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CAPÍTULO 30

'Explosión interestelar'

Anders.

5 de septiembre.

El barco despliega las velas, y subo por la tabla cuando Marino entra ayudado por Calamity.

—¿Hacia dónde está Narvae, capitán? —cuestiona la muchacha y me dispongo a responder, pero al levantar la cabeza al entrar al navío veo que le habla al capitán, Craber.

—Mmmmm, ya está puesto en el mapa. —farfulla. —Anders. —me llama y mi nombre en su boca me hace arder el pecho. —Ponte de timonel y eleva el ancla, voy a organizar cosas en la recámara.

Me trago la saliva que sabe amarga y acato la orden sin decir nada.

No es capaz de mirarme a la cara y baja de la zona del timón sin hacerlo. Suspiro dirigiéndome a la zona circular con dos astas de las cuales tiro, dando la vuelta y levando anclas a la vez que Woods quita la tabla para pasar.

Los artilleros recargan los cañones y me pongo de timonel, virando a babor para salir del encalle en la isla y adentrarnos a las turquesas aguas guiénesas.

Veneno sigue disfrazado, y aunque por estas zonas apenas hay gente de la que escondernos, es mejor prevenir que curar.

Nos internamos en el mar con el viento a nuestro favor y Craber sale de la recámara.

—Timonel, —me dice. —hacia el noroeste.

Asiento girando el timón unos 360 grados para ir hacia la izquierda. Dalina aparece y sube las pequeñas escaleras para llegar a la zona del timón.

Me acompaña durante un rato donde el mar está tranquilo; los tripulantes pasean por el barco sin tener que hacer demasiado y Marino se sienta en una silla al lado del mástil junto a Kaywest.

El viaje transcurre sin demasiado problema, pasa casi una hora hasta que Craber sale de la recámara para hablarme.

—Isla Narvae a menos de 3 millas naúticas. —me indica queriendo 'recalcar' que está haciendo un buen trabajo poniendo la cabeza en alto, orgulloso. —Se divisará en unos pocos minutos, grande, con forma de volcán.

Asiento lentamente y se devuelve a la recámara.

No digo nada, solo me muerdo los labios por dentro aguantándome las palabras. El vigía del mástil saca el largo catalejo, Faraday se coloca en posición y los tripulantes van saliendo preparándose para los enemigos que habrán en Narvae.

Según las mil y una leyendas existentes sobre la Fuente de la Juventud, está custodiada por miles de seres como sirenas, duendes, esqueletos o hasta antimaterias, seres oscuros con forma de espectro que son capaces de erradicarte con tocarte durante solo tres segundos. Es una de las maravillas del mundo antiguo ubicado en lo que antiguamente se conocía como Oceanía Cercana, siglos antes de Cristo, comparando su belleza al Coloso de Rodas o a los Jardines Colgantes de Babilonia.

Luego se desapareció, nadie supo nada más de ella, nadie nunca analizó escritos... y en ellos se encontraba la respuesta, pero todos eran ciegos para verla: es mucho más simple mandar a desforestar medio país que buscarla en antiguos escritos.

Era un lugar santificado: servía para revivir gente y si bien es cierto, su funcionamiento quitaba vidas a a vez que restauraba. Se dice que, para poder darle años de vida a alguien, se debe colocar uno a cada lado de la fuente, pronunciar unas palabras que supongo yo que Marino conocerá y los años de vida de la persona del lado izquierdo se pasarán a las del lado derecho: quitándole la vida a la del lado izquierdo, desvaneciendole en el aire.

Muchas de estas cosas las he descubierto en escritos, en Internet... pero parece que la información está mucho más mermada de lo que realmente es.

No quiero pensar en quién es que se va a sacrificar para darle la fuerza necesaria a Marino y que nos quite la maldición. No voy a mentir, no voy a ser cínico; no he pensado en mí mismo, en sumarle dramatismo a mi estrellada existencia diciendo <<Me sacrifico por mi gente y porque sean felices>>, porque no lo quiero. No quiero morir; he luchado mucho para vivir y no me apetece morir por esta gente. Además de eso, tengo un hijo apunto de llegar al mundo, en enero, concretamente. Y aunque no quiero imaginarme a Dalina, despertando un día, embarazada y sin recordar de quién, ni como se llama, solo sabiendo respirar y comer... pero también me duele la imagen de ella criando a su hijo sola, sin nadie.

<<Haz lo que tengas que hacer>> Las palabras de Salvatore vienen a mi mente de nuevo.

—¡Timonel, isla a la vista en el horizonte! —grita Faraday desde el mástil. —¡Menos de tres millas naúticas, norte!

Me indica y me asomo con curiosidad de verla.

Y cuando lo hago, no logro disimular mi sorpresa al verla. Sí es muy grande, es un volcán de mínimo 200 metros de altura y es ancho, muy ancho.

<<¿Cómo no habíamos sabido nada de esta isla?>>

Bajo de la zona del timón dejando a Dalina vigilando durante unos segundos, voy hasta la recámara mirando el mapa.

Se encuentra a, prácticamente, metros de la frontera marítima de Guiena pero aún así me sorprende no haber sabido nada de ella. Está muy alejada, y eso que la mayoría de la extensión guiénesa consiste en pequeños islotes; pero esta zona está muy vacía.

Vuelvo a la zona del timón.

—Todo en orden, capitán. —me dice Dalina y sonrío ante el mote.

—Ya no lo soy.

—Para mí siempre lo serás. Y además, el mejor.

Sonrío con tristeza y me abraza por detrás cuando me devuelvo al timón. Siento su paz traspasarme, me hace feliz con muy poco y Craber aparece segundos después haciendo que Dalina se aleje.

—Estamos en el barco, —musita. —aquí no quiero gilipolleces de esas.

Bufo como un toro embravecido.

—No te hagas el duro que aquí no estamos en una misión ni nada parecido.

—Soy el capitán de este barco. —recalca. —Y he dicho que nada de cariñitos.

—¿Qué cojones te pasa, tío? —farfullo con la molestia corriéndome por las venas. —¿Estás enfadado porque puedo estar con la que quiero?

