CAPÍTULO 27
'Supernova'
Anders.
En el Libro Legislativo Guiénes existe un apartado, de casi quince páginas de extensión, que está especializado en las leyes para los marineros y sus tripulaciones. La prohibición de asesinar a las sirenas que salvan los barcos o una ley que dice que el capitán decide que hacer con un traicionero son unos ejemplos de las normas de esa parte del libro.
Pero eso me tiene jodido; ya que también se incluye la norma que dice que, si lo convocan, los tripulantes pueden convocar elecciones anticipadas (las normales se celebran cada 3 años) para elegir un nuevo capitán. Y eso es de lo que se están agarrando estos ahora.
—No puedo creerme que de verdad me encuentre en esta situación. —me quejo a la mujer que se abrocha los botones. Me mira, sonriente.
—Anders, la mayoría van a votar que no. —dice terminando con su tarea. —Te lo aseguro.
—¿Y si consiguen el 40% de los votos?
—Tienen que votar sí 7 personas. —aclara. —Eso no va a pasar.
—Además, mañana es la entrevista donde Laetizia nos declara como muertos. —comento con un deje de preocupación cubriéndome la voz. —No sé si servirá: si nos dejarán en paz.
Al no oír respuesta, me giro y mi cuerpo actúa inmediatamente al ver a Dalina semi doblada, apoyándose en el tocador y con una mano sobre el vientre.
—¡Dalina! —corro hacia ella para agarrarla por la espalda. —Cielo, ¿qué pasa? Ven.
La llevo hasta la cama y toco su frente.
—Anders...
—Dalina, ¿estás bien? —musito analizándola parte por parte.
—Solo... me he mareado. Y me ha empezado a doler el vientre...
—Quédate aquí. —indico. —Yo saldré afuera, no pasa nada. Cuando acabemos, traeré a Tamara para que te examine, ¿vale?
—No, Anders, tengo que ir contigo, soy tu mujer...
—No pasa nada. —la detengo cuando intenta moverse. —Me sentiré bien sabiendo que estás aquí, tranquilita. No te preocupes.
Suspira y me levanto de la cama eliminando mi peso del colchón.
—¿Tienes el móvil? —asiente. —Perfecto, llámame si pasa algo. Mi hijo y tú sois lo primero.
Salgo del cuarto sintiendo un peso caer sobre mis hombros. Lo que menos falta me hace ahora es que mi mujer se enferme. Ya tengo suficientes cosas con las que lidiar y sé que el hecho de que ella empeore me va a hacer dejar a rastras todo lo demás.
Llego a la cubierta donde me esperan todos los tripulantes. Suelto una risa sardónica.
—Qué fuerte, ¿eh? —hablo llamando su atención. —Jamás creí que iba a llegar hasta este punto. Y yo que pensaba que era un buen capitán...
—No te victimices. —me habla Knavs Turner. —Ya sabes porqué estás aquí.
Angus le lanza una mirada fulminante y me muevo hasta el centro donde me espera un atril con el Libro Legislativo sobre él, en la página que dice que esto es posible.
—Según la ley del Derecho del Marinero, artículo 7A, se indica que 'cualquier capitán puede ser destituido en una votación si se solicita unas elecciones anticipadas del plazo de tres años, solo si el 40% de su tripulación vota en positivo en cuanto a su sustitución, poniendo ellos al candidato para nuevo capitán.' —leo el artículo dirigiendo mi mirada al frente al acabar. —Me muero de curiosidad por saber quién va a ser el nuevo capitán del barco.
—Creo que no hay mejor opción. —habla Ibon haciéndome mirarlo de reojo. —Hemos pensado en ofrecer a Craber como nuevo capitán.
Sus palabras me desestabilizan; me empiezan a doler las sienes y no puedo quitar la vista de mi amigo que se ve tan aterrado como yo. <<No lo sabía>> Analizo.
—¿Qué...? —titubea él, confuso. O al menos parece confuso.
—No podéis hacer eso. —musito y las lágrimas que querían subírseme a los ojos se transforman en ira de pleno derecho. —¡Es mi amigo!
—Pero antes que todo es un gran navegador. —me pica Knavs.
—Eres una puta desagradecida. —le recrimino odiándola cada segundo más. —Debí mandarte a criar malvas en cuánto pude.
