Epílogo
Hola! Antes de empezar a leer este último capítulo, quería hacer especial hincapié en la música que he elegido. Creo que es importante leer con el audio puesto, aunque sé que no a todo el mundo le gusta leer con música. Es una canción elegida a propósito, muy acorde al estado anímico de Mara.
Eso es todo, sin más, os dejo con el último capítulo de la historia. Espero que os guste :)
***
Mara
Abro los ojos.
No tengo prisa en hacerlo. Lo hago como quien sabe que puede seguir durmiendo porque se ha desvelado horas antes de que suene el despertador. En realidad, todos mis gestos se han vuelto tranquilos, pausados, y lo cierto es que no entiendo el por qué. No lo entiendo, porque lo que realmente siento en mi interior es un desasosiego que me bloquea y me impide pensar con claridad.
¿En qué momento se rompió la humanidad? ¿Fue antes de la invasión, u ocurrió una vez estuvimos asentados en el Cubo? ¿Tal vez fuese después?
¿En qué momento me rompí yo?
Me explicaron todo lo que debía saber. Me contaron la verdad sobre TESYS y su asquerosa manera de ocultar la información a la comunidad, me contaron acerca de la existencia de los uniformes asesinos que acabaron con decenas de exploradores, acerca del Frente Multiversal Armado, de mi verdadero origen y de la doble identidad de mi madre. Me revelaron que Ikino estaba hecha de soldaduras y circuitos y que era silícola; que Evey había asesinado a la exploradora Aera Haagard al intentar acabar con el androide, y que desde entonces nadie parecía tener las ideas claras.
También me contaron que Evey se había quedado en Sílica para tratar de conseguir información acerca de una bomba de agujero negro capaz de devastar universos enteros. Que mi gen sería capaz de hacerla funcionar o de inutilizarla, que los silícolas tal vez lo sabían todo acerca de mí o tal vez no sabían nada. Que Liria había muerto a manos de Ciro porque ella había intentado matarme primero, que Ciro me había protegido con su cuerpo cuando una horda de soldados silícolas se hubo abalanzado contra nosotros.
Que el Cubo ya no sería nuestro refugio nunca más, pero que tampoco podíamos quedarnos en aquella caseta para siempre. Que éramos unos fugitivos, unos vagabundos sin un sitio donde dejarse caer. Y sin embargo, nosotros éramos los únicos capaces de terminar con la guerra multiversal que Sílica llevaba librando años. Nosotros, un puñado de exploradores mal avenidos. Tiene gracia.
Yo por mi parte también tenía cosas que contar, pero no fui capaz de abrir la boca. No fui capaz de delatar a mi capitana Ziaya Roguez y su intento de matarme con la sobrecarga de zeptorobots, porque sé que tuvo sus buenas razones para hacerlo. Supe que había sido chantajeada y amenazada por Tera en cuanto vi el brillo de sus ojos en medio la la noche. No era un brillo perverso ni asesino, era un brillo suplicante, desesperado.
Muy pocas personas lo sabían, pero la capitana Roguez tenía una novia en la sección de recursos naturales. Las relaciones entre el mismo sexo no estaban prohibidas de manera expresa, pero TESYS había dejado claro en varios comunicados que "era de vital importancia el correcto emparejamiento entre los miembros de la comunidad para garantizar la perpetuidad de la especie". No había que ser especialmente inteligente para comprender qué significaba aquello.
Como buena manipuladora que era, Tera habría movido todos los hilos necesarios para conseguir información comprometida de cada uno de nosotros. Y sabiendo que las dudas aparecerían cuando tuviesen que apuntar un arma contra mí, presionó todo lo que pudo a todos mis compañeros para así cerciorarse de que al menos uno cumpliría la misión. Porque nadie sacrificaría a un ser querido por un compañero de trabajo. ¿O sí?
Sea como fuere, estoy segura de que Tera chantajeó a Ziaya, y mi capitana no tuvo más remedio que intentar acabar la misión que les había impuesto TESYS. Para nuestra suerte o nuestra desgracia, no funcionó. Mi capacidad de estropear cualquier cacharro que ponga en riesgo mi vida hizo añicos el plan de Roguez, y de momento todo el mundo parece haberse olvidado de ello; todo el mundo salvo Ciro.
