Capítulo 14 (parte 1).
La directora de la sección de exploradores cerró la puerta tras de sí y comenzó a dar vueltas por el pasillo de la sección de medicina y psicología. Le corroía por dentro pensar que tal vez Valia y Umiko estuviesen hablando de algo que ella desconocía, pero aquella no era su sección y no tenía licencia para anular la orden que su respectiva directora le había dado. No podría interrogar a Valia hasta más adelante.
—Tera, ¿estás ahí? ¿Puedes hablar?
La voz del jefe de la sección de informática sonó a través de su pulsera identificadora.
—Sí —contestó ella mientras apretaba el push to talk.
—He terminado con lo que me pediste. ¿Te lo mando?
Los ojos de Tera relampaguearon con cierta malicia. Tal vez no se pudiese enterar de la conversación entre ambas mujeres, pero conseguiría la información por otra vía y no dudaría en usarla si hallaba en ella algo interesante, como por ejemplo, la fugaz visita que el explorador Ciro había realizado al apartamento de Valia unas horas antes de su partida al exterior.
—Sí. Gracias, Farren. Nos vemos en un rato.
Acto seguido escuchó el breve pitido de su pulsera que indicaba el inicio de transmisión de datos. Respiró hondo a la par que sostenía el portátil en una de sus manos y abría el documento que Farren le acababa de enviar. Las fotos de Mara Alaine y Ciro Muscovy ocuparon la pantalla completa del dispositivo. Ambos tenían el gesto serio, o tal vez fuese triste. Fuera lo que fuese, no parecían estar muy contentos el día en el que tomaron aquellas fotos, pero seguramente nadie lo estuviese. La invasión acababa de tener lugar en la Tierra y todo el mundo se encontraba asustado y desorientado.
Tera se disponía a leer el informe cuando alguien salió por una de las puertas del pasillo y comenzó a caminar en su dirección. Minimizó el documento rápidamente e hizo como si no se hubiese dado cuenta de que había alguien más en la estancia, aunque por el rabillo del ojo comprobó que se trataba de un hombre ataviado con una bata blanca. Un médico que tenía toda la pinta de querer hablar con ella. ¿Qué querría?
—¿Señora Windwood?
Tera alzó la mirada y se hizo la sorprendida.
—Soy yo.
—Tenga.
Esta vez no tuvo que aparentar sorpresa. El hombre se sacó del bolsillo izquierdo de la bata una tablet plegable y se la tendió para que ella pudiese cogerla.
—¿Qué es esto? —quiso saber mientras trataba de sostener el artilugio con una sola mano. Se trataba de un material parecido al plástico que podía desdoblarse hasta hacerse minúsculo sin dejar pliegues visibles. De esta manera, su dueño podía ajustar el tamaño de la pantalla a lo que más le conviniese sin perder calidad en la imagen. Era lo que había sustituido al papel años atrás, aunque no llegó a tener el éxito que sus creadores esperaban. Su mecanismo era muy parecido al de los discos no regrabables: una vez se volcaba información en él, ésta no podía reemplazarse por otra nueva. Cierto era que ocupaba muy poco espacio, pero todo el mundo tenía dispositivos personales cuya usabilidad era mucho mayor.
—Es para evitar problemas —contestó el hombre. Su voz le recordó a la de los antiguos locutores de radio, grave pero clara—. Es el informe de la señora Alaine.
—¿El informe clínico?
—Entre otras cosas.
—¿Qué otras cosas? —volvió a preguntar Tera con las cejas arqueadas—. ¿Algo que deba saber yo?
—Estoy seguro de que le será útil. —El médico miró hacia los lados para cerciorarse de que no había nadie cerca—. Este informe es confidencial y sólo la señora Hayashi debe tener acceso a él, así que le pido discreción.
—¿Y por qué está usted incumpliendo con la política de la empresa?
El hombre pareció dudar unos instantes. Tera observó cómo la frente se le perlaba de sudor y cómo cambiaba el peso de una pierna a otra, incómodo. Era obvio que quería permanecer allí el menor tiempo posible y que ella no se lo estaba poniendo nada fácil.
—Creo que la señora Hayashi quiere ocultar información importante acerca de la familia Alaine —repuso con lentitud. Estaba intentando elegir las palabras adecuadas para evitar meterse en algún lío.