—Eso sí no te lo permito, Anders. —me habla Salvatore haciéndome girarme ya que está detrás mía. —No permito que amenaces de muerte a mis tripulantes.
—Pasasteis a ser mis tripulantes en cuánto vinisteis pidiendo ayuda. —le recuerdo. —De La Buena Cassidy solo quedó el barco, Salvatore, y recuerdo exactamente tus palabras el día que Marylin jugó con Monrovell. <<Qué muera quién tenga que morir>>, me dijiste. —miro a Darko aclarando que el dardo venidero va para él. —Y Aldous tuvo que morir: por tramposo, mentiroso y falso. Y eso es lo que más se paga aquí. ¿Queréis que Craber sea capitán? Perfecto, pero os dejo una cosa clara. —me devuelvo al centro haciendo ver que el mensaje es para todos. —Esto es un campo de batalla, y os aseguro que, si hay nueve paracaídas y somos diez, de buena fe que nadie se va a tirar para salvaros. Antes te tirarán a ti, os lo prometo. Así que dejad de joder y despertad de una puta vez. —me siento en la silla aledaña al atril. —¿Queréis que otro sea capitán? Genial. Votad si queréis que Craber sea capitán. —miro a Salvatore, detrás mía, empezando por él. —Empiezas tú y vamos hacia la derecha.
Angus parece pensar su respuesta antes de soltar un suspiro y hablar finalmente.
—Yo voto que no. —Sus palabras me hacen saltar el corazón por la lealtad del hombre. —Quiero que Anders siga siendo capitán. <<1 de 9 votos que necesito que digan que no.>>
Asiento pero Salvatore no da una respuesta expresiva.
A su derecha, Faraday me mira con cierta pena en su semblante.
—Yo también voto que no. —es lo único que dice en un suave tono y agradezco con la cabeza.
Mis ojos se posan inmediatamente en el siguiente. <<Darko.>>
—Yo voto que sí. —musita en voz baja. Siento la traición en su expresión; siente que me ha fallado, y aunque sí es cierto, esta democracia permite que esto pase y eso no significa un mal funcionamiento del barco. Es una simple decisión, que, aunque para mis adentros tiene un significado, no es nada. <<1 de 7.>> Me dice mi mente.
El siguiente es un sitio vacío que sé a quién pertenece nada más lo veo.
—Dalina se ha indispuesto antes de venir; vota que no. —aclaro antes de que nadie diga nada.
—Claro, ¿solo porque es tu mujer, no? —replica Knavs encendiendo mi ira. —Deja que decida ella, ¿no?
—Mira, payasa, para tu información ella es una mujer leal y me apoya en esto. Sabe que nadie podrá hacerlo mejor que yo. El voto es claro: —vuelvo firme el tono. —no.
—Deja que ella lo diga, ¿no? —continúa con sus provocaciones.
—Ve y pregúntale. —musito. —La tienes en la enfermería. —mi seguridad la hace recular en sus palabras. —¡Venga!
No contesta nada y sus ojos reflejan ira. Le quito la importancia que tiene y miro a la siguiente persona, la curandera.
—Yo voto que no. —farfulla. <<4 de 9>>
—Ve a la enfermería, por favor. Dalina está allí. —asiente levantándose del asiento y las siguientes dan su opinión.
Enerah y Rhea votan que sí, Louise da su voto negativo que deja cuatro noes para la victoria y Julie da la misma respuesta afirmativa que su marido. Obviamente, Knavs se suma al sí, dejando que la votación quede en 5 respuestas afirmativas y 5 negativas, poniéndome a sudar al ver que puedo bajar de rango.
Dusten, el músico, da una respuesta positiva a diferencia de Calamity Woods, mi hermana Sohnya, y Anne. Ibon Sawzky vota que sí y solo les queda un voto para ganar y que otro sea capitán. Mi voto es un claro negativo, aunque no cuenta para los negativos y deja en que hacen falta 8 negativos y 7 positivos, y quedamos a un único voto que declarará que pasará con el barco, y ese es el del candidato a capitán, o mi mejor amigo, Craber.
—Craber, —le habla Knavs intentando que se decida por su conveniencia. —Estamos a un voto de una nueva era para Veneno. Menos peligrosa, menos sanguinaria y más lógica.
