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Capitulo 7- Persecución

El ascensor descendía de forma lenta y parsimoniosa. Tanto Eva como Corso se mantenían en silencio. No sabían que decirse el uno al otro. Se miraban de vez en cuando y la incomodidad no tardaba en hacer acto de presencia, sobre todo para la chica.

Estaba claro que aquella idea era una locura. Escapar de la ciudad para llevarla a otro lugar donde estuviera a salvo era un completo acto suicida. No tan solo por esos vampiros que la buscaban, sino además, porque la policía la estaría buscando por el asesinato de Natalia. Eso la aterrorizaba mucho. Ser arrestada y verse cara a cara con su familia y conocidos le parecía peor destino que terminar decapitada. Casi prefería con mayor fuerza la muerte.

Siguió ensimismada en sus funestos pensamientos cuando Corso le habló.

—Bonito corte de pelo.

Su largo cabello rojizo, el cual le llegaba hasta la espalda, se lo había cortado hasta dejar solo una corta melena que le llegaba hasta el cogote. Fue una decisión difícil, pero si tenía que cambiar de imagen, era la decisión correcta.

—Te queda muy bien —comentó mientras pasaba la mano por encima de su cabeza, revolviéndole un poco el pelo.

No le agradó demasiado esa acción, aunque le hizo sentir un poco mejor. Se había hecho un auténtico desastre, pero la positiva reacción de su compañero la animó.

—Gracias —dijo ella dibujando una tímida sonrisa en el acto.

El ascensor se detuvo y las puertas se abrieron. Los dos salieron y terminaron frente al portal, listos para adentrarse de nuevo en el temible mundo que les esperaba allí fuera. Al menos, así lo sentía Eva. Tembló un poco y cerró sus ojos, buscando calmarse. No había otra alternativa, esta era la única forma de hacer las cosas ahora. Con todo bien ordenado en su cabeza y lista, decidió dar el primer paso. No obstante, Corso la detuvo. Esa acción la sorprendió.

—Espera un momento —la habló con claridad.

—¿Qué pasa? —preguntó extrañada.

—Ponte la capucha.

De ropa, se había puesto una fina camiseta blanca y unos vaqueros azules, además de unas zapatillas deportivas rojas y negras. Encima, portaba un chaquetón azul oscuro con capucha. Suponía que al pedirse que se la pusiera era para poder ocultar mejor su rostro y que, de esa forma, no la reconocieran por la calle. Le pareció una decisión inteligente, así que lo hizo. Una vez lista, Corso continuó hablando.

—Ahora escúchame bien. —La miró fijamente a los ojos mientras lo decía—. Cuando estemos fuera, no te separes de mi lado bajo ningún concepto. Sígueme en todo momento y no te detengas por nada. Tampoco mires a nadie a la cara, podrían reconocerte y, si en el trayecto pasa algo y me ves entretenido por lo que sea, no te detengas. Sigue hasta nuestro destino.

—¿Y a donde nos dirigimos? —Estaba desconcertada ante su explicación.

En ese instante, Corso se sacó algo de su bolsillo derecho del pantalón y se lo entregó. Era un teléfono móvil. Lo miró sorprendida, aunque esperaba que fuera algo en ese estilo.

—Dentro del móvil hay una aplicación GPS. La abres y dentro encontrarás el destino con la ruta ya establecida —habló el vampiro con rapidez.

Eva lo desbloqueó y accedió a la aplicación. El mapa de la ciudad se desplegó y vio un punto negro que indicaba donde se encontraba ella. Desde ahí, se desplegaba una línea roja, serpenteando por entre las calles hasta llegar a un enorme punto blanco, su destino. Se trataba de la calle Contreras número 12. Esa era la zona industrial, a las afueras de la ciudad, aunque de industria tenía ya poco. Quitando la fábrica de coches y la constructora, la mayoría no eran más que almacenes. Ponía que tardarían una hora y media en llegar hasta allí a pie.

—Todo listo, ¿no? —dijo lleno de energía Corso.

