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Capítulo 10: "Bolchevique orgulloso, Nazi prejuicioso." (1/2)

"Hubiera dado el mundo por haber tenido valor para decir la verdad, para vivir la verdad"- Jane Austen. Orgullo y Prejuicio.

Para cuando la noche se presenta en lo alto de los suburbios de Moscú, el coronel ya hubiese asesinado a otros cinco soldados, su figura cruza las banquetas con sus camaradas de armas, patrullaje de rutina en las callejuelas, Moscú era una metrópolis brutalmente enorme y gigantesca, pero Orrel la conoce como la palma de su mano, sabe en qué calles hay prostitutas, y cuáles de ellas por unos cuantos favores y rublos revelan los secretos de sus clientes. Sabe en donde conseguir cualquier droga que necesite para descomponer la mente de cualquier pobre incauto que desee matar, sabe dónde encontrar a sus compañeros espías de la NKVD.

Conoce todas las contraseñas para ingresar a los clubs secretos de la NKVD y donde se prostituyen menores de edad sin miramientos, Orrel se considera a sí mismo como un perro, que saborea todos los diversos aromas, los olores eran un mundo que reconoce muy bien, el aroma del sexo, del alcohol, de las píldoras, de los soldados sudorosos que lo único cuya mente busca, es sobrevivir, y reconoce el olor de las alcantarillas, donde se trafica con los judíos, surca la plaza roja con sus sargentos y francotiradores. Estos le custodian las espaldas mientras va a recibir el cargamento de Mathias, Sergéevich se quita la camiseta y cinturón de su uniforme, y lo deja a cargo del sargento Morozóv, mientras estos le escoltan, Mathias toma una linterna y la enciende para que alumbre en la oscuridad, el coronel le señala luz en las esquinas más estrechas de la cloaca y desatornillarla para acabar esa tarea ilegal lo más rápido que puedan, abre la alcantarilla y Smirnov desenfunda sus pedernales, para luego hundir sus manos en la oscuridad y chasquear estos filos en una pequeña clave que Mathias le susurraba, Alexei era ajeno a lo que ellos habían acordado, pero todos los presentes son conscientes que lo que estaban haciendo los metería en problemas.

Momentos después del silencio Smirnov recibió una respuesta, un susurro imitando un búho nival les contesta, Petrov y Galya se miran curiosos, imitaron en un perfecto sonido aquella ave, y momentos después Orrel metió su mano en el interior de la alcantarilla y del interior extrajo un enorme saco, recubierto en una bolsa impermeabilizada que no penetrase en las pertenencias del interior, repite esta acción tres veces y con ellos Smirnov imita a una lechuza gavilana, por visto tenían un lenguaje secreto entre Mathias, Orrel y los traficantes invisibles que yacían en las alcantarillas; y que esta acción les podría costar la vida.

Orrel volvió a sellar la alcantarilla del desagüe con silencio. Shenka vino corriendo para alertar que venían personas. Smirnov le acaricio el pelaje a la perrita y momentos después el coronel tomo las bolsas y se las tendió a Natasha, quien con Galya se dieron a la fuga por los callejones, en el lugar solo quedaron los varones.

En cuestión de segundos una fila de soldados apareció de entre las penumbras, el coronel jalo del brazo a Sasha, puesto que estaba pisando la alcantarilla para terminar de resellarla, eso podía verse sospechoso. —¿Quién anda ahí? Reporte de brigada... —Demando saber el coronel encarando a los soldados que solo hacían una guardia, fueron abordados por otra figura larga en la oscuridad, una densa presencia se irguió de las penumbras, Alexei y Mathias vieron un poco intimidados la larga cicatriz que recorría la cara del hombre frente suyo, una cicatriz que atraviesa desde el ojo izquierdo hasta la parte baja de la comisura del labio derecha. —Ah...eres tú, Borgóv... —Comentó Smirnov como si nada, este le mira alzando una ceja. —Sargento Morozóv, fusileros Alexei y Vasíliev, les presento a nuestro camarada y un viejo amigo mío, Ilya Borgóv, coronel a nivel de brigada y camarada oficial intermedio. —Lo presentó respetuosamente el coronel Smirnov, el recién llegado soltó una gutural carcajada.

—¿Por qué tanta formalidad Sergéevich? Ahora soy más bien camarada compañero superior, me ascendieron ayer a Mayor de brigada...—Le comentó sonriente y miró a los compañeros de Orrel, la mirada de Borgóv era tan aterradora y severa como la de Smirnov, por alguna razón los conocidos del coronel presentaban parecer tiranos y titánicos asesinos, intimidan con su sola presencia. —Ya te estas portando mal, ¿verdad? ¡Ja, ja! —Y emitió otra sonrisa que se fue haciendo más ronca con forme pasaban los segundos. —Vi a dos fusileras corriendo por el callejón, una me empujo y la otra me grito, se nota que vienen contigo. ¿Quién es la bonita muchacha de pelo negro? —Comentó refiriéndose a Natasha. —Fue amor a primer golpe en el hombro. —Y por visto se interesó en ella.

—Ah...Natasha, mi sargento francotiradora. Estábamos haciendo un intercambio con un judío que tengo por amigo, él... —Señaló a Mathias lo cual lo dejo sorprendido. ¿Por qué Orrel revelaba todo lo que estaban haciendo, y hasta hace unos segundos secretos? —No teman, Borgóv es un viejo camarada mío, jamás nos traicionaría...—Les dice Sergéevich sin mucha preocupación y Mathias lo mira indeciso.

—Claro, un gusto conocerlos...aunque...—Observa cuidadoso a Alexei, reconocería esa cara aniñada y ojos grises donde fuera. —Tú fusilero...se parece mucho a...

—Alexei es primo del fallecido Ivanov... —Le explicó sin esconder nada Smirnov, a lo cual el Mayor miró intentando y batallando en recordar el nombre, o fingía muy bien "recordándolo" más pereciera que estaba jugando un perverso rompecabezas de adivinanzas, haciendo muecas para luego chasquear la lengua con asco.

—¿Ivanov quién? Ah...el muchachito imbécil que hizo que te degradaran de puesto. ESA MIERDA... esta mejor así, MUERTO...bien enterrado a varios metros bajo tierra donde se lo follen los gusanos. —Cuando dijo eso notó la mirada de furia de Alexei y se burlaba de él. —Por visto, pequeño Petrov, no tienes una puta idea del tremendo dolor en el culo que era tu primo...siempre como una ladilla en los huevos, cagando la carrera militar de Smirnov, tu novio era una porquería Orrel. —Comenta Ilya y saca un cigarro, el cual le ofrece a Orrel, fuma con él como si no acabara de revelar que Konstantin y Orrel eran amantes, una revelación tan de golpe que incluso a Sasha sorprendió, Smirnov parecía indiferente a este hecho.

Morozóv no cree que su superior haya revelado aquel hecho frente a Mathias y Alexei solo porque salió de casualidad. Sasha no era idiota, podía ver venir que detrás de esa revelación hay gato encerrado, Orrel esperaba que su recién llegado compañero sacará el tema.

¿Qué está pasando? ¿Qué plan bajo la manga tiene Smirnov para dejar a la luz un secreto que lleva casi una década escondiendo?

Alexei le mira estupefacto, asustado e incómodo, Mathias quedó cual mal tercio en aquella ecuación, no sabían cómo reaccionar, además de la furia que Petrov sacaría momentos después.

—¡Mi primo no era un maricón! —Le gritó Alexei y los soldados custodios de Ilya intimidantes le pegan un empujón lejos de su mayor y le apuntaban con los fusiles, Mathias jaló del brazo a Alexei para que no corriera peligro.

—Mira estúpido obrero... —Comentó Borgóv acercándose en pasos pesados y que hacen rechinar la hebilla de sus medallas, iracundo, se notaba que en sus ojos había un resentimiento y profundo odio contra la figura de quien fue Ivanov. —Te diré lo que Orrel no tiene ganas de decirte porque teme romperte el corazón. Tu primo no era marica...no, eso sí lo respeto. Tu primo era una sucia puta que se revolcó con varios hombres teniendo ya una pareja, una perra infiel. ¿Comprendido? ¿Crees que sólo porque era tu primo te voy a tener piedad? —Le dice, sujetando del cuello a Petrov quien se queda sin aliento y los pies en el aire, la altura del mariscal Borgóv le doblaba por mucho al joven Petrova. —Y déjate, ser infiel no fue lo peor que hizo el pendejo de tu asqueroso primo... ¿Sabes? Para mí, cualquier familiar de asquerosos depravados como él son BASURA, escoria que no me temblara la mano en desechar de dos plomazos...—Arroja a Alexei contra el suelo, este tose intentando recuperar el aliento perdido en aquel ataque contra su cuello. —Los Petrova no son inocentes por naturaleza, son pendejos y pendejas, es mejor ponerles una bala en la cabeza, antes de tener que cargar con semejantes PESTES...—Acto seguido le mete un empujón a Alexei, haciéndolo rodar sobre el suelo, tosiendo y recuperando el aliento, le propina un escupitajo en la cabeza al joven de ojos grises.

—Borgóv, ya basta, no lo digas...—Dice como si nada el coronel Sergéevich, había un secreto, un secreto oculto entre ambos hombres que Orrel claramente no quiere que revele su viejo camarada, o por menos no todavía, un secreto que carcome sus huesos. —La fidelidad nunca fue de la mano al supuesto amor que me confesaba. —Dijo con un total tono de desdén, dejando morir parte de la ceniza del tabaco en el suelo. —Además ya está muerto, ya no hay razón para que le guardes rencor por todo lo que me hizo...

El Mayor fijo su vista en Orrel, con una mirada de pocos amigos comento. —Si me llego a enterar de que alguno de los Petrova hace algo estúpido otra vez, voy a dárselo de comer a mis perros... —amenazó sin dudarlo un segundo, era obvio que había una historia del porque ese expreso resentimiento y odio al primo de Alexei, que por visto también se había expandido a su familia.

¿Infidelidad? ¿Homosexualidad? Todo eso le surcó en la cabeza al joven de ojos grises, se levantó furioso, incapaz de asimilar todo lo escuchado, en un abrir y cerrar de ojos, le cambio la vida para siempre, le habían arrojado una sorpresiva cubeta de agua helada, sin aviso, sin restricciones, sin miramientos, libre de compasión. Puramente el deseo de hacerlo dudar y sufrir se escalaba entre los huesos del que fue aquel obrero, porque secretamente Petrov padecía el reconocer su propia homosexualidad, se fue corriendo.

Cayó casi en debruces sobre sus talones dando media vuelta, con lágrimas naciendo de sus ojos, de vuelta a su base en el frente, Mathias quiso seguirlo, pero Orrel sujeto con fuerza su hombro, la figura del joven de ojos grises se pierde en las penumbras y con él, la calma de los presentes.

—Tu y yo seguimos con nuestro trato, Vasíliev...—Explicó con soberbia, total indiferencia a la bomba que su viejo amigo Borgóv hubiese dejado estallar hace un minuto, Mathias le miro mal. —Si gustas que te explique, el porqué de lo acontecido en estos minutos lo haré...—Cuando dice aquello el joven Vasíliev no se cree lo que le dice Smirnov. ¿Con que propósito de perturbar la paz de los presentes deja caer semejantes salvajadas? —Pero te garantizo que lo que sabrás podría afectar tu relación con los Petrova de por vida...—Con su advertencia dada, Orrel le da la opción de continuar su explicación, Mathias duda.

—¿Eh? ¿Por qué harías esto? ¿Por qué deseas perturbar a Alexei? ¡¿Cuál es su maldito problema con nosotros?! —Confesó furioso, momentos después Orrel le sonrió, suelta el humo retenido por la ultima bocanada de humo, y la deja salir en una estela de suspiro, aplastando a su vez, el cigarro en el piso.

—Porque ese hijo de puta ayudo a un alemán a entrar en la ciudad, le salvo la vida, lo cuido y alimento. Hasta que yo me lo lleve... ¡¿Creíste que no me daría cuenta?! ¡¿Creíste que no investigaría en los registros para saber que la finca que se quemo era la tuya?! Y que con ello ¿acabas de hacer una traición a tu patria Vasíliev? —Cuando dijo eso Mathias tembló, el cuerpo entero se le estremeció de los pies a los dedos, un entumecimiento que lo dejo frio, una sordera se apodero de su cerebro, se congelo. Tenía miedo, este sabía en su alma que al ayudar a Rudolph se iban a meter en problemas, solo que no contaron con tener a alguien tan peligroso como Orrel de enemigo. —Tal vez tenga la piedad de dejarlos vivir...pero te aseguro que destruiré la vida pacifica que conocían tú y los Petrova, sin la necesidad de ponerte un dedo encima, iniciando por contarte algo que te preguntara. "¿Con que clase de personas me he hecho amigo?"Sentenció Smirnov y Borgóv se disparaba lejos de la conversación, Orrel le tiende un chiflido y le arroja un fajo de billetes que el Mayor de brigada atrapo en el aire.

—Un placer hacer entradas dramáticas contigo coronel, si planeas matar al judío, solo dímelo... —Y momentos después se esfumo en la oscuridad, como una carta del infortunio en el viento, una hoja de otoño que con él se lleva los días pacíficos que recordasen los Petrova, dejando a Mathias absorto del presente.

—No voy a lastimarte Vasíliev...no físicamente, no necesito decir mentiras para herir a las personas, pero me funciona de maravilla decir verdades que duelen... —Smirnov era odiado solo por existir en estos momentos para Mathias, pero no se compara con el festival de verdades que duelen que le iba a soltar. —Empecemos contigo...Vasíliev, o debería decirte ¿Genadio Vasíliev? —Cuando dijo eso Mathias lo miro con miedo, prosiguió a agachar la mirada, un secreto suyo revelado, uno de muchos. —Genadio...tu verdadero nombre. Divorciado con un hijastro...—Canturrea Smirnov conforme avanzan las verdades, una lágrima resbala cálidamente de la mejilla de Mathias. —El 14 de agosto de este año te viste en la necesidad de empeñar tu departamento, bancarrota casi, si no fuera porque comenzaste a contrabandear en el mercado negro, hubieras terminado detenido en las instalaciones de castigo, trabajando sin salario, como un triste despojo del hombre que algún día fuiste...—Luego sacó una foto de Mathias con la que fue su esposa, y su hijastro, Vasíliev la toma con los dedos temblorosos, casi sollozando, negándose a soltar más lágrimas. —¿Quieres que comencemos a decir porque terminaste en tan pobre situación? ¿Qué te dejo al borde de la ruina para poder mantener a tu familia olvidada en Georgia, justo de dónde vienes? —Orrel sabía todo de él, mientras pasan los minutos Mathias ya no puede retener más su dolor, comienza a gimotear. —¿Todo por el amor de una Petrova que no solo no te da esperanzas, sino que también sabe que siempre estarás disponible para ella? ¿Puedes ser más estúpido? —Comentó Orrel sacando un recibo de un collar de perlas que le regalo a Galya. —Diez mil rublos Mathias, con eso comerían tu hijastro y tu ex esposa durante cinco meses y medio...y Galya te contestó con un simple "Oh gracias, eres como un hermano para mi" —Y el ave de malagüero que era Orrel le estaba recalcando la verdad a Mathias.

