Capítulo 24.
Tera abrió la puerta de acceso a la sección de exploradores y se detuvo en el umbral para contemplar la masacre que tenía ante ella: seis cadáveres yacían en suelo de la gran sala, todos y cada uno de ellos abatidos de manera indiscriminada por los disparos de los rifles láser. El resto de supervivientes que presentaban heridas de gravedad habían sido trasladados a la sección hospital para ser estabilizados cuanto antes, mientras que los heridos leves eran despachados con rapidez para evitar cuellos de botella en medio de todo aquel caos.
Avanzó entre la multitud a la par que sentía cómo centenares de ojos se clavaban en ella en busca de respuestas. Haciendo caso omiso a su alrededor, Tera prosiguió con su pequeña caminata con la mirada fija en uno de los cuerpos sin vida que descansaba sobre el grisáceo suelo. Una vez estuvo a su altura, se agachó para contemplar el rostro de la que una vez fue directora de la sección hospital. Umiko se encontraba boca arriba con el gesto de sorpresa dibujado en su cara. Las gafas de pasta negra habían resbalado por el arco de su nariz hasta sus finos labios, y sus ojos rasgados aún se encontraban abiertos, contemplando el infinito con clara expresión de desconcierto. Desplazó su mirada hacia el vientre de la mujer para observar el orificio negruzco que había provocado el disparo: la herida había quedado cauterizada por el láser y la sangre apenas había conseguido manchar la tela blanca de la bata.
«No me caías especialmente bien Umiko, pero nunca deseé este final para ti».
—Y aquí es donde se acaba todo intento de hacer resurgir a la humanidad de las cenizas.
Tera dio un respingo al escuchar una voz masculina a sus espaldas. Incorporándose, giró sobre sus talones para encontrarse con un hombre enfundado en el característico uniforme de explorador. Sólo le hicieron falta un par de segundos para identificarlo: Frederick Howand, miembro del pelotón EX:E-22 y dueño del expediente más largo de toda la comunidad del Cubo. Un sujeto insensible, poco impresionable y demasiado independiente, capaz de presenciar una carnicería y no mover un mísero dedo. Sus delitos no eran excesivamente graves, pero eran más que suficientes para dejar entrever el poco interés que tenía por encajar en la sociedad. Era un auténtico lastre para el Cubo, y si de Tera hubiese dependido jamás habría atravesado las puertas dimensionales dos años atrás.
—Howand —dijo a modo de respuesta.
—La cara de asco que pones cada vez que me tienes delante es indescriptible.
Tera tuvo que morderse la lengua para no insultarlo. Los centenares de ojos seguían clavados en su cogote, todos y cada uno de ellos a expensas de una explicación que les aclarase por qué Valia había huido a través de una puerta dimensional, por qué había sido necesario disparar contra ella y por qué varios exploradores habían desobedecido aquella orden. Su posición en la sección de mando estaba asegurada, y sabía que cualquier opinión o decisión que tomase sería escuchada y muy probablemente ejecutada. Sin embargo, aún distaba mucho de poder controlar todo lo que ocurría en el Cubo, tal y como había quedado demostrado tras la huida de la informática, y aquello le ponía nerviosa y de muy mal humor.
—¿Estaba usted aquí cuando ocurrió todo esto? —preguntó a la par que señalaba los cadáveres del suelo.
—Y encima me tratas de usted, la hostia. —El hombre se encogió de hombros en señal de indiferencia—. Estoy seguro de que mi pulsera o las cámaras podrán informarte mucho mejor de lo que ha pasado. Aunque vete a saber —añadió—, lo mismo dejaron de funcionar en ese preciso instante.
Además de ser insensible, aquel tipo era asquerosamente astuto. Tera no podía admitir bajo ningún concepto que habían perdido parte del control sobre la sección de informática, telecomunicación y ciberseguridad, y menos aún delante de Howand.
—Tenían una misión muy concreta —siseó, pasando por alto el comentario del explorador en un intento de disuadirle—. Ninguno de ustedes ha sido capaz de cumplirla, aunque viniendo de usted no me extraña lo más mínimo. ¿Piensa cumplir alguna orden en algún momento de su vida?
Aún con el rifle láser en su mano derecha, Frederick dio dos pasos hasta situarse frente a Tera, la cual contempló con asco cómo éste se sacaba la cera de uno de sus oídos.
