual hizo jadear de terror puro a Wolfgang. —¡NO! ¡Suéltame asqueroso marica! ¡Para! ¡Para ya! —Momentos después comenzó a sollozar y los muchachos miraban horrorizados como Rudolph humillaba a Wolfgang acosándolo, sin más el rubio se levantó, con el ceño fruncido, encarando a su burlador y soltó una carcajada.

—¿No te gustan los besitos Johann? Pero bien que me espiabas, ¿esto es lo que querías verdad? Te gusto y por eso dedicas tantas horas del día que te ponga una pizca de atención, solo te estaba dando lo que tanto querías... —Y la sonrisa que lanzó Müller fue la gota que resbalo el vaso, Johann escucho la risa de sus compañeros que hasta hace poco apoyaban sus decisiones y ahora se burlan de él.

—¿Eres puto Maximus? ¡Jajaja! —Se burló Alphonse Gerlach quien en ese entonces era dos años menor, pero todo un experto golpeador.

—¡Váyanse al carajo! —Sin más Johann salió disparado fuera de la habitación, y los demás solo vieron al rubio y se retiraron, el periodo de ser una pobre víctima se había terminado, Müller aprendió que la homofobia era algo horripilante, pero que los humanos pueden encontrar las ventajas de sus condiciones. Con una sonrisa siguió su curso entre las SA, Rudolph se había adaptado y seguirá sobreviviendo.

"Integridad, perseverancia y pasión. Son mi lema, fueron mi estandarte conforme la vida me azotaba con todo lo que tuviera, conforme mi corazón intenta vivir al ser opacado por los otros, doy más esfuerzo en expresarles que no temo ser quien soy.

No elegí ser homosexual, pero ahora estoy orgulloso de serlo, me espera una vida bastante interesante, eso aseguro no lo podré negar, pero he dejado de ver al futuro como algo incierto y de temer, voy a encarar al toro por los cuernos. Aunque me pregunto... ¿algún día encontraré a mi alma gemela? ¿El amor de mi vida?

"Así que voy a en listar las cosas que me gustan en un hombre, porque ante todo soy un pervertido y nadie va a leer esto..."

"Creo..."

"1.- Me gustan los hombres altos.

2.- Que tengan ojos penetrantes, que me ericen la piel al verlos.

3.- Que tengan músculos, piernas gordas y llenas de venas remarcadas con un culo de oro.

4.- Adoro a los hombres en sus diversas formas, tamaños y colores... pero...siempre me han gustado los hombres velludos. ¿Sería como cogerte a un oso?

5.- Que tenga una vergota..."

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Orrel detuvo la lectura sumamente sonrojado por lo último, ahora si se sentía como un diario, colocar cosas que nadie espera que leas. Y se avergonzó de ver los requisitos para ser "el amor definitivo" de Rudolph, era agradable de leer hasta cierto punto, pero sentía que le estaba agradando mucho. Demasiado, eso ya era una alarma para Smirnov.

—Rebelde, estúpido...y muy hermoso... —Orrel terminó de leer esas páginas, veía en la figura de aquel nazi alguien rebelde, osado, a veces imbécil, pero con un toque genuino de amabilidad, carisma y una delicada pizca de vanidad, ni se diga su belleza, aquellos ojos verdes son lo que más lo hace entorpecer, a Orrel le gustaban mucho los ojos de las personas, eso era una de las cosas que le había fascinado de Konstantin de hecho. Ahora no recordaba el cielo gris, ahora recuerda el bosque y las piedras preciosas en la mirada de aquel alemán, exótico, caótico y sin escrúpulos. —Mierda, ¿qué estupidez acabó de decir? —Se dijo así mismo apenado, meneo la cabeza volviendo a la realidad, había algo que a Orrel no le estaba gustando de Rudolph, es que cada que leía su diario se atrevía a conversar mentalmente con Rudy, le agradaba, y el Rudolph que está en las celdas es netamente un descarado, un homosexual vulgar de poca monta... y por alguna extraña razón, eso le gustaba mucho.