Veo como tensa la mandíbula sabiendo que hago referencia a mi hermana.

—Eso no es de tu puta incumbencia.

—Tampoco de la tuya lo que yo haga con mi mujer en el barco que me ha pertenecido durante más de 200 semanas. —refuto. —Así que te agradezco el silencio.

Gruñe molesto y decide meterse hacia dentro antes de seguir con esta estúpida disputa.

Miro hacia Dalina que alza los hombros y continúo navegando hasta llegar a la isla.

Logro atracar en una playa limpia de rocas a su alrededor, elevo anclas llegando a la isla y los tripulantes sacan las armas con las que se llenan los bolsillos para bajar.

Preparan la tabla para bajar y yo me surto de armas; tomo dos cimitarras, un machete, un revólver y una espada de pico recto para poder defenderme, armas las cuáles me cuelgo en el cinturón de la ropa, tapadas con una chaqueta negra larga.

Todos van bajando hasta la arena de la isla y me giro, buscando con la mirada a la mujer que aparece saliendo de la recámara. Viene hacia mí y su vientre crecido me trae miles de pensamientos a la cabeza. Me parece cuanto menos alucinante que dentro de ella esté creciendo una vida, germinando una existencia que ha sido por mi semilla y que será fruto de una mezcla de mi ser y el suyo. El corazón me late frenético pensando en las consecuencias que, por otra parte, acarrea.

—Cariño, —me abraza al llegar hasta mi posición. —te deseo mucha suerte. Que te vaya bien, y por favor, sal vivo....

—Ese es el objetivo. Vivo y bendecido. —río. —Tranquila, todo irá bien. Y recuerda: si en 7 días no hemos aparecido, iros de aquí con Anne y volveros a Pueblo Veneno, por favor.

—Anders...

—No quiero que os quedéis aquí, esperándonos si no vamos a aparecer. Eso es lo mejor, y aparte, no creo que tardemos más de seis horas. —la beso en la frente sin dejarle decir nada más. —Adiós, mi lady.

—Hace mucho que no me llamabas así...

Sonrío con tristeza.

—No es una despedida: te lo aseguro.

Le guiño un ojo saliendo del barco y bajando la tabla hasta llegar a la arena.

—Señores, —nos habla Marino Tártaro ya abajo. —Voy a ser una molestia para esta travesía, así que voy a objetificarme.

Todos nos miramos, extrañados.

—¿Qué coño es eso?

—Es una técnica de magia que consiste en convertirse en un objeto. Lo único malo es que liberarme por mí solo conlleva mucha energía, pero si lo rompéis, saldré sin más. —saca de su bolsillo en collar que pende sobre su pata. —Toma, Anders. Este es el objeto en el que me meteré.

Craber no lo deja seguir hablando y se cuela entra la gente, arrebatándome el collar cuando me lo da.

—Yo soy el capitán, yo lo llevaré.

Marino vira los ojos, mirándolo con fastidio. Me muerdo la lengua aguantando el veneno furioso por salir.

—Se lo he dado a Anders, no te lo he dado a ti. Haz el favor y devuélveselo.

—He dicho que no, yo soy el capitán.

—Y yo el puto mago que va a salvarte el culo. —refuta. —Dáselo.

Refunfuña y con molestia, me deja el collar sobre mi mano aún extendida.

—Muchas gracias.

Voltea los ojos y se devuelve hacia atrás, moviéndose por la playa.

Los tripulantes se van dispersando y Marino me mira con confianza.

—Confío en ti. —musita. —Recuerda, Anders. Rómpelo cuando te haga falta.

—Vale.

Cierra sus ojos con parsimonia y alza las patas en el aire. Una ráfaga de viento parece que va a llevárselo pero se va deshaciendo y sus cenizas se meten en el collar que comienza a brillar.

Frunzo el ceño cuando no queda nada de Tártaro y me cuelgo el collar.

Lo siento arder; sin embargo, ignoro la sensación y me muevo por la playa siguiendo a los demás.

Craber se pone a la cabeza del grupo y nos adentramos en el bosque perdiendo de vista el color amarillo de la arena.

—El primero que vea una salida factible que avise, por favor.

Volteo los ojos y vamos cortando maleza, separándonos. Me voy por el lado derecho, cortando la maleza con el machete y abriéndome paso por la zona.

Faraday está conmigo, analizo cada árbol buscando alguna señal de una salida en este enorme bosque pero no lo hay. Es tan grande que aunque avanzamos, siempre estamos rodeados de más árboles, y por la zona de adelante solo se ven más.

No veo una luz, un indicio de algo que me diga que puedo salir de aquí y el desespero es mayor cuando ni un solo árbol tiene musgo.

—Capitán, vamos a salir de aquí. —me dice Faraday detrás mía, colocando las manos en un árbol y arrancando corteza en búsqueda de musgo. —Se lo aseguro: esto es solo la primera fase.

Seguimos buscando, no pierdo de vista al resto del grupo y este bosque tiene que tener mínimo cinco hectáreas de extensión.

Faraday no cesa en su tarea de hallar musgo que nos guíe y yo hago lo mismo abriendo paso.

—¡Capitán! —grita Faraday. —¡Aquí, aquí hay musgo!

Voy hasta él y el resto me imita encontrándonos con un árbol un poco viejo con musgo apuntando hacia nosotros.

—Eso significa que hay humedad hacia allí. —señalo detrás nuestra. —Hay que seguir recto.

Craber parece morir de rabia y continúo con el camino, llegando hasta más árboles, mirando en ellos y el musgo se halla en diferentes direcciones: primero nos indica que sigamos recto.

Obedecemos y el siguiente árbol igual, pero el tercero ya está un poco hacia la derecha.

—Para allá. —señalo en diagonal a nosotros. —Hay que ir hacia allí.

Seguimos el camino, llegamos a otro más que ya tiene el musgo completamente al costado. Continuamos con el camino que los musgos nos indican, llegando a una parte donde por fin se ve algo de luz.

—¡Luz! —grita uno de los tripulantes corriendo hacia la zona.

