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CAPÍTULO 31

Imagen de Scarpie Ragnarersson.

'Morfina'

Anders.

El agua me cala entero: entra en cada parte de mi cuerpo, haciéndome temblar los huesos y esta laguna está gélida, no sé cómo es que no está congelada.

—Ya casi llegamos. —musito para mí mismo, dando brazadas hasta llegar a la orilla. Cuando salgo, noto que me brilla la ropa.

Los tripulantes van llegando, ya ha desaparecido la barrera tanto como el duende y cuando estamos todos, nos secamos juntándonos intentando conseguir algo de calor.

Me adelanto zafándome de la calidez humana. Pongo las manos en la pared y Craber me imita. Me muevo ignorándolo buscando el desnivel que antes divisé y que supongo que será la entrada.

—Buscad una línea que indique un desnivel. —ordena Craber, pero nadie se mueve y se quedan pasmados mirándonos. —¡Venga!

El grito hace que reaccionen y se dispersan por lo largo de la orilla buscando la rotura.

Pasa un rato mientras la buscamos, juraría que estaba justo en frente mía pero ahora no aparece y el desespero se hace mayor mientras sigo buscando.

Llego hasta una esquina donde han revisado miles de veces, algunos revisan más allá y noto el extraño crecimiento de plantas silvestres pegadas a la pared.

Frunzo el ceño instintivamente y tomo una del tallo, tirando con fuerza y arrancándola de la pared. <<Juraría que antes estaba justo enfrente mía>>

La planta sale con facilidad y veo una fina línea. Imito la acción con la de más abajo, arrancándola sin esfuerzo alguno también y coloco las manos.

—¡Chicos! —grito llamando su atención. —¡Creo que la he encontrado!

No despego las palmas de la pared y acerco la oreja golpeando la pared. <<Hueco>>

—Hay que tirar de esto. —indico cuando los muchachos llegan. Meto las manos y hago fuerza.

Faraday hace como yo y mete las manos más abajo. La fina rotura se va llenando de manos tirando hacia fuera, y aunque parece imposible, unas plantas caen en el otro extremo dejando ver otra apertura y seguimos tirando. La pared se va moviendo hacia adelante y cae abruptamente con los tirones acompañados de gritos de esfuerzo.

Cae finalmente hacia adelante en un golpe seco y me asomo viendo el largo pasillo oscuro. No se ve el final, de hecho a mitad de camino ya no se ve nada y paso saliva intentando deshacer el nudo en mi garganta.

—Tenemos que ir. —digo para que no se desanimen. —Vamos.

Tomo la delantera cuando nadie más lo hace, ni siquiera el capitán. Avanzo por el pasillo que cada vez se hace más estrecho.

Los tripulantes comienzan a avanzar, y cuando todos han entrado, la puerta se regenera dejándonos encerrados.

—Joder... —musita Enerah con la respiración acelerada.

—Tranquila.

Avanzamos y unos metros más adelante gira hacia la derecha, veo algo de luz y no puedo disimular mi sorpresa abriendo los ojos como platos cuando encuentro un paisaje al final del pasillo.

Sigo andando y me asomo. Los ojos se me encharcan con el nerviosismo que empieza a correr por mis venas como si fuese fuego.

Es una especie de limbo entre el infierno y el más allá, es una sala enorme con unas vigas que se sostienen sobre el vacío. La única luz que hay es la de los truenos que caen partiendo algunas de las plataformas rectangulares en lo más alto de las vigas.

Es como una tormenta con truenos y relámpagos. Hay mínimo metro y medio de separación entre cada viga y no estoy seguro de que sean muy firmes.

—Esto no... —musita alguien y no le doy más vueltas.

Cojo carrerilla y salto a la primera, que se tambalea pero solo un poco y me agacho aferrándome a los costados como si eso fuera a salvarme la vida si esta mierda se cae.

—Es segura. —afirmo girándome. —¡Vamos! No tenemos toda la vida.

El collar donde está Marino empieza a arder.

Pero lo peor aún no está por venir.

Miro hacia arriba, encontrándome con una bandada de esbirros que vuelan en círculos en lo más alto, formando un torbellino con su fuerza. Los relámpagos no dejan de caer y la luz es intermitente.

—Kaywest. —la llamo. —Sal, creo que vamos a necesitar tu fuerza.

A mi derecha, se forma una lucecita roja que luego da paso a la microscópica protectora.

—Estaré en tu bolsillo izquierdo. —musita tomando un costado de la chaqueta y metiéndose en el bolsillo interior. —Te daré fuerzas: notarás un abrasador calor pero será para bien, te lo aseguro.

Asiento nervioso y me giro, viendo a Craber saltar.

Este llega a la plataforma sin problema, pero esta se tambalea más que antes.

Me agarro de nuevo a los costados, poniéndome de frente a la gran caída. Se me revuelve el estómago, me da vértigo cuando la plataforma se mueve hacia adelante y siento que me voy hacia el suelo que no veo.

La plataforma se estabiliza poco a poco, deja de tambalearse.

—Dos personas por viga. —le digo a Craber dejándole el placer de comunicarlo él.

—Ya me había dado cuenta. —contraataca girándose hacia los tripulantes aún en la entrada. —¡Dos por plataforma, por viga!

Miro hacia adelante, buscando una salida entre la poca luz que hay. Todo se ve de color azul oscuro, es literalmente el inframundo y al final de la sala, en el otro extremo; justo en diagonal nuestro veo otro hueco que, espero que por mi bien mental, sea la salida hacia la siguiente sala (o hacia el primer descanso)

Un rayo que cae demasiado cerca mía me saca de mis cálculos; ha roto la viga de enfrente y ahora nos toca saltar a la de al lado.

Dirijo la mirada hacia la bandada de esbirros que siguen volando; no quiero saber cuando se van a desatar y venir a por nosotros.

—Hay que irse a la de este lado. —le digo al hombre a mi lado.

—El camino se va a hacer más largo, ¿qué dices? —refuta.

—Esa está resquebrajada por los rayos. —indico. —Es mejor ir a esa.

No dice nada, solo suspira y salto hacia la de la izquierda. Esta apenas se tambalea con mi peso.

Hay dos más en la misma línea; es decir, hay seis vigas por fila y hay cinco filas en perfecta formación.

