CAPÍTULO 26
'Dictadura'
Jason.
—¿Rescatar a la reina consorte? —cuestiona Jacques extrañado. Siento la mirada de Johannes de reojo. —¿Rescatarla de qué? ¿De quién?
Busco una respuesta rápida entre el nerviosismo de mi mente.
—Ella llamaba a Anders contándole sobre la infidelidad y diciéndole que tenía problemas conmigo, pero que no tenía a donde ir. Por eso vinieron a por ella.
Bissous asiente pero nuestra conversación se ve interrumpida con la mujer que entra al despacho sin llamar.
—Jason —me habla Monique Career. —, la gente se ha revolucionado con el ataque al castillo y con las declaraciones en la radio de hace unos días, las de ese tal hombre... Harry Manaake, el que luego apareció muerto.
Me levanto dándome la vuelta.
—'Buenos días, su majestad, le traigo información como la buena trabajadora fiel que le soy'. —digo irónicamente. —Algo así no estaría mal antes de venir a traerme más mierda, ¿no te parece?
—No me jodas, Jason. Ya hay la confianza suficiente para saltarme toda esa mierda.
—No te equivoques. —rezongo. —Yo no tengo confianza con mis trabajadores.
—Yo no soy trabajadora, soy la dueña de la GCN. —contesta irguiéndose desde la puerta. —Así que relájate que no tendré tanto poder legislativo como tú pero lo que sí tengo es dinero. —me sonríe. —Rico no mata a rico, ¿sabes? —resoplo intentando volver a mis canales. —Han convocado una manifestación en la Plaza del Sauce a las 08:00. Creo que te conviene ir.
—No estoy para manifestaciones idiotas, ¿sabes? —replico molesto.
—Ah, pues nada. Déjalos hacer golpe de estado tranquilos, no pasa nada. Total, cuando te peguen tu tiro ya no serás rey sino un don nadie. Hasta luego, 'su majestad'
La idea de perder mi poder y que esto se convierta en una república es mi mayor miedo y me pone a temblar las piernas.
—Monique. —la llamo justo antes de que cierre la puerta. —Avisa a la prensa de que en unas horas me apareceré por allá.
Asiente lentamente sin dirigirme la mirada y sale del cuarto cerrando la puerta.
Devuelvo la mirada al francés que apunta en una libreta.
—Entonces han entrado y se han llevado a la reina consorte, ¿no? —farfulla. —¿O acaso vió que ella murió en algún momento?
Los recuerdos avasallan mi mente y planteo las mentiras para decirle.
—No. —miento. —No vi que muriera, pero si como se iba con ellos. Esa mujer es una traicionera; traicionó dos veces a su hermano y ahora lo ha hecho conmigo, ¿pero qué podemos esperar de ella?
Me levanto de la silla con la necesidad de ir a hablar con la dueña de la GCN.
—¿Dónde vas? —cuestiona el anciano a mi lado.
—Voy a hablar con Monique. —informo. —Os quiero en diez minutos en la puerta, vamos a ir a esa manifestación.
Salgo del cuarto y me pongo en busca de la rubia con la que necesito hablar. Esto está saliéndose de control; tengo que ir, dar explicaciones sobre la muerte de Harry Manaake, hablar de la desaparición de Dakota y sobre cómo fue que entraron al Palacio como si fuera su casa.
¡Qué bien! Qué relajado día me espera.
Hallo la mujer hablando en el Salón Real con una trabajadora.
—Fuera. —murmuro cuando llego. —Tengo que hablar con Career.
La mujer de limpieza sale del lugar despavorida y miro a la periodista que se cruza de brazos.
—Veo que sigues igual de mal educado que siempre. —ladea la cabeza sonriéndome. —¿Qué es lo que quieres ahora?
—Necesito que tus filtraciones de información empiecen a ser más fructíferas. —le digo en un tono serio. —No podemos permitir noticias amarillistas, tampoco quiero conspiraciones sobre la desaparición de mi mujer y quiero que tu empresa engulla todas esas noticias.
—¿Qué quieres? —cuestiona extrañada. —¿Qué vaya y agarre a golpes a los de La 20 —pregunta irónica refiriéndose a otras cadenas de noticias. — o a los de Guiena News?
—No. —contesto lacónico. —Quiero que las compres.
Su expresión risueña y feliz cambia a una compungida por la sorpresa.
—¿Qué dices? ¿Se te ha ido la olla?
—Monique, —le digo tomándola del brazo. —en Guiena sólo hay unos cuántos noticieros. Está el tuyo, con el canal televisivo y el noticiero; están La 20 y Guiena News, con el noticiero, y Guiena Televisión con el canal. El resto son pura mierda que no son más que piedrecitas. —escucha con atención intentando descubrir las verdaderas intenciones que hay detrás de esto. —Ambos sabemos que tu sueldo en un mes da para comprar ambas y seguir teniendo para comer el resto del mes.
—¿Te crees que gano sesenta millones de oro al mes? —murmura con cierta molestia en su tono de voz. —No voy a gastar mi sueldo en un jodido capricho tuyo.
Intenta irse, pero detengo su huida cuando se va hacia la derecha tomándola del brazo y desenfundando el arma con el que le apunto al centro del estómago.
—No es un capricho, y mucho menos una oferta. —digo con una expresión impasible. —Es una orden. —Frunce el ceño mientras su cara pierde color. —No, no frunzas el ceño. Te vas a arrugar y vas a necesitar botox.
Sonríe tratando de demostrar valentía.
—No te tengo miedo, Jason. —susurra acercándose a mi cara. —Dispara. Venga, estoy esperando. No voy a comprar nada, ya te lo he dicho. Si no quieres que se filtren noticias tuyas haciendo paridas, deja de hacerlas. O ve a quemar tú las sucursales de los noticieros.
Sus palabras me hierven la sangre y se suelta violentamente dirigiéndose hacia la salida del Salón Real pero mi voz la detiene.
—Te doy la mitad del oro necesario para comprar las cadenas. —ofrezco en mi último intento de tener el control de la prensa guiénesa. —No debe costar más de cien millones de oro por cadena. Te ofrezco pagar la mitad; cincuenta millones tú, cincuenta millones yo. —me acerco lentamente a la mujer que está recta al lado de la puerta. Sé que se está replanteando la oferta y es ahora cuando debo hacer uso de mi palabrería para convencerla. —Imagínate el poder, Monique. Todo Guiena dependiendo de tus noticias, las que tú filtres. Por algo que, como mucho, te quitará caprichos por un mes. —El silencio que se forma me hace pensar en la siguiente jugada. —Pero si no quieres no pasa nada: podré aliarme con La 20 y Guiena News para comprarte a ti. Tú verás. Pero no pasa nada, ¿eh? No te sientas presionada.
La rubia se gira de medio lado.
—Eres retorcido, ¿eh?
—No te imaginas cuanto. —voy rápido hasta ella, tomándola de la cintura. Gira su torso dejando su cara frente a la mía. —Pero eso puede servirme en otros menesteres.
—No intentes zorrear para ganarme. —musita riendo. —Ya me has ganado con tu oferta. ¿A medias, entonces?
Le sonrío pero una voz nos separa inmediatamente.
—Su Majestad. —habla la rubia caucásica que era el cuerno de Dakota Hemsworth. —Lo están esperando. ¿Podría dejar de jugar a los cuernos e irse con Johannes y Bissous?
Se larga sin decir nada más y con la cabeza altiva.
Paso de largo despidiéndome de la periodista.
—Estamos comunicados. Empecemos el trámite ahora en septiembre.
****
—Verás como va a ir esto... —farfullo para mi mismo cuando el reloj da las ocho menos cuarto de la mañana, miro antes de salir del Salón Real y dirigirme hacia la puerta, donde Johannes y Bissous me esperan. —Ya estoy, señores. ¿Vamos?
Casi dos horas desde que esos malditos se marcharon del Palacio, y nadie ha vuelto a saber de ellos. Nadie los ha visto, no han huido por ningún sitio. Parece que se los haya tragado la jodida tierra.
Ambos asienten y los flashes nos atacan con violencia. Los Guardias Reales los apartan, pero miles de preguntas nos avasallan mientras andamos por el sendero hasta que llegamos al parking donde entramos a un coche.
Saludo a Dante Messiri, el nuevo chófer egipcio que ya hacía falta desde la muerte de Lander. El recuerdo de ese hombre tricentenario me hace sonreír. Pobrecito; solo estaba en el lugar equivocado en el momento equivocado.
—Buenos días, Dante. Vamos a la Plaza del Sauce, por favor.
—Por supuesto, Su Majestad.
Salimos del Vielmoe y se incorpora a la carretera dirigiéndonos a la plaza.
—¿Qué vas a hacer o decir?
—Tranquilo. —le respondo al francés. —Lo tengo todo planeado.
El resto del trayecto transcurre en un silencio abrumador. Cuando arribamos a la plaza, las camionetas de la Guardia Real nos hacen una oquedad donde dejar el coche. La plaza se encuentra llena de gente.
Bajo del vehículo con los soldados delante, haciendo de vanguardia para dejarnos pasar.
La gente se echa encima, pero los siete orangutanes que nos protegen los sacan no dejándolos tocarme. Cuando llegamos al pequeño escenario que siempre hay en esa plaza, logro subir las escaleras y posicionarme observando a toda la gente que me observa con ira. Unos alzan pancartas, otros simplemente gritan y una botella sale volando en mi dirección. Me aparto esquivándola y chasqueo los dedos, dando la señal para los soldados que amartillan sus armas contra los manifestantes que se relajan inmediatamente.
—Un solo acto de violencia y abriré fuego contra todos. —murmuro con el micrófono del atril encendido. —¿Se puede saber qué es esto? Me parece una gran tontería esta manifestación.
La algarabía se reinicia y empieza el griterío que me da dolor de cabeza. Algunos amenazan con lanzarme cosas, sin embargo, se detienen cuando los soldados dan un paso adelante.
Las armas se amartillan de nuevo.
—Si queréis hablar elegid un representante. —indico. —El que sea, no voy a estar oyendo vuestros jodidos gritos. Me dais jaqueca.
Me giro cuando oigo unos aplausos detrás nuestra. Los soldados se giran apuntando al hombre que sube y me apunta mientras anda lentamente. Tiene un cierto parecido al amante que Dakota se echó, el tal Harry Manaake que asesiné hace unos días.
—Vaya, vaya. —musita el hombre. —Parece ser que el rey se ha dignado a dar la cara.
—Que sepas que tienes a más de siete guardias apuntándote. —comienzo dando el aviso de que no sólo los visibles ahora me escoltan. —Es imposible que salgas vivo.
—Si no salgo vivo, al menos te vendrás conmigo. —farfulla. —Es lo que te mereces por el asesinato de civiles.
Dirige el dedo al seguro pero mis palabras lo detienen.
—Que le des al seguro es el sí definitivo para que mis hombres te acribillen. —musito tembloroso. —Desconozco todo de ti; ven, siéntate. Charlemos delante de toda esta gente.
—No te creas que conmigo tus manipulaciones baratas sirven. —gruñe enardecido. —Harry Manaake murió siendo inocente. No hizo nada, ¡y tú lo asesinaste!
—¿No hizo nada? —murmuro fingiendo molestia. —No seas incrédulo. —noto las miradas expectantes de toda la plaza sobre mí. —Harry Manaake secuestró y torturó a la reina consorte, Dakota Hemsworth.
—¡Mentira! —chilla molesto. —¡Él no hizo eso!
—¡Te aseguro que sí! —ladro con rabia. —¡Una pena que la reina consorte ya no pueda confirmarlo, porque está muerta! —los sonidos de sorpresa, los flashes de la prensa y toda la situación se tensa. —Pero te aseguro que así fue. La secuestró y la ultrajó de todas formas posibles.
Me apunta fervientemente y viene contra mí pero los fusiles amenazantes de mis soldados lo detienen.
—¡No vuelvas a hablar así de mi hermano!
Las palabras me caen como un cubo de agua fría y en ese momento es cuando me doy cuenta de que estoy hablando nada más y nada menos que con el hermano de Harry Manaake.
*****
Anders.
La rabia que transpiran los poros de mi piel sale cuando golpeo la pared con el puñetazo viendo al rey en la televisión.
Esta hablando de Dakota como si nada, como si el hecho de que él la asesinara no sirviera de nada. Me mata la ira de saber que todo esto ha sido para nada; no tenemos los papeles y mucho menos a mi hermana viva.
Golpeo de nuevo y Dalina viene hasta mí tratando de calmarme.
—Anders, Anders... —musita obligándome a girar la cara. —¡Cálmate!
—¡No ha servido para una mierda, Dalina! —farfullo. Las palabras se me acumulan en la garganta y no las logro sacar, haciéndome doler el corazón. —¡No tenemos los papeles, ni a mi hermana, ni nada!
Me desmorono a llorar abrazando a la mujer que me consuela dándome toquecitos en la espalda.
—Cielo, pero eso no es lo importante... —murmura en mi oreja. —Entiendo tu dolor, pues tu hermana ha muerto y es entendible. Pero tenemos que centrarnos en el futuro, que de esta vez, tiene fecha de caducidad y es el 24 de septiembre. ¡Tienes que centrarte!
El dolor me nubla la vista y mi mujer tiene razón.
Tengo que aclararme, ser consciente de que necesitamos seguridad y no inestabilidad.
Dalina apaga la televisión y salgo del barco dirigiéndome a la casa de Marino Tártaro. Arribo la casa y entro encontrándome con la tortuga centenaria en el salón.
—Señor. —musito saludándolo. —¿Cuándo podremos partir para Isla Esmeralda? Tiene que ser lo antes posible.
—No lo tengo claro, hijo. ¿Habéis averiguado dónde está?
—Es la Isla Narvae. —informo. —Debemos ir cuanto antes, lo más pronto posible.
—Anders, hijo, no es lo más acertado. Aún tenemos tiempo, es mejor que descanséis y os preparéis correctamente para luego ir.
—¡No! —vocifero molesto. —Tenemos que ir ya. El tiempo se acaba.
—He dicho que no. —refuta seriamente sacándome la rabia. —Esa isla está habitada y asediada por miles de seres. Esqueletos, sirenas, hadas, esbirros, ángeles caídos... Vais a necesitar mucha fuerza para ello y acabáis de regresar de una misión como esa. No quiero oír más refutes, capitán.
Me resigno ya que al fin y al cabo es él el que tiene el poder de hacer esto o no; sin él no podemos hacer nada y a él no le afecta llevar a cabo esta misión o no.
Salgo molesto de la casa, maldiciendo internamente ya que odio depender de nadie pero ahora más que nunca dependo del mago y no me hace gracia.
Saco el móvil y lo abro para marcar el número ya guardado de la actriz con la que me comunico.
—¿Sí? —contesta su voz al otro lado de la línea.
—Laetizia. —la saludo. —¿Cómo estás?
—Anders, buenos días... —me devuelve el saludo. —Bien, todo por aquí bien. ¿Vosotros?
—Me alegro. —digo lacónico. —Nosotros... ya sabes. Recién hemos llegado de East Plate y... demasiadas cosas. Pero bueno, da igual. —cambio de tema tratando de no derrumbarme. —¿Qué has pensado sobre el plan?
La mujer toma aire antes de disponerse para hablar.
—Pues mire, capitán. Considero que es una buena idea aprovechar vuestro viaje a East Plate.
—No te sigo. —la corto.
—Simplemente podemos decir que os fuisteis a East Plate y no volvisteis.
—No me cuadra. —Soy sincero. —Necesitamos algo más.
—Es la mejor opción. Decir que jamás volvimos a saber de vosotros. Tiene mucho sentido.
—Pero no me suena del todo creíble, Laetizia. —la oigo suspirar. —Ya sé que así os quitáis el muerto vosotras, pero no me suena del todo creíble.
La línea se queda unos segundos en silencio de ambas partes.
—No es eso. —farfulla. —Es que no vamos a salir en televisión diciendo que un kraken os comió delante nuestra. Eso sí que no tiene lógica.
La idea brilla en mi mente claramente al oírla.
—No. —musito dándole la razón. —Pero sí podéis decir que no volvimos de una misión.
—¿Eh?
—Concede una entrevista dentro de unos días. —farfullo. —Días después de este viaje. ¿Os vais el seis, no?
—Mmmmm, sí. —murmura.
—Pues podéis contar que regresamos a un pueblo donde nos alojábamos desde que huímos. —sé que no tenían pensado mencionar Pueblo Veneno. —Y luego, nos acompañasteis a una misión y jamás volvimos. Y tú y Vangalore más las mujeres del servicio lograsteis llegar a dicho pueblo.
Me la imagino pensando en la idea.
—Mmmmm, bueno. Puede ser. Sí, sí. Suena bien, si.