Tera se puso tensa. Nadie en el Cubo salvo la sección de mando y los pelotones EX:A-2 y EX:B-18 sabían acerca de las excursiones ilegales de Mara y Valia, así como del secuestro de la exploradora. Habían dado órdenes explícitas de mantener la información en secreto, así que si ese hombre sabía acerca de ello era porque alguien se había encargado de divulgar la noticia, o al menos no se había cumplido el protocolo como era debido. La información se expandiría rápidamente por el Cubo y ella, como parte responsable de la historia, debía cortar por lo sano.
—¿Quién más sabe acerca de esto? —quiso saber.
—Sólo usted, la señora Hayashi y yo, que he sido el encargado de realizar el informe de la señora Alaine. Señora Windwood —añadió tras una breve pausa que aprovechó para quitarse el sudor de la frente con una de sus manos—, confío en que sepa usted hacer buen uso de esa información. La señora Hayashi es conocedora de ella y sé de buena tinta que no tiene intención de hacerla pública.
—Descuide.
El médico hizo un leve gesto con la cabeza en señal de despedida y continuó su camino por el ancho pasillo, cuyas luces led se iban iluminando a su paso. Tera le siguió con la mirada, aún con el ordenador en su mano derecha y la tablet en su izquierda. Pestañeó un par de veces y, tras cerciorarse de que Umiko seguía en la habitación de Valia, volvió a apretar el botón de su pulsera.
—Farren, tenemos problemas.
—Te escucho —contestó el hombre al otro lado del canal de comunicación.
—Necesito que me saques todo lo que tengas del encargado de hacer los informes clínicos de los pacientes.
—¿Qué ha pasado?
—Creo que sabe lo de las Alaine —contestó a la par que volvía a maximizar la foto de Mara en el ordenador.
—Joder. —Por la pausa que hizo, Tera supuso que Farren estaba evaluando cómo de grave era la situación—. Vale, de acuerdo. Ahora te lo mando.
La directora de la sección de exploradores no pudo evitar proferir un suspiro cuando comenzó a leer el informe que le había pasado aquel médico. ¿Qué se suponía que tenía que encontrar en él? ¿Una prueba escrita para acusar a Hayashi de haber incumplido las órdenes de la sección de mando? Tal vez así la japonesa consiguiese recular y tuviese que retractarse delante de todos. Tal vez hasta consiguiese sonsacarla la conversación que seguramente estuviese teniendo con Valia en esos momentos.
Sus ojos se pasearon entre las líneas del documento sin saber qué buscar exactamente. No había estudiado medicina. Tenía unas nociones básicas, pero nada por encima de los conocimientos que pudiera tener un ciudadano medio. Su ámbito de trabajo siempre había estado ligado a la estrategia militar, aunque nunca estuvo directamente involucrada con el ejército en la Tierra. ¿Qué quería que leyese en aquel enjambre de datos, gráficos y diagnósticos?
Tera siguió leyendo, cada vez más impaciente. No quería que Umiko la pillase con la tablet en la mano, y estaba segura de que no tardaría mucho más en salir de la habitación en la que se encontraba. Lo más sensato sería guardarlo y leerlo después de la reunión que habían programado en la sección de mando; tenía ambas manos ocupadas y le sería difícil doblar el artefacto con rapidez si Hayashi aparecía.
Comenzó a plegarlo con la ayuda de su barbilla mientras seguía hojeando de manera desinteresada el texto escrito en él. Y de repente la vio. En medio de todo aquel jaleo de tecnicismos, una palabra parecía brillar con luz propia. Una palabra que hasta el más estúpido podía entender.
Fue como si un martillo hubiese impactado contra sus costillas: todo el aire salió de golpe de sus pulmones, ahogándola. Se vio obligada a apoyar la espalda contra la aséptica pared mientras sus ojos releían la frase una y otra vez. Una terrible picazón le invadió el cuerpo entero. Le picaban las axilas, las palmas de las manos, la nuca. Le temblaban las piernas. ¿Cómo no se había dado cuenta antes? ¿Cómo nadie se había dado cuenta antes?
Su mirada abandonó el documento y se posó sobre la pantalla del portátil. Ahí estaba Mara Alaine; sus ojos salvajes la escudriñaban, la juzgaban.
Qué estúpida había sido.
Tera parpadeó hasta conseguir romper contacto visual con la foto de la exploradora. Tenía que actuar, y tenía que hacerlo cuanto antes. Acababa de encajar la pieza principal del puzzle y debía aprovecharse antes de que Umiko se le adelantase.
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