Capítulo 8:"Íncubo del invierno"
La tundra era tan árida y fría que pudiese calar en lo profundo de tus huesos, el aire que aspires te quema los pulmones, su frío tocará tu alma, suelta un suspiro y su gélido aliento se evapora con el que fue el calor de su cuerpo ante el invierno, siempre está acostumbrado a este tipo de temperaturas, no era nada nuevo. Orrel hizo resonar sus botas en cada paso que daba, rebotan las hebillas de su cartuchera, cinturón y medallas, había una atmosfera pesada y densa que dejo en el aire, el coronel Sergéevich lleva tras su espalda ancha cientos de muertes ¿Le pesan? No, la verdad que nunca le han pesado, pero algunas lo han hecho llorar. La Tokarev rebotaba en el correaje de su cinturón, estaba fumando, cubierto en partes por la sangre de Igor, quien descansa cercenado en pedazos y planea desaparecer los restos del cuerpo arrojándolo a una caldera ardiendo, o tal vez se lo lance a algún animal carroñero o a sus mascotas, cuando llegó a las celdas otra vez percibió la mirada del rubio sobre su cuerpo.
El coronel encaró al alemán, quien no traía nada puesto, se quedó unos segundos contemplándolo, se quedó estático viendo al rubio desnudo, nunca había visto un cuerpo tan blanco y tan perlado de pecas, una belleza extravagante y digna de alcurnia. Sin divagar mucho entró en la celda de su prisionero.
Rudolph tenía una mirada profunda, preciosa e iluminada por la luna que callada se filtra por un rayo diminuto de luz, esas esmeraldas lo estaban poniendo nervioso, un silencio sepulcral entre los dos le carcome la piel y le eriza los bellos del cuerpo a Orrel, se dedicó a admirar más de cerca la figura del alemán, al fin ve con soberano y descarado morbo esos glúteos "Mierda..." Nunca había visto un cuerpo tan pronunciado en un hombre. Su cintura era perfecta, su vientre musculoso, la cintura delgada, sus piernas torneadas, su culo respingón y sonrosado, luce como un pastelillo, malditamente apetecible, admira los pezones rosados y el cuerpo hasta el sexo lleno de pecas, vello rubio, cutis de adonis.
Ambos vuelven a encontrar sus miradas, Rudolph lo había atrapado espiando su cuerpo de pies a cabeza. Orrel frunce el ceño, se sentía como un niño al que han atrapado viendo algo impropio. Y sin más Rudolph hace algo que hace vibrar la piel del ruso, le sonríe.
Furioso con su recia mano Sergéevich toma el rostro de Müller, retándolo con fiereza. —¿De qué te ríes maldito nazi? —Pregunta furioso. Acaricia el rostro de Rudolph, este, suelta un suspiro suave sobre los dedos de Orrel, tan cálido que siente su calor sobre su guante, sigue admirando esos preciosos ojos verdes, ese cabello rubio, esa piel tan blanca que le quema, le lastima la vista. Rudolph hacía tintinear las cadenas de su pie y prosigue a cerrar los ojos, pero Orrel lo mueve, agita su rostro acercándose más y más a esos labios carnosos y tan rojos. —No, mírame... —Ordena molesto, el rubio le vuelve a encarar con esos ojos melancólicos, le gusta ese color, tan exóticos, tan profundos y brillosos. —Cuando lloras brillan más... —Rudolph comienza a lagrimear, emitiendo gimoteos, Orrel confirma lo que decía, en efecto, el verde brilla más con sus lágrimas y toca sus labios con su dedo pulgar. —Apuesto que tus labios son suaves —Se quita el guante de su mano, sintiendo por fin sus dedos otra vez sobre ese cuerpo, toca al fin los labios de Rudolph, suaves como esperaba, muy tersos, tenía una nariz roja y perlada con un punto del brillo lunar, ¿Cómo era posible que la simple acción de mirar a Rudolph directo a la cara lo haga flaquear? Lo está volviendo loco, lo está haciendo enfurecer, su cuerpo entero sabe lo que quiere, lo que desea y lo que se irgue entre sus piernas. —Acércate a la luz... —Toma esas suaves mejillas, su rostro es pequeño, su barbilla y mentón los puede abarcar Orrel con una sola de sus manos y curioso piensa —Tu boca... ¿será igual de suave? —Cuando pone su dedo en el interior de la boca de Rudolph, el alemán suelta un gemido y avergonzado Orrel aparta su mano.
Se despierta de golpe, Orrel se endereza desenfundando por inercia su Tokarev, cortando cartucho, apuntando hacia un enemigo invisible, busco con sus ojos el recuerdo de aquella fantasía, buscaba esos ojos verdes, se vio así mismo cubierto en la soledad del día, la habitación de la celda abandonada y la reja abierta, los bloques de ladrillos húmedos y calando con el frío que percibió en sus sueños, soltó un suspiro. Sergéevich se tambalea a la par que baja el arma, encontrándose con la nada, había tenido un sueño con ese maldito nazi, lo soñó... lo soñó. "Largo...largo de mi mente..." Estaba frustrado, aquel alemán ahora invadía sus sueños, cual Rusalka, ese hombre le recordaba a las fieras leyendas que le platicaba su tía María, las Rusalkas eran mujeres hermosas, sirenas eslavas que seducen a los hombres y los condenan a las marañas de la pasión y placer para luego matarlos con odio. Pero claro, era un hombre "Un íncubo en forma de Rusalka... una sirena peligrosa, una vulgar Odile alemana que gatea sobre la cama como un felino al acecho de su siguiente víctima y que estúpidamente su víctima desea ser atacada..." Después de pensar aquello se miró la mano con la cual tocó el rostro del Rudolph en su duermevela, en sus sueños le pareció acariciar una motita de algodón, el algodón más precioso que haya palpado en sus toscas y callosas manos. La dulce visión que tuvo se pudrió por completo cuando vio que lo que estaba acariciando era la piel en el interior de la boca del cadáver de Igor, Orrel aparto la mano con indiferencia, se limpió la saliva que ensució su pulgar mirando las moscas saborear y deleitarse con la sangre de la cabeza decapitada.
El coronel se marchó de la celda donde había destazado el cadáver, tomando la cabeza de Igor y colocándola en una bolsa junto a un costal marrón lleno de manchas rojas, apestaba a las vísceras que había sacado del cadáver para que no se pudriera tan rápido, arrastra el saco donde deposito el cadáver hasta salir de la zona de celdas, en un patio externo de donde tienen encerrados prisioneros políticos, había otros cabos y soldados en esa zona, toma el saco y se lo echa en el hombro, se apura y llega al incinerador, el calor de las calderas ardientes lo hace sudar, dentro hay un paleador con uniforme de cabo.
—¿Oh? Coronel Smirnov que tal ...—No hablo más cuando Orrel le quito la pala con la que lanzaba carbón al incinerador.
—Largo... —Ordena el coronel, y el cabo agacha la mirada intimidado al ver el líquido carmesí que gotea del saco que cargaba en su espalda Orrel, el cabo alza su vista aterrado y Orrel frunce el ceño retándolo, indicándole con su demandante presencia que se retire antes de que haya problemas. —Dije... ¡LARGO! —Le pegó un empujón en la espalda al cabo y este se fue corriendo las escaleras arriba para irse al borde de las lágrimas, dios se apiade de las pesadillas que sufrirá aquel joven cuando recuerde en la noche la clase de cosas que hace su coronel cuando nadie lo ve, era bien sabido por todos en el batallón la clase monstruo que es. Orrel espero a que se fuera su mirón, en soledad abrió el saco para comenzar a arrojar las partes del cuerpo de Igor, quemó las piernas cortadas en dos, las manos, los pies, el torso que corto en cuatro pedazos, por último, la cabeza, el uniforme se lo quedó, no estaba para desperdiciar uniformes, sólo le remojaría en agua fría, una tallada y lista para usarse en otro cabo. El cuerpo se consumió hasta hacerse cenizas, el aroma no incomoda al coronel, no es la primera vez que se delita se olfatear un cadáver, luego prosiguió a sacar de su bolsillo trasero algo propio, el medallón que Konstantin tenía de él desnudo, furioso lo arroja contra el fuego, el último recuerdo que tenía de su tiempo con Ivanov dio a parar al fondo del incinerador, nunca tuvo su consentimiento para tener esa foto tan íntima de todos modos.
