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Capítulo 15.




¿Y vosotros qué haréis? ¿Vais a salvar a una persona para condenar al resto de vuestros compañeros?

Liria había dejado mal sabor de boca a todos cuando, en medio de la discusión, soltó aquella frase. Sus palabras habían quedado suspendidas en el aire, provocando un ambiente cada vez más hostil que asfixiaba con su mano invisible a todos.

Tanto ella como Evey habían estado discutiendo durante varios minutos y nadie se había atrevido a interponerse entre ambas, ni siquiera los capitanes de ambos pelotones. Liria había mantenido la misma entonación monótona durante toda la discusión y apenas había parpadeado un par de veces. Ciro llegó a pensar que por sus venas corría de todo menos sangre, porque la mujer no había movido ni un mísero músculo, ni siquiera cuando Evey se había acercado a su cara en un intento de intimidarla. La anfitriona, todo lo contrario a Liria, había estado paseándose por la habitación como si de una leona tanteando el terreno se tratase. Había algo en Liria que impedía a Evey ser tan agresiva como con Aera, y a pesar de haber espetado varias amenazas contra la pelirroja, ninguna pareció ser lo suficientemente grave como para que la exploradora cambiase de opinión.

Hasta ese momento, el resto de exploradores había observado la discusión como si aquello no fuese de su incumbencia. Ninguno tenía ganas de dar su opinión en aquel tema tan peliagudo, aunque Ciro tenía clara cuál era su posición: apoyaría a Evey a toda costa.

Pero entonces Liria formuló la pregunta y hasta Evey decidió dejar de discutir. Desde entonces la sala se había mantenido en absoluto silencio, siendo éste únicamente interrumpido por el frufrú intermitente que el rabo de Pix provocaba al rozar el suelo. Nadie se miraba a los ojos; cada miembro del pelotón parecía haber encontrado algo muy interesante en sus ropas o en un punto concreto de la habitación.

Ciro sabía que si quería mantener en secreto su objetivo era mejor quedarse callado y pasar desapercibido, pero notaba que las palabras se agolpaban en su paladar y luchaban por salir. No podía dejar que la pregunta de Liria acabase minando la conciencia de todos. Si nadie plantaba cara a la mujer del pelotón EX:B-18, Mara acabaría muriendo.

—Mara merece vivir, igual que el resto de habitantes del Cubo —comenzó. Debía meditar lo que iba a decir antes de soltarlo sin más, o conseguiría el efecto contrario. No era una persona con dotes comunicativas especiales, pero su conciencia no le dejaría en paz hasta a que no hubiese dicho su opinión—. Sí, cometió un error, pero ha sido abandonada por TESYS y su única esperanza somos nosotros... Vosotros —rectificó el joven—, sus compañeros de pelotón. Pensad en su madre; ha perdido a su familia entera y Mara es todo que tiene. ¿Con qué cara miraréis a Valia la próxima vez que os la encontréis en el Cubo? ¿Seréis capaces de mirarla a los ojos y admitir que vosotros matasteis a su hija? Porque os adelanto desde ya que yo no.

Liria giró su cabeza para poder dirigirse al explorador.

—Parece que no hayas escuchado nada en esta última hora. Nos acaban de decir que Sílica cuenta con la tecnología más potente conocida hasta la fecha en todos los universos explorados. ¿Crees que van a dejar que rescatemos a Mara por las buenas? No habrá forma de hacerlo, y si por algún casual lo conseguimos, será porque cuando la llevemos de vuelta al Cubo estaremos metiendo en él un caballo de Troya.

—¡Liria! Mara ha sido nuestra compañera durante dos años. No puedo entender cómo quieres dejarla morir. —Varik alzó el tono de voz, como si intentase hacer entender a su compañera de pelotón algo que era de cajón—. Joder, ¿no te da ni el mas mínimo reparo decir todo lo que estás diciendo? Espero que seas capaz de actuar de acuerdo a tus principios, porque yo tampoco pienso apretar el gatillo para asesinar a mi amiga.

—Pues ya que estamos de confesiones, yo tampoco —añadió Aera.

Ciro no conocía demasiado a Liria, pero hasta entonces había pensado que se trataba de una mujer demasiado racional, incapaz de dejar un pequeño hueco en su corazón para los sentimientos. No era cuestión de no tener escrúpulos, puesto que visto de manera objetiva él tenía menos escrúpulos que la mujer del pelotón EX:B-18. Nada de lo mencionado hasta entonces era seguro, pero las probabilidades de que los silícolas usasen a Mara como troyano eran altas, y aquello supondría el fin de los terrícolas. ¿Quién era el verdadero egoísta?

