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Capítulo treinta y dos

Siento que algo húmedo toca mi rostro haciéndome despertar. Abro lentamente los ojos. Una silueta esta frente de mi inclinándose para pasar un pañuelo húmedo sobre mi rostro. Estoy sobre algo cómodo, mi débil visión me confirma que estoy en una habitación. A lo lejos todavía puedo sentir el caos de la guerra.

La guerra...

Parpadeo un poco para enfocarme en la mujer que esta frente de mí. Lleva un traje negro ajustado. Ella deja de limpiarme y me mira.

—Has despertado... —murmura en voz baja.

Esa voz.

Me intento incorporar, pero ella me detiene.

—Estas seguro aquí, las tropas ya pasaron por aquí rumbo al ayuntamiento de Tokio —responde lentamente.

Es ella.

Me incorporo de forma rápida golpeando mi espalda con la pared. La miro fijamente con terror. Su mirada es compresiva antes de bajarla.

—No quiero matarte, de ser así, te hubiera dejado tirado en la calle y no te habría traído hasta aquí para curarte —dice con rapidez mientras mira hacia una ventana gigante al otro extremo de la habitación. Detrás de ellas se puede apreciar algunos edificios de Tokio en llamas.

—¿Dónde está Rubí? —inquiero. Mi voz se escucha molesta y luego un poco miedosa— ¿Qué le hiciste?

—Esa mujer estaba desangrándose a tu lado, no era necesario que yo interviniera —responde.— La justicia ya había hecho su trabajo. 

Saber que no le ha hecho nada a Rubí me alivia. Ella intenta levantarse de la cama, pero la sostengo del brazo. Su mirada asombrada la hace ver dulce, por un momento me hace olvidar lo que vi en esa isla.

—Si crees que permitiré que tu gente imparta injustica estas equivocado —deja salir sentándose de nuevo. Tiene una expresión seria.

—Jamás espere tal cosa —le respondo,— solo quiero saber la razón por la que no me mataste, incluso con solo dejarme ahí eventualmente habría muerto.

—Ya te dije que no quiero matarte, lo que quiero es que entiendas que te has unido al bando equivocado —dice con dificultad. Mi mirada es fría.

—Nos matan solo por diversión y su única razón es que somos diferentes —digo casi mordiendo mis dientes. Ella no responde.

—Eso es necesario, de no ser así, pasaría lo que está sucediendo allá abajo —contesta mirándome fijamente.— Si mi gobierno no fuera tan cobarde y hubiera mandado los refuerzos que habían solicitado, el mal no tendría a esta ciudad a punto de destruirla.

—Nos han arrebatado todo y, aun así, nos someten a sus demandas, ese es el significado de maldad. —le respondo con un poco de furia.

—¿Has visto lo que han hecho? —deja salir con una mirada triste.— No solo han matado a los soldados, han masacrado a civiles que intentaban escapar, entre esos, mujeres y niños.

Las imágenes de la batalla regresan a mi mente. Las calles llenas de cadáveres e incluso el tren siendo destruido con civiles que intentaban escapar del conflicto.

No tengo una respuesta. Mi agarre se afloja, pero ella toma mi mano, su toque se siente cálido.

—Nosotros no somos salvajes, si se someten a la justicia, serán perdonados. Juntos construiremos un mundo de paz iluminado por la justicia verdadera —murmura con un tono más amable. Aparto la mano de su agarre.

—¿La justicia? ¿El perdón? —inquiero con la sangre a punto de estallar. Recuerdo la muerte de Eny— ¡No me vengas con esa mierda!

Ella se levanta con una mirada de molestia.

—Mataron a mi madre frente de mí solo por intentar protegerme, humillaron públicamente a esa chica solo para que tuviéramos miedo. Cuando somos asesinados, solo somos mostrados como premios, pero luego decidieron matarnos al nacer con el único propósito de eliminarnos, y a pesar de todo, tu gente nos viola, abusa y somete de forma crueles, que no te alcanzas a imaginar, así que dime, en donde queda tu justicia en todo esto —continuo soltando toda la furia que había contenido.

Ella no dice nada, pero la muerte de David por sus propias manos me hace contenerme de golpearla.

—Y después de matar a mi amigo de esa forma tan bestia, no te atrevas a hablarme de paz y justicia —vuelvo a decir molesto. Mis lágrimas esta vez bajan por la colera que tengo.

—¿Entonces cuál es tu meta? —me pregunta con voz baja.

—Venganza —sale de mi boca sin pensarlo,— y de esa forma traer verdadera justicia a este mundo.

—Es justo —dice con un tono molesto.— Eso es justicia, pero mis amigos, mi familia, incluso el pueblo donde crecí, todo fue arrasado por un grupo de Hollows cuando era niña. Se sentían tan superiores que robaron, violaron y masacraron a todos los que se opusieran a su voluntad. En ese entonces no había una justifica como la de ahora, y pudieron hacer eso es muchos lugares alrededor del mundo.

Me quedo petrificado. No puedo creer lo que dice, pero sus lágrimas me confirman que es verdad.

—¿De qué estás hablando? —trato de decir. Ella no me mira.