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Konstantin mantenía clavados sus ojos ante el otro, miraba de arriba abajo al entonces teniente, mientras este se desvestía, lo ve desabrocharse la camisa, bajarse los pantalones y dejando al descubierto los más grandes y torneados músculos que haya vislumbrado en su joven vida, Ivanov traga saliva, nervioso claro que lo está, el joven cabo baja la mirada, seguían en la vieja Leningrado, antes San Petersburgo, otro invierno azota las ventanas mientras ambos se desnudan, Ivanov se desabotona el uniforme, se quita la camiseta básica y deja al descubierto su torso, se baja la ropa interior, está desnudo sobre la cama, mientras Orrel deja caer su cinturón en el piso, Ivanov estaba nervioso, era la primera vez que el cabo veía a un hombre desnudo. Sergéevich sujeto el rostro del cabo entre sus manos, esas manos robustas, Ivanov emite un suave quejido, puesto que las manos de su teniente están callosas y su tacto, genuinamente no le es muy agradable, Konstantin suelta un suspiro para intentar encarar con su vista a su teniente, debía decir que a pesar de que se sentía atraído a él, se siente muy intimidado con observarlo de frente, aún a pesar de lo que estaba aconteciendo en la alcoba, ambos escuchaban el aliento del otro, impaciente agacha su mirada para ver el cuerpo de Sergéevich, era frondosamente velludo, de los brazos, pectorales, piernas y espalda, Ivanov tenía vergüenza, y Orrel parecía tampoco querer obligarlo a que lo vea a los ojos, había una barrera invisible entre ambos que no querían cruzar, ni siquiera en la intimidad. Konstantin acaricia el pecho de Smirnov, sus rasgos siberianos eran notorios, en esos ojos rasgados, en su nariz vasca, y su altura que le sobrepasa por mucho, Ivanov acerca su rostro al de Orrel y lentamente se dan un beso, Ivanov mueve sus labios sobre el grueso labio inferior de Orrel y este se deslinda de su boca para pasar a su cuello.
Ivanov acaricia el vientre bajo de Orrel para luego agrandar sus ojos en una sorpresa, no por el inmenso tamaño que aqueje a la entrepierna del teniente, sino por algo mucho más tenebroso, la atmosfera de intimidad y en cierto modo cariñosa que se había formado entre ambos se fue cuando Konstantin vio detenidamente el vientre de Orrel, el cabo se apartó de golpe cuando vio la cicatriz en el cuerpo de Smirnov.
—¡Dios! ¿Qué te pasó? —Preguntó horrorizado al ver semejante herida en el cuerpo de su amado, dejando total y completamente mudo a Orrel, quien por primera vez desde que Ivanov lo conocía, arrugo su duro rostro en una mueca de preocupación, Konstantin, con una total libertad le había despreciado el cuerpo a Orrel.
Sergéevich, intento ignorar el evidente y superficial desprecio que acaba de vivir por parte de Konstantin, le dolía, claro que le dolía, eran heridas, parte de un pasado cruel y despreciable del que Smirnov no quiere volver a formar parte y anhela con cada fibra de su ser olvidar, pero esta noche... esta noche que se suponía sería para intentar ofrecerle amor a Konstantin, intentar demostrarle una caricia de vuelta... le hizo recordar que no importa quien venga, su lúgubre pasado siempre lo atacará cuando intente tener paz, y condenándolo a una vida llena de pesares que lo atormentaran hasta el último día de sus vidas. "¿Por qué? ¡¿Por qué no puedo tener por lo menos una persona que no me recalque esta cicatriz de mierda?!" Orrel ahogo su tormenta mental, un silencio sepulcral se arma entre los dos, Ivanov no era consciente de lo que recalco fue una muestra absoluta de asco y que, con ello, la barrera entre los dos se había ampliado muchos metros más, a pesar de estar tan juntos. —Nada... es una herida bastante vieja... —Replicó el teniente, buscando evadir el tema, ya está harto de recordar, harto de cada noche verse en un espejo y que de todas las horripilantes marcas que han dejado huella sobre su piel y haciéndolo ver con repudio, esa noche, supo entonces los verdaderos sentimientos que tenía Ivanov por él, descubriendo que no eran sinceros, se alegraba en parte de averiguarlo.
—Esta horrible...—Sin más Konstantin tomó la camiseta de Orrel y se la colocó en los hombros a su teniente, vistiéndolo de vuelta, abotonándolo hasta aquella zona. —Te debe dar vergüenza mostrar eso. ¿Verdad? Está bien... no hace falta que tu estés desnudo...—Y le sonrió, intentando ser amable ante su superficialidad contra Sergéevich.
Otro silencio, Orrel quiere llorar, pero aparta su mirada mientras se abotona la camisa, se limpia el rostro y endurece la mirada, el invierno vuelve al corazón del teniente, ahora sabía... sabía que su padre tenía razón. Lo enfrento cara a cara para luego someter a Konstantin contra la cama y este suspira mientras Sergéevich le devora el cuello, lo muerde y aprieta el rostro del cabo contra la almohada, Smirnov simplemente escupe en la entrada del joven de ojos grises y lo penetra en un vaivén que hace arquear la espalda del cabo en un agudo gemido, que Orrel calla colocando su mano sobre el mentón y boca del joven de ojos grises, inicia fuertes embates y arrebatos que hacen gritar al muchacho, este jadea, su primera vez no fue precisamente romántica, fue un sexo salvaje, rápido, rudo y vulgar, pero que lo dejo satisfecho, el teniente masturbaba con furia y fuerza el miembro erecto del joven muchacho mientras este emite un fuerte jadeo, manchando sus sabanas con su orgasmo.
En un gruñido sobre el lóbulo de Konstantin Orrel terminó en su interior, este suspira agitado y sudando, es difícil tener el aguante sexual de su teniente, el cabo no supo cuánto tiempo lo sometió contra la cama, pero lo dejo sudado y suspirando en busca de aire, el apetito de su "amado" era una cosa bastante difícil de aplacar, cuando se repuso del nada considerado y hasta cierto punto indiferente desvirgar de su cuerpo, se enderezo para buscar con su mirada al mastodonte, Konstantin se sentó en la cama, aunque aplaco su deseo, el silencio incomodo seguía presente, ahora sin el apoyo de los gemidos de los dos. Intento tocar el rostro de Orrel, quería volver a besarlo, pero este le metió un manotazo, lo empujo contra la cama, Sergéevich se vuelve a vestir para irse de la habitación del cabo, tal vez Sergéevich sea ignorante en muchas cosas del amor, y tal vez Ivanov era demasiado joven para comprender que es genuinamente lo que siente su corazón, pero hasta el teniente reconocía que ese joven no sentía amor por él... nunca lo fue.
La nube de ese affaire de amor en la que Konstantin quería meterlo se desvaneció, lo trajo de vuelta a la realidad, Konstantin era demasiado ignorante para saber lo que se le viene encima. Smirnov pasó otras tantas veces en la cama del cabo, nunca durmió con él una sola noche, fue la mejor decisión que pudo tomar a su punto de vista, Ivanov conoció el placer del sexo rudo, duro y salvaje que le podía ofrecer el teniente Smirnov. ¿El amor? Bueno, el amor nunca estuvo entre las opciones de Sergéevich, recuerda muy bien las palabras de su padre.
"—¿Crees que algún día merecerás ser querido? Dime, estúpido hijo... ¿Quién te amaría teniendo esa cicatriz? —"
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Orrel se acaricia la zona por encima de su ropa donde descansa aquella cicatriz, aquella cicatriz no era solo por encima de su piel, literalmente le deformo el musculo, se llevó en parte una quemadura en tercer grado, ¿Quién se la hizo? Nadie más y nadie menos que su padre, su propio progenitor se la hizo, aquella quemadura que indago hasta el fondo de sus entrañas, era una de las tantas cicatrices que afeaban su cuerpo, en este caso, no le dolía como cicatriz, para nada, era el valor horripilante y la carga emocional que le brindaba el recuerdo de su padre sobre su cuerpo lo que en verdad dolía, aún después de años de estar muerto, seguía recordándole la realidad, que nadie con dos dedos de frente se sentiría atraído a su cuerpo y menos con su espantosa personalidad, Smirnov acepta con resignación ser la mierda de hombre atrapado en el pasado sin la piedad de un buen futuro, ya no aspira a ello, era una de las razones por las cuales cuando tiene sexo siempre lo hace vestido, nunca tuvo relaciones normales con Konstantin, por así decirlo. "Yo tenía razón...y mi madre también, aquel que te ama, que de verdad te ama... te aceptaría como eres completamente, yo me trague esa mentira, creía que merecía...que merecía amar, que podía darme esa oportunidad de sentir y de vivir con Konstantin, soy un imbécil, no merezco ser amado, y jamás lo voy a merecer, al final...nunca supe como amar".