—Perfecto. —musito. —Seguimos comunicados, ¿bien? Tengo que dejarte.
—Oh, claro. No te preocupes. —me dice. —Adiós, capitán.
—Adiós, Laetizia. —me despido. —Ah, y... Muchas gracias.
Le digo antes de que cuelgue.
—No es nada, capitán.
Cuelgo la llamada y bajo la colina en la que se encuentra la casa del mago, volviendo a entrar en el barco y dirigiéndome a por mi siguiente problema: Iriel Fontes.
Mi cuñado nos ha traicionado.
La cara de dolor de Dalina, expresiva en cuanto a tristeza y decepción, fue algo que se me clavó en el pecho cuando nos vió llegar con su hermano vestido de Guardia Real. Me costó lograr sacarla del cuarto, pero ahora siento que tiene una rabia que puede ser peor de lo que parece.
Llego a Veneno y saludo a los muchachos que trabajan fuera metiéndome a la recámara y posteriormente al almacén, donde escucho unos gritos que me hacen pegar la oreja.
—¿Por qué? —oigo la voz de mi mujer sollozando. —¿Por qué con él, Iriel?
—Yo solo estaba buscándome la vida. —musita. —Vinieron por mí; no sabía que hacer, era vuestro único cabo en West Plate.
—¡Eso no es justificación! —le chilla ella. —Ni siquiera pusiste empeño, ni en llamarme, ni en saber de mí. ¡Hubieses tenido más de una opción!
—¿Y venir con vosotros, a tener esta mierda de vida? ¿Huyendo de la ley? ¿No puedo acercarme a una ciudad? ¡Menuda basura!
—Pues mejor que te manejen como una marioneta de mierda sí es. —escupe ella con rabia y los sonidos me hacen deducir que se ha levantado. —Por qué es lo que eres. Una marioneta de mierda. ¡Una puta marioneta que manejan como les da la gana y que usan para lo que quieran! ¡Una basura!
Es entonces cuando oigo un sonido parecido a un aplauso que me saca toda la rabia que llevo dentro.
Me echo hacia atrás y de un empujón, abro la puerta de madera encontrando al hombre que, por suerte para él, es familia de mi novia. Porque sino, estaría jodido.
—¡Mejor que ese maldito paria que tienes de novio! ¡Que hasta preñada te ha dejado, para que tengas el hijo de un criminal...! —se calla cuando me ve en la puerta y dirijo la mirada a la mujer que yace con la cara hacia un lado y la mano sobre la mejilla. <<Le ha dado un bofetón>>
La rabia de las palabras que mi subconsciente repite me hacen abalanzarme sobre el hombre de pelo largo rubio.
Caemos al suelo, y no me importa que tan fuerte sea; mis impulsos son mucho peores, mi rabia puede hacer peores cosas que sus músculos y le doy un codazo que deja su labio sangrando a la vez que lo tomo del cuello. Estampo la zona dura de mi cráneo contra su frente, creando una brecha y lo golpeo dos veces más antes de sacar el revólver que le pongo entre ceja y ceja.
—¡No! —chilla Dalina viniendo contra mí y echándome hacia atrás. —¡Déjalo, Anders!
Las súplicas de mi mujer me hacen volver a la tierra y salir de esa nube de ira.
—Te libras por ser mi cuñado, porque sino, te enterraría un tiro en la frente. —musito echándome hacia atrás. —A la próxima vez que la toques, me dará igual quién me lo pida. Te mataré y no me dará ninguna pena echarte de comida a los tiburones.
Me pongo de pie, limpiando de las manos la sangre de los golpes y voy hasta Dalina.
—Cariño, ¿estás bien? —asiente. —No deberías estar aquí, con este hijo de...
—¿Has visto? —farfulla el rubio desde el suelo, limpiándose las heridas. Se sienta y se pasa el dorso de la mano por el labio. —No es más que un puto asesino. ¿Esta es la vida que quieres, Dalina? ¿Al lado de este criminal? ¿Hasta dónde eres capaz de llegar?
—Lo prefiero mil veces antes que ser una marioneta de Jason, que, para tu información, es mucho más que un criminal. —murmura ella. —¿O es que se te olvida que mata a diestro y siniestro según le da, eh?
—Si lo hace es por una razón y él es nuestro rey. —la señala. —El tuyo, —me señala a mí. —el suyo, y el de todos.
