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Capítulo 4: "Ojos grises"

Tomo el mechero entre sus manos, apretando el gatillo en dos intentos antes de que la llama naciera, sin dudar la arrojo al queroseno encaminado sobre un sendero de paja que ardía en cuestión de segundos, donde solo había negrura en la madrugada húmeda dio pie para grandes llamaradas, una chispa encendida de sus más perversas pasiones estallo para brindar con su éxtasis brillo a los labios resecos por el frío, se relame la boca seca como las mismas dunas del desierto de Libia, babea ante esos colores cálidos, ceniza y nieve volaron sobre su piel, quemándola y juntando con las brasas dos hematomas volviéndola una sola cicatriz en su brazo.

En sus intensas heridas mira el fruto de sus hazañas, mierda que lo volvía loco ¡Sí! Mira ese fuego, mira el creador de muerte, mira el delator de gente inocente a los fascistas que ahora ubicaran el pueblo por culpa suya. Una sonrisa nació formando hoyuelos en sus mejillas, no tardo en escucharse la trompeta de Jericó y una Stuka ya sobrevolaba el terreno. Escuchó el silbato de los rojos y se giró ahí donde escucho el sonido agudo, era obvio que lo matarían por exponerse al enemigo tan descaradamente. Pero ese era su motivo desde el inicio. Llevan queriendo atraparlo desde hace mucho tiempo con cada desgracia que han ocasionado sus eyaculaciones y excesos de placer.

Quería ver el final del incendio, ya que palpitante su erección amenaza con romper la tela de sus pantalones, suelta un gemido y molesto debe emprender la huida, de lejos contemplara mejor su obra de arte.

Tomo la mochila que dejo en el camino, huyendo más allá de la senda que brindan para llegar al poblado, estaba listo para llegar a Moscú, sosteniendo firmemente el papel que le ha guiado en su depravado viaje por casi toda Rusia. El volante maltratado y viejo de la presentación de una famosa bailarina de teatro se leería en la oscuridad. "Masha Ivánovna, la belleza de San Petersburgo".

Ella, ella es su motivo, su razón, su deseo. Desde que la vio bailar en ese vestido rojo, supo que ella ardería de maravilla, recuerda sus ojos y que sus labios eran fuego...

La adoraba, no ha parado de buscarla ni un solo día desde entonces. Ha recorrido sus mismos pasos, armándose de chismes, avisos y rumores sobre su paradero. Que la vieron en un bar, que bailo con un oficial en Kiev, que huyo en avión hacia una de las capitales, que ella se puso paranoica porque piensa que alguien la sigue, sabe todo, todo de ella.

"¡Masha, mi amada! Ya me notaste y no tardaras en dar conmigo ni yo contigo. Oh, chica traviesa, pajarillo escurridizo que desea emprender vuelo lejos de la celda que ocasiona esta nación sumida en dolor. ¡Huye todo lo que quieras mi amor! ¡Jamás temas porque te seguiré a donde vayas por toda la vida si hace falta!"

Donde pise este demonio enamorado del fuego ha dejado un rastro de queroseno, sangre, semen, sonrisas y poemas gritados a las familias que ha matado, las adolescentes que ha violado.

Los disparos amortiguaron el crujir de sus botas en la nieve cuesta arriba. ¡Solo un poco más Masha!

Solo un poco más y al fin nos conoceremos.

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Rudolph abrió sus ojos lentamente, una jaqueca lo mantenía aturdido, parpadeando continuamente durante unos minutos, despertando del trance, se irguió hasta enderezarse dejando caer una tela suave que cubría su frente, aún en duermevela puede percibir una presencia. Un rostro borroso se cierne sobre él quien se aproximaba a limpiarle con un paño.

—¿Archi?¿Eres tú? —Habló Müller en su lengua madre. En seco la mano de Alexei dejo de limpiarle la cabeza, asustado ante lo que escucho. El rostro de su salvador se dejó ver, topándose con unos ojos grises llenos de terror y sorpresa.

—¿Perdón? ¿Habla ruso? Po...por favor necesito que me diga si es de algún otro país... —Antes de que pudiera contestarle algún balbuceo, Alexei se dio un golpe voluntario en la cabeza con el trapo en mano —¡No seas imbécil Petrov! ¿Cómo sabrá que le estás preguntando si no habla ruso? —Grito en voz baja.

—Puedo entenderle perfectamente... —Contesto al instante, su acento alemán era notorio. Se enderezo sobre sí mismo mirando a Petrov con desconfianza, indignación, rencor y furia, cuyo tono solo hacia empeorar su regaño. Seguro era el prisionero de ese maldito ruso.

—¡Oh, ya veo! Mucho gusto. ¿Cómo se siente, no le duele su costilla? —

—¿Costilla? ¡Aggg! —Intento levantarse y reparo en el dolor momentos después, ese esfuerzo brusco lo lastimó. Se volvió a recostar en el mismo instante, obligando a su cuerpo a debatirse en el colchón, apretando sus dedos en el borde de la cama, jadeando y aferrándose a la parte que dolía —Hijo de puta... —Maldijo en alemán.