Ya no podía seguir endulzando su pasado con Ivanov, intenta idealizarlo, recordar los buenos momentos entre los dos, y por más que escarba y escarba y escarba...y escarba y escarba, hasta el punto en que es inútil y estúpido buscar un tesoro que jamás estuvo enterrado...
Lo único que encuentra en el fondo de su relación es nada, menos que nada, arrepentimiento, celos, odio, infidelidad, menosprecio y superficialidad. El coronel se aseguró de quemar el collar que en parte lo incriminaba como lo que él mismo no quería considerar ser, destrozo las fotos, quemo los registros de Konstantin, destrozo sus actas, cada informe donde él tuvo una minima convivencia con el cabo de ojos grises, al fuego, al fuego y que arda en el eterno y perpetuo recuerdo de su mente "No soy un maricón...no lo soy"
Llorar por el pasado no le traerá nada bueno, el futuro es lo único que le queda, un futuro lleno de matanza, guerra, barbarie, una larga y eterna soledad que acepta con gusto, puesto que la soledad lo ha acompañado treinta años de su vida. ¿Por qué iba a ser diferente? Orrel estaba fascinado de sí mismo, hasta se daba asco ver como quemo todas y cada una de las cosas que lo ligaban con el que fue su supuesto amado y, de hecho, una de las terceras intensiones de conseguir el diario de Konstantin es porque debe eliminar evidencia de sí mismo, debe quemar su pasado y con él, la memoria que tuvo y que lo ligue a Ivanov. Las tazas de Konstantin las regalo a sus compañeros de batallón, Orrel nunca apreció ningún familiar de Ivanov, sólo conocía a los hermanos Petrova, el parecido que tienen con Ivanov es lo suficientemente conciso para dejarle en claro una cosa.
No extrañaba a Konstantin tanto como lo esperaba.
A pesar de que vivió, lloró y sufrió su muerte, no tardo ni un día cuando estaba desfogando con una prostituta de cenos grandes en un burdel del interior de los suburbios. ¿Duelo sexual? Las pelotas, hasta el mismo consideraba que lo que hizo tal vez no sea ni correcto y es insensible. "Yo nunca le pedí a Konstantin encapricharse de mí...no le debo NADA..." Pero sería mentira decir que no le dolía su propia indiferencia hacia los otros. ¿Pero entonces que dolía en su pecho? ¿Saber que no puede amar ni ser amado adecuadamente y que deba mendigar migajas de amor y conformarse con el desprecio superficial y encaprichamiento que Ivanov a veces le ofrecía? Él era una mierda de hombre, lo comprobó con una sonrisa, lo menos que puede hacer, en su muy vago intento, es brindarle una tortura digna a Rudolph. ¿No es así?
Regresó a la celda de Rudolph, ya se había sacado el cinturón para pegarle unas buenas sacudidas con la hebilla en la espalda, se lo merecía...se lo merecía...
Cuando llegó Rudolph se había quedado dormido en la cama, abrazando la almohada que escondía su bello y angelical rostro, el bruto ruso jalo el abrigo del alemán, pero momentos después el recuerdo de su sueño ataco la mente del coronel, se detuvo de intentar tocar a Rudolph, esos ojos esmeraldas brillaban como nunca lo había percibido en su vida, su sueño le brindo calma y deseo, el alemán estaba muy dormido, profundamente dormido "¿Qué estará soñando?". Orrel pegó un bramido de enfado para ir por otro cojín, lo coloco donde debería estar la que tiene Rudolph en sus brazos, lo empuja contra la nueva almohada y el rubio se desploma contra la cama. El coronel toma la manta para ponerla encima del cuerpo del nazi, estaba molesto, tenía muy presente el sueño, más de lo que esperaba, no podía dejar de recordar, mira el rostro albino, fino y terso.
Sergéevich alza su traviesa mano para intentar tocar ese rostro, no es como si el alemán pudiera escapar de su manto. Se topó con un pequeño quejido de parte de la tibia boca del nazi, que lo hizo desistir de tocarlo, con la respiración agitada el ruso huye de la habitación, tal vez la memoria de Konstantin haya tenido dominancia de su mente durante cinco años, pero podía decir que esta no se comparaba con el desprecio y creciente deseo que estaba percibiendo por ese alemán, ese enemigo, este íncubo... esa Odile...
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Alexei admira que Sasha acomoda su rifle contra los ladrillos apoyados contra la pared, empiezan las largas vigías y es una de las partes más aburridas que ha tenido la oportunidad de vivir, son largas horas de extenuante vigilancia que lo dejan más que cansado.
—¿Dónde estará? —Habían pasado días desde que vio por última vez los ojos de aquel alemán, no sabe dónde estará. Sea donde estuviera Rudolph es probable que este herido y no sólo eso, sino que si por alguna razón está escondido es probable que el coronel lo encuentre y eso significaría la muerte segura de Rudolph, no debería importarle nada de lo que le pase a ese alemán. ¿Verdad? ¿Por qué debería preocuparse por aquel nazi? ¡Ese tipo es enemigo de su nación, por culpa suya es que estaba estaban en guerra! ¡¿Por qué diablos se preocupa de lo que le pase a ese nazi?! Alexei quería creer que todo lo que hizo fue para salvarse a sí mismo y a su familia de la posible torturan que tendrían si se llegaba a saber la ayuda que proporciono al alemán, no comprendía porque se sentía abatido y derrotado, como si deseara...haber conocido un poco más a Rudolph, conocer su lago de la historia. No parecía un mal hombre, y tampoco puede sacarse de la cabeza esos ojos verdes, el sueño ataca las pestañas de Alexei mientras hace vigía.
Sasha momentos después atrapo el rostro de Petrov con su hombro, puesto que Alexei se había quedado dormido. —Hey, Petrova despierta...—No pudo decir más porque escucho el suspiro de Alexei mientras se quedaba dormido en su hombro, el sargento quería moverlo para apartarlo, pero cuando sintió la calidez de la mejilla del joven contra su cuerpo lo relajaba, Sasha tuvo que mantener la vigía en la zona de trincheras, avergonzado Sasha acaricia el rostro de Alexei, el corazón del sargento le latía un poco rápido y tenía miedo de averiguar el porqué. —Bien...descansa...
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El coronel pegó una patada para llegar otra vez bajando con rapidez las escaleras, molesto, claro, como siempre, Rudolph ya estaba levantado, su horario había sufrido un desliz, sus noches eran sus días, a primera hora de las 9 de la noche se levanta, Sergéevich se topa con la figura del alemán de nueva cuenta, en su mente piensa para sí mismo "Carajo, sus piernas..." No recuerda haber visto unas piernas más torneadas y musculosas en toda su vida, tan blancas y con pinta de ser tersas, lampiñas, sin duda alguna talladas por la creación, ese pensamiento en su mente lo hizo enfurecer de nueva cuenta.
En contestación Müller contempla de vuelta al coronel, comenzaba a ser una rutina, toparse en la mitad de la noche a juzgarse en silencio. Se va a la parte donde seguro está la peculiar cocina, Müller se cubre con el abrigo sus torneados hombros, esperando y meneando su pierna buena, cuando el coronel vuelve le abre la reja y Rudolph se acerca para tomar la bandeja de comida.
—¿Las otras dónde están? —Demandó saber el coronel, la pregunta tomó desprevenido a Rudolph, quien lo miraba ladeando la cabeza.
—¿Las qué...? —
—¡Las otras bandejas! ¡¿Dónde están?! —Le gritó Orrel, Müller dejo la bandeja que le entregó y fue por las otras que Sergéevich le había dado, las tenía apiladas, de mala gana Smirnov le quito las bandejas, analizando los restos de huesos que quedaron, luego, para sorpresa de Rudolph, Orrel soltó una siniestra carcajada, el ruso alzó la brocheta desnuda, la cual señala es un objeto punzocortante, y alzó el cuchillo de la otra bandeja. —¿Por qué me diste las únicas armas que te pudieron sacar de este lugar? ¿Y te haces llamar general? —Sin más el ruso arrojo las bandejas lejos de la vista de Rudolph, asustándolo por el estruendo de los cubiertos y bandeja contra el piso. —¡¿Me crees imbécil bastardo de mierda?! —Señala entre gritos, Rudolph baja la vista para no encontrarse con la de Orrel. —¡¿Tú crees que no se tu juego, maldito?! ¡Finges inocencia para intentar tomarme con la guardia baja! ¡¿Crees que fingiendo estupidez lograrás salir de aquí?!—Y toma una bota suya para arrojársela a la cara al rubio, quien se cubre los golpes, intentando no encarar ni hacer enojar al ruso. —¡MÍRAME! —Brama en un grito tan fuerte que Müller pegó un brinco, lo dejo temblando. —¡JA! Casi parece como si te hubieras orinado encima con lo que te dije...—Sabía que tenía acojonado al alemán, este le mira sin contestar nada, pasaron los minutos y Rudolph suspiro. Por un momento la risa triunfal de Orrel se fue cuando vio esos labios abrirse, quería decirle algo, ni siquiera Sergéevich se dio cuenta del silencio que guardo, esperando, esperando cualquier cosa que esos labios le dijeran, para luego ser de vuelto al abandono del silencio. Furioso y harto de espera, lo llamó. —Rudolph...—Canturrea su nombre. —Si tienes algo que decir... DILO...—Cuando le llamó por su nombre de pila este, toma una taza de té que venía en su bandeja, mirando el té caliente que le sirvió Orrel. El coronel se gira para colgar en un gancho su larga gabardina del uniforme soviético, de espaldas, oye la suave voz del alemán.
