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Capítulo dieciocho

Una ley física propone que la materia no se crea ni se destruye, solo se transforma. De esa forma nuestro universo mantiene un equilibrio y un orden dentro de su propio caos. Los sentimientos de una persona se rigen por otro principio. Una persona puede crear sentimientos muy fuertes en su alma y al tiempo que es capaz de destruirlo con la misma intensidad.

—No debiste matarlos —me regaña Zayda demasiado fuerte detrás de mí.

—Debe haber muchos más en la zona —le advierto al ignorar su regaño.

—Es una persona importante, claramente no se va a fiar solo de algunos guardias —me confirma.

—Para poder llegar a él habrá que pasar sobre mucha gente —dejo salir.

—Joe, mírame —volteo para ver la preocupación en sus ojos.

—No podemos matar a diestra y siniestra, ellos también son personas, también tienen seres queridos esperándolos en casa —me dice. Su tono de voz es fuerte, pero frágil. Asiento con la cabeza.

Me he vuelto un asesino en serio sin darme cuenta y aun así, soy incapaz de autocorregirme. 

Nos alejamos de la carretera que conduce a la mansión para adentrarnos en el bosque, por lo que en poco tiempo hemos llegado a la mansión, que luce tranquila en la corta distancia.

—Es casi medianoche —confirmo la hora con mi nuevo reloj.

—Todas las ventanas están oscuras —me dice Zayda al quitarse los binoculares.

—Los guardias están dentro de la mansión —dejo salir al ver la fuente, la entrada principal y los alrededores sin ningún alma.

—Debemos entrar —propone Zayda.

Cuando intento levantarme ella me sostiene el brazo y me señala hacia la mansión. Al principio no puedo diferenciar nada, pero luego puedo identificar las diferentes cámaras de seguridad puestas en la pared.

—Por aquí —le digo tomándola de la mano y saliendo de los arbustos.

Rodeamos la mansión, la cual es más grande de lo que parece a simple vista.

—Todo el lugar está cubierto de ellas —me dice Zayda detrás de mí.

Nos acercamos a la mansión. Cuando las cámaras intentan apuntarnos cambio su trayectoria a la dirección contraria.

—Esta zona parece libre de cámaras de seguridad —me informa Zayda respirando con dificultad luego de dejar de correr.

— ¿Cómo se supone que entramos? —pregunto mientras me aferro a la pared. Tambien respiro con dificultad.

—Alguna de las ventanas —propone.

Miro las muchas ventanas sobre nosotros.

—Ahí —le digo a Zayda y comienzo a moverme hacia la ventana que se encuentra a nuestra altura.

A través de la ventana puedo ver una habitación complementen oscura, solo hay una pequeña cama donde duerme una joven que solo tiene una corta bata con agujeros.

—Debe ser una de las sirvientas —dice casi en un murmullo.

Escuchamos la puerta abrirse, por lo que tenemos que colocarnos a ambos lados de la ventana con rapidez mientras la luz se enciende e ilumina el exterior. Escuchamos el sonido de la puerta cerrarse.

—Mi señor —escuchamos una voz femenina, por el tono deduzco que es la joven que estaba durmiendo.

—Quítate la ropa —le ordena una voz masculina fuerte.

Miro a Zayda antes de volver a asomarme por la ventana. Un señor mayor con una bata de plumas nos da la espalda y las partes donde ha perdido cabello resaltan ante la luz de bombillo.

La niña tiembla sentada en la cama mientras niega con la cabeza.

—Hazlo, sucio animal —le grita antes de darle un golpe que la tira a la cama.

Su mejilla comienza a hincharse justo donde recibió el golpe mientras veo como la niña intenta contener las lágrimas y el llanto.

El hombre se mueve rápido y la voltea para que la joven quede frente de él mientras que la pequeña abre sus ojos hinchados. Mi boca comienza a abrirse por la sorpresa, sus ojos son del color de la escarlata.

La débil bata que cubría su cuerpo es arrancada por las manos de este señor mientras ella nuevamente cierra sus ojos. Por más que intento moverme para no presenciar lo que va a suceder no puedo hacerlo, ni siquiera puedo ayudarla, porque es lógico que ese señor que se acaba de quitar la bata es nuestro objetivo y no puedo asesinarlo. A pesar de la distancia escuchamos el leve grito de la niña, pero el sonido se detiene porque él tapa su boca con una de sus manos. Mi cuerpo tiembla mientras él se mueve sobre ella. Un rápido vistazo a Zayda me confirma que se encuentra peor que yo. Ella sostiene una pistola con tanta fuerza entre sus manos que las lágrimas bajan en un torrente violento. Sus apretados dientes me indican el esfuerzo que está haciendo para mantenerse controlada.

—Me vine dentro, joder —se queja mientras se coloca la bata.

La niña llora en silencio mientras su cuerpo tiembla mucho más que el mío.

—En unos meses serás llamada una perra por eso que llevarás dentro —le dice escupiendo su cuerpo desnudo— te juzgaran por haber abusado de algún guardia.

Veo a Zayda intentar moverse, por lo que me lanzo sobre ella y ambos caemos al suelo.

—Tranquila, recuerda el plan —le intento decir, pero ella lucha entre mis brazos.

—Suéltame, Joe —me gruñe— tengo que asesinarlo.

—Ahora no —le pido.