Todos lo imitamos y logramos salir del puto bosque que ya me estaba dando dolor de cabeza. Ahora, respiramos frente a una cueva con una especie de laguna que brilla de más. <<Esto ya me da mala espina>>

—Ese agua esta muy brillante. —indica Craber.

—Es lo único que tenemos a mano. —farfullo. —Debemos ir.

Resopla en alto y se dirige hacia la cueva él primero. Le seguimos y cuando llegamos, nos quedamos a la orilla porque nadie se atreve a entrar. Al final, hay una pared de roca la cual tiene una pequeña línea remarcada.

—Eso al fondo parece una puerta. —aclaro adelantándome y una punta de mis pies toca el agua. —Vamos.

Sin embargo, una barrera de fuerza de color violeta se levanta ante mí, impidiéndome entrar al agua.

Me echo hacia atrás y los tripulantes hacen lo mismo.

—¿Qué cojones...? —dice Calamity pero el sonido de unas ruedas de bicicleta detienen su frase.

Nos miramos extrañados cuando el ruido parece venir de todas partes.

—¿Qué es eso? —cuestiona Rhea Morgan y giro la cabeza a la derecha, encontrándome con algo que me hace reír.

Un duende, de no más de veinte centímetros de altura, sale de unos matorrales en un triciclo acorde a su enano tamaño.

—No te puedo creer. —musito haciendo que todos se giren.

Viene hacia nosotros con una lentitud desesperante.

Llega poniéndose enfrente nuestra.

—Esto tiene que ser una broma. —dice Faraday.

—No lo es. —dice el duende. —Soy completamente real, y solo vengo a advertirles.

El tono de su voz me divierte: parece que ha inhalado helio y sonrío aguantándome la carcajada.

—¿Advertirnos? —pregunta Calamity.

—Sí; estáis apunto de entrar en uno de los mayores retos físicos para la humanidad en toda Guiena, en la Tierra, e incluso en toda la Espesura de Dvarka.

—¿C-cómo...?

—Si estáis aquí es porque sabéis que detrás de esa pared está la Fuente de la Juventud. —explica. —Esta isla lleva casi 600 años sin ser visitada por nadie. ¿Cómo sabíais que estaba aquí?

—Se llama saber leer entre líneas. —rezongo.

—Wow, me sorprende que los escritos os lo hayan dicho. —continúa. —De todas formas: solo os aviso de como funciona para que no entréis inadvertidos.

Noto que algunos se miran entre ellos aterrados.

—La Fuente de la Juventud es uno de los íconos más buscados en la historia del mundo. Está custodiado por miles de seres que quieren protegerla para que los simples humanos no se hagan con ella y con su poder.

Todos escuchamos al duende con atención.

<<Fue creada hace mucho tiempo, algunos emperadores lo buscaron, cuando Guiena era una colonia británica, los ingleses la buscaron hasta la saciedad pero jamás la encontraron. Solo hubo un hombre que la encontró, en el año 1101, confirmando las teorías de la religión subhaísta. La naturaleza era un Dios, les había dado La Fuente de la Juventud como Edén infinito.

—¿Qué es el subhaísmo? —cuestiona la curandera.

—Fue una religión existente durante seis siglos en Guiena. —musita el duende. —Creía que Dios era la naturaleza y la naturaleza era Dios. Y como prueba de ello, creían que les habían brindado como premio por hacer cosas buenas la Fuente. Y estaba protegido ante todo. Con magia negra, protegieron la Fuente y eso perdura a día de hoy.

Miro a los tripulantes, observando las facciones de terror de la mayoría.

—¿Magia negra? —pregunta Rhea. —¿Cómo magia negra?

—Crearon hadas malignas, esqueletos, sirenas malvadas, todo tipo de ser que pudiera pertenecer al lado oscuro de la magia para poder proteger la fuente. Su religión adoraba la magia negra como tributo a la naturaleza.

Paso mi peso de un pie al otro y me cruzo de brazos, prestándole mucha atención.

—Antes era imposible pasar, pero ahora es algo más factible. —explica. —Sin embargo, sigue habiendo muchas de las criaturas que antes había.

—Eso era algo que ya sabíamos. —rezonga Craber desde atrás mía. —No hacía falta la explicación.

—Cállese, aún no le he explicado. —lo calla el duende. —Este volcán tiene 10 kilómetros de interior. No lo parece, pero así es. —farfulla. —Y sí, en el centro está La Fuente de la Juventud.

No sé porque, pero oírlo ha hecho que reaccione. No se me había hecho tan fuerte, no era consciente de la magnitud de esto hasta este instante que me confirman que mi salvación está ahí dentro; mi salvación, la de mi mujer y la de mi hijo.

<<El interior, antes de llegar a la Fuente, está dividido en 7 niveles. Cada uno tiene un correspondiente área de descanso, donde es una especie de paraíso en el que podréis parar a dormir o comer.

—¿Dormir? —musitan por ahí atrás. —¿Cuánto va a durar esto?

—No va a ser una travesía de dos horas. Mínimo, serán 6 días si queréis descansar y poder superar cada nivel.

Mi primer impulso es ir a avisarle a Dalina que esto va a durar, pero me retengo siendo consciente de que será imposible volver del bosque.

—¿6 días...? —musito sorprendido.

—Sí, eso si queréis descansar y pasar cada nivel, los cuáles, se complican cada vez más.

Paso saliva.

—¿Qué tienen? —pregunta Craber lacónico.

—El primer nivel es de esbirros, —comenta el duende. —esos seres azules oscuros con forma de diablos. Todo esto incluido a pruebas como terremotos, un mar alebrestado o una isla desierta. —aclara antes de continuar. —Luego está la primera área de descanso: El siguiente nivel es de sirenas y tritones, los cuales, intentarán ahogaros en las profundidades de la charca en la que viven. Después vienen los esqueletos en una zona desértica. Después vienen las hadas en un bosque; tendréis el cuarto descanso y luego irán a por vosotros los morfos y xenomorfos; un festival de extrañas criaturas cambiantes en una sala muy oscura. Y finalmente, el último nivel, tendréis que enfrentaros a los krakens en una 'isla desierta' de noche.

El collar empieza a arder al oír 'krakens'.