—Creo que usted no es ruso... —Se constaba así mismo el joven obrero. No era tan imbécil, solo intentaba no confirmar lo inevitable, ese hombre era un enemigo de su patria. Había cometido traición, todo su mundo se vino abajo y la decepción en su rostro era notoria. Ahora estaba en grave peligro, no solo él, su hermana, Mathias, el doctor Grisha...

En contestación Rudolph reviro los ojos con fastidio.

—No "Iván", me gusta hablar dos idiomas por placer. Imbécil... —Rudolph dijo el último insulto nuevamente en su lengua madre, se gira sobre sus pies desnudos y se arrincona al final de la esquina de la cama donde estaba descansando, asustado, confundido y nervioso. Sintiéndose tan vulnerable a merced del otro.

—No soy Iván... perdone pero no entiendo otro idioma que no sea ruso. ¿Le molesta solo hablar eso? —Petrov no tenía de otra, la había cagado a lo grande en niveles indescifrables.

Alexei contemplo al soldado, viendo los labios quebrados y sudor en su piel, sus ojos eran de un intenso tono verde, brillosos y levemente irritados por falta de hidratación, sus labios resecos y aun así levemente voluptuosos, cuyos cabellos húmedos por su sudor brillan en un amarrillo casi blanco, el ario se consideraba atrapado, si alguien descubría lo que había hecho moriría, no tenía de otra. Alexei debería deshacerse de su indeseable invitado en cuanto se recupere, con estropajo y un balde de agua enjabonada que tenía a sus espaldas se disponía a bañar al otro. No importa ya la situación, debe aceptar la cruenta y jodida realidad sin rechistar, no le quedaba de otra.

Rudolph miro su uniforme y ropa interior tendida en una vieja silla maltratada y vieja, tomo conciencia de su cuerpo desnudo, siendo cubierto parcialmente de una mísera manta blanca, la determinación del ruso acercándose le hizo darse cuenta, ato cabos y vio que lo quería bañar. Al instante le lanzo una patada a Alexei para que se apartara, aún a pesar del fuerte dolor que fastidiaba su defensa.

—¡Maldito infeliz! —Grito el alemán, lo primero que logro agarrar para defenderse fue un marco de foto al lado de la cama y se lo lanzó a Alexei. Este de milagro esquivo el golpe.

—¡Oiga! ¡Casi me da en la cabeza! —

—¡Esa era mi idea! ¡La próxima no fallare! ¡Aléjese, no le hablare una mierda sobre mí! —Rudolph tomo un libro de al lado y también se lo arrojó, este le dio en el hombro al pobre obrero. Y si no se creyera superior en corpulencia para atacar al joven frente suyo, ya le tenía ojo a donde estaba su Luger P08, que yacía colgada en la silla al lado de su uniforme, con su cartucho.

Petrov se apartó a tropezones, alzando en gestó sumiso ambas manos para calmar a su invitado al otro extremo de la habitación. —¡Tranquilo! ¡No le estoy haciendo daño! ¡Le estoy bañando y en un momento le curo la herida otra vez! ¡Tranquilícese! —

—¡No se acerqué degenerado! —Rudolph le amenazaba peligrosamente con arrojarle un libro de La sonata de Kreutzer. —Muy bien maldito rojo, ¿Qué quieres de mí? ¿Me planeas mantener vivo para torturarme no? —Estaba tan nervioso que le gritaba constantemente en alemán. Obviamente Petrov no le entendía nada.

—¡No voy a lastimarte! ¡Intento ayudarte! ¡Ya cálmate! —

—¿Ayudarme? ¡JA! Yo no me trago ese cuento— Muller le reñía, no era estúpido, ni por asomo se consideraba a salvo, Alexei esperaba a que el alemán se calmara, nadie le creería que todo eso fue un estúpido error.

—Por favor, no te haré daño, en cuanto te recuperes puedes irte... —Sobrevivir era sobrevivir, tal vez el alemán entienda eso. Alexei quería romper en llanto de los nervios y miedo mientras hablaba.

—¡Nada me garantizara que no me tomaras como prisionero, estoy postrado en cama con una herida en mis costillas y pie, prácticamente me tienes a tu merced! ¿Por qué mierda debería confiar en ti?—Con vergüenza el alemán se cubrió así mismo con otra pequeña y andrajosa manta que estaba al lado, tapando parte de su fuerte abdomen y una mísera tela en sus partes íntimas, que podía ver un suspiro del vello rubio bajo, cuya polla estaba apenas cubierta. Seguía teniendo pudor ante su desnudez y cada que se movía, sentía el frio aire en sus glúteos.

