Sábado, 3 de julio

Ethan

Amanezco con la luz que irradia por la ventana y restriego mis ojos mientras bostezo. Me pongo en pie y recuerdo el rostro de Madison, de la diosa que me cautivó nada más verla. Y he de decir que me encanta oírles gemir, pero su forma de hacerlo es tan sumamente incomparable, tan distinta a lo que estoy acostumbrado.

—Oye tío, ¿qué tal anoche? —pregunta Jake, mi hermano, entrando en mi habitación.

—Me follé a una.

—Qué novedad —entorna los ojos.

—Esta era diferente. Muy ardiente tanto por dentro como por fuera.

—No cambiarás —masculla y rio.

—Lo dudo, pero créeme, fue impresionante.

—Sabes perfectamente que no tolero que se hable así de una mujer. Que te acostases con ella está muy bien, pero no me cuentes los detalles.

—Entonces no preguntes —gruño echándole. Me acomodo en el suelo y empiezo a hacer mi sesión mañanera de abdominales y flexiones, dos series de treinta. Cuando termino, entro en la ducha y el agua fría empapa cada poro de mi piel. Su fino cuerpo regresa a mi mente junto a su hermoso cabello y siento la necesidad de follármela de nuevo.

—¿Te veré otro día? —susurro mordiendo mi labio.

Paso el resto del día recordando cada parte de su cuerpo, cómo abría las piernas para que la penetrase más duro, hasta el fondo. Recuerdo cómo me hundía dentro de ella mientras sus placenteros gemidos empapaban mis oídos con el excitante sonido de su voz. Recuerdo cómo mordió mi cuello con impaciencia, deleitándome, provocándome. Recuerdo el dulce sabor de sus labios bajo los míos y el ligero movimiento de sus manos sobre mis hombros, clavándome las uñas cuando el placer la consumía por dentro. La recuerdo. Tanto que la necesidad de hacerla mía de nuevo palpita en la dura erección que está creciendo bajo la toalla que he enrollado a mi cintura. Me deshago de ella y cierro los ojos llevando mi mano hasta mi miembro para, seguidamente, masturbarme con la imagen de una mujer que me enloquece, que aviva mi fuego de una manera que hacía tiempo que nadie conseguía.

♡♡

Domingo, 4 de julio

Madison

Abro los ojos desperezándome, sintiendo el peso de un cuerpo sobre mí. Visualizo la habitación que tengo ante mis ojos, y claramente no es la mía. Escucho una respiración ruda a mi lado y con mi mirada busco la procedencia de ese sonido que de buena mañana me produce quebraderos de cabeza. Un chico moreno, del cual no recuerdo ni su nombre y apenas veo su cara por la oscuridad, yace profundamente dormido a mi lado. Levanto las sábanas para intentar comprender la situación, y efectivamente, estoy totalmente desnuda en su cama.

Mierda.

Procuro levantarme con cuidado, muy despacio, evitando que se despierte. No me apetece nada fingir que recuerdo perfectamente todo lo ocurrido anoche porque, seamos sinceros, no me acuerdo de una mierda. Estaba tan borracha que no me percataba de lo que hacía, aunque creo que ha quedado claro lo que hemos hecho: hemos follado como animales.

Cuando logro estar de pie y me aseguro de que sigue enfrascado en los brazos de Morfeo, busco mi ropa con rapidez y comienzo a vestirme sin perder ni un minuto. Puede despertarse en cualquier momento. Cuando ya he cogido todas mis pertenencias, salgo de la habitación a hurtadillas, avanzando así por toda la casa mientras rezo que no viva con sus padres, con sus abuelos, o simplemente con un compañero de piso. Qué vergüenza.

Abro la puerta de la entrada despacio y la cierro con el mismo sigilo, adentrándome en las calles de Houston con un vestido de noche la mar de llamativo. Pido un taxi y regreso a casa, entrando también a escondidas, sin hacer el más mínimo ruido, para que mis padrinos no se percaten de mi reciente llegada hasta más tarde.