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Capítulo 5 (parte 1).


—¿Qué coño estabas haciendo?

Trax estaba realmente furioso y Ciro lo sabía, pero no era algo que le preocupase especialmente. No era la primera vez que el capitán perdía la compostura ante él, y tampoco sería la última. El líder del pelotón EX:A-2 era una persona muy disciplinada, capaz de mantener la calma ante las peores situaciones y con soluciones para cualquier problema o contratiempo. Era organizado, sensato y paciente, pero todas aquellas cualidades parecían desaparecer ante la presencia de Ciro. Cuando ambos se enfrentaban, Trax olvidaba su rectitud y acababa perdiendo los papeles.

Y a Ciro le gustaba ver cómo aquello ocurría.

—Preparando todas mis cosas —contestó—. Por Dios Trax, apenas he tardado una hora y media. ¿No tienes suficiente con tres horas para decirnos lo que nos tienes que decir?

—Ciro... —Aera puso los ojos en blanco, a sabiendas de lo que ocurriría a continuación.

De dos grandes zancadas Trax salvó la distancia que había entre ambos. El chico pudo apreciar cómo los músculos de la mandíbula de su capitán se tensaban bajo la piel oscura y castigada tras años de trabajo a la intemperie.

—Te recuerdo que ahí fuera hay soldados inmortales cuyo único objetivo somos nosotros. —Su voz resonó en toda la sala. Con ojos entornados, Ciro contempló la yugular de Trax hinchándose con cada sílaba que gritaba—. Si te digo que necesito cuatro horas, es porque considero que ése es el tiempo que necesito para asegurarme de que todos vosotros volváis sanos y salvos al Cubo. Así que, salvo que quieras ser el responsable de la muerte de este pelotón, no se te ocurra volver a llegar tarde. ¿Me has entendido?

Gruñó como única respuesta. Le gustaba ver a Trax molesto por su culpa, pero odiaba tener que someterse a las normas y más odiaba aún que su capitán le pusiese en evidencia delante del otro pelotón que compartía habitación con ellos. Los miembros del grupo de Mara contemplaban la escena con gestos de desconcierto dibujados en sus caras. El chico se mordió la lengua mientras se separaba de Trax y se alejaba hasta una de las esquinas de la sala. Desde allí podía observar todo lo que pasaba sin que nadie se girase a mirar qué hacía.

Cruzado de brazos y con las palabras que había tenido que callarse abrasándole los labios, Ciro se dispuso a observar a los integrantes del pelotón que los acompañaba, tratando de obtener cualquier tipo de información que le ayudase a discernir si alguno de ellos sería capaz de unirse a su causa, o si por el contrario se mantendrían firmes a la orden de Tera.

Trax se dirigió hacia la pequeña mesa donde había colocado su ordenador. Pulsó la pantalla para activar el dispositivo holográfico y en seguida se proyectaron todos los datos que la sección de informática, telecomunicación y ciberseguridad había conseguido reunir hasta entonces. Mientras tanto, la capitana del pelotón de Mara se había situado delante de todos ellos con intención de captar su atención.

—Para los que no me conozcáis, me llamo Ziaya Roguez. —Ciro puso los ojos en blanco. El tono de voz de la mujer, su postura corporal y su diplomacia le hizo pensar que era la melliza de Trax—. Soy la capitana del pelotón EX:B-18. Ya sabéis que esta misión es totalmente distinta a las que hemos realizado hasta ahora, así que tendremos que aclarar algunas cuestiones antes de salir al exterior.

El semblante del explorador se ensombreció al escuchar las palabras de Roguez. No veía un ápice de empatía hacia Mara o hacia su madre; todo lo que aquel mensaje le transmitía era un contundente "voy a cumplir las órdenes recibidas". No es que tuviese intención de contarle a alguien lo que pretendía hacer, pero nunca estaba de más saber cuál sería la opinión de todas las personas allí presentes respecto al destino de la prisionera.

—¿En serio vamos a hacer lo que nos han ordenado? —preguntó el chico perteneciente al pelotón de Roguez.

El silencio crispado en la sala le recordó al vivido horas antes dentro de la sección de mando. Ciro sonrió para sus adentros, contento. Al menos ya sabía que no era el único que había estado sufriendo un debate interno y tal vez hubiese alguien más que estuviese replanteándose las órdenes de Tera.

—No es momento para hablar de eso, Varik. Si lo que queremos es volver con vida, deberíamos centrarnos en el modus operandi de esta expedición —contestó Ziaya—. Lo que veis aquí es toda la información que ha podido reunir la sección de informática hasta ahora —prosiguió, indicando con la mano la imagen proyectada desde el dispositivo holográfico que Trax acababa de activar—. Es más o menos lo mismo que nos han dicho en la sección de mando: nada. Todo lo que sabemos es que Mara fue capturada hace catorce minutos en el universo terrestre al lado de la puerta nº 23.

