Capítulo trece
En algún punto de nuestras vidas nos preguntamos por la razón de nuestra existencia y a medida que avanza el tiempo esta idea que establecemos va cambiando con el objetivo de mantener un propósito para vivir.
Desde mi nacimiento el mundo comenzó a regirse por un destino marcado por el color de tus ojos y la marca en tu piel, como sucedía en siglos pasados. Pensándolo bien, yo también estoy marcado y esa marca no sólo rige mi vida, sino también todas las vidas de aquellas personas que fuera de nuestra voluntad, nacimos así. Lo que sea que rige los acontecimientos de este mundo tiene un complejo de crueldad en sus acciones.
Una persona puede tener más de 1469 sueños al año, sin embargo, solo recordamos el 20% de ellos al despertar y el 0.1% días posteriores. Lo irónico de esto, es que generalmente toda la población terrestre ha experimentado un Déjà vu producto de los sueños, lo que me lleva a pensar que, si intentamos recordar la mayoría de los sueños, podríamos ser conscientes de nuestro futuro.
Abandonamos la ciudad en el ocaso del amanecer. Rubí conduce en silencio y yo le agradezco mentalmente ese gesto. Todos los acontecimientos que sucedieron esa noche vienen en remordimientos al llegar a la autopista que nos lleva lejos de Nueva York. El tiempo no me sana, sino que hace que todo sea más difícil de sobrellevar, me hace sentir estúpido, como si mi mera existencia estuviera ligada al deseo de los demás por verme vivo.
¿Quién soy? ¿Qué soy?
Ninguna de ellas encuentra una respuesta en la tranquila tormenta que nubla mi razón.
—Hey sigues vivo, ¿lo entiendes? —me habla Rubí sin despegar sus ojos de la carretera. Ella no espera una respuesta, por lo que giro mi cabeza para verla y luego, vuelvo a mirar hacia la ventana de nuevo.
En vez de mirar el exterior me concentro en mi débil reflejo en el espejo. Uso mi mano para llevar un poco mi cabello hacia atrás. Mis ojos deslumbran un brillo con los apenas luminosos rayos del amanecer.
Una danza de fuego y sangre.
Aunque esté mundo este vacío, sigue teniendo cosas maravillosas. Se sentiría bien gritar hasta que mi garganta se desgarre, pero en vez de eso me quedo en silencio mientras en mi interior quiera destruir el vehículo con mis propias manos. Pienso que aquella persona que es lastimada y no logra vengarse, debe llevar una vida de constante sed de venganza mezclada con la confusión de lastimar a alguien que una vez amó. El odio es también un sentimiento, incluso se necesita más tiempo para fortalecer el odio que el amor. Las personas amamos deprisa y con locura, pero todas las personas odiamos con calma y determinación.
La idea comienza a iluminar en mi mente como una luciérnaga en un abismo de inseguridad, mis músculos se estremecen tanto que casi suelto la cinta de video. Comprendo la oportunidad que tengo de seguir con vida, pero muy en el fondo, aunque el dolor tan desgarrador siga atormentando mi alma, sé que mi madre quiso que siguiera con vida, ese fue su último deseo y sé que Luz también quiere esto. Para cuando el sol ha salido completamente, una sonrisa se postra sobre mi rostro. Todo puede estar perdido, pero esto aún no ha terminado, incluso está a punto de comenzar. Soy un miembro de la legión ahora.
—Eres inteligente —dice Rubí mascando chicle, postra una sonrisa con sus labios.
—Parece que eres sensible —me burlo un poco.
—Si vuelves a decir nuevamente eso, te juro que te mataré en ese mismo instante —me amenaza, aunque más de 10 personas me hubieran estado apuntando con un arma mi cabeza, no hubieran logrado que experimentara el miedo que esa mujer me ha transmitido con cada palabra.
—Lo prometo —digo un poco tartamudo y ella solo me da un vistazo.
—Sam, debe poder ayudarte con esa cosa —mira hacia la cinta entre mis manos.
No pregunto quién es Sam.
—Es un miembro de la legión también —responde rápidamente volviendo a mirar hacia la carretera.
Su cabello rojizo llega más abajo de sus hombros, me concentro en como la luz del sol hace un maravilloso caleidoscopio de colores vivos semejantes al de una llama.
— ¿Qué miras sabandija? —inquiere irritada. Veo como su cabello se recoge en una cola de caballo mientras coloca una gorra sobre su cabeza.
Me fijo en una zona cubierta de un material sobre su cuello. No me toma mucho tiempo deducir lo que está debajo de esa cobertura, por lo que retiro la mirada rápidamente.
Tal vez confié demasiado en Sofía y eso me llevo a mi destrucción. La confianza puede estar ligada al dolor, entre más confíes en alguien más duele su traición, pero ¿Cómo no hacerlo con alguien que te entrega su amor incondicionalmente? No creo que alguien pueda entender lo tanto que una persona puede amar a otra.