El explorador apretó los dientes, tratando de obviar aquel pensamiento. No podía permitirse pensar así. Debía existir una tercera alternativa, no podía reducirse todo a Mara o al resto de la comunidad. Seguro que existía la manera de conseguir que ambos ocupasen el mismo lugar.

O tal vez no. Tal vez Liria tuviese razón y fuese el momento de replantearse las cosas. ¿De qué serviría rescatar a Mara si no tendrían un sitio al que regresar? ¿Qué clase de persona sería si dejaba morir al resto de los terrícolas sólo por una mujer? ¿Iba a ser él el responsable de aquel posible genocidio? ¿Estaba condenado a ser un delincuente el resto de sus días?

Pero, por otro lado, Mara se encontraba presa, seguramente siendo torturada durante día y noche, y aquello le ponía los pelos de punta y le hacía gruñir como un perro rabioso. Aquel sentimiento se alzaba por encima del resto, ocupando toda su cabeza y avivando aquella llama interior que amenazaba con hacerlo explotar en cualquier momento.

El resto daba igual, tenía que convencerse de que daba igual.

Ciro se vio forzado a salir de aquel bucle infinito de pensamientos al escuchar un leve sollozo proveniente de una de las esquinas de la estancia. Finalmente, Liria parecía estar hecha de algo más que de piedra.

—¿Os creéis que quiero matar a Mara? —dijo a la par que se incorporaba de su sitio—. ¿Creéis que he hecho algún tipo de trato con TESYS o algo por el estilo? ¡Joder, Mara ha sido mi amiga, al igual que ha sido amiga de todos vosotros! —exclamó apuntando con el dedo a los miembros de su pelotón—. No soy la mala de la película, estoy tratando de tomar la decisión correcta, aunque sea la más difícil. ¿Qué haremos si salvamos a Mara? ¿Volver al Cubo? Sabéis de sobra que eso supondrá el fin de nuestra civilización. ¿Y luego, qué?

—Podemos dejarla aquí hasta que consigamos hacernos con el control de la Tierra —sugirió Aera.

—No —zanjó Evey—. Esmira no es un planeta seguro. Los silícolas conocen su posición y tienen puertas dimensionales construidas aquí. He conseguido mantener este refugio escondido hasta hoy, pero no puedo asegurar esta situación durante más tiempo.

Liria se secó las lágrimas con un gesto rápido y fijó sus ojos en Evey.

—Tú eres la que has impuesto el rescate a Mara, así que tú serás la responsable de buscar una solución que no comprometa la supervivencia de nuestra civilización —sentenció la mujer de ojos verdes —. Tú no eres nadie para decidir quién vive y quién debe morir. Me parece bien que quieras salvar a Mara, pero no a costa de nuestra civilización.

Evey se frotó los ojos con fuerza y respiró profundamente un par de veces.

—Existe una razón de peso para querer salvar a Mara —murmuró—. En realidad, existen tres razones de peso, pero una de ellas me la ahorraré. —La mujer dirigió una mirada rápida a Varik a la par que captaba su atención con un chasquido de dedos—. Tú, ¿alguna vez te has preguntado por qué tu pelo es del color que es?

Varik torció el gesto sin entender a dónde quería llegar Evey.

—Es genético; lo tengo como mi madre —repuso el chico mientras se llevaba la mano izquierda a la pequeña coleta que adornaba su cabeza.

Evey asintió a la par que apuntaba con uno de sus dedos al explorador.

—Ahí le has dado. Es genético, y proviene de tu madre. Ahora bien, ¿cuánta gente como tú has visto? —volvió a preguntar la mujer.

El explorador se masajeó la nuca, pensativo.

—No sabría decirte, pero imagino que pocos. Supongo que se trata de una mutación parecida a la que sufren los albinos.

—Ahí te equivocas. El albinismo procede de genes recesivos, pero los genes encargados del color de tu pelo son completamente dominantes. No en la Tierra, claro está, pero sí en Esmira.

Ciro tardó varios segundos en comprender qué era lo que acababa de desvelar Evey. El resto de sus compañeros parecían encontrarse en la misma tesitura que él, puesto que dirigían la mirada de manera alternante de Varik a Evey y de Evey a Varik. Éste por su parte parecía haberse quedado sin cuerda. Sus brazos reposaban inertes sobre su regazo y su mirada, a pesar de estar fija en los ojos de Evey, parecía estar muy lejos de allí.

—¿Estás diciendo que las personas como Varik o Mara proceden de un lugar distinto a la Tierra? —inquirió Ziaya.