—Ella...no es mala. Solo...no sabe que yo le gusto, es una buena chica...—Explica Mathias, defendiéndola, en los ojos de aquel judío, había genuino cariño, amor... esperanza de que su maltrecho corazón no se rindiera de su objetivo, el reciproco cariño de Galya, la hermosa mujer por la cual ha caído engatusado. Smirnov no podía más que mirarlo como a un perro que sigue fielmente al amo que le pega.

—Buenas chicas mis pelotas... ¿Una buena mujer abusaría de un hombre que sabe está en la miseria? ¿Una buena chica le diría que gaste dinero en joyas caras en momentos de crisis como la guerra? ¿Una buena chica te hace gastar para satisfacer las necesidades en su familia, sabiendo que tú tienes las tuyas? ¿Una buena mujer no te dice la verdad de sus sentimientos y te explica que no está interesada en ti?Mathias sabe que todo lo que le ha dicho Smirnov es una verdad que se negaba a ver, intentando no dejar seducir su oído por la boca de la serpiente del edén que presenta ser su coronel.

—Tiene...que haber un error, estoy seguro que Galya... Es mi culpa, yo debí decirle adecuadamente todo desde el principio, ella seguro tiene miedo y por eso no me dice sus verdaderas intenciones conmigo...—Sergéevich tiene justo donde quería a Vasíliev, dudando de aquellos que considero sus amigos.

—Si ella deja las cosas al aire, se enoja si le pides una respuesta, y constantemente deja arriba tus expectativas, entonces significa que es consciente de lo que te dice hacer, sabe que abusa de ese amor platónico que le tienes...entonces no es una buena mujer. Es una perra que sabe que te tiene comiendo de la palma de su mano, busca fortunas y vividora que abusa de tu cariño sin darte una explicación antes... —Dijo y sin más sacó el collar de perlas de Galya. Mathias lo mira sollozando, temblando, pensó que seguro Orrel lo chantajearía con aquella joya. —Yo no soy un buen hombre Vasíliev. Dejo que las personas me sentencien por mis acciones, mis defectos y en base a ellos...cada uno decidiera mi destino como inmoral. —Y sin más saco otro fajo largo de billetes, sujeto la muñeca del pobre y confundido Genadio, colocando tanto las perlas como los billetes en sus manos. Luego se alejó de la mirada angustiante del otro.

Mathias miró las perlas, son las que le entrego a su amada. Y miró el dinero, el joven soldado miro la cantidad de rublos en sus manos, viendo con asombro que era justo la cantidad de dinero que perdió como depósito para pagar semejante collar. —No entiendo...coronel. ¿Me estas sobornando para pagar mi deuda? —

—No. Tu deuda ya está saldada, hable con tu comprador, el collar lo he pagado, no me debes un centavo, hazte un favor, no te arruines por una mujer que no te ama y que abusa de tu buena bondad...—Explicó Orrel, Mathias sollozaba guardando el dinero, junto con el collar, lo había salvado y con ello le dejo caer una verdad abrumadora, desgarradora que le come la mente al joven Vasíliev. La verdad de un corazón roto. —Puedes odiarme o puedes quererme, estoy acostumbrado a que me juzguen sin conocerme... —Al decir eso recuerda una cabecita rubia en su mente, ya no tanto con odio sino con curia. — Lo dejo a tu criterio, pues solo he hablado con la verdad... ¿Duele no? —No dicha otra palabra sujeta su subfusil PPSh-41, se lo coloca en el hombro, dando media vuelta para irse de vuelta a la base, maquinando con que otra forma perturbar a los Petrova, precisamente tiene en mente a Galya, además, tiene un asunto pendiente con Natasha, debe sacarle ese diario, y debe ser cruel para hacerlo, así como lo hizo con Mathias, hacerla reaccionar por la fuerza.

—Espera...coronel...—Lo llama con calma, esperando otra respuesta, Smirnov se gira a mirarlo, sonriendo, ya sabía que Mathias había perdido la confianza en Galya, sembrando la semilla de la duda con un gentil gesto de humanidad. —Alexei...sigue siendo mi mejor amigo y Konstantin también era alguien agradable, amable... ¿Por qué oigo que lo blasfeman de una manera tan horrible usted y Borgóv? ¿Es cierto que usted y Konstantin...? ¿Por qué lo odian tanto? Otra duda, una demasiado potente.

Smirnov guio sus pasos hacía el joven frente suyo, y con dejos de desprecio, a veces indiferencia, incertidumbre y verdad, le platicó aquel profundo y significativo odio que sentía por Konstantin, en por qué lo despreciaba, por qué Borgóv lo odiaba. Cuando pasaron más de cuarenta minutos entre sinceridades terribles, los labios de Orrel no dejaban de moverse, suspirando, rememorando con asco diversos temas, Mathias tenía los ojos a punto de salir de sus orbitas, irritados por el comienzo del lagrimar. Cuando termina el relato, el joven mira el piso, conocía a los Petrova hace años, pero debía admitir que su amistad siempre estuvo llena de baches y dolores en el corazón por la incertidumbre de alguna mentira. Pero... ¿Konstantin sería capaz de aquello? ¿De todo lo dicho por Orrel? Era difícil para Vasíliev juntar la vista que tenía de Ivanov con esa negra entidad que había sido explicada con lujo de detalles por su coronel, fue horrible, espantoso, le dio un profundo asco que no pensó sentir por nadie en su vida. —¿Es cierto esto? —Cuestiona Vasíliev llorando, las verdades que dijo le dolieron en el alma, calando en su corazón...su amistad con los Petrova no volvería a ser lo mismo, no con esas dos heridas abiertas ahora. Galya y Konstantin.

Externamente Sasha se quedó de lejos viendo todo, escuchando todo, estaba tan noqueado como lo estuvieron los otros, Orrel revelo algo horrible, jamás se imaginó un lugar de victimita a Orrel, no puede, le transmitía todo menos lástima, incluso ahora, le daba miedo considerar a Smirnov alguien débil, presenciando todos los planes del coronel para hacer sufrir a los Petrova, fumando más de cinco cigarros en sus manos en ese momento, Sasha era participe de romperle el corazón y desbaratar aquella amistad. ¿Estaba haciendo lo correcto en callar y observar? ¿Era mentira, era verdad? No lo sabe con certeza, pero la mirada que transmite el coronel, no le da un buen augurio, Smirnov se humillo frente a ellos dos al revelar la verdad, era demasiado cruda para sonar como una falacia.

Orrel se gira a mirarlo para sonreír, una de las pocas sonrisas que regala el coronel con sinceridad, pero esta, era por platicar una verdad que tenía tiempo callando. —Ojalá esto fuera una mentira...—Concordó el coronel de ojos negros, cuya alma parecía haberse ido de su cuerpo hace mucho tiempo, y dejado ante la humanidad una carcasa vacía, carente de miedos, de culpas, pero en el fondo, sufre una terrible pena que no descansara jamás. —Creerme o no...no depende de nadie más que de ti, lo dejo a tu criterio. No te considero idiota...—Y se marchó, Shenka guio a su amo en la penumbra de la noche de tormenta invernal, Mathias sigue con una expresión de derrota, asco y furia a Sasha y su camarada superior.

El viento se llevó sus supuestos días de paz en medio de la guerra, otra más personal comenzaba entre los soldados soviéticos.

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Durante el trayecto en el Jimmy, Orrel tuvo que hacer una parada para dormir, aunque no lo parezca, por la confidente fuerza que demuestra el coronel con sus subordinados, ante su prisionero y ante sus desconocidos, por dentro, el cansancio de estar sometido contra trabajos a toda hora del día y de la noche no le dejan descansar un instante su mente. Sus brazos se cansan de conducir, apaga el motor, saca su reloj y ya van a dar las siete de la noche, escucha en el aire una Stuka que tocaba la trompeta estridente, anunciando un ataque inminente, en la parte trasera del Jimmy venía Sasha junto con Mathias, ambos salen para advertirle a su camarada superior que deben irse rápido.

—¡Coronel Smirnov! ¡Las Stukas, debemos irnos de la carretera, nos dispararan!

Por primera vez, el cansancio logra vencerlo, habían pasados días desde la última vez que durmió adecuadamente, sus ojos se sienten pesados, no pudo evitarlo, Smirnov se estaba quedando dormido, pisando el acelerador, tenía a sus subordinados sobre el convoy, con un Sergéevich adormilado intentando recobrar el sentido en el volante y si no se apresuraba se terminaría estrellando.

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Berlín, 1922-1927. República de Weimar.

Había querido a Viktor más de lo que anticipo. Si bien el noviazgo que inicio entre ambos muchachitos como algo espontaneo, nacido de un arrebato de gallardía y valor, el amor, aún era un territorio inhóspito y lleno de púas, pero que estaban dispuestos a atravesar de la mano con el otro.

Rudolph ahora ganaba un salario mínimo al pertenecer en el cuartel de las SA, su deber era aporrear comunistas y personas con ideología política contraria a la que daba pie su partido. Müller pasó sus ariscos años lidiando con el odio profundizado que Johann desarrollo contra él y por consiguiente contra su novio.

Por los tiempos de descanso y tardes el joven albino caminaba un largo tramo de calles, pasaba por una florería de la capital, donde una amable anciana llamada Helga le daba las flores más frescas y bonitas, envueltas en papel de periódico, pues eran para el pelirrojo, a Viktor le encantaba hacer diarios y arrancar páginas de periódico viejo para sus libros y poemarios. Como todas las tardes el rubio iba con el manojo del ramo de margaritas, favoritas de su pareja.

Dietrich consiguió un trabajo a medio tiempo en una imprenta, donde publicaba las noticias de Berlín y a falta de personal salía a venderlos él mismo en un quiosco y los distribuía por largas partes de la capital, siempre a pie o bicicleta cuando tenía la suerte de contar con una. Johann pasó muchas noches planeando vengarse del maricón que lo había humillado, era un joven temperamental, histérico y sumamente altanero. Con tal de averiguar la manera de vengarse del rubio, tenía que conocer a su presa muy bien, Rudolph ya no era el único que iba a visitar casi a diario a Viktor.

—¡Rudy! —Lo saludo, estaba barriendo la banqueta que desembocaba a pasos del quiosco donde el adorable y pecoso pelirrojo vendía los periódicos, siempre bañado en ese otoñal sosiego naranja que derretía el corazón de Rudolph, estaba uniformado con los atuendos del Sturmabteilung, con un sonrojo en su juvenil rostro el albino le entregó el ramo de margaritas, las cuales Viktor recibió con alegría y felicidad, el brillo en su mirada era aquello que lo hace suspirar cada tarde. Aquellos orbes azules recibiendo ramos de flores marcaron el dulce romance de Müller.

Johann también era participe de esa platica, escuchando con ceño fruncido detrás del quiosco como todo un acosador, quería saber las debilidades de la "estúpida" parejita que acosaba todos los días. Johann era demasiado joven para comprender el interés que estaba sintiendo hacía uno de los jovencitos.

"Durante los próximos años que Viktor fue mi pareja, Johann ni una sola vez dejo de espiar a mi novio en secreto, tratando de averiguar y maquinar como lastimarnos, como destruirnos, juntos o separados, en aquel entonces no era capaz de distinguir la clase de monstruo que era Johann, el muy hijo de puta..."

"Lo odio, lo desprecio con mi alma, por el daño que le hizo a Viktor, por la profunda cicatriz, la grieta de mi memoria que se niega a olvidar todo aquello que me vi obligado a..."

(Tachones de palabras en alemán incomprensible se fueron rayando a lo largo de la página)

"Aún no puedo perdonarme, me niego a comprender lo que paso esa noche de 1935... ojalá, pudiera borrar mis memorias como puedo borrar las palabras que no me gustan. Así, podría reescribir ese capítulo de mi vida, hacer memorias asombrosas."

"¿Nunca has ansiado volver atrás en el tiempo...para pedir una segunda oportunidad para no cometer un terrible error que sabes marcara una parte de tu vida?"

Müller había sobrevivido a la bancarrota que azoto a Europa, después de la gran guerra, la república de Weimar tuvo una hiperinflación como nunca antes se había visto hasta la época, Viktor tuvo suerte de conservar su trabajo, pero cada día el precio se elevaba a números bestialmente altos, los marcos por millones, la introducción de la moneda del Rentenmark y a la hambruna, Rudolph ayudo a mantener a flote tanto a su familia de Rotenburgo y al núcleo familiar de su pareja. Gasto cada centavo y marco que obtenía en una temprana edad mantener a su novio, a su familia, mientras intentaba lidiar con el imbécil Sturmann.

"El 1 de noviembre de 1923, una libra de pan costaba 3000 millones de marcos, una libra de carne: 36 000 millones, un vaso de cerveza: 4000 millones."

(Niños de Alemania jugando con fajos de billetes durante la devaluacion de 1922 en la República de Weimar, una devaluacion igual o peor que la que actualmente " 2021" sufre Venezuela, la pila en cuestión de la foto se puede decir que los billetes el mismo día que fueron impresos el mismo día perdieron su valor, es solo papel)

Una de las tantas visitas que tuvo con Viktor, en las que literalmente iba corriendo hacia su novio, puesto que para 1923, la devaluación estaba por las nubes, y debía correr porque para la tarde el precio de la comida habrá subido todavía más de lo que ya lo hizo, al llegar a la esquina donde estaba el pecoso pelirrojo, Rudolph desenvaino el cheque y le empujo para que fuera corriendo.

—¡Corre! ¡Corre! —Le señaló Rudolph, mientras Viktor se subía a su bicicleta e iba pedaleando al mercado, puesto que en una hora la comida habrá aumentado otro millón de marcos, ahora solo le quedaba esperar a que Viktor alcanzara a comprar, pasaron dos horas y el pequeño pecoso volvió con varias compras en sus manos.