—¿Puedo preguntar por qué...? —Cuando oye su tenue voz Sergéevich se enfrenta a la mirada acuosa esmeralda, cubierta por el vapor de la taza humeante de té que tiene entre sus manos el alemán. Este se ve que quiere satisfacer su curiosidad. —¿Por qué mataste a tu cabo? —. A completa la tan ansiada duda que le comía la mente —Si deseas que me calle lo haré... pero, quiero saberlo...necesito saberlo. —Se excusa con valentía el alemán, el coronel sonríe en respuesta.
—¿Por qué preguntas porque maté a mi cabo? ¿Por qué no preguntas porque maté al tuyo? ¿Tan poco te importó tu compañero? —Devuelve la duda con un piquete de alfiler, en parte desviando la respuesta.
—Para hacerme sufrir, usted mismo me lo dijo, un intercambio equivalente por la venganza que estas imponiendo sobre mi persona y la cual quiere culminar con mi asesinato...—Su finura al hablar hace sonreír a Sergéevich. —Una venganza...de la cual todos vamos a salir perdedores...
—Tienes pelotas para decir eso último, fue tu maldito país el que empezó con esta mierda. —Ahora se volvió un debate, Rudolph no agacho su mirada esta vez, y por primera vez le sonrió de vuelta.
—¡Pues tienes razón! Mi país, fue el que comenzó todo este conflicto...—Tomó por sorpresa a Orrel la contestación de Rudolph, no espero que le diera la razón. —Mi país ha comenzado esta guerra, mi país ocasiono la muerte a millones hasta la fecha, mi país ha invadido, saqueado, martirizado, sodomizado a cientos y miles de TU país...—Explica Rudolph. —Dígame entonces... ¿Por qué es mi culpa, responder por los actos de toda una nación? ¿Acaso yo culpo a todos los soviéticos por lo que tú le hiciste a mi cabo?
Cuando le dice eso Orrel suelta con ironía otra sonrisa, en parte Rudolph tiene razón, puesto que el parlanchín alemán era nato de las palabras que a su punto de vista tuercen la realidad, pero... es cierto, una persona no puede responder por las acciones de millones, un poco por las cuerdas, el ruso se arma de su egoísmo. —En mi caso tú mataste a mi cabo, tan sencillo como eso...
—Yo no mate a quien dices...—Se le encaró el rubio, por lo oído, se notaba que llevaba días queriendo cubrirse por lo que lo está castigando el coronel, pero no fue hasta ahora que se daba la oportunidad de defenderse verbalmente. —¡Yo ataque con la bayoneta! ¡Pero no herí de muerte a nadie! ¡¿Usted dígame, como una puta bayoneta va a perforar un cuerpo humano que logre traspasar más allá de un hueso duro para ocasionar una muerte en un solo golpe?! ¡Eso no tiene puto sentido! ¡Se necesitarían años de experiencia en el combate cuerpo a cuerpo con el uso de la espada! ¡Lo cual es arcaico, ya no se usa! ¡Yo no sé pelear con la bayoneta, yo huía mierda! ¡¿Cómo voy a poder realizar una hazaña así mientras huía sin experiencia en combate a cuerpo y cómo diablos voy a lograr matar a alguien en un solo golpe?! ¡Ni que fuera Jesús para hacer milagros! ¡Huía y por alguna razón llegaste para matar a Artemus! ¡Me acusas de ser un maldito asesino como tú! —Contemplo el ceño fruncido del alemán y Orrel abrió la celda, lo cual puso en alerta a su víctima, el ruso le pego un manotazo al té que traía en manos Rudolph y apreso sus hombros contra la pared.
—¡TU MATASTE A KONSTANTIN PEDAZO DE MIERDA NAZI! ¡ESTA MUERTO POR TU CULPA! ¡MALDITO ASESINO! —Lo sujeto del cuello y Rudolph soltó un quejido.
—¡No tiene lógica, idiota! —Rudolph lo insultó de vuelta para luego ser acorralado contra la pared agitando su cabeza mientras las uñas de Orrel le rasguñan el cuello y Rudolph con su mano le pega una cachetada. Sergéevich le contesta la cachetada con un zangoloteo que hace que la cabeza del contrario se golpee contra la pared, una vez, dicho ataque duro contra su cabeza lo hace chocar con la maciza pared, sacándole un jadeo de preocupación a Orrel, hasta él mismo no midió su fuerza cuando le dio el empujón, pero el alemán le da un puñetazo, esta vez la quijada del coronel se ve adolorida, otra vez azota la nuca del alemán contra la pared y vuelve a resonar el golpe, y a la tercera deja caer a Rudolph rendido contra la baranda de la cama, adolorido con los golpes secos y duros con los que Smirnov lo atacó, dejando al rubio aturdido, de buenas a primera Rudolph escupió sangre por el golpe en la mejilla que le regalo cuando lo azotó en la baranda de la cama, lamiéndose la herida abierta. —Yo no pude haber matado a nadie... así no... no tiene sentido... agg...—Su voz estaba agitada, intentando recuperar el conocimiento por los golpes, Orrel le jala del cabello dorado, sintiendo aquellas hebras entre sus robustos dedos y sin más tomó el rostro del rubio para verlo de frente. Rudolph apretaba los ojos porque seguía muy aturdido, sin más Orrel hace lo que viene pensando desde hace horas y con lo que soñó, logró acariciar con su pulgar el labio inferior de Rudolph, comprobando en la realidad que son suaves, pero viéndose de cara a la realidad al ver lágrimas resbalando de la cara angelical del nazi, quien es claro que llora por los golpes que le propino, el ruso sujeta el rostro, jalándole el pelo y Rudolph emite un quejido de dolor, de la boca de este resbala sangre, mientras llora impotente por no poder defenderse ante los golpes de Smirnov, no puede defenderse en ese estado de confusión. —¡Suéltame! —Grita furioso mientras le mete un cabezazo a Orrel, pero Smirnov toma las manos que le intentan apartar para someterlo. Y Orrel, agita la cabeza de su víctima y esta vez, accidentalmente mientras acomodaba el rostro de Rudolph estrella su cara contra la baranda, tan fuerte que el chillido del metal resuena, el general pega un grito muy agudo y sonoro, sangre sale disparada de entre las encías de Müller y Sergéevich contempla con horror que el angelical rostro de Rudolph está cubierto por sangre, le rompió la nariz con el zarandeo.
—Carajo es demasiada sangre... —Orrel saca de su bolsillo un paño, intentando sostener la cabeza del otro, pero este se quiere soltar de su agarre. —¡Deja de moverte! ¡Estoy intentando parar el sangrado maldito nazi! —El alemán se calma, para luego comenzar a gimotear, sollozando, el golpe era horrible, hasta el coronel admite que hizo una estupidez, le pudo descalabrar el cuello y la cabeza, no se imagina el ardor que debe tener con su nariz.
—¿Qué...más da? —Pregunta el alemán, tomando al ruso por sorpresa, apenas logra balbucear, mientras Orrel le sostiene la nuca, su garganta carraspea en el lloriqueo. —No importa que diga... ya no importa... voy a morir aquí...—Smirnov le dejo el pañuelo, buscando alcohol para la herida, para cuando volvió Rudolph seguía sosteniendo el pañuelo contra su nariz y labio inferior, donde tenía lastimado, Smirnov cerró la celda, nunca se había sentido tan bastardo en su vida, anteriormente le había pegado cinturonazos, pero...después de leer su diario le estaba costando demasiado la tarea de matarlo, debe matarlo ya, tenerle compasión y empatía al nazi sólo porque ha hecho cosas buenas no debe desligarlo de la realidad... por mucho que lo oiga decir que no es el asesino de Konstantin, como si le creyera y le tomara la palabra. En ese momento, Orrel desenfunda la Tokarev, corta cartucho y entra otra vez a la celda, no da ni dos pasos cuando se topa con la mirada del otro, quien agacha la cabeza, esperando...esperando la bala.