—Ellos, o en su defecto sus padres. —Evey reanudó su constante caminata por la pequeña estancia—. Sílica no es la primera vez que ataca y trata de acabar con la civilización de un planeta. Hace años Esmira sufrió las mismas consecuencias que la Tierra tras la construcción de las puertas dimensionales. Los esmirenses no sólo descubrieron la existencia de universos paralelos, sino que además fueron capaces de construir accesos hacia varios de ellos, incluyendo al universo que engloba a la Tierra. En cuando Sílica comenzó su bombardeo, miles de ciudadanos hicieron uso de las puertas dimensionales para poder huir hacia otros universos.

—Y llegaron a la Tierra, que también estaba controlada por Sílica.

Evey se encogió de hombros.

—En aquel momento no se plantearon hacia dónde se dirigían, les bastaba con poder sobrevivir y continuar con sus vidas donde fuera que acabasen. Al contrario que los terrícolas, los esmirenses nunca construyeron algo parecido a un arca de Noé. Varios acabaron en la Tierra y acabaron formando familias con los terrícolas, pero muchos otros acabaron dispersos en otros universos, y en lo que a mí respecta, nunca he tenido más noticias de ellos. —La mujer se detuvo en medio del grupo de exploradores y se cruzó de brazos—. En resumidas cuentas: La civilización de Esmira se habría extinguido hace ya de no ser por los pocos habitantes que permanecen en el Cubo como si fuesen terrícolas.

—¿Y eso es una razón de peso? —repuso Liria mientras una ceja insultantemente arqueada decoraba su rostro.

—Tu eres tonta, ¿no? Voy a intentar explicártelo con un ejemplo para críos. —Evey se puso delante de la exploradora—. En la Tierra existían las llamadas reservas o parques naturales, ¿y por qué? —Sin esperar respuesta alguna, la mujer prosiguió su discurso—. Única y exclusivamente porque mientras la civilización se cargaba todo lo que tenía a su alrededor, algunas mentes pensantes se dieron cuenta de que muchas especies animales y vegetales desaparecerían sin seguir ningún tipo de proceso evolutivo, ¿entiendes? Bien, ahora traslada eso a los esmirenses.

—Se trata de una civilización extinta a excepción de Mara, Varik, Valia y alguno que otro más; es algo que ya no puede remediarse. Pero la civilización terrícola aún puede persistir en el tiempo. ¿Vamos a sacrificar a una población por la otra? ¿Qué sentido tiene eso?

Evey desvió la mirada de Liria y se puso a caminar por toda la estancia con paso lento.

—Aquí es donde entra la segunda razón de peso —dijo—. Como ya sabréis, Mara pudo ser capturada por los soldados de Sílica. Eso quiere decir que su traje no fue capaz de avisar al sistema una vez Valia hubo dado la voz de alarma dentro del Cubo. —Evey se dejó caer sobre la única silla libre que había en aquel momento—. Y eso se debe a la genética de algunos esmirenses.

—Explica eso —instó Aera al ver que Evey no añadía nada más.

La aludida puso los ojos en blanco y volvió a levantarse del asiento, impaciente.

—Ciertos esmirenses disponen de un gen que interfiere en el funcionamiento de la tecnología y los silícolas aún no son plenamente conscientes de ello. Por fortuna o por desgracia, Mara es portadora de ese gen gracias a su madre. Cuando los silícolas lo descubran, emplearán a Mara como fuente de nueva tecnología y su potencial como civilización predominante aumentará.

—¿TESYS conoce esta información? —preguntó Trax.

Evey arrugó la nariz en un gesto de desagrado.

—Ni de coña, sólo lo saben algunos esmirenses... Y yo, claro está.

—¿Y tú quién eres realmente? Sabes demasiadas cosas —inquirió Aera desde su posición.

—Eso no importa ahora —contestó la mujer.

—Pues yo creo que sí.

—Joder, ¿alguien puede callar a la tía esta? —preguntó con una mueca de desesperación dibujada en la cara—. ¿Te vas a callar?

—Aera, cállate.

La aludida giró la cabeza en dirección a su capitán de pelotón. Su trenza, larga hasta la cintura, bailó tras su espalda al girarse con brusquedad.

—Pues me voy a callar, pero no deberíamos fiarnos una mierda de lo que diga.

Antes de que Ciro pudiese reaccionar, Evey se había hecho con una pequeña pistola y apuntaba a su compañera de pelotón a apenas un metro de distancia.

—Me estás poniendo de muy mala hostia, y cuando me pongo de mala hostia hago las cosas sin pensar —dijo con los dientes apretados—. No te lo voy a volver a repetir: cállate o te callo yo.

Aera apuntó la mandíbula en su dirección, desafiante. El celeste de sus ojos pareció oscurecerse, pero en ningún momento mostró preocupación o miedo. ¿Cómo iba a tenerlo? No era la primera vez que vivía aquella situación; Ciro sabía de varias historias que su compañera había vivido en la Tierra, donde las armas de fuego estaban a la orden del día.