Orrel al fin comprendió porque se sentía así al ponerle las manos encima al alemán, sentía la misma piedad que sentía por los animales, ver los ojos de Rudolph era como ver esa inocente presencia que puede ofrecer un becerro o cordero que esta sin saberlo a punto de asistir a un matadero, donde su carne será destazada y consumida por los carroñeros que presentan ser la humanidad, la idea le aterro enormemente al coronel, veía a Rudolph como veía a Konstantin, no solo por presentar la similitud en defender que su sexualidad está bien, sino que se defendían como si fueran solo personas normales que anhelaban ser como todos los demás y que el mundo entero les ha dicho y señalado "No, ellos son diferentes, lo diferente es malo y debe ser eliminado". Smirnov se detestó por que la presencia de Konstantin era latente, no era lo mismo, pero ha evolucionado, diciéndole que siempre habrá una persona como él, como Rudolph, un hombre que también anhela el amor a su propia manera y que aún sin afectar a terceros, el mundo entero le apunta con el dedo encontrándolo culpable de amar y dejarse amar.

Furioso Smirnov arrojo su taza de café al fuego de la leña, puesto que adoraba beber y comer cuando leía a Rudolph, ahora percibía la inocencia en todo el ser de Müller, eso era muchísimo peor que tener piedad por ser humano, encerrándose posteriormente en su estudio privado, en el interior de este yacía en un perfecto estado un piano de cola en un reluciente acabado negro que se encuentra en las penumbras, con el mechero encendido, Smirnov prende el queroseno, y lo coloca sobre aquel instrumento que tanto ha amado a lo largo de su vida, precisamente ese piano lo ganó en una apuesta de póker y lo cuida mucho. Se sentó en silencio, admirando las teclas con furia y luego con gentileza posa sus robustos dedos sobre este, cuando Smirnov se sentía abatido, perdido y confundido, se mentalizaba a tocar el piano, la calma volvía a sus sentidos, las ideas en su mente se abren paso como un día soleado o una noche estrellada. Comenzó a tocar La Suite para orquesta de jazz número dos, o mejor conocida como "Waltz No. 2 de Dmitri Shostakóvich", con ella en su mente, el mágico sonido hace eco, sus soldados desde pisos superiores lo escuchan con alegría, puesto que su coronel, aunque no lo diga, era un experto para tocar esas maravillosas tonadas. En el piano no encontraba un hobby, la música era una extensión de su propio cuerpo, intangible como las ideas pero que a su vez te hablaban con tantas cosas sin necesidad de decir una sola palabra, Rudolph escucha la música desde su celda y se sorprende de oír semejante belleza en esos momentos, sin saberlo Orrel había cautivado con su armoniosa música los sentidos de Müller.

"—¿Qué es para ti lo común? Yo veo en lo común lo que más anhelo y deseo, pero lo extraordinario es mi pan de cada día, soy extraordinario, lo malo es que a muchos no les gusta que te salgas del molde de lo ordinario, y ello los orilla a despreciarte por ser diferente. —"

Orrel ha despejado su mente, la realidad lo golpea con la verdad. Le tenía piedad al rubio, porque se veía reflejado así mismo en cada hombre homosexual que conocía, eran un ideal que detestaba, se detestaba así mismo porque incluso esos "maricones" como Orrel los insulta, tenían más pelotas para admitir que amaban a otro hombre y Smirnov lleva cuarenta y seis años negando quien es en realidad, una vez que la concentración aporta vida a su mente ya nada es igual, se ha presentado arisco e indiferente con los sentimientos más humanos del hombre, pero no puede callar la verdad, otra vez, el piano le abre a fuerza los ojos, trayéndolo a la realidad con la suite de música. Rudolph llevaba más de la mitad de su vida seguro de quien es, que quiere mantener o desea seguir siendo en un futuro, Orrel lo envidiaba, lo odiaba y sin saberlo, lo deseaba.

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La mañana siguiente vino calmada y silenciosa, hasta que la trompeta de las Stukas resonase a la distancia. Mathias se reunió con el coronel a primera hora de la mañana, para intercambiar un buen morral de rublos a cambio de los servicios al mercado negro que podía presentarle el judío.