—¿Últimas palabras nazi? —Pregunta Sergéevich intentando sonar egocéntrico, pero su intento se ve truncado cuando ve las lágrimas del rubio descender por sus mejillas. —¿No vas a hablar? —Le demanda, insistiendo, como si le pidiera una razón para detenerse. —¡Habla mierda! —Sergéevich intenta que le diga algo, lo que sea para hacerlo enojar, convencerlo y convencerse así mismo de jalar el gatillo, esos hermosos ojos miraban el arma, se fija en Orrel, y le sonríe con dulzura.
—Auf wiedersehen... —Es todo lo que pronuncia Rudolph, antes de que Orrel le meta un empujón contra la cama, y coronel brama furioso para soltar el disparo, este resuena en un eco por toda la habitación.
La almohada tiene el pronunciado agujero de la bala, restos quemados de las sabanas dejan una tela de humo por la fuerza del disparo, esta atravesó toda la cama y se perdió en el piso, mirando a Rudolph quien seguía muy aturdido por los golpes.
—¡¿Tú crees que te vas a librar de mi tan fácil?! ¡¿Crees que te tendré piedad?! ¿Qué acabaré con esto rápido sólo porque me lo suplicaste como una perra asustada? —Y sale de la celda, dejando al alemán en soledad de nueva cuenta.
En silencio Rudolph recuesta su cabeza en la almohada, contemplando la nieve de la ventila de su celda acumularse, y sonrió, tenía la oportunidad de ver algo tan banal y efímero como la nieve caer, jamás había estado tan contento de verlo, contemplar la simple dicha de la naturaleza, estaba vivo para apreciarlo, toma el alcohol para colocarlo en el pañuelo que le dio el coronel y después colocarlo en su nariz para que fuera cicatrizando, la nieve lo relaja en su soledad, no tarda para cerrar sus ojos.
Orrel camina hasta llegar a donde estaría la cocineta, lejos de la vista del alemán y suelta un bramido lleno de enojo contenido, camina de un lado a otro, mientras patea una silla y golpea la mesa, sus nudillos logran causar una ruptura a la madera. "¡¿Qué carajos estoy haciendo?! ¡Le estoy teniendo compasión!" No es la primera vez que alguien le lloraba, pero no comprende porque resuenan las mentiras de ese alemán en su mente, diciéndole que no mató a Konstantin, es obvio que lo dice para escapar, para que no lo mate... ¿Verdad? En verdad... ¿Rudolph mató a Konstantin? "No, él lo mató, él lo mato...pero, sino lo hizo...habré estado torturando a un hombre por estupidez... ¡No! ¡Trata de confundirme, él lo mató!" Sergéevich saca de su bolsillo una cajetilla de cigarros, saca su mechero y jala de un tirón una silla cercana, sentándose en la mesa, cuando toma el cigarro e intenta prenderlo las manos le tiemblan. "¡¿Por qué estoy temblando carajo?!" A Smirnov nunca le tiemblan las manos, a menos que sepa que iba a hacer algo horripilante y asqueroso, y matar no estaba entre esas cosas, nunca le ha temblado la mano para pegarle a Konstantin, nunca le tembló el cuerpo cuando asesino a sangre fría a sus primos, ¿Por qué temblaba ante la idea de matar a ese alemán? Enciende el cigarro para comenzar a fumar, aspirando la profunda calada y dejándola ir, intentando relajar el sonido de su voz agitada, las manos bailan en un tic, la cabeza le duele, sigue fumando y lo termina en segundos, saca otro cigarro para repetir la acción, se acaba este también, su voz rebuzna agitado, no comprende porque está respirando así.
Sergéevich no sabe porque está actuando de esta manera, nunca le había sucedido y no sabe cómo calmar su mente ni hacer que su cuerpo para de moverse con tanto ímpetu, ni como calmar su ansia de fumar más, busca entre sus cosas algo para espabilar su mente, un dulce o leer telegramas para saber que otros deberes o suministros tiene que entregar, distraerse y no pensar en lo que ha hecho. No comprende porque su cuerpo está sacudiéndose en ese temblor o porque siente escalofríos, no comprende nada a este punto, ni su propia mente, le duele la cabeza, primero saca una serie de telegramas, toma su libreta para apuntar los suministros que sus pelotones necesiten, su caligrafía se ve afectada por igual, hurgando en sus bolsillos intentando sacar algún otro objeto se topa con el maldito diario de Rudolph, molesto lo arroja contra el suelo, se mantiene inmóvil para encender otro cigarro, su mente estaba en blanco absoluto, no puede ni tomar su arma, en esos momentos se siente frustrado y vulnerable, si alguien lo atacara moriría sin dudar "¡NO SEAS DÉBIL!" se regaña así mismo, se queda unos minutos mirando el diario en el piso. "No seas imbécil, esa cosa fue lo que me origino el problema que estoy viviendo ahora, no lo leas...no lo leas... ¡No lo leas!"
Smirnov pasó los minutos siguientes insultando a Rudolph, insultando su condición, observa el diario descansar en el piso, cuando Orrel fue consciente de sí mismo estaba retomando la lectura de dichas páginas desde lo último que había leído, buscando un escape, un escape a lo que está lidiando, por unos minutos, podría no concentrarse en nadie más, ni en nadie menos que en Rudy.
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Berlín, 1922- República de Weimar.
La mansión fue iluminada por bastos rayos de sol, por los lujosos vitrales el astro rey despierta con su luz a un muchacho que se revuelve en la cama molesto, tapándose con la sábana, puesto que una dama ataviada con el uniforme de sirvienta abría las cortinas y aplaudía para espantar el sueño del joven en la cama.
—¡Arriba joven señor! ¡Hoy es el día! —Comentó emocionada intentando contagiar sus ánimos al chiquillo que se niega a salir de la cama. —Dije arriba...—Se puso firme, taconeando su pie en el suelo, un joven rubio de apariencia dócil se destapó bostezando y mirando casi en duermevela a la mujer frente a él, el joven poseía cabellos que le llegaban al hombro, si no fuera por el pectoral plano su silueta asemejaría la figura de una joven ex aristócrata. La dama se acercó al muchacho, tomando un cepillo para peinar al adolescente, quien se tallaba los ojos con sus delicadas manos, su pijama azul tenía bordado sus iniciales en ella "RVM". La sirvienta tomó una coleta, con calidez y amabilidad tomo por los hombros al jovencito y tomó la melena para atarle los cabellos rubios en una coleta, este refunfuña esperando que le termine de peinar. —No se mueva joven Müller. —Señaló la sirvienta, puesto que este albino de cabellos sedosos estaba impaciente, cuando termino lanzó un beso a la cabeza del muchacho y este sonrió, Rudolph se levantó de la cama por fin, estirándose y viendo con alegría la ventana, la dama aterrada intento detenerlo, pero Rudolph abrió la ventana, en un estruendo a estas que las hizo vibrar, el joven rubio con felicidad chiflo en alto, mirando al sol.
—¡Buenos días! —Gritó emocionado, debajo de la ventana descansaban los inicios de un vasto jardín de alto follaje con flores indefinas de jacaranda traídas desde México, dorado con café, la mansión del que alguna vez fue el duque Alfred Von Müller, padre del rubio que grita como loquito en su divina mansión y que desata la envidia de los niños que juegan en el parque cercano, pero había un niño esperando justo en frente de la acera que vendía el periódico, un joven tal pareciera de la misma edad de Rudolph, el muchacho lo saluda sonriente. —¡Ya voy Viktor! —Gritó y se alejó de su ventana para buscar entre sus ropas, quería bajar a jugar con su único amigo, pero la sirvienta refunfuña mirándolo.
—Rudy, cariño, ni siquiera has desayunado. No es nada propio del hijo de un ex aristócrata actuar así, saliendo a la calle a jugar como si fueras un mocoso sin educación. —Explica a regañadientes la mujer, Rudolph se termina de poner sus ropas, con pantalones formales y tirantes con una camisa y moñito negro, antes de salir corriendo abajo la mujer lo detiene. —Espera joven Müller, no olvides que en la tarde vendrá el señor Amus Weber, va a venir hoy con tu padre, a las dos de la tarde ya tienes que estar aquí. ¿Entendido? Sin falta tú tienes que llegar puntual, puesto que tu padre y el señor Amus quieren que estés presente para una sorpresa sobre tu educación, ya no eres un niño estas en tus casi dieciocho. ¿Entendido mi príncipe? —Cuestionó la mujer y Rudolph asintió ansioso por irse corriendo, pero no sin antes darle un beso en la mejilla a la mujer y esta soltó una risa jocosa, como una madre que mima severamente a su hijo. —Bueno, espera ten...—le entregó un total de ocho mil marcos. —Ten cómprate algo de desayunar...—Para que la republica este siendo azotada por una crisis severa, Rudolph gozaba de lujos por la posición de su padre, puesto que el duque comenzaba ser un estafador maestro y por tanto Rudolph vivía una vida un tanto acaudalada.