Ciro hizo un repaso mental de dónde se encontraba esa puerta. La imagen de su posición en el mapa holográfico le hizo fruncir el ceño. ¿Qué hacían Valia y Mara en aquella zona? Se trataba de un barrio rico, de avenidas y bulevares que dificultaban el moverse sin ser visto. Los exploradores solían elegir sitios donde las calles eran más estrechas y los edificios se apretujaban unos contra otros, porque salir a una zona sin parapetos donde poder esconderse era demasiado arriesgado.

—Cuando salgamos al exterior iremos juntos en todo momento. —Trax le tomó el relevo de palabra a la capitana del grupo EX:B-18—. Cada pelotón responderá ante su capitán, pero tened cabeza. Si alguno de nosotros os da una orden, cumplidla. —Aunque el capitán no se giró para decírselo a él en concreto, Ciro pudo percibir especial énfasis en la última palabra. Sabía que aquel cambio de tono iba especialmente dirigido a él—. Si fuese necesario, un capitán se hará cargo de ambos pelotones. Debemos buscar cualquier pista que hayan podido dejar. Somos exploradores, sabemos fijarnos en los pequeños detalles y es lo que vamos a hacer.

Mientras Trax hablaba, la información proyectada en la imagen holográfica se actualizó, mostrando en el mapa tridimensional un punto de color rojo. Ziaya se acercó a la pantalla táctil del ordenador para ver de qué se trataba.

—Tenemos ya nuestro objetivo —anunció la mujer—. La sección de informática ha marcado con un punto la zona que considera de especial interés, así que nos desplazaremos hacia allí una vez hayamos salido por la puerta más cercana. Es bastante probable que casi todos los soldados de la zona se encuentren en la puerta nº 23, así que tal vez podamos salir por la 24 sin problemas. Nos mantendremos ocultos dentro del pequeño callejón y avanzaremos hasta el punto rojo atravesando el bulevar —prosiguió, señalando una de las calles más anchas que podían verse en el plano—. La distancia a recorrer entre la puerta de salida y el punto es de 637 metros. Nos detendremos tantas veces como sea necesario para asegurar el perímetro. Para las comunicaciones emplearemos el canal 7.

—Allí fuera está lloviendo y según el informe meteorológico hay mucha niebla —intervino Trax—. Eso puede suponer una ventaja si sabemos con exactitud hacia dónde tenemos que ir. Emplead las gafas de visión infrarroja en todo momento para evitar situaciones de peligro, y recordad que los soldados siempre serán mejores que nosotros bajo cualquier circunstancia. Seguramente estén demasiado ocupados con Mara y la puerta nº 23, pero tienen ojos en la nuca y usan las mismas gafas que nosotros, no lo olvidéis. —El capitán consultó su pulsera identificadora—. Son las 13:22 en la Tierra, dispondremos de cinco horas de luz, más o menos. Ya sabéis cómo se complican las cosas por la noche. Llegado el momento, acamparemos.

—¿Qué? ¿Cómo que acampar? ¿Vamos a pasar la noche en suelo terrestre?

Ciro observó a Aera desde su posición. La chica tenía dibujado en su cara un gesto que él conocía muy bien: cejas enarcadas y nariz arrugada; la exploradora no estaba nada conforme con aquella noticia.

—Tenemos órdenes, Aera —repuso Trax.

—A la mierda —contraatacó ella—. ¿Órdenes de qué? ¿De morir? Pasar la noche allí significa aumentar las probabilidades de ser descubiertos, y eso por no mencionar el desfase temporal al que estaremos sometidos.

—Ocho horas en suelo terrestre apenas serían diez días en el Cubo. No es tan terrible.

Aera se giró para poder mirar a la exploradora que acababa de intervenir. Se trataba de la mujer con pecas y pelo rizado que Ciro había identificado como la segunda al mando en el pelotón de Mara.

—Tal vez a ti no te importe, pero a mí sí —contestó su compañera—. Es injusto. Los turnos en la sección de exploradores están para evitar el abuso de desfases temporales. A este paso cuando vuelva aquí se habrá muerto todo el mundo de viejo.

Ciro no pudo evitar soltar una carcajada sarcástica que tuvo que reprimir ante la gélida mirada de Trax. Sabía que Aera decía esas cosas para molestar, sobre todo cuando horas atrás había dicho que no la importaría aumentar los turnos siempre y cuando recibiese algo a cambio.

—¿Qué ocurrirá si algún soldado nos encuentra? —La mujer hizo caso omiso al último comentario de Aera—. ¿No intentarán capturarnos como a Mara?

—Sí, Liria, es probable.

Se produjo un silencio incómodo en la sala. Todos sabían qué significaba aquello. Cualquiera que fuese capturado por los soldados correría la misma suerte que Alaine.

—¿Qué haremos si encontramos a Mara?

Ikino, la integrante más joven del pelotón EX:B-18, rompió el silencio con la pregunta que hasta entonces nadie se había atrevido a formular.