—¡Porque yo también estoy metido en problemas! ¡¿De acuerdo?! —Grito asustado, al borde del llanto en su desesperación, al instante, la severidad del alemán bajo, no había duda en la mirada del chico frente suyo—¡No te rescate porque quisiera ayudarte, me equivoque!, ...te confundí con alguien de mi ejército, me mataran si llegan a saber que ayude a un alemán... —Alexei fue sincero, por lo menos quiere que ese hombre entienda que también quiere vivir. No pudo más, al instante se apartó lloroso, yéndose contra una pared cercana, dejándose caer de espaldas y deslizándose hasta el suelo, cubriendo en vergüenza su rostro lagrimoso de miedo, emitiendo pequeños gimoteos. Rudolph le contemplaba, buscando si era una actuación, era demasiado incomodo de presenciar, pero sabía que no cualquier persona se hecha a llorar en frente de ti para fingir, menos un hombre. Realmente ese chico estaba asustado de la estupidez que cometió. —Yo... cometí un error, perdón... —

Rudolph bajo el libro que tomo cual arma, no tenía de otra. El chico no parece mentir y tampoco luce lo suficientemente fuerte como para lastimarlo, pero... menudo imbécil era ese ruso. Müller sin problema se defendería en caso necesario, y tal parece que la situación le amerita tomarlo todo con la cabeza fría. Dejo de amenazarlo para luego chasquear los dientes. Se tallo con una mano el rostro.

—Tampoco es como si pudiera irme a otro lugar, estoy condenado en aceptar tu ayuda... —Comenzó a decir, intentando en un vago intento, calmar la histeria del joven llorando frente suyo. —Pero, si llego a notar algo extraño contigo no tendré piedad... —De mala gana vio como Alexei alzaba su rostro lloroso, mejillas rojas y nariz hinchada, lucia tan malditamente infantil... como un niño y eso le incomodaba, con esos ojos vidriosos claros no se podía pensar bien. Viéndolo tranquilo, Rudolph suspiraba con alivio y se recuesta en la cama, cruzando los brazos, frunciendo el ceño. —¿Te vas a quedar viéndome todo el día? Además, ¿están necesario que me bañes, no puedo hacerlo yo? —Rudolph se resignó en aceptar la ayuda del ruso, por menos deseaba que fuera rápido, Petrov vacilo unos momentos, cuando oyó el regaño se levantó del suelo limpiándose las lágrimas y obedeciendo la autoritaria voz del alemán. ¿Qué tienen los alemanes que parece que siempre están gritando?

Mientras preparaba la enjabonadura, el joven obrero opto por platicar con él.

—El doctor mando reposo dos semanas y que incluso en bañarte no debes moverte, así que debo de limpiarte para luego curar tus heridas otra vez...—Por alguna razón ver desnudo a los hombres siempre le ha dado pudor al chico, incluso con alguien tan cercano como Mathias. Este hombre frente suyo no era la excepción. Por tanto, desviaba su mirada para no ver detenidamente el cuerpo desnudo. —Y cuando te recuperes podrás marcharte. Hasta entonces, yo tendré que cuidarte —Antes de ponerle las manos encima al rubio, este le detuvo la muñeca con una mano, obligando al chico verle directo a los ojos, Müller se acercó a su rostro con un semblante amenazante y Petrov sin saberlo dirigió su vista a los labios de este, viendo cada silaba formarse en sus labios rojos. Sentía sus orejas arder de vergüenza cuando ese hombre le hablaba.

—Tócame los cojones y te mato...—Amenazo de última advertencia. Por visto decirle que lo matará será recurrente para desgracia de Petrov. Asintió en silencio mientras colocaba el balde a un pie de la cama y se recostaba para mirar detenidamente ese cuerpo desnudo, Rudolph no quería verlo a la cara, solo desvió su mirada a un punto de la ventana a su lado. Esperando que su humillación acabara lo más pronto posible; Petrov tomo el trapo y lo sumergió por completo en el agua, para luego colocarla sobre el torso fortachón del otro. Un escalofrió recorrió el cuerpo del teniente al sentir su piel contra el agua. —¡Mierda, esta helada!, por menos pudiste calentarla... —Decir que estaba fría era poco, había un pedazo de hielo dentro de la cubeta que Alexei procuro no se viera. La estupidez de nuestro pobre obrero era casi impresionante. Con nerviosismo el muchacho continuo tallando su cuerpo, paso del torso al abdomen y tomo cuidado donde estaba aquella herida recién suturada, debía decir que era la primera vez que tocaba al cuerpo de un hombre de esa manera, tomando sus brazos y limpiando los bíceps, enjuagando y refregando el trapo. Le parecía impresionante la cantidad de músculos que poseía ese hombre. Cuando terminó de limpiar las piernas se detuvo a mirar lo que le faltaba, los genitales.

—Falta... ahí abajo. —Intento explicar el chico sonrojado con sus orejas ardiendo.

—Hazlo y ya, no me cuentes una mierda...— Cabreado Rudolph cerró sus ojos, lo había meditado, esperando no tener que ver nada, pero en cierto modo, el contacto con la piel de otra persona le gusta, ¿Hace cuánto no echa un polvo?, bien, tal parece Rudolph se reservara por qué permitir ese tocamiento de un desconocido. ¿Será porque lo percibe muy tonto para que le ocasione problemas?

"No, es muy tonto para entenderlo..." En la mente del enemigo era obvio a sus ojos que se come la cabeza en vano, el ruso está más ocupado lidiando con su propia vergüenza para percatarse de ello.

