Capítulo veintiuno
El ciclo de la vida se repite una y otra vez bajo estructuras diferentes, pero siempre con el mismo patrón que lleva al mismo fin, sin importar que tan lejos escapes o qué tan rápido corras no siempre podemos liberarnos de nuestros propios obstáculos.
—Crecí en Nashville el 19 de diciembre de 1998 —me dice mientras caminamos por el parque.
—Yo también nací ese día —dejo salir sin mostrar impresión.
— ¡Que coincidencia! —dice sorprendida sin apartarme la mirada.
—Supongo que lo es —respondo con una media sonrisa.
—Nueva York está lejos de aquí... —dice luego de un silencio.
—Necesitaba despejar mi mente —vuelvo a responder un poco frío.
—La universidad debe tenerte muy agobiado —concluye.
¿Cómo sabe que voy a la universidad?
—No voy a la universidad —miento, pero luego de pensarlo no es una mentira en su totalidad.
—Luces como un universitario, discúlpame —deja salir agachando su cabeza.
¿Qué le pasa a esta mujer?
— ¿Cómo se supone que debe lucir uno? —pregunto con gracia. Intento sonar neutral, pero creo al final no lo logre.
Ella deja escapar una risa traviesa lo que provoca que sonría también.
—Solo fue una intuición —confiesa,— una bastante mala.
Una pelota se acerca a nosotros detrás de dos niños que dejan de correr al vernos. Sus miradas nerviosas me hacen reír. Carol se inclina para tomar la pelota y extenderla hacia ellos.
— ¿Sé están divirtiendo? —les pregunta Carol a los niños. Ellos sonríen.
—Sí, señora —le responden cuando tienen la pelota de nuevo.
— ¿Quiere jugar con nosotros? —pregunta uno de ellos.
—Por supuesto —le responde Carol dándome una rápida mirada. Aparto la vista sonrojado.
Ella se lanza hacia ellos para quitarles la pelota, pero ellos empiezan a correr intercambiándose la pelota. Escucharlos reír, me hace sentir tranquilo.
—Lo siento, son unos niños traviesos —dice una mujer de forma agitada. Ha estado corriendo.
—No tiene de que preocuparse —le aseguro con un tono amable. Ella asiente débilmente.
Carol se voltea a mirarnos cuando ha capturado a uno de ellos.
—Es hermosa —deja salir la chica a mi lado. Trago saliva evitando mirar a Carol.
—Sí —le respondo un poco nervioso. Ella suelta una risa, pero la ignoro, siento mis mejillas calientes.
Carol se tumba sobre los dos chicos en medio de las risas.
—A tu novia le gustan los niños —dice de forma divertida. Niego con la cabeza al sentir lo avergonzado que me siento.
—Oh no, ella no es mi novia —le contesto de inmediato.
—Disculpa, es que lucían bastante dulces antes de que mis hijos llegaran —murmura en voz baja.
No respondo.
—Gracias por jugar con ellos —le dice a Carol.
—El placer es mío, son unos niños encantadores —le responde Carol dándole una dulce sonrisa.
—Gracias —vuelve a decir la mujer tomando a sus niños.
—Cuídelos —le digo con una media sonrisa. Ella asiente antes de alejarse lentamente.
—Bueno, ha sido divertido —agrega Carol tomando un suspiro— ¿te gustaría tomar un café?
Hace unos días hubiera actuado con mi mayor carisma, pero ahora es diferente. No puedo confundirme o revelar algo de mi identidad, porque si no, mi vida estaría en riesgo de acabarse. Suena ilógico temerle a una muerte prematura cuando camino por un baño de sangre.
—Me encantaría —le respondo con una sonrisa en mis labios.
Tenemos una rápida caminata hacia una cafetería cerca de la campana de la libertad.
—Adoro los cafés de este sitio —me dice al ordenarlos. El lugar está lleno de mesas para dos personas, de las cuales algunas están ocupadas. Tiene unos grandes cristales, por lo que, puedo ver el exterior desde cualquier ángulo.
—Información importante —dice la presentadora en la televisión. Solo han pasado unos días, pero para mí se siente que pasado bastante tiempo desde la última vez que vi un televisor.
