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Capítulo treinta y cuatro

Es impresionante estar en uno de los aeropuertos más grandes del mundo y que este se encuentre completamente vacío a excepción de la legión y algún soldad patrullando la zona. Escucho a Karen discutir con Edward acerca de cómo recuperar la economía de Japón para usarla nuevamente a nuestro favor y así, patrocinar la guerra en otros frentes.

—El capital que hemos obtenido eventualmente se acabara si solo lo usamos para invertirlo en guerra, debemos aprovecharlo de forma inteligente para recuperar la ciudad e impulsar el comercio nuevamente —la escucho decir detrás de mí.

—La mayoría de Hollows no tenían cargos administrativos o industriales, incluso los propios trabajos turísticos y comerciales ya serian un problema, sin pensar en la educación superior a la que nunca han tenido acceso —le responde Edward preocupado.

—Utilicemos a los humanos japoneses que han quedado vivos, que ellos comiencen a transmitir el conocimiento y a su vez, los trabajadores y empresarios, que comiencen a adiestrar a todos los Hollows que puedan. Procuren que recuperen las empresas que ya estaban establecidas, las nuevas empresas tendrán un camino difícil con el prestigio de Japón a manos de unos rebeldes —deja salir Karen con un suspiro.

—No tienes que preocuparte en exceso, el jefe dijo que mandaría a economistas y especialista en el área para recuperar el país, nosotros solo tenemos que mantener el orden todo lo que podamos —deja salir Ellied a su lado.

—Se encuentra bien, te manda un saludo —me dice Zayda sentándose a mi lado. Hace un rato se había ido a hablar con Victoria. Asiento con una sonrisa. Todavía me siento cansado por la guerra a pesar de haber descansado durante algunos días. Ahora solo tengo una pequeña cicatriz donde me dispararon.

Rubí esta dormida sobre el hombro de Edward. Me giro un segundo para verla antes de mirar a Karen. Su mirada es dura. Suspiro.

—Me alegra saber que está bien —dejo salir viendo como Paul se acerca. Tiene la mirada caída, desde que terminó la guerra tiene un semblante diferente.

—La mayoría de las empresas quedaron destruidas por la guerra, sin embargo, las fábricas que quedaron fuera de la ciudad todavía se mantienen parcialmente intactas —dice Edward con tono serio mirando los papeles sobre la mesa.

—La limpieza de la ciudad va por buen camino, todas las armas, equipos, carros y armamento militar está siendo repartido en las islas del pacifico. La idea es formar una gran muralla pacifica para defendernos del posible ataque americano —informar Paul. Nuestros ojos se encuentran un segundo.

—Parece que no todo son malas noticias —le responde Karen con una sonrisa forzada.— ¿Algo más?

—El jefe enviara dos aviones —le dice Paul mirándonos.— Quiere que Ellied, tú y Joe viajen a New Zealand, mientras que yo y el resto regresemos a la base.

Me incorporo en la silla para escuchar con más atención.

—¿Qué sucede en New Zealand? —pregunta Karen dejando los papeles que sostenía sobre la mesa junto con sus gafas. Hasta este momento no me había dado cuenta lo cansada que luce.

—Se han empezado a surgir pequeños grupos rebeldes al norte del país, quieren contenerlos y evitar lo que sucedió en Japón, sin embargo, quieren negociar con la legión directamente —le responde Paul tomando un suspiro.— El jefe prefiere que sean ustedes, quiere que lleguen a un acuerdo en el que prioricen los intereses de la legión sin recurrir a la fuerza. En especial la introducción de los Hollows a la economía para evitar un colapso como el que hay aquí.

—Muy bien —responde Karen antes de dejarse caer sobre el asiento para tomar aire.

—A ella no le gustará la idea —murmura Zayda en mi oído señalando a Rubí con los labios.

La decisión del jefe de no llevarla es evidente. Quiere prevenir que Rubí utilice la fuerza en una pérdida de su control o incluso que vea una oportunidad para crear una nueva guerra en New Zealand. No es una locura pensarlo, tendría el apoyo de la mayoría de la legión. Una parte de mi en el fondo la apoyaría. Al final, con la violencia y el poder también se llega al mismo objetivo, sin embargo, si puedo evitar el menor número de víctimas posibles, tomare esa oportunidad.