—Debías ser muy joven. Los Hollows de esa época utilizaban su posición de fuerza para someter a voluntad a las personas, incluso en estos momentos todavía sucede, se aprovechan de sus poderes para someter a los más débiles, solo mira allá fuera, los Hollows se sentirán y le harán creer al mundo que son unos héroes y han salvado esta ciudad, pero lo único que han traído es muerte y destrucción hacia una nación que había hecho un acuerdo de paz de no conflicto con los Hollows, que los había protegido y garantizado sus derechos parciales. Utilizaron eso a su favor y atacaron los alrededores de Tokio hasta que fue consumido por el mal junto con la vida de inocentes a su paso, lo que por desgracia siguen con vida, están siendo abusados o violados, en el mejor de los casos solo habrán saqueado sus objetos más preciados, y en el peor, viendo como sus hijos son abusados por el mal —me responde mirado hacia la ventana.

—Pero, aun así, solo los Hollows pueden hablar de libertad y justicia —deja salir con la voz perdida,— aunque esa paz y libertad que tanto anhelan se traduce como violencia e injusticia hacia los humanos.

Nuevamente no tengo una respuesta. Dejo de mirarla para intentar pensar en algo que pueda decir en mi defensa.

—Al igual que tú, yo quiero lo mismo —dice con un tono más animado.— Buscar venganza contra los que me hicieron daño, con el único objetivo de bañar el mundo con la justicia absoluta, de esa forma traeré paz a este mundo.

Escuchar mis propias palabras me hace estremecerme. Intento negar con la cabeza porque su visión está mal.

—Tú y yo somos iguales, en defensa de nuestros intereses, ambos actuamos bajo nuestro propio concepto de justicia —sentencia haciendo que vuelva a mirarla. Me cuesta aceptar sus palabras, pero en el fondo sé que no se equivoca.

—La justicia que impuse sobre tus aliados, nuestros enemigos, no es muy diferente a la que tus compañeros impusieron hoy, aquí en Tokio —dice con un tono bajo. Su mirada es triste.— Joe, tú y yo, solo somos simples personas en este mundo, da igual que diferencia haya entre nosotros, hemos sido impulsados a recorrer un camino de odio y venganza en nombre de la justica.

No hay respuesta de nuevo.

—El punto es que, sin importar cual camino recorramos todo esto terminara en una masacre que generará más odio, lo que provocará una nueva guerra eventualmente, y así, el mundo vivirá en una paz eventual hasta que nuevamente haya un nuevo conflicto que lleve a uno siguiente, por lo que, nuestros esfuerzos de aplicar una justicia a nuestros enemigos, es inútil si las personas que queden al final de la guerra, son incapaces de comprenderse así mismas —continua. Ella luce decepcionada. No es la primera vez que escucho algo parecido, hace unos días Karen lo había planteado, pero como en ese momento, no tengo algo que decir— así que, dime ¿Cómo harás que este ciclo de guerras termine? ¿De qué forma se debe aplicar la justicia para que la ideología de paz perdure?

—No lo sé —respondo en derrota. Ella asiente, luce decepcionada.

—Pero no te protegí todo este tiempo y te salvé solo para decirte esto, tampoco para convencerte de unirte al mejor mando, lo hice para saber tu respuesta a algo que he estado pensando durante un tiempo, pero al no tener tu tampoco una respuesta, entonces quiere decir que este mundo no tiene salvación sin importar cual sea el bando ganador. Al final solo se priorizaran los intereses del que obtenga el poder —deja salir luego de un suspiro. Los acontecimientos en los que creí que tenía suerte en el campo de batalla comienzan a tener sentido, ella estuvo detrás de mí todo este tiempo.

—Podemos cambiar ese camino sin traicionar ninguno de los dos bandos, solo apoyando la justicia divina —dice con un tono dudoso,— podemos escapar de ese ciclo de odio y de matanzas, dejemos que el mundo se destruya así mismo bajo falsos ideales.

La miro confundido. Su mirada se vuelve comprensiva.

—Joe, tú tampoco eres capaz de ser tú mismo mientras estas luchando ¿cierto? —pregunta tomando mi mano nuevamente.

—Sí —respondo en voz baja al recordar como el frenesí de la batalla me lleva a masacrar personas de forma violenta, incluso cuando me vengue de Sofia y esos rufianes me sentía dominado por una fuerza mayor. Realmente no era yo y no podía reconocerme.

—¿No te gustaría parar de luchar? —deja salir con voz baja también.

—¿Qué? —respondo por la sorpresa de su pregunta.

—Detenerte... —presiona con voz suave— dejar de luchar y escapar juntos a un lugar lejos de todo esto.

—¿Solo tú y yo? —pregunto con las mejillas calientes.

—Sí, por supuesto —responde con una sonrisa.— Tuve la idea hace unos segundos, por lo que no puedo responderte muchas preguntas, pero podemos hacerlo, solo di que sí, Joe.