El explorador del pelotón EX:A-2 lleva evitando mi mirada desde que me contaron lo de Liria, y aún no tengo muy claro si es un gesto que me molesta o me es indiferente. Con él, nunca tengo nada claro. Desde mi posición veo su silueta: la espalda y cabeza apoyadas contra la pared, una pierna doblada y la otra estirada sobre el suelo. Tiene los ojos cerrados, pero no creo que esté durmiendo. Su rostro está tenso, como si estuviese aguantando un fuerte dolor. Tal vez lo esté aguantando.
Tal vez se sienta igual de perdido que yo.
Sílica será derrotado. Ikino lo había dicho de una forma tan contundente que por un momento llegué a pensar que era un hecho. Luego, cuando recapacité acerca de todo lo demás que me había contado, se me vino el mundo encima.
Yo nunca quise estar por encima de nadie. Nunca quise que mis decisiones influyesen en la vida de otras personas, al menos no de manera sustancial. Y sin embargo, parece que el futuro del multiverso ahora depende de mí, y para hacer las cosas como se supone que debo hacerlas, tendré a un grupo de personas dispuestas a morir por mí. Juro que me dan arcadas sólo de pensarlo. Siento que ahora todos mis compañeros me miran con otros ojos, como si yo fuese una especie de dios, como si sólo por el hecho de ser diferente haya que tratarme de manera diferente.
Todos parecen querer decirme algo con sus miradas llenas de angustia, de esperanza, de odio, de miedo, de veneración. Todos parecen querer decirme algo, pero ninguno habla. Ninguno volverá a hablarme como antes. Ninguno volverá a ser el mismo conmigo, como antes. Ni siquiera mi madre. Ni siquiera Ikino, que no es humana.
Estoy dispuesta a cerrar los ojos de nuevo, cuando las pupilas más oscuras que haya visto jamás se ciernen sobre mí y deshilvanan mis pensamientos, mis sentimientos.
Ciro. Ciro está mirándome.
De pronto algo dentro de mí se remueve. Es una sensación vertiginosa y sin sentido, salvaje. Ha surgido de la nada, pero crece incontrolable y se extiende por mi cuerpo, provocándome pequeños hormigueos en las yemas de los dedos.
Aún hay muchas cosas que no recuerdo, pero conozco esa mirada. Esa mirada que me ha hecho retroceder una y otra vez al día de la invasión, esa mirada que me ha obligado a recordar una y otra vez todas aquellas imágenes que quise borrar de mi cabeza. Esa súplica muda, esa mirada triste. Esos ojos agresivos y comprensivos, idénticos a los que me perseguían por los pasillos de la sección de exploradores. Esos ojos que tanto desprecié en su momento son los únicos capaces de devolverme mis recuerdos a su sitio, de hacerme sentir como la persona que era antes de todo esto.
Sonrío sin poder evitarlo, y mi sonrisa se hace aún más ancha cuando veo cómo él parpadea y se sonroja. Es chocante ver esa clase de expresión en un semblante adusto, y más aún cuando tiene una cicatriz cruzando su pómulo que le da un aire de villano sin escrúpulos. Jamás pensé que alguien como él pudiese sonrojarse. A mi cabeza viene la imagen borrosa de su rostro a escasos centímetros del mío, susurrándome algo que no consigo recordar. ¿Habrá ocurrido realmente, o será un recuerdo falso causado por el desorden de memoria que tengo?
Quiero acercarme, pero algo me impide moverme de donde estoy. Tal vez sea toda la rabia que tengo acumulada contra él y que parecía haberse esfumado segundos atrás, o tal vez simplemente sea pura vergüenza. Quiero acercarme, pero no sé qué quiero decirle. Ni siquiera sé si quiero decirle algo. Gracias por rescatarme otra vez, supongo.
Suspiro levemente y rompo el contacto visual con el explorador. A veces me gustaría ser más valiente para algunas cosas. Más valiente y menos rencorosa, dicho sea de paso. Quiero agradecerle todo lo que ha hecho por mí, pero mi orgullo impedirá cualquier intento de reconciliación por mi parte. Además, no me puedo sacar de la cabeza el hecho de que disparase a Liria y la dejase en Sílica aún cuando agonizaba. No puedo.