Craber me sigue y reviso de nuevo la horda de esbirros. Siguen igual.

Avanzo hacia la siguiente, otro rayo destroza las plataformas cercanas y solo queda la anterior en buen estado. De la primera fila desde la entrada solo quedan dos útiles y son las dos que hemos usado. Faraday y Rhea se encuentran en la anterior y Calamity y Salvatore en la primera.

Estamos una viga más atrás de la que está justo debajo de la horda de esbirros, horda la cual reviso alzando la mirada pero...

Un zumbido rompe el silencio que se había formado en la sala, donde solo se oía el revoloteo de las alas de los esbirros. Dicho zumbido es como una bala que me empuja tratando de tirarme de la plataforma con un empellón que casi logra tirarme al vacío.

Un esbirro vuela hacia mí de nuevo, empujándome violentamente. Dan vueltas a nuestro alrededor, y saco al espada de pico recto poniéndome en guardia.

—¡Saca algún arma! —le grito a Craber que observa parado.

Como un torero en pleno espectáculo, me echo hacia un lado cuando uno viene contra mí. Este se zafa de mi espadazo pero el siguiente no, recibe un corte en la espalda que roza su ala. Suelta un berrido infernal. Doy una ojeada rápida a la bandada de pequeños demonios. <<Son como veinte>>

Como un águila, uno de ellos intenta agarrar a Craber con las garras preparadas pero este logra evadirlo y lanza un espadazo que le alcanza una pata. Este berrea y su compañero viene contra mí con las garras en alto. Sus putas garras son peores que un cuchillo ardiendo; son grandes, con uñas como navajas y si te la clavan en un ojo, te sacan hasta el cerebro.

Me agacho cuando pasa a mi lado, pero la velocidad de su vuelo es insuficiente para detener su bajada, logra volar más bajo y arañarme la espalda. La herida me arde haciéndome gruñir.

—¡Joder!

Saco el revólver con el que disparo a uno de los seres infernales. Recibe el tiro en la frente, muriendo en el acto pero su chillido alerta a los demás y salto a la plataforma izquierda tratando de alejarme del círculo de esbirros en el cielo oscuro.

Craber asesina al otro agarrándolo de una pata trasera y, literalmente, dividiéndolo por la mitad. Sus tripas saltan por todos lados y me sorprende el sadismo repentino de este hombre.

Se mueve a mi misma plataforma.

Otros esbirros nos atacan a la vez que comienzan a atacar a los tripulantes. Van de dos en dos y miro el panorama. Ibon y Knavs Turner están en la primera, en la aledaña se encuentran Calamity y Salvatore y Faraday y Enerah ya saltan hacia la anterior en la que estábamos.

En la entrada de esta pesadilla solo quedan Enerah, Darko y Tamara.

—¡Tamara! —grito haciendo que me mire. —¡Saltad los tres!

Quitando a Darko, que es una ner un poco de peso de más.

Vuelvo a lo mío viendo un esbirro venir hacia mi me echo a un lado y mi espada atraviesa una de las alas del esbirro emole de músculo rusa, Enerah y Tamara son delgadas y no creo que pase nada por pon un ágil movimiento. Una de sus alas, casi iguales a las de una cigarra, caen perdiéndose en el espacio. El bicho ese grita adolorido y se devuelve hacia mi endemoniado.

Recibe otro espadazo cuando lo evado y este le va directo a la nunca. La sangre sale disparada y va perdiendo vuelo, chocándose con las plataformas y perdiéndose en el vacío.

Craber batalla a melé contra el esbirro. Voy hacia ellos, tomando por detrás al ser que Craber degolla con la espada. Empieza a gritar y a convulsionar y lo tiro al vacío. Saltamos a la siguiente plataforma; ya casi estamos. (Bueno, casi no. Es por autocompadecerme).

Nos movemos a la de enfrente, casi debajo de los esbirros. Ahora son tres los que vienen hacia nosotros. doy un vistazo rápido revisando que los demás estén bien y cuando reviso que sí, me devuelvo a la batalla. Dos me atacan tratando de sacarme los ojos con sus garras. Uno me empuja tratando de tirarme a la nada pero no lo logra y en una de esas, lo agarro de la nuca tirando de su piel hacia atrás. Parece que se le van a salir los ojos, su carne se va estirando más y más y agarro la pata del esbirro aledaño. Hago un brusco movimiento, partiendo la pata de la bestia que chilla y tomándolo del costado del rostro, estampo las cabezas de ambos con todas mis fuerzas oyendo los cráneos crujir ante el golpe.

Sonrío cuando los ojos se le vuelven blancos y dejan de vivir. Tiro los cadáveres al vacío a la vez que Craber termina con el suyo. Noto un ardor horrible en mi espalda, sin embargo, me toco notando que ya no hay sangre ni herida; gracias a Kaywest.

Nos movemos a la plataforma izquierda. Cada vez están más separadas pero cada vez hay menos esbirros.

Otros dos nos atacan, pero acabamos con ellos con facilidad cuando nos damos cuenta de que no ven a los lados; solo ven lo que tienen enfrente ya que no tienen visión periférica y eso les resta mucho.

Los matamos sin problemas apenas y pasamos a la viga de adelante.

No nos atacan más; no los hay, los tripulantes terminan con los que quedan y ahora el problema es otro.

La tormenta se intensifica, derribando todas las vigas a nuestro alrededor y con suerte solo quedan estables las de los muchachos.

Pasamos a la siguiente y un rayo alcanza un costado de la plataforma, dejándola oscura.

—Mierda, mierda. —musito. —¡Daros prisa!

La tormenta se hace peor y observo a algunos batallando todavía con algún esbirro.

Solo nos queda una plataforma. La tormenta eléctrica se torna inviable para todo, los relámpagos, los truenos y los rayos no paran de centellear y no nos dejan ni respirar.

Pasamos a la última con los fuertes rayos que son como terremotos detrás nuestra.

—¡Craber, hay que saltar! —grito en la última plataforma. —¡Ya!

El capitán pasa primero llegando a suelo firme y yo lo imito, descansando por fin de una pesadilla en la que hemos estado mínimo una hora.

Respiro acelerado y trato de controlarme, pero se me hace imposible. Me paso las manos por la cara y los tripulantes van llegando. Me tiro al suelo descansando los músculos.