—¡Ya volví! —Comenta alegre Viktor con sus bolsas de papel en compra, amable y caballerosamente Rudolph cargaba parte de las bolsas y Dietrich se sonroja, con una sonrisa jocosa, como un niño —¿Y eso a que viene? No me lo tomes a mal, me parece lindo...—Se refería a llevar los objetos pesados por Viktor, Rudolph lo mira sonrojado.

—Bueno, lo vi...en un libro...—Comenta con total sinceridad Rudolph, y eso hace reír a Viktor.

—Yo vi que en una película hacían esto...—Acto seguido, Viktor se quita el suéter y lo coloca sobre un pequeño y diminuto charco que había frente a Rudolph, el rubio sonríe y comienza a carcajear, y luego de repente el sonido de un cerdo buscando comida se oyó en la nariz de Dietrich. Tan infantiles eran para reírse del sonido que producía la risa del otro. —Tenerte de novio ha sido algo bueno Rudolph, la verdad que nos has ayudado mucho a mis padres y a mi...gracias...—Habló con el corazón en la mano, las acciones del joven Müller le habían valido demostrar ser un hombre capaz de cuidar a las personas que quiere. —Me alegra que mi hermana no fuera tu novia, así te puedo tener para mí.

El joven bávaro sonríe. —No me debes nada Viktor, fueras o no mi pareja...haría esto por ti mil veces y yo sé que tu harías lo mismo por mi si lo llegara a necesitar. —Y a solas, ambos muchachos se toman con nervios de la mano, emitiendo una risita nerviosa, eran novios primerizos que solo buscaban imitar los gestos románticos que veían en las películas mudas o que habían leído en algún libro.

Johann estaba detrás de ellos, comiéndose una hojaldra, espiándolos y siguiéndolos en silencio.

—¿Has leído Orgullo y Prejuicio? —Comenta alegre Rudolph, desde que vivía en los cuartelillos de las SA, los libros eran uno de sus grandes pilares para vivir el día a día durante sus descansos.

—No, pero sé que es de... emm—Viktor tronó sus dedos intentando recordar el nombre de la autora y sonrió al averiguarlo con una carcajada triunfante. —¡Jane Austen! —Comenta victorioso. —Vi un resumen una vez, y también uno de Romeo y Julieta, y otro de Cumbres Borrascosas.

—Orgullo y Prejuicio es una historia de amor. —Explica el joven rubio, mientras sus pasos hacen eco a través de las avenidas y suspira soñador. —Sobre la señorita Elizabeth Bennet, una muchacha de provincia, no del escalón más bajo en la jerarquía social, humilde, pero perspicaz, preciosa y altiva. Con el acaudalado, sensual y arisco Señor Fitzwilliam Darcy, bueno... sensual no... —Dice el rubio sonrojado, emitiendo una risita, se nota que el personaje de Darcy lo encontraba atractivo. Era su primer amor "literario". Y Viktor le pega una palmada con cariño. —Como sea, el señor Darcy es un gran personaje, se nota que tiene descendencia noble, averigüe recientemente porque al Señor Darcy le dicen así y no le dicen Lord, resulta que, en el siglo XVIII, la época ameritaba que los hijos varones de cuna no heredan títulos directamente del lado materno, puesto que solo la madre del Señor Darcy es la aristócrata en el asunto. ¿Me comprendo? Darcy es un noble, pero hijo de una Lady. —Dice entusiasmado, platicándole sus teorías con dejo de jovialidad a su novio.

—No, pero entonces no es Señor Darcy, sería Lord, ¿no? —Intenta comprender Viktor.

—Si el padre de Darcy fuera quien tiene el título noble, entonces sí, heredaría el estatus de Lord Pemberly, que es el lugar del que sería dueño. Pero al ser su madre la que poseía el título de Lady, aunque hereda su fortuna, no su estatus, ya sabes en aquel entonces era muchísimo peor para las mujeres, solo podían aspirar a contraer un buen matrimonio. ¿Has notado que los mejores hombres de la literatura son escritos por mujeres? —Comenta Müller curioso por ese hecho.

—Los hombres escribiendo hombres para ser atractivos deben ser gays para que te atraigan, como Dorian Gray ¿No? —Le devuelve el sentido, Rudolph desde siempre ha tenido pláticas de ese tipo con su novio, adoraba hablar sobre libros de aventura, sobre el amor, comedia y dramas. —Bueno, él se suicida, pero entiendes el punto. —Dice Viktor sonriendo para abrirle la puerta del quiosco.

"Aunque no lo parezca, Berlín era muy diferente antes de la llegada del nazismo al poder. Viktor y yo podíamos caminar debes en cuando de la mano por la calle, había parejas como él y como yo y este sentimiento de libertad me permitió tener una perspectiva amplia del mundo que me rodeaba, Dietrich y yo lo sabíamos, nuestra relación era mal vista en el estigma social. Pero me importaba un bledo, era feliz con él, a riesgo de que Johann se lo dijera a Amus o a Alfred."

"No creía que se lo fuera a decir a Alfred, puesto que odiaba a los ricos y me lo dejo muy claro, así que quedaba la opción de que me acusara con Amus de ser homosexual, pero estaba tan embelesado con la idea de mi primer novio que apenas y note el prejuicioso del mundo sobre nosotros. Lo quería y él me quería."

"Nos queríamos"

(A lo largo de la página hay viejos garabatos de Rudolph que dibujaba corazones sobre el nombre del novio que tuvo en ese entonces)

"Para mi buena o mala fortuna, me delataron con Amus"

Weber visitó a Müller como lo hacía semanalmente, esperándolo en su oficina privada, el joven rubio cuando vio a Johann mirándolo con soberbia detrás de la figura de Amus; quien sentado en una silla se le susurraban los secretos del joven Sturmann, supo que tendría problemas.

—Rudolph, siéntate...—Comenta Amus con obvio enojo, lo cual le hizo temblar las piernas al joven bávaro, quien deposita su cuerpo en la silla frente a su tutor, Johann sonreía satisfecho de saber que lo que vendría después significan malos deseos para el menor.

—¡Johann me golpea! —Lo acusa de golpe, toma por sorpresa tanto a Amus como a Johann cuyo rostro palideció con la acusatoria, y Müller acepto que si debía defender a Viktor y así mismo de los demás lo haría sin dudar ni pensar en otros antes que en sí mismo, alzó su uniforme y dejo ver los visibles golpes en las costillas que tenía, solo de la semana pasada pues ambos se agarraron a golpes y luego señalo la rajada que le hizo Johann la primera vez que llegó ahí con la marca de un cuchillo que estaba cicatrizando.

—¡Porque me intentaste coger por detrás sodomita asqueroso! —Acusó devuelta Johann furioso.

—¡Porque no dejabas de pegarme! ¿Qué esperabas estúpido come mierda? ¡¿Qué me iba a quedar sentado esperando los golpes?! —Dijo Rudolph para mirarlo furioso y escupirle en la cara a Johann y este se le abalanzó, pasando encima del escritorio de Amus y tomando por la ramera al rubio y empujándolo contra el piso para depositarle un puñetazo en la cara, los papeles que estuvieron sobre el escritorio volaron y Weber se levantó corriendo para apartar a Johann de un golpe en la cara que desconcertó a ambos muchachos.

—¡Eres un idiota intolerante Wolfgang! —Demandó Amus, al instante ambos jóvenes dejaron de pelear puesto que, ante todo, ambos le tenían respeto a la figura de su superior. —Johann. ¿No olvidaste omitir ese detalle de que molestabas a Müller?

—¡Pero si es un maricón! —Recalcó Johann molesto, elevando su excusa y estandarte para golpear a Rudolph solo por su preferencia amorosa. —¡Y tiene un maldito novio al que va a ver en el uniforme! ¡Todos los días! —Le dice Wolfgang intentando acusar a Rudolph de algo malo.

—¿Y a ti que te importa si sale con hombres? —Tras esas palabras, Rudolph soltó un suspiro de alivio, Amus lo estaba defendiendo. —Ambos serán separados de brigada, estoy muy molesto contigo Johann, por lo que oigo los has estado espiando...—Dice y Johann agacha la mirada acuosa para ver a Rudolph con recelo. —Vete de aquí Wolfgang, quedas arrestado y confinado a los cuartelillos una semana, y cuidado si me entero que le volviste hacer daño a Müller... —Tras decir esas palabras Johann inclino la cabeza azabache y se retiró del lugar, el rubio y su tutor estaban a solas. —Estoy molesto contigo también, ¿Por qué no me dijiste que tenías novio? ¿Y qué Johann te estaba molestando?

El muchacho cayó unos segundos para emitir su respuesta. —Porque no soy débil, señor Amus, soy un soldado, soy un hombre y me puedo defender de patanes como Wolfgang si hace falta, y puedo defender a Viktor... —Le explico con cortesía Rudolph y Amus sonrió moviendo su cabeza en un asentimiento.

—Rudolph, pedir ayuda nunca es de cobardes, reconocer cuando necesitas apoyo es de valientes. Porque el orgullo de los hombres tiende a ser destructivo, no hay honor en sufrir conociendo que se puede evitar. —Luego sacó una linda pluma para escribir que Müller acepto con gusto. —Yo ya sabía que eras homosexual, no me sorprende...de hecho. No te asustes si en unos años ves a Johann con un hombre también, es obvio que se siente conflictuado por eso. —Y Rudolph lo observa totalmente confundido.

—Pero él me odia...—Explica Müller.

—Los hombres odian muchas cosas, y aun así no dejan de satisfacerse con ellas. Por ejemplo, ven mal la infidelidad y fornicar sin casarse, pero siguen haciéndolo. ¿Me comprendes? —Comenta Amus. —Aunque siento que se siente furioso contra lo que le provocas, suena a como si estuviera celoso y se desquita contigo...—

—¿Qué acaso está enamorado de mí? —Pregunta el joven en una jocosa risa.

—No de ti precisamente...—Comenta Amus para luego sacar un fajo de fotos. —Johann te tomo estas fotos, a ti y a tu novio sin que lo supieras...mira quien aparece en la mayoría de ellas. —Cuando las ve, el bávaro se sorprende de encontrar cientos de fotos, todas enfocadas en Viktor, limpiando el quiosco, repartiendo periódicos, y hay una muy tenebrosa de Viktor en la sala de su casa. —Esta no me gusta para nada. —Dice sobre la foto en la que Viktor esta de camino a su casa, Rudolph frunció el ceño. ¿Acaso Wolfgang sentía una oscura pasión contra Viktor? ¿Lo odiaba? ¿Quería lastimarlo? —Johann debe comprender que esto que hace no está bien, doy gracias que me lo dijo antes de cometer una estupidez...

—¿Quiere lastimar a Viktor? —

—No lo sé, pero no esperaremos a averiguarlo, ya lo detuve de seguirte a ti y a tu novio, lo voy a regañar en privado, explicarle lo que está haciendo es malo...aunque...—Amus soltó un suspiro. —Lo que te voy a pedir joven Müller, es algo que te hará enojar, pero...Johann no es malo, pero nunca ha tenido una familia que le diga que lo que hace está mal, ni tampoco tuvo una buena guía ni brújula que le explique lo bueno y lo malo, ni madre, ni padre... cuando lo encontré era, solo un joven que reclutaron en las filas porque necesitaba un trabajo para costear sus gastos... —Y Rudolph lo vio molesto. —Todo lo que ha aprendido lo ha escuchado de Adolf Hitler, venía de un largo linaje supremacista de blancos, a diferencia tuya, tu padre te usa para intentar crecer en las filas del partido, a Johann sus padres lo echaron de su casa teniendo solo 11 años... debiendo pasar mucha parte de ella robando y saqueando para vivir.

—Pero él es un idiota...

—Lo sé, cuando las personas vienen de condiciones precarias...tienden a ser más bestias para responder a los golpes de la vida. No te pido que lo perdones por lo que te hizo...pero sí que intentes tolerarlo...—Y luego toma de la mano a Rudolph para sonreír. —Dime mi niño, si no te hubieran dicho que lo que sentías no estaba mal. ¿No habrías callado tu romance con Viktor?

"Comprendía lo que me dijo Amus, yo jugué una carta arriesgada al declararme a Viktor, porque me convencí de que lo quería cuando me querido Dietrich dijo que era homosexual, pero mi tutor tenía razón, no todos tiene el coraje para enfrentar la verdad, yo fui uno de los afortunados. Para mi irónico infortunio, tal parece que...yo no era en único que quería a mi novio"

Viktor acomodaba las margaritas en el mostrador, y el papel lo doblaba para hacer un avión de papel, hechos los pedazos, manda a volar el avioncito, el cual viaja fuera del puesto hasta dar a la calle, en la otra esquina, un derrotado e iracundo Wolfgang atrapa en sus manos aquel pequeño y curioso papel, en su interior yacían dos pequeñas margaritas, y una pequeña inscripción hecha a mano con tinta de un corazón flechado, Johann tomo con delicadeza aquel breve juguete, guardándolo en el interior de su chaqueta, el aroma a margaritas está en sus dedos y suspira sonrojado al ver al pelirrojo de eléctricos ojos claros.

Decidido se acerca al puesto de periódicos, en silencio Viktor leía un libro, Sentido y Sensibilidad, Rudolph se lo había prestado, en silencio esperaba algún otro cliente que pudiese pasar, nervioso y sonrojado el Sturmann llegó al puesto. Viktor alzo su mirada ante el alto e imponente muchacho que llegó.

—Buenas tardes, ¿qué necesita? —Pregunta con gentileza el pelirrojo, Johann nunca había tenido a alguien que medianamente le gustase en su vida, por aquel hermoso jovencito que le inspiraba el primer revoltijo de emociones en su cuerpo, suspiraba y sonreía como un idiota. —Emm... ¿Qué necesitas? —Insiste en saber, puesto que Johann llevaba dos minutos mirando su rostro y Viktor lo mira un tanto curioso, no niega que Johann es un chico apuesto que le parece peculiar.

—Eres lindo...—Murmura Johann sonrojado, Dietrich lo mira y suelta una sonrisita.

—¿Te parezco lindo? —Dice Viktor un poco confundido, con una pequeña carcajada que se calla en jovialidad, nadie le había dicho un cumplido tan sincero ni directo como lo ha hecho Wolfgang, se nota que está nervioso de tenerlo frente a frente.

