Sanando Heridas
La culpa me pesa en el pecho,
una piedra fría que me oprime mi corazón,
me impide respirar,
me arrastra hacia el fondo de un abismo.
Cada latido es un reproche,
un recordatorio de mi error,
de la promesa que rompí,
de la confianza que traicioné.
Veo tus ojos llenos de decepción,
y siento un dolor que me atraviesa el alma,
que me desgarra por dentro,
que me hace desear desaparecer.
La risa que compartimos ahora se ha desvanecido,
nuestros momentos de alegría,
convertidos en ecos de lo que fue,
en recuerdos que me persiguen como sombras.
Deseo poder retroceder el tiempo,
borrar mis acciones y el daño causado,
pero el pasado me acecha sin descanso,
como un espectro que me acecha en la oscuridad.
La culpa es un peso que llevo conmigo,
una sombra que me acompaña a todas partes,
que me recuerda mi fragilidad,
mi capacidad para hacer daño.
Sin embargo, en medio de esta tormenta,
una chispa de esperanza se asoma,
una lección en el dolor,
la posibilidad de redención.
Quizás, con el tiempo, pueda aprender a sanar,
a reconstruir lo quebrado,
y encontrar el camino hacia el perdón.
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