—Recientemente fue secuestrado el jefe de las organizaciones de la salud del este de los Estados Unidos —se puede ver varias tomas de la mansión donde ayer estaba.
—Es muy seguro que fue la legión —dice ella sin quitar los ojos de la televisión.
— ¿Cómo lo sabes? —pregunto. De verdad tengo curiosidad sobre esta chica.
—Es información confidencial, pero no es desconocido para muchas personas que la legión es real —me responde. Me da un vistazo unos segundos.
—Solo hay dos grupos revolucionarios de Hollow en el mundo —empieza a hablar más despacio, luego me informa acerca de la legión y de los seguidores de Jesús.
—La diferencia radica en que la legión hace trabajos más internos y en secreto, en cambio el grupo de este mesías solo le interesa llamar la atención —me explica algo que ya sabía. Hago una cara de compresión mientras me relajo en la silla.
— ¿Cómo sabes todo esto? —pregunto.
—Lo leí en internet —me contesta sin pensarlo. No puedo sacarme de mi mente este mal presentimiento.
—Es la primera vez que la legión ataca a un gran número de seres humanos, muchos investigadores creen que este grupo tiene una intrínseca relación con el grupo de Jesús —dice la presentadora luego de narrar los hechos, los cuales son lejos de ser lo reales.
¿La legión ligada a ese Jesús? Me burlo. Una tontería.
—Es absurdo, la legión no haría tal cosa —dice con seguridad. La miro fijamente en busca de una respuesta.
—Lo lamento, hablo mucho acerca de los Hollows, pero es que son un espécimen impresionante —me dice. "Un espécimen". Sostengo la palabra en mi mente.
—Creo que son más de lo que mencionas —dejo salir.
—Disculpen —es la presentadora— acabo de ser informada de un acontecimiento importante.
Mi atención vuelve a la pantalla y segundos después estoy temblando.
—Hemos capturado a un miembro de la legión —vuelve a decir. El rostro de Kenya aparece en la pantalla, segundos después veo como es llevada por varios policías hacia un lugar.
—El miembro será ejecutada en público en el Dilworth Park —informa. Intento contenerme y parecer natural, aunque mi alma está deseando destruirlo todo.
—Eso es aquí en Filadelfia —deja salir Carol. Me gustaría preguntarle cómo llegar, pero levantaría sospechas, por lo que me quedo en silencio.
—Es muy difícil encontrar algún miembro, ellos generalmente son muy precavidos con sus planes —dice Carol, pero no le prestó atención.
—Se rumora que la segadora ha comenzado su trabajo para aniquilar a este grupo rebelde —la presentadora me salva nuevamente de una incómoda respuesta, no obstante, me deja con una duda en mi cabeza.
¿Quién es la cegadora?
—Solo faltan estos miembros de esa organización. Si logran verlos informen inmediatamente a la policía —vuelve a decir la presentadora al mismo tiempo que responde una de mis dudas. En la pantalla van apareciendo distintas fotografías de cada uno de los miembros de la legión con una recompensa por sus cabezas, siendo la de Rubí la más alta y mostrando la de Kenya en gris. Mi rostro no aparece. Lo que es un alivio.
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Luego de tomar el café la tensión se disipó entre nosotros, hablamos sobre el trabajo, el cual le dije que soy escritor para evitar sospechas y ella respondió que tenía un cargo en el gobierno.
—Fue un placer conocerte —me dice luego de darme su número con el fin de que le escriba más tarde. La veo perderse en la multitud antes de que me dirija al coche de Rubí.
Que mujer tan extraña.
Incluso ahora no puedo sacarme ese mal presentimiento de mi cabeza. Empiezo a correr entre las personas hasta llegar al vehículo de Rubí.
Tengo que salvar a Kenya. Me repito la expresión en mi cabeza como si con eso pudiera salvarla.
Al insertar la llave en la puerta esta no responde por lo que tengo que aplicar más fuerza hasta que la puerta se abre y un clic hace que un humo blanco salga del vehículo. Empiezo a retroceder cubriendo mi nariz. El humo cubre toda la zona obligando a más personas alejarse del lugar y a otras a caer al suelo desmayadas. Finalmente, el coche hace un sonido y explota.
La explosión hace que las personas que estamos cerca seamos mandadas por los aires.