—Mira Windwood, no me toques los cojones —gruñó—. Dijiste que teníamos que parar a Alaine a toda costa, pero olvidaste decirnos que los de nuestra sección dispararían contra nosotros. Maté a tres de los exploradores que nos atacaron y mientras tanto nadie fue capaz de parar a la informática. Tal vez deberías revisar los protocolos de admisión que lleváis a cabo para esta sección —añadió mientras se limpiaba el dedo de cerumen en el pantalón y enfocaba su mirada de ojos hundidos en Tera—. Lo que tienes aquí no son soldados, son muñecos con escopeta. Dices que no cumplo las órdenes, pero dime, ¿quién de ellos lo ha hecho? —El explorador acompañó su pregunta con un gesto de su brazo libre que trataba de abarcar toda la estancia.
La directora de la sección de exploradores apretó la mandíbula con todas sus fuerzas. Tenía que tratar de controlar las ganas de pegar un puñetazo a Frederick por cada verdad que había dicho.
—No me venga con excusas —le reprochó, rechinando los dientes.
—Vas a tener que pagar muy caro tus delirios de grandeza, tu mala planificación y tu ignorancia, Tera —volvió a atacar Frederick—. ¿Te crees que somos estúpidos? Hace ya una semana que los pelotones EX:A-2 y EX:B-18 salieron por la puerta dimensional que casualmente ha usado Valia para escapar, y nadie sabe nada de ellos. Ni siquiera tenían programada una salida y les hicisteis salir a la Tierra antes de lo previsto. Sinceramente, me importa una mierda lo que les haya pasado ahí fuera y me importa una mierda lo que os traigáis entre manos, pero la comunidad comenzará a presionar...
—Eso no es de su incumbencia, Howand —cortó Tera en un susurro. El tono de voz de Frederick se había elevado lo suficiente como para que toda la sala hubiese escuchado lo que acababa de decir, y debía evitar a toda costa que más personas se uniesen a aquel interrogatorio—. No escucharé lecciones de una persona que nunca se ha interesado lo más mínimo por el bienestar de la comunidad.
—Que te den por culo, Windwood. No sabes lo que me voy a reír cuando las revueltas estallen en tu cara. —El explorador se dio la vuelta a la par que se echaba el rifle al hombro, dando por finalizada la conversación y dejando a Tera con la palabra en la boca.
La directora de sección exhaló todo el aire que había estado reteniendo en sus pulmones de manera inconsciente mientras veía a Howand alejarse hacia la salida. A pesar de parecer una amenaza casual, Tera había sentido un ligero hormigueo en la punta de sus dedos al escuchar la última frase del explorador, como si su cuerpo hubiese accionado un mecanismo de alarma interno. Una rebelión, ¿cómo y dónde encajaba aquello en su rompecabezas? ¿Acaso era cierto?
—Disculpe señora, pero debemos hacernos cargo del cuerpo de la señora Hayashi.
Un hombre con bata blanca trataba de posicionar una camilla al lado del cuerpo inerte de la oriental para trasladarla a la pequeña morgue de la que disponía el hospital. Tera parpadeó un par de veces para despertar de su pequeño aturdimiento y carraspeó para aclarar la voz:
—Encárguense del resto de cadáveres primero —ordenó.
Como si el dique de contención de sus pensamientos se hubiese roto, un torrente de ideas invadió la cabeza de la mujer con violencia: las excursiones de Valia al exterior y su posterior huida, la oposición por parte de algunos exploradores a la hora de cumplir la orden de abatirla, el encubrimiento de la fuga de la informática por parte de miembros de su propia sección y la muerte de Umiko en su defensa. El silencio del capitán Trax Sleiden tras pisar suelo terrestre, una rebelión... Tal vez pudiese unir todos aquellos puntos y comprender de una vez qué era lo que estaba ocurriendo. Allí no iba a encontrar las respuestas que necesitaba; menos aún cuando Frederick se había encargado de ponerla en evidencia ante todos, pero tal vez encontrase algo en Umiko que le proporcionase alguna pista. Debía espabilar y cuadrar todas las piezas del puzle que en aquel momento flotaban en su cabeza sin orden. Debía coger aquel enigma y convertirlo en su arma para así dar el paso final que le permitiría un control absoluto sobre la comunidad del Cubo.