Me asomo viendo a Calamity y Salvatore en la última plataforma; logran llegar sin problemas y los siguientes son Ibon y Knavs Turner.

—¡Capitán! —grita la muchacha. —¡Ibon está herido grave!

Me levanto inmediatamente al oírla y Craber corre al filo del abismo.

—¡Ibon! —lo llama él. Está sosteniéndose la pantorrilla con una horrible herida; cruza todo el músculo y es un amasijo de carne que incluso deja ver hueso. Abro mucho los ojos y los más impresionables vomitan.

El muchacho está pálido por la pérdida de sangre.

—¡Vamos, saltad! —grita el capitán.

—¡Es imposible que salte así! —indica Knavs.

—¡Salta tú! ¡Tranquilo, Ibon, no vamos a dejarte solo!

La pelirroja salta llegando a la zona segura siendo abrazada por Salvatore y parece que el cielo se va a caer ahí dentro. Truenos, centellas, rayos, todo lo que pueda salir del cielo sale y parece que va a explotar.

—¡Capitán! —llama Darko desde la plataforma anterior con Tamara y Enerah. —¡Hay que hacer palanca para acercar la plataforma a la entrada!

—¡Buena idea! —contesta Craber. —¡Saltad, todo va a salir bien!

<<No estoy yo muy seguro de eso>>

Las muchachas saltan primero y apenas se mueve el pequeño rectángulo, pero cuando el ruso salta, el efecto es casi inmediato.

La viga se resquebraja y cae hacia adelante con una velocidad vertiginosa. Enerah, Darko y Tamara logran saltar, sin embargo, Ibon queda agarrándose del filo de la entrada.

Corro hacia él; los malos pensamientos llegan a mi mente. <<Va a tener un hijo, no puedo dejarle ahí>> <<Por su hijo>>

—¡Ibon! —le grito tendiéndole la mano. —¡Dame la mano!

Intenta estirarla para dármela, incluso noto el roce, pero de la nada un esbirro aparece por un costa embistiéndolo con fiereza. Su cuerpo sale disparado contra la pared; esto provoca un derrumbe que empieza a tirar piedras de la pared y cae al vacío.

—¡No, Ibon! —grita su prima desolada. Intenta asomarse pero las piedras cubren todo y Calamity la aleja tirándola con ella hacia atrás. —¡No, joder! ¡No!

La hechicera llora la muerte de su primo sin consolación alguna.

Pero a mí, siendo sinceros, él no me da ninguna pena. Conmigo fue un desagradecido, pero mi mente no deja de repetirme una cosa y es <<Va a tener un hijo>>.

La pena por su futuro niño me corroe, <<Va a crecer sin padre>>. Aunque él fuera una mierda que no valoraba nada, el crío no merece eso.

Agito la cabeza moviéndome por el pasillo. Enerah no para de llorar abrazada a Calamity Woods.

Giro la esquina en el pasadizo y lo siguiente que hay es una utopía. Es un paraíso tropical.

Parece una isla, tiene palmeras y cómodas hamacas, altos árboles con frutas de deliciosa pinta y un sol que calienta la piel.

Sonrío, corriendo hasta una hamaca y tirándome en ella. La salida al siguiente nivel está en una esquina.

Los tripulantes van llegando; Enerah no logra recomponerse.

—Estaremos aquí un par de horas. —informa Craber. —Luego seguiremos hacia el nivel dos.

—El duende dijo que era recomendable descansar 24 horas. —lo contradice Salvatore.

—Sí, querido, ¿pero acaso sabes que hora es?

Mira hacia abajo.

—Yo sí.—habla Faraday. —Mi reloj no funciona; la hora dejó de correr, pero el cronómetro no. —muestra su muñeca. —Entramos el día 5 de septiembre a las 14:02, y han pasado cincuenta y dos minutos desde entonces; eso quiere decir que estamos a ocho minutos de las tres de la tarde.

—¿Entonces descansaremos hasta las veinticuatro horas y cincuenta y dos minutos? —cuestiona Turner.

—No. —refuta Craber. —¿Es que estáis tan cansados? Vamos a descansar hasta las seis horas y cincuenta y dos minutos; no nos hacen falta las veinticuatro horas.

—Pero...

—¡Pero nada! —lo interrumpe él con molestia en la voz. —Esto no es para débiles que tienen que descansar un día entero después de una batalla como esta.

<<Pues este sí es peor que yo>>

Decido ignorarlos y giro la cabeza, durmiendome aún con el pensamiento del dolor que sentirá Julie al enterarse de que su hijo no tendrá padre.

***

Los movimientos que me zarandean me despiertan.

—Capitán, —me habla Faraday James. —venga, despiértese; nos vamos al nivel dos.

—¿Ya? —musito. Siento que no he descansado nada y tengo la boca seca.

Tomo agua de la fuente de agua cristalina que sale de un tronco, como alguna fruta y me dirijo hacia la entrada oscura hacia el nivel dos.

Este tramo es algo más largo. Giramos dos veces hacia la izquierda y dos hacia la derecha antes de llegar al siguiente nivel.

Me sorprende demasiado, tanto que abro los ojos y debo parecer loco, pero es terrorífico en el contexto nuestro.

Es el naúfrago de un barco; hay trozos de mar por el agua, flotando, cada uno más pequeño que el otro. Reconozco trozos del mástil y de la percha, el corazón del barco está de lado sobre el agua turquesa de la que no se ve el fondo. En este caso, la salida está justo enfrente nuestra.

—Esto no parece tan complicado. —farfulla Craber.

—Seguro que el agua empieza con el oleaje. —refuta Enerah secándose alguna lágrima solitaria, recordándome la muerte de Ibon. —La magia negra es el peor de los demonios de este mundo.

Paso saliva e inspiro aire. Nos movemos observando de nuevo el panorama. El agua está relativamente tranquila; eso por ahora.

—Lanzaros cada uno a un trozo e intentad llegar al corazón del barco. —indico. —Luego de ahí nadaremos a la salida.

—No les des órdenes a mis tripulantes. —rezonga Craber.

—Alguien tiene que decir que hacer, ¿no? —me defiende Faraday y sonrío cuando pasa a mi lado y salta sobre un pedazo de madera que seguro era de la recámara.