—¿Te gusta comer? —Ante el brillante y sagaz intelecto, don nato de palabras que demuestra tener Wolfgang juntando más de dos frases juntas, Viktor se vuelve a reír.

—Je, sí, creo que a todos nos gusta comer, ya sabes, nos ayuda a existir...—Dietrich se divierte de lo oído, puesto que mata todo el día vendiendo en el quiosco, momentos como ese le alegran la mañana, alguien haciendo al tonto.

—Sí, claro, porque dije eso...—Se regaña así mismo, por tan tonta pregunta. —Me refiero... ¿te gustan las crepas? —Viktor asiente, puesto que no le parece extraño que algún vendedor ambulante le ofrezca alguna golosina, aunque le parece extraño que un disidente de un partido, como lo marca el uniforme de Johann, haga semejante pregunta, como si vendiera comida. —Quisiera...invitarte una...—Susurra mirándolo a los ojos, Viktor se sonroja, sorprendido por lo escuchado, iba a negar con la cabeza para explicarle que ya tiene pareja, hasta que una voz los interrumpió.

—¡ALEJATE DE ÉL, IMBECIL! —Le gruñe la fiera voz de Rudolph, al instante Viktor se gira a verlo igualmente, iba a explicarle a Rudolph que ya le iba a decir que tiene pareja, hasta que vio la mirada severa de Johann contra Rudolph, la sonrisa e inocente cita que quería armar Wolfgang se vio truncada. —Johann, estas actuando como un maldito cabrón, ¿Por qué diablos quieres venir a meterte con Viktor? Te juro que si le haces algo...

—¿Y que si lo hago? —Le devuelve la pregunta girándose contra Müller, la atmosfera gentil que le brindo a Viktor se oscureció contra Rudolph, Müller no necesito más preguntas, era obvio que Johann estaba interesado en su pareja. —Te apuesto algo, maldito burgués... tarde o temprano, el será mío...—Ante esas palabras sujeta por la ramera al rubio. —Y te juro, que yo seré el primero en montarlo...—Ante semejantes palabras un fuerte puñetazo ataca la cara del Sturmann mayor, Wolfgang somete contra el piso a Rudolph, los transeúntes ya están acostumbrados a ver a uniformados como las SA atacar en la calle, y se alejaban para llamar a la policía y detenerlos.

Una cubetada de agua fría se escurre contra la cara de Johann, este se gira a mirar al pelirrojo, quien le arroja la cubeta a la cara y Johann se levanta con los cabellos escurriendo por su cara para irse contra Viktor, más bien cargándolo entre sus brazos mientras este patalea para liberarse y Rudolph se levanta para arremeter contra él, Johann es alto por demás, es claro que Müller no puede derribarlo.

—¡Bájame! —Le dice pataleando e intentado arañar a Johann, pero este sabe someter las manos de Viktor y empujar a Rudolph.

—¿Por qué sales con él? —Demanda saber Maximus, mientras interroga con un enorme ego al muchacho entre sus brazos, quien se intenta soltar inútilmente. —Digo, ¿tienes preferencia por los rubios? —Mientras Johann hace su interrogatorio Müller sigue empujándolo furioso, pegándole empujones, pero es inútil, Wolfgang podía hacer lo que quiera con Viktor, jugar con él, mientras se burla de tener por debilucho al rubio.

—¡DIJE QUE LO DEJES! —Grita y le pega un puñetazo en la cara, con arrogancia Johann sigue sometiendo entre sus brazos al pelirrojo, apresando las muñecas del chico y con la otra mano disponible somete a Rudolph, jalando su cabello rubio.

—Haré lo que quiera con él...—Le demanda amenazador, hasta que un fuerte golpe a su estómago lo hace gritar, detrás de ambos Amus había llegado corriendo para que ambos no se metan en problemas, Wolfgang fue noqueado con un golpe certero a la cabeza, desplomándose contra la banqueta.

"Después de ese incidente no volví a tratar con Johann hasta varios años después, Weber lo movió a otra división, más precisamente en Múnich, todo estaba dicho y hecho, Viktor era el blanco de Johann, a mis ojos, una enfermiza obsesión, Wolfgang ha sido participe de una serie de infortunios con Viktor de los cuales... ahondare en un futuro."

"Después de pasada la crisis, aunque Viktor y yo pasamos los siguientes seis años como pareja, eventualmente rompimos. No hubo un drama del hecho, un día simplemente Viktor y yo nos reunimos y en su rostro yo sabía lo que me diría"

Viktor se había mudado de la casa de sus padres, habiendo ingresado al Studienkolleg, específicamente el G-Kurs, finalmente Viktor se había decidido a estudiar Artes escénicas, rama favorita a la que siempre aspiro tener, algo que Rudolph siempre querrá de aquel hermoso pelirrojo, es que él mismo lo introdujo al mundo del arte, la literatura, el cine y música.

—Me vas a terminar. ¿no es así? —Murmuro Rudolph, un tanto triste porque sabía lo que pasaría, sus recuerdos y preciosos momentos, todos se iban a volver parte de su pasado, junto con su relación con Viktor, Dietrich extiende sus dedos, queriendo explicar su sentir.

—Si no lo hago yo, lo harás tú, tu cambiaste, yo cambie, he vivido cosas maravillosas a tu lado, esto no significa que simplemente te quiero fuera de mi vida, quiero que sigas en ella...—Intenta decirle amablemente Viktor, tomando la mano de Rudolph, momentos después Rudolph empezó a sollozar. —Lo supe cuando...intentamos hacer el amor, no estamos destinados a estar juntos...pero siempre voy a quererte, eres una parte esencial de mi vida, así como yo sé que formo parte de la tuya...

—Viktor siempre voy a quererte, eres mi mejor amigo, mi primer beso, mi primer novio... —Y ambos se abrazaron un largo rato, Rudolph rompió a llorar, y Viktor le siguió momentos después, la luz del medio día alumbra los cabellos de ambos muchachos, mientras aquel joven y casi pequeño romance llegó a su fin.

"El 10 de octubre de 1927...terminé con Viktor, me gusta poner reflexiones sobre las relaciones que fui teniendo a lo largo de mi vida, siempre fui fiel creyente de que los romances predilectos y perfectos eran aquellos que yo veía en películas y novelas, no hay relaciones malas, debes verlas como una experiencia, una vivencia diferente y necesaria para ser mejor.

El amor es una reacción y cuestión de la cual no conocía, y creo que pasarán aún muchos años para comprender como nace, como crece, como se nutre.

¿Es una cuestión de magia el amor? A veces pienso que sí.

No fue la última vez que lo vi, ni de lejos, Vicky y yo tenemos mucha más historia juntos, pero nuestra relación influyo en la confianza que tendríamos varios años después, fue reciproco, nos quisimos, y nos seguimos queriendo a nuestra manera, el día que vuelva a verlo, espero que me perdone por lo que hemos pasado, por las cosas que le obligue a vivir y lo sentencie a sufrir en mi ignorancia.

A veces me paso horas y horas leyendo novelas llenas de cursilería, esperando un Darcy en mi vida, o ser el Darcy de alguien más.

Siempre tendré presente ser el que reparte la pasión en mi rol sobre la cuestión sentimental, me gusta el suave cortejo que nace de las más encantadoras vibras que pueda ofrecer el alma humana, el manual del caballero, mi biblia, Jane Austen, mi batuta y palabras en cuanto a la lenta y purísima esencia romántica, el Marqués de Sade algunos de mis profundos deseos, sin llegar a vulgares extremos como las cuestiones fecales, por su puesto. (Chiste estúpido, esta tachado junto a parte del texto).

¿Están malo pedir un hombre que te quiera con la misma intensidad que tu desees querer?

¿Está mal ser anticuado y libertino al mismo tiempo?

¿Querer tan profundamente a alguien es malo y entregar tu cuerpo porque sientes no es algo natural?

Muchas veces Dietrich me dijo que si seguía siendo el idiota enamoradizo que soy; o sea dejando que los hombres que conozco se acuesten conmigo y yo me encapriche a niveles indecorosos.

Dice que terminare con mi corazón roto una y otra vez, hasta que solo queden migajas de amor, no niego que mis grandes amores me han roto el corazón y el alma, nunca pensé que las cuestiones del amor fuesen tan dolorosas de comprender y de admirar.

Temo que me pase eso, cerrar mi corazón por miedos, sin saber que posiblemente pueda conocer al amor de mi vida, y por ello, dejo abierta la ventanilla de mis sentidos a cualquiera que desee intentarlo y que me haga enervarme en su mirada. ¿Y si pierdo esa oportunidad por temor? No podría perdonármelo nunca.

El amor es una cuestión de magia, pues no lo puedes tocar, pero el amor también es una decisión, si tu corazón se niega a sentir, nunca podrá conocer la dicha de la tristeza.

Bien lo dijo Albert Camus: Ser amado es una simple desventura. La verdadera desgracia, es no saber amar".

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Orrel había descansado unas dos horas, aprovecho a dormir hasta que recupero las fuerzas, salieron del refugio improvisado que armo el coronel para pasar la alerta de bombardeo, cuando despertó, aprovecho a comer, usualmente come una hora antes de encontrarse con cualquier persona con la que convive, Mathias y Sasha jamás habían visto a su superior ingerir un solo alimento junto a ellos, ahora veían el porqué, es más una cuestión superficial, Smirnov no tiene delicadeza al comer, no usa cubiertos, sino solo sus dedos, la sopa la bebe directamente del plato, y con sus dedos toma las piezas del interior de su platillo.

Debes en cuando Morozóv notó que Smirnov leía una pequeña libreta en sus manos, no distinguió de manera adecuada de que trataba, pero podía notar que era algo de suma importancia para su superior.

Para las cuestiones del bruto coronel, este se leyó toda esa parte del diario en una sentada, leyó ese primer amor, y cuando termino la última página, se encontró así mismo notando la falta de varias hojas y luego comenzó a notar que solo había anotaciones; notas relacionadas a suministros de batallones, hojeaba las páginas del diario, pero era inútil, faltaba mucho del contenido de este, y ni ápice de encontrar el resto. "¡No! ¡¿Dónde mierda está el resto?! ¡¿Por qué carajos ahora que se una mísera parte de su persona, no está el resto de su historia?!" Furioso le metió un manotazo a su volante, puesto que comió al frente de este, seguían estacionados, se talló la cien furioso, ahora entendía un poco mejor a Rudy...a Rudolph, para sorpresa de la quimera moscovita, su prisionero era un alma con extrema amabilidad, gentileza, singularidad, amigable y libertino. Era un rayito de sol, en medio de un mundo tan cruel como lo era el nacionalsocialismo, en medio de la guerra, o eso es lo que percibe al violar su intimidad, analiza las letras escritas en aquel diario, tachones y borrones, hecho con el puño de su letra, Müller era un torpe romántico, que entrega su cuerpo y su corazón a cada hombre que le interese, esperando ser correspondido, no importa cuanto lo hieran en el camino.

Eso no le gusto, no le gusto para nada, Orrel había vivido años temiendo sentir, odiando saber cuándo su corazón intentaba querer, porque estaba seguro de que nadie lo querría de vuelta, Mírenlo, ¿Qué idiota se enamoraría del coronel? Y viene ese maldito alemán y le canta el cuento de que deja que cualquier idiota llegue, hagan con su amor lo que quieran, lo abandonan, muy probablemente lo han engañado, Smirnov se lo ve venir, es obvio que, si dejas tus sentimientos abiertos, es claro que los usaran en contra tuya, y de hecho se lo confirmo al decirle que es homosexual "¿Es imbécil? ¿No tiene miedo de que lo delate? ¿Qué les diga a sus superiores lo que es en verdad?"

Cada que lee más de su persona, lo deja con demasiadas dudas cuyas respuestas se hacen menos coherentes. ¿Qué clase de idiota permite que sepan sus emociones de manera sincera?

"Es pendejo, no cabe duda que es un completo imbécil. ¡¿Cómo mierda es posible que tenga treinta y siete?! ¡LUCE COMO UN INFANTIL IDIOTA EN SUS VEINTES!"

Aunque debe admitir que le parece admirable que alguien tenga los cojones para aguantar tener un alma tan sensible, con solo leer y conocer a Rudolph puede ver que le han herido y traicionado innumerables ocasiones, esa es la desventaja de tener tus sentimientos al descubierto, vas a sufrir y llorar tantas veces que es probable que terminaras desecho y sin el deseo de dejar salir tus emociones otra vez...o eso es lo que esperaría Smirnov, furioso se pone de pie, había terminó de comer, se limpió los dientes, escupió sin cuidado sobre la tierra y le trono los dedos en un llamado dominante a sus subordinados para subir al Jimmy, sin más arranco el motor, y volvió a tomar rumbo, ya con el estómago lleno y su sueño aplacado de momento.

Tenía que hablar con Rudolph.

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El noble rubio miraba la nieve caer de su ventila, como otros tantos días, pensando y repensando, valorando sus opciones, en aquel nefasto mar de confusión y terror, cada minuto era otra prolongada jornada con su mente difusa, intentando encajar las piezas de un rompecabezas invisible, estaba solo, y nadie lo ayudaría en esta travesía, Moscú era preciosa, pero las noches en aquel invierno lo hacían sentir a veces etéreo, a veces perdido. Se sentía a la deriva, no por estar en esa celda en específico, sino que se había sentido así incluso antes de la batalla en la que murió su pelotón, en donde Artemus lo dejo a su suerte, donde lo traiciono, derivando así en que Orrel lo tenga cautivo. Toca las barras de la celda, contempla unos minutos la luz de la breve luna que se asoma discreta esa noche, alumbrando sus cabellos de tono claro, motas nieve se dejan caer sobre su mollera, con su mano, toca algunas de estas, sus ojos apuntan a la salida.

Se levanta de la cama, saca las ganzúas, si estaba despierto, significaba que en una hora a lo máximo vendría su captor a dejarle de comer, tenía unos treinta minutos para jugar a la misión imposible, se acercó al cerrojo de su celda, sacó sus pequeñas herramientas y manipulo el candado, forcejeo un poco, halo el pestillo y abrió su celda.

