Capítulo dos
Somos hoy en día 7.587.037.552 personas en este planeta, con la cifra aumentando cada segundo y las probabilidades de coincidir con alguien son supremamente altas, pero esas coincidencias son más que patrones que nos diferencian aún más.
Solo debes manejar un bajo perfil y las personas pasarán de ti. Esa es una de las creencias que mi madre tiene.
Buen consejo mamá.
Llevo viviendo 19 años,1 mes, 4 días y 6 horas. Y en todo ese tiempo nunca había visto otros ojos color escarlata a excepción de los míos. Al pensarlo un poco más, es la misma mujer que me miró fijamente mientras corría por la lluvia. Ella iba en la dirección contraria, por lo que tuvo que haberme seguido a partir de ahí.
¿Solo para decirme eso?
La pregunta se cuelga en mi mente mientras llego a mi parada y bajo del metro.
Camino despacio entre la multitud cuando he salido de la estación. La universidad no se encuentra lejos de donde me encuentro.
Para las personas, la vida de un estudiante de psicología debe limitarse a reflexionar acerca de su conciencia y juzgar a las personas de acuerdo con su propio criterio. Esa es la forma en que las personas intentan limitar las cosas para su mejor compresión. No lo digo solo por ser estudiante de psicología, sino porque sin importar la carrera que estudies siempre habrán prejuicios, sin embargo, algunas salen más privilegiadas que otras.
Creo que ese es uno de los factores que fundamenta la desigualdad en nuestra sociedad, pero son ese tipo de cosas en las que es mejor no llevar la contraria y, más aún, cuando eres el único que piensa de forma tan especial.
En Manhattan ha dejado de llover, pero aun así, no bajo la capota de mi buzo, el encuentro con la mujer de ojos escarlata no es lo que me tiene inquieto, sino más bien, los términos que uso, ya que hablo en plural, como si de un grupo se tratará.
No importa cuantos sean, si siguen mostrándose así al mundo, acabarán muertos, como todos los demás.
A medida que me voy a acercando al campus de la universidad la densidad de personas disminuye considerablemente, lo que me obliga a caminar más rápido mientras compruebo mi celular.
Respondo los mensajes de algunos compañeros de curso mientras considero la idea de informarle a mi madre acerca de la chica del tren. Cuando llego a la facultad guardo el celular, es mejor no preocuparla por ahora.
Lo más posible es que ese meteorito también haya sido obra del destino. Mi nacimiento está sellado por el acontecimiento más grande que ha marcado la entrada al nuevo milenio y desde ese momento, las personas son asesinadas públicamente y luego sus bajas son informadas por los medios de comunicación como trofeos de guerra, el problema es que no son solo personas al azar.
Generalmente tenemos las clases en grandes auditorios por lo que algunos muchachos ya se encuentran en el auditorio cuando abro una de las puertas. No saludo a ninguno de los presentes cuando tomo uno de los asientos, porque poco conozco de ellos y necesito un poco de tranquilidad para pensar en los acontecimientos del día de hoy.
Mi celular empieza a sonar luego de llevar unos minutos sentado, antes de que pueda contestar la llamada, es cortada, dejándome solo con el nombre de Luz en la pantalla del celular. Desbloqueo el celular rápidamente y reviso los nuevos mensajes. Tengo cientos de mensajes nuevos de Luz, el último de ellos dice que la única forma de que conteste rápidamente es por medio de una llamada lo que me hace sonreír. Siempre olvido retirar el silencio a las notificaciones de las aplicaciones de mi celular, por lo que generalmente si quieren que conteste es por medio de una llamada. Me salto los mensajes donde solo me insulta y me concentro en el que me pide la ubicación de la clase de hoy.
Por desgracia cuando termino de escribir alzo la cabeza para encontrarme con la fría mirada de Sofía. Ella solo me sostiene su mirada unos cuantos segundos antes cambiarla hacia otro lado. Sofía y yo terminamos una relación hace unos meses, ella pensaba que podía afrontar cualquier cosa por nosotros y tenía una fe ciega que nada podía detenernos, pero entonces, descubrió lo maldito que estaba. Una pizca de melancolía me recorre.
Es cierto, ¿Cómo ibas a saberlo?
Esa fría noche aún se encuentra marcada en mi memoria, la noche en la que te abrí mi corazón y tú solo pudiste pronunciar un adiós mientras corrías lejos de mis brazos. Lo que no sabes, es que, cuando lloraste, yo lloré también debajo de la oscura lluvia. Miro su piel pálida haciendo contraste con su lacio cabello negro antes de que Luz me haga pegar un salto en el puesto por apretar sus manos sobre mis caderas.