Rudolph sabe cómo ganarse a la mujer para conseguir lo que quiere, la abraza con una sonrisa —¡Gracias Nona! ¡Volveré puntual! —El joven rubio baja corriendo la larga escalera en espiral para llegar al primer piso de la mansión.
"Mientras Orrel leía las vivencias del joven Rudy podía imaginar todo, todas y cada una de las cosas que describía, y los pensamientos que le narraba aquel hombre completamente ajeno a la situación actual...lo fascinaba, era como leer la novela de un aristócrata"
"Era un joven idiota cuando llegue a Berlín, veía la vida pasar por primera vez como algo que me pertenecía o que iba a pertenecerme, había vivido durante toda mi vida en Rotenburgo.
Mi natal Baviera del distrito de Ansbach, un pueblo pequeño lleno de encanto en montañitas de verdes prados, ¿alguna vez quien me lea, ha visto imágenes de la época medieval? Mi ciudad era como entrar en los libros ilustrados de historia y viajar a la época de los caballeros y los principes o emperadores, hice mis estudios preliminares en Rotenburgo, puesto que para el entonces en que llegué a la capital todavía tenía 17, era por una razón que no me gusta comentar mucho, mi padre era muy estricto, desde lejos había pagado por una estricta educación, ya que era su único hijo varón, mi padre me consiguió un horario modelo en el Reichsstadt-Gymnasium.
Alfred era un padre arraigado que me consiguió maestros que me pegaban en las manos si me equivocaba, termine con el grado de excelencia académica, con notas 1 solamente (lo cual me valió graduarme a temprana edad y con honores, en exámenes orales y de ensayo que se comió un año entero de evaluaciones), aprendí inglés, francés y elegí ruso puesto que el duque planeaba mandarme a estudiar al extranjero y la nobleza rusa tenía un auge que mi padre deseaba explotar, la revolución de Octubre en el Imperio Ruso destrozo los planes de mi padre, el tratado de Versalles nos llevó a todo mi país al borde de un precipicio que me condeno por completo a mi progenitor, y la abolición de la nobleza en la república de Weimar cambio por completo el plan trazado de aristócrata que mi padre deseaba tener para mí.
¿Qué había conseguido con esto? Ganarme diplomas que decían lo superdotado que yo era, la hermosa recompensa fue que durante los próximos cinco años de mi vida tendría ataques de ansiedad y de asma cada que no alcanzaba una nota alta o no lograba ser perfecto en todos los ámbitos de mi vida...
¿Vaya recompensa eh?
A día de hoy puedo decir que todo lo que aprendí...es pura mierda.
¡Mierda! ¡Qué bien se siente escribir esto! ¿Por qué algunos padres proyectan lo que no pudieron ser en sus hijos y con ello te acarrean unas expectativas que ni te importan, pero no quieres decepcionar a nadie?
"Touche...Rudy..." Pensaba para sí mismo Smirnov mientras leía, Rudy era un alma atormentada que deseaba cumplir las expectativas en un padre estricto... "Como yo..." considero Orrel, tenía más cosas en común en Rudy de lo que esperaba.
Berlín era una vida totalmente diferente a la que enfrentaría en una gran capital.
Mi madre y mi padre nunca se casaron, ya que yo era un hijo ilegitimo fuera del matrimonio... mi padre era el duque austriaco Alfred Von Müller, hasta que el 11 de agosto de 1919 la constitución de la nueva república de Weimar abolió la nobleza, las distinciones nobiliarias habían dejado de existir y con ello deje de ser el hijo del duque para ser un don nadie sin un apellido exuberante... todas y cada una de las veces en que llore consiguiendo las altas esferas para ir al extranjero, todas y cada una de las veces en que me quede sin amigos por estudiar, todas las veces que me sentí mejor en aprobar y ser potencialmente mejor para irme al extranjero...
Fueron en vano...
La gran guerra dejo en una encrucijada a mi madre, ella quería que finalizara mis estudios en casa, con mis cinco hermanas y hermanito menor, ella y mis seis tías conformábamos una familia numerosa llena en un enjambre de pelirrojos, yo era el único de todos que lucía peculiar por mi cabello rubio, mi madre se volvió a casar con un granjero agradable, Elías, a veces echo de menos a mi padrastro... fue el único hombre en mi vida que me dijo "Has lo que te haga feliz y sigue tu pasión" Cuando nació mi último hermano... Elías falleció en el frente de batalla... asesinado en su trinchera por el gas mostaza... lo cual dejo a mi madre en un precipicio financiero
Y el bastardo del duque no tardo en aprovecharse de ello, convenció a mi madre de quitarle la carga del gasto que supondría mandarme al Studienkolleg, la universidad... y me arrastró a Berlín.
Ahí conocí a mi primer y mejor amigo, Viktor... un pelirrojo de clase media que conocí en el parque, nos veíamos debes en cuando, al pasar los años Viktor y yo nos volvimos como uña y mugre, éramos inseparables...
Éramos..."
—Rudy... ¿y qué vas a hacer con el pendejazo de tu papá? Ya no puede obligarte a ir al extranjero, ni tampoco puede obligarte a irte... ¿Verdad? —Viktor era la otra mitad del corazón de Rudolph, dos almas demasiado jóvenes para conocer la maldad del mundo.
—No quisiera irme, extrañaría estar contigo y con tu hermana...—Comentaba un joven Müller, con sueños pequeños y con deseos de nada más que vivir su juventud.
—¿Has pensado en lo que te dije? Le gustas a mi hermana, ella sería una buena novia para ti...—Explica Viktor con picardía. —¡Esta culona! —Alza los atributos de su hermana y avergonzado Rudolph le pega un empujón.
—¡No quiero una novia! —Comentaba con las mejillas arreboladas.
—¿Entonces qué quieres? ¿Un novio? —Viktor lanzó la pregunta en el aire. Müller se sonrojo mirando fijamente al pelirrojo que era su mejor amigo, los hipnóticos y simpáticos ojos azules del berlinés Viktor, alteraron las hormonas del joven Rudolph, debajo del puente de piedra donde se conocieron cerca del lago de un parque, ese día de otoño, Rudolph sintió por primera vez su corazón latir rápido por alguien.
—Yo...yo quiero...—No termino de decir mucho, puesto que sonó el reloj en la iglesia cercana, aterrado se levantó corriendo puesto que debía irse. —¡Perdón Viktor! ¡Hablaremos mañana!
Cuando Rudolph llegó a la cerca de su mansión había dos autos estacionados, y nervioso sabía que se iba a meter en problemas, llegó por la parte de atrás en su cuarto, cambiándose a prisas para lucir presentable y acomodando su cabello en una liga. Cuando bajaba a carrera las escaleras se topó con una figura altiva que lo choco.
—¡Perdone, me resbale! —Explica Rudolph alzando su vista, topándose con un hombre alto y de apariencia intimidante, quien soltó una risa profunda, tenía el símbolo de la esvástica en su brazo.
—¿Tu eres el hijo de Müller, ¿Rudolph no es así? —Pregunta estrechando la mano del joven de manera tan rápida que Rudolph no pudo seguirle el paso a la fuerza del mayor. —Ernst Röhm, jovencito...—Comentó mientras a su lado llega su padre.
—¡Rudolph! ¿Te dije o no que estuvieras presente a buena hora? —Alfred, el predecesor de Rudolph, otro aristócrata de melena rubia larga, barba albina, ojos intensamente azules y temperamento iracundo que no flaquea para sacar el cinturón y castigar, no se detuvo en humillar a su hijo en frente de otra persona que recientemente acababa de conocer, el joven Müller agacho la cabeza, sabía que estaba en problemas.
—No hay necesidad de ser tan estricto con el pequeño superdotado aquí presente...—Comenta Ernst, para luego darle un buen vistazo a Rudolph, en parte se merodeaba la belleza del joven. —He visto lo que has hecho joven Rudolph, llegaras lejos en el partido, lo garantizo...si lo dejara bajo mi tutela...podría garantizarle que estaría muy bien cuidado...—
(Imagen de Ernst)
"Ernst Röhm fue el comandante en jefe y cofundador de las camisas pardas, miembro del gabinete de Adolf Hitler, a donde mi padre planeaba meterme en contra de mi voluntad, mi padre era un hombre vanguardista y visionario, sabía dónde estaba la acción y apoyaba las causas que le generaran un bien mayor, no por simpatía sino porque sabía que un movimiento hace el ruido necesario y con ello la popularidad lo elevará a la gloria... no tenía ni idea en ese entonces de las cosas que él pudo hacerme teniéndome a su disposición..."