—Espero no crea que me estoy aprovechando de su condición en este momento, coronel Smirnov...—Recalcó Mathias, afuera de la tienda Alexei custodiaba la reunión que estaba teniendo su amigo con su coronel.

—Si lo estuvieras haciendo, cabo Vasíliev, de por seguro que yo me daría cuenta de ello. ¿Por qué crees que le pedí a Natasha que los metiera en el grupo de Sasha? —Mathias miró a Orrel asombrado por lo dicho.

—¿Usted nos ha investigado previamente? —Preguntó Mathias más que confundido, asombrado. Orrel detrás de su silencioso ser dejaba ver un estratega nato, un espía de lo más acertado, un hombre temerario y peligroso.

—¿Necesito contestarte para que tú ya sepas la respuesta? —Preguntó de vuelta Smirnov, el no acostumbra a contestar preguntas a casi nadie, te dice cosas y te deja interpretarlas a tu gusto, si confías en él o no, es un asunto diferente. —Vendas, necesito más de cien rublos en solo vendas, tráeme morfina, alcohol, dos cajas de comida enlatada, sardinas también, quiero una botella de vodka, el día de pasado mañana es el cumpleaños de Sasha y quiero darle una botella decente de su bebida favorita, también quiero que vayas buscando chocolate, el que sea está bien, consígueme cinco tableros de ajedrez, en el tiempo libre mis hombres comienzan a enojarse un poco, debo distraerlos puesto que empiezan las largas vigías...—Vio como Mathias rápidamente anotaba el pedido de Sergéevich, este al verlo siguió redactando. —Necesito tampones y toallas femeninas para mi escuadrón de mujeres. —Al decir ello Vasíliev dejo de escribir, se sonrojo, para luego mirar a su coronel.

—Emm... ¿toallas femeninas? —Pregunta apenado Vasíliev, no son temas ni productos de los que Mathias lidia con normalidad.

—Si cabo, la guerra no detiene la menstruación, ellas necesitan eso para seguir peleando y sé que se les están acabando, pero son muy tímidas para pedirlo. Compra importados o americanos, no me importa, simplemente tráelos, esos son para pedido exprés. —Y saca otro sacó de rublos y se los pone en la mano a Mathias. —Tu mitad de la comisión por adelantado y... —Frunció el ceño, a su mente vuelve Rudolph. —Avisa al sargento Sasha que voy a preparar una expedición para mañana, y voy a estar fuera unas horas más de lo usual, dile que tengo un prisionero a mi custodia, infórmale que si yo llego a faltar más horas de las necesarias lo alimente por mí. —Sin más le estrecho la mano a Mathias y se despidió con un asentimiento de cabeza, debía estudiar a profundidad la traición del compañero que tuvo Rudolph, y para ello debía ir a la zona del frente que es territorio del tercer Reich de momento, pero mientras estos se replegaban de vuelta a Smolensk, el sitio está en una pausa momentánea contra el fuego armado por el invierno, sabía que no muy lejos de la ciudad Spas-Demensk; que es donde estaban asentados los alemanes momentáneamente. Daba por seguro que a esos más de trescientos kilómetros encontraría las pertenecías de su exótico prisionero.

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Vasya llegó reclutado en el nuevo grupo de cuarenta soldados que se integraron al batallón del coronel Smirnov. Vasya fijó su vista en el coronel Smirnov, ahí ante él estaba una leyenda de los soldados alemanes, la quimera moscovita, quien se giró a mirarlo y nuestro espía alzó su rostro en una amigable sonrisa, saludando al coronel, Sergéevich no le perdió la vista, hasta que Vasya se fue trotando con el nuevo grupo en el que formaba, al lado de Alexei, Mathias y Sasha.