—Hola, Joe —me saluda al sentarme a mi lado.
—Luz, tenía una idea brillante —me quejo poniendo los ojos en blanco.
Una antigua leyenda japonesa justifica que estamos unidos a otra persona por un hilo invisible de color rojo, de esa forma todos estamos predestinados a conocernos con alguien, pero si tomamos la misma información y la ampliamos. Puedo llegar a la conclusión de que tenemos distintos hilos atados al dedo meñique que nos unen a diferentes personas en ciertos momentos de nuestra vida y por más que este hilo que nos une se enrede o estire, jamás podrá romperse.
—Acerca de Sofía, la nerd—me responde en burla.
Hago un bufido mientras le pego un suave golpe a su melena rubia con la palma de mi mano.
—Joe, ustedes terminaron hace meses —me recuerda volviendo a peinar su melena.
—Hace tres meses y cinco días —le corrijo.
—Cómo sea —me responde colocando los ojos en blanco.
—Lo que quiero decir —continúa mirándome con sus ojos claros— es que, aunque hayan durado tantos años, debes aceptar que todo acabo.
—Yo ya comprendí eso —le respondo en un gruñido.
Una de las cosas que más me molestan es que las personas supongan que los hombres no sufren en una relación, me gustaría cambiar esa idea. Aunque los hombres generalmente sean unos cretinos buscando donde encajar su miembro, pienso que en el fondo pueden llegar a ser emocionalmente igual que las mujeres, solo que la sociedad los ha convertido en el ejemplo de fortaleza y control.
—Tierra llamando a Joe —me dice cansada meneando su mano delante de mis ojos.
—Estoy tratando de pensar en algo —le respondo un poco molesto.
—Tendrás que hacerlo más tarde —me insinúa señalando al profesor entrando a la habitación.
El profesor tiene un traje de color café y el cabello recorrido en una coleta. Todos comienzan a guardar silencio mientras él llega al centro de la habitación.
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Ha pasado más de una hora desde que la clase inició. Miro mi cuaderno lleno de mapas mentales de la clase cuando un repentino mareo me ataca. Suelto el lapicero y coloco una mano sobre mi cabeza al tiempo que cierro los ojos e intento respirar.
—¿Estas bien? —pregunta Luz a mi izquierda.
—Si, solo necesito ir al baño —le respondo al levantarme.
Salgo de la habitación mientras el profesor sigue explicando algo del psicoanálisis y Sofía me clava una mirada acusadora.
Si me hubiera quedado callado esa noche, nada de esto hubiera pasado, pero pensar en cambiar el pasado es como caer a un pozo profundo de remordimientos.
—Hey Joe —me saluda un muchacho con el que compartí una clase el semestre pasado.
Además de él no hay nadie más en el baño.
—¿Qué hay? —le pregunto porque no recuerdo su nombre.
Recuerdo que era un chico amable que estaba obsesionado con el manga japonés.
—Nada nuevo tío —me responde al pararme a su lado en los lavamanos.
—Me preguntaba... —vuelve a hablar al ver que no respondo y empieza a dudar.
—Vamos tío, dilo —le respondo en su mismo estilo y con una sonrisa, necesito que salga del baño o mi cabeza va a explotar.
—Tenemos una fiesta para este fin de semana —me dice nervioso, pero entusiasmado.
—Bueno... sé que eso casi no te gusta —continúa, es un chico inteligente e insistente— pero sé que contigo Luz sí asistirá, así que, anímate hombre.
—Cuenta con ello —él me sonríe al escuchar mi respuesta, se da un último arreglo a su cabello corto antes de salir por la puerta del baño.
En ocasiones por más que intentes escapar siempre hay cadenas que te limitan el escape, pero podemos aprender a amar nuestras cadenas y escapar con ellas.
Me aseguro de colocarle seguro a la puerta del baño antes de regresar al espejo y ver mi reflejo. Puedo ver mis ojos hinchados a través de los lentes de contacto.
Quito los lentes de contacto. Mis ojos color escarlata se ven amenazantes en el espejo. Esto es lo que soy, solo una imagen barata fuera de esa capa de superficialidad. Golpeo el mesón con mi puño. Si fuera lo suficiente fuerte podría salir al mundo como aquella chica, sin embargo, en el fondo sé que no tengo esperanza en este mundo. No dejo que mi frustración regrese, por lo que vuelvo a ver mi reflejo en el cristal. Tomo los lentes de contacto y antes de que pueda ponerlos, una parte del cristal delante de mí se agrieta.
No es posible.
Coloco de nuevo los lentes en mis ojos y salgo del baño con un solo pensamiento atrapado en mi cabeza.
La marca de muerte ha despertado.
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