Se colocó de manera frontal para que terminara de limpiarlo de una maldita vez. Petrov suspiro nervioso, estaba avergonzado, limpiar esa parte... ni a un bebé siquiera a bañado y bañar un adulto totalmente consciente de que le estaba viendo el culo no era precisamente cómodo. Posó su mano en los glúteos y se apresuró a lavarlo, quería ignorar el hecho de estarlo tocando, hasta que paso su mano desnuda justamente en el pene del otro. Rudolph solo arrugo la frente ignorando eso, Alexei por otro lado estaba entrando en pánico, su mano tuvo un escalofrío que termino de acentuarse en su propia entrepierna.

"No puede ser..." Conocía esa sensación entre sus piernas, se sonrojo al saber la palpitación propia de su miembro, sentirlo fue un shock tremendo. "¡No jodas! No puede gustarme tocar a un hombre desnudo... ¿No?, si solo fue un accidente..." Piensa que solo fue el extraño calor del momento y el sentirse avergonzado tuvo que ver. Las erecciones involuntarias existen... Su cabeza era un mar de dudas y temores.. Paso el jabón para poder terminar ese extraño tormento y limpiarlo con dos trampazos del agua fría para decir adiós. Volvió a colocarlo boca arriba para dar por terminado todo aquello.

—¡Ya termine, solo me queda curar tu herida! —Alexei tomo rápidamente el alcohol y las vendas para terminar ese incómodo momento, sus orejas protegidas bajo su ushanka estaban rojas al igual que sus mejillas, era una ventaja que el alemán no se diera cuenta. Rudolph ya no tuvo ningún problema cuando fue ver sus heridas. Se veían mal pero ha sufrido cicatrices mucho peores.

Cuando termino de vendarlo oyó el suspiro de Rudolph. Quien empezaba a mirar alrededor del cuarto para ver algo que no fuera la cara del joven. Sin más, comenzó a platicar con él.

—Eres buen enfermero... —Intento decir Müller para variar, en cambio Petrov se puso otra vez nervioso.

—Bueno, no soy enfermero, soy un obrero que trabaja en una fábrica al centro de la ciudad. A mí todavía no me han reclutado al frente o se quedarían sin hombres para trabajar... —Termino de vendarlo y lo acomodo sobre la cama, se alejó y comenzó a sacar de los cajones de Mathias ropa que le quedara a la medida a su invitado. —No vivo en esta finca, un amigo mío me permitió dejarte aquí mientras te recuperas... creo que sería buena idea mantenerle en secreto que eres alemán —Tomo una camisa, ropa interior y pantalones prestados de Mathias y se acercó para vestirlo. —Soy Alexei Yegorevich Petrov, por si te interesa saber...—

—Rudolph Müller... opino lo mismo, joven Petrov. Nadie debe saber quien soy... —Se enderezo lentamente para ser ayudado con su vestimenta, dando el brazo y pierna para ayudar al otro. Cuando termino de vestirlo, formalmente se presento —Soy el teniente general de... bueno no creo necesario decirlo, tuve que deshacerme de mis insignias al entrar a Moscú por órdenes mayores, si sabían mi rango podrían haberme detenido para tomarme prisionero. Así que se puede decir que en teoría no soy nadie importante por ahora... —Cuando se volvió a recostar Petrov le había puesto una almohada y una sábana limpia, mientras su invitado lo consideraba atento, el otro procrastinaba. Alexei no se tomó muy bien que no le dijera quien era en realidad, pero su estadía a su lado no sería durante mucho tiempo. ¿Para qué intentar formar lazos siquiera?

Creo que lo entiendo. Bajare para traerte algo de comer, así que con permiso...—Alexei tomo la toalla que uso dispuesto a lavarla, llevándose el balde por igual, hasta que su invitado le interrumpió.

—Disculpa... —Llamó el rubio con tranquilidad mirando alrededor, juzgando el gusto del interior sin dudarlo. —¿Tienes más libros? —Bueno, tomando el que quiso arrojarle a Alexei, quería matar el rato no solo quedándose a esperarlo.

El muchacho reviro por todo el lugar, buscando los libros que poseía Mathias, muchos eran sobre el funcionamiento de las maquinas donde trabajan, no eran libros tan interesantes. Rebusco entre las novelas que tenía su amigo en el estante, el rubio lo observa sin cambio de humor. No esperaba que tuviera la gran cosa, viéndolo bien, con suerte podrá aspirar a un libro de cocina, sin contar el milagro del libro que tuvo en sus manos, porque consideraba a los rusos estúpidos. Aunque triunfante, el obrero encontró un clásico.

Ah, este es bueno...—Sin prestarle mucha atención se lo entrego a su invitado y sin decirle nada salió de la habitación, más concentrado en limpiar las ropas antes de la noche.

En cambio el teniente cabizbajo encontraba su mirada con la portada, hablando entre dientes. —Ruso bruto, ¿Nadie le dijo que escape? ¿No sospecho? —Murmuro y se acercó la tapa, encontrándose con obra y autor. —"Noches Blancas de Dostoievski... bueno, se oye prometedor... —Abrió la cubierta para escarbar los capítulos, debía decir que algunas novelas rusas que leyó a escondidas fueron muy buenas. Tal vez descubra una joya escondida por ahí.