—¡Eres su marioneta! —chilla molesta. —Me das mucha pena.
—Y tú eres su zorra. —sus palabras salen disparadas hacia su hermana que se gira de medio lado analizando lo que dice. A mí me saca la ira y aprieto los puños tratando de controlarme. —Como su hermana, no eres más que una perra sedienta que es capaz de vender hasta su alma por un hombre que no la quiere. ¿Es que acaso crees que te quiere? ¿Eres tan ingenua? ¡Te está usando, Dalina! ¡Date cuenta de que, —me señala y las palabras me están quemando por dentro. Le recomiendo que no siga. —para este puto criminal, no eres más que el hoyo donde meterla cuando...!
No dice nada más cuando, desde la puerta, con mucha agilidad, Dalina me arrebata el arma y quita el seguro apuntando a su hermano.
Todo pasa tan rápido que no me da tiempo a reaccionar.
Aprieta el gatillo que dispara contra su hermano y que, aunque iba a la cabeza claramente, llega hasta el pecho, a la altura del corazón. La bala impacta y el rubio se calla inmediatamente. Miro a la mujer que aprieta los dientes con la respiración acelerada.
Iriel se lleva las manos al pecho, manchándolas de su propia sangre, mirando a su hermana con una expresión que me produce un cero por ciento de pena.
Da un respiro largo antes de caer hacia atrás dejando la sangre esparcirse.
Dalina da un paso adelante, pero ella sola se detiene bajando el arma.
Siento como sorbe con la nariz y se gira, mirándome, sin embargo, voy hasta ella tomándola cuando comienza a llorar y se desvanece en dirección al suelo.
—¡Dalina! —la agarro tomándola de la parte baja de la espalda. Coloco la otra mano en la parte alta y la alzo contra mi pecho llevándola como los maridos a sus esposas en las bodas.—¡Tamara!
Cierro la puerta del almacén dejando a Iriel desangrarse y me dirijo hacia la enfermería del barco. <<Si ella le ha pegado el tiro, es que debe morir>>
Me muevo por los pasillos del barco y arribo el lugar encontrándome con la mujer de pelo rizado que se gira al oírme entrar.
—Capitán. —me saluda.
—Buenas, Tamara. —le contesto dejando a Dalina sobre la camilla de en medio. —Necesito que la atiendas urgentemente: se ha desmayado hace unos segundos, estábamos... en una situación un poco tensa. —La mujer se levanta y va hasta la camilla comprobando con positividad los signos vitales. —Necesito que la revises, que esté perfecta... —farfullo. — y que compruebes el estado del bebé.
Ella asiente.
—Claro, capitán. Tranquilo, tiene toda la pinta de que ha sido un síncope sin demasiada importancia.
Mis hombros se destensan inmediatamente y me siento observando como Tamara revisa a mi novia.
Abre sus ojos con cuidado revisando las pupilas, toma el pulso de nuevo y revisa su respiración.
—Efectivamente. —confirma dándome la calma. —Sus pupilas están de un tamaño normal y tienen respuesta al estímulo, su pulso está un tanto acelerado pero es normal debido a la caída de presión y respira con normalidad. Parece un síncope sin importancia. —sus palabras me tranquilizan. —Así que voy a revisar el embrión, pero lo más probable es que esté perfectamente, capitán.
—Perfecto.
De repente, nos distraemos cuando alguien toca la puerta.
—¿Sí? —dice Tamara.
Craber abre asomándose por el filo de la puerta.
—Buenos días, Tamara. —saluda a la enfermera que asiente. —Eh... Anders, tienes que salir a la cubierta.
Ladeo la cabeza.
—¿Es estrictamente necesario? No quiero dejar a Dalina.
—Capitán, vaya tranquilo, no pasa nada. —me habla Tamara. —Ella parece que está bien y le daré algo para recomponerse cuando despierte. Usted tranquilo.
—Y... de todas formas sí es necesario. —continúa Craber. —Tío, se está revolucionando el rebaño.
Miro a Tamara que me hace un gesto y me levanto saliendo del cuarto para seguir a mi mejor amigo.
—¿Qué? —cuestiono cuando ya estamos fuera. —¿Qué dices, porque?
—Están alegando que has matado a Aldous sin motivo. —farfulla. —Y bueno... que su vida corre peligro y tú eliminándolos... etcétera.
