Marcela
Marcela
No sabía que contestar a sus palabras, el ambiente romántico que había de pronto desapareció, su mirada sobre mi esperando una respuesta que no podía dar.
¿Por qué me siento tan confundida ahora? Había estado deseando verlo de nuevo pero no sabía que en mi existía algún sentimiento.
Lo veo levantarse y caminar hacia a mi mientras mete su mano en su bolsillo y saca la goma que me había quitado, y me la ofrece sin decir nada.
Me levanto sin quitar la mirada de la goma en su mano, acomodo la silla y me retiro sin verle a la cara.
—Marcela.
Lo escucho llamarme.
—Adiós Victor.
Mientras bajaba por las escaleras escuché su voz como un eco recorrer el lugar, no me detuve y ignoré su llamado.
Tal vez no lo he hecho de la mejor manera pero no estoy lista para iniciar este tipo de relación, además siempre he odiado ponerme vestidos y hoy lo hice por él.
Que idiota me siento.
Siento mi brazo izquierdo ser tomado con fuerza.
—No te vayas, quédate esta noche. —me ofrece aún mostrándome la goma.
—Déjame ir. Creo que te has llevado una mala impresión de mi.
—No creo que eso sea cierto.—me dice jadeando y perdiendo fuerza en su agarre.
—¿Qué te pasa?
—No es nada importante, no he estado alimentándome bien, por favor ayudame a llegar a mi apartamento.
Siento como el peso de su cuerpo cae sobre mi logrando apenas mantenerme de pies.
—¿Victor, estás bien? no luces para nada bien, estás todo pálido. Llamaré al 911.
—No lo hagas—me pide—sólo necesito descansar y comer un poco, por favor quédate a mi lado esta noche.
Al verlo así, sin fuerzas no puedo evitar asustarme hasta que logré recordar el frasco de pastillas de la otra noche, seguro a eso se refería todo esté tiempo.
Me levanto dejándole sobre el sofá y me dirijo hacia el baño.
Me doy prisa en buscarlas y no las veo. ¿Dónde están las pastillas? ¿dónde están? las vi aquí, estoy segura que las vi aquí.
—¿Dónde están?—salgo a preguntarle.
—No sé de qué pastillas hablas.
—Las pastillas de la otra noche, las necesitas para estar bien, ¿no es así?
—No entiendo que es lo que dices, ya te he dicho que solo no he comido bien, ¿por qué mejor no preparas algo para ayudar a sentirme mejor y dejas de actuar como loca?
Ignoro sus palabras y sigo buscando en la habitación, bajo la cama, dentro de las gavetas, en la cocina, dentro de las ollas. Dónde rayos las has metido.
Al regresar a la sala lo veo de pies tratando de mover algunos libros de la estantería.
—¿Están aquí?—Muevo algunos libros y veo algunos frascos tras ellos.—¿Por qué los ocultas? Si es una adición no tengo problema, puedo ayudarte.
Intenta tomar el frasco de mi mano dejándolo caer.
—¿Cuántas necesitas?—pregunto agachándome por el.
—Dos.
Su voz sin fuerza parece inexistente.
Me apuro en conseguir algo de agua y acostarlo nuevamente sobre el sofá.
—No te muevas.
—Ya me encuentro bien.
—¿Qué dices? Apenas puedes hablar.
—Debes aprender a escuchar, te he dicho que estoy bien.
—Entonces me puedes puedes decir ¿qué fue eso de anoche?
—Ya te he contestado, no te preocupes no es nada.
Se levanta y camina hacia su habitación.
—No creo que debas moverte. ¿No piensas decirte que te ocurre? ninguna persona se pone como lo acabas de hacer y menos necesita pastillas para reponerse de no haber comido bien. Conozco gente que puede ayudarte, tengo un amigo que era drogadicto, buscó ayuda y logró...
—Ya debes de irte. —levanta la voz interrumpiéndome.
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