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Alexei bajo a la sala con las toallas en mano, extrañamente, cuando bajo, la puerta principal de la finca estaba abierta, Mathias debería estas afuera, seguro fue a recoger leña para hacer la cena. Sin tomarle importancia también se disponía a salir para lavar los trapos sucios, hasta que el sonido de las pisadas de unas botas hizo eco en la madera de la entrada. Unos zapatos obstruyeron su camino, botas, botas militares negras. Alzo su vista rápidamente, viendo a un soldado soviético que le imponía su altura, acaparando sus sentidos. No tardo en comenzar a temblar. ¡Mierda!

De ninguna manera, ¿tan rápido los policías en cubierto lo habían encontrado? ¿Lo fusilarían? ¿Matarían a Mathias? ¿Violarían a su hermana? Vio todos sus temores vueltos realidad, mientras que el soldado le miraba por igual. El sargento reconoció su rostro, porque esa misma tarde se habían cruzado antes en la panadería, su vendaje seguía presente.

¡Oh eres tú! —Recalco Sasha en volver a verlo, Petrov, aunque sabía quién era, no le agradaba que estuviera frente suyo mientras escaleras arriba tenía un nazi descansando como si nada, Alexei intentaba no temblar. Sasha primero se mostró emocionado por volver a ver al muchacho, ya que era idéntico a... no. Sasha volvió a la realidad, no estaba ahí solo porque si, debía ir directo al grano, luego podrían hablar, carraspeó y se disculpó. Quitándose su gorro, como si fuera un ave de malagüero, en señal de luto, dejando su cabello rubio al aire. —Perdone la hora... —Se explicó el sargento, con un papel en mano, su rostro no auguraba nada bueno. Pero tal vez no su futura condena como creía Petrov. —¿Galya Petrova es su hermana verdad? —Sus palabras consiguieron el asentimiento del joven obrero, quien pensando en su salvación, tal vez no venía a matarlo, y tal vez pueda sacarlo de la finca, a medida que pasaban los segundos, Alexei comenzó a escuchar un pequeño gimoteo, asomo su vista más allá del hombro del sargento frente suyo, notando un auto estacionado en el camino con las luces encendidas apagadas. Y puede oír un llanto suave afuera.

Al asomarse mejor, mira a Mathias, quien está abrazando a Galya.

¿Galya? ¿Qué paso? —Sus miedos aumentan, sino había problema. ¿Por qué su hermana lloraba desconsolada en el hombro de su amigo? Petrov se estaba aterrorizando y no sabía de qué temer.

Sasha, quien veía aún más difícil entregar el mensaje, siendo que Alexei tenía el mismo rostro de su camarada, titubeaba, encontrando valor para explicar.

Hermano Petrova, soy... fui amigo, compañero y camarada de su primo hermano Konstantin Ivanov, dado... que su familia más cercana se encuentra muy lejos de donde están sus restos, vengo a avisarles su fallecimiento y entregar el pésame...—Intento explicar de la mejor manera posible, el sargento jamás ha sido un hombre ni medianamente sentimental, intentar hablar con "tacto" no está ni por asomo entre sus virtudes. Sasha ya estaba sufriendo mucho con hacer llorar a la prima de su compañero, odiaba ver a las mujeres llorar, lamentablemente, la noticia no le cayó mejor al joven obrero. Quien, revivió sus lágrimas momentos después. Sasha Morozóv nunca había visto llorar a otro hombre... ver al joven frente suyo sollozar le recalco que entrego de manera pésima el mensaje.

No pudo ni siquiera articular una sola palabra, estaba lleno de un torbellino incomprensible de miseria, el mismo día que pudo morir, el destino le pasó factura llevándose un ser muy querido para él. Petrov comenzó a lagrimear, amaba a su primo, Konstantin era casi... no, era un hermano para mayor para él. Con él pasaba novi god, con sus tíos bebiendo hasta caer borrachos al amanecer, esos tiempos hermosos... que nunca más volverían a pasar.

Perdone que le apure, —El sargento mayor se odio por ni siquiera ofrecerle el duelo necesario para soportar la idea de la muerte de un familiar amado, era obvio que era un pésimo ser empático, pero no había tiempo para nada más. —Verá... el cuerpo de Konstantin será arrojado a la fosa común si no vamos a velarle para enterrarle a la brevedad, pase por su hermana hace una hora de camino aquí, necesito saber si usted también ira, no les tomara mucho tiempo, regresaran aquí por la madrugada...—Sasha se odio profundamente por apurarlo, notando aún el dolor del joven quien seguía procesando todo, pero... no le estaba dejando tener ni siquiera tiempo para llorar. Debían actuar ya.