Müller se quedó de piedra, no pensó lograrlo de manera tan sencilla, pero no podía cantar victoria. Bien, podía abrir la celda. ¿y después qué? Su pie no se encuentra todavía en óptimas condiciones para lograr una exitosa huida, debía planear con cuidado sus pasos si deseaba una buena fuga, no sabía dónde estaba, se levantó de su cama para ir al baño, abrió la puerta y después de terminar sus necesidades, opto por volver a la cama. Esa tarea se vio interrumpida cuando la gabardina del coronel se atora en una grieta de la pared, Müller la jala y la desgarra, había un pequeño hoyo en ella, se asoma a ver que ocasiono dicho agujero, encontró al culpable en la saliente de los ladrillos del baño, había un angosto pasillo que se nota está hecho para que solo pasen las tuberías en él...o alguien muy delgado.

Rudolph se sacó la gabardina, quedando en sus calzoncillos, su pie cojeaba, pero hizo el esfuerzo, se metió en ese angosto pasillo y comenzó a recorrer el muro, más tuberías salían del escondite y notó que una de ellas estaba caliente al punto de quemar si la tocaba, era la tubería de una caldera, no debía tocarla, su una sola quemadura en su piel se asomaba, Orrel sabría que estuvo en ese diminuto lugar, pasó la tubería con cuidado, y llegó a un tubo más angosto, y notó que era un tuvo que transportaba gas, había atravesado la cocineta en ese angosto pasadizo, cuando salió al otro extremo, se llevó la grata sorpresa de comenzar a ver camiones, escuchar voces, había movimiento unas cuantas zonas más libres, así que era una base donde estaba, una ventanilla se refleja frente suyo, que da directo a un pasillo más grande, un pasillo principal, lo malo es que lo tenía de frente, era un espejo de doble vista, si alguien pasaba por aquel lugar vería a Rudolph, se agacho un poco hasta donde la pared lo tapara, pero fue tarde, un hombre ataviado en una bata blanca lo observo con incredulidad.

—Dios mío... ¿eres tú? —El doctor Grisha estaba frente al espejo, mirando al que fue su paciente, en un patético intento de escapar de la zona de celdas. Aloyshka lo saluda con ironía con la palma de su mano, y se acerca al vidrio. —¿Puedes oírme? —Toca el cristal señalando su oído y Rudolph asiente señalándole que entiende muy poco lo que dice. —ESCUCHA... Vuelve a la celda...la celda... ¿Orrel te capturo? —Pregunta y Müller niega confundido. —El coronel Orrel Smirnov...—Le intenta explicar Grisha del otro lado. —Es un mastodonte de dos metros...tiene mal genio... —Al decir eso Müller sonríe y asiente, le acaba de confirmar el nombre de su captor, Orrel. —Vuelve a tu celda por ahora, Smirnov ya viene para acá, está en la entrada, vuelve...—Grisha le señala volver, y Rudolph asiente y regresa en el interior, y Aloyshka distrae su mirada, y traga saliva nervioso. Orrel venía caminando rápidamente para las celdas, nervioso el medico teme por su paciente, se acerca a su superior, debe ganarle tiempo al rubio para llegar a su celda de vuelta. —¡Camarada coronel! —Lo llama y Smirnov se gira a retarlo de vuelta, el doctor inventa una mentira lo más rápido que puede a la par que se reúne con él. —Coronel, lamento molestarlo, pero debo pedirle un favor...—De todos los doctores que Orrel había conseguido, el que más gastaba suministros era justamente el Doctor Grisha, pero en cambio, era el doctor más eficiente, el cirujano más rápido en operar, y salvaba a los soldados heridos en el frente de Smolensk. El coronel Smirnov, a diferencia de los otros superiores que tuvo Grisha, no le ponía peros, solo saca su libreta, saca un lápiz y espera que le diga que suministros necesita. —Necesito mi suministro de morfina coronel...—Explica y Orrel lo mira directamente.

—Apenas la semana pasada te repuse la faltante... —Comenta Smirnov, mirándolo y buscando si por alguna razón le miente.

—Lo sé camarada coronel, es que me asaltaron mi suministro otros batallones que pasan en esta estación...—Luego de decirle eso Smirnov asiente, frunciendo el ceño.

—Déjame ver si entiendo, ¿tu accediste a darla o te amenazaron para entregarla? —Esa pregunta definiría como formular parte de la mentira, no era mentira que le quitaron morfina otros doctores, pero no dirá que la entrego de buena fe.

—Había heridos graves, incluso aunque no me la pidieran, la hubiera dado...—Se excusa Aloyshka, porque sabía que daría lugar a un debate con su coronel.

—Ser buen samaritano no está en mis asuntos con tu proceder Grisha, si tus pacientes pasan penurias será por tu culpa. —Cierra de un manazo la libreta, Grisha le ocasionaba problemas a Orrel por distintas maneras. —Además me desobedeciste, te dije expresamente que te necesito atendiendo a mis soldados en el frente, y sé que te escapaste hace unos días para atender a un civil en los suburbios, o bueno, que yo sepa. Estoy seguro que has atendido a más pacientes en mi ausencia y sin mi permiso o el de Sasha y menos el de Natasha...—Smirnov lo observa con frialdad, esperando una excusa valida, un interés personal en ayudar a pacientes en específico, pero Aloyshka lo mira desafiante, colocándose sus lentes.

—Yo ayudo personas camarada coronel...—Le retó de nueva cuenta. —Trate a un soldado desertor en los suburbios, a un niño con leucemia, un anciano con diabetes, una mujer que necesite operar pues tenía un quiste de unos quince centímetros que estrangulaba su ovario...—Tras decir esas palabras Smirnov alza una ceja con curiosidad. —Hice un juramento que me tomo muy en serio, yo vivo para sanar y curar a quien pueda...

—¿Sanarías a un alemán? —Aquella pregunta tomó desprevenido al doctor, "Mierda..." lo dedujo, Orrel dedujo en un parpadeo de ojos que el curo a Rudolph, aunque claro, Aloyshka mucho no mintió para ello, al final no se arrepiente de curar a nadie.

—Perdone yo...no sé de qué me habla...

—¿Sanarías a un alemán sí o no? —Vuelve con la pregunta, severo y demandante, era obvio que Grisha sabía a donde se dirige su coronel.

—Como le dije camarada coronel...yo ayudo a personas...—Dicho esas palabras, Smirnov sonríe, y suelta una risita que se ensancha a medida que comprende que Grisha fue quien curo a Rudolph.

—La madrugada del dos de diciembre...usted no estuvo en mi compañía todo el tiempo, de las nueve de la noche a las doce de la media usted estuvo desaparecido. Es curioso, puesto que no mucho después la finca de Mathias se incendió. Aún más peculiar exactamente te haces dos horas de ida y vuelta, eso te deja una hora para atender un paciente, conozco tu método, eres rápido al operar, y más si es algo tan fácil como simplemente extirpar una trampa para osos de un pie, suturar y limpiar una herida... —Un escalofrío recorrió la columna vertebral de Grisha. —¿Fuiste tú, no es así? —Aloyshka suspiro y asintió.

—Si camarada coronel, suture sus heridas, trate su hipotermia lo mejor que pude...—Contestó de vuelta el doctor.

—Tienes pelotas Grisha, eso me agrada, no quiero miedosos idiotas en mi pelotón...—Dicho eso le mete un manazo en la espalda al doctor que lo deja sin aire unos cuantos momentos, este tose por tremendo golpe. —La verdad, no me sorprende de tu parte, siempre me metes en problemas por cosas similares...

—¿Me matarás? —Pregunta sin censura.

—Me sirves más vivo que muerto, así que me conviene tenerte respirando...por tanto no será inconveniente si Rudolph se me pone grave, siempre podré decirte que le cures, ¿no es así? —Dichas esas palabras Aloyshka lo mira con desaprobación.

—Espero aguante que lo tengas entre rejas...—Murmura Grisha.

—Nunca mencione que estuviera aquí...—Tras esas palabras en su espalda, Grisha aprieta el paso, rezando porque Müller haya vuelto a su celda a tiempo.

Para la fortuna del rubio, regreso en buen momento al ver como seguían las luces apagadas, se colocó el abrigo, se fue a su cama, y tomo la manta para fingir estar dormido, hasta que escucho el raspar de las botas contra el piso, se quedó frío.

—¿Saliste de paseo? —Comenta Smirnov en las penumbras, Rudolph deja de acomodar la manta, lo había tomado por sorpresa, Orrel lo atrapo en la oscuridad volviendo a prisas, y dejo las luces apagadas para poder apreciar muy bien como regresaba del baño, justo con las manos en la masa. —¿Qué tanto hablaste con Grisha? —Demanda saber, el general suelta la sabana sobre la cama y se acuesta boca arriba con derrota, suspirando.

—¿Un hombre no puede mear sin que lo espíes? —Pregunta de vuelta el rubio, aunque sabe que se encuentra en una situación cuyas respuestas son ponerse el cuello a la soga contra su verdugo.

—No finjas, maldito nazi, es obvio que te escabulliste por la zona de tuberías, con tu cintura es claro que te puedes meter sin problemas...—Y encendió las luces de las celdas, cruzado de brazos esperando respuestas, las cuales desea obtener por las buenas o por las malas.

—¿Tan temprano y tan celoso de que me vea con otro hombre, Bärchen? —No duro ni dos segundos en que el coronel adquirió un tono rojo en su rostro.

—¡No soy un maldito maricón como tú! —Le grito de vuelta, tomándolo por la ramera de su cuello, metiendo su mano entre las barras, para aprisionar a Müller, retándolo en directo. —¿Cómo mierda me acabas de llamar? —Exige saber, Rudolph emite un suspiro con jocosa ironía.

—¿Mi osito tierno no te gusta? Pensé que ya teníamos la confianza para llamarnos con ternura, ¿no es "maldito nazi" mi apodo cariñoso? —Dicho eso, el ruso alza una ceja confundido, esperando saber a qué se refiere.

—Tus insultos son raros nazi, ¿en qué país "osito", es un insulto? —Tras decir eso, Rudolph ahoga una carcajada.

—Espera... ¿No sabes que es un "osito cariñoso" para los homosexuales? —Comenta sonriente, y por la picara y juguetona cara que tiene, significa un argot gay.

—No soy homosexual, ¿Cómo diablos lo voy a saber? —Dicho eso, no soltaba a Rudolph, este le lanza un beso al aire y Orrel se aleja otra vez aterrado, como si le hubieran lanzado una maldición gitana, las muestras afectuosas son un repelente perfecto para que Smirnov no lo toque y se disperse lejos de su presencia. —DEJA DE HACER ESO...—Refunfuña, que le siga lanzando esos piropos lo hace solo para molestarlo, porque sabe la clase de homofóbico que es el coronel, Smirnov no se ha percatado que no disimula para nada el interés que siente por su prisionero.

—Bueno, coronel, en los años treinta, más en específico en Berlín cuando un "hombresote" grande, maduro, musculoso, de barba poblada y velludo...como alguien que tengo frente a mis ojos... —Al decir eso Smirnov aparta la mirada, tiene diversas razones por las que no quiere ver a Müller, sobretodo porque lo ve mientras sonríe, eso le da ñañaras. —A hombres como tú, que lucen velludos, grandes y fuertes como un "osito", se les llama "Bär" se sabe son homosexuales, ya comprenderás, cualquiera querría tener un "osito" como pareja...

—Tu dijiste "Bärchen", ¿eso qué significa? —Insiste en saber y no puede contenerse más, Rudolph suelta la carcajada, intentando calmar la risa.

—Je, bueno... Bär, es para los hombres maduros que la meten. ¿Comprendes?, Bärchen, es para los hombres maduros, que les gusta que se la metan...—Dicho eso, la sonrisa del rubio era notoria, Orrel lo analiza como siempre, molesto.

—Ahora eres un comediante, por poco y muero de la risa, ja, ja... —Gruñe y Müller sigue sonriendo, Smirnov se da cuenta que Rudolph estuvo durante varios minutos dándole el insulto de que es un sodomita. —No porque tú seas un asqueroso sodomita significa que todos lo sean...

—Dime Bärchen... ¿Te la han metido? ¿Sabes cómo se siente una buena verga ahí? No la rechaces hasta que la sientas... —Después de ello es recibido por un jalón del cuello, Orrel abrió la celda y saco a Müller a jalones, para tomarlo por sorpresa, quitándole el abrigo y desnudándolo, el albino no puede apenas decir palabra, cuando siente que Smirnov le baja la ropa interior, otra vez lo había vuelto a desnudar, el más bajo emite un pequeño quejido de sorpresa, para luego cubrirse la entrepierna.

—¿Pensaste que solo porque te cheque ayer no lo haría hoy? Ternurita...—Comenta Orrel, para luego revisar las ropas, su abrigo, la ropa interior, nada otra vez, por suerte Rudolph guardo las ganzúas en su almohada, para su fortuna, Orrel no la reviso.

—¿Te parezco una ternurita coronel? —Dice sonriente, al instante Smirnov se arrepiente de lo dicho, fácilmente su prisionero convierte las palabras a su favor.

—Era una burla carajo, agg...—Sin más deja el abrigo, le lanza una toalla a Müller. —Hoy también debes bañarte, dos baños y sanaran tu herida de aquí, al igual que...las otras...—Señala la herida de la costilla, y luego señala los golpes que le dio Smirnov en su espalda, el moretón del vientre blanco y pálido de Rudolph ya estaba por sanar, el golpe de la nariz de igual manera, por visto la medicina que le dio era bastante buena.

—¿De cuándo acá te interesa los golpes que TÚ mismo me diste? ¿No que ibas a asesinarme? ¿No ibas a torturarme? ¿No amenazaste la misma noche que me conociste en que ibas a "tomarme" en la cama que tenías al lado? —Y dicho eso Sergéevich aparto la mirada, lo agarro con la guardia baja, al coronel se le olvido algo importante, aunque gustaba de Rudy, y le preocupaba lo que viviera, Rudolph no olvidaba nada de lo hecho. —¿A qué estúpido jueguito juegas? —Le dice y acto seguido le lanza la toalla de vuelta, el ruso lo sujeta del brazo molesto, mirándolo frente a frente, hasta acorralarlo.

—¿Eso quieres maldito sodomita? ¿Qué te coja? —Demanda saber, tenerlo tan cerca, por un momento le erizo la piel, deseaba a Rudolph, y no lo supo hasta que este se burló de él, pero en el trayecto, había herido algo del coronel, su valor, su orgullo y sus prejuicios.

—¿Y yo soy el homosexual enfermo? Yo por lo menos tengo los huevos suficientes para admitir que me gustan los "maricones" como tú nos llamas, si hubieras hecho lo que amenazaste la noche que me conociste, eso te haría tan maricon como yo... En mi caso salgo ganando, sexo gratis con un idiota reprimido...—Es callado de sus insultos para ser empujado contra las barras por Smirnov, espero un golpe, en efecto recibió uno, pero fue de manera verbal.

