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Capítulo seis

Todas las cosas sienten la atracción gravitacional de la tierra, esta es la razón de que todos los objetos; incluidos los humanos, se mantengan sujetos a la tierra. De esa forma la misma luna siente atracción por ese campo que ejerce la tierra y a su vez la tierra siente esa atracción por el sol, por lo que, una persona puede generar un campo gravitacional, pero este se encuentra sometido por el campo gravitacional de la tierra. Podría ser posible que ese campo que las personas producen pueda atraer a otras personas, lo que indicaría como la unión de dos personas tiene una fuerza tan majestuosa, sin embargo, bajo este argumento, no podemos decidir de quien nos enamoramos, es como si algo superior a nosotros lo hiciera y tiene un margen de error muy alto.

—Imagino que viste el comunicado del presidente esta mañana —me habla Luz y yo asiento con la cabeza.

Estamos sentados sobre el capote de su vehículo en el parqueadero de la universidad. El atardecer se mezcla con las apenas perceptibles luces de algunos edificios. Unos pequeños grupos de personas caminan en todas las direcciones, algunos salen de la universidad y otros apenas llegan.

—Es algo de lo que no me gusta hablar —le confieso.

—Yo tampoco estoy de acuerdo con la idea —dice con un gruñido. Eso me hace sorprenderme y mirarle.

Un poco de esperanza se siembre dentro de mí. La traición regresa acabando con todo.

—Pero son... —no puedo terminar la idea, mi lengua me traiciona.

—Humanos —dice en un bufido— no puedo creer que también pienses así, Joe.

—No —respondo rápido— es solo que todas las personas creen eso.

—Yo no —dice molesta.

—Luz yo... —vuelvo a dejar la frase a medias. Considero lo que le voy a revelar, pero me callo y ella no insiste porque se queda mirando fijamente frente de ella.

Dejo de verla y miro hacia el mismo lugar. Sofía se encuentra delante de nosotros, su cabello está recogido con una coleta y su cuello se ve deslumbrante en el crepúsculo. Sus ojos negros me miran a mí y hace una mueca de asco en ese instante, luego se dirigen fríamente hacia Luz. 

No la culpo, después de todo, una parte de mí sabe que tiene razón.

— ¿Qué quieres? —le habla Luz con fuerza en su tono de voz.

—A ti —le responde. Su voz sigue siendo cálida. 

Hace mucho tiempo que no la escuchaba.

—Ahora eres lesbiana —se burla Luz, pero ninguno de los dos nos reímos, aunque por dentro acabo de partirme de la risa.

—Solo baja aquí —le dice cansada, no tiene que decirme que yo no soy invitado a la conversación, sus ojos asesinos me pulverizan antes de darme la espalda.

Una parte de mí se siente inseguro de lo que vayan a hablar, ella puede revelarle a Luz lo que soy y al igual que Sofía, ella me abandonara, aunque si lo que dijo Luz hace un momento es cierto, no debería hacerlo, pero a veces es mas fácil opinar siendo espectador, que viviéndolo en tu propia piel.

De igual manera, no es que no confíe en Luz, solo que en ocasiones una persona puede cambiar de parecer más rápido de lo que un corazón puede romperse.

Las escucho hablar al no estar tan lejos de mí, y aunque he intentando no hacerlo, es muy difícil por lo ruidosa que es Luz, así que, evito mirarlas mientras las escucho hablar de cómo ha ido sus vidas y lo rápido que pasa el tiempo. 

A veces olvido que eran mejores amigas antes de que terminaremos.

De repente comienzan una pequeña discusión, por lo que presto más atención.

—Eres una perra —le escupe Sofía.

—Tú no me conoces —le dice Luz con satisfacción y poder. Por un momento me quedo impresionado con esa respuesta. Sofía intenta pegarle, pero Luz detiene la bofetada y yo me levanto.

—¡Basta! —dejo salir, ambas me miran y luego Luz la suelta, Sofía hace un bufido y camina molesta hacia la calle.

—La minina por fin muestra las garras —dice Luz cuando la hemos perdido de vista.

—No tienes remedio —digo colocando los ojos en blanco.

—Me impresiona como los rumores vuelan —dice Luz con una sonrisa y entrando al coche— de verdad vino a prevenirme de salir contigo. 

Ignoro lo ultimo que dijo para ajustar mi bolso en mi espalda. No quiero profundizar en ese detalle y ella como es de costumbre, tampoco lo hace. 

—Adiós, perra —lo digo en el mismo tono Sofía lo hizo. Luz se hecha a reír conmigo.

