Un amigo más
—¿Qué haces?
—Cuánto tiempo sin verte Cela, veo que aún tienes gustos por los dulces.
—Veo que aún te gusta acosar.
—Hum, hace como cinco años que no te veía, ¿así es cómo me vas a saludar? —Pregunta Andrés entre una pequeña sonrisa.
—Ni siquiera tengo intención de hacerlo.
—¿Éramos amigos o no?
—Claro que no, tú y los otros solo vivían para molestarme entre clases.
—Era divertido.
—Tal vez para ti. —replico mientras le quito el libro de las manos.
—Es bueno verte, casi no has cambiado nada, sigues con ese mismo humor.
—Aparentemente hice enojar a alguien importante en los cielos, ya tengo demasiadas cosas en la cabeza para tener que manejar también contigo Andrés. — digo molesta saliendo de la tienda.
—¡Espera! Cuando te vi parecías que querías comprar algo.
—¡Ya no!
—Vamos, no seas así Cela, solías ser más divertida. Es la misma razón por la que nunca te invite a salir, aunque siempre quise. —dice viéndome a los ojos.
—Tengo que irme.
—Espero volver a verte.
Andrés un chico alto de pelo clara y tierna sonrisa, algo delgado, su familia proviene no era del país por lo que algunos de sus rasgos sobresalían, pero él siempre solía odiar hablar sobre ello por alguna razón relacionada a la familia de su padre.
Pero no tenía tiempo para pensar en eso ahora y en perder el tiempo con él.
/.../
Al llegar a casa continué leyendo la traducción en la hoja marcada donde hablaba sobre un señor alemán que había decidido cambiar su rostro por diversión. Quería saber cómo se sentiría iniciar una nueva vida supongo.
Escucho mi teléfono sonar.
—Si hola.
—Buenas noches, encontré tu número en un viejo grupo de la escuela.
—Creí que había salido de allí, gracias por recordarme hacerlo.
—¿Te gustaría ir a tomar algo? aún no es tan tarde.
—No gracias, ya estaba casi dormida.
—No seas gruñona y vamos, te aseguro que la pasarás bien.
Volteo y veo mi libro de respuestas sobre la mesita de noche y pienso que ya sería momento de escribir algo más en el.
—De acuerdo, ¿A dónde quieres ir?
—Recuerdas el Bar dónde solíamos ir y decir que era algún proyecto de la escuela, ahí en media hora.
—Está bien, allí te veo.
Me puse lo primero que vi sobre salir de mi armario y tomé un taxi para llegar al lugar.
Al entrar lo vi sentado en la barra.
—¿Qué vas a tomar? —pregunta Andrés dándome la bienvenida.
—No, no tomo.
—¿Aún sigues con eso? Fue hace mucho tiempo.
Además después de ese día cambiaste mucho.
—Cualquier persona lo hubiera hecho.
Digo leyendo la lista de tragos.
—¿Recuerdas cuando solíamos salir?
—Recuerdo todo—interrumpo sus próximas palabras.
—¿Por qué aceptaste venir?
—¿Por qué me has invitado?
—No lo sé— entre sonrisas contesta el chico delgado. — tal vez solo te vi y recordé cuando sonreías y solías llevar ese extraño peinado a todos lados.
—No era extraño, se me veía muy bien, tú también solías siempre llevar goma de mascar a todos lados, era algo muy extraño.
—Lo hacía porque sé cuánto te gustan los dulces, trataba de siempre llevar alguno por si querías.—dice pasando mi cabello hacia atrás.
Veo sus ojos y pido un trago.
—Dame un cien fuegos.
—Creo que deberías probar otra cosa.
—No, quiero eso mismo que tomas.
—De acuerdo.
—¿Por qué me dices todas estas cosas ahora, por qué no antes?
—Creía que no tenía posibilidades.
—No entiendo, ¿entonces por qué siempre estabas molestándome?
—Eso empezó después de que cambiaste, después del incidente con Ross no volviste hacer la misma. además éramos niños.