—Os he avisado de que esta travesía no es un juego de niños. —espeta el duende. —Cuando logréis pasar los siete niveles, tendréis la Fuente a vuestra merced.

—¿Cómo caben tantos paisajes en 10 kilómetros? —farfulla Angus. —Es imposible que haya tantos tipos de clima.

—Están creados con magia negra: —le dice el enano. —no son reales.

Suspiro cuando una gota de sudor cae por mi columna vertebral. El corazón me reverbera en los oídos.

—Yo... —musita Enerah, asustada.

—Es la única opción. —espeta Craber. —Si no estuviéramos metidos en problema por este idiota, —me mira de reojo. —no tendríamos que hacer esto.

—A ver cuántas maldiciones nos pasas tú ahora, capitán. —refuto molesto.

—No es momento de discutir por tonterías. —nos corta Faraday. —Tenemos que decidir si entrar o no.

—Ya estamos aquí, —habla Salvatore. —ya no vamos a echarnos para atrás.

—¿Alguno se opone a entrar? —dice el duende.

Nadie parece decir nada; giro la cabeza mirando a Enerah. Le asiento lentamente, confío en ella y en su poder.

—Wow, unanimidad aplastante. —farfulla Craber.

—Parece que sí. —musito.

—¿Estáis seguros? —se asegura el duende antes de dejarnos pasar.

Nos miramos entre nosotros, y es entonces cuando Craber habla.

—Sí.

El duende asiente, desapareciendo con su bicicletita de nuevo y de repente, el campo de fuerza violeta se va difuminando, dejándonos entrar.

Me adelanto, girándome hacia mis tripulantes.

—Vamos. —digo. —No va a pasar nada: saldremos vivos de aquí, conseguiremos quitarnos la maldición y seremos todos felices.

<<Todos no>> Me dice mi mente recordándome que uno de ellos debe morir para poder darle los años a Marino.

Eso es algo que me callo, no digo nada pero cuando llegue el momento será algo tenso que no sabré como manejaremos.

****

JASON.

—No han salido de su alojamiento aún, Su Majestad. —me dice Maximilian al otro lado de la línea. —Por ahora, todo va bien con ellas.

—Perfecto. —le digo. —Acuérdate de que el domingo se cierra el aeropuerto de East Plate y el de West Plate para vuelos internacionales. Nadie sale de Guiena.

—¿Cuál es tu objetivo aislando Guiena, Jason? —pregunta.

—Así podré pensar que hacer, exterminar a todo el que se oponga violentamente contra el reinado.

Eso es absolutismo, y casi una dictadura.

—Ya te lo dije en su día, Mohler. —musito fumando del habano de origen 100% cubano que me han traído. —No tienes de que preocuparte; Estás en el bando correcto. Si no deseas estarlo, avísame, para poder saber con quién cuento y con quién no.

No te digo que no cuentes conmigo, Jason.

—Su Majestad para ti. —le recuerdo el rango. —Acuérdate de que las Fuerzas Armadas son mías, lo que implica que el Ejército de Aire, de Tierra, de Agua y la Guardia Real son mías.

Y yo te recuerdo que, aunque tengo un año menos que tú, llevo tres años más que tú de rey.

—Mira, Max, no me jodas. —le digo soltando el humo del habano. —Ni tú, ni el coronel Sinaí Torres, ni el coronel Christian Reigan ni mucho menos la coronel Isabela Deshayes me mandan. Te recuerdo que estáis por debajo de mí, ¿verdad?

Que estemos por debajo de ti no significa que tengamos que bailarte en el agua tal y como quieras.

—Te lo repito, Mohler: —le digo aplastando el habano contra el cenicero de mármol. —Avísame si estás del bando contrario. Nada más para saber que debo hacer.

Cuelgo el teléfono sin darle oportunidad a decir nada más. Me ha sacado de quicio. Me echo colonia antes de salir de la oficina, agarrando el móvil y la cartera y dirigiéndome en búsqueda de mi siguiente reunión de hoy al despacho privilegiado para visitas. Solo que, en este caso, es presencial. <<Por desgracia>>

Empezando por el principio: Guiena fue descubierta mucho antes que incluso Australia, sobre el siglo 6, solo que era territorio desconocido y nadie hablaba de él, y se sabía aún menos. Sin embargo, sobre el siglo IX, los británicos merodearon la zona y se apoderaron del lugar, colonizándolo. Se dice que ahí llegaron los primeros conquistadores Diphron, mi tratastatara... bueno, eso.

Tres siglos después, durante el mandato del emperador Manuel Rogeir, logramos independizarnos de Gran Bretaña, creando el Reino de Guiena, pero esta quedó a cargo de nosotros, dándonos subvenciones y ayudas hasta el año 1431, cuando la monarquía se volvió absolutista al comenzar a reinar uno de mis familiares cercanos. En ese momento, Reino Unido se deshizo del nexo económico que los unía a Guiena.

Sin embargo, es clara la conexión entre ambos países. Compraron vacunas para Guiena en cuánto se dió el brote de viruela en el año 1797, a pesar de que aquí apenas llegó. Es una de las grandes monarquías que apoyan a Guiena, los reyes de Inglaterra siempre han sido cercanos a los monarcas Diphron y hoy corro la gran suerte —o desgracia— de reunirme con su monarca actual, Victoria del Reino Unido. Reina desde hace casi cincuenta años, su familia es cercana a la mía desde siempre y aunque ya la vi con su hija Alicia el día del entierro de Isaac, apenas hablamos.

Hoy es cuando toca charlar instintivamente; va a visitar el Palacio porque parece ser que los británicos andan preocupados por los guiéneses y su país. Así que aquí la espero; aguardo por ella en el despacho de las visitas, esperando a que me llamen para el recibimiento con honores que se merece tal reina.

Oigo unos pasos y frunzo el ceño desde el sofá, extrañado ya que Victoria aún no debe estar aquí.

Resoplo molesto al ver al francés aparecerse por la puerta.

—Esto de que entres aquí como si fuera tu casa hay que mirarlo. —musito.