—Basta. —El tono autoritario de Ziaya no admitía réplica alguna—. No voy a volver a repetirlo. La orden de la sección de mando es clara. Cumpliremos con ella y volveremos tan pronto como nos sea posible. Os recuerdo que, como muy bien habéis dicho, el desfase temporal entre ambos universos aun es grande. Estar en la Tierra un día supone un mes dentro del Cubo, así que cuanto antes acabemos, mejor.

—Partiremos en dos horas —continuó Trax—. Comprobad que lleváis todo lo necesario encima y aprovechad este rato para conoceros mejor.

Ciro se sentía frustrado. ¿Qué clase de lavado de cerebro les hacían a los capitanes de pelotón? ¿Eran todos así de sumisos? No podía comprender cómo Roguez había accedido sin más a cumplir la orden de Tera. Había compartido dos años de su vida con Mara, ¿cómo era posible que actuase así?

Se mantuvo apoyado en la pared de cristal tintado, con los brazos cruzados y la mirada fija en los miembros de la sala. De todos los allí presentes, sólo el chico y la oriental de pelotón EX:B-18 parecían estar realmente incómodos ante la idea de tener que ejecutar a una compañera. O al menos eran los únicos que se habían atrevido a preguntar sobre el destino de Mara. El resto se había mantenido callado; ni siquiera Aera había dicho algo al respecto.

Un capón en la coronilla le hizo perder el hilo de sus pensamientos. Ciro alzó la cabeza para encontrarse con los ojos de Aera escrutándole de arriba abajo.

—Más te vale colaborar si quieres salir con vida de ésta.

El explorador chasqueó la lengua. No estaba de humor, y menos para lidiar con ella. No es que le contase todos sus secretos a la chica, pero era la única y mejor amiga que tenía en el Cubo y sabía de sobra de su relación con Mara. Y a pesar de eso, no había hecho nada salvo quejarse del desfase temporal al que estarían sometidos cuando estuviesen en medio de la misión.

—Estás cabreado.

—¿Tú qué crees? —murmuró entre dientes.

Aera se apoyó junto a él y dirigió la mirada en la misma dirección.

—¿Estás cabreado porque tienes que salir al exterior cuando no te toca? ¿O porque no quieres acampar ahí fuera? ¿O porque no te gusta el almíbar?

—Vete a la mierda.

La exploradora profirió un suspiro.

—Perdona, me resulta difícil no meterme contigo —dijo a la par que introducía sus manos en los bolsillos del uniforme y mantenía la mirada fija en la esquina opuesta de la sala, donde ambos capitanes parecían seguir planificando la misión al margen del resto—. No sé, Ciro. No veo cómo salir de ésta. Yo tampoco quiero matar a tu princesa, pero...

—No es mi princesa.

—Desde luego que no, pero me gusta joderte.

Ciro apretó la mandíbula hasta notar cómo le dolían los dientes. La furia comenzaba a alterar su pulso y sabía que no era momento para que eso ocurriese. ¿Tan difícil era que no le molestasen? Nadie en aquella sala comprendía sus motivos, y lo cierto era que tampoco tenía especial interés en explicarlos. Ni siquiera tenía ganas de explicárselo a Aera.

—Ahora en serio, Ciro —prosiguió—. Sabes de sobra que te entiendo, y sabes de sobra que voy a cubrirte las espaldas siempre, hagas lo que hagas.

—¿De veras?

Aera pilló en seguida la quemazón en el tono de voz de su compañero, así que se giró para poder mirarle directamente a los ojos.

—Mira, creo que nunca entenderé por qué estás tan colgado de esa tía, pero lo respeto. Si tienes pensado algo, yo te sigo.

Ambos se contemplaron sin pestañear unos instantes. Desde el primer día los ojos de Aera habían conseguido calmar el fuego interno de Ciro. Tal vez era el color que le recordaba al mar en calma, o tal vez su capacidad para transmitir que todo iba a salir bien. Fuera lo que fuese, cada vez que su compañera le miraba sentía una paz interior que nunca antes había experimentado fuera del Cubo.

Respiró hondo un par de veces y desvió la mirada de la chica para fijarla en otro punto de la estancia.

—He prometido a la madre de Mara que la rescataría —se escuchó decir.

Sin apenas variar la expresión de su cara, Aera abrió y cerró la boca varias veces en un intento de decir algo.

—Tú —comenzó en un susurro casi inaudible—, has ido a casa de Valia Alaine, ¿y le has dicho que ibas a rescatar a su hija? —Ciro asintió—. ¿Se lo has prometido?

—Que sí.

—Eres un capullo. —Aera dejó que su espalda resbalase por el cristal que hacía de pared y cayó al suelo de cuclillas—. ¿Has pensado cómo?

Ciro negó con la cabeza casi de manera imperceptible.

—Primero necesito saber de quién puedo fiarme y de quién no.

—No te puedes fiar de nadie, ni siquiera de nuestra pequeña Iri.

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