Capítulo nueve
Nacen alrededor de 245 personas en un minuto y al mismo tiempo mueren 105. En la actualidad es una proporción pequeña, puesto que en años anteriores la humanidad había alcanzado unas cifras tan altas que los científicos no tardaron en hacer estimaciones en el tiempo de vida de la raza humana, aunque en estos momentos no estamos ni cerca de poder escapar de ese cruel y eventual destino, solo podamos aplazarlo, pero en algún momento momento, todo terminara.
El recorrido hacia Bronx es ligeramente tranquilo debido a los pocos vehículos que se movilizan por la ruta que hemos decidido usar.
Luz ha preferido usar los audífonos en vez de reproducir la música en el vehículo, por lo que ahora está bailando en el asiento y el top que lleva puesto es lo único que mantiene sus pechos en su lugar. Evito no mirarlos por mucho tiempo y vuelvo a concentrarme en el camino.
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—Joe, mira este video —me despierta Luz de mis pensamientos.
En la pantalla de su celular veo a un hombre decir un montón de tonterías en menos de 30 segundos.
— ¿Qué es esta basura? —digo un poco irritado, pero ella me ignora y por un momento siento que el semáforo es eterno.
—No puedo creer que haya desperdiciado 1 minuto y 25 segundos en esto —me quejo, ella sigue ignorándome mientras conduce despacio.
—Uy es la mejor parte —dice animada al llegar a otro semáforo.
—No entiendo, ¿Por qué estas tan obsesionada en que vea tanta porquería? —me quejo, ella solo pone los ojos en blanco mientras me quita el celular de la mano.
Es muy difícil aguantar las ganas de reír, pero cuando conoces la cara de furia que Luz pone, no importa lo que tenga que hacer, es un logro que no muchos se pueden permitir, y es la razón por la que comienzo a reírme como un loco.
—Cállate —comienza a gruñir por encima de mi risa descontrolada.
A medida que avanzamos por la ciudad mi risa se va haciendo más calmada hasta que solo queda una fina línea de sonrisa en mi cara, un callejón entre dos edificios me hace recordar esa lluviosa noche, pero no dejo que eso se mantenga mucho tiempo en la cabeza, por lo que volteo a mirar a Luz aun con esa expresión en mi cara.
—Joe, no me mires así —me dice al verme y luego volver a mirar la carretera.
—Gracias —dejo salir. Le mantengo la mirada más cálida que tengo.
—Te vez tan tierno —dice, lo que me hace mostrar una sonrisa mientras agacho la cabeza y veo la cámara de su celular apuntando hacia mí.
Escucho mi voz reproducirse en su celular y luego lo voltea para verme con las mejillas sonrojadas. Me sorprende verme, realmente me veo dulce.
Aunque me halla grabado y a partir de ahora me moleste cada día de mi existencia con ese video, realmente no me importa, porque justo en este momento puedo sentir como todo podría estar bien, quizás pueda sobrevivir como lo he hecho hasta ahora y probablemente pueda confiar en ella. Por eso cuando ella coloca la mano en la palanca de cambios yo le sujeto fuerte su mano. Miro nuestras manos juntas y reviso cada una de sus uñas pintadas de negro. Siento como mi cara se forma una sonrisa y me la imagino mirándome con la cara más cuadrada que tiene.
Cuando alzo la mirada, ella me mira como si fuera una maravilla y sé que realmente no me merezco esto.
Debería estar muerto como el Hollow que soy, pero hay algo en sus ojos que me hacen creer en otro destino. Cuando aprieta sus labios para morderlos, sé que ella también se siente como en casa.
El sonido de la bocina de los carros viene antes del freno del vehículo. Mi agarre se suelta mientras mi cuerpo se impulsa hacia adelante. A pesar de la bocina de los carros puedo escuchar su risa y luego la mía, como si fuera una perfecta melodía. Al ver hacia la calle puedo ver el semáforo en rojo.
Tan tonta como siempre, casi cruza en rojo por estar mirándome.
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Llegamos a un conjunto de casas blancas separadas por un mediano césped una de la otra. No es difícil encontrar la casa de Carl porque hay muchos carros cubriendo la cera. La música es otro factor, suena extremadamente alta. Luz me había contado que los padres salieron en un viaje de negocios y dejaron a Carl completamente solo el fin de semana. Las casas siguientes a la de él se encuentran desocupadas ahora mismo, por lo que no tiene vecinos a los cuales pueda molestar.
—Estoy que me bailo sola —dice Luz animada al apagar el motor.
—Vamos —la animo a salir.
Algunas personas se amontonan en la puerta, la mayoría de ellos son grupos que miran a los que llegan o hablan entre ellos, por el rabillo del ojo veo que unos cuatro muchachos sacan un barril de cerveza de un carro estacionado frente a la casa.
Luz se coloca a mi lado, los tacones la ayudan a estar muy cerca de mi altura. Comenzamos a caminar hacia el interior. Entrar por la puerta casi es imposible, pero cuando lo hacemos el interior es incluso peor. La casa está llena de gente, parece que Carl tuvo que haber movido todos los muebles, porque no se ven ninguno cerca. La música suena espantosamente alta a medida que llegamos a una habitación que es lo suficiente grande como para ser el comedor. En el techo cuelga una esfera de luces que usan para fiesta.
—No puedo creerlo —me grita Luz al oído. No pregunto qué quiere decir, porque sé que ella no se esperaba que estuviera así.