Ella asintió para dejarlo bien claro. El hombre se acercó a la puerta y la abrió. Se miraron por un momento y le hizo una seña para salir. Algo reticente al inicio, decidió hacerlo sin dudar.

Ya fuera, sintió como el viento golpeaba su rostro, aunque no notó lo frio que estaba. Corso la siguió y cerró el portal mientras que ella miraba a su alrededor. La calle se encontraba repleta de gente. No era para menos. Siendo las ocho y media, ya había bastantes saliendo de sus trabajos y los que podían, apuraban para mirar en las tiendas antes de que cerraran. Supuso que por eso el vampiro había decidido que salieran a esa hora. Sería más complicado que los encontrasen entre una abarrotada multitud.

—Sígueme —habló con rapidez Corso.

Se puso a su lado y comenzaron a andar.

Avanzando por la acera, esquivaba a toda persona que se les cruzase, tratando de no separarse mucho el uno del otro. Corso no dejaba de mirar en toda dirección, muy atento por si viera algo sospechoso. Eva se hallaba tensa, intentando hacerse a la idea de que si las cosas se complicaban, tendría que huir. A la vez, mantenía la cabeza gacha. No quería que nadie la reconociese.

Se detuvieron para cruzar la carretera. Esperaron a que el semáforo se pusiera rojo y fueron por el paso de cebra. Andaban con paso constante y presuroso, como si trataran de apurar cada minuto. Era la mejor opción. Estar expuesta aquí fuera era ponerse una diana a la espalda para que sus posibles captores la vieran.

Miró a Corso por un momento. Estaba un poco tenso, con una expresión muy rígida en su rostro. Meneaba la cabeza de vez en cuando y sus grises ojos no cesaban de otear de un lanco a otro. Llevaba su característico gorro negro, pero sin la braga. Su vista se posó en ella al notarse observado.

—¿Pasa algo? —le preguntó.

No supo que decirle, aunque no tardó en surgirle algo.

—Sí, me gustaría preguntarte una cosa.

Por la expresión de desconcierto que puso, no parecía muy inclinado a querer responder.

—No creo que sea el mejor momento.

—Solo es una cuestión que me ronda, nada más.

—Como quieras.

Estaba claro que no era el mejor momento, pero necesitaba quitarse las dudas de la cabeza, sobre todo, si quería confiar en él.

—¿Cómo sabías de lo que me había pasado?

Corso se volvió para mirarla, aunque no supo si estaba sorprendido o no. Como fuera, respondió.

—Tengo muchos contactos en esta ciudad y siempre me entero de lo que pasa en cada rincón de ella —interrumpió su explicación para esquivar a un viandante que venía de frente, pero no tardó en proseguir—. Alguien vio lo que te pasó y a la noche siguiente me lo chivó. Tuve que indagar a que hospital te mandaron y para cuando llegué, ya te habías ido. Me hice con tu informe médico para saber dónde vivías y cuando fui por ti, también te habías largado de allí.

Quedó un poco conforme con lo que le dijo, pero eso, generó más dudas.

—¿Y cómo diste luego conmigo?

—Eso ya es más de una pregunta —arguyó con certera razón.

Se quedó inquieta ante esto, pero en verdad, deseaba saber más.

—Los nocturnos dejamos un rastro, ¿vale? —siguió sin más—. Olor, feromonas; llámalo como quieras. El tuyo estaba fresco, así que solo tuve que seguirlo para dar contigo.

—¿Y la Sociedad como es que no me ha pillado?

—Tienen sus propios asuntos. —Miró hacia atrás un segundo. Creyó que habría visto a alguien, pero luego se volvió y continuó como si nada— Tienen que mantener a los nuestro ocultos, sin que los humanos sepan de nuestra existencia y mantener la paz para que no haya enfrentamientos. Una transformación es algo peligroso, pero en estos últimos tiempos, es algo en lo que tardan un poco en reaccionar.

—Pues cualquiera podría exponerlos con facilidad —comentó ella con tono agorero.

—Aún es posible que pase.

Esa última frase la dejó desconcertada. ¿Se refería a ella? ¿Acaso pretendía usarla para demostrar la existencia de los vampiros? Le resultaba un pensamiento estúpido, pero viendo todo lo que estaba viviendo en esos momentos, cualquier cosa podía pasar.

