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CAPÍTULO 25

'Ira'

Anders.

Sentí mi corazón quemarse, mi alma desaparecer y, si acaso tenía alguna bondad en mi, desapareció completamente cuando vi el cuerpo de mi hermana caer al suelo, muerta.

Todo es culpa de Jason Diphron. Una ira me corroe por las venas, tan latente como las llamas que asolan el castillo. No puedo respirar, siento que mi cuerpo nada más está en ebullición; si respiro, me arde el tabique nasal entero y los pulmones me ardían y parece que amenazan con explotar.

Noto como mis vasos sanguíneos se contraen, transportando la sangre ferviente y la picazón que me ataca me pide que me rasque el cuerpo entero hasta arrancarme la piel. La ira me ha cegado, apenas veo y solo oigo gritos.

—¡Anders! —oigo que me grita Craber mientras sigo acariciando el cuerpo inerte de mi hermana. —¡Nos tenemos que ir!

—Dakota... —me lamento en el suelo y oigo una tanda de balas romper la puerta. —Vamos, por favor...

Craber se agacha frente a mí y su mano grande me toma del mentón obligándome a mirarle.

—¡Anders, vámonos! —vocifera. —¡Esta mierda se está quemando y tú no puedes morir! ¡Vamos!

Su paciencia se acaba y me toma del brazo, dejando caer el cuerpo de Dakota que se desliza hasta el suelo como un muñeco de trapo.

—¡No! —pataleo pero la fuerza de Craber puede contra mí y me lleva al hombro como si fuera un bolso. —¡Que no, Dakota! ¡Dakota!

No sé porqué la llamo; ¿acaso pretendo que se levante? Las lágrimas me enceguecen, siento una presión en el cráneo que me permite saber cómo mis venas se contraen con la presión sanguínea que me pone el corazón a latir con violencia.

Muevo las piernas intentando liberarme del agarre del navegador, pero no lo logro.

Veo a Faraday corretear hasta el cuerpo y todo se vuelve un caos: la puerta cae con fuerza desvelando el fuego que se desata llevándose todo.

—¡Mierda!

Me desoriento completamente; pierdo la noción de las cosas y ya no sé quién es quién. Solo oigo gritos, estruendos y golpes.

—¡Los papeles! —grita alguien mientras Craber sale por la ventana y se engancha de la escalera conmigo aún al hombro.

Solo veo el suelo y está borroso.

—¡Suéltame! —me zarandeo muerto de ira, con las lágrimas cayendo por mis mejillas sin ningún tipo de control.

—¡Estate quieto!

—¡Que no!

Logro escaparme de sus brazos cayendo al suelo de pie. Mantengo el equilibrio y veo a Faraday bajar con el cuerpo sin vida de mi hermana entre sus brazos. Los ojos se me llenan de lágrimas de nuevo.

Me sujeto a la escalera mientras el muchacho llega al suelo, extendiéndome a la joven inerte.

—Tome, capitán.

La tomo de nuevo sintiendo como su cuerpo se enfría poco a poco. Me alejo cuando Faraday comienza a desmontar la escalera. Caigo de rodillas al suelo, acercando a mi hermana contra mi.

—Dakota... —musito sollozando.

—Anders. —me llama Craber de nuevo. —¡Anders!

Siento que la vida se me escapa entre los dedos; el dolor que me avasalla es el mayor vacío que he podido sentir en toda mi vida.

—¡Nos tenemos que ir!

Craber tira de mi brazo poniéndome de pie pero no quiero soltarla.

—Vamos a hacer una cosa. —me habla mi amigo de nuevo. —Vas a reaccionar, Anders. ¡Necesito que reacciones, joder!

Me toma del mentón obligándome a mirarlo y siento su rabia, su mano me transmite la ira que siente y un calor me empieza a recorrer haciendo correr sangre por mis venas, sangre que porta rabia, ira, molestia, enfado con furor. Noto mis arterias contraerse con el flujo de sangre corriente.

—¡Tenemos que largarnos de este jodido sitio antes de que llegue la Guardia Real y te acribillen! —su mano impacta contra mi cara cuando no doy respuesta; simplemente las palabras no me salen. Abro los ojos por la fuerza del impacto. —¡Reacciona!

En ese instante, todo lo que estaba siendo detonante me hace reaccionar. Aprieto la mandíbula y se me llenan los ojos de lágrima de impotencia; pero de impotencia de no poder quemar el puto país entero.

—Toma. —le tiendo el cadáver sin vida de Dakota. —Tengo que hacer una cosa.

Salgo corriendo y los tripulantes restantes me imitan. Faraday lleva la escalera y Craber el cadáver que aún debo enterrar de mi hermana.

¿Quiere guerra? Ha asesinado a mi hermana sin motivo alguno; no le ha servido de nada matarla, era completamente innecesario que ella saliese sin vida de ese castillo ya que hemos perdido los papeles.

Esta va a ser mi declaración de batalla final, si así lo quiere.

El largo tramo de escaleras me espera peor mis piernas no quieren cesar. Comienzo a bajar, dos escalones por medio segundo, mis muslos arden pero no ceso girando las esquinas y bajando casi medio tramo en menos de un minuto. Continúo y veo la entrada a la cueva, cada vez se acerca más el final no esclarecido rodeado de pinchos y rosas que tendré que saltar. La respiración se me acelera cada segundo más, pero no paro hasta que llego abajo y arribo al final, saltando la maraña de espinas y flores punzantes para caer a la arena de la orilla.

Aterrizo posando las manos en la orilla arenosa. Me yergo limpiándome las palmas y solo oigo un barullo formado por las voces de los tripulantes. Veneno nos espera en una esquina, con la tabla puesta y comienzo a moverme, ignorando a todos a mi paso.

Me topo con el ruso que me habla pero sigo de largo.

—¡Capitán! —me llama pero solo ando, me pitan los oídos y siento que no me descargo voy a explotar.

Es por eso que entro a la recámara tomando el dispositivo con las siglas REC pintadas, poniéndolo en funcionamiento y también agarro los papeles adhesivos que me hacen falta. Voy hasta la bodega donde Alex Monrovell descansa y lo tomo del pelo poniéndolo de pie. Se asusta pero sus tapaduras no lo dejan hablar; las ataduras no lo dejan moverse pero me acerco hasta su oído.

—Vas a pagar el daño que has hecho. Aquí, y ahora. —Escupo enrabietado y lo saco del barco a las malas. Miro a Iriel a su lado. —Y tú te libras por ser mi cuñado, porque sino te enterraría ahora mismo un tiro entre ceja y ceja.

¿Muertes innecesarias? El monarca no tiene de que preocuparse; a cruel, sádico y desalmado él no me gana.

Tiro de Monrovell que intenta resistirse cuando lo bajo de Veneno. Los tripulantes me persiguen, algunos intentan detenerme en un principio pero la imagen de Dakota cayendo fallecida hace que la rabia me tapone los oídos.

—¡Capitán, espere! —oigo la voz de Faraday al cual ignoro. —¡Espere!

Con alguna dificultad, llevo al político hasta la entrada de la cueva, ese arco de madera que da paso a los cubículos de oficinas que Jason tiene ahí instalados.

Me meto por el puente que une ambos extremos y derribo a Monrovell de una patada.

La ira me transpira por los poros y ahora solo soy una bola de fuego e impulsividad. No atiendo a razones, solo quiero acabar con estas llamas internas que están alterándome y volviéndome loco. Me da igual si es lo correcto o lo más arriesgado. Quiero dejarle un mensