Hay días en los que te despiertas sin ganas de levantarte de la cama, e incluso a veces te preguntas incluso por qué te has despertado. Te sientes mal, pero no mal físicamente, te duele el alma, esa parte de tu ser que no se repara tan fácilmente, que no sana con una pastilla ni una visita al médico.

Te sientas en la cama, tu cerebro no para de mostrarte imágenes que duelen, como si su intención fuese herirte aún más. Vuelves a acostarte para intentar dormir y apagar tu cerebro un rato para no ver más esas imágenes, pero no lo logras, y una sensación de vacío recorre tu cuerpo, no sabes que hacer, y simplemente decides quedarte en la cama, con una herida que sangra sin detenerse.

De pronto suena tu celular, te han enviado un meme, lo miras y una discreta sonrisa escapa de tus labios. Luego un "buenos días" que te hace recordar que hay alguien ahí que se acuerda de ti siempre. Sin muchos ánimos respondes y entablas una conversación, poco a poco, a base de chistes y boberías vas sonriendo un poco más, quizás eso no arregló tu día, pero si te proporcionó un momento de escape de todos esos malos pensamientos, un momento en el que no pensaste en ello.

Esos pequeños momentos de risas y de buenas compañías, aunque sea en la distancia, nos ayudan a sobrellevar los días difíciles, y las personas que nos brindan esos momentos son como pequeños soldados que vienen a luchar contra los demonios de nuestras mentes, y nos sacan por un instante de ese hueco al que a veces llamamos vida.