—Y esto de que cada vez tenga que visitarte más a menudo me está tocando las narices. —me habla Jacques Bissous sentándose junto a mí en el sofá frente a la chimenea del despacho. —Si no se muere tu padre, matas reinas consortes y mandas a fusilar a jefes de manifestaciones.

Volteo los ojos y entra en el despacho.

—¿Eso qué tiene que ver contigo?

—Pues nada, simplemente soy el encargado de controlar que es lo que haces. —me dice. —Si te caía mal, te jodes, porque ahora tengo que estar contigo todos los días para cuidarte y protegerte. Soy tu nuevo guardaespaldas personal, aparte de aconsejarte políticamente. Tu l'es parce qu'on sera toujours ensemble, beau.

Suspiro, me saca de mis casillas y ese acento francés me pone negro.

—¿No había otro agente?

—Ya tenemos confianza, tranquilo. —farfulla echándose en mi sofá. —¿A quién esperas?

—Si te lo cuento, ¿vas a saber quién es o es que nunca antes has salido de Versalles? —rezongo.

—Ne me fais pas rire. —dice en su idioma, <<No me hagas reír>>

Carraspeo.

—Estoy esperando a que me llamen para hacer los honores militares y la bienvenida de la Reina Victoria, —le cuento finalmente. —que viene a reunirse conmigo para hablarme sobre lo que está sucediendo en Guiena.

—¿Victoria del Reino Unido?

Asiento. Miro la hora, <<faltan 32 minutos para las 12. Hora a la que llegará Victoria.>>

—Es amiga de mi familia; de hecho, nuestras familias son amigas desde hace mucho tiempo, desde prácticamente siempre.

—¿Y viene hasta aquí solo por ti? —ríe. —Ya tiene que estar aburrida...

—Nada más llegue te vas a tu caseta. —le digo como si fuera un perro. —¿Entendido?

—Mi deber es estar contigo, mon amour.

—¿Qué tal la investigación de la muerte de Dakota?

—Ahora que has confirmado que has sido tú, todo está yendo mucho más ralentizado. —explica. —Tienes suerte del rey y de ser inviolable ante la ley: es prácticamente un asesinato por violencia de género.

Paso saliva y frunzo el ceño.

—¿La policía me tiene como un puto maltratador? —espeto molesto.

—Prácticamente.

—Podré ser un asesino, pero yo jamás golpeé a Dakota ni a ninguna mujer con la que haya estado. Jamás.

—Pero la asesinaste siendo tu esposa.

—¡Pero fue porque es la hermana de Hemsworth, no porque sea mujer! —la rabia bulle dentro de mí. —¡Es injusto!

—Monsieur, s'il vous plait. Da igual como sea, es un delito contra una mujer. Cometió el error de casarse contigo y la mataste porque tenía la desventaja de ser tu esposa.

—No es verdad...

—No lo sé, Jason. —va a la pequeña máquina de café antigua que aún funciona. <<No sé ni como.>> —¿Un café?

****

Miro el reloj viendo que faltan 10 minutos. Es casi la hora, Bissous se ha marchado después de hacerme compañía y reñirme a partes iguales por inconsciente; estoy un tanto inquieto y no es para menos, la que es la monarca más reconocida y poderosa de Europa y posiblemente del mundo, estaba a punto de llegar a mi palacio para reunirse conmigo. Los motivos de su visita eran totalmente desconocidos para mí. En la carta enviada por la embajada británica en Guiena sólo especificaba la hora del encuentro y el lugar, nada de la naturaleza de la misteriosa visita. También venía implícito que, después de 21 horas de vuelo, se quedaría aquí unos días de reposo.

Me muevo nervioso de un lado para otro de mi despacho, de ese que está justo en frente del cotidiano y que es bastante más grande, aledaño al baño de esta planta; no paro de dar vueltas de una esquina a otra, y, de vez en cuando miro a través del gran ventanal que se encuentra atrás del escritorio con vistas privilegiadas al patio de armas. Aunque extraño Luvemount, este palacio es más grande por casi un centenar de kilómetros cuadrados, la plaza de armas es más grande.

Según el protocolo dictado por la Casa Real Guienesa para las visitas de monarcas extranjeros era el siguiente: Recibimiento con honores militares en el patio de armas, visita guiada por el palacio, y por último una cena o comida de estado, esto dependiendo de la hora en la que llegase el monarca a palacio, hoy era a las 12, lo que significaría que tendría que comer con la monarca británica por mera formalidad.

Avanzo desde la esquina izquierda del despacho y me sitúo en el centro de la ornada habitación, hasta ese momento nunca me he fijado en lo bien decorado y acomodado que era este despacho. El suelo es de madera de abedul y esta tapado en su gran parte por una hermosa alfombra de color beige. En el centro de la sala se encuentra el lugar donde transcurriría la reunión, dos sofás enfrentados de color verde con cojines blancos con adornos florales. Una pequeña mesa de vidrio situada en medio era lo único que separaba ambos muebles. Dando un aspecto confortable, pero sin duda lo mejor del despacho era la gran chimenea de mármol blanco que se encontraba justo al lado de los sofás, justo en la misma posición en la que se hallaba la chimenea del Salón Real de este palacio, a la misma altura, respetando la estructura de la chimenea para poder seguir el trazo que llega hasta lo alto del Vielmoe. El fuego estaba encendido, haciendo que la sala transmitiera un calor muy agradable. Perfecto para la reunión.

Faltan 2 minutos para las doce en punto. Camino hacia el ventanal y, corriendo ligeramente, prácticamente trotando, llego a la alta cortina que tapaba las vistas, el patio de armas apareció ante mí como un espejismo lejano; como algo irreal.

El patio de armas no tiene mayor historia. Es un rectángulo de setenta metros de largo y noventa de ancho. El suelo de adoquín travertino cubre todo el patio y la entrada estaba rodeada por una valla de acero bañada en dorado, asemejándose al oro.

Me quedo visualizando el patio por poco tiempo, hasta que algo llama mi atención. Un Rolls-Royce Phantom IV se acerca por la calle principal. Tiene las ventanas tintadas y está escoltado por cuatro coches de la polícia, dos situados a cada lado. Un pequeño banderín ondea en el techo del coche, esta enseña es inconfundible, es el Royal Standard, el estandarte real británico, que indica la presencia del monarca inglés. Eso solo significaba una cosa.