—Está bien, Evey —intervino Ziaya con un tono de voz tranquilo—. Te escuchamos.

Las palabras de Roguez parecieron calmar a Evey, la cual bajó el arma y comenzó de nuevo a dar vueltas por la sala.

—Como os iba diciendo, y si habéis pillado algo de lo que os he dicho, ya os habréis dado cuenta de lo importante que es rescatar a Mara —dijo con la mirada fija en las baldosas del suelo—. No podemos dejar su cuerpo a disposición de los silícolas. Seguramente ya hayan obtenido muestras de ADN y pronto se darán cuenta de su anomalía.

—¿Y dónde esta ella ahora? —preguntó Ziaya—. ¿Aquí?

—No, no lo creo. Es bastante probable que se encuentre en Sílica, donde el desfase temporal es de 15 horas respecto al horario terrestre. Debemos contar con esa desventaja.

—Está claro que no podemos cumplir las órdenes de TESYS —murmuró la capitana—, pero tal vez debamos avisar a la sección de mando de este hecho. El ADN de Valia o de Mara puede suponer la salvación de todos nosotros.

—No. —Evey detuvo su marcha y dirigió una mirada severa en dirección a Ziaya—. No os comunicaréis con nadie del Cubo. Por un lado, para hacerlo necesitáis estar en la Tierra, ya que vuestro sistema de comunicación no funciona en otro lugar; y por otro lado, si se enteran de que habéis estado en contacto con alguien distinto a vosotros, os matarán a todos. No van a arriesgarse a sufrir más fugas de información, eso tenedlo claro.

—¿Y qué pretendía la sección de mando enviándonos a la Tierra? —cuestionó Iri—. Si saben de la procedencia de los soldados, imagino que supondrían que éstos se llevarían a Mara a su planeta a través de otras puertas dimensionales. No las habríamos encontrado nunca y nuestra misión habría fracasado.

—TESYS nunca admitirá su error, Iri —respondió Aera—; nunca admitirá que a causa de la construcción de las puertas dimensionales, Sílica nos atacó. Ni siquiera sabían dónde debíamos buscar. Tal vez esperasen que diésemos con Mara de casualidad o algo.

—Pero ahora estáis conmigo, y yo sí sé dónde buscar —aseguró Evey.

—¿Cuál es el plan? —quiso saber Ikino. La joven no se molestó en apartar la mirada de Pix, el cual se dejaba rascar las orejas con una sonrisa zorruna en su peluda cara.

—Pues muy fácil. —Evey se acercó a la encimera de la cocina para llenar un vaso con lo que Ciro supuso que era agua—. Entraremos en Sílica y rescataremos a Mara, no sin antes hacernos con unos cuantos utensilios que necesito de manera urgente.

—Facilísimo, oye.

—¿Y a dónde la llevaremos? —insistió Liria, haciendo caso omiso al comentario de Aera.

—Tú elijes pelirroja, sólo tienes que elegir una puerta dimensional de entre todas las que hay en Sílica. Ya sería mala suerte que justo te topases con la que permita el acceso a la Tierra. ¿Cuántas puertas tenéis en el Cubo? ¿Cien? Y todas ellas se dirigen hacia el mismo lugar. En Sílica hay más de cien, y cada una de ellas permite el acceso a un planeta situado en un universo diferente al suyo.

—¿Todas las puertas llevan a un paradero seguro? —quiso saber Ziaya.

Evey soltó un ligero bufido.

—Joder, qué pesados estáis —se quejó—. No, no todas llevan a paraderos seguros. Todo lo que sé es que Sílica se ha dedicado a explotar los recursos de cada planeta encontrado, pero no sé hasta qué punto todos ellos son seguros para el ser humano. Podría darse el caso de que demos de bruces con un lugar parecido al exterior de vuestro Cubo. ¿Se puede vivir fuera de él?

—No es que haya gran cosa, la verdad —reconoció la jefa del pelotón EX:B-18.

—Pues eso mismo. Puede que el aire sea tóxico, que no haya agua, que la fuerza de gravedad sea muy superior a la que estamos acostumbrados a soportar, o vete a saber qué. Si no queréis llevar a Mara de vuelta al Cubo, habrá que hacerse con la información de la base de datos de Sílica para saber hacia dónde lleva cada puerta.

—¿Pero tú sabes acceder a Sílica? —preguntó Iri con escepticismo.

Evey se dio la vuelta para dirigir una mirada llena de suficiencia a la exploradora.

—Por supuesto que sé cómo acceder. Tened una cosa siempre en mente: sé mil veces más de todo que vosotros.

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