—Cuenten conmigo —respondo y todos me miran. Realmente no había dado mi opinión. Todo este tiempo me había mantenido al margen escuchando como tomaban decisiones importantes.

—Deben tener presente que puede ser una trampa —añade Edward de inmediato.

—No irán solos, el ejército usado para la invasión, junto con la armada naval de Japón, los acompañarán, las ordenes de atacar New Zealand se darán de inmediato si algo sucede —le responde Paul rápidamente.

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Miro los aviones llegar a la pista mientras somos transportados en unos pequeños coches blancos. Personal del aeropuerto habla con los pilotos mientras comienzan a hacer los preparativos para despegar nuevamente.

Los coches se detienen y todos bajamos de inmediato.

—Los pasajeros hacia New Zealand por aquí —dice uno oficial al lado del piloto.

—Cuídate Joe —me murmura Zayda antes de darme un abrazo. Paul y Edward tocan mi hombro antes de despedirse de Karen de forma más afectuosa.

—No hagas ninguna estupidez, y compórtate, Joe —me dice Rubí dándome pequeñas bofetadas en la mejilla.

—Lo hare —le respondo con una media sonrisa. Ella me da una mirada rápida antes de caminar hacia Edward.

—Sino regreso ya no tendrás que lidiar conmigo nunca más —le digo un poco más animado.

—Lo que sería una mejoría para la mayoría —responde. Ella se gira para que vea su sonrisa antes de levantar una mano en forma de despedida. Asiento en su dirección y subo al avión con Karen y Ellied.

El avión es igual de moderno que los otros a los que habíamos subido anteriormente. Los tres nos sentamos sobre una de las mesas rodeadas por un asiento compartido. Soldados ocupan su lugar en los asientos delanteros como traseros.

—Odio la sensación de despegue —deja salir Ellied a mi lado. Karen suspira y se deja caer sobre el asiento. Me acerco a la ventana para mirar la ciudad totalmente destruida. Podría contar con mis dedos los pocos edificios que se mantienen intactos. El fuego ha desaparecido, pero las marcas que ha dejado la guerra todavía son muy palpables como la marca de muerte en nuestras vidas.

—Esto es lo único que trae la guerra —murmura Karen mirando por la ventana también.

—Los hemos salvado de la injusticia —presiono. Ella me ignora.

—Tendrás que controlar tus impulsos si no quieres que las cosas en New Zealand se repitan, iremos a dialogar con personas que preferirían matarnos que tomar una taza de té —deja salir luego de un tiempo cuando Japón se ha perdido entre las nubes.

Trago saliva.

—Lo que sucedió fue necesario, los escuchaste hablar, todo lo que les hicieron a esos Hollows —empiezo a decir, pero ella me detiene.

—En ocasiones se debe responder a sus acciones con misericordia. Ellos ya se habían rendido, no había necesidad de matarlos, ellos pasarían el resto de su vida en una celda por lo que hicieron —responde con firmeza.

—No siempre podemos responder con misericordia Karen, ellos quieren que usemos la fuerza en ellos —deja salir Ellied dudosa.

—Si queremos crear el mundo que Eny quería, usar la matanza y el odio nos hará más difícil ese camino —sentencia Karen con incomodidad.

—Entonces no respondamos la injusticia con más injusticia —propongo de la nada. Karen me observa.

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El avión aterriza. Cierro los ojos hasta que se detiene completamente anunciando la llegada a la capital.

—Entre más rápido actuemos y lleguemos a un acuerdo, menos vidas se perderán en New Zealand —dice Karen. Asiento con la cabeza.

—Sé cuál es nuestra misión en este lugar —le respondo.

—Evitemos que noten nuestras diferencias, tratemos de olvidar lo que ha sucedido, al menos lo que dure este acuerdo —murmura Ellied levantándose para salir.

—Todo listo, la zona está asegurada y las costas de New Zealand rodeadas, atacaran de inmediato sino obtienen información de ustedes o de algún sargento en este avión —nos dice un soldado que sube al avión. Sus ojos color escarlata nos observan. Nos miramos a los ojos antes de caminar detrás de él. 

Hay un tiempo nuboso afuera, por lo que es difícil distinguir todo con claridad. Oficiales de negro esperan fuera del avión junto a cinco vehículos del mismo color. Solo ocupamos uno junto al sargento que nos habló en el avión, los otros cuatro son ocupados por soldados.