La reina ha llegado.

Salgo a toda prisa del despacho, acomodandome la corbata.

Observo por una pequeña ventana del pasillo contiguo a mi despacho que el Rolls-Royce ya ha atravesado la dorada puerta de la plaza de armas. Acto seguido rodea por un lateral la plaza para posteriormente aparcar en medio del patio. Allí ya se había dispuesto la banda real de música a un lado de la plaza. Justo en el medio del patio hay una pequeña plataforma de madera que hace sus veces de atril.

El coche aparca en frente de la pequeña tribuna. La primera en bajar es la Princesa Beatriz, la hija menor de Victoria, que hacía a su vez de secretaría personal de la reina.

Beatriz rodea el coche hasta el lado derecho, abre la puerta, y en segundos, una robusta figura vestida de negro sale del coche. Es la reina Victoria.

<<Parece que sigue de luto>> pienso para mis adentros, siendo esto mi primer pensamiento.

Bien es conocido que Victoria lleva veinte años de luto tras la muerte de su marido, El Príncipe Alberto en 1861.

Según se contaba, no había superado la pérdida de su querido esposo, y a causa de ello visitaba diariamente su tumba en el Mausoleo de Frogmore, en Windsor y vestía de luto en todas las ocasiones.

Victoria y Beatriz son recibidas por Liam Davis, el jefe de la Guardia Real —que estarán custodiando todo el castillo—, que tras estrecharles la mano a ambas, las invita a subirse al atril. Ellas obedecieron. A continuación la Banda Real, tras un toque de trompeta interpreta el himno nacional de Reino Unido, el conocido "God Save The Queen"

Tras la interpretación del himno, ambas mujeres bajan de la tribuna, y tras intercambiar algunas palabras con el jefe de la guardia real, recorren la plaza de armas hasta la entrada del palacio. Baja un transportín de tamaño bastante grande con ayuda de los guardias, liberando al perro de tamaño mediano al que recuerdo con fastidio. <<El maldito Noble, no puede dejarlo ni para ir al baño>>

Su mascota, un perro de raza corgis y pelo rubio corretea por una pequeña zona del jardín, tan poco como le permiten las ataduras que le tiene.

Corro como no lo había hecho en mi vida hasta las escaleras principales de palacio. No quería llegar tarde. No podía llegar tarde. Todos sabían lo mucho que Victora detesta la impuntualidad, y no sería de buena educación hacer esperar a la "Abuela de Europa"

Llego a las escaleras, situándome al pie de las mismas. Justo a tiempo.

En segundos, Victoria y Beatriz se acercan. Las recibo con una sonrisa y me acerco para saludarlas.

La primera es Victoria, cuyo rostro me cuesta distinguir debido al negro velo que lo cubre.

—Bienvenida a Vielmoe, Majestad. —le digo mientras le beso la mano.

—Es un placer estar aquí. —contesta ella, quitándose el velo —Beatriz, cielo, saluda a Su Majestad.

Beatriz sale de detrás de su madre y va directa hacia mí.

—Señor Diphron, es un placer estar aquí —expresa mientras hace una reverencia— Mi madre y yo estamos encantadas de su recibimiento.

—Es un placer tenerla aquí, Alteza Real.

La muchacha sonríe con nerviosismo, y mi consejero sale para saludarle.

—Buenos días, Su Majestad. —le da la mano a la mujer después de darle la mano. —Alteza. —mira a la muchacha a la que le agacha la cabeza.

—Buenos días. —contesta ella.

—Es un gusto para mí mostrarles el Palacio Vielmoe. —dice Avik con cierta elegancia que pocas veces he oído de él en su voz. —El gran honor que es tenerlas aquí me gratifica; por eso las invito a seguirme para que pueda enseñarles cada hectárea de Vielmoe.

El anciano comienza a avanzar, y Beatriz y Victoria lo siguen conmigo detrás. Los guardias nos siguen de lejos.

Avanzamos rodeando la parte frontal del castillo, dirigiéndonos a la zona de las esculturas. Casi 11000 hectáreas de puro verde, decorados con fuentes y está la parte delante del palacio, donde se halla la plaza de armas y más atrás, la gran fuente de agua turquesa; en la posterior se encuentra la zona conocida como el Pasillo de Las Esculturas, el lugar donde residen más de 20 esculturas de los monarcas que han ido pasando por el trono de Guiena. Por lógica, Isaac es el último y pronto me tocará hacer mi escultura, ya que debo ser yo quién la haga y no mis familiares si me muero.

<<Esperemos que no sea pronto>> Pienso.

Rodeamos el Palacio Vielmoe por el lado izquierdo. Durante el trayecto, Johannes habla sobre la cantidad de árboles y verde de la zona. Simplemente lo ignoro, moviéndonos hasta la estructura alargada al final del jardín: una cúpula de cristal recubre toda la estructura de cristal impecable. Si no me falla la memoria, es cristal tintado azul. Esta zona, en continúa extensión, es aquella donde descansan las esculturas de mis antepasados.

—Esta área es conocida como 'El Pasillo de Las Esculturas' —explica Johannes. —, aquí, las esculturas de los reyes como Fernando XIII, el trastatarabuelo de Jason, Fernando XVI o su mismo padre, recientemente difunto, Isaac Diphron.

Entramos en la cúpula, encontrándonos con la escultura de plata inoxidable del primer rey de Guiena, ese del que tengo un 0,000002% de mi sangre: Henry Walter Diphron, su reinado vivió del año 1431 al año 1519. Le sigue la escultura de su hija, Isabel Diphron, reinado que le duró del año 1519 al año 1559. Luego está la estatua de María Dalina Diphron, que fue la monarca desde 1559 hasta 1634. <<Duradera, la tía.>>

Hay muchas más, más de diez, me atrevería a decir, pero las más recientes son las de Mercy Diphron, las de Drake Diphron y la de mi padre, Isaac. Johannes va hablando sobre cada reinado, dejando impresionadas a Victoria y Beatriz, pero yo sigo sumergido en mis pensamientos.