—Oye, ¿y tú que sacas de ayudarme?

Corso no respondió. La cogió por el brazo y la llevó por otra calle. La chica sintió todo su ser revolverse ante el inesperado tirón.

—¿Pe...pero que pasa? —preguntó agitada.

Siguieron caminando y Corso le lanzó una severa mirada. Lo notaba más serio que de costumbre.

—Acelera el paso. Nos siguen.

Quiso mirar hacia atrás para avistarlos, pero, al ver a su compañero andando más deprisa, decidió no quedarse atrás. Continuaron su camino y no tardaron en verse inmersos en una enorme marea de gente. Estaban en el distrito comercial y, siendo época de rebajas, todo el mundo aprovechaba para comprar.

—¿No hubiese sido mejor ir por callejuelas o, incluso, por tejados? —inquirió preocupada— Así no nos verían.

El vampiro sonrió ante su comentario, cosa que la dejó extrañada. Ni que hubiera contado un chiste.

—No vamos por ahí porque esos lugares son los que ellos controlan, mas ahora, si saben que quieres huir.

No dijo más. Solo aceleró el paso y Eva tuvo que seguirlo presurosa para no perderlo de vista.

Una de las cosas de las que se percató mientras andaba tan rápido era que no se encontraba muy cansada. Llevaban posiblemente caminando tan rápido más de media hora y aún seguía bien. Ni cansancio, ni fatiga ni dolor en sus piernas. ¿Esta era una de las posibles ventajas de ser un vampiro? ¿Ser más resistente o fuerte? Era evidente que había cambiado más de lo que creía y, si conseguía escapar con vida esa noche, no dudaría en averiguar cuan profunda había sido su transformación.

—Mierda, los tenemos cerca —habló alerta Corso.

Ella no percibía a nadie. Le parecía raro que él si pudiera sentirlos, pero reparó en que su compañero tenía mayor edad. Quizás, cuantos más años tuviera, más agudos eran sus sentidos.

De nuevo, la agarró del brazo y fueron más deprisa. A Eva no le gustaba la forma en la que la dirigía, pero comprendía que actuara así. Si estaban tan cerca, debían moverse rápido para evitarlos. Y Corso los percibía a ellos, eso significaba que sus perseguidores también podrían. No le gustó pensar en eso. El miedo comenzó a inundarla.

Siguieron sin detenerse. Ya casi tenía la sensación de que estarían al final del distrito. En nada, se encontrarían en la avenida principal de la ciudad. Mucho más grande y donde era posible que les diesen mejor esquinazo. Justo entonces, Corso tiró de ella con mucha brusquedad.

—Vamos, entremos aquí.

Se trataba de una perfumería. Era grande y había varios pasillos formados por los estantes. Un lugar perfecto para perderse.

Deambularon por el local y Eva miró continuamente a Corso, quien no dejaba de mirar frascos y más frascos de perfume. En un momento dado, cogió uno y se lo pasó.

—Toma, póntelo —le dijo sin más.

A Eva le iba a dar un shock. ¿Para qué coño se iba a echar un perfume? Miró incrédula al vampiro, sin poder creerse lo que le pedía.

—Así ocultarás tu rastro —le explicó al darse cuenta de la cara de circunstancias que acababa de poner.

Miró la etiqueta. El perfume era de una marca muy cara que costaba cientos de euros. Su familia seguro que se podría permitir comprar uno, aunque ella nunca sintió la necesidad. No era tan orgullosa. Ahora, se la iba a echar sin más dentro de la tienda donde la vendían.

—Venga, vamos —la apremió su compañero—. No perdamos más tiempo.

Cabeceando indecisa, decidió hacerlo. Mientras, Corso cogió otro frasco, loción de masaje para hombre. Abrió la tapa y se la derramó por el cuello y la camiseta.

—Échate más —dijo con tono exigente.