—¿Qué crees que pensaría de nosotros?
—¿Quién?
—Ross.
—No lo sé, tal vez que estás menos mona y yo más cabreado.
Los dos sonreímos.
—¿Quieres salir de aquí?
—¿A dónde iremos? —me ve fijo.
—A cualquier otro lado, no me gustan muchos los bares.
Empezamos a caminar yo tomando la delantera mientras pensaba en que mejor me hubiese quedado en casa leyendo la historia del sujeto alemán.
—Me encanta el color de tu pantis Cela. —dice Andrés sonriente.
—¿Que has dicho? — pongo mis manos en la parte trasera de mi pantalón.
Andrés sonríe y sigue caminando.
—¿Tienes carro? —le pregunto intentando ver a qué se refiere.
—Si.
—¿Me puedes llevar?
—¿Qué ha pasado con la caminata?
—Olvídate de eso, mi pantalón está roto.
—Creí que lo habías hecho intencionalmente. —comenta acercándose a mi—No te preocupes, nadie está volteando a verte, nadie aparte de mi.
—No es gracioso.
—No, no lo es. Sigamos caminado, después te llevo a casa.
Me quedé cambiando tras él y noto que ya no es aquel muchacho delgado que solía ser.
—¿Crees que esta noche llueva? —pregunto viendo cómo empiezan a aparecer nubes negras en el cielo.
—No lo sé, ¿por qué no fuiste al entierro?
—No sentía que estuviera bien que estuviese allí, me sentía responsable en parte de su muerte.
—En algún momento todos lo hicimos, pero no fue nuestra culpa, ella decidió.
—lo sé, pero aún así no lo pude evitar. Me gustaría ir a visitarla. —susurro mirando hacia mis pies.
—Vamos juntos Pero hay algo que debo preguntar primero, ¿te has casado?
—No.
—De acuerdo, vamos.
—¿Planeas ir a estas horas?
—¿Tienes miedo?
—Solo lo encuentro raro, debe de estar cerrado.
—No te preocupes, además si empiezas a tener pesadillas me puedes llamar.
—Ya quisieras.
Sonrío, además de haber dejado de ser el chico delgado de la clase ahora Andrés es más atrevido de lo que solía ser.
—Espero estés lista.
—¿Qué piensas acerca de los trasplantes faciales? —pregunto sin pensar.
—No sé, nunca lo había pensado.
—Estoy leyendo un libro francés sobre un hombre alemán que se hizo uno solo por diversión.
—¿Ya lo terminaste?
—No, pero casi lo hago.
—¿Cuando lo termines me lo prestarías?
—¿Sabes francés? he estado utilizando el traductor.
—Solo lo que aprendimos en el colegio.
Sus palabras me hicieron recordar a Víctor, fue lo mismo que le dije cuando me pregunto si conocía el idioma.
—¿Sucede algo?
—No, nada, Puedes guardar mi número si así deseas—dije retirando mis manos de sobre mi pantalón.
—Ya había pensado hacerlo—me sonríe.
Llegamos a su auto y durante todo el camino a ver a Ross, estuvimos hablando sobre nuestro tiempo en el colegio y las cosas que hicimos después.
—Es aquí. ¿Preferirías que te dejará ir adelante?—me ofrece y en su mirada noto que no quiere presionarme.
—No, me encuentro bien podemos ir juntos. —cruzo los brazos sobre mi pecho—es una noche fría.
—Estoy seguro que le gustarán tu pantis tanto como a mi. —soltó Andrés tomándome de la mano haciéndome descruzar los brazos.
—Si solo son los pantis no habrá problemas.
—Creo que con eso es suficiente por el momento.
Siento como sujeta con fuerza mi mano.
—Creo que debimos de haber traído algo, ¿no crees?
—Pienso que ha sido un buen primer paso para ti. —replica mi ex compañero viendo las pocas estrellas sobre en el cielo.
—Estaba saliendo con un muchacho, él cuál resultó estar enfermo de gravedad y murió hace unos meses.