Por el cristal oscuro miro las calles de la ciudad, no son diferentes a las de New York. Hay muchos Hollows en las calles como vagabundos, la mayoría los ignoran y de vez en cuando son humillados por los humanos. Nadie hace nada para evitarlo.

Karen toma mi mano. No me había dado cuenta de que las había empuñado.

Dejo de mirar por la ventana y trato de calmarme de nuevo. El carro se detiene. Alrededor del lugar se han unido un grupo de personas con letreros en contra de los Hollows que se amontonan cerca de las puertas. Nuestros soldados son los primeros en avanzar para luego crear una barrera que empieza a ser golpeada con sus puños. Salimos justo después que nuestro sargento lo haga, nuevamente evito escuchar las palabras horribles que salen de sus bocas hacia nosotros. No quiero seguir más tiempo en esta calle infernal, por lo que camino tan rápido como puedo haciendo que no alcance a mirar el nombre del hotel. Cuando hemos atravesado las puertas un profundo alivio me llena. Una mujer custodiada por dos soldados se acerca a nosotros con una sonrisa.

—Soy la primera ministra —se presenta.— Es reconfortante saber que han aceptado acceder a un alto al fuego.

—Para nosotros también es agradable saber que han decidido ajustar sus políticas para el beneficio de nuestra gente —presiono con una sonrisa. Ella hace una expresión dudosa antes de asentir.

—Sí, por supuesto —contesta con una sonrisa.— Por favor, síganme, la reunión comenzara en unos minutos.

Las seguimos por el recibidor del lujoso hotel. Algunas personas que se hospedan nos miran con caras extrañas o de repulsión. Trato de no concentrarme en ellas.

—Procura usar palabras más suaves —me murmura Karen al oído cuando se acerca a mí.

Giramos por unos cuantos pasillos hasta que llegamos a unas puertas de cristal que están custodiadas por dos guardias. Ellos nos saludan antes de permitirnos entrar. Dentro hay una gran mesa llena de personas que nos miran como si fuéramos especímenes antes de saludarnos con la mano.

—Soy el gobernador de New Zealand, soy el representante de la Reina y actuaré bajo su mando en esta negoción —le dice a Karen cuando la saluda.

—Soy el ministro de defensa —me dice uno sujeto esbelto con el cabello rubio.

—Deben estar cansados por el viaje, prometemos una reunión corta de dos días, luego podrán regresar a... —comienza a decir la primera ministra invitándonos a sentar—su hogar.

Hay un momento incomodo en el que nos miramos las caras.

—Como deben saber el reino de New Zealand es un reino prospero que se han mantenido neutral en todo tipo de conflictos. Nuestra ubicación geográfica ha contribuido a que la guerra no toque nuestras costas, sin embargo, con la caída de Japón y la insurgencia de grupos rebeldes al norte del país, miembros de la legión han contactado con nosotros para solicitar un armisticio —el gobernador rompe el silencio, todos lo miramos.

—Sí, eso es todo —agrega Karen.

—Las noticias de lo que sucedió en Japón y las imágenes tan atroces de una ciudad moderna totalmente destruida fue impactante para todo el mundo —dice la primera ministra.— No queremos convertir nuestras tierras en un campo de batalla.

—Aun así, trajeron sus ejércitos a nuestras costas en nombre de la paz —deja salir el primer ministro de defensa.— Es difícil comprender cuáles son sus verdaderos planes con este armisticio, ya que permitir que nuestro ejército se retire, cuando  se ha preparado y tomado posiciones para un ataque, con nuestro ejército fuera de camino y oculto en la capital sucedería lo mismo que Tokio, quienes no previeron que todas sus bases militares fueran atacadas al mismo tiempo. Ustedes hicieron un uso rápido del lugar para aumentar sus posiciones por todo el país, lo que hizo fácil su captura.

Sus palabras suenan crudas.

—Nuestro ejército no bajara a sus tierras —sentencio, pero mi voz suena dudosa.

—¿Y debemos creerte? ¿Es correcto creerle a un agitador rebelde que quiere destruir todo lo que nuestros antepasados han luchado por construir? —presiona uno de ellos que no hace parte de un cargo importante, o no lo suficiente como para que lo recordara. Mi mirada se hace gélida.