—Si... yo, emm. Por favor deme unos minutos, tengo algunas cosas que guardar en mi habitación antes de irme... ¿Le importaría salir? —Se armó de valor, apretando los puños, ¿Es que acaso si existe un dios y le estaba pasando factura por ayudar al maldito nazi? ¿La respuesta del todo poderoso fue inmediata? Cuando cerró la puerta permitiendo que el sargento asintiera y saliera Alexei estaba temblando, y su rostro irritado, temeroso. Comprendía que deseaban apurarse para que su primo no tuviera que obtener su última morada en el dulce olvido rodeado de desconocidos. Petrov titubeante dejo las prendas en un sillón, se limpió las lágrimas, y fue directo a la cocina para tomar toda la comida que tuviera a la mano, más que nada las frutas que pudiera, de regreso le haría de comer al alemán alguna sopa que prepare. "¡Basta de llorar! ¡Puedo con esto! ¡Yo puedo! ¡Por Galya, por Mathias!" Era muy tarde para lamentarse, debe actuar natural, aunque duela con toda su alma. Era su instinto de supervivencia reaccionando.

Tomo frutas, y el té que había preparado Mathias, yendo escaleras arriba y con la bandeja tintineando contra la taza y plato, tenía miedo, su mente estaba hecha añicos, abriendo la puerta se volvió a topar al alemán, quien silencioso, leía el libro. Estaba quieto, no emitía ni siquiera una queja de su dolor, solo estaba... callado.

—Rudolph... voy a salir un momento, te traje té y fruta, volveré en la madrugada, te pondré más edredones... —Se dio prisa y en la mesa de noche le puso la comida, luego se volvió a las cajoneras, sacando edredones andrajosos con los cuales Rudolph pudiera cubrirse, ya que tendrá que apagar la chimenea, o mínimo, dejara las brasas ardiendo, Müller le observo calladamente.

—Vi a los soldados... sabía que no tardarían en venir... —Se sinceró el alemán, mierda... era obvio que no pasaría desapercibido para él, pero, viendo el rostro de Petrov, reconoce que ya estaba comenzando a cumplir su palabra. Lo veía asustado, temeroso. —Si tardas más del tiempo que dices, me iré... —Rudolph solo decía lo necesario, incluso había bajado la voz, comenzaba a susurrar, el ruso podía apostar su culo a que cumpliría en irse. Alexei de cierta manera, estaría agradecido de que se fuera...

Petrov, sin si quiera que Rudolph se lo pidiera, lo cubrió con la manta, incluso de una manera un tanto... cariñosa, acomodándole los dobleces en las esquinas, incluso Müller se apeno de ese gesto, luego vio como el muchacho dejo las brasas ardiendo, acomodándolas para que no sintiera calor, pero no se viera la luz por al ventana, sin más, se enderezo, se dirigió fuera y susurro cerrando la puerta —Está bien... luego vuelvo, adiós... —Y Petrov se marchó. Con cuidado de no hacer ruido.

—Adiós Slavianka... —Susurro de vuelta el alemán, sumergiendo su cabeza en el libro, en la madrugada vería si se iba o no. Aunque... bueno, Petrov no lucia como los sucios rojos que le mencionaban. Tal vez pueda mantener las convicciones de no asesinar incluso en territorio enemigo.

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Artemus bajo por el río congelado, hundiendo sus botas en el agua, mientras que terminaba de estrangular a un soldado que había intentado delatarlo, el ruso dejo de moverse, su cuello estaba casi desfigurado, dejo caer el cadáver, mientras que sacaba del cinto del ruso una botella que tenía a la mano. Abrió la tapa de la botella y sonrió al reconocer el aroma, le dio unos sorbos al vodka. Luego exhalo con una sonrisa, hombre, hacía tiempo que no bebía, como ave de rapiña escarba entre las pertenencias del ruso, encontrando una mina de oro. Había tocino crudo, pan y una barrita de chocolate.

"Bueno, los muertos no comen" Le hinco el diente al pan, y saco su mechero en la orilla del río, por debajo del puente, tomándolo para calentar la carne cruda e intentar cocinarla en un expreso término medio. Reza que la tormenta le cubra el destello del fuego azul. Y carajo, oler la carne quemada sin sazonar y simple, le dio un hambre bestial, le hinco el diente y se daba unos sorbos del vodka. Suspiro satisfecho, volviendo a morder el pan, durante las masticadas accidentalmente se mordió la mejilla, frunció el ceño. Odiaba cuando eso le pasaba, arruina su comida, pero su hambre es más potente. Continuo comiendo, revisando ocasionalmente que más le podía quitar al cadáver. Cuando daba el último mordisco al pan, miro unos momentos al río congelado, al iluminar con su mechero, podía ver una de las hombreras que pertenencia a su teniente. Espera... ¿Acaso vio bien? ¿Estaba loco?

Se arrodillo al frente de la corriente, con sus dedos pudo quebrar sin dificultad el hielo delgado, topándose con todas las medallas y condecoraciones que pertenecían a su teniente general. Carajo eran demasiadas... la medalla del valor, por participar en el frente oriental, la del Afrika Korps, medalla al mérito, carajo envidiaba las condecoraciones y las hombreras de galón dorado, incluso billetera con algunos billetes mojados entre ellos.

Eran todas... incluso la cruz de hierro. Artemus las tomo entre sus cosas, guardándolas en una pequeña bolsa de cuero que traía en su cintura, seguro su teniente se deshizo de ellas por una situación de riesgo. Koffman se relajó sobre su peso, a su lado el cadáver sostenía entre sus manos el silbato con el que planeaba delatar la posición del alemán. Tenía sueño... pero no podía darse el lujo de dormir, de sus bolsillos sacó unos granos de café que tenía de mano, masticándolos para mantenerse despierto, en lo personal odia el café, prefiere el té pero no tiene de otra.