Yo hago lo mismo lanzándome a un trozo cilíndrico de madera que pertenecía al mástil y los tripulantes me imitan, repartiéndose por los trozos.

Me acuesto sobre la madera y me impulso con las manos. El agua empieza a revolverse y suspiro, tratando de tomar impulso.

Oigo un grito que me hace girarme. Veo como una sirena, bastante grande, tira a Knavs del pedazo de madera llevándola al agua.

<<Bueno, que en paz descanse. No me da ninguna pena>>

Sin embargo, la muchacha logra salir para mi desgracia y subirse a la madera. Prepara el revólver con el que acribilla a la sirena que se le echa encima.

Los tritones comienzan a atacar a los tripulantes que batallan con puños, cimitarras y espadas.

Yo preparo el arma con el que le disparo al ser que se mueve por el agua tratando de ahogarme. Fallo los tiros y me salta por el otro lado haciendo palanca en el trozo de madera y no me da tiempo a reaccionar.

Me manda a volar y caigo unos metros más allá en el agua.

El agua semi salada me entra en la boca y saco la espada cuando viene contra mí. Como si fuera un rinoceronte, me lleva con él alejándome del corazón del barco naufragado. Batalla conmigo: me toma del pie tratando de hundirme, pero no me dejo golpeando al tritón con todo.

Le doy un cabezazo que me permite subir a la superficie de nuevo, dejándolo justo debajo mío. Agarro la espada clavándola hacia abajo, sin embargo, no logro nada y tira de mí de nuevo. Ahora, me cuelga de un gancho bajo el agua y siento como el aire va dominando mis pulmones. El agobio se hace mayor y el humanoide medio pez de color verde me sonríe al verme enganchado y jodido.

Lanzo golpes al aire los cuales fallo, ríe y hace sus putos sonidos extraños que me hacen doler la cabeza.

La falta de aire empieza a notarse, intento que el agua no se cuele en mis fosas nasales y los ojos me arden cuando el agua salada entra en ellos. Siento que es ácido y se me van a caer, ¡joder, con lo sensibles que son!

El tritón no deja de reír y las lágrimas me inundan la cara y me giro, tomando la camiseta y rompiéndola, separándome del gancho.

Nado furioso hacia el tritón, que deja su puta carcajada cuando llego hasta él y lo tomo de los hombros, dándole el cabezazo que lo hace chillar. Saco el revólver y a quemarropa, le pego un tiro en la frente que le vuela los sesos y lo manda a flotar a la superficie.

Me arden los pulmones, la nariz, todo el cuerpo y salgo con el cuerpo latiendo por la falta de aire. Noto la sangre correr a toda pastilla por mi anatomía y me mareo. Todo comienza a dar vueltas y me aferro a una madera pasajera intentando recuperarme.

Subo de nuevo e intento hallar con la mirada a algún tripulante que necesite ayuda. Me voy moviendo, remando con mis manos hasta llegar a la estructura más grande de todo el naúfrago. Me subo a un palo encallado y tomo aire. Con el revólver, intento dar tiros certeros a los seres que se mueven a gran velocidad por el agua.

Creo que le doy a uno, ya que grita y afanado, intenta esconderse dejando un rastro sangriento por el agua.

Una sirena intenta atacarme; sus gritos se me meten al cerebro y son el peor de los martirios, son como una melodía chillona que se te mete a la cabeza y te estruja los sesos haciendo que desees morir antes de desear ese dolor.

Pasa a mi lado tratando de pegarme con su cola, sin embargo, logro alcanzarla y decido no gastar balas. Se me intenta escapar metiéndose al agua y nadando.

Me va arrastrando pero anclo los pies al suelo con fuerza. Se gira, tratando de asestarme puñetazos y arañazos con esas largas uñas infectadas, pero los evado y termino introduciendo la punta de la cimitarra en su pecho. Esta va haciendo un hoyo según la muevo y la bestia chilla. Acabo con la vida de este engendro del mal clavando el arma en su nuca y haciendo un corte a lo largo de su espada.

Dejo caer el cuerpo al agua y me devuelvo a mi posición.

Encuentro un panorama positivo: los muchachos pelean con las sirenas y los tritones, parece que van bien, excepto Knavs Turner.

La sirena la tiene agarrada del cuello, amenaza con llevársela a lo más hondo de la laguna pero hago oídos sordos a sus gritos y la ignoro. <<Que se joda>>

Lo que no puedo ignorar es cuando entre un tritón y una sirena intentan ahogar a Salvatore.

Preparo el revólver, está relativamente cerca y puedo asestarle un tiro con facilidad.

La salida está bastante cerca, los muchachos cada vez están más cerca y dispongo el arma para asesinar al tritón que le muerde el brazo.

La sirena intenta asfixiarlo con unas algas, pero se le zafa al tritón y lo golpea. En ese momento aprovecho para disparar el tiro certero que se entierra en la sien de la sirena. El engendro del mal ese cae al agua, sin vida y se pierde entre las aguas de la laguna.

El tritón sigue peleando con Salvatore y este logra dispararle un tiro en el pecho con el revólver.

Muere y Angus nada hasta el corazón del barco donde lo ayudo a subir.

Algunos tripulantes se dirigen nadando hacia la salida.

Miro de nuevo hacia Turner, la cual, por desgracia, ha conseguido zafarse de la sirena, y ahora nada hacia la salida.

—Me esperaba este nivel más difícil —me dice Salvatore —. Lo que más me ha cansado es nadar.

—Vamos a la salida, —le digo. —Algunos muchachos ya están subiendo.

Calamity, Faraday, Darko, Tamara, —y por desgracia— Knavs suben del agua a la salida y yo me lanzo a la laguna con Salvatore.

Nadamos hasta llegar a la pared donde escalamos y nos quedamos en la salida, esperando a que el resto lleguen.

Craber batalla con un tritón y acaba matándolo al golpearle contra una pared. Viene agarrado a las protuberancias de los extremos de la sala hasta llegar aquí. Lo ayudamos a subir.

Las hechiceras batallan lanzando hechizos como bolas de fuego, agua, y logran deshacerse de los tritones y llegar al corazón del náufrago. De ahí, nadan hasta la pared y suben con nosotros.