—Joder...
Subimos las escaleras hasta llegar a la cubierta, donde me esperan varios tripulantes sentados en círculo como lo son Ibon, Knavs, Calamity, Darko, Enerah y Anne.
Llego metiéndome al centro y los observo uno por uno.
—¿Se puede saber qué está pasando? —cuestiono.
—Nada importante, capitán. —me habla Anne Scrabe. —Simplemente queríamos saber si, cada vez que cometamos un fallo, va a golpearnos hasta la muerte. Tal y como lo hizo con Aldous.
La algarabía se forma y me habla Knavs Turner.
—Claro. —musita. —Porque algunos estamos aquí, llegamos en momentos complicados y nos reciben con una maldición. Para luego enterarme de que estás matando a la gente sin ton ni son.
Sus palabras me pican, haciendo que quiera rascarme por todo el cuerpo.
—Knavs, —hablo. —que sepas que nadie te obligó a meterte a esta tripulación. No puedes culparme a mí de esto; no soy adivino y mucho menos vidente, así que no me jodas. Yo no he tenido la culpa de que nos hayan maldecido, y tampoco puedes sacarme eso en cara. Vinisteis pidiendo ayuda; así que ateneros a las consecuencias.
—¡Es injusto! —me refuta.
—¡¿Crees que no lo sé?! —vocifero. —¿O es que te crees que soy estúpido y no soy consciente? Es una mierda; lo sé. Pero yo no puedo hacer nada y nuestra única opción es estar unidos como para que andéis jodiendo ahora por estas payasadas.
—Yo vine con mi mujer buscando una vida mejor. —me habla Ibon Sawzky. —Y ahora estamos con una maldición encima y un embarazo inminente.
—¿Se te olvida que yo también soy persona, eh? Mi mujer está embarazada, como la tuya, y también está maldita. —salgo del círculo para abrir la puerta. —Pero eh, si tanta queja hay, os invito a iros. El que quiera; que se largue.
—Sería injusto que alguien lo hiciera. —me dice Calamity. —Al fin y al cabo estamos aquí por un objetivo común.
—¿Por qué lo mataste? —me pregunta Darko y, aunque debería, no puedo evitar no sentir pena.
Aldous era uno de sus mejores amigos y aunque el ruso me cae genial, ese maldito me tenía harto.
—Bueno, Darko. —informo cerrando la pequeña puerta. —Tu amiguito nos traicionó, de hecho, tú estabas allí presente. Quemó los papeles y nos encerró; estaba dispuesto a matarnos.
—Todos cometemos errores...
—¡Pero ese error casi nos mata! —digo en un tono más alto por la exasperación. —¡A ti, a mí, y a todos!
—¡Tu hermana también cometió errores, y nos estábamos jugando el cuello por rescatarla!
Las palabras me dejan callado, hasta que me suelto a reír.
—Pero Darko... —musito burlesco. —¿Ahora vas a comparar a ese pordiosero con mi hermana? Ella no formaba parte de mi tripulación.
—¡Si lo hubiera hecho no la habrías matado!
—¡Te aseguro que sí! —me enfrento al ruso que se pone de pie. Me saca una cabeza, pero me da igual. Hoy no tengo el día y la ira no ha salido de mis venas aún. Craber viene contra nosotros separándonos. —Deja ya de lloriquear. Tu mejor amigo está muerto, ¡porque el primer lema de este puto barco es que no se aceptan ratas traicioneras! ¡No se aceptan!
El ruso se queda callado con los ojos brillantes y Craber le susurra algo al oído que lo hace apartarse. Me giro hacia el resto con las manos a la altura del pecho con un deje interrogativo.
—¿Entonces, qué queréis hacer? —río. —¿Vais a echarme?
—Sí podemos sí. —musita Knavs Turner levantándose. —Creo que alguien menos impulsivo llevaría este barco mil veces mejor que tú.
—Inténtalo. —río en tono burlesco. —Venga, estoy esperando. Aún faltan dos años para que haya elección de capitán.
—Pues sí, vamos a intentarlo —me dice el desagradecido de Ibon Sawzky. —, y es que queremos convocar una elección anticipada.
****
Parece que hay movida dentro del barco, ¿eh?
Cada vez falta menos para el —aseguro que lo es— apoteósico final. Nos vemos pronto :3
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