No puede cabecear en ese instante. Tenía que seguir el camino arriba, era su única pista, no muy lejos pudo divisar un granero... o tal vez sea una finca. Se agacho aún más al ver pasar de ida un auto con rumbo al interior de la ciudad.... Carajo estaba lleno de rusos. A este paso deberá vestirse como comunista si quiere sobrevivir, ahora entiende porque su teniente se quitó sus insignias, pero... intentará que no deba abandonar sus pertenencias, debía volver con título entre sus filas, y planea vivir.

Se encoge al oír voces arriba del camino. Seguro vienen del auto, el calladamente se esconde entre las sombras, por si lo requiere, mataría a quien fuera necesario.

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Alexei iba en el asiento copiloto del auto, el sargento Sasha conducía como un maldito loco, se tragaba los baches, a la mierda las piedras, en los asientos traseros iban Galya y Mathias quienes intentaban mantenerse erguidos en el trayecto, lo cual era difícil entre tanto movimiento. Morozóv estaba fumando con el cigarro con la que movía el volante y con la otra mano tenía una botella de la cual le daba unos tragos. Petrov no veía muy seguro que se embriagara.

—Emm... creo que deberías poner atención al volante... —Menciono con cierta pena el joven obrero, mientras que el sargento extendía su mano con la botella, callándole los labios.

—¡No! ¡No, no...! Tranquilo... nada te pasara... ahora YO estoy aquí para ti y para ella. —Dijo el hombre rubio, señalando primero al obrero y luego a Galya, quien estaba demasiado ocupada concentrándose en no resbalar del asiento. Sonreía, mientras desatendía el volante, no se veía nada ebrio, pero se veía que el repentino alcohol lo tomo desprevenido de sus sentidos. Sin descaro abrazo a Alexei, desatendiendo el volante, y el joven Petrov tomo el volante asustado, intentando mantenerse en el camino, Sasha solo se divertía acariciando el cabello lacio del muchacho. —Ya te dije, tranquilo... yo te cuido... te adopto como hermanito, tu no morirás, lo prometo...—Su tono paso de amigable a melancólico, luego le puso la botella entre las manos. —Eres de los pocos hombres, al igual que el judío de atrás que no han ido a la guerra... no te preocupes, yo te respaldo...—Cuando dijo eso último, Mathias se volvió a mirarlo estupefacto, Galya también mostro miedo. Ambos hermanos sabían que Mathias era judío, solo ellos dos. ¿Cómo diablos ese sargento lo supo?

—No... Mathias no es un judío, es un buen amigo...—Hablo en voz baja Galya, intentando apelar a la lastima del sargento, quien burlón, no parecía importarle lo que dijera la chica.

—Oh, por favor, no nací ayer... —Señalo el sargento, alertando a todos los presentes, se sentían acorralados por encubrir a Mathias, ya era bastante malo lidiar con Rudolph. —Galya no me mostro su identificación al llegar, es algo natural en los judíos mostrar sus papeles, porque constantemente siempre te quieren recordar que son legales... les sugiero algo. NO me mientan, no arruinen lo bien que me caen...—Cuando dijo eso, puso su brazo sobre el hombro delgado de Petrov, quien se sentía morir al sentir la férrea mano posándose sobre su piel, como si con un soplo de viento pudiera matarlo de escalofríos. Galya tomo instintivamente la mano de Mathias, era una chica transparente, sus emociones siempre salen a flote sin contenerse, y tenía miedo de que Mathias saliera lastimado. Al tiempo que Sasha se quitaba su cigarro y lo arrojaba sobre su hombro, quemándole la piel a Vasíliev.

—Mathias no es un mal hombre... —Razono Petrov, intentando cubrir a su amigo.

—Es lo único en lo que estoy de acuerdo con los alemanes, los judíos son mierda... —Sasha se dejó de sutilezas, miraba por el retrovisor al judío mientras lo insultaba sin descaro. ¿Qué iba a hacerle? ¿Se defendería? Mathias se aferró más fuerte a la mano de Galya, estaban a cero grados, y sudaba como si estuvieran en un caluroso verano. —¿Sabes porque no te pegue un tiro cuando te vi hacer esa mierda, estúpido rabino? —Se burlaba, a la par que jugaba con los cabellos lacios negros de Petrov, quien ya estaba temblando junto a sus amigos. —Porque eres amigo de los Petrova, les debes MUCHO... espero lo sepas... ahora, hazme un favor y deja de tocar la mano de la chica, me da asco ver a los judíos tener contacto físico a los demás como si fueran personas. —Mientras decía eso puso otro cigarro en su boca, mientras le daba su mechero de fuego azul a Alexei, este no comprendió porque Sasha le dio el mechero. —Entre más te tardes en soltarla... más estoy olvidando que eres amigo de ellos...—Insiste el sargento, Mathias titubeante soltó la mano de Galya, no iba a tener una tercera advertencia. Mientras tenía tensos a los asientos traseros, se volvió a Alexei, cabreado por no entender lo que debía hacer con el mechero. —Petroov... —Menciono cantarín el sargento, acercándoselo a su costado. —No veo mi cigarro encendido... ¿Ves que este encendido? Apresúrate y dame lumbre...—Le dio una fuerte palmada en la espalda, que estaba a poco de ser un puñetazo. Sasha era un hombre rudo, y se le notaba en todo.