—Ya veo, lo lamento y por cierto...yo también estoy soltero.
Sus palabras no me hicieron sentir del todo bien pero supuse que buscaba ser gracioso.
—Al fin estamos juntos los tres. —digo mientras veo la tumba de Ross con algunas rosas en ella.
Ross fue mi compañera de secundaria junto a Andrés. Los tres solíamos estar siempre unidos.
Una tarde después de clases decidimos aceptar una invitación de Andrés y sus amigos y mezclarnos en la inauguración de un pequeño bar cerca a la zona del colegio.
Al llegar al bar y lograr mezclarnos los chicos decidieron quedarse junto a la puerta por si los atrapaban, Ross nunca había estado en un Bar y no estaba de acuerdo con la idea pero aún así decidió venir por lo mucho que le insistí.
Al Andrés y yo separarnos de Ross para conseguir unos tragos cuando llegamos a la barra se escucharon dos disparos y todos empezaron a correr.
Traté de ir por Ross pero Andrés me tomó de la muñeca y sacó del bar junto a los demás.
Tras estar fuera llame y busqué Ross entre la gente que se encontraba alrededor.
Al no encontrarla corrí hacia dentro del bar y ahí la vi, mi mejor amiga sentada con la cabeza inclinada sobre la pared.
—Ross, debemos salir los demás están afuera.
—Lo siento Cela.— me dijo soltando una pequeña sonrisa y pasando su mano ensangrentada por mi rostro—Algo caliente a atravesado mi cuerpo.
—No te preocupes, llamaré a una ambulancia.—dije buscando mi teléfono en mis bolsillos.
—Esto no es tu culpa, no te preocupes.
—Ross no hables, tranquila ya la ambulancia viene de camino, por favor resiste. —grito tratando detener una hemorragia que no sabía de dónde provenía mientras veía como mi amiga iba cerrando sus ojos.
Ross vamos abre los ojos, Ross vamos ábrelos para mi, por favor hazlo.
Veo a Andrés entrar y caminar hacia nosotras.
Andrés, Andrés ayúdame a llevarla, la ambulancia se tardará mucho, vamos ayúdame.
—Cela vamos, debemos esperar afuera.
—¿De qué hablas? Le han disparado a Ross y se ha desmayado, necesita nuestra ayuda, vamos no te quedes ahí muévete, ayúdame—intento levantar a mi amiga—Ross vamos despierta, no te duermas, Andrés dile que no se duerma, a ti te escuchará siempre hace lo dices, vamos dicelo—lo tomé de la muñeca y lo jale hacia a mi—dicelo, Mira Ross, Andrés está aquí, ya no te puedes dormir.
—Cela.
—¿Por qué no me responde?
—Vamos, debemos esperar afuera, la policía llegará pronto.
—No necesitamos a la policía, necesitamos a un doctor, no ves que Ross...es que Ross se está durmiendo Andrés.
—Dejémosla dormir.
Luego nos enteramos que las balas habían atravesado un pulmón y el hígado de Ross.
Él dueño del bar era enemigo de un jefe de pandilla el cual le había advertido sobre abrir un nuevo bar en su zona.
Había estado bloqueando todo esto, no quería recordarlo, las lágrimas empezaron a salir de mis ojos la primera vez que había decidido visitar a mi mejor amiga.
/.../
—Listo, ya estás en casa, ¿cómo te sientes?
—Estaré bien.
—Lo habías guardado por mucho tiempo.
—Gracias, la verdad no esperaba pasarla bien.
—Tranquila, no espero que me invites a pasar tan pronto.
—¿Y que crees que pasaría si lo hago?
Andrés se acerca a centímetros de mi viéndome a los ojos.
Veo cómo su mano se levanta pasando junto a mi rostro y abre la puerta.
—Aún no es tiempo para tener esa repuesta.—me dice acomodándose nuevamente en su siento.
Salgo del auto sin mirar atrás y entro a mi casa.