Vamos pasando lentamente, y yo solo admiro en silencio.

Cuando llegamos a la de Drake, después de una larga y tendida explicación y contestación a inquietudes de las visitantes, los recuerdos de mi abuelo me avasallan. <<Lo maté yo>> Bien es cierto que él abdicó joven, eso lo hizo ser el encargado de cuidar a Puntresh, sin embargo, fue feliz.

La culpabilidad me ataca de vez en cuando. Los acontecimientos, el estrés, todo ha hecho que cada vez me de menos pena el haberles arrebatado sus vidas.

Pero sin avisar, la estatua de Isaac me toca por dentro. Los ojos se me llenan de lágrimas.

La zorra de Dakota no tuvo piedad: me arrebató a mi padre, y sin motivo alguno, el hecho de querer hacerme rey no es justificación. La perra mala de su madre si merecía morir: no era más que una ladrona chantajista que merecía más de un tiro.

Me sorprendo a mí mismo de mi crueldad. Aunque cada vez menos.

—¿Jason? —la voz de la Reina Victoria me saca de mis soliloquios. —Preguntaba cuándo será que pondrá su estatua en el corredor.

—¿Eh? —vuelvo en sí limpiándome una lágrima solitaria que baja en carrera por mis mejillas. —Lo siento, estaba distraído...

—Oh, lo lamento...—viene Victoria, tomándome del brazo y acariciándome en un gesto bastante reconfortante, siendo sinceros.

Devuelvo la mirada a la estatua, sintiendo su calor aún por dentro. Su presencia sigue aquí, y a veces siento que quiere hablarme; decirme algo más pero no logro descifrar el qué.

Tras una hora de un tour guiado por Vielmoe, habiéndoles enseñado el trono provisional, las habitaciones, los aposentos que tendrán durante este día —y, aunque esperamos que no, los que tendrán sí se quedan—, llega el momento que llevo toda la mañana esperando. La conversación privada que la reina había pedido en el comunicado oficial de la embajada británica. Había accedido con la condición que fuera en mi despacho y sin que se alargara mucho.

Tras dejar a Beatriz en sus aposentos, conduzco a Victoria hasta mi despacho, y tras entrar cierro la puerta dando la orden de que nadie nos interrumpa.

Ambos tomamos asiento sin decir palabra alguna. La charla empieza bien.

—Que bien ornado está su despacho Majestad —comienza Victoria, como forma de cortar el hielo — Se está muy cómodo aquí.

—Gracias Majestad —expreso casi al instante —, es un honor que usted diga tal cumplido. Pero no creo que haya hecho tantos kilómetros en avión para hablar de decoraciones.

Esto parece ofenderla ligeramente y me apartó la mirada, desviando la mirada hacía la chimenea.

—Si te soy sincera Jason, no he venido solo para la visita de estado — Sus ojos ahora me miran fijamente con una expresión que no sabría describir —Estoy preocupada por ti y por Guiena.

<<Justo donde más duele.>>

—Querida Victoria, no sé a qué te refieres.

—Lo sabes perfectamente Jason, hablo de tu golpe de estado.

—Cuide sus palabras —le digo en tono enojado— No sé de qué me está hablando.

—Dejemos ya los formalismos, ¿sí? —refuto ella y sin darme a tiempo a contestar, prosigue: —Esta conservación acredita el tutearnos. Te pido, en nombre de Europa y en mi propio nombre como soberana del Reino Unido que detengas esta barbarie. Antes de que sea tarde para ti.

—¿A qué te refieres? —cuestiono aceptando su informalidad y con curiosidad intentando descifrar sus palabras. ¿Son un dardo envenenado?

—Como soberana constitucional, entiendo las ocasiones en las que uno puede llegar querer a tener más poder del que la ley nos otorga. Pero no te recomiendo intentarlo.

—No estoy intentando tomar más poder del que me pertenece: estoy siendo un rey firme. —musito. —Puedes leer estadísticas que auspicien que el pueblo aún me quiere. Solo hay revueltas con los mismos de siempre.

—Permítame que lo ponga en duda, Majestad, pero el pueblo parece que ya no lo respalda. Después de todos los escándalos que ha tenido la casa real, si yo fuera usted, abdicaría.

—Me habla de escándalos la mujer que se rumorea que está en pareja con su sirviente indio, el señor Abdul Karim.

—No saques temas delicados, Jason, eso que acabas de decir no tiene cabida en la conversación. Haré como que no hiciste ese comentario.

—Victoria, siendo sinceros, esta conversación no ha llegado a ningún lado en la hora y pico que llevamos hablando. —exagero el tiempo para expresar mi desagrado. —Si no tienes nada más de decir le pido que abandone mi despacho y se dirija a su habitación o a donde desees.

—Jason, hablando claros, como usted bien sabe, el trabajo de monarca requiere hacer sacrificios, siempre en favor de la monarquía. La corona siempre debe ganar. Y si para ganar, tengo que tomar acciones contra ti... que así sea.

—¿Eso es una amenaza, Majestad?

—Tómelo como una advertencia, mi país tiene recursos más que suficientes para invadir las islas de Guiena. Recuerda que este país fue parte de Inglaterra no hace muchos años.

Victoria se levantó del sofá.

—Esta conversación ha terminado, gracias por su tiempo, Majestad. —dice Victoria, mientras se dirige a la puerta de la habitación —Espero que recapacites.

Para tener sesenta y tres años si que tiene mal genio.

Giro la cabeza hasta la esquina izquierda de la sala. Un gran cuadro del Rey Isacc, mi padre, colgaba de la pared.

Me acerco a él, mirándolo a los ojos. Si él supiera el lío en el que estoy metido...

De forma instintiva, agacho la cabeza ante el cuadro en señal de respeto, y tras ello me dirijo a la puerta de la sala tras Victoria. Hay que quitarle el enfado a esa señora antes de que nos invada.

Salgo por la puerta siguiendo a la mujer vestida de negro, que a paso acelerado se dirije a la habitación donde Beatriz descansa.