—Deja tus manipulaciones baratas para otra persona. —respondo cuando su palabrería me hierve la sangre. —Que vote lo que quiera y lo que le salga de dentro.
—Eso, ahora victimízate...
Me muerdo la lengua con fuerza haciéndome sangre y aguantándome el veneno que hace rato quiero soltar. Esta mujer está poniéndome muy nervioso, y si no estuviera en la situación que estoy, le pegaría su tiro para que dejase de manipular todo lo que digo. Está muy bien opinar que mis métodos no son correctos, que son una mierda y que yo, como persona, doy asco. Es perfectamente aceptable e incluso cierto: lo que no tolero es que le dé la vuelta a todo lo que hablo.
—Craber, —le habla Calamity. —¿qué votas?
Prefiero no mirarle a la cara. Está clara su decisión, pero no quiero que estas víboras digan que al mirarle, le transfiero pena para que vote a mi favor y siga siendo capitán...
—Voto que sí. —Sus palabras me sacan de mis soliloquios y me llevan a la inmunda. —Sí quiero ser capitán.
Noto el color de mi cara desaparecer, yéndose contra mis venas y despertando una ira que tengo que amansar. Faraday lo mira con rabia, Louise está incrédula y Salvatore se pone de todos los colores. Me duele el corazón, me pican los ojos y las manos, en las que me clavo las uñas haciéndome heridas para soportar la rabia. Su mirada choca con la mía, pero la aparta inmediatamente.
No puedo hacerle daño a Craber, sin embargo, él acaba de hacérmelo a mí. Mucho me han juzgado por hacer lo que tuviese que hacer para salirme con la mía, así sea matando gente o haciendo cosas inmorales; pero no sé si acaban de dar cuenta de que Craber ha ido en contra de su mejor amigo, aplicando la misma que yo; y es que esto es un campo de batalla y hay que elegir donde mejor pelea uno mismo y hacer lo que más convenga, pero parece que eso, de mi parte es castigable.
Los ojos se me inundan de lágrimas y Monterrey no me da la mirada. Aleteo las pestañas resguardando el agua salada que quería salir e inspiro tranquilo observando la cara de victoria de algunos y dándome cuenta de que, muchas veces, quiénes más cerca tenemos y el círculo en el que estamos, es la peor jaula de víboras en la que podemos hallarnos.
***
Jason.
El hombre que me mira con los ojos cristalizados sostiene una pistola que, con cada hipido de su agonía, tiembla y a mi me da un vuelco el corazón pensando que esté señor me va a enterrar un tiro entre ceja y ceja.
—Escúchame... —intento decirle. La gente observa no sé si feliz, aterrada o deseosos de que me mate.
—¡Cállate! —grita agitando la pistola frente a mi. Los guardias reales alzan sus armas y algunos las amartillan.
—Mira... —hago un silencio al no saber su nombre.
—Me llamo Rhys Manaake. —completa.
—Rhys, —sigo con mi discurso anterior. —cálmate. Entiendo que estés dolido por la muerte de tu hermano, y...
—Muerte no. —me corta. —Asesinato. Tú lo mataste. Solo por decir la verdad sobre tus actos.
La gente se alborota de nuevo y sonríe de lado viendo el problema en el que me ha metido.
La multitud no se calla y lanzo una mirada al guardia real que dispara al aire. El tiro rasga la barrera de sonido entre la algarabía y logra acallar a la gente, ahora por miedo.
—Mira, Rhys, tu hermano murió por lo que le hizo a la reina consorte.
—Ella se fue con él porque quiso...
—Nada de eso. —digo en un tono serio intentando disipar el desconcierto que han causado sus palabras.
—Ella estaba huyendo del castillo, se metió a su coche...
—Huía de prensa extremista. —lo corto de nuevo. —Y él se aprovechó de esto para secuestrarla y pedir dinero por su rescate. Cuando lo encontramos, murió. Asume que tu hermano era una mala persona.
—¡No hables así de Harry! —me chilla de nuevo agitándome la pistola frente a la cabeza. —No vuelvas a hablar así de mi hermano o te mato.
—Es lo que era... sí me haces algo, mis guardias acabarán contigo en menos de un minuto...
—Me la suda. —me interrumpe dando un énfasis furioso a sus palabras. —Soy capaz de matarme con tal de arrastrarte conmigo.