Lo único que importa ahora, es que ella debe estarse desangrando o puede ya haber muerto por a la infección en su herida, lo cual hace que mi arrepiento intente regresar, pero el recuerdo de cómo mi madre murió delante de mis ojos sin poder hacer nada, hace que ese remordimiento desaparezca.
Esa debe de ser la razón de que algo tan placentero sea prohibido, todo lo malo se siente muy bien.
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Para cuando dejamos la ciudad de Nueva York atrás, tengo la respuesta a todas las preguntas que tenía atoradas en mi mente.
Soy un Hollow, miembro de la legión, con el propósito de salvar a los de mi especie de la opresión y los voy a vengar a todos.
—Buenos días —dice la radio de repente.
Esa voz me parece familiar.
—Maldición —se queja Rubí golpeando el volante.
—Soy su mesías — es él loco de la televisión llamado Jesús.
Jesús comienza a hablar de cómo funciona nuestro gobierno y como pretende acabar con todo para salvarnos.
—Estoy harta, quisiera arrancarle la cabeza a ese tipo —dice fastidiada.
—Es una molestia —dejo salir mientras mi sangre arde por eliminarlo. Él es una aberración para los Hollow, solo nos pone en ridículo.
De repente la pantalla del vehículo donde se transmitía la información se destruye y comienza a sonar notas graves, hasta que luego no produce ningún sonido.
—Es mejor no escuchar nada, que escuchar esa porquería —dice Rubí furiosa.
Comprendo por qué Rubí me agradó mucho desde el comienzo, es porque ella es igual a mí, incluso mucho más impulsiva.
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Luego de la intervención de Jesús, el resto del viaje es en silencio. La vegetación que observo a través del cristal es un fiel compañero mientras abandonamos Filadelfia hacia el oeste de los Estados Unidos.
—Mierda, un peaje —se queja Rubí mientras desesperadamente busca unas gafas que encuentra minutos después.
—Joe, baja la mirada —me dice, aunque sonó más como una amenaza, pero no protesto y en vez de eso bajo la mirada hacia la cinta.
Lo primero que siento es el movimiento del carro disminuyendo la velocidad casi de repente. Por el rabillo del ojo puedo ver policías revisando los coches.
—No hagas nada estúpido —me advierte Rubí antes de bajar el vidrio y saludar a la recepcionista.
Rubí le entrega el dinero y ella le devuelve una sonrisa. Siento el golpe leve del vidrio cerca de mí y evito alzar la mirada, desde mi posición solo puedo ver el uniforme azul.
Maldición.
Mis manos tiemblan al bajar el vidrio del vehículo.
—Buenos días, señor —me saluda e intento demostrarle una actitud distante. No le respondo.
Lo veo inclinarse para ver mi rostro, pero cuando nuestros ojos hacen contacto solo me toma unos segundos afectar su visión para que así no pueda distinguir el color de mis ojos. Lo veo parpadear varias veces frente de mí. Él me observa un con leve confusión, sin embargo, revisa el resto del coche y finalmente vuelve a fijarse en mis ojos.
—Oye, Luis rápido —grita otro oficial cerca. Él responde, pero no puede evitar darme un último vistazo.
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—Eso fue una buena idea, hacerlo daltónico al color rojo —me dice Rubí asombrada cuando nos hemos alejado.
—Supongo que sí—respondo mirando nuevamente hacia el paisaje.
Desde que la marca de muerte despertó se me ha hecho cada vez más fácil utilizar mis habilidades.
Soy sorprendido por el repentino levantamiento de la manga de mi brazo derecho, para luego ver como mi reloj es cortado en dos.
—Con que ahí está —deja salir mientras veo mi vendaje cubriendo mi marca de muerte.
—Así es —le sostengo la mirada, pero no pasa mucho tiempo antes de que la aparte porque me sigue intimidando.
—Tienes ventaja con la tuya —le vuelvo a decir al recoger lo que queda de mi reloj. Veo el fino corte que lo divide en dos.
Me ha acompañado tanto tiempo.
—Era un reloj feo —gruñe antes de salir de la carretera por un camino rocoso.
— ¿Hacia dónde vamos? —digo tratando de sostenerme al vehículo.
—Ya lo veras —responde cortante.
Al girar a la izquierda veo un letrero que coloca propiedad privada y debajo de este tiene unas palabras que no alcanzo a divisar, por lo que debo inclinarme.
Centro de estudios neuronales.
Al volver a mirar hacia el frente. Hay una imponente estructura rodeada de árboles. Es un complejo científico avanzado, pero que luce abandonado de alguna forma.
—Hemos llegado, la guarida de la legión de Hollows —me informa al salir del coche.
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