—Beatriz, nos vamos. —le dice a su hija justo cuando llega.

—Mamá, ¿ya?

—¡Oh! —llego atravesándome entre el corpulento cuerpo de Victoria y la puerta. —¡Claro que no! Quédese descansando, señorita. Qué pesar haberla molestado; simplemente ha habido un malentendido entre su progenitora y yo.

Cierro la puerta sin dejar reaccionar a Victoria.

—Jason, agradecería que me dejases abandonar el palacio y este país al borde de la ruina. —farfulla con el deje creciente de molestia en su voz.

—Yo te agradecería que dejases de tirar dardos a cada nada. —le reprocho. —Vamos, Victoria, son casi 21 horas de vuelo.

—He parado en Egipto Británico y Singapur, otras colonias. Estoy perfectamente.

—¿No tenías pensado quedarte?

—¿Acaso eso es la invitación formal?

—Puedo ofrecerte una semana de alojamiento. —musito intentando cuadrar las fechas del cerramiento de salidas de Guiena. —Pero por favor, no dejemos aquí la charla.

Ella resopla, no queriendo darme la poca cara que me deja ver el velo negro que se ha vuelto a poner sobre la cara.

—Necesito aire. Me estresas de más.

—¡Oh!, claro. Más faltaría, querida Victoria. Vamos a dar un paseo por los jardínes.

—Acepto, pero ¡oh! Debo liberar a Noble y traer mi equipaje, entonces.

Volteo los ojos con fastidio acordándome del jodido perro.

—Si, si. No te preocupes. Luego liberamos a Noble.

De eso nada. Me ha traído hasta el maldito lugar donde tenía a un pobre hombre sujetando al perro, que se altera al verla. Comienza a ladrar e intento no gritarle que se calle. Se me acerca a saludarme, finjo aprecio por el bicho que se remueve poniéndome negro. De esto depende que no me invadan. ¿Alguien puede creérselo?

—Qué cariñoso es... —farfulla Victoria con amor y le arrebato la correa decorada con diamantes que le tiene al animal.

—Toma. Tenemos que seguir hablando.

La alejo y trae al perro que olfatea y orina donde puede. Luego mandaré un jardinero a limpiar la zona.

—¿Qué es lo que me recomiendas, Victoria? —murmuro fingiendo interés. Debo apaciguarla si no quiero que me colonizan.

—Paz, Jason. Paz. Dales soluciones reales; no les digas una cosa y salgas con la otra, ¿sí? Es lo peor que puedes hacer.

—No creo que pueda pasar nada malo, Victoria. Al que no le guste, puede irse.

—Eso hasta que cierres fronteras. —espeta dejándome helado. —Jason, cuando tú vas, yo vengo. Ni se te ocurra cerrarlas sino quieres que Reino Unido caiga con todo el peso de la ley sobre ti. Lo tienes terminantemente prohibido.

—¿Tú quién eres para prohibirme nada? —refuto molesto.

—La Reina del país que os mantuvo durante siglos. —contesta tirando de Noble. —A la mujer a la que le va a caer tu maldita locura. Porque sí, todos creerán que yo soy auxiliadora y debo venir a frenarte a ti y a todo el que se ponga por encima.

Miro hacia otro lado aguantándome el hecho de que me da igual. Andamos hasta la fuente principal de los jardines, rodeándola para dar la vuelta y entrar a un caminito de setos que sale a uno de los extremos de los jardines.

—¿Qué pasa si no haces nada y te quedas quietecita?

—Pues ten claro algo; te va a venir genial la semana que voy a estar aquí, controlándote. —farfulla sacándome de quicio. —A ver si van a creer que el hecho de que seamos cercanos nos hace igual.

—En lo absoluto.

—¿Sabes? En Reino Unido hemos tenido un caso similar al tuyo. En 1649 mi penta-abuelo, el rey Carlos I intentó hacerse con todo el poder del país. Lo ejecutaron al día siguiente.

Sus palabras me entran por un oído, y aunque quieren salir por el otro, no lo hacen, rondando en mi mente como una bomba que estalla dentro de mí.

—¿Quieres decir que me van a matar? ¿Esa panda de mamarrachos republicanos?

—Esos mamarrachos como tu dices han estado tomando las calles del país, a tal punto que te has creído un paredón y has empezado a tiros. La monarquía de Guiena está en la mayor crisis que ha vivido en toda su historia, aunque no lo veas así. ¡Está todo hecho un desastre! Sobre todo después de que se supiera la "misteriosa" muerte de su esposa. Su Majestad: la difunta reina Dakota.

Noto como se me hace un nudo en la garganta. La conversación con Bissous me hace pensar. <<Asesinato violento>>

—Majestad —digo mirándola en tono serio—, no sé que es lo que insinúa, Dakota murió por traicionar a la monarquía, tal y como hubiese muerto un simple mortal en el paredón o en la horca. —espeto serio. —Y tenga por seguro que la mayor parte de la población está a favor de la monarquía.

—¿Ah, sí? Entonces hagamos mañana un referéndum en vivo y en directo el día 9, ¿no? —ofrece. Me congelo y me comienza a doler la cabeza. —Si sale que sí, seguirás siendo rey, me marcharé y no me meteré más en su forma de reinar. Pero si sale que no, abdicarás a la corona y dejarás que los políticos se maten por presidir. ¿Te parece? ¿O no eres lo suficientemente valiente?

Sus palabras con un deje de chulería me retan, haciéndome hervir por dentro.

—¿Me estás retando?

—Tómalo así; sí lo deseas.

Me paso la lengua por los dientes frontales, mirándola cuando me tiende la mano a la vez que estira el brazo dejando moverse a Noble.

—¿Aceptas? Será un gran evento público que demuestre la todavía viva conexión de Guiena e Inglaterra.

Sonrío de lado planeando mi siguiente fechoría. Yo no pierdo y menos el orgullo.

—Por supuesto, Reina Victoria.

Explosión interestelar: En astronomía: Dicho de una zona del espacio, o comprendida entre dos o más astros. Que existe o sucede en el espacio interestelar, como una explosión de cualquier tipo de estrella (una supernova) o astro.

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