Cuando ya estamos todos, andamos hasta el siguiente descanso que es un oasis con un bufete enorme de comida en medio. <<Que bendición>>

Sin embargo, esto me trae a la cabeza otra cosa, y es que sí te dan un descanso así, es que lo peor aún está por llegar.

****

JASON.

La Reina Victoria se sienta enfrente mía con Noble en brazos. El animal boquea sacando la lengua.

Admiro su porte elegante; no podemos engañarnos, no es una mujer de la que se pueda hablar sobre su beldad, o sobre sus finas facciones, sin embargo, usa lo que tiene con elegancia y despoja lujo cambiándose sus prendas mas no el color. El negro está impregnado en ella: hay quiénes dicen que Victoria está loca dado que aún no ha superado la muerte de su exmarido el Príncipe Alberto, hace veinte años.

—Oh, Jason, qué confortable cama me has preparado para dormir estos días. Es un colchón de primera. ¿Viscoelástico?

Sonrío sin demasiada gana y asiento.

—Es cierto que los reyes siempre utilizamos lo mejor, señora. —musito. —Sin embargo, creo que tenemos temas más interesantes de los que hablar.

Me acomodo en el sofá del Salón Real observando el rostro expectante de Victoria.

—Soy toda oídos, Su Majestad.

Ayer en la tarde me llegó una carta.

No sabría describirlo si como carta o como advertencia: lo que sí sé es que me llegó un sobre con una correspondencia dentro, la cual provenía de Yakarta, de la sede central de la organización gubernamental de Oceanía, la OGO.

Me estaban advirtiendo sobre mis intentos de convertir Guiena en una dictadura. Son otros que quieren echárseme encima como la mujer que tengo aquí enfrente ahora mismo.

Tengo que hacer algo para que me dejen en paz.

Sin embargo, cuento con un plan.

Reino Unido ha tenido —y aún tiene— varias colonias en el continente oceánico. Al seguir teniendo territorio bajo su yugo, y al haberlo tenido, por mero respeto, se le da derecho a voto en las decisiones que la OGO toma. Estas decisiones recaen en su monarca, hoy aquí presente y frente a mí...

—Sé que tienes poder en la OGO, Victoria. —indico haciéndole saber. —Por eso es que te pido un favor. Están pensando en tomar el poder guiénes a las malas. Si no es acribillándome, es exiliándome. Detenlos.

—Yo no puedo hacer eso, Su Majestad —me jode el tono burlón del formalismo. —. Soy una sola persona y la OGO está formada por todos los países constituyentes de Oceanía.

—Y unos cuántos te pertenecen a ti. —aclaro. —¡Oh!, Victoria, no te cuesta nada. Hazlo por el amor que se tienen nuestras familias.

—Jason, se me hace una tarea inviable...

—Victoria...

Resoplo cuando niega con la cabeza.

¡Joder! Necesito que esta mujer haga algo: sino, la OGO va a atacar el país y no tengo la capacidad militar para cubrir todos los flancos; entrarán por algún sitio, si no es por agua, es por aire.

—Hay una cosa que puede hacer que lo intente, Su Majestad.

Volteo los ojos. <<Jodida e interesada>>

—Soy todo oídos. —replico sus anteriores palabras.

—Pues mira, Jason. —explica. —Bien te es conocido que Reino Unido escasea si de cobalto hablamos. Y este material hace falta para todo...

Se queda callada mientras frunzo el ceño y enciendo un habano de los que me llegaron recientemente.

—¿Quiere? —cuestiono tendiéndole la caja.

—No, gracias. No estoy en mis días de dolor.

—No es marihuana —aclaro.

—Bueno, puedo permitirme uno. Estoy en mi línea.

<<Si ella lo dice...>>

Le paso el habano y el mechero con forma de serpiente con el que lo enciende.

Dejo el cenicero en la pequeña mesa de cristal y hago un gesto con la cabeza instándola a seguir con su habladuría.

—Sigue.

—Eso, no somos ricos en cobalto. —expresa. —Pero Guiena sí. En Cala Verde, cerca de la Balzanne, es un secreto a voces que tenéis una de las minas más ricas en cobalto de la historia del planeta.

—¿Eso qué significa? —cuestiono intentando creer otra cosa distinta.

—Significa que, si me das, por lo menos, dos mil kilos de cobalto, podré intentar cesar el ataque de la OGO.

Suelto el humo del puro y dejo caer la ceniza.

Ella toma una inhalación del habano y la miro expectante.

—Dos mil kilos son una barbaridad. —farfullo.

—Con la tecnología actual se pueden sacar en menos de una semana. Y eso si sumamos los mineros que van a pico y pala. —dice.

—Esas minas no están tan fortalecidas...

—Jason, por favor. —me interrumpe. —No me digas que no; que tu país, antes de ser tuyo, fue mío y sé perfectamente de que dotaban los reinos de mis antepasados.

Resoplo.

—Dos mil kilos siguen siendo muchos. Te ofrezco quinientos.

—Mil setecientos cincuenta. —rebate ella.

—Mil. —digo yo.

—Mil quinientos y es mi última oferta. —dice tendiendo la mano cuando pasa el habano a la otra.

—Hecho. —musito. —Pero quiero que la OGO me deje tranquilo, ¿eh?

—Tranquilo, Jason, que en estos días, mientras extraes mi cobalto, no te van a molestar. Y después tampoco, está claro.

—Aplausos por eso. —le digo chocando el puro con ella como si fueran copas de vino.

Noble se remueve entre sus piernas y lo mira embelesada.

<<Qué asco de bicho>>

***

Reviso de nuevo el artículo anónimo que se ha colado en el periódico.

Ya hablé con Monique: me ha dicho que las imprentas de la marca del boletín han denunciado un extraño suceso en sus fábricas, lo que la exime de su culpa pues no puede hacer nada si se cuelan a dejar noticias en las imprentas.

El artículo, de autor desconocido, dice:

La Reina Victoria arribó esta misma tarde al Palacio Luvemount, donde se dice que se quedará hasta dentro de una semana. Sin embargo, parece ser que su relación con el actual monarca del Reino de Guiena no es la mejor.

A pesar de que su familia sí ha tenido una gran relación, llena de cariño y amistad, parece que la relación entre ambos no es igual que las de sus antepasados.

Parece ser que hoy tenían una acalorada discusión en el parque del Palacio.