Suspiró y apretó el botón para que el spray le echara más. Se dio por el cuello, la camiseta y hasta en la zona de los hombros. Todo esto le parecía ridículo, pero por lo visto, no tenía otra opción. Cuando Corso se acercó, aspiró un poco de su aroma.

—Um, que bien hueles —comentó impresionado—. Perfecto, larguémonos de aquí.

Otra vez, la agarró de la mano. Estaba harta de que hiciera eso. No era una niña pequeña para ir arrastrándola por donde quisiera. Caminaron hasta llegar a la entrada de la perfumería y, justo cuando iban a salir, Corso se detuvo. Entonces, Eva lo sintió y se miraron.

—¿Tú también lo captas?

Volvieron al interior y a la chica el corazón parecía a punto de salírsele por la boca. Estaba allí, en la entrada, deambulando de un lado a otro. ¿Los captaba a ellos también? Eva desde luego que si la sentía a ella. Era una mujer, algo mayor que ella. Notaba como la sangre recorría sus venas a gran velocidad y como sus pupilas estaban dilatadas para captar cualquier sospechoso movimiento. Percibía a una vampira poderosa e imponente...que iba tras ella. De nuevo, el miedo la atenazó y más cuando notó como la nocturna entraba en la tienda.

—Joder, ¡nos va a pillar! —habló fatalista Corso.

El hombre parecía a punto de entrar en pánico. Miraba de un lado a otro, como si buscara un posible escondite, pero no hallaba nada. No podía notar en su rostro ni un solo indicio de que estuviera asustado, pero sentía su corazón latiendo con fuerza. Continuó observando todo el lugar y le tendió la mano. Eva se la cogió y tiró de ella.

Llegaron al fondo de la tienda, pero no encontraron ninguna salida. Podía percibir a la vampira, cada vez más cerca, lo cual la alteró mucho. Miró a Corso a sus grises ojos y notó en ellos una enorme preocupación. No le gustaba nada lo que les estaba pasando.

—Me parece que solo tengo una idea, pero no te va a gustar —comentó un poco incómodo.

—¿El qué? —preguntó Eva un poco preocupada.

La cogió por la cintura, cosa que le resultó extraña, y la llevó contra un rincón. Pegada allí, notó como Corso se le aproximó hasta tenerlo muy cerca. Notaba su agitada respiración y su intimidante presencia. A ella no le gustaba. De repente, la hizo alzar su cabeza y se miraron. No entendía nada. Sin mediar palabra, el vampiro la besó en la boca.

Estuvieron con los labios pegados por un pequeño rato. Eva no podía creerse lo que estaba pasando. Tenía los ojos bien abiertos y podía ver como Corso la aferraba con fuerza, como si la quisiera para él. Además, el beso que le daba se estaba volviendo más intenso. Incluso...notó como su lengua intentaba entrar en su boca. Desde luego, no le estaba gustando, para nada.

Al final, se despegó de ella. Ya no sentían a esa misteriosa mujer que los seguía, lo cual, fue todo un alivio.

—Parece que ha funcionado.

Sin dudarlo, Eva le dio un fuerte pisotón en su pie derecho. Pensó por un momento en pegarle un tortazo, pero eso llamaría demasiado la atención.

—Pero bueno... ¿a qué viene eso? —preguntó escandalizado.

—No vuelvas a besarme —lo encaró Eva.

El vampiro se frotó un poco el pie y después, miró hacia atrás. No había nadie allí, cosa que lo alivió.

—En fin, por lo menos nos hemos quitado a esa de encima —puntualizó—. Eso sí, no podemos despistarnos. Larguémonos de aquí.

Los dos se pusieron en marcha y salieron de la tienda. No sentía la presencia de otros nocturnos por la zona, cosa que la alivió bastante. Sin embargo, se preguntaba cuántos serían en total. Solo había notado a uno, esa misteriosa mujer, pero se temía que pudieran haber más tras ellos.

En poco tiempo, dejaron atrás el distrito comercial y llegaron a la avenida. Esta era lo bastante grande como para perder fácilmente su rastro. Había parques, alguna plaza y varias calzadas con muchos coches pasando todo el momento. Corso y Eva cruzaron de una acera a la otra y no tardaron en volver a hacerlo para confundir a sus perseguidores.