Sin más, Alexei aún adolorido del golpe, encendió el mechero, acercándolo para que el cigarro encendiera, cuando le dio fuego. Sasha acelero el andar. Dejo muy claro sus intenciones con los Petrova y aún más claro que, la vida de Mathias ahora depende del buen humor del sargento.

Cuando llegaron a donde estaría la excavación de la tumba, Sasha bajo del auto primero, le abrió la puerta a Alexei, este bajo y luego abrió la puerta trasera de Galya, tras salir ella, le seguía Mathias, pero Morozóv sin importarle cerró la puerta dándole un golpe en la nariz al joven. Quien tuvo que salir con sangre en su nariz del auto. Dios, el sargento no escatimaba en ser un bastardo con Mathias.

Alexei miraba la pala y el ennorme hueco en lo que fue vía pública. Buscaba el ataúd... o aspiraba a que su primo tocara un ataúd...

—Qué raro...— Soltó Sasha, mientras buscaba con su mirada a su superior. —Mierda, ahora hay que buscar a Orrel... —No podían demorar más en volver al frente, deberían decir unas palabras rápidas y luego irse a dejar en su lugar a los Petrova... y al judío. —Oigan, denme una mano buscando a mi superior, es Orrel mi teniente, solo díganme si ven a un mastodonte de dos metros, es él. Agradézcanle de antemano si lo ven, es quien ayudo a preparar este entierro. —Morozóv instruía bien a los hermanos y al judío por si ven a su teniente, luego fijo su vista en Vasíliev, de arriba abajo. —Y tu judío...—Lo llamo Sasha, para que lo viera directamente. —Si haces la misma mierda que hiciste al presentarte conmigo, mi teniente no es tan considerado como yo, tendrás una bala en tu cabeza, mantente callado y solo contesta a lo que te pida, los hermanos no tienen problema, pero no lo vean a los ojos o se cabreara...— Luego los ahuyento para que buscaran a su teniente.

Por cuenta propia, Alexei no sabía a quién estaba buscando, pero bueno... supone que deberá encontrarlo, cuando llegó a una bajada, donde había un pequeño almacén de herramientas, oyó sollozos. Petrov se asomó levemente por la puerta, encontrándose con un hombre llorando sobre un ataúd, quien se aferraba tercamente con uñas a la madera de este, sus sollozos eran quejidos bajos, como si no quisiera ser oído. Su llanto... en toda su vida Alexei había oído a alguien llorar así. Tan... callado y conteniéndose las lágrimas sin poder lograrlo.

El hombre se enderezo sobre sus lastimeros quejidos. Limpiándose las lágrimas y acariciando el ataúd, susurrando. Moviendo los labios en un tono solo audible para los muertos. —Te am...—Lo decía como si fuera la cosa más difícil que pudo decir en toda su vida, hay algo íntimo en ver a otra persona llorar, era ver el punto más vulnerable de aquel o aquella que se disponía a mostrarse humano, Alexei se pregunta... ¿Así lo vio Rudolph al llorar? ¿Por eso le creyó?

No pudo seguir distrayéndose en sus pensamientos cuando vio al fornido teniente sacar un arma de su cinto, una TT-33 Tokarev, una pequeña pistola semiautomática, sin que Alexei pudiera reaccionar mucho, vio como Orrel cargaba la pistola, y la colocaba en su boca. Petrov aterrado se arrojó al teniente gritando.

—¡NO ESPERA! —Fue con fuerza que lo ayudo, el disparo logró errar, dándole al piso, dejando la bala morir en la nieve, Petrov temblaba mientras entendía lo que hizo, y lo que vio... en su vida aspiro detener un suicidio. Alexei miro directamente a los ojos al mayor, quien, como si hubiera visto un fantasma se apartó, volteando a ver el ataúd y luego a Alexei.

—¿Quién eres...? —Como si estuviera en un trance, en un sueño del que no puede despertarse, y dios le hubiera escupido en la cara de sus desgracias.

—Ah... soy Alexei Petrov, soy primo de Konstantin...—El joven obrero intentaba aliviar el ambiente, pero nadie sabe cómo lidiar con alguien que se intentó matar. Mientras el chico se presentaba, todo en lo que podía pensar Orrel era en ese rostro frente suyo.

Era el vivo retrato de Konstantin, su misma nariz, sus mismas pecas, su mismo maldito cabello y piel...

Otra vez... ojos grises... brillosos y llenos de vida. Fue como si nunca se hubiera ido en primer lugar, y su sonrisa nerviosa, no hizo más que terminar de joderle la mente a Orrel, cuya humanidad parece haberse extinguido.

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Continuara...  

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