Agachándose de nuevo, inspeccionó los bolsillos de la bata de Umiko para comprobar que no hubiese nada en ellos que pudiese ayudarla a comprender qué había ocurrido, aunque tal y como esperaba sus dedos únicamente palparon la costura interna de éstos. A continuación, desvió su atención a la pulsera identificadora de la japonesa. Sabía que todo el mundo estaba contemplando lo que hacía, pero Tera no tenía tiempo para las formalidades. Sin reparo alguno, cogió la muñeca aún caliente de la mujer y observó la pequeña pantalla del intercomunicador, esperando ver algún nombre escrito en ella. Sus ojos se toparon con el fondo negro de la misma. No había nada.
—Khala —llamó a través de su propia pulsera—. Tráigame un recuperador de memorias a la sección de exploradores, rápido.
Tera sabía que las probabilidades de obtener algo de información de la pulsera eran prácticamente nulas; la sección de informática afín a Valia habría borrado cualquier rastro minutos atrás. No, no podría extraer información de todo aquello, pero sí que podría cumplir uno de sus objetivos fundamentales: poner a toda la sección de mando de su parte de una vez por todas y permitir la puesta en marcha de acciones contundentes que erradicasen cualquier tipo de revuelta. La fuga de la informática y el desobedecimiento de varios miembros de distintas secciones sería más que suficiente para comenzar una investigación a gran escala, y quién sabe, tal vez fuese el detonante para crear un nuevo gobierno con nuevas leyes, leyes capaces de contener a una población que, tras dos años de convivencia en un espacio relativamente pequeño, había comenzado a tener roces que sin duda acabarían en enfrentamientos de mayor importancia.
A pesar de encontrarse de espaldas a la puerta, Tera supo que Khala acababa de entrar a la sección de exploradores gracias al sonido de su pierna protésica contra el suelo. La argelina había mencionado en algún momento que había perdido la extremidad varios años previos a la invasión, pero nunca dio detalles de cómo y lo cierto era que a Tera le importaba poco. De hecho, la habría cambiado de puesto meses atrás de no ser por su alta eficiencia a la hora de cumplir con su trabajo; no soportaba el continuo golpe del metal sobre la superficie anunciando su llegada, menos aún cuando era algo que podía evitarse empleando una prótesis moderna y no aquella que debía de estar oxidada de los años que tenía.
—No se vaya —ordenó en cuanto el recuperador de memorias estuvo en la palma de su mano—. Necesito que tome nota de varias cosas.
Haciendo gala de su obediencia, la mujer de tez oscura se posicionó a su lado con su pequeño ordenador listo para apuntar cualquier cosa que Tera dijese. Sin perder un solo segundo, la directora de sección encendió el recuperador y con un rápido movimiento de mano escaneó la pulsera de Umiko. Aquel artefacto era capaz de rescatar datos eliminados o perdidos de cualquier dispositivo en tan sólo unos segundos, siempre y cuando el borrado no hubiese sido hecho a conciencia. Con un poco de suerte los de la sección de informática no habían dispuesto del tiempo necesario y sus últimas conversaciones estarían aún flotando en el limbo de la información.
—Señora Windwood, no puede hacer eso —le recordó su secretaria—. Las pulseras de los directores de sección están sujetas a un acuerdo de confidencialidad para evitar posibles fugas en el sistema o situaciones críticas. Nadie puede acceder a sus conversaciones o interacciones sin un permiso firmado por el resto de la sección de mando.
—Precisamente por eso estoy haciendo esto, Khala —alegó mientras sus ojos permanecían clavados en la pantalla del recuperador, el cual estaba tardando en hacer el análisis más de lo normal—. La doctora Hayashi ya no pertenece a la sección de mando.
El corazón de Tera se aceleró cuando sus ojos leyeron el mensaje que se mostraba en la pantalla del recuperador: «Datos recuperados. Seleccione una opción: Abrir. Guardar. Eliminar».
—Os tengo —susurró mientras presionaba el botón "guardar".
Sin perder un segundo más, Tera se incorporó y salió a paso ligero de la sección de exploradores con Khala pisándole sus talones.