—Oye, perdona por lo del beso de antes —dijo de forma repentina el hombre.

Eva lo miró sorprendida. No esperaba una disculpa por lo que había hecho antes, aunque le agradó que lo hiciera. Se le veía sincero en lo que decía.

—No vuelvas a hacerlo, ¿vale? —le advirtió con calma.

Corso sonrió un poco ante lo que decía. Parecía divertirse al verla tan amenazante tras el beso.

—Tranquila, la próxima vez te aviso —comentó chistoso.

La chica se volvió y lo fulminó con sus verdosos ojos, los cuales parecían brillar de manera más intensa para reflejar su enojo. Su compañero, notando como se estaba poniendo, se asustó un poco.

—Oye, tampoco es para que te pongas así. Al hacer eso, hemos anulado nuestra presencia frente a ella —empezó a explicar un poco molesto—. Además, seguro que te ha gustado el beso, ¿a qué si?

No podía creer que Corso pudiera ser tan fanfarrón. Se rio un poco ante lo que acababa de soltarle. Resultaba ridículo.

—¿A qué viene tanta gracia? —preguntó confuso el hombre.

—Me temo que tus besos nunca me van a gustar —le soltó divertida.

—¿Y eso?

—Soy lesbiana.

Al inicio, el hombre se quedó sin habla. Eva parecía haberlo pillado desprevenido, aunque la desprevenida también fue ella. Había reconocido su orientación sexual sin ningún problema frente a alguien e, incluso, se había atrevido a lanzárselo como un claro desafío, como si pretendiera enfrentar aquellas opiniones negativas que tanto miedo le dieron. Claro que no sabía si Corso tendría prejuicios ante lo que ella era. Muy pronto, notó como dejaba de estar tan impresionado y adquirió una expresión más jovial en su rostro.

—Muy bien, me lo anoto para recordarlo —comentó desenfadado.

La miró un poco incomodo, pero no vio en él ni rastro de molestia. No parecía importarle quien fuera o, al menos, eso percibía por lo que acababa de decirle.

Siguieron su camino y no tardaron en dejar la avenida principal, llegando a la zona industrial. Pese a estar más cerca de su destino, se sentía nerviosa. Tenía la sensación de que al adentrarse en esa nueva zona, algo peligroso les acechaba y de que no dudaría en hacerles mucho daño si podía.

No tardaron en avanzar por las amplias calles de esa zona. A diferencia del distrito comercial, tan luminoso y estridente, tan repleto de personas, aquel lugar permanecía en un sepulcral silencio y sin rastro de vida. Mirara donde mirase, tan solo encontraba enormes almacenes y antiguas factorías ya abandonadas. Una atmosfera fantasmagórica se respiraba allí.

—Ya no queda mucho —le informó Corso de improviso—. Solo unas cuatro manzanas más y llegaremos.

Saber eso la alentó un poco. Viendo a su acompañante acelerar el paso, Eva no se quedó atrás y lo siguió.

Cruzaron de acera y luego, tomaron el camino de la derecha, adentrándose por una alargada calle. El viento soplaba levemente y la iluminación era precaria. Muchas de las farolas parpadeaban bastante. Esa parte era muy solitaria, perfecta para una emboscada.

Escuchaba el sonido de sus zapatos al pisar sobre el húmedo suelo. Dejó escapar una bocanada de aire por su boca, notando como el aire aparecía como volutas de humo. Hacía bastante helor, pero, de nuevo, ella no sentía eso. Su cuerpo lo notaba caliente y fuerte. Tenía que ser la sangre. Si no hubiera bebido, tal vez si notaría el frio, aunque a lo mejor, más que el frio del ambiente, sería su propio organismo el que se enfriaría. Si no fuera por ese espeso liquido rojo, estaría como un tempano de hielo, además de débil y lánguida, tal como se sintió tan solo dos días atrás.