Ahora la tarea de Vasya es encontrar al Gruppenführer, sacarlo de aquel lugar arrastras si es necesario, sabía que no debía contratar a Artemus como segundo espía, termino muriendo en un abrir y cerrar de ojos, débil como lo supone el pirómano y que se terminó encariñando con el hombre que debía traicionar, no dudaba de que Müller lo haya descubierto, era demasiado obvio que Koffman no era de fiar, debe escudriñarse en la piel de Rudolph, necesitaba un medio para garantizar que no lo verá venir, lo pensó largo rato y sin dudar mucho, se separó de su grupo, para seguir al coronel Smirnov, lo vio subirse en el Jimmy, el auto norteamericano y tomar rumbo hacía un edificio que Orrel tiene vigilado las veinticuatro horas por otros cabos y soldados, pero Vasya no fue estúpido, logró entrar por las rejas abiertas de aquel lugar, le basto trotar en silencio unos quince minutos para llegar.

Escudriñándose en la oscuridad, el coronel bajo del auto entre las sombras de otro día cubierto de nieve, Vasya en la oscuridad de los pinos debe permanecer impasible y en silencio, saca unos binoculares y decide subirse a la copa de un pino, apostado en dicho lugar, desdeñoso se acomoda para ver entrar al coronel a una zona más privada. Contemplando como Orrel se dirige a un sótano, cubierto por rejas llena de cinco candados, pierde la vista momentánea de su objetivo, pero se recuperó con velocidad, vio una ventanilla que pertenecía al interior del piso, era diminuta, pero si acercaba la lente vería el interior. En silencio acomoda su cabeza sobre una rama con sombra, acerca la lente, por fin, el coronel entra a las celdas, esta vez Rudolph está dormido, era una fortaleza que Vasya por el momento no puede penetrar, esta asestado de guardias que relevan turnos, los candados son otro problema, son cinco, y otros dos cantados para la ventila de nieve que da directo a la celda de Müller, deduciéndolo por los pernos de dicha.

En silencio y curioso Vasya espía a Orrel, encuentra la silueta de este inspeccionando al durmiente general. Vasya curioso se fija mejor en las acciones del Sergéevich, intrigado, cuando el ruso hace algo que asombra tanto a Vasya como al propio coronel, con su mano enguantada, Orrel intento brindar una caricia, muy pequeña caricia en los cabellos rubios a su prisionero, sorprendido el espía sonríe, el coronel se aparta apenado por lo que inconscientemente intento hacer, en su rostro el pirómano podía contemplar la duda a los sentimientos que seguro despertaba su prisionero en él. Vasya se aleja muy satisfecho de su descubrimiento.

"¿Quién diría que la temible quimera moscovita; terror de los nazis, ¿sin saberlo se estaba interesando en uno? Oh, dulce ironía..." 

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Continuara...

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Bueno, cerramos capítulo con muchas más dudas, que desvelan un poco más sobre el pasado de Rudolph, como Orrel lo juzga en el presente y vemos que el pobre coronel por visto no tiene ni puta idea de que es una personita homosensual, no vibras alto Orrel.

¿Será verdad que Artemus traicionó a Rudolph?

Sino fuera Rudolph. ¿Quién mató a Konstantin?

¿Orrel se esta interesando en Rudolph? ¿En que aspecto?

¿Cuál es el objetivo de Vasya, a quien esta ayudando en verdad?

¿Annelise logrará rescatar a su hermano de las garras de la quimera moscovita?

¿Qué fue de Viktor con Rudolph?

Ahora que sabemos que Orrel pertenece a la rama secreta del gobierno soviético y que es un espía en parte. ¿Orrel es el verdadero nombre de nuestro coronel?

¿Orrel seguirá negando su propia sexualidad?

¿Shenka seguirá de amargada?

Muchas preguntas, prontas respuestas, muchas gracias por leerme owo. 

Estos días Marcha Roja ha aumentado su público considerablemente. ¡Holis! Recuerden que si les gusto coméntenme que les pareció, sus teorías son bienvenidas y si aciertan en alguna se les dedica un capítulo owo.

Los espero en la próxima actualización mis amores, recuerden pasarse por la sección de memes de este capítulo en mi libro de garabatos cuando salga.

¡Nos leemos!

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