Dejo de mirarla. No estoy seguro de hacerlo. La verdad es que me gustaría escapar de esto, no quiero matar a más personas o ser parte de esta violencia. La miro a los ojos, sé que lo dice en serio, que no es una trampa, si quisiera matarme ya lo hubiera hecho. Me duele el pecho. Quisiera hacerlo, pero la verdad es que no puedo abandonar a la legión, tengo que hacer que Victoria viva en un mundo en el que no tenga miedo de ser quien ella es. Siento la frustración en mis venas, cierro los ojos.

—No puedo hacerlo, Carol —dejo salir. Las palabras pesan tanto en mi garganta que me veo obligado a no poder dar una explicación. Su mano suelta la mía. Quisiera tomarla de nuevo, pero no hago nada, si muevo un solo centímetro me voy a arrepentir de dejarla ir de esta forma.

—Te abrí mi corazón aun sabiendo que eres mi enemigo, a pesar de todo lo que tu gente me hizo, yo estaba dispuesta a dejarlo todo atrás y actuar con clemencia en nombre de la justicia, pero yo quería... —comienza a decir con la voz rota hasta que no puede seguir más.

No, por favor, no sigas.

Ella se levanta y comienza a caminar. Abro de nuevo los ojos antes de incorporarme. Sus ojos me miran brevemente y luego se giran hacia la puerta.

—Yo tengo mi justicia, y tú tienes la tuya, Joseph Dunkelheit —sentencia con una mirada fría, pero melancólica— la próxima vez que nos veamos será en el campo de batalla.

La veo desaparecer sin poder detenerla. Cuando la puerta se cierra dejo que todo salga. Hasta este momento no sabía lo frustrado que estaba. Tiro la almohada antes de tirar todas las decoraciones que había sobre la mesa al lado de mi cama. Siento mis poderes regresar, hasta este punto no había pensado en ellos.

Me limpio las lagrima y me levanto de la cama. La herida que tengo en la pierna me da un golpe de dolor, sin embargo, ver que está vendada me da una sensación de alivio. Tomo el pantalón que esta al otro extremo de la cama y me lo pongo. No es tiempo para lamentaciones, tengo que ir a ayudarlos y dejar de pensar en fantasías que no sucederán.

Destruyo el vidrio con mis poderes antes de salir volando hacia el ayuntamiento de Tokio, el cual no es tan difícil de encontrar al ser uno de los edificios más grandes de la ciudad, además de que la zona a su alrededo todavía la guerra no ha llegado. Intento sacar a Carol de mis pensamientos, pero al ver la destrucción y el caos en las calles debajo de mis pies, es imposible.  Los pocos aviones que todavía quedan hacen disturbios en el aire, sin embargo, los que caen en dirección a las calles o golpean los edificios son los más desastrosos.

Yo provoque esta invasión y ahora tengo que terminarla. Los sonidos de las armas mezclado con la euforia y gritos de dolor se hacen cada vez más fuerte. Trago saliva cuando sobrevuelo un ejército de Hollow avanzando por una de las calles principales que van directas al ayuntamiento. El enemigo que está en frente no tarda en detectarme. Los disparos comienzan, pero dejo de volar en línea recta para poder esquivarlas y tratar de desviarlas. Utilizo la misma estrategia de Rubí y corro por los vidrios de los edificios mirando sobre el hombro el ejército que ahora se enfrenta a los Hollows. Cuando los he rodeado por completo salto sobre la carretera y comienzo a correr hacia el Edificio que ya se puede distinguir desde esta distancia.

A través de las calles ya puedo ver que el ejército de Japón está a punto de ser derrotado, por lo que veo, ya solo queda esa última línea antes del ayuntamiento, pero, no se rinden. Pensé que todavía estaba a tiempo de salvar más personas, pero fracase, aun así, estoy a tiempo de llegar y obligar a los dirigentes a rendirse.

Unos pasos marchando en mi dirección me hacen girarme de inmediato, al parecer no era el último grupo. Los soldados van con un uniforme diferente a los demás. Estoy a punto de pensar que son de un país diferente, pero al ver la bandera sobre sus hombros, me doy cuenta de que son Japones. Me paro frente de ellos, para poder tener una visión clara de sus armas y así quitarla de sus manos.

No tienen armas.

Me invade un sentimiento de terror que me hace retroceder. Deben pensar enviarlos como carne de cañón o como bombas humanas. No se detienen, marchan la línea recta totalmente tranquilos. Siento mi brazo ser halado, pero logro dar una voltereta justo a tiempo para evitar que sea separado de mi cuerpo. El miedo se hace todavía más latente cuando algo me empuja contra un vehículo detrás de mí. El cristal del coche se rompe y caigo sobre los asientos delanteros, me intento incorporar, pero el vehículo rápidamente es levantado del suelo y poco a poco me intenta aplastar, utilizo mis poderes para evitarlo, pero eventualmente tengo que salir del vehículo por la parte trasera rompiendo el cristal con mi cuerpo. Me alejo todo lo que puedo de ese grupo de soldados, sin embargo, por el rabillo del ojo los puedo ver avanzando, sus manos se levantan hacia mí y el edificio por el que hace un segundo estaba cae hacia atrás como si hubiera recibido un golpe.

Es un ejército de Hollows.


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