—Quiero que convoques una reunión con el resto de la sección de mando para tratar los últimos acontecimientos —dijo en voz alta, a sabiendas de que la argelina estaría tomando nota—. Quiero también que todo miembro de la sección de exploradores sea sometido a un examen psicológico y a un interrogatorio. Y quiero rehacer todo el programa de entrenamiento de la sección: a partir de ahora se destinarán a ciertos individuos a la seguridad interna del Cubo.
***
—Chicos, necesito diez minutos más, ¿es posible?... ... ... Está bien, gracias. Habilitadme el ordenador de la celda número uno por favor, y encendedme las luces por Dios... ... ... Necesitamos apoyo en la sección de exploradores y acceso a la puerta nº 24, vamos para allí.
La voz de Umiko se perdió entre las cuatro paredes de la sala de conferencias, donde un cielo libre de nubes se dejaba ver por la ventana artificial. Todo parecía indicar que se trataba de un intento vano de destensar el terrible ambiente que se había creado tras el tiroteo en la sección de exploradores.
—¿Has usado un recuperador de memorias en la pulsera de Umiko? —preguntó Farren con furia contenida.
—Déjate de chorradas, Farren —le cortó Tera—. Estás ofuscado porque parte de tu sección se ha salido de control, y lo comprendo. Mi sección también está en la cuerda floja, al igual que la sección hospital y vete a saber cuántas más.
—He de reconocer que los análisis que se están comenzando a hacer a los portadores de genes recesivos tampoco ayudan —agregó el nuevo director de la sección hospital; el mismo doctor que le había facilitado el informe de Valia Alaine. Era excesivamente estirado y con unos modales demasiado anticuados para gusto de Tera, pero cumplía el papel de marioneta a la perfección.
—La comunidad sabe que estamos tramando algo y lo que es peor, la muerte de Umiko y de los cinco miembros de mi sección a manos de sus propios compañeros va a desatar una reacción en cadena. Debemos acabar con esto cuanto antes si queremos sobrevivir. —La jefa de la sección de exploradores se incorporó de su asiento tratando de enfatizar su propuesta.
—¿Habéis analizado el ordenador de la celda número uno? —preguntó Orime mientras se pasaba los dedos por su rapada cabellera una y otra vez.
—No hay nada que nos sirva de pista —repuso el jefe de la sección de informática—. Es un punto muerto.
—¡Pues... pues analizadlo de nuevo! —Tera se sobresaltó al escuchar la voz de Mica. La mujer daba golpecitos a la mesa metálica con cada palabra que decía para tratar de dar énfasis a sus palabras. ¿Qué narices estaba ocurriendo? —. Necesitamos saber qué es lo que han hecho con él.
—¿Podríamos dejar de lado todas esas chorradas e ir al grano? —atajó, exasperada. No tenía tiempo para ver cómo la directora de la sección de de recursos intentaba hacerse valer inútilmente. Una vez tuvo la atención de toda la mesa, Tera prosiguió con su discurso—: No sabemos cuánta gente forma parte de todo esto. Tal vez se trate de un pequeño porcentaje que sin duda crecerá tras lo ocurrido hoy, o tal vez estemos hablando de un tercio de la comunidad. Necesitamos dar la vuelta a la situación, volver a aunar a toda la comunidad contra el verdadero enemigo: los soldados de fuera.
—¿Y qué propones? —preguntó Amir mesándose la barba—. Tenemos muchos frentes abiertos y pocas personas para cubrirlos.
—Debemos fortalecer la seguridad en el Cubo —razonó la mujer—. Debemos centrar nuestros esfuerzos en apaciguar las cosas en la comunidad. Tenemos que evitar que se propague y arrancar de raíz cualquier indicio de revuelta. Una vez hayamos conseguido eso, podremos volver a focalizar todas nuestras fuerzas en los soldados de la Tierra.
—Podríamos emplear algunos exploradores para ello —secundó Orime—. Seguramente sean los más cualificados. La sección de exploradores podría redefinirse para cubrir la seguridad física del Cubo.
Tera asintió con la cabeza un par de veces a la par que tecleaba en su ordenador personal. Acto seguido, el dispositivo holográfico dispuesto en el centro de la mesa se encendió, mostrando a todos los allí presentes la información que había preparado previamente en su despacho.
