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Cada uno donde debe estar


Una semana después

Marcela

Me pregunto que será de aquel chico, la verdad no está nada mal y a pesar de haber sido un encuentro extraño me causó intriga.

El vacío en su mirada.

Su cálida y nerviosa sonrisa.

Bueno, debo apurarme en llegar a tiempo a la empresa. Es cierto que odio mi empleo pero por ahora es lo único que tengo, además que llevo tiempo trabajando en DECOR y espero pronto tener la oportunidad de presentarlo ante los socios de la empresa.

A pesar de haber salido a tiempo de la casa no sé como es que logro llegar siempre tarde y despeinada, tuve que tomar las escaleras y subirlas corriendo, los ascensores estaban asqueados de tanta gente en ellos.

Al por fin lograr ver mi escritorio el aire regresa a mi pecho, lo primero que veo sobre el son los documentos que me faltan por archivar y al lado mi pequeña planta de tomates, por más que la trate no la veo dar ningún fruto, no sé porque siento que me identifico tanto con ella.

Levanto la mirada de mi planta y veo a lo lejos al señor Estepham, mi desconsiderado e insinuado jefe acercarse y me doy prisa en tomar unos cuantos documentos que había tirado al suelo ya que no tenía espacio suficiente sobre mi escritorio, y ponerlos encima de mi silla.

—Aquí  están los archivos que me había pedido la semana pasada, disculpe la demora.

—Pasa y déjalos en mi oficina, tengo una vieja botella de whiskey que me gustaría probar de tu compañía.—se me insinúa el viejo de unos 55 años y pelo castaño.

Debería dejar de comer tanto por las noches, la barriga casi no lo deja abotonarse los pantalones.

—Estoy en hora de trabajo y tengo mis límites. Aunque usted sea el jefe también debería de tenerlos.—aclaro ofreciéndole los documentos.

—Y dime, ¿ya conociste a Ana, la nueva recepcionista? con tan sólo poco tiempo en la empresa ha estado trabajando muy duro, y he estado pensando en subirla de puesto.

—Estoy segura que su falda ajustada y después de tener sus rodillas tan peladas era más que justo recibir ese tan nombrado cambio de puesto, disculpe. De hecho, ya que he terminado el trabajo que me encargó, continuaré con los trámites de DECOR, ya que para mi está es la única manera que tengo de subir de escalón, y mientras lo hago cuidaré muy bien de no pelar mis rodillas.

Lo vi molestarse por mis palabras, me preocupa el ser despedida, pero ya me había acostumbrado un poco a sus insinuaciones y a como ignorarlas.

—No le hagas caso, ya sabes como es—Comenta Margo, la única compañera con la que actualmente hablo en el piso.

—Ya lo sé, me gustaría poder golpéalo.

—Si te animas hacerlo, me anoto.—Me incita.

Ambas reímos.

—¿Y qué pasa con esa tal Ana?—Pregunta ayudándome acomodar algunos documentos.

—La he visto entrar varias veces a su oficina, ¿ya viste sus rodillas?

—Es una lastima.

Luego de pasar el día acomodando documentos, por fin logré recuperar algo de espacio sobre mi escritorio, mi aspecto no era el mejor, lo sabia, pero realmente no me preocupa mucho como ven los de la empresa mientras cumpla con mi trabajo, además así evito que me molesten con sus invitaciones aburridas.

Al salir de la empresa caminé junto a Margo por los alrededores de la heladería, ambas observábamos a un pequeño grupo de bailarines callejeros.

—¡Hey tú!

Escucho una voz algo ronca acercarse a mi.

—¿Qué sucede?—cuestiona Margo colocando su mano sobre mi frente—Pareces que has visto un fantasma.

—No lo he visto pero lo he escuchado.

Volteo y lo veo caminar hacia mi.

Mi cabello está hecho un desastre, mi ropa está arrugada y estoy toda sudada. Intento ignorar sus palabras y hacer que no le he escuchado, tomo a Margo de la muñeca y empiezo a caminar lejos del grupo.

—¿Qué pasa, por qué nos vamos?

—Esta bien, puedes quedarte, nos vemos mañana en la empresa.—Suelto su muñeca y apuro el paso.

—¿Está todo bien?

Ignoro sus palabras.

Había estado pensando en él, y si lo volvería a ver, pero no así.

Vi una sombra azul pararse frente a mi, la empuje sin darme cuenta que era él, un pequeño impulso que dejó a Víctor y sus libros tirados en el suelo, con algunas hojas mojadas y otras llevadas por el aire, el peli negro se dió prisa en a reagruparlas, mientras yo dudaba entre huir de ese lugar o ayudarlo a levantar sus libros.

—¡Apúrate o se perderán todas!—Me grita mientras levanta y sacude un libro que se ha mojado.

Como es que tenían que caer justo en el charco.

Me agache empezando a levantar algunas de las hojas que ya estaban hechas un desastre, vi como apretaba su mandíbula haciendo obvio que estaba molesto.