Paso saliva y miro de reojo a una pequeña parte de la multitud. Muchos graban, otros miran con énfasis y otros simplemente esperan el tiro que acabe conmigo. Que se jodan; yo aquí no me muero.
—¿Por qué estás tan alterado, Rhys? —intento persuadirlo con voz melosa. —Tenemos aquí dos asientos, ven, siéntate conmigo, negociemos...
—¿De qué quieres que negociemos?
Es entonces cuando respiro profundo y me muevo lentamente hacia los asientos, intentando demostrar tranquilidad.
—No te muevas... —gruñe pero llego a las sillas y me siento con calma.
—Ven, está esperándote. —le señalo la silla.
—Yo no tengo nada que hablar contigo. —sisea de nuevo.
—Pues te conviene... Existe una ley en el Libro Legislativo Guiénes que dice que, en caso de necesidad, se puede indemnizar al familiar de un difunto criminal. —resalto la palabra recalcando que su hermano era un secuestrador. —¿Eres el único familiar vivo de Harry?
—No. —contesta sin bajar el arma y sin moverse un solo centímetro. —También está mi madre, Leva. Pero, ¿yo para qué quiero dinero? Quiero que mi hermano vuelva.
—Pues no lo va a hacer. —mis palabras lo desestabilizan. Se tambalea un poco cuando sus ojos se llenan de lágrimas. —Suena mal; pero tu hermano era lo que era. Ahora, lo único que tú y Leva podéis hacer es aceptar el dinero.
—Ningún dinero podrá devolverme a mi hermano.
—Efectivamente. —Su palabrería me tiene harto y estoy apunto de ordenar que lo acribillen. —Pero, o te sientas y llegamos a un acuerdo, o mis guardias te dejan como a un colador. ¿Te parece?
Rhys parece sopesar sus opciones, dándose cuenta de que lo único que puede hacer es negociar conmigo. De hecho, tengo planteado hacer algo más que darle dinero.
Comienza a avanzar lentamente, sentándose frente a mí pero sin bajar el arma.
—Para una buena negociación, primero hay que calmarse y bajar el arma. —también soy consciente de que debo hacer algo para tranquilizar a la muchedumbre enfurecida. —Vamos por partes. —Hago un gesto dirigiendo mi mano hacia abajo para que los Guardias Reales bajen las armas. Obedecen y Rhys, lentamente, hace lo mismo. —¿Cuál es el motivo de esta manifestación?
—Los medios están manipulando imágenes, noticias y hasta diciendo mentiras. La gente tiene miedo de salir a las calles y reivindicar contra la monarquía, miedo de aparecer muertos. Y todo es tu culpa. Mi hermano fue en tu contra, y murió.
—Tu hermano no fue solo en mi contra: secuestró a una Alteza Real, chantajeó a la monarquía y amenazó a la reina consorte.
—No me saques la rabia. —levanta la pistola de nuevo alertando a los guardias. —Y escúchame.
—Vale, vale.
Suspiro tranquilizándome.
—Queremos que elimines la parte del Libro Legislativo que dice que eres inviolable ante la ley.
La frase me saca una carcajada de lo más profundo de mi ser, lo que altera a las masas frente a mí.
—Ay, de verdad...
La gente me chilla dándome jaqueca y Rhys me mira, molesto.
—¿De qué te ríes? —musita molesto y quita el seguro cortándome la carcajada de golpe. —Simplemente queremos que Las Cortes de cualquiera de las tres ciudades capitales puedan juzgarte.
—Pero vamos a ver... —intento contenerme la risa. —Para eso, tienen que votar a favor los partidos políticos con más votos, Los Consejos, Las Cortes, los alcaldes... Es imposible.
—Pues consíguelo. —mueve la pistola abruptamente asustandome. —Sino, pueden pasar cosas peores que una manifestación. Y acabamos de salir de una Guerra política.
Frunzo los labios en una línea y asiento lentamente, ideando un plan mejor.
La gente se revoluciona y, sin bajar la pistola, se levanta tendiendome la mano.
—Mucha suerte en vuestra manifestación. Os voy a dar lo que queráis; no rompáis demasiado la ciudad.
Comienza a sonar el himno republicano, volteo los ojos y miro a Rhys de nuevo.
—Ven conmigo, Rhys.
—No quiero.