Me levanto. Estoy mareado, pero sigo caminando aferrado a la pared en dirección a un callejón. Escucho a las personas gritar. El sonido de las sirenas de los demás vehículos son un espectáculo terrorífico para mis oídos. Al llegar al callejón cubierto de humedad me veo obligado a caer de rodillas mientras respiro con dificultad.
El sonido de la sirena de la policía me pone alerta. Me obligo a volver a ponerme en pie y con esfuerzo seguir caminando. Mi cabeza da vueltas como un torbellino al igual que el mundo debajo de mis pies.
—Llévame al Dilworth Park —le digo al asistente de mi celular tomando varios respiros entre cada palabra. Pusieron en peligro vidas inocentes solo por intentar capturar a Rubí.
Cuando he salido del callejón hacia la acera mis sentidos se encuentran más estables, tanto así que puedo caminar casi sin dificultad entre la multitud siguiendo las indicaciones del asistente de mi celular.
Solo espero poder llegar a tiempo y poder salvarte, Kenya.
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El Dilworth Park es una plaza rodeada por el ayuntamiento de Filadelfia, que es una gran estructura antigua de color hueso. El lugar solía tener una especie de fuentes en el suelo que ahora mismo están apagadas, además de eso, se ha creado un escenario muy grande donde se ejecutará a Kenya. Muchas personas están alrededor de la edificación y muchos vehículos de periodismo han ocupado las avenidas a la espera de este evento.
Cruzo la calle y me mezclo con la multitud hasta estar lo más cerca de la tarima, pero sin éxito ya que solamente pude avanzar hasta la mitad. Unos minutos más tarde muchas patrullas de policía comienzan a rodear la zona y bloquean las calles. Ningún vehículo puede transitar minutos después.
Lo primero que ocupa la tarima son varios soldados y luego uno a uno van subiendo. Lucen como miembros que ocupan cargos importantes del gobierno. Un vistazo a mi alrededor me confirma que hemos formado un gran cuadro de personas, y que estamos totalmente rodeados de policías.
Estoy atrapado.
Una maltratada y encadenada Kenya es empujada al centro de la tarima. Ella pierde el equilibrio y cae de rodillas. Los gritos de la multitud comienzan a hacer más fuertes.
—Mátenla —escucho decir.
—Córtenle la cabeza —dice alguien más.
—Sangre, maldita —grita otro.
—Vergüenza —continúa.
—Hoy será tu final, basura —los gritos aumentan. Se me hace más difícil entender lo que dicen.
—Púdrete, Kenya —otro grito.
Mis manos están tan apretadas que he comenzado a sangrar, la furia en mi interior hace que mi cuerpo comience a temblar mientras veo a una débil Kenya intentar ponerse de pie.
Eso es Kenya, no te rindas, levántate.
Los gritos continúan, pero ella mantiene la cabeza firme.
Tu eres muy fuerte. Por favor, no te rindas, Kenya. Joe está aquí para salvarte.
Sus ojos recorren la multitud mientras su boca hace una mueca, sé que intenta ser fuerte, pero las personas no dejan de gritarle cosas. Su rostro comienza a tornarse rojo hasta que finalmente las lágrimas contenidas bajan por sus mejillas.
Por favor, no llores, Kenya.
Mi alma no puede soportar esta escena. Quito mis lentes de contacto, pero no puedo alcanzarla.
Maldición.
Intento acercarme, pero es inútil en vez de eso los lentes se resbalan de mis manos y se pierden en el suelo.
Al volver a mirarla ella sigue mirando la multitud hasta que nuestros ojos se encuentran y una delicada sonrisa se forma en su rostro cubierto de lágrimas. Seguido de eso una negación con la cabeza.
No, Kenya, no puedes rendirte, debes luchar.
Hago lo que jamás pensé llegar a hacer. Levanto mi brazo derecho al cielo mientras cierro fuertemente los ojos.
—Eres un Hollow, Kenya —le digo entre dientes porque las lágrimas comienzan a amenazar en mis ojos.
Sé que la marca es completamente visible ahora mismo y que ella la debe estar viendo. El sonido del arma hace que mi brazo vuelva a bajar. Los sonidos de gloria y victoria me confirman lo que acabo de suceder. Kenya ha muerto.
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