—Al parecer no eres el centro de atención —le grito en respuesta con una sonrisa pícara, ella mira hacia adelante mientras arquea sus caderas. Mirándola bien cualquier chica desearía poder tener ese cuerpo, un abdomen plano y las piernas esbeltas relucientes con la minifalda y los tacones.
Ella toma mi mano y nos mezclamos con la multitud antes de pararnos en algún punto de la habitación en donde comenzamos a bailar en la casi completa oscuridad. En algún punto activan el generador de humo y el ambiente comienza a hacerse más pesado.
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Salimos de la multitud con nuestros cuerpos sudorosos, lo cual molesta a Luz por tener la piel pegajosa.
—Vómito comunitario —le grito entre risas al dirigirnos al piso de arriba.
Ella se limita a responder lo que le acabo de decir con una mirada gélida. En las escaleras tenemos que empujar a varias parejas besándose para poder subir.
En el piso de arriba las personas también mueven sus cuerpos en los pasillos al ritmo de la música. Una de las habitaciones está abierta, en ella se puede ver una mesa llena de comida y bebida.
En este momento me doy cuenta de que la mayoría está sosteniendo un vaso de plástico rojo que contiene alcohol.
—La bebida no es tan buena —protesta Luz al beber de ella. Yo solo la miro y me encojo de hombros mientras le doy un sorbo. Es cerveza muy fuerte, de ahí que a Luz no le guste. Ella prefiere la cerveza más dulce.
—Pensé que no era buena —me burlo cuando vuelve a darle un trago.
—Cállate, Joe —se queja, lo que me hace reír. Le quito el vaso de la mano, porque no puede seguir bebiendo a menos que yo quiera llegar a casa sin alguna pierna.
—Oh —dice asombrada mirando detrás de mí— señorita popularidad ha llegado.
Aunque todos mis sentidos me obligan a no voltear, lo hago.
Soy un maldito imbécil.
Sofía luce un vestido ajustado sin mangas. Su cabello lacio ahora cae en puntas sobre sus hombros. Sus largas pestañas nos miran a ambos antes de perderse en el pasillo.
—Anticuada —deja salir Luz.
—Pasa de ella —le sugiero repitiendo las palabras que ella uso hace unos días conmigo. Tomo todo el contenido del vaso de Luz.
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La siguiente hora comenzamos a bailar más animadamente, sin embargo, puedo sentir como una mirada asesina quema todo mi cuerpo, pero en esta ocasión no volteo porque realmente sé quién me ha estado mirando.
—Dile a tu novia que deje de mirarnos así —protesta Luz.
—Tú eres mi novia, ¿recuerdas? —me burlo.
—No sé en qué estaba pensando —se queja. En vez de protestar le señalo a Alejandro más adelante en la multitud.
—En él —le digo antes de reírme.
—Perfecto, la divina trinidad —por alguna razón me hace reír. Luz siempre se ha caracterizado por tener chistes malos.
—Debo ir al baño —me anuncia Luz y en unos segundos después se pierde entre la gente.
Me dirijo a la zona más despejada del segundo piso lo que imagino sería la habitación de los padres. Solo acercarme entiendo porque está tan solitaria, los gemidos del interior se pueden escuchar claramente incluso con la música.
Estoy a punto de regresarme cuando siento que alguien está detrás de mí.
—Joe —es ella.
—Sofía —respondo al girarme, sus ojos miran fijamente los míos. A pesar de todo el tiempo que ha pasado, puedo recordar cada momento que vivimos.
—Solo... —dice nerviosa, hay un toque de arrepentimiento.
—Me dejaste hace tres meses —le recuerdo.
—Tenía que hacerlo —responde de inmediato y luego agrega— no quiero morir.
—Adiós, Sofía —respondo, pero ella me toma del brazo cuando paso cerca de ella.
—Sé lo que eres y sé que estarás muerto pronto, pero aun así no puedo negar que no he dejado de pensar en ti —me dice. Suena melancólica.
—He escuchado que estuviste con otros chicos —le digo firme, por lo que tengo que tragar saliva con fuerza.
—Eso es cierto —afirma agachando la cabeza. Luego de nuestra ruptura Luz se ha enterado que ha tenido varios chicos nuevos en su lista, cada vez que sabía de uno nuevo me lo hacía saber, como si ya no fuera suficiente. Quizás ella trataba de que pudiera odiarla y así superarla con más rapidez. No era necesario realmente.
—Pero cuando estaba con ellos, solo podía pensar en ti —dice un poco más rota. Está tan cerca de mí que podría abrazarla, pero ahora mismo siento que un universo nos separa.
—Sofía... —murmuro y ella se aferra más a mí brazo.
—Sí, me arrepiento —deja salir un poco molesta,— pero es que no sabía qué hacer.
—Quedarte conmigo —le respondo.
Ella me mira y aun en la oscuridad puedo ver sus ojos brillantes.
Lo cierto es que aun después de la ruptura, esperaba todos los días que regresara, pero ella no lo hacía a pesar de que sus recuerdos sí, como si fueran una fiel arma que intentaba acabar con las pocas fuerzas que me quedaban.
—Adiós, Sofía —le vuelvo a decir y luego ella afloja su agarre.
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Vuelvo a entrar en la multitud mientras el alcohol empieza a hacer efecto. Evito moverme mucho y en vez de eso dejo que las personas me empujen o me lleven entre ellos. Así mismo funcionan los recuerdos con Sofía, me golpean uno por uno sin oponer resistencia, dejo que fluyan a través de mí como una corriente eléctrica que recorre mi cuerpo violentamente.
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