—No hace falta...yo tomaré a Rudolph bajo mi tutela...—Demandó Amus Weber, amigo de antaño de Alfred, un conocido teniente ganador de la cruz de hierro durante la primera gran guerra, intentando rescatar a Rudolph de la morbosa mirada de depredador que poseía Ernst para conseguir muchachitos lindos e inocentes, dejando a Rudolph sin la opinión de un no como respuesta y enrolando prácticamente en las SA como subordinado.
"Amus Weber me unió a la Jugenbund, las predecesoras juventudes Hitlerianas hasta que cumpliera la mayoría de edad y conseguirme un lugar a su lado, lejos de Ernst Röhm, hoy día entendí que me salvo de un hombre que potencialmente pudo haber abusado de mí en aquel entonces. Años después Amus supo que hizo bien en cuidarme y tomarme bajo su tutela, la noche de los cuchillos largos marco una de las tantas cicatrices de mi carácter, pero mis desventuras, apenas están iniciando al entrar en las SA, Amus deseaba enrolarme en la rama militar y con ello...mi vida entera se iría en un torbellino de decisiones que, aunque no fueron mías...me hicieron el hombre que soy hoy..."
"Orrel leyó la breve ceremonia en la que le cortaron el cabello a Rudy, y sus días como un muchacho terminaron para hacerlo un hombre de golpe, cuando alzó la mirada ya debía irse a tomar guardia, se llevó el diario con él otra vez en el bolsillo, necesitaba saber que fue de Rudy"
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Nuevamente volvió a la celda de Rudolph, este emitió un pequeño siseo, puesto que se curaba sus heridas, Sergéevich abrió la pequeña rejilla por donde le lanza cosas y lanza vendajes para Rudolph, el coronel no quería verle ni la cara, porque sabía que iba a ver a Rudy en su rostro de una manera u otra, fue estúpido, se descuidó y ahora estaba pagando los estragos por ser débil "No debí leer una mierda, te mereces esto imbécil, te mereces ahora este asesinato que te romperá el corazón" Smirnov conocía cuando iba a llorar una muerte, lo conocía muy bien, esta iba a doler, iba a juntarse con las otras tantas que le van a pesar el resto de su vida. Claro, la idea de matarlo en ningún momento ha abandonado su mente, solo que ahora le dolerá demasiado personalmente, no era la primera vez que le pasaba... ni sería la última. Rudolph atrapó los vendajes que Smirnov le arrojó, y apartó su vista, intentaba no hacer contacto con esos hermosos ojos, tan llenos de esperanza, la esperanza que tenía un niño obligado a servir a su padre con tal de ayudar a su familia. "Comienzo a verte en el espejo..."
Si ver a Rudolph en sus sueños era una señal de alarma, verlo un día después luego de ver su diario como un reflejo al ojo; le estaba dando arcadas, era una situación insostenible que le consumía la mente. Porque le estaba despertando demasiadas dudas tanto en la balanza del bien y del mal, ante todo quería no dejarse llevar por la duda más terrible de todas. "¿Rudolph fue quien mató a Konstantin? Tiene que, encontré su sangre en la bayoneta, TIENE QUE SER ÉL... ¿Verdad?" La duda, ante todo, está presente, y eso era martirio suficiente para Smirnov. Había dos constantes, la primera podía ser mentira, una sucia estrategia que el alemán le lanzaba para salvarse el pellejo apelando a la lastima de Orrel y segunda...que estuviera diciendo la verdad, y que todo esto, todo este odio estúpido y castigo que estaba brindando sobre Rudolph no fue sólo en vano, sino que habría torturado, golpeado, lastimado y si continuaba, matado...en vano, por una venganza egoísta que nunca tuvo fundamentos ni sentimentales...había hecho todo esto, por el mero capricho de destruir. Y lo traería a ser alguien tan asqueroso, desgraciado, frívolo y egoísta como el siberiano Yurik. Eso, sería algo que Smirnov no quiere admitir, que muy en el fondo de su viejo y desgarrado corazón, sería una penitencia que acarrearía toda su vida...
—Gracias...—Le comenta Rudolph, puesto que tenía en automático agradecerle por cada ayuda minima que le ofrezca, así le ordeno hacerlo, sus suaves palabras traen de vuelta a la realidad al coronel, enfrentar el problema a la cara era, el alemán saca gasas para su herida, y un extraño ungüento, confundido se gira a ver a Orrel.
—Es para tu nariz, no te dejará cicatriz...—Comentó en seco el coronel, quitándose el abrigo y dejarlo colgado en un clavo salido donde siempre lo pone. Prosiguió a ir a la cocineta para traerle la bandeja de comida, Smirnov pensaba para sí mismo "No, esto debe parar ahora, no más dudas, la única manera en que puedo proseguir con el asesinato de este puto nazi es descubrir si él mató o no a Konstantin, tendré que interrogarlo, debo saber a fondo que clase de hombre se ha convertido, su diario debe darme pistas para ver que si es una sucia cucaracha manipuladora... o un imbécil que estuvo en el lugar y momento equivocado, manos a la obra, ten huevos Orrel, ¡TENLOS BIEN PUESTO PARA LO QUE VAMOS A HACER!" Cuando regresó quería intentar disculparse con el alemán, aclarar esa maldita duda, comenzar a hablarle, escarbar en la verdad de sus palabras, se llevó una desagradable sorpresa.
Rudolph no estaba en la celda.
Dejo caer la bandeja furioso, enseguida desenfundo su Tokarev para empezar a buscarlo. ¿Por dónde se pudo ir? Es pequeño y delgado, el alemán seguro aspiraba al metro setenta, no pudo haber escapado por los barrotes, pero sí que pudo escurrirse entre la ventila que tiene cerca de la calle. Smirnov sube las escaleras en dos saltos largos, abrió la puerta a la salida de una patada, el invierno azota la ciudad, no encuentra huellas de pisada ni el arrastre que haría un cuerpo sobre la nieve, lo cual le quita un punto de huida, vuelve al interior de las celdas para intentar deducir por donde pudo Rudolph escapar bajo su vista de una manera tan rápida.
—Maldito hijo de puta...cuando lo vuelva a ver lo voy a...—Sergéevich no pudo terminar de volver a maldecir el nombre de Rudolph cuando escucho el ruido de la cadena del baño tirar, su ira se aplaca de golpe, para luego verlo abrir la puerta de su mini baño, Müller salió a pasos lentos y se apoyaba en la pared para ir con lentitud de vuelta a su cama. Smirnov agacho la mirada, en todo ese tiempo ignoro por completo la cadena de la pared la cual hace imposible el escape de Rudolph, lo había olvidado por completo, tan disperso estaba que lo olvido por completo, se sentía estúpido por ignorar un detalle así de importante, Orrel le quitaba la cadena a Rudolph solo cuando se vestía, no para otra cosa, emitió un gruñido, Rudolph alzó su vista para encararlo, un poco confundido por el quejido de enojo de Orrel, ya no sabe porque razón se pudo enojar esa vez. Rudolph volvió por completo a su cama, brincando en un solo pie hasta acostarse otra vez, molesto, el ruso se sacó una de sus botas y se la arrojo al hombro a Müller.
—¡Ay! —De mala gana el general tomó la bota y la arrojo de vuelta al coronel.
La bota le dio en la cara a Orrel, volvió a tomarla y se la lanzó a Rudolph a la pierna, el alemán alzó la bota de Smirnov y prosiguió a lanzar la bota por la ventila que da a la calle, prosiguió a sacarle la lengua, cruzando los brazos y retando con la mirada a Smirnov, ahora Orrel estaba descalzo de un pie, ese maldito nazi es orgulloso, testarudo, terco y temperamental. Casi tanto como lo era el coronel, a pesar de los eventos de ayer en la noche el general se mostraba inmutable, no quería mostrar debilidad y el ruso estaba furioso de dejarse llevar por sus emociones de esa manera tan infantil, estar cerca del rubio, sin saberlo, le estaba sacando su lado más humano a Orrel, en una retorcida y bizarra manera, pero al final, lo estaba haciendo dudar, creando capas de misterio a su persona, capas que Smirnov iba a revelar del interior del rubio....