—Te conviene. —le digo. —A menos de que quieras tirarte quién sabe cuantos años en una cárcel por lo que acabas de hacer.
Paso por su lado y lo siento andar detrás mía.
Nos perdemos pasando al lado de los guardias y me giro, mirándolo.
—Deja de apuntarme ya y vamos a hablar como hombres.
Me hace caso bufando con molestia y la gente va desocupando la plaza, siguiendo su marcha hasta Plaza del Zarref, la sede del partido monárquico de Iván Otlér en East Plate.
Cuando se puede pasar, Rhys viene conmigo y con Johannes hasta la limusina a la que nos metemos.
—¿Vais a matarme aquí, a los ojos de nadie? —bufa molesto. —Cobardes...
—No, voy a ofrecerte algo mejor. —farfullo. —¿Dónde vive tu madre?
—¿Para qué coño quieres saber...?
—¡Dímelo y no me discutas más, coño!
Me da la dirección de la casa de su madre a regañadientes y el chófer nos lleva hasta el barrio de mediano/bajo estatus de la ciudad, dejándonos frente a una casa apontocada con otras varias.
Los Guardias Reales que nos persiguen se quedan a unos cuantos metros, atentos, y dejo bajar a Rhys Manaake primero.
La señora sale, parece que ha oído los coches y se lanza a los brazos de su hijo.
—¡Rhys, hijo! —le dice apunto del llanto. Salgo del coche acercándome a ellos. —¡¿Cómo se te ocurre hacer eso?! ¡Eres un inconsciente! ¡Imagínate donde te hubieran matado, es...!
La mujer de pequeña estatura y rasgos nórdicos se detiene al verme. No llegará al metro cincuenta, lleva un velo en la cabeza y su cabello rubio ceniza, casi canoso, le cae en pequeñas hebras que el paño deja escapar. Tiene unos ojos azul oscuros que, en su juventud, tuvieron que atraer a miles de hombres.
—Mamá... —su mirada se torna violenta y se saca una chancleta con la que me amenaza.
—¡¿Qué hace este cabrón aquí?! —chilla intentando pegarme con la chancla. —¡Saca a este cabrón de aquí porque soy capaz de que lo mato yo misma!
—¡Señora, pare! —Rhys intenta detenerla cuando los guardias se acercan. —¡Vengo a ofrecerle algo!
—¡Usted es un asesino! —su hijo la agarra de los brazos y la aleja de mí, pero intenta irse contra mi de nuevo . Me grita dejándome ver el azul de sus ojos empañados. —¡Mató a mi hijo, a mi pequeño, a mi ángel...!
—Su hijo era de todo menos un ángel, señora. —la corto e intenta alcanzarme mientras las lágrimas se derraman por sus ojos.
—¡Mentiroso, embustero!
—Deje de insultarme, que vengo a darle trabajo.
Me muevo dentro de la casa, sentándome en una silla en el pequeño patio a la izquierda.
—No le he invitado a entrar.
—¡Mamá! —le riñe Rhys.
—Es mejor que no nos vea nadie y que no se forme un escándalo. Señora de Manaake, soy Jason Diphron. —le tiendo la mano. Con fastidio, la toma. —Mucho gusto.
—No, para mí no es un gusto. —replica molesta haciéndome voltear los ojos. —Soy Leva Pasmova. ¡Qué hace aquí? Le recomiendo irse antes de que le saque los ojos con un cuchillo.
—Señora Pasmova, —me levanto dejando nuestros ojos de frente. —le pido que no me ataque. Vamos a hablar.
—No me cae bien y no pienso demostrar lo contrario. —cierra la puerta. —¿Quiere tomar algo? Tengo gasolina, cianuro, queroseno...
—Rhys, —llamo al hombre detrás de su madre que me mira. —un café estaría bien.
Bufa sonriente y pasa por mi lado.
—Qué te lo haga tu abuela.
—Ah, entonces me jodí porque la mía se murió.
—¡Me la pela! —responde él perdiéndose por la cocina aledaña al pequeño patio.
—Señora, —llamo a Leva que me mira con ira. —un día le van a cortar la lengua a su hijo por graciosito.
—Jason, —me tutea sacándome de mis casillas. —dime que quieres que yo no quiero tener problemas contigo.
—Wow, ya hasta me tuteas, ¿eh? Menos confianza. —siseo.