—Sube estúpido —me responde al abrir la puerta del coche— no creerás que te dejaré usar ese metro, o ¿sí?

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Luz es fanática de Taylor Swift por lo que de camino a casa solo se reproduce su música. A pesar de ir al volante canta con un sentimiento tan grande que tengo miedo de que vayamos a chocar con algo.

—Uy, esta es buenísima —dice emocionada mientras la melodía de la canción comienza a sonar. Nos encontramos en el centro de la ciudad, por lo que aún veo a las personas moverse como hormigas por todos lados. La música por un momento me hace olvidar el ruido de los carros e incluso mis pensamientos tormentosos de esta mañana. Miro el reproductor de música para comprobar el nombre de la canción; All too well.

—Te gustó, ¿verdad? —dice con orgullo. Dejo escapar una risa e ignoro su pregunta.

—Es muy bonita y trágica —concluyo cuando la música se acaba y luego escucho como se cambia por una canción más electro pop de la misma artista.

Comenzamos a hablar sobre las clases de hoy. Necesito tener la mente ocupada. Al llegar a Brooklyn, reviso mi celular y luego contesto algunas conversaciones.

—Llegamos mi querido novio —dice con picardía.

—Gracias, negra —me despido mientras bajo del coche.

—Oye, no me digas así —me dice en medio de risas.

— ¿Cómo quieres que te diga? ¿Blanca? —le respondo aún riéndome.

—Imbécil —enciende el motor de nuevo y en menos de nada la veo alejarse.

La calle esta fría, oscura y sola. Sé que mi madre estaría preocupada si no hubiera respondido uno de sus mensajes mientras venia en camino.

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Comemos en silencio mientras mi madre me da unas miradas cada minuto como si intentará comprobar que estoy bien.

— ¿Cubriste la venda? —pregunta.

—Sí —respondo. Cuando cerré la puerta me quité el reloj, por lo que cuando ella volteo a verme vio mi vendaje estaba completamente visible.

—La chaqueta estaba cubierta de sangre —deja salir.

—Asesinaron a alguien en el metro —respondo.

—Vi las noticias, pero no pensé que estuvieras involucrado —algo en su actitud no me gusta.

—Estaba detrás de mí... cuando sucedió —le respondo frío mientras tomo el plato vacío y lo llevo a la cocina. Subo a mi habitación y cambio mi ropa por una deportiva. Llevo un buzo gris de tela y un pantalón del mismo material.

—El vendaje, Joseph —dice mi madre aún comiendo cuando vuelvo a bajar las escaleras.

—Esto lo cubre perfectamente —protesto.

El gimnasio no se encuentra lejos de donde vivo, solo un par de cuadras al norte. 

Al volver a salir, las calles se encuentran frías y solitarias, en ocasiones las luces y el sonido de los carros son los que me acompañan en el trayecto. Cuando terminé con Sofía, me hundí completamente, por lo que, para lidiar la depresión y la soledad tuve que recurrir a ir a un gimnasio. La verdad es que con el paso del tiempo todo parecía cada vez más simple para mí y las cosas solo sucedían en un segundo plano. 

Al final me olvide tanto de mí mismo, que termine olvidando porque ella era importante para mí. Creo que en ese momento fue que pude encontrarme a mí mismo otra vez.

—La rosca —me saluda el entrenador al llegar al gimnasio, es un tipo de piel morena bastante alto y fornido. Usa ese término para dirigirse a cada persona que está a su cargo, aunque ninguno sabe por qué lo dice.

— ¿Qué le toca hoy muchachón? —me pregunta.

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Cuando salgo del gimnasio son alrededor de las nueva de la tarde, pero estoy demasiado cansado como para correr, así que camino despacio. Las calles están aún más oscuras cuando salgo. Los vehículos dejaron de pasar hace bastante tiempo.

Camino algunas calles antes escuchar unos pasos detrás de mí. Me giro y veo un grupo de dos chicos vestidos con ropas oscuras. Nuestros ojos hacen contacto y yo comienzo a correr, pero una calle más adelante estoy muy agotado, por lo que sé que me alcanzarán. El gimnasio está cerca de mí casa, siempre se encuentra lo suficiente lejos en una situación así. Me obligo a girar en un callejón, sé que no tendré salvación, pero, aunque siga corriendo seré alcanzando eventualmente.

Me giro para enfrentarlos, no puedo distinguir sus rostros. Ellos se acercan a mí, intento ponerme en posición, pero mi conciencia desaparece ante sus ojos color escarlata.



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