—Su paz es solo la violencia hacia nuestra gente —repito lo que Carol me dijo una vez.

—¿Paz? ¿violencia? —murmura el ministro de defensa.— Es justo que han sucedido asuntos poco morales a su raza, pero sus acciones ahora son iguales o peores que las nuestras.

—Cuida tu boca —sentencio con molestia. Que me ponga al mismo nivel que ellos me enferma, lo que ellos nos han hecho es completamente inaceptable. Recuerdo la iglesia, las calles de New York y a la sirvienta de la mansión.

—Sino van a creer nuestra palabra, entonces ¿Qué hacemos aquí? —pregunta Ellied. Tengo un ligero sentimiento de terror.

—Disculpen, pero creo que se nos hará más fácil comprender este armisticio si nos presentan su parte en este acuerdo —deja salir el gobernador con un tono más suave y amable.

—La legión en nombre de todos los Hollows unidos a la causa dejaran las hostilidades presentes y futuras en el país de New Zealand mientras este cumpla con las condiciones que les planteare a continuación —sentencia Karen con voz decidida.

Ellied y yo la miramos.

—Todos los Hollows en New Zealand tendrán acceso a educación superior y a trabajo formal; los cuales no tienen que estar relacionados con la política, pero de preferencia agrícola e industrial —comienza a decir Karen mientras pone unos papeles sobre la mesa,— para ellos deberán abolir la ley que permite el asesinato de los Hollows.

—¡Inaceptable! —responde el ministro de defensa, pero el gobernador levanta la mano hacia él sin dejar de mirar a Karen.

—Solo queremos que los Hollows puedan convivir con los humanos, ese es nuestro objetivo, sin tener que recurrir a la fuerza para conseguirlo y de esa forma evitaremos un conflicto innecesario —presiona Karen hacia la ministra.

—Lo discutiremos con la reina y con los demás cargos administrativos del estado de New Zealand y los estados adheridos al mismo —deja salir el gobernador.— Por favor, les pido que descansen en este mismo hotel mientras analizamos sus condiciones. Mañana le informaremos de nuestra decisión.

Todos nos levantamos pero ellos son los primeros en salir, solo la ministra y el gobernador se despiden amablemente de nosotros. Cuando por fin estamos solos en el pasillo en dirección al ascensor me acerco a Karen.

—Parece que todo va bien —dejo salir.

—Solo ha sido una conversación, la mayoría nos quiere muertos y creen que esto es un mal chiste —me responde Karen encogiéndose de hombre, realmente luce cansada.

—Tienen que creernos, no tienen otra opción —respondo. Ella me da una rápida mirada.

—Esa tampoco es una opción para nosotros —me contesta con tono fuerte. Trago saliva antes de suspirar.

—Estamos aquí para evitar esa opción, el hecho de proponer este armisticio deja en claro nuestra posición acerca del conflicto, ahora solo dependerá de ellos si quieren aceptarla o no —se une Ellied a la conversación. Ambos la miramos.

—Sí, creo que tienes razón —dice Karen poniéndose una mano sobre la cabeza antes de recoger su cabello con una liga.

—Sé que quieres evitar que se derrame sangre, nosotros también queremos lo mismo, por eso nos enviaron aquí en vez de enviar a Rubí —murmura Ellied a su lado.

Karen asiente antes de suspirar. Nos detenemos frente a los ascensores.

—Tendremos habitaciones diferentes, pero nuestros guardias estarán todo el tiempo con cada uno de nosotros —informa Karen al darnos una manilla que funciona como llave.

—Procuren descansar —murmura Ellied cuando las puertas del ascensor se cierran.

Karen es la siguiente en subir, ambos nos miramos un segundo antes de que ella suba al ascensor. Tomo aire mientras espero mi turno. Las personas evitan dirigirse hacia estos ascensores, incluso prefieren utilizar las escaleras. Bajo la cabeza antes de subir con mi guardia al ascensor.

La habitación es amplia con una ventana enorme hacia la ciudad. Luce magnifica. Despojarme de la mayor parte de mi ropa se siente agradable, pero no mejor que el baño que tomo segundos después. Al salir me recuesto sobre la cama y dejo que mis pensamientos sobre este conflicto inunden mi mente hasta que me quedo dormido.

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