Y pone una foto completamente sacada de contexto, donde Victoria parece que está gritándome y yo mirándola mal. <<¡Salgo feísimo!>>

Esto ha causado un revuelo que la monarca británica se ha esmerado por eliminar; así que ha convocado una rueda de prensa en las Carpas de Santa Stella, un parque natural con carpas recreativas en la otra punta de la ciudad.

Hacia allí nos dirigimos ahora. Cruzamos la ciudad con las camionetas de la Guardia Real siguiéndonos, Maximilian Mohler se mueve en la limusina de enfrente.

Dentro del coche nuestro, Victoria echa el humo del habano antes de pasármelo.

—¿Cuánta gente tienes trabajando en las minas?

—Hay cerca de mil trabajadores. —le digo. —Sacan cerca de ciento cincuenta kilos de cobalto al día.

Tomo el habano y le doy la última calada antes de aplastarlo contra el cenicero.

—Pues dobla el número de trabajadores. —expresa la Reina. —Así conseguirás el doble.

—¿Eso es explotación?

—Claro que no. —ríe. —Explotación es otra cosa, bobo.

Hago una mueca y el coche se detiene.

Nos abren las puertas y salimos encontrándonos con la humareda de gente que inmediatamente me da dolor de cabeza.

Los flashes nos toman y la entrada del parque se atesta de gente.

—Reina Victoria. —le tiendo el brazo dejando que se enganche.

—Rey Jason. —dice enganchándose y avanzamos con los escoltas delante y detrás hacia el parque.

Avanzamos cruzando un puente de madera, seguimos andando hasta llegar a la carpa.

Los soldados tratan de ordenar a la gente, Victoria y yo nos sentamos en la alargada mesa. Los escoltas se reparten por la carpa.

—¡En fila para entrar! —grita Mohler. —¡El que quiera hacer preguntas, levanta la mano y el resto se callan ante el elegido! ¡Tres preguntas por periodista y salen!

Los periodistas obedecen, la carpa se llena de gente y el máximo jerarca se acomoda en la mesa.

La gente comienza a formar una algarabía y se ordenan con los silbatos de los guardias de seguridad.

Se van sentando los cuarenta primeros, llenando las sillas, el resto se quedan fuera expectantes.

—Primero que todo, —empiezo a hablar cuando están todos sentados. —quería agradecer a Su Majestad La Reina Victoria, por darnos el honor de visitar el país y gozar su presencia. Un aplauso para ella, por favor.

Miro a la rechoncha mujer a mi lado, que sonríe saludando. Se acerca a su micrófono y la gente comienza a aplaudir superando los decibelios de ruido permitido casi seguro.

Cuando los aplausos merman, Victoria habla. Todos callan inmediatamente <<Cuando el rey habla, los plebeyos se arrodillan y callan>>

—Es un gusto estar aquí, Su Majestad. —responde ella con una sonrisa. —Estoy encantada de estar aquí con el pueblo. Los guiéneses son una civilización que siempre hemos adorado en Reino Unido.

Los periodistas comienzan a aplaudir de nuevo, Victoria da leves aplausos con finura y van cesando poco a poco.

—Bueno, empecemos. —indico. —¿Quién es el primero?

<<En verdad me da igual. Todos están comprados por Monique, no van a darme dolores de cabeza>>

Varios levantan la mano, ansiosos por ser elegidos y lo hago con uno de los de la primera fila.

—Buenos días, Sus Majestades. —farfulla. —Soy la periodista Samantha Stossel.

—Buenos días. —contestamos al unísono.

—Mi pregunta es... ¿Qué opina la Reina Victoria, miembro dirigente de la OGO sobre la posible toma de control que quieren hacer en Guiena debido a las recientes contiendas en el país?

Paso saliva mirando a la mujer a mi lado, que sonríe.

—Aún debo reunirme con la OGO para hablar sobre ese tema; sin embargo, todo pinta a que esa toma de control... —me mira de reojo y anhelo la respuesta que quiero oír. —no se llevará a cabo.

Sonrío y la muchacha anota cosas en su dosier.

Respondemos algunas preguntas: cuestionan si Victoria está de acuerdo con mis actos, si se viene una futura alianza para retomar poder en algunas colonias y si Guiena es un país que se tiene en cuenta en los mandados de Gran Bretaña. La respuesta, prácticamente, es la misma para todas las preguntas: no.

Pero yo no despego los ojos de la fila de gente buscando a quién necesito que aparezca.

La gente se entretiene preguntando cosas a la Reina Victoria, algunas preguntas son indecentes, preguntándole sobre su supuesto lío con el sirviente indio.

—Eso son meros rumores de la prensa rosa. —respondió ella.

Ahora, señala a un hombre entrado en edad, de pelo blanco.

—Usted. —indica dándole el permiso para hablar.

—¿Qué les diría a las personas que aseguran que su relación es pésima?

Me mira sonriente y le devuelvo el gesto.

—Yo les diría que se dediquen a algo certero; —hablo yo tomando la iniciativa. —Victoria y yo tenemos una gran relación como siempre la tuvieron nuestras familias y es puro invento barato.

—Sí, —continúa ella. —me parece que es todo un chabacano invento para ganar reconocimiento; Jason es como mi primo, puras tonterías son esas. Si nos llevasemos mal no habría hecho 20 horas de vuelo para verlo y ayudarlo.

La gente comienza a aplaudir y le sonrío a Victoria, aplaudiendo suavemente. <<No necesito tu ayuda>>

Es entonces cuando devuelvo mi mirada a la fila y mis ansias se calman a ver a Scarpie Ragnarersson disfrazada como la siguiente: lleva un pañuelo de puntos negros cubriéndole casi todo el pelo, solo algún mechón rubio se le sale. También lleva un sombrero naranja y una americana rosa con una falda abierta negra y unos zapatos planos que le permitirán correr; prohíbe la distinción de sus ojos con unas gafas negras de aviadora. Nuestros ojos se chocan y asiente al notar mi nerviosismo.

En ese momento, antes de darle tiempo a Victoria de elegir otro candidato, un disparo medio cercano nos distrae.

El sonido causa aullidos de terror y todos miran hacia la derecha, de donde se ha oído. Debe venir de la entrada del parque. Ragnarersson aprovecha el momento echando las dos bombas de humo y el gas lacrimógeno donde los espectadores.