Smirnov, a pesar de todo, le abrió la rendija y le dejo la bandeja de comida para el resto de la noche, la cual el general tomó de nueva cuenta. Orrel se disponía para irse a leer un rato más la privacidad de Rudy, ¿Por qué no Rudolph podía ser como ese chico tierno, inocente y hasta amigable que leía en su diario? Sería más divertido de fastidiar, no solo eso...si sintiera que es aquel chico que mostraba ser entonces podría haberlo liberado desde hace tiempo, Smirnov no era consciente de que "Rudy" nunca se fue, simplemente creció, Smirnov jamás comprendía que todos cambian, que los humanos cambian, se destruyen...y se reconstruyen.
—Nunca me contestaste... —Osado, como usualmente lo es, Müller le reta como lo hizo ayer, su duda nunca había cesado, pero era paciente para esperar todas las respuestas que haga falta escuchar, esos ojos verdes siguen brillando y eso es todo lo que le importa a Orrel, que sigan brillando un poco más mientras averigua la nueva incógnita que tiene por Rudolph. —¿Por qué mataste a tu cabo? —Su duda no se iría hasta ser satisfecha, incluso en el borde de la muerte, como un gato curioso y condenadamente perseverante.
—Porque no ves todo el panorama nazi... —Smirnov se colocó frente a las rejas, mirando a los ojos de este Rudy. Smirnov podía percibir tantas cosas que le gustan y disgustan en los ojos del alemán, entre ellas, amaba su temperamento, las acciones de Smirnov, podían a llegar a tener capas y capas de misterio tras sus intenciones, Rudolph lo sabía, lo percibía, en parte...comprendía a Orrel y el enigma que presentaba como hombre por igual, ambos eran un total y completo reverso a quien es el otro, opuestos totales y, aun así, hasta cierto punto similares. —Ponte a pensar. ¿Qué hubiera pasado si te entregaba a mis superiores? Yo te lo dije, yo soy un pan esponjoso comparado con las piedras de consideración que ellos te darían. Claro, me mueve la venganza, como tu dijiste nazi, pero te estoy librando de un destino horrible con ello, mi venganza es pequeña y efímera, comparado con el sufrimiento que otros van a poder otorgarte... —Iba a retirarse para dejar a Rudolph con la idea mental del dolor.
—¿Eso es todo? —Pregunta de vuelta el rubio, Orrel se gira a mirarlo otra vez, no se esperaba que insistiera, el general, al igual que Orrel escarba y onda en aguas turbulentas para conocer la verdad y no duda de ser directo. —No te creo, las torturas me las veía venir, pero no te creo que solo lo mataste para "tenerme piedad" —Sus labios eran la lengua de una serpiente, tal vez parecida a la que tentó a Eva, a medida que el rubio hablaba, Orrel anchaba más su sonrisa. —Puedo ver en tu mirada que no me quieres decir el otro motivo del porque lo mataste, claro me "salvaste" de caer en las garras de tus superiores, alabado seas "Darling", pero...es obvio que quieres prolongar mi vida, ¿para matarme? Lo tienes en la agenda, ¿para torturarme? Lo sigues haciendo... Tu tampoco me tomes por idiota... —Y se acercó a la celda, quedando un poco cerca del rostro de Orrel y este seguía sonriendo, sin sentirse intimidado y acostumbrado a ser hostigoso, enfrentando esa mirada esmeralda, casi tanto que podría sentir el aliento del alemán, dicho aliento no huele nada mal, puesto que se nota que mantiene una higiene rigurosa con la que Sergéevich proviene con la silenciosa puesta de su cepillo de dientes y pasta. Hasta Orrel se sorprende de analizar casi cada zona del cuerpo del alemán frente suyo, mentalmente eso lo avergüenza y lo sorprende "No pienses estupideces", se recalca Smirnov, esos dientes blancos, piel carnosa y sonrisa retadora lo estaban haciendo reír, aún al extraño pesar de anoche en el que casi le quito la vida a Rudolph, este lo enfrenta sin miedo, a Orrel le gustaban los hombres con los huevos bien puestos, eran sus rivales favoritos, Rudolph no se cansa de retarlo incluso en riesgo de morir ¿con que propósito lo hacía? ¿a que jugaba ese nazi?, haciendo de lado sus temores y susurrándole en la cara, Rudolph percibe que Orrel se quedó contemplándolo unos momentos. —¿Me dirás entonces? ¿O vivo con la duda? —
"Hombre, que nazi tan malditamente interesante, parlanchín, testarudo, orgulloso, curioso...tiene algo de Rudy todavía..." Smirnov debía decir que sentir la mirada de Rudolph para saber algo de él lo tiene fascinado.
—Muy acertado nazi, no te lo niego...sí, tengo un motivo más para tenerte vivo... —Y se inclina para cubrir con su sombra a la luz de la lámpara naranja la silueta de Rudolph. —¿Qué hace una "alteza" como usted con nosotros las cucarachas que nos arrastramos en esta guerra? ¿Cómo fue que terminaste en esta cloaca llena de la "peste roja" como nos llamaste? —Sin más toma por el cuello de la camisa al alemán acercándolo más a su rostro, sorprende a Rudolph y este, alza las cejas albinas, Müller siente arder sus mejillas. El rubio se avergüenza de la cercanía que le estaba brindando Orrel, arrebola su cuerpo, se quiere apartar, pero Orrel le quita la ruta de escape para seguirlo retando con la mirada, Orrel sabía cómo intimidarlo, aquellos orbes negros le comen el interior del alma, escudriñan en busca de sus más profundos secretos y conocer todos sus pensamientos. —Yo también puedo ser muy terco... responde.
Rudolph no podía escapar de la mirada del coronel, tampoco podía decir una mentira sin que le analice la cara, el general no va a huir, le soltó la verdad con una sonrisa.
—Porque mi propio ejército me quiere muerto...—Comenta con cierta ironía que no sorprende al ruso, era obvio que alguien de la naturaleza volátil y polémica como Rudolph tiene numerosos enemigos, se nota en su diario, en sus palabras, este nazi se mete en problemas muy seguido y eso come por completo la curiosidad de Smirnov.
—¿Y porque desean matarte? —No va a soltarlo, si podía satisfacer su curiosidad con Müller entonces no desaprovechara ninguna ruta, se acerca aún más a su rostro, llegados a ese punto Orrel quiere saber todo de aquel nazi, antes de dictarle sentencia o perdonarle la vida, ya se hacía una idea por leer su diario, esperaba que le dijera quien era, a cuanta gente ha salvado, quería que Müller dejará ver que quería verse a sí mismo como un buen hombre, piadoso y bondadoso... no estaba preparado para lo que oiría.
—Porque soy homosexual...—
Rudolph dejó caer nada más que verdad, comentó sonriente mientras le alza las cejas en una coqueta mirada que le helo la sangre entera al coronel, el ruso dejo de sonreír y una mirada de terror, desconcierto y sorpresa le adorna la cara.
Después de tantos años, Smirnov recordó lo es que es tener miedo a tu propia sombra, la perlada sonrisa y esos ojos verdes que poseía el alemán le recalcaron la clase de íncubo que presentaba ser para su vida, Müller era la Rusalka que tanto temía encontrar en el crucifijo de viacrucis que conformaban sus pecados, y no pensó que sucedería, una Odile que día a día se hacía más peligrosa.
.
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Continuara.
Cielas, tal parece que las cosas se ponen picantes, y en serio, ¿como Orrel no vio venir que Rudolph es gay? Se le notaba a una galaxia de distancia, tal parece que nuestro nazi tiene un pasado bastante interesante y que le estaba comiendo la curiosidad a Orrel conocer, estamos conociendo muy a fondo quien era Orrel y quien es Rudolph y entre ellos comienzan a ver... que no son tan diferentes del otro, los dejo con dudas potentes cielas...
¿Rudolph es quien en verdad mató a Konstantin?
¿Acaso la nula heterosexualidad de Orrel se verá afectada?
¿Sabremos quien es aquel que busca matar a Rudolph?
Por cierto, creo que nunca lo mencione, pero usualmente a quienes le atinan a un spoiler con sus teorías les dedico capítulo, es un jueguito owo en este caso GIA le atino a un spoiler jugoso, si pueden, inténtenlo
Si desean ver memes de este capítulo y la muestra de un FANART en mi libro de Garabatos lo pueden encontrar, corranle a verlo para reírse owo, y les dejo el booktrailer de la historia, miren, hice el booktrailer y lo agregue al Prefacio de la historia, pero me tarde mucho haciéndolo, lo voy a poner aquí también, espero les encante, sin más, nos vemos en la siguiente actualización, los leo owo.
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