—¡NO HARÍA ALGO TAN HORRIBLE Y ASQUEROSO COMO VIOLAR! —Le grito Orrel, temblando y con el firme agarre de los hombros de Müller. Le estaba dando excusas, le estaba explicando lo que hizo. Su prisionero lo mira confundido, no molesto, ¿Desde cuándo aquel duro y frío moscovita mostraba debilidad ante él?, No sabía, que, en su mente, Sergéevich ya sabía muy bien su deseo por él, el alemán desconocía que su captor intentaba abrir su corazón, porque Rudy ya se había abierto de forma indirecta, sentía que, si le explicaba sus verdaderos sentimientos, la verdad que conoce como la única en su vida, tal vez, Müller lo comprendería. —¡Es para intimidar! ¡¿Quién en su sano juicio haría semejante estupidez?!

—¿Por qué te importa lo que piense de ti? —Demanda saber el alemán, tenía razón, no sabía que Smirnov le estaba explicando todo eso, porque no quería que lo viera como un ser despreciable y sin corazón, no quería que lo viera como un monstruo carente de humanidad.

—¡Tengo principios carajo! ¡No haría algo así de asqueroso nunca! —Soltó a Rudolph, puesto que este seguía desnudo y se avergonzó. —¿Podrías empezar a usar pantalones por favor? —Le pide que lo haga.

—No. —Dijo Rudolph. —Aquí está calientito, no necesito más que tu abrigo, la sabana y mis calzones para que no me roce —Dicho eso, volvió a mirarlo a los ojos. —¿Te consideras un hombre de principios? Pues te puedo decir que eso también es una mentira coronel Smirnov, o más bien Orrel... —Cuando menciona su nombre, el corazón del ruso da un vuelco, nunca le menciono su nombre, es claro que se lo dijo Grisha, pero no era el momento para decirlo. —Le juraste a Artemus no lastimarlo y lo mataste... ¿verdad?

—Son cosas diferentes...—Explica el coronel. "Además tú mismo sabes que intento secuestrarte..." se vio tentado a decirlo, pero de nueva cuenta, no creía que fuera el momento para decir aquello, solo debe ser paciente, para intentar razonar con el alemán. Decirle a su tosca manera que no desea hacerle daño, pero no puede, YA le hizo daño, no confía en nada que venga de él, es claro que lo único que le queda, es intentar comunicarse, pero no lo logra, Smirnov sabe amenazar, sabe torturar, engañar y manipular. Pero no sabe hablar con la verdad, porque se vería como alguien débil, teme salir herido y durante más de cuatro décadas ha construido una muralla, un castillo impenetrable lleno de un millar de cerrojos con puertas, sin saber, que Rudolph ya había entrado en su mente, sin esfuerzo apenas.

—En ambos casos destruyes una vida, no veo lo diferente...—Pica el orgullo del coronel, por visto, sí que tiene algo de humanidad en su maltrecho corazón después de todo, Müller quiere explotar esa humanidad.

—¡Tú no sabes lo que es tener que acabar la vida de un hombre! —Grito Smirnov, retándolo, y dichas esas palabras Müller lo encerró en el callejón que construyó para ese momento, al soltar las siguientes palabras.

—¡Claro que no lo sé grandísimo imbécil! ¡Pero me tienes encerrado aquí como si lo supiera! —Luego sujeto del cuello a Smirnov, empujándolo contra la pared, se sorprendió del agarre que le brindo el rubio, hasta ese momento Smirnov no había permitido que su prisionero se le acerque tanto, descuido ese aspecto, recordando, que Rudolph no era solo homosexual, sino un soldado, lo había subestimado.

No reacciono tan rápido, pero igual pudo someter las manos del otro, girándose sobre sí mismo y apresándolo contra la pared, invirtiendo apenas los papeles, estuvo cerca, muy cerca de que Müller pudiera atacarlo. —Si quisiera matarte...ya estarías muerto...—Murmura al bávaro, se retan con la mirada, analizando esos preciosos ojos verdes que le intoxican con un solo vistazo, y ambos dejan de fruncir el ceño, mirándose a los ojos unos momentos, analizando el porte del hombre que tienen a centímetros de la boca, Müller miró los labios que se esconden en esa barba poblada, aunque no lo pudieran predecir, ambos estaban viviendo; en el calor de los gritos, una clara cercanía en sus cuerpos, rozando sus pieles, Smirnov acaricia las muñecas desnudas y pálidas de su prisionero, Müller siente las musculosas piernas rozar sus muslos, el rostro del rubio se ruboriza cuando comprende su desnudez ante un hombre que es claro que lo desea.

—¿Me vas a matar o me vas a besar? —Comenta burlón, intentando romper la tensión, logra su cometido, Orrel lo suelta con lentitud, alejando sus manos del cuerpo de marfil, le vuelve a entregar la toalla, y esta vez sí que se cubre su prisionero.

—Después de lo que te he hecho, es para que otros ya se hubieran rendido, para implorarme que los deje ir... ¿Qué acaso te gusto yo a ti, nazi? —Tras esas palabras el rubio se ríe con ironía, esperaba un rotundo no, un insulto, una maldición por lo sugerido, da más miedo recibir esa sonrisa que recibir su furia.

—No sería la primera vez que me termine acostando con un hombre que quiere matarme...de hecho serias el tercero —Eso sorprendió aún más a Smirnov, se puso nervioso, se alegra que su prisionero no percibió como comenzó a temblar cuando le explico ese intimo asunto de acariciarse, la idea de que pase lo asusta, sin embargo, no puede evitar imaginarse que se sentiría. —Aunque yo soy el que siempre termina perdiendo, soy el idiota sentimental de la relación...—Orrel lo observa de arriba abajo, intentando decir algo, pero no puede, sabía secretos vergonzosos de la bitácora de su prisionero, pero no quiere decirlo, porque sabe que es algo privado, sabe que Rudolph se encariña rápido con las personas, sabe que es pasional y sentimental, sabe que es sensible, sabe todo eso, todas esas debilidades. Pero no puede usarlas contra Rudolph, no quiere hacerlo, no quiere quebrar el espíritu luchador y tenaz de aquel rubio. —Soy esa pobre cenicienta que nunca tendrá a su príncipe. —Dice burlón, pero muy en el fondo, Smirnov sabe que lo dice para hacerse el fuerte, es un alma sensible, por obvias razones, es claro que este maldito nazi no mató a Konstantin, se jacta de una moralidad de no asesinar a nadie, y al hurgar en su intimidad, descubrió cosas tan intimas como su soledad.

Debe saber más de Müller, debe comprenderlo al cien por ciento para dictar una sentencia sobre él, debe partir a la expedición cuanto antes, encontrar más información de su persona...y luego...luego no sabe qué hará...por primera vez en años, siente que al fin una sola persona lo comprende, y tenía que ser un maldito nazi.

—Se nota...—Con eso dicho, guio a su prisionero a darse un baño, intentando no perder el objetivo real por el que tenía a Rudolph prisionero, el muerto Ivanov ya no estaba entre esos motivos.

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No intercambiaron muchas palabras en la intimidad del baño, esta vez no lo apuro, lo dejo salir hasta que termino, seguía sintiéndose débil al ver a Müller desnudo, secando sus cabellos dorados, su fina piel cuyas gotas de agua suavemente se escurren entre sus muslos, se detuvo a ver unos cuantos momentos el sexo del rubio, tierno y sonrosado, vello transparente, apenas perceptible, elegancia y alcurnia dignas del posible duque que alguna vez pudo ser, una belleza descomunal. Cuyos ojos resplandecen como la esmeralda a la brevedad de la luz, sus labios tan carnosos, bellos, suaves, un poco abultados, porque Rudolph tiene el hábito de morderse el labio cuando está pensando, ello sucede a menudo.

Le hecha un buen vistazo a los glúteos, son tiernos, musculosos, y tiene un lunar muy peculiar entre sus...

—Ejem, Coronel... ¿podrías ayudarme a levantarme? —El mastodonte se acerca, sujeta la cintura húmeda y delgada del rubio, este jadea de dolor cuando lo alza entre sus brazos.

—No debiste salir a las tuberías, ese lugar está lleno de porquería, espera...—Alza por completo el cuerpo entero de Müller, desnudo entre sus brazos, mirándole el pie. —¿Qué es esto? —Hace una pausa al ver que había una lacerada en su tobillo, al lazo de la herida que en teoría había cicatrizado.

—No lo sé, estaba tratando de llegar más rápido de regreso...alguien me advirtió de ti...—Parafrasea, no muy convencido de delatar a Grisha.

—Grisha me dijo que él te ayudo, no sirve de nada ocultarlo, además no puedo matarlo, es demasiado importante para mis batallones, es el mejor cirujano disponible en esta parte de Moscú...—Cargo a Rudolph a su celda, hasta que vio que la herida tenía pus, sangraba apenas zarandeo un poco al hombre entre sus brazos. —Mierda...—Se acerca la linterna, y nota que comienza a sudar, la herida se pone morada. —Mierda, Rudolph. ¿Dónde carajos te hiciste eso? Se te está infectando... ¿no lo sientes?

—No he sentido el pie desde hace tres noches. —Con eso dicho Smirnov lo mira horrorizado.

—¡¿Por qué mierda no me lo dijiste?! —Demanda saber mientras saca una venda, toma la botella de alcohol y moja la venda para ir limpiando la sangre de la herida.

—Hace tres noches me rompiste la nariz... ¿Qué esperabas? Hasta hace poco era tu enemigo, no sé qué te traes para andarte preocupando por mi... —Se cubrió con la toalla su entrepierna, pues seguía semidesnudo. —Oye, era broma lo de fornicar contigo, no por ayudarme te la voy a chupar...—Interpreta frunciendo el ceño, pero Orrel está más preocupado atendiendo la herida que pensando en la ironía de los labios de su prisionero.

—¡Ya te dije que no quiero hacerte eso! —Aclama furioso, mirándolo a los ojos, otra vez, cerca de su rostro, mientras sujeta la pierna desnuda entre sus manos robustas, estaban muy cerca del otro. El rubio frota su pierna contra el pecho de Smirnov, y sonríe cuando este la suelta para dejarla sobre la cama.

—Me estabas tocando el muslo. ¿No está muy cerca del tobillo verdad? —Luego pone un rostro serio, para suspirar. —Hablando en serio, no sé porque actúas así. ¿Por qué te preocupas por mí? —Y Smirnov hace a irse, tenía que buscar más vendas para curarlo, pero Rudolph lo jala del brazo, atrayéndolo hacía él. —Pocas veces puedes mirarme a los ojos...—Toma el mentón del coronel, un atrevido movimiento para tenerlo de frente.

—Suéltame maldito maricon o te juro que te voy a...—No dijo nada más, porque Müller se acercó tanto a su rostro que su nariz rozo con la de él, se quedó congelado, al fin, Rudolph lo sintió temblando entre sus manos, lo sabía...ahora Rudolph sabía que temblaba cada que lo tenía a su lado.

—¿Por qué estas temblando? No doy miedo, de hecho, yo debería temerte...pero estas actuando raro, ya no me ves a los ojos, si puedes evitas tocarme. ¿En serio quieres...? —Comenta señalándole su cuerpo, como quien señala un platillo del menú que ansía devorar. Orrel tardo tanto tiempo en contestar que Rudolph se sonrojo, el rubio se enderezo sobre la cama, sorprendido de lo visto. —Oh... vaya, yo...no esperaba eso...no así...—Se ruborizo, una cosa es insinuarle obscenidades para atormentarlo, otra diferente es lidiar con el hecho de atraer a su captor. —Bueno, nunca me he acostado con un ruso, así que...supongo que no tendría nada de malo experimentar...—Al coronel le sorprendió lo rápido que el rubio acepto sentirse interesado en él, sentir deseo por igual, no lo negó, ni disimulo, no fingió. —Pero... ¿por lo menos puedo pedir que me liberes si me acuesto contigo? —Cuando dijo esas palabras, Orrel arrugo la frente, alejándose de la cama, claro, era demasiado bueno para sonar como verdad, el afecto y el deseo no van de la mano en la situación, nunca se le ocurriría aprovechar su posición para adueñarse del cuerpo de alguien.

—Te lo dije...tengo principios, no haría eso...—Esta vez, Müller no comprendió a que se refería. No comprendía porque Smirnov le dijo que no, en más de una ocasión había lidiado con entregar su alma unos minutos con tal de obtener su libertad, el pecho de Orrel se estruja, porque con esas palabras podía comprender como lo ve su prisionero, y tiene razón en pensarlo, lo ve como un monstruo.

—Perdón yo no...no te entiendo...—Intenta comprender sus palabras, no entiende la negativa.

—No podría hacer algo así...—Toma la botella de alcohol, coloca un puño del líquido para terminar de mojar el paño, prosiguiendo a curar la herida de Müller, este sisea por el escozor. —Yo nunca tendría las agallas para acostarme con alguien que no desea hacerlo...no, no podría vivir sabiendo que me humille a ese tipo de cosas con tal de tener a alguien en mi cama...—Sujeto la pierna para vendarla, suspira resignado. —No me vuelvas a sugerir algo así, no te he faltado al respeto de ese modo. —Cuando dice eso, Rudolph se ríe, Smirnov frunce el ceño.

—Te recuerdo coronel, que me llamaste puta por decirte que me acuesto con quien me da la gana. Así que si, ya me has faltado al respeto, me tienes prisionero, pero bueno, estamos en guerra, yo he tenido prisioneros, eso lo puedo comprender...—Luego, prosigue a tocar su tobillo vendado. —Lo que no comprendo, es el motivo real por el cual estoy aquí...me habías dicho que, porque era un enemigo, luego porque asesine a alguien del cual tú me acusas. Pero tú y yo sabemos que alguien tan enclenque, con nulo entrenamiento con una bayoneta, podría hacer semejante acto, menos después de decirte lo despreciable que me parecen los hombres que asesinan...como tú, tengo principios, no rompería uno solo por ese simple hecho de salvar mi vida, te dije lo que querías oír esa noche que me trajiste aquí. Creo que yo me merezco obtener respuestas también... ¿Por qué estoy aquí coronel? ¿Ya te enamoraste de mí y no puedes admitir debajo de esa coraza de emociones tu eterno amor hacia mí? —Tras bromear con lo dicho, el coronel se levanta, se aleja de la celda, Rudolph dijo una gran verdad, ambos saben que Müller no está en esa celda por ser un prisionero, ni por ser el asesino de nadie. ¿Por qué está ahí?