—He ordenado un análisis psicológico y un interrogatorio a cada miembro de mi sección —anunció—. Con ello pretendo determinar quiénes podrían sernos de utilidad para controlar a la comunidad y quiénes deberían quedarse en el cuerpo de exploradores. También pretendo discernir quiénes son aquellos... llamémoslos "sublevados". El resto de secciones debería hacer lo mismo.
Los directores de sección se removieron en sus asientos entre murmullos de inconformidad. Tera sabía que varios habían sido heridos en su orgullo al poner en evidencia la falta de control sobre sus subordinados y que se resistirían a cumplir tal orden, pero aquello debía acabar en ese mismo instante.
—Mirad —expuso mientras se frotaba el puente nasal repetidas veces—. No estoy dudando de vuestras capacidades como directores de sección, pero la realidad es ésta: un grupo indeterminado de personas está en contra de nuestras decisiones. Probablemente sepan del secuestro de Mara, de su orden de búsqueda y ejecución, del encarcelamiento de su madre, de la naturaleza del uniforme de los exploradores y del asesinato de Umiko y cinco exploradores a manos de miembros de la comunidad. Para colmo estamos sometiendo a una parte de la población a análisis sin ningún tipo de explicación. Saben que tenemos el control absoluto sobre sus vidas y su egoísmo junto a su falta de perspectiva les impide ver mas allá del presente. No entienden que todo lo que hacemos es para asegurar el futuro de la raza humana; piensan que nuestro objetivo es gobernar sobre ellos sin miramientos. Si esa ideología se expande nos veremos en serios problemas, porque no habrá nadie capaz de poner fin a la situación. Sufriremos tantas bajas que todo por lo que hayamos luchado hasta ahora habrá sido en vano, y las diferencias entre las dos facciones acabarán con nuestra civilización. No lo harán los soldados, ¿entendéis? Lo haremos nosotros mismos. —Tera supo que tenía a toda la sección de mando en el bote cuando hizo una breve pausa y no escuchó ni una sola respiración en la sala—. Así que dejémonos de formalidades y de políticas poco invasivas. Nos tenemos que hacer con el control absoluto del Cubo, y si eso supone presionar a la comunidad, así será.
—Lo único que tenemos que conseguir es ser lo bastante inteligentes como para no poner a todos en nuestra contra —suspiró la directora de balística y armamento—. Yo secundo a Tera.
—¿Qué hacemos con el caso Alaine? —preguntó Farren—. No debemos olvidarnos de que también tenemos problemas al otro lado de las puertas dimensionales. La pulsera de Aera dejó de funcionar hará un par de días. ¿Sigues sin recibir noticias de alguno de los pelotones?
—Aún no tenemos nada —contestó Tera con el ceño fruncido—, y es extraño que haya dejado de funcionar la de la señorita Haagard y no las del resto.
—Tal vez se alejó de su pelotón y fue descubierta.
—Pero el traje tampoco ha mandado señal a la central —rebatió Farren—. Es idéntico al caso de Mara.
—No se me ocurre qué más podemos hacer. —Tera se recostó en su silla—. No podemos mandar más pelotones al exterior en estos momentos, y las pulseras del resto siguen activas, al igual que la de Valia. Está claro que algo se nos está escapando. Me temo que debemos confiar en que ambos pelotones cumplan con su cometido.
—Con todos mis respetos, Tera, pero dudo mucho que el propio pelotón de Mara vaya a ejecutarla —rebatió Aamir—. Es bastante probable que hayan perdido su pista o que simplemente hayan decidido no cumplir las órdenes. Hace apenas media hora que Valia salió al exterior empleando la puerta nº 24, y posiblemente su objetivo sea encontrarse con su hija, donde sea que esté.
—¿No podríamos usar los electrodos para controlarla?
—No —contestó el nuevo director de la sección hospital—. El rango de actuación de los controles es limitado. La señora Alaine está en otro universo y por lo tanto es imposible.
—Tal vez podríamos rastrearla con un explorador y comprender de una vez por todas qué es lo que trama Alaine, y ya de paso matar dos pájaros de un tiro. ¿Sabes de algún explorador que sea capaz de cumplir la orden de ejecución sin miramientos?
Los ojos de Tera brillaron ante la propuesta de Farren.
—Creo que tengo a la persona que necesitamos.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro