Capítulo treinta y ocho
La medicina puede sanar cualquier herida superficial, sin embargo, hay heridas que no pueden sanar y que ni siquiera el tiempo puede hacerlo. Las heridas del corazón son mucho más profundas y dolorosas, la única cura para ellas es el amor. Ese peculiar sentimiento caluroso que te hace sentir como si llegaras a casa.
Dejo de mirar hacia el cuerpo de Zayda y me concentro en correr con las lágrimas amenazando en mis ojos. No podré acostumbrarme a ver morir a mis amigos.
—Joe, no dejes de correr —me dice Ellied.
—Tú debes estar acostumbrada a esto, para ti es muy fácil —dejo salir. Ella se detiene y luego rápidamente me toma de los brazos. Su rostro está cubierto de lágrimas.
—Tienes razón, he visto morir a muchos de mis amigos delante de mis ojos —contesta entre lágrimas— pero ¿Cómo puedo acostumbrarme a este sentimiento?
Tiene razón, por mucho que eso suceda no puedo acostumbrarme a ese dolor desgarrador en mi pecho. Quisiera abrazarla, pero Victoria está en mis brazos. Me siento como un completo idiota por pensar de esa forma.
—Tenemos que estar bien para poder cumplir nuestro objetivo de ser libres, si dejamos que esto nos venza, no podremos lograrlo —sigue hablando con la voz aún más rota mientras se aferra más a mis brazos.
Lamentarse ahora mismo no traerá devuelta a Zayda, aunque las lágrimas alivian esa presión torturante en tu garganta.
—No voy a morir, para que no tengas que llorar por mi —le digo a Ellied. Ella levanta la mirada para verme. Sus ojos se encuentran hinchados por las lágrimas mientras gotas de lluvia comienzan a caer repentinamente.
—Voy a crear un mundo para que puedas ser feliz y para que Victoria nunca tenga que estar sola —le prometo a Ellied y ella me mira sorprendido.
Ella se separa un poco de mí para luego empujarnos a Victoria y a mí dentro de un edificio que tiene la puerta abierta. La puerta se cierra rápidamente dejándome en la oscuridad con Victoria. Recuesto a Victoria en el suelo antes de correr hacia la puerta, pero esta no cede.
—Sé que lo harás, Joe —me dice desde el otro lado. Quiero decirle que me abra la puerta, pero escucho los pasos y finalmente las armas listas para disparar.
— ¿Dónde está el muchacho? —es la voz de ese sujeto. Kaho Rocket.
—Papá, quiero matarla —es la voz de Carol.
—La legión se lo está llevando lejos mientras ustedes pierden el tiempo conmigo —le dice victoriosa como si fuera verdad.
—Contigo es suficiente, querida —le responde Kaho.
Escucho el aullido de dolor de Ellied seguido de varios golpes.
—Yo no soy diferentes de ustedes —les grita.
—Lo eres, eres una Hollow —le escupe Carol.
—Encárgate de ella, cariño —le dice a quién imagino es Carol.
Escucho como los pasos se alejan mientras los gritos de Ellied continúan. Mis piernas no dejan de temblar. Retrocedo hasta golpear la pared y caer al suelo.
—La justicia es impecable y siempre prevalece —le dice Carol a Ellied.
—Mátame —le suplica como David hace unos días.
Sé que ha muerto por el largo silencio y la risa de Carol.
—Papá, la justicia ha vuelto a ganar, he juzgado al mal como tu querías —grita Carol a quien ahora sé que es su padre. Kaho Rocket.
Tomo a Victoria en brazos y espero que ella se vaya. Carol lo hace luego de varios minutos. Dejo de llorar cuando veo como el vestido de Victoria está completamente mojado por mis lágrimas.
La verdad es que me siento un inútil. No pude ayudar a nadie, no pude salvar a nadie, soy un fracaso.
Abrazo fuerte a Victoria mientras las lágrimas bajan con más fuerza. Intento contener el llanto para que no nos descubran, pero por dentro estoy gritando a todo pulmón sin nadie quien pueda escucharme.
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La lluvia es más fuerte cuando salgo nuevamente a la calle, no hay rastro de nadie ni siquiera del cadáver de Ellied, sé que Carol debió hacer algo con su cuerpo. La única prueba que estuvo ahí es el gigantesco charco de sangre que se mezcla con el agua. En esta ocasión no corro por las frías calles, solo camino despacio con la lluvia como mi única compañera.
—El salvador de este mundo —escucho la voz de Paul y me volteo para verlo mientras siento como una alegría me invade.
—Paul, ha sido horrible, Ellied y Zayda han... —él me interrumpe.
—Lo sé, yo las vi morir —lo miro confundido.
—Tenemos que avisar a los demás —le comienzo a decir alterado.
—Nadie sabe que ustedes vinieron aquí —dice.
Lo miro fijamente.
—Que a esa niña malcriada llamada Kenya la capturaran no fue mera coincidencia —me habla.
— ¿Qué? —inquiero aún más confundido.
—Fue algo muy fácil, solo anuncie a la policía que ella iba estar en la prisión. La verdad es que no la soportaba —mi mente no puede comprender lo que está diciendo.
—Honestamente, al principio me caías fatal y que todo el mundo hiciera lo posible por ti, no ayudaba, así que, te di una motocicleta para que fueras a vengarla en la prisión, por desgracia no fue suficiente para capturarte. Finalmente, me reencontré con ella en Japón y me hizo darme cuenta donde era mi verdadero hogar, y no es al lado de fenómenos como ustedes, así que le dije a esas dos perras que ese colegio iba a ser destruido —me dice como si estuviera dándome las respuestas correctas a un examen. Todos los acontecimientos que viví en estos días comienzan a encajar en mi mente.
—Carol es mi hermana —me apunta con un arma. Mis piernas reaccionan muy tarde. La bala penetra mi pie atravesando la bota, por lo que caigo con Victoria.
—Yo me encargaré de ella —dice cuando levanta a Victoria del suelo.
—Quita tus manos perversas de ella —le gruño, pero él ya la carga en uno de sus brazos.
—Adiós, Joe —me dice antes de apuntarme con el arma.
—Eres un maldito —le grito.
Escucho el sonido del arma siendo disparada y luego siento como la bala intenta penetrar la piel cercana a mi corazón, pero no lo logra, porque mis poderes regresan de nuevo. Dejo de moverme y aguanto la respiración mientras escucho cómo sus pasos se alejan hasta que ya no los puedo escuchar.
Me siento en el suelo mojado del callejón y aprovecho la poca luz que aún queda para quitarme el zapato y sacar la bala de mi pie con mis poderes. Cubro la herida con un pedazo de tela de mi buzo. Espero en medio de la lluvia. Él me engañó desde un principio, no sólo a mí, a todos en la legión.
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Cuando se ha vuelto de noche y las calles vuelven a estar transitadas bajo mi capota y me mezclo con la multitud.
Luego de varios pasos entre la gente me encuentro en el times square.
Todas las pantallas muestran las noticias de última hora mientras la presentadora informa que la legión atacó un colegio, pero que la cegadora y el general se encargaron de matar a los encargados. Muestran la cara de Zayda, Ellied y la mía en gris.
Para el mundo estoy muerto.
—La conexión está siendo interrumpida —informa la presentadora mientras la imagen se distorsiona.
Veo mi rostro sonrojado desde el asiento del coche de Luz.
—Joe no me mires así —se queja Luz.
—Gracias —le respondo con una mirada cálida.
Recuerdo ese día.
Mis lágrimas bajan rápidamente mientras mi corazón late tan fuerte.
Te necesito Luz.
—Te vez tan tierno —es lo que ella dice.
Comienzo a reír mientras mis lágrimas no paran de salir y el llanto comienza a ahogarme.
—Te amo, Joe —escucho lo voz de Luz aun con el video paralizado— sé que estás vivo, lo sé, sigue luchando.
Mi rostro desaparece de la pantalla y la presentadora vuelve a ocupar su puesto. Ella empieza a explicar el fallo y muchas cosas más que ya no estoy escuchando porque estoy corriendo hacia mi hogar, donde no debí irme nunca.
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Me toma mucho tiempo llegar, pero luego de varias horas estoy parado enfrente de su puerta. Toco fuerte y espero con el corazón a un millón.
Boom, Boom, Boom...
Ella abre la puerta y me toma de la mano para que entre.
Escucho como la puerta se cierra de golpe y ella se lanza sobre mí en un abrazo. Nuestro llanto se mezcla mientras respondo el abrazo.
—Sabía que no estabas muerto, lo sabía Joe —me dice entre lágrimas.
—No puedo morir virgen —le aseguro con la voz rota.
—Eres un idiota —me responde.
Quisiera permanecer así, detener el tiempo para siempre.
—Yo también te amo, Luz —le murmuro en respuesta.
—Yo también me amo, Joe —responde en una sonrisa y yo comienzo a reírme también.
—Luz, no quiero separarme de ti —dejo salir,— pero si permaneces a mi lado, sé que no podré protegerte.
—Joe, no me importa, acabo de arriesgar mi vida con ese video y lo seguiré haciendo, por ti —me dice con ese tono cálido.
Esto significa volver a casa.
Ella se separa un poco y me mira.
—Estoy hecho un desastre —le digo con una media sonrisa.
—Eres el desastre que yo quiero —me responde, la miro confundido. Le regreso esa mirada cálida.
Siempre, incluso en los peores momentos de mi vida has podido ver los mejor que hay dentro de mí.
intersección de varias calles que se caracteriza por su animación y por la publicidad luminosa.
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