—Me tengo que ir...—Tiene prisa por irse, huir como siempre lo ha hecho toda su vida, huir de la verdad. La mano del rubio lo detiene y Orrel lo aparta furioso. —¡No me toques maricon!

—¡Eres tan maricon como yo Orrel! —Dicho eso, Smirnov intenta zafarse de su agarre. —¡Pensar en acostarte conmigo es de un homosexual como yo! ¡No puedes huir de la verdad! ¡Solo te traerá desgracia! —Ahora sí que le dolió, Müller no necesito picar mucho más en saber porque estaba en esa celda, Orrel, sin saberlo, buscaba una respuesta sobre un porqué de su homosexualidad, mediante alguien como Rudolph, alguien que ya vivió ese tiempo, ese tiempo de comprenderse así mismo. Rudolph intenta hablar con él, ya entendió porque está ahí, a la mierda la guerra, a la mierda aquellas cargas pasadas, Smirnov se va corriendo, temiendo a su manera enfrentarse a la realidad. —¡Espera! ¡Orrel, escúchame! —No quiso escuchar, no podía verse obligado a escuchar, la puerta se cierra de un fuerte empujón, se nota que en las carreras el ruso no se fijó siquiera por donde iba al correr, con aquella dramática huida, Müller se recostó en su cama, intentaba reflexionar sobre lo oído, pero unos pasos pesados volvieron a su presencia, viendo que Orrel regreso, abrió la ventanilla de la celda, y Müller vio como el moscovita regreso para dejarle una nueva bandeja de comida, para volver a huir.

—Olvide darte de comer, saldré un tiempo, nos vemos en unos días, emm adiós...—Y se fue, como alma que lleva el diablo, es impresionante como Smirnov mató el drama de su huida, para volver a darle de comer, pero yéndose sin querer hablar mucho, apenas indicándole que vendrá una ausencia prolongada para volver a encontrarse.

Rudolph termino con un plato de comida en sus manos, más confundido que antes, y nota algo, en su bandeja, había una caja negra, un lazo blanco unía las tapas, curioso del peculiar y sospechoso regalito, lo desenvuelve con delicadeza. Entre sus manos yacen una serie de chocolates, inclina su rostro, del interior de la caja cae una muñeca Matrioshka, para terminar, yaciendo sobre la cama, la tomo, nunca había visto una antes, era de madera de tilo, de peso ligero, cabía en su mano, en este caso la muñeca era de siete piezas, por lo dicho en la mini etiqueta en ruso. —Eres como esta muñeca Orrel... llena de piezas que incluso tú no sabes que tienes... —Y sin más, le quito una tapa a la muñeca, dejando ver una más pequeñita.

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Cuando el coronel termino de atar la última bolsa, deseo que hubiera unas siete bolsas más, puesto que irse al frente de batalla, significaba que debería dejar solo a Rudolph, aunque no lo pareciera, la idea de alejarse de su prisionero, le transmitía más que paz; una profunda cruz en el pecho, se repetía constantemente por qué se iba. "Tengo que ir para recuperar las pertenencias de él...voy a regresar, voy a regresar...". Se llevaba repitiendo lo mismo durante varios minutos, iba de aquí allá, revisando sus anotaciones, nada, le dejo todo encargado a Sasha, quien junto a Alexei, guardaban a sus perros en vano, los perros siguen cumpliendo misiones y deberes, pero si llegan a ver que Orrel se va en un auto y su aroma va desapareciendo, se estresan, sobretodo Shenka, la cual ya le estaba ladrando.

—Eh, Shh, tranquila...—Morozóv no puede calmar a la pastora caucásica, ladraba por la correa que le pusieron, cuando Orrel debe irse siempre tiene que amarrarla, puesto que esta puede colarse entre sus pertenencias y seguir a Orrel a la batalla. —Apura coronel, se está estresando mucho...—Dicho eso le chifla a la perrita, le lanza una chuchería, distrayéndola, Alexei termina de empacar, pensando que también le tocaría ir al frente, de mala gana viendo a Smirnov, este le frunce el ceño por igual.

—¿Me subo atrás entonces? —Pregunta Petrova a su coronel, con clara furia en su tono de voz, para luego ser recibido por una risa, Orrel se notaba que se traía algo entre manos, si bien debe lidiar con partir lejos de Müller, no olvida que tiene un plan entre manos para hacer sufrir a los Petrova.

—Tú no vas, imbécil, pero ellas si...—Con su mentón señala detrás de Petrova, para dejar ver como el batallón de Natasha iba rumbo a los camiones, para fijar rumbo al convoy de su coronel, entre ellas, Galya, quien cargaba su bolsa de viaje, literalmente la iba a mandar a la batalla directa, a una mujer inexperta, furioso Alexei reta a Orrel.

—¡No! ¡No vas a mandar a morir a mi hermana en una puta trinchera! —Le grita, alzando su voz, Natasha guarda silencio, señalándole a Galya subir al convoy con ella, las mujeres hacen caso omiso a la pelea que tiene su camarada superior con su subordinado, están acostumbradas a esas peleas, Galya está expectante, esperando que su hermano no sea castigado. La voz de Petrova es callada por Sasha.

—Alexei, es orden del coronel, vuelve a tu posición...—

Antes de que Petrova pudiera espetar contra Sasha, es callado por un guantazo de parte de Smirnov, quien le dejo ir una severa cachetada que lo tumbo al piso. Mira aterrado a Orrel, lo hizo caer contra el lodo, se levanta tambaleante. —Soy un hombre paciente hasta cierto punto Petrova, pero hay de ti donde me vuelvas a levantar la voz. Pegarte, juro que será una suave caricia comparado con lo que puedo llegar a hacer...—Reiteradas veces el coronel debe dejar salir una muestra clara de dominancia sobre sus batallones es cuestión de estatus lanzar puñetazos y golpes, se vería débil permitir que un simple cabo le ande gritando, haría ver que Smirnov era un hombre de autoridad cuestionable, para casos como el de Alexei, le permite una advertencia.

—¡¿Por qué haces esto hijo de puta?! ¡¿Por qué quieres destruirme a mí y a mi familia?! ¡Por tu puta culpa Mathias ya ni siquiera nos habla! —Quería una respuesta, pero Smirnov sonríe, emitiendo una gutural risita, mientras les coloca aire a las llantas del Jimmy.

—Rudolph Müller... ¿te suena el nombre? —Susurra en un tono más bajo y confidencial, el chico se queda frío, al instante dejo de reclamar, para brindar silencio, mirando al piso. —¿Creíste que no me enteraría? ¿Creíste que no serias castigado por ayudar a un enemigo? ¿Qué no me enteraría de como tú y tu puta hermana han estafado durante meses a Mathias? Yo solo puse el último clavo en el ataúd... —Menciona haciendo apología cuando Alexei lo salvo de suicidarse.

—Maldito bastardo... ¡Estas manipulando todo a tu conveniencia! ¡Galya y yo solo queríamos sobrevivir a la crisis de la guerra! ¡¿Es eso un crimen?! —Alexei, con toda la verdad en sus labios, acaba de confesar ante todos, lo que ya se rumoreaba entre los batallones del coronel Smirnov, que Galya y su hermano habían estafado a su amigo de toda la vida.

—¿Mentir para manipular a un hombre a gastar el ultimo rublo que tenga para satisfacer la vanidad con joyas de tu hermana, en medio de una crisis de escala mundial como la que vivimos? —Contesto el coronel de vuelta, dejando mudo al cabo, haciendo un drama y escándalo del asunto, recalcándolo, para que desvirtúe la opinión que se tiene sobre los hermanos, aunque dicho asunto se pudiera resolver debajo de la mesa, exponerlo al escarnio público es una de sus tantas venganzas. —Da gracias al cielo que le agradas a Sasha, o tu hermana ya sería la zorra de los batallones y tú, estarías en un gulag si yo llegara a decir una sola palabra, no siempre seré un hombre bondadoso...—Habla sonriente, Shenka se escapa del agarre de Sasha, para de un brinco saltar a la parte trasera del vehículo, acaricia la cabeza de Shenka y sonríe.

—Ojalá pudiera volver al día en que te salve de que te dispararás, maldito bastardo...—Cual víbora, suelta veneno, odiando en lo más profundo de su ser al coronel, furioso huye de la atención de los presentes, para refugiarse en la soledad de sus emociones, intentando que no lo vieran llorar, se veía avergonzado, porque era cierto, aquello de lo que lo acusaba Smirnov era cierto, si, él y su hermana lo habían manipulado para que los ayudara durante aquellos tiempos, incluso sabiendo que a veces Mathias pasaba hambre, usando a Galya como un instintivo para ello.

Galya permaneció arriba del convoy, intentando buscar con su mirada a Mathias, debía hablar con él, explicarle las blasfemias que el coronel había dicho en su contra. La fortuna le sonríe, porque Vasíliev escucho el alboroto y fue testigo de lo visto. La francotiradora va corriendo para hablar con él, baja del convoy.

—¡Eh! Reyna del drama, partimos ya, tu ex y tu hablaran al regreso, no ahora...—Grita Natasha, pero Galya la ignora, las chichas fruncen el ceño.

—Será un dolor en el culo tener a una idiota que no sepa obedecer cuando la llaman...—Comenta una castaña, cargando su arma, la opinión que tenía de ella, se contrae para mal con rapidez.

La chica termino alcanzando a Mathias y este frunció el ceño. —Espera, déjame explicar, lo que dijo el coronel no es cierto...

—¿No es cierto que jamás me diste una respuesta Galya? —Comento con tranquilidad, atando una bolsa con cuerdas.

—Es que no me sentía segura...

—Eso yo lo entiendo Galya, no las falsas esperanzas de una relación que tú no querías, prometiste que después vendría el compromiso, si sabías perfectamente que no sientes nada por mi... ¿Por qué mentiste? —Desea saber, ella tiene la cara arrebolada al verse descubierta por la vergüenza.

—Porque...en verdad quería ese collar, y vi que te tenía disponible... No es mi culpa que tú seas un quejica y que se lo contaras todo a Orrel. ¡Tú debías guardar silencio, si te hacías llamar un hombre! —Al terminar de decir eso, Mathias agacha la cabeza, esa conversación privada no era para pedir disculpas, como parecía, era de Galya intentando volver a engatusar a Mathias. —Además... ¿en serio pensaste que me casaría contigo cuando tú ya tienes familia?

—Yo te dije que soy divorciado, mi ex esposa se volvió a juntar con otro hombre, si soy padre, visitaba a mi hijo hasta antes de la guerra...y antes de las deudas que me acarreaste...—Galya refunfuña, viéndose descubierta.

—¡No es mi culpa que tú no supieras conservar tu miserable matrimonio! —Grita, y Mathias se gira a mirarla, decepcionado, negando con la cabeza.

—Si me hubieras mentido, diciéndome que sería para tus padres, o para una deuda, o porque realmente tú y Alexei lo necesitaran...yo lo habría entendido, hubiera entendido la mentira...—La confronta, desaprobando su trato.

—¡Mira en la situación que me metiste! ¡Mi hermano y yo somos la burla de estos idiotas! —Dice en alto, las chicas se ríen, a cada momento, los Petrova cavaban su tumba social entre los miembros del batallón. —¡Me sorprende que siquiera yo te gustara, podría jurar que eres solo un maricón que se quería coger a mi hermano y como no pudiste, intentaste meterte conmigo! —Se queja furiosa, Orrel escucha los gritos con una sonrisa.

—¡Ya cállate puta busca fortunas! —La abuchea un cabo que iba de paso, escuchando todo el asunto, una multitud de abucheos resonó contra Galya, Mathias apretó los labios, con notoria incomodidad porque su pelea se haya vuelto un espectáculo público.

—Eh, cálmate tarado... —Muy a pesar de la desagradable situación que estaba teniendo con la pequeña castaña, Vasíliev no dejo de defenderla de aquel insulto. —¿En serio piensas que eres la única que la está pasando mal con lo que ha dicho el coronel? Me ven como poco hombre, como tú idiota...pero me alegra saberlo, me alegra saber la verdadera clase de persona que eres. Haberlo descubierto después hubiera sido mi ruina. —Se escucha el sonar de un claxon, llamaban a Galya para que subiera de una vez a su lugar en el transporte. —Si viniste solo a insultarme, pues ya te escuché, adiós...—Luego de decir eso, se retiró a las sombras, ignorando por completo a Galya, la chica fue recibida por un chiflido. Orrel la llamaba.

—¡Sube al convoy, ahora! —No fue una sugerencia, debía subir o se iba a meter en serios problemas, la primera vez que subió al convoy, Natasha le dio la mano para ayudarla a subir, esta vez, cuando Galya estiro su mano pidiendo la de Natasha, está la ignoro, y otra chica la miro, para posteriormente apretar la cajuela trasera, apretando los dedos de Petrova haciéndola gritar adolorida, termino de subirse apenas, la chica se enderezo, notando la mala vibra a su alrededor. Se sentó, molesta entre ellas.

—No es mi culpa que ustedes sean unas machorras que no saben seducir a hombres... —Con grima y desprecio sobre sus compañeras Galya insulta a las mujeres presentes, para ser recibida por un estallido de carcajadas, burlándose de ella.

—¿Por qué no arrojamos a la princesita a la nieve? —Comenta una de las francotiradoras, analizando a Petrova.

—Si rezamos lo suficiente, tal vez un alemán le dispare en las tetas...—Dice otra, Galya se había enemistado en un muy mal momento de sus compañeras, Natasha permanecía en silencio, no dando un juicio y veredicto sobre nadie, puesto que tenía otras cosas de que preocuparse, sobre todo, de la tormenta de balas que iban a vivir. Y eso, era más importante que un corazón roto o una traición de momento.

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La pelirroja paso buena parte de la tarde redactando y mecanografiando muchos de los mensajes que Alphonse le hacía transmitir, ambos permanecían con las luces bajas, el sonido de los dedos taquigrafiando se escucha, puesto que solo ellos dos se encuentran en ese punto, sin más Alphonse se pone a fumar, y suelta un suspiro de resignación.