Los periodistas empiezan a gritar.

—¡A por ella! —chilla Mohler y Scarpie levanta un poco la carpa colándose por ella.

Salen dos guardias corriendo tras ella y nos evacúan de la zona. El gas lacrimógeno se cuela en mis ojos mientras el humo se me mete a los pulmones haciéndome toser. La respiración se me dificulta y los periodistas comienzan a salir de las carpas.

Santa Stella se atesta de policías y gente queriendo saber qué ha pasado. Toso contra mi pañuelo y logramos salir, la Guardia Real deshace la carpa para que el humo se disipe y quedamos en el centro del parque.

Miro a la mujer a mi lado. Unos médicos se nos acercan, Victoria tose aferrándose a una madera del puente que cruza el lago.

—¡Reina Victoria! ¡Oh!, ¿está bien Su Majestad? —le preguntan. Ella asiente. —¡Carmen, trae unos vasos de agua!

La indicada sale corriendo a la ambulancia que acaba de llegar por si hay algún afectado más.

Vuelve segundos después corriendo con dos botellas de agua, Mohler vuelve a nuestra posición después de revisar la zona. La tos de Victoria no cesa.

—Tomen, Sus Majestades. —nos da los botellines.

—No hemos podido atraparla. —me informa.

—Jodida panda de inútiles. —advierto molesto. —¡Podría habernos asesinado a Victoria y a mí!

La Reina sigue tosiendo y la muchacha se la lleva a la ambulancia para tomarle los signos vitales.

Algunos guardias los siguen.

—Lo siento, Su Majestad. —se disculpa Mohler.

—Para la siguiente, reforzamos la seguridad bloqueando el paso a la zona. —farfullo.

—Sí, Su Majestad.

<<Esperemos que con esto le sirva a Victoria para que no haya ni una sola vez más y se devuelva ya a Inglaterra>>

***

La vuelta a Vielmoe es bastante más seca de lo que me esperaba.

La inhalación de humo ha provocado que Victoria me rechace el habano. <<Joder. Era divertido fumar con ella>>

Nos bajamos de la limusina cuando ya habíamos cruzado todo el parque que hay en el Palacio. Encuentro a la monarca inglesa algo rara; apenas me ha hablado en el trayecto y creo que, de hecho, ni siquiera me ha mirado.

Baja de la limusina y va directa al interior del Palacio.

Hago una mueca, extrañado, y me dispongo a seguirla.

Entramos al Palacio y los guardias se quedan fuera. Cierran el portón y la Reina se queda quieta.

—Victoria, —utilizo un tono mientras me acerca. —¿estás bien? Te noto algo rara...

Voy hasta ella, y cuando estoy a unos centímetros suyo, se gira dándome el empujón que por poco me tira al suelo.

Trastabillo y la miro asustado.

—¡¿Qué demonios haces?!

—Conmigo no te hagas el perro inocente. —musita estirando los labios como si yo hiciera así. <<¡Esta maldita...!>> —Sé que tú has orquestado lo que ha pasado en el parque.

Frunzo el ceño preparándome para sacar mis dotes de actor.

—¿Cómo te atreves? —contesto enfadado acercándome de nuevo.

—No he llegado hasta donde estoy posicionada sin fijarme en los detalles, Su Majestad.

—Su jodido título es hereditario, mi reina. —refuto burlesco.

—Sí, pero más de una vez han querido joderme y no me he dejado, fijándome en los pequeños detalles como tu nerviosismo durante toda la rueda, y ese pequeño gesto que te hizo la mujer que tiró el humo. —expresa molesta. —Quiero que sepas algo; y es que no estás tratando con una tonta cualquiera. Soy la Reina de Inglaterra desde hace más de cuarenta años, así que cuidadito.

—¿Me estás amenazando?

Se acomoda las mangas y se atusa el pelo bajo el velo negro.

—No voy a dejarme intimidar por un niñato de 25 años que lleva tres meses siendo rey. —sisea. —Así que no jueges conmigo, porque Alexandrina Victoria del Reino Unido, no se deja jdoer ni por ti ni por nadie. Que sepas que si te atreves a matarme, o incluso hacerme algo, te las verás con toda la monarquía que me respalda y todo mi ejército. ¿Entendido, jovencito?

Cualquiera que la vea pensará que es una idiota cualquiera; parece medio parada, sin embargo, tiene un carácter y es más lista de lo que parece.

Asiento lentamente, <<Ese reto solo me dan más ganas de acabar con ella>>

<<Podría colonizar Reino Unido>>

Los pensamientos ambiciosos son borrados de mi mente cuando agito mi cabeza al ver a Leva Pasmova frente a nosotros.

—¿Qué sucede? —cuestiono al verla ahí parada como una tonta.

—La señorita Sinners está esperándolo en el Salón Real, Su Majestad. —informa ella antes de retirarse sin pedir permiso. <<Tonta>>

—Ve. —indica Victoria. —No tengo nada más que decirte; espero que te haya quedado claro quién es Alexandrina Victoria.

Asiento marchándome de la sala, <<Menudo carácter>>

Entro al Salón encontrándome con la actriz. Vestida de naranja con un look ceñido y unos tacones negros que favorecen a su melena de color rojo suave, me espera en el sofá con las piernas cruzadas.

—Buenos días, —la saludo cuando me acerco. —¿hoy no te acompaña Vangalore? —pregunto por la castaña cuando noto su ausencia.

—No lo sé. —hace una mueca. —Subió a hablar con la Princesa Beatriz, ya que parece que han hecho buenas migas, pero no sé, aún no ha vuelto y llevo aquí veinte minutos mínimo.

—Ven conmigo. —ordeno.

Salimos del Salón y paso por la entrada. Victoria se encuentra tomando un té dorado.

—Su hija está haciendo amigas, señora. —le digo cuando pasamos en un tono burlesco.

Emite un sonido para que la deje en paz y sigo con el trayecto.

Laetizia sube detrás mía y llegamos al segundo piso, donde andamos hasta la habitación enfrente a mi despacho provisional.

Toco lentamente y abro la puerta, hallando a Vangalore Terris recostada sobre la cama a un lado. Su vestido rojo granada se encuentra un poco descompuesto. La Princesa, a su lado, tiene el pelo algo revoleado y su vestido blanco está algo subido de más. Abro mucho los ojos con las imágenes que emite mi cerebro. La actriz tiene la mano puesta sobre el vientre de la Princesa.