Al entrar saco mi teléfono y agendo el número de Andrés.
Busqué hilo y aguja y cosí el agujero en mi pantalón, luego seguí con la traducción del libro francés.
Una semana después.
Era sábado y desperté con el llamado de alguien a mi puerta. Al abrir un extraño señor con un paquete amarillo me dijo que era un mensajero y tenía algo para mi.
Al abrirlo en el había un tiro de brasier, parecido al que llevaba la primera vez que estuve con Víctor.
Lo había olvidado allá esa noche por accidente.
Tal vez su madre se encontraba haciendo limpieza y me lo envío, pero no entiendo cómo sabe donde vivo, busqué el brasier para confirmar que si era el mismo.
Y lo es.
Al llegar la noche me preparé para encontrarme con Andrés, todo casual nada llamativo.
—Lindo peinado abu.—se burla de mi.
—Creí que no te gustaban los peinados extraños.
—Ya deberías saber que este si, toma asiento por favor.
—Prueba el vino, dicen que es muy bueno.
Al probar el vino recordé la noche en aquel apartamento, ambos vinos parecían tener el mismo sabor.
—¿Cuál es el nombre del vino?
—No lo sé, fue una elección al azar. ¿Te ha gustado?
—No está mal, pero no es como que sepa mucho de estas cosas.
Durante la velada estuve viendo a mi ex compañero y su nueva manera de actuar, él se ofreció a llevarme a casa y no pude evitar pensar si sería lo correcto esa noche dejarme llevar.
—¿Me invitarás a pasar?—solto Andrés mientras se estacionaba.
—Si eso es lo que quieres, puedes hacerlo. Puedes pasar, es una casa pequeña pero es lo que tengo por el momento.
Ambos bajamos del auto y caminamos hasta mi casa sin decir nada.
—Es una linda casa, veo que la organizas mejor que tus cuadernos del colegio.—comenta entrando en ella.
—Acabas de entrar y ya quieres que te eche.
—Solo bromeaba. —añadió Andrés de forma burlona pero cuidadosa.
Es la primera vez que invito a un hombre a casa, al estar aquí viéndolo a los ojos no puedo evitar sentirme algo nervioso, si es cierto que solíamos ir juntos al colegio pero ha pasado tiempo desde la última vez que estábamos tan cerca.
—¿Puedo pasar al baño? —me pregunta metiendo sus manos en sus bolsillos.
—Claro, está dentro de la habitación.
Decido seguirlo y lo encuentro con el libro de francés en mano sonriendo mientras lo ojea como si le perteneciera.
—Lo siento, olvidé recoger antes de salir—tomo el libro de sus manos.
—Creo que ya debo irme.
—Aún es temprano.—no sé porque lo digo pero esas palabras salieron con toda libertad de mi.
—Si, pero no quiero hacerte sentir incómoda.
—No lo haces, estoy bien.
—Te he traído los dulces que me pediste, los he dejado en el auto, iré por ellos.
—Esta bien, yo estaré aquí organizando esto, los puedes poner encima de la mesa. La verdad es que ahora prefiero el helado.
—Chocolate con vainilla parece una buena elección.
—Si, lo es. —confieso confundida.
La última vez que lo comí fue cambiando junto aquel chico. No entiendo porque me recuerdas tanto a él. Cuando hablo con Andrés es como si lo estuviera haciendo con él y logra confundirme. Siento que la cabeza me va a estallar de pensar tanto, él chico frente a mi no es nadie más que Andrés, mi antiguo compañero de colegio.
Él se queda viéndome y de pronto empieza a acercarse a mi soltando mi cabello.
—¿Estás segura de que esto es lo es lo quieres? —me dice en un susurro.
—No lo sé.
—Entonces, ¿por qué quieres que me quede?
—Tampoco quiero que te vayas.
—¿Estás lista para esto?
Sus ojos color miel se encuentran con los míos y en contestar mientras veo sus ojos.
—Si.
—Veamos si es cierto.
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