—No tiene caso seguir aquí...no me llegan noticias ni del regimiento que comandaba el general Müller, ni noticias de las zonas aledañas, nadie sabe dónde está precisamente, por tanto, una misión de rescate de la quimera moscovita es imposible. —Explica a la pequeña Annelise, quien seguía redactando, utilizando la reconocida maquina enigma, debían la pelirroja cambia el código mensual de la máquina, para luego tomar otros documentos, permitiendo así que pueda mandar mediante un telégrafo, puesto que ambos se encuentran sin muchos soldados a su lado, era solo cuestión de tiempo para quedarse incomunicados, necesitaban mandar todos los datos pendientes que Gerlach tuviera en la zona de aquella base, y después tendrían que evacuar. —Rápido señorita, debemos irnos, estar en esta zona nos terminaría volviendo prisioneros...y lo que les hacen a las mujeres alemanas es indescriptible. —Dicho eso, Annelise termina de mandar la última palabra, asintiendo efusivamente.

—Bien, he mandado mensajes al SS-Brigadeführer Johann Wolfgang, termine de mandar nuestra situación de retirada de este frente, reagrupándonos a la zona de Smolensk... ¿algo más herr comandante? —Müller no se inmuta ante las advertencias de Alphonse, este sin más saca de su bolsillo una pistola Luger P08 y un cargador de ocho cartuchos, los coloco sobre la mesa, entrándoselos a Annelise, quien se queda perpleja de ver el arma.

—¿Sabe usar una de estas? —Cuestiona y ella niega con la cabeza. —Es una 9 milímetros, es pesada para las muñecas femeninas, así que en tu caso deberás sujetarla con tus dos manos cuando tengas que dispararla. —Le dice señalándole el cañón, como sujetarla y empuñarla.

—¿Por qué es pesada para las manos femeninas? —Pregunto curiosa mientras la sostiene.

—¿Acaso cree que los fabricantes de armas consideran a las mujeres promedio para ensamblar armas? Vi como una enfermera le disparaba a un soldado ruso una vez, y noté que le costó sostenerla con una mano, están hechas para ser manejadas por hombres, por tanto, tú tienes una desventaja, pero es lo que tengo para darte. —Al tiempo de hablar le da otros dos repuestos para el cartucho de Annelise.

—¿Por qué me das tu arma? —Ella desconoce mucho del campo de batalla, su área se enfoca más en la aeronáutica.

—Mientras nuestro regimiento viene a llevarnos a Smolensk, estamos solos aquí, rodeados de bolcheviques, es muy probable que terminemos liándonos a puñetazos con uno que otro ruso, por ahora, tú eres el único soldado que tengo a la mano frau Müller... —Y carga otra Luger que tiene de repuesto. —Recuerde, los refuerzos llegaran en máximo unas dos horas, oremos porque no venga un pelotón de reconocimiento por la zona, en lo que abandonamos este lugar...—Tras decir eso, Gerlach termina de hacer una maleta que tiene tinta, papeles y su uniforme, la joven suspira.

—Esto nos aleja de la posibilidad de saber algo de mi hermano...—Explica ella, con desosiego en su voz, Alphonse se vuelve a verla, con resignación.

—No podemos hacer más, no hay señales de donde está, atacar a ciegas es una misión suicida y sin sentido, no podemos intentar ir armados con dos pistolitas contra un ejército de dos millones de hombres. Comprendes eso, ¿no? —Le dice y ella asiente, con los labios fruncidos, apretando el agarre sobre una pluma, la respuesta de Alphonse, aunque ruda, es cierta, por más que desee salvar a su hermano, no puede hacer lo imposible. —Bien, empaque sus cosas, las pocas que tenga, tendremos que dejar la máquina de mecanografía, es demasiado estorbosa... —Mientras, dio rumbo a un cuarto para buscar unas pertenencias suyas.

Annelise se levantó de su lugar, tomando su pluma, su uniforme, el medallón que le regalo Rudolph y luego recordó algo, las pertenencias de su hermano. En el contexto que ella se encuentra, aquel lugar donde precisamente estaba era una base hecha en un edificio desalojado de sus antiguos habitantes e improvisado por las Waffen-SS, por tanto, apenas solo una semana antes ahí estuvo su hermano, comandando, necesitaba una pista, una declaración, algo, una brújula que la guíe a él.

Inspecciono un rato los pasillos, mientras analiza la Luger entre sus manos, por azar del destino, su pie se atora en una valija, lo cual la hace agachar la mirada al piso lleno de lodo y nieve, pero se da cuenta de un detalle particular, reconoce al dueño de dicha, la toma entre sus manos, sacude el polvo de ella y la abre, si, era la maleta de su hermano. Busca a su comandante y le chifla.

—¡Herr comandante! —Lo llama, este camina rápido hacía ella, para encontrar lo que le señala. —No sabía que tenía las valijas de mi hermano, creí que se habían perdido...

Alphonse la miro perplejo, se notaba que no esperaba encontrar aquellas pertenencias. —Yo tampoco lo sabía... —Murmura, ahora preocupado, chista en silencio cuando Annelise no lo ve, pues ella se concentró en encontrar más valijas de su hermano. "¡ME CAGO EN LA PUTA!" Para la mala fortuna de Gerlach, un equipaje cualquiera no es de importancia, pero el equipaje de un general como lo es Rudolph si es importante, porque incluye muy probablemente documentos de carácter confidencial del tercer Reich. Por tanto, ahora se ven obligados a cada jodido calcetín que haya traído su general, deben llevarlo a rastras.

Annelise encontró un cuarto, mientras jala la valija, dejándola en el piso, revisando que, en efecto, todas son propiedad de su hermano, más preciso porque todas las valijas de Müller son sofisticadas, de carácter importado, aparte tiene sus iniciales grabadas en todas ellas, curiosa abre una que otra maleta, excepto una que tenía una combinación que impedía abrirla, se rindió de tratar de abrirla al instante, ocupando su vista con otras. A juzgar por el polvo en ellas, ni siquiera fueron abiertas cuando Rudolph las tuvo a su disposición, debió de estar más ocupado planeando el ataque que realizaría que en desempacar.

Sin saberlo, a una hora de camino, el coronel noto vestigios con los binoculares del edificio, no convencido de que este estuviera abandonado, puesto que hace ocho días le perteneció a Rudolph, era claro que ahí encontraría algo relacionado a su prisionero, le truena los dedos a la otra conductora, ambos se detienen y Orrel baja del Jimmy.

—¿Qué ocurre? —Pregunta Natasha, mientras baja el fusil.

—Baja, es muy probable que dentro del edificio haya soldados, sube al Jimmy, voy a adelantarme, rodeare el lugar para verificar el perímetro. Ponte al volante, móntate adelante y guía a la otra conductora por el camino principal, enciende las luces, la neblina esta fuerte...—Ordenado aquello, Smirnov se aproxima corriendo al otro auto, donde comenzó a destapar otro aparato.

—Espera, ¿Cómo te adelantaras? ¿Iras corriendo acaso? —Comenta Kozlova subiendo al frente del auto, para su sorpresa, su coronel baja de una patada el aparato, este se desliza contra la rampa de dos tablones de madera que improviso el coronel, en la nieve cayó un Aerosan RF-8 / GAZ-98, Natasha confundida vio el aparato, no muy convencida de que era esa cosa. —Espera...parece un trineo...—Su curiosidad es despertada con aquel aparato.

—La NKVD me mando este modelo directo de la fábrica, no está ni siquiera terminado de pintar, solo tiene la estrella roja, pero voy a probarlo en combate, un camarada mío llamado Borgóv me vio hace unos días para presentarme este prototipo, y decidió usarme como conejillo de indias para ver qué tan efectivo es en algunas misiones, antes de mandarlo a distribuir por toda esta zona de guerra. —Dicha esa explicación Orrel se sienta en el compartimiento del tándem, para ver el peculiar motor, intentando accionarlo, en el transcurso de la guerra le ha tocado probar muchos aparatos para ver cuál funciona para un mejor combate.

Natasha, aún curiosa, ve como su coronel se sube a este aparato, apenas con una mochila de carga, colocándose un ushanka y amarrándoselo en la barbilla, pues la neblina esta fuerte, se coloca unos goggles para poder ver el camino durante el trayecto. —Pero ¿Qué es? No me dijiste...

Orrel se montó delante del tándem, para dirigir el trayecto, jala la palanca, dándole empuje al motor de tipo aviación radial GAZ Shvetsov M-11, sin más el rugido del motor no tardo en accionarse, la hélice arranca con facilidad, el coronel sale a toda carrera contra la nieve, gritándole a Natasha. —¡La llaman moto de nieve!

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(RF-8 la primer moto de nieve Soviética usada en combate se empezó a repartir a principios de Enero de 1942 en Rusia, por tanto ya estaban terminando de patentarse en el Diciembre de 1941).
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Con una sonrisa, para matar el tiempo, Annelise abre una de las maletas, en esta precisamente encontró fotos de Rudolph con su familia, amigos y conocidos, sigue escarbando para cruzarse con un traje de gala del uniforme de Gruppenführer, tras buscar un poco más encuentra varios discos de 78 RPM, ello explica porque entre las pertenencias de su hermano se encuentra un gramófono, seguro era de su propiedad también, su hermano siempre ha tenido un gusto exquisito para la música, clásicos italianos, óperas alemanas, francesas, españolas, norteamericanas; su gusto y repertorio es amplio, oculto rápidamente un disco de swing, para que Alphonse no lo viera si por alguna razón estaba detrás de su espalda. El swing está considerado música degenerada hecha por negros en el Reich, pero a Rudolph jamás le importo la censura, su hermano siempre tan polémico.

Sabía que hizo bien en investigar con propiedad las maletas, se levanta para cerrar la puerta unos momentos, para luego suspirar. Quería llorar, se negaba a aceptar que había perdido a su hermano, tal vez para siempre. ¿Y si ya fue asesinado? Annelise comienza a lagrimear, intentando no derrumbarse, pero al ver la ropa de su hermanito, ver los discos que ambos solían bailar borrachos en algunas fiestas de Múnich o Budapest, le rompió el corazón, no podía aparentar que no tenía emociones, era tan sentimental como él, solloza en silencio unos momentos, tomando entre sus manos la camisa bordada con su nombre, la que justo ella le había dado, notando lo impecable que esta, sabía que él era fuerte, persistente y tenaz, no se daría por vencido fácil.

Consciente de su soledad, se agacha, para sentarse en una cama improvisada, con apenas una tela blanca, para sacar un rosario, en el Reich, no se permitía practicar ninguna fe, por tanto, ella debía preservar dentro de su camafeo una foto de su madre y padrastro, y al lado, un muy pequeñito rosario. Se sentó en silencio, besando la cruz, hablando en voz baja. —Dios, si estás ahí, si escuchas mi plegaria, entre las cientos que hay cada día... solo te pido, que el este a salvo, necesito saber que él está vivo, te lo pido, mándame una señal...—Terminando su plegaria, guarda su rosario junto con el camafeo en el interior de su cuello, escondiéndolo.

Se levanta, determinada a no dejarse derrotar, momentos de intimidad como esos, en los que ella puede dedicar unas simples plegarias sin ser juzgada, valen oro para ella, le devuelven energías que ella necesitaba recuperar. Con una mejor actitud se limpia los lagrimales, para así salir, no encuentra a Alphonse, pero momentos después escucha que este va corriendo hacia ella.

Por visto, alguien si escucho sus plegarias.

—¡Rojos! ¡Vienen justo de Moscú! —Advierte para jalar de la mano a Annelise, para comenzar a correr de aquel lugar, debían escapar y se habían quedado sin tiempo alguno para tomar nada, se quedaron sin esperar refuerzos. —¡Tendremos que dejar todo, mete todo en una mochila, carga solo lo que puedas, debemos huir ya! —La apura, quedando confinados a una zona de garajes, le lanza una mochila destinada a un cabo, ella abre su maleta y mete sus cosas ahí, dejo la mitad de sus pertenencias en ellas, Alphonse por igual, este último vio furioso que había dos convoyes dirigiéndose hacia el edificio, sin notar que una moto de nieve ya había rodeado la zona este del edificio, aparcada justo por fuera del garaje sin que ni Alphonse ni Annelise lo supieran.

—¿Qué hacemos entonces? —Demanda saber ella, Alphonse la sube al vehículo sin dudar un instante en el asiento copiloto.

—Veo mujeres...si tenemos suerte tal vez nos tomen prisioneros, pero hasta ese momento carga tu arma, tenla en la mano, no en la cartuchera. —Luego de prepararse, toman sus mochilas, linternas de mano, encendedores y latas de comida y botellas de agua. —¡Frau Müller, de prisa! —La llama, para así terminar de colocarle un bidón de diésel a un auto.—¡No voy a abrir la puerta, voy a acelerar y romperla, colóquese el casco frau Müller! —Sin más le coloca el casco en la cabeza a la pelirroja, esta se hizo un moño, para luego colocarse el cinturón con prisas, mientras Alphonse busca sus llaves, las mete rápidamente, enciende el motor, pero nota algo, las llantas no se veían del todo bajas, pero no quitaba que ahora que las mira bien, nota varias pinchadas. —¡¿Qué mierda?! —Antes de que pudiera bajar, escucho el accionar de una Shpaguin, la metralleta estaba cargada y lista para disparar contra la cabeza de Gerlach, Annelise suprimió un grito cuando vio a la enorme figura del coronel amenazandoa Alphonse. 

—Bajen con las manos en alto, AHORA... —Amenazó el coronel.

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Continuará...

(Bebés, este capítulo quedó tan largo que tuve que dividirlo en dos partes, si son fans de Orgullo y Prejuicio van a notar numerosas referencias a esta durante las dos partes, garantizo que son divertidas.

Nenes, la tensión entre el coronel y Rudolph estan fuerte que apenas y lo intentan reprimir. Les dejo pregunta spara la siguiente parte de este capítulo.

¿Qué pasará con Annelise y Alphonse?

¿Serán asesinados por el coronel?

¿Volveremos a ver a Johann en la trama?

¿Orrel y Rudolph harán el delicioso?

¿Alexei y Galya se vengaran de Orrel por lo que les ha hecho?

¿Que clase de plan tiene Orrel para Rudolph, porque desea tenerlo a su lado?

¿Volveremos a ver a Borgov en futuros planes de Orrel?

¿La heterosexualidad de Orrel ha disminuido un poco más esta parte?

Muchas preguntas, próximas respuestas, recuerden dejarme que les pareció este capítulo, felicitaciones a Camila que le atinó a un spoiler SUPER HORRIBLE de lo que pasará en la trama, 0: nos leemos en la siguiente parte de este capítulo, los leooo~)

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