No me puedo sacar de la cabeza tantas cosas...
Me levanto del suelo y me acerco hasta la cocina. La mayoría duerme, pero algunos se mantienen despiertos, seguramente atormentados por los mismos motivos que yo. Mi madre sigue delante del ordenador, tratando de encontrar el modo de sacarnos de aquí hasta un lugar más seguro. Me detengo a observar la ausencia de su ojo derecho. Por lo que tengo entendido, lo perdió al tratar de escapar del Cubo. Ella también tuvo que matar a un explorador para poder cumplir con su misión, y sin embargo no la culpo por ello. ¿Por qué no puedo hacer lo mismo con Ciro? ¿Por qué no puedo olvidarlo y ya está?
Un vacío se abre paso por mis entrañas hasta conseguir marearme. Me apoyo en la repisa de la cocina e intento respirar con tranquilidad varias veces. Gracias a Ziaya y a su sobrecarga de zeptorobots, mi extractor de memoria quedó destrozado y en consecuencia ya no tengo esos terribles dolores de cabeza. Aún así, aún tengo grandes lagunas en mis recuerdos, y los pocos que tengo se han mezclado entre sí y me confunden. Es como si la línea temporal de mi vida se hubiese roto; como si hubiese sido creada de manera artificial y hubiesen implantado imágenes y sentimientos aleatorios en mi memoria. Siento que ya no pertenezco a un sitio en concreto, que ya no puedo aferrarme a nada con la seguridad de que aguante el embiste de lo que está por venir.
Es difícil asimilar el hecho de que tu familia haya estado mintiéndote toda tu vida. Duele saber que tu madre ha estado ocultándote información durante años, sobre ti y sobre todo lo que te rodea. Duele saber que a ojos de todos habrás dejado de ser la persona que eras para convertirte en algo que ni siquiera tú misma has elegido. Habrás dejado de ser Mara. Sólo serás la esmirense que, gracias a su mutación, derrotará a Sílica.
Cojo un vaso de agua y vuelvo a mi rincón, donde todo el mundo parece querer evitarme. No me importa, prefiero estar sola. Quiero poner en orden mis ideas, recordar a los que ya no están y recordar el por qué yo sigo aquí. El olor de la ropa que llevo puesta me transporta a mi casa y a la vida que tuve tiempo atrás. Dominada por un instinto casi animal, arrimo el borde de la camiseta a mi nariz y aspiro hasta que mis pulmones quedan extasiados de ese aroma que ahora recuerdo. Huele a él, huele a mi hermano Tanon.
Aprieto la mandíbula e intento contener las lágrimas. Lo echo terriblemente de menos. A él y a mi hermana, a mi padre, a mi casa y mi universidad, a mis amigos de la escuela. Los recuerdos llaman a las puertas de mi memoria e irrumpen con violencia en mi interior. Ahora me acuerdo de todo: la primera bomba estallando a mi lado, los gritos desesperados, el dolor, la oscuridad, la muerte. Ciro, la camilla de la sección de medicina, la sonrisa de mi madre al ver que estaba bien, la impotencia de no poder salir a la Tierra y sentir el viento en la cara, mi decisión de alistarme en la sección de exploradores, mis compañeros de pelotón, mi primera misión en el exterior y mi primera excursión no autorizada con mi madre.
Parece que haya pasado toda una eternidad, y sin embargo sólo dos años nos separan de lo que una vez fue nuestro hogar. Un hogar donde mis responsabilidades no iban más allá de las que tendría una chica de veinte años. Hacer la cama, poner lavadoras los domingos, cuidar de mi hermana alguna que otra tarde, estudiar para sacarme la carrera y dejar de depender del dinero de mis padres. Y ahora... ahora ya no queda un miserable resquicio de esa vida y de esa felicidad inconsciente que me embriagaba cada día. Ahora toca enfrentarse a monstruos mucho mayores, y rendirse no parece que sea la opción.
Porque si me rindo, no habrá posibilidad de volver a la vida que añoro.
FIN
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