—Me da igual si te molesta. —gruñe. —Dime que quieres y lárgate de aquí.
Rhys vuelve a entrar en escena con dos sillas. La posiciona al otro lado de la mesa junto a su madre, a la que le da otra.
—¿Y el café? —le digo a Rhys en un tono burlesco y poniendo un puchero.
—Por allá viene tu puta madre con el café, dale tiempo porque está caliente. —finge buscar a alguien con la mirada.
Lanzo una risa comprimida.
—Dime ya que quieres. —continúa Leva con su intensidad.
—Venía a ofreceros dos cosas: —enumero con los dedos como si fueran tontos, sacando a Rhys de sus casillas. —la primera, son los setenta millones de oro que os corresponde al haber muerto vuestro sustentador principal por criminal.
—Mi hijo no era ningún criminal, señor. —me corta la mujer. —No quiero su cochino dinero.
—Que sí, señora. —la interrumpo de nuevo tomando las riendas de la conversación. —La segunda es un trabajo dentro del Vielmoe, para los dos.
Ambos se quedan callados y se miran entre ellos.
—¿Trabajo? —repite Rhys, impresionado.
—Sí, trabajo. —farfullo. —Tú de contable y Leva de cocinera.
Ambos se miran de nuevo y la mujer se levanta como si tuviese un resorte en el culo.
—Señor, muchas gracias por su oferta pero no nos interesa ni su cochino dinero ni su puerco trabajo.
—¿Por qué me lo relaciona todo con un cerdo, señora...?
—Mamá, espera. —la detiene Rhys cuando viene hasta mí para tomarme del brazo y sacarme de la casa. —Tenemos que pensarlo...
Leva deja escapar un sonido de dolor.
—¡Rhys, por Dios! —se lleva una mano al pecho como si le ardiera. —¿Cómo te atreves a pensar en captar algo de este salvaje rastrero?
—Mamá, está claro que el dinero nos hace falta, además del trabajo...
—¡Mató a tu hermano, por Dios! ¡A mi hijo, mi pequeño Harry!
—¡Lo sé, mamá! —le contesta él desesperado. —¿Acaso crees que ahora mismo no le clavaría un cuchillo en el cráneo? —sus palabras me hacen echar la cara hacia atrás. —¡Lo haría encantado!
—A ver, pero tan desagradable no soy...
—Pero da igual lo que hagamos. —continúa Rhys, ignorándome. —Es el rey, siempre tiene las de ganar y lo mejor que podemos hacer para no quedarnos en la inmunda es aceptar su dinero y su trabajo. Es la única forma de mantener esta casa.
—Ah, no, pero si lo aceptáis, es de internos... —musito haciendo que ambos me miren.
Rhys devuelve la mirada a su madre y la toma de las manos intentando convencerla.
—Mamá, es lo más inteligente que podemos hacer... Tendremos casa, comida, dinero... Y aunque Harry ya no estará con nosotros... podremos ser felices y tener una estabilidad. Además, así le sacamos dinero aunque sea a esta rata.
<<Tranquilo, eso es lo que más me sobra>>
—Hace unos días atacaron el Palacio. —habla Leva finalmente y me jode que a todo le busque el problema. Me duele la cabeza ya de oírla, parece un sirirí. —¿Y si nos pasa algo estando allí dentro?
—Señora, permítame meterme pero eso no va a volver a pasar. A partir de ahora, cuando volvamos a Luvemount, estará custodiada por guardias del Ejército de Tierra, de Aire y de Agua. Les aseguro que el Palacio será inviolable. Imagínese: veinte millones de oro mensuales y una preciosa habitación palaciega.
La mirada de odio de Leva me hace mirar a otro lado.
—Mamá, es la única forma de mantenernos. Ni tú ni yo tenemos dinero, ya vendimos el taxi de Harry y se están acabando los pocos ahorros que teníamos...
La mujer suspira y pasa el dorso de su mano por su mejilla limpiándose la lágrima solitaria que caía por ella.
—Bueno, vale...
—Perfecto. —musito haciendo que ambos me dirijan la mirada. —Hagan las maletas: empiezan hoy mismo.
Sonrío: amo cuando las cosas me salen bien y tal y como yo quiero; así es como voy a tener controlada a la familia Manaake.