Miró a Corso, quien seguía alerta. Movía su cabeza de un lado a otro, observando cada parte de la calle, atento por si aparecía algo o alguien peligroso. Seguía sin creer que el tipo la hubiera besado. No le gustó nada, tanto por pillarla desprevenida como por ser un hombre. Lo mejor era que encima le había venido con la excusa de que con eso, habían logrado eludir a la vampira que los seguía. Esa explicación le resultaba rara. ¿Cómo demonios se podían ocultar gracias a un beso? A Eva le sonaba más a excusa barata que a una buena aclaración. Continuó observando a su compañero hasta que, de repente, se detuvo.

Enseguida, la chica se puso en guardia. Captó la presencia de otras personas en el lugar. Eran nocturnos. Se percató de como Corso se ponía muy tenso. Percibía a cuatro o individuos, viniendo de todas direcciones. Por detrás, por delante y de un callejón que había a la izquierda. Los estaban rodeando. Se fijó en las marcadas facciones del rostro de su compañero y vio cómo se llevaba una de sus manos a la cadera, listo para desenfundar la pistola. Se acercaba un momento importante, quizás, de confrontación, y eso no podía asustarla más.

—Escúchame bien —le dijo—. Las cosas se van a poner feas de un momento a otro, así que si te digo que salgas corriendo, tú lo haces. Ve al lugar al que estábamos yendo. No queda muy lejos.

Eva tragó un poco de saliva. Muy nerviosa, no dejaba de pensar en la enorme mala suerte que llevaba teniendo desde hacía varios días. Seguía preguntándose que había hecho ella para acabar de esa manera.

—¿Y tú? —preguntó inquieta.

Al escucharla, Corso se volvió y la miró con algo de sorpresa. Por lo visto, no esperaba que ella se preocupase por lo que fuera a sucederle.

—Lo que a mí me pase no importa —contestó seco—. Será mejor que te prepares. No tardaré en decirte que te largues.

Respiró intranquila. Dejó salir el aire de su interior y el vaho formado se extendió frente a su rostro. De repente, vio como Corso cogía la pistola y la empuñaba, listo para utilizarla.

—Prepárate —avisó con antelación.

Desde la otra punta de la acera, vio venir una figura. Se trataba de un hombre alto y fornido. Por atrás, sintió venir al otro y por el otro lado de la calle, se aproximaba el tercero. El cuarto integrante se acercaba por el callejón de la izquierda. Eva tembló llena de horror al sentir a esa presencia en concreto, pues no tardó en percatarse de quien se trataba. Era ella, la mujer que los siguió hasta la perfumería.

Pretendían rodearlos. Desconocía como podrían haber dado con los dos, si se suponía que les habían dado esquinazo, aunque al ser los dueños de la ciudad, sería probable que pudieran enterarse de todo al final. La chica continuaba en tensión mientras sentía como se aproximaban, acorralándolos para atacarlos sin piedad. El miedo de verse en un enfrentamiento sin saber cómo defenderse la mataba por dentro.

Corso, por su parte, seguía en guardia. Ya tenía la pistola alzada, lista para abrir fuego en cuanto el primer nocturno se pusiera a tiro. Recordó cómo fue capaz de derribar a los integrantes de la Progenie de Drácula, moviéndose rápido y ágil. Se preguntó si con estos se comportaría igual, aunque tenía cierta certeza de que esos vampiros iban a ser más peligrosos que esa panda de fanáticos. Siguió a la espera de que le dijese cuando tenía que huir y muy pronto, vio una reacción en él, aunque no fue la esperada.

—Un momento.

Algo en su rostro había cambiado. De estar tan preocupado, pasó a una expresión de asombro total. Incluso, bajó un poco su arma, como si de repente todo se hubiera vuelto más seguro, aunque a ella no se lo parecía. Todavía sentía la presencia de los nocturnos muy cerca de ellos e, incluso, rodeándolos. No entendía que sucedía hasta que miró hacia delante.

Desde la carretera, pudo ver como se acercaba un vehículo. Al inicio, solo percibió la luz de los faros delanteros. Primero, parecían dos pequeños puntos alejados y brillantes, como estrellas del firmamento, pero poco a poco, se fueron haciendo más grandes. Conforme más cerca lo tenía, mejor se pudo fijar de qué se trataba. Era una limusina negra. Continuó su avance hasta que se detuvo a unos cinco metros de donde estaban ellos.