—¡Oh!, —musito llamando su atención. —¡Lo siento, lo siento!

—¿Qué demonios está pasando aquí? —entra Laetizia Sinners. —Vangalore, hemos venido a hablar con Jason, no a que zorrees con esta muchachita.

Vangalore la mira apenada y se pone de pie.

—Su Majestad, no es nada raro, se lo aseguro... —farfulla Beatriz mirándome.

—Tranquila, Alteza. Cada uno tiene sus vicios. —miro a Vangalore. —Terris, acompáñenos a mi despacho.

—Claro, Su Majestad.

Laetizia se hace a un lado dejando pasar a su amiga, sonrojada.

Cierro la puerta dejando a la Princesa extendiendo las sábanas de la cama y andamos hasta llegar al despacho con chimenea donde recibí a la madre de la muchacha lesbiana ayer. <<Yo cuento esto y no me lo cree nadie>>

Las actrices me siguen y se sientan en el sofá mientras saco el Macallan in Lalique de la licorera frente al sofá y me sirvo un vaso.

—¿Alguna quiere? —musito ofreciendo la botella. Vangalore niega.

—Yo si quiero un trago. —asiento sacando otro vaso para la actriz. —Wow, Jason, Qué hospitalario. —farfulla. —¿Ahora nos ofreces este licor tan caro y todo?

Vierto el líquido en el vaso que le acerco cuando acabo.

—Es que hoy es un gran día, ¿no es así, señoritas? —alzo el vaso dándole un sorbo al whisky que me quema hasta lo inquemable. —Vosotras me traéis mis pruebas, que confirmen mi sueño hecho realidad: Anders está muerto...

—Si te sirve nuestra palabra como prueba sí. —rezonga Vangalore. —Está muerto.

El trago me sabe ácido por la rabia que me sube a los lados de la cara haciendo que me pique.

—Osea, ¿no me traéis mis pruebas, no?

—No sabemos qué pruebas quieres; —refuta Sinners bebiendo del whisky. —Lo que sí sabemos es que eres un cabronazo.

Echo la cabeza hacia atrás.

—¿Te doy un trago caro y tú me insultas? —hablo irónicamente. —Qué agradecida, Laetizia.

—Nos has prohibido la entrada a Castilla, la salida del país y has bloqueado nuestros pasaportes. —responde ella. —Es lo mínimo que te mereces: ya sí descontamos el tiro que tienes en todo el entrecejo.

Me sorprende el tono violento pero calmado a la vez de la actriz. Me dice que me quiere matar, pero habla como si estuviera dando clases de yoga.

—¿Habéis venido a insultarme? —yo no soy capaz de dar clases de yoga y mi tono se endurece.

—Lo que teníamos que hacer aquí terminó. —sigue Vangalore Terris. —Dejános irnos.

—¡Muchacha! —digo en un tono ridículo. —No te veo tan mal aquí, ¿no? Mientras estés cerquita de Beatriz, haciendo la tijera, ¿cierto?

Endurece la mandíbula y Laetizia inspira odio con su expresión. <<Esta está enamorada>>

—Te he dicho que nos dejes irnos. —repite Terris. —Queremos volver a nuestra casa en West Plate.

—Y yo quiero un unicornio que cague billetes y tartas de arándanos. —me río. —¡Pero no lo tengo!

—¡Que nos dejes irnos!

Terris se levanta, molesta, acercándose al sillón donde reposo.

—¡Oh! ¡Por Dios! —me burlo. —¿La lesbiana motera va a pegarme?

—Ganas no me faltan y no de que sea un bofetón; sino un tiro. —espeta con rabia.

Me levanto harto de que se crean con el derecho de venir a decirme cosas sin que les dé su buena insultada.

—¡Largo de aquí, asquerosa! —grito. —¡Cuando me consigas algo que me verifique que Anders Hemsworth descansa en un puto ataúd, podrás volver al cuchitril que llamas casa! —la rabia me corre por las venas. —¡Fuera, y la próxima vez que os vea, os fusilo!

Terris golpea la mesa con la pierna. Esta se desplaza unos centímetros con el brusco golpe y Laetizia se levanta tras ella, tomándose el trago de Macallan in Lalique de un solo sorbo y saboreando el sabor.

—Mmmmm, —se regodea. —delicioso. Lástima que cueste tanto y algún día te lo vayan a servir envenenado.

Deja caer el vaso quebrándolo contra el suelo. Suelta una sonrisa pícara y sale del despacho haciendo sonar sus tacones y contoneando sus caderas de lado a lado.

—¡Perra! —le susurro cuando la veo desaparecer por el pasillo con la melena meciéndose con cada movimiento. —¡Leva! —llamo a la rusa. —¡Venga a limpiar esto!

Me voy al escritorio y me siento. La discusión sigue en mi cabeza y es Elene la que aparece cuando enciendo el ordenador para revisar los contratos de los nuevos trabajadores que entrarán a trabajar en las minas de cobalto.

—Buenos días, Su Majestad.

La miro embelesado. El pelo rubio cenizo le cae por la cara, quedando a la altura de sus cejas.

—Elene, cariño... —murmuro. —Hace mucho que no te pasas por mi habitación. ¿Ya no me deseas?

—No lo sé. —barre los restos del vaso. —Qué te lo diga tu amiga Monique. Estoy cien por cien segura de que ella sí sabe si te desea o no.

Cierra la puerta cuando termina con la tarea y pateo la mesa con la rabia que me ataca.

Joder, lo que me faltaba. Todo, ¡todo son problemas!

Las actrices tocándome las narices, la reina controlándome hasta el último movimiento y la prensa persiguiéndome hasta para ir al baño. Me estoy hundiendo en el fango y creo que agarrar a todos a balazos es la mejor opción.

<<Isaac, ¿no podrías haber muerto unos años más tarde?>>

***

Último capítulo del año y celebro internamente que hace tres días hizo un año que empecé el libro, y por ende, más de un año y dos semanas que acabé la primera parte. ¡Como los amo!

Falta el Capítulo 32, el 33, el 34, el 35 y el epílogo y se acaba la historia de Anders Hemsworth. ¡Feliz año nuevo, Feliz Navidad!

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