***
Los Manaake me siguen cuando entro a Vielmoe. Los sonidos que hacen sus maletas me están dando dolor de cabeza pero sé que no pueden hacerlas levitar así que me callo.
Entramos al Palacio y el pertinente registro los espera.
—Por favor, quítense las prendas más pesadas y pasen sus maletas por el control de rayos X. —indica el jefe del Ejército de Tierra de la Guardia Real.
Asombrado, Rhys obedece pero Leva pone problema volteando los ojos. <<Me recuerda a Tennia>>
Cuando han terminado y han exterminado cada posibilidad existente de que sean periodistas encubiertos, pasan y me coloco frente a ellos.
—Síganme, por favor.
—Este lugar es muy bonito. —habla Rhys y sonrío.
—Lo sé.
—Una lástima que pertenezca a un monstruo como tú.
Me giro de medio lado, quedando cerca del joven.
—Rhys, controla lo que dices. Ahora dependes de mí y de mi dinero.
—Jason, controla lo que dices. —me arremeda sacándome la ira. —Que de mí depende que no se te revolucione el rebaño y te destrocen la ciudad y tu imperio.
Bufo molesto. <<Otro Anders Hemsworth. Lo bueno es que a este si lo tengo subyugado>>
Entramos a la cocina donde ya espera todo el personal, los cinco cocineros y la ama de llaves, Hermenegilda Galeana, o simplemente Gilda, la compinche de mi difunta hermana.
—Bien. —digo provocando que todos se yergan. —Esta es la nueva cocinera: Leva Parsmova. —me giro acercando a la mujer y dejándola frente a ellos. —Estos son tus compañeros de trabajo.
Los presento a todos y le presento a Gilda.
—Mucho gusto, señora Galeana. —le dice ella dándole la mano.
—Vigila que no me envenene. —le indico a Gilda, que borra su sonrisa a la vez que Leva me mira mal y de reojo. Me la suda. Me giro tomando a Rhys del hombro. —Tú, ahora, vienes conmigo.
Salimos de la cocina mientras los chefs le enseñan a Leva que debe hacer.
Subimos las escaleras y Rhys se muestra completamente aséptico hacia mi. Llegamos al despacho vacío donde voy a instalarlo.
—Este será tu despacho. ¿Sabes contar?
—Claro. Tengo un Grado de Gestión Administrativa.
—Vaya, mira que casualidad. —<<No es ninguna casualidad y lo sabes: ya tenías investigada a la familia Manaake incluso antes de matar a Harry>> —Bueno, mejor. Debes hacer uso de tus estudios: calcular cuánto, porqué y cómo debemos invertir en cada problema que surja del país, en compras semanales para la manutención de todo el personal con nosotros incluidos, cuánto se gana y... ya sabes: sí queda algo de las arcas públicas. ¿Entendido? Tú te manejas en eso.
Él asiente y me dirijo a la salida.
—Jason. —me llama haciéndome girarme.
—Su Majestad para ti.
—Su Majestad. —repite con fastidio. —¿Dónde está mi habitación?
—En la tercera planta, al final del pasillo. Por ahora, duermes con tu madre. En Luvemount ya os instalaremos: hasta ahora los soldados dormían todos en una misma mientras se reformaba las demás, pero tranquilo, tendréis la vuestra propia. Pásale la información a tu madre.
—Vale.
Me quedo mirándolo durante unos segundos.
—¿No crees que te falta algo?
—Oh, claro. —se sienta en la silla mullida. —Adiós.
—Me refería a un gracias. —bufo.
—Pues espera sentado; de pie te vas a cansar.
Me sonríe con sorna y salgo de la oficina dejándolo instalarse antes de que le pegue o le insulte: no me conviene revolucionarlos ya tan pronto, o más bien, revolucionarlos más de lo que ya están. Lo que sí tengo claro es que ganarme el aprecio, o aunque sea, la indiferencia de Rhys Manaake y Leva Parsmova va a ser una tarea complicada.
Supernova: Explosión estelar que puede manifestarse de forma notable en el espacio.
*****
Bueno, ya tocaba Mar de Corazones. Cada vez se acerca más el final de la Bilogía, nuevos personajes importantes para un futuro y cada vez se acerca más la recta final con más acción que nunca. Espero que estéis preparados. Nos vemoss :3.
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