La pareja se quedó mirando en silencio a la limusina, sin saber que hacer o decir. Mientras, sus perseguidores se hicieron visibles, aunque manteniendo una prudencial distancia. Con todo, los habían rodeado muy bien. Eva seguía en tensión. Su vista no se apartaba del alargado coche, el cual desconocía para que había aparecido.

—Espera aquí —habló Corso de repente.

No podía creer lo que el vampiro hizo a continuación. Sin más, se enfundó el arma y puso rumbo hacia la limusina. Quiso ir tras él, pues se encontraba aterrada, pero prefirió quedarse allí, pese a que no tenía muy claro si era una buena idea. Los otros nocturnos la miraban fijamente, deseando no perderla de vista de nuevo. Ninguno se movía, pero tenía claro que estarían ansiosos de ir a por ella.

Corso llegó al fin hacia el vehículo. Una puerta se abrió y el vampiro se inclinó para asomarse al interior. Por un momento, Eva creyó que estaba cometiendo un terrible error al hacer eso y que lo matarían. Sin embargo, no vio que fuera así. Tan solo contempló como su compañero hablaba tan tranquilo con quien fuera que hubiera adentrado. En un momento dado, se volvió para mirarla, cosa que la puso más tensa. Era evidente que estarían conversando sobre ella.

Miró a su alrededor, notando la poderosa presencia de los otros vampiros. Podía sentirlos de manera más intensa que antes, algo que la sorprendió. El más próximo era el que tenía detrás. Se volvió y pude ver que era un hombre alto y robusto con una coleta en la cabeza. Los otros dos eran parecidos e iban vestidos con trajes. Parecían agentes de seguridad como los que vería en la entrada de un club nocturno. La que no se mostraba demasiado era la mujer. Desde la otra acera, quien casi estuvo a punto de pillarla la observaba entre la oscuridad. Con todo, la captaba muy bien y parecía querer hacerse notar. Pese a la espesa negrura que la envolvía, podía verla a la perfección y se dio cuenta de la siniestra sonrisa en su rostro, aunque en verdad, no la estaba viendo. Fue la propia nocturna quien se lo metió en su mente.

Eva pestañeó varias veces, incapaz de creer lo que había pasado y comenzó a sentir un leve mareo. Estaba un poco desorientada y al volver a mirar a la vampira, esta seguía allí. Le dio la sensación de que se reía de ella. Corso apareció en ese instante.

—¿Va todo bien?

Al escucharlo, se sintió un poco más segura. Sin embargo, viendo quienes los rodeaban, tenía la sensación de que las cosas estaban lejos de solucionarse y más claro le quedó con la apesadumbrada mirada que traía. Sus ojos grises, siempre brillantes de optimismo, ahora se mostraban un poco decaídos. Le sorprendió.

—Ven —se limitó a decir—. Quiere hablar contigo.

Quedó en shock. ¿Quién demonios querría hablar con ella? Miró hacia la limusina y un profundo miedo se adentró en su cuerpo. Temblorosa, asintió ante la petición de Corso. Fueron juntos hacia allí.

—Entra —le dijo sin más.

Se agachó, no sin antes lanzar una desconfiada mirada a su amigo. No estaba segura de esta idea, pero cuando le asintió para que se metiese, no le quedó más remedio que hacerlo. Tenía la sensación de estar adentrándose en una trampa de la que no lograría escapar, aunque, dadas las circunstancias, tampoco tenía mejores opciones. Después de todo, las cosas ya no podrían ir a peor....

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Disculpad la tardanza. He estado un poco liado y no he tenido demasiado tiempo para escribir a pesar de la cuarentena. En fin, como ya os comenté, mi intención a partir de ahora es dividir los capítulos en varias partes, espero que solo dos para que haya un mayor periodo de publicación y no se haga tan pesada tanto la lectura como la espera. En unos días, tendréis la segunda parte.

Y nada mas. Espero que esta cuarentena os esté siendo leve. Un saludo a todos.

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