—Lo siento, so sabia que eras tú y me asusté—Intento disculparme pasándole algunas hojas mojadas.

—¿Estabas huyendo?—Me ve fijo.

—No...claro que no, ¿por qué haría eso?—Le sonrío nerviosa—es solo que...

Me toma de la muñeca.

—Ahora me debes una, sígueme...

—¿Seguirte? ¿seguirte a dónde?

—Ahora te preocupas de eso, el otro día lo hiciste sin refutar.

—Es cierto pero ahora no soy quien está decidiendo, lo has hecho tú.

—Necesitas darte una ducha antes de... —Voltea y me mira de los pies a la cabeza.

—¿Antes de qué?

Guarda silencio.

—Hey, te he preguntado antes de qué—Repito aplicando algo de fuerza en mi brazo intentando soltar su agarre.

—¿No habías dicho que querías respuesta? entonces te las daré.

La fuerza en su agarre desapareció, dejando mi mano en el aire.

Después de seguirlo unas cuantas calles, no lejos de la heladería llegamos a un alto edificio gris.
Al tomar las escaleras, más escaleras para mi día, llegamos al tercer piso frente a la puerta del apartamento 13, el peli negro saco unas llaves de su bolsillo derecho y me sujeto la puerta para que entre.

Me sorprendí al ver que el lugar estaba mejor cuidado que mi casa, justamente esa misma mañana había dejado la ropa que había lavado tendida sobre la cama.

—¿Vives aquí tu solo?

—El baño está a la izquierda—Me indica—Date prisa y usa bien el jabón, ¡ah! y puedes usar una de mis camisetas—Comenta acercándose a mí.

—Ya debo de irme—Le retiro la mirada.

—Hasta que no hagamos por lo qué estamos aquí, no saldrás de este apartamento, así que ve y báñate, parece que no lo haces en días.

Sé que mi aspecto no es el mejor en estos momentos, pero no tenia porque decirlo de esa manera.

—¿Qué es lo que supuestamente vinimos hacer aquí?—cruzó los brazos.

—Debes ayudarme a reescribir todos los documentos que se han mojado por tu culpa, date prisa y usa mi baño, mientras tanto yo iré pasando lo que pueda al computador.

—¿Por qué debo bañarme para eso?

—¿A caso no tienes olfato? —Me da una mirada de pies a cabeza.

Qué idiota, pero realmente si huelo extraño.

—¿Dónde dices que está el baño?

Me responde con una señal de dedos.

Al entrar a la habitación todo se encontraba igual que sala, reluciente y bien ordenado, desearía mi habitación hubiese estado aunque sea una vez así. Mientras buscaba que ponerme me encontraba desnuda cuando sentí la puerta de la habitación abrirse, y a Víctor entrar por ella, me apresure y tome lo primero que tuve a la vista, agarre una almohada de la cama y la puse sobre mi cuerpo, cubriendo solo mis partes intimas.

—¿Qué le haces a mi almohada? —Pregunta burlándose.

—¿Por qué has entrado sin tocar?

—Esta aún sigue siendo mi habitación. —Introduce sus manos en sus bolsillos. —Además, solo he venido por unas hojas—Replica caminando hacia mi viéndome a los ojos.

—¿Qué ves?

—Te he dicho que usarás bien el jabón. —Comenta dando dos pasos hacia mi, lo veo sacar una de sus manos de sus bolsillos y alzarla en dirección a mi rostro, su mano pasa directo sobre mi hombro sin hacer ningún contacto tomando unas cuantas hojas que habían detrás de mi—Además no es como que tengas algun atractivo.—Dice pegado lo suficiente a mi como para sentir su aliento sobre mi.

—Ya quisieras—Sostengo la almohada con fuerza a mi cuerpo.

Bufea, negando con la cabeza dándome una pequeña mirada y se retira de la habitación.

—y por si no sabias existe algo llamado seguro—Me muestra la manija de la puerta mientras le da vuelta y la cierra tras su salida.

Al verlo salir camino hacia ella asegurándome que si éste cerrada, toda mi sangre se siente tan caliente, el corazón parece que me quiere salir del pecho, el tenerle tan cerca en ese estado, creí que me tomaría o besaría, no es como si no fuese algo que me gustase que pase pero tampoco sé si me negaría ante esos ojos.

Tomo un polo verde de una de las gavetas y me lo pongo junto con una bermuda negra.

—¿Entonces que es lo que debo hacer?—Pregunto sentándome en el sofá viendo los documentos y libros tendidos sobre la mesa.

—Toma esos lápices de allá y estos son los documentos que tiraste date prisa y pásalos a esas hojas.

—¿A mano? Además ya te pedí disculpas, y también en parte es tu culpa por chocarme.—Cruzo los brazos sobre mi pecho.

—Solo hazlo y deja de quejarte, mientras más rápido empieces tendremos más tiempo de iniciar por lo que realmente aceptaste entrar.

¡Espero estés lista!

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