—Pero no te preocupes, yo mismo me encargaré de asesinarlo cuando lo veas nacer —escuchamos la voz del sujeto y luego viene una risa descabellada antes de escuchar el sonido de la puerta al cerrarse.

Siento como Zayda comienza a llorar descontroladamente antes de que llegue su llanto.

Con calma comienzo a unir cada pedazo que Zayda me ha contado el día de hoy. Cuando ella comienza a llorar en silencio lo cual tomo como señal para levantarse, no tiene que decírmelo, ya lo sé.

—Fui abusada por mi dueño —murmura antes de darme la espalda.

La misma sed de venganza cubre mis venas cada segundo que estoy respirando, como en esa ocasión un furia me consume.

—Cambio de planes —le digo y ella se voltea para verme.

—Solo necesitamos la información, la cual debe estar guardada en su computadora personal, por lo que no lo necesitamos a él —le respondo con rapidez.

Ella parece analizar lo que acabo de decirle y finalmente asiente con la cabeza. La luz proveniente del cuarto de la joven se apaga y seguido de eso la puerta nuevamente se cierra, ambos nos acercamos a la ventana y miramos en el interior. No hay nadie.

—Ese maldito —dice Zayda antes de destruir el vidrio y saltar dentro de la habitación. Yo la sigo segundos después mientras la puerta delante de nosotros se abre de golpe, pero los cuerpos de los oficiales que entran caen frente de nosotros sin vida. 

—Tres de ellos —cuento.

—Ellos no me interesan —me responde al pasar sobre sus cuerpos y llegar al pasillo.

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A pesar de la mucha seguridad que a Zayda le preocupaba, ella mismo se está encargando de asesinarlos a todos ellos. No nos toma mucho tiempo llegar a los pasillos más altos de la mansión sin dejar de comprobar cada habitación, lo cual en algún punto parece imposible por lo grande que es el lugar.

—Solo un piso más —le digo cuando hemos terminado de comprobar el segundo piso.

— ¿Dónde están todas las tropas? —pregunta ella al abrir la primera puerta del tercer piso.

—Creo que tenías información falsa —le confirmo al comprobar la puerta siguiente. Es la habitación de un niño, lo cual hace inquietarme, hasta este momento no me había planteado que él tuviera una familia y mucho menos con lo que tuve que presenciar hace unas horas.

—Encontré su despacho —me llama Zayda por lo que cierro la puerta de la habitación que está llena de juguetes.

Es una habitación repleta de libros y con un escritorio cerca de la ventana.

—Acá hay una computadora —sostiene el portátil en la mano.

—Aquí debe de tener todas sus cuentas sincronizadas, por la que entrar a sus correos será sencillo para Sam —argumento a Zayda mientras yo me acerca a ella.

—Yo la llevo —le digo al tomarla en mis manos.

—Siento que todo ha sido demasiado fácil —pienso en voz alta.

—Somos Hollows —es lo que responde. Me quedo pensando en esa afirmación, incluso cuando la puerta se abre de golpe y Zayda me empuja hacia la derecha.

Ella hace un gesto de dolor mientras se levanta de encima de mí.

—Objetivos incapacitados —informa alguien. En la puerta están muchos soldados y en medio de ellos nuestro objetivo tiene de arrodillas a la joven que hace un momento abuso. Ella intenta cubrir sus partes desnudas de su delgado cuerpo con sus brazos débiles.

Zayda se saca el mismo dardo que una vez habían inyectado en mi cuerpo.

—Ambos de pie —ordena uno de los soldados que apunta hacia nosotros y obedecemos de inmediato.

—Más basura en mi hogar —gruñe el sujeto. Al lado de él se encuentra una mujer con un niño en brazos.

Si ella supiera lo que su esposo hace en las noches. Les doy una mirada de asco.

—Suelta la computadora —ordena otro soldado. Diez en total cuento rápidamente. Dejo la computadora en el suelo y vuelvo a ponerme derecho.

—Mata a la chica, mi esposa quiere compañía en sus noches también —le ordena a uno de ellos, este asiente y apunta a Zayda. En ese momento me sorprende lo iluso que fui al creer que esa mujer no sabía de la traición de su marido, pero al parecer está igual de sucia que él. Solo me toma un segundo hacer que cambie de objetivo y el soldado dispare a su compañero.

—Les dije que los inmovilizaran imbéciles —le grita a uno de sus soldados. Este mira confundido hacia nosotros y Zayda suelta otro dardo de sus manos.

—Fallaste —le dice. Las balas nunca salen de las armas porque he destruido la salida de las armas mientras Zayda llamaba su atención. El sonido de los gatillos es como un ritmo melódico que se sincroniza con sus cuerpos siendo degollados por mí. Zayda le dispara a la mujer que cae al suelo con el niño que se despierta.

—Alto —dice el señor al apuntar a la chica con una revolver.

Su último hombre cae sin brazos y piernas. Solo queda él y su hijo quien se encuentra llorando sobre el cuerpo sin vida de su madre.

—Váyanse ahora con la computadora o la asesinare —dice mientras golpea la cabeza de la chica con el arma. Me giro para tomar la computadora, pero cuando quiero volver a verlo, escucho el sonido del arma disparar. La mayoría de las balsas se detienen delante de mí para que unos segundos después caigan al suelo, sin embargo, este ha usado una de los disparos en la chica que tenia de rodillas cerca de él. Veo su cuerpo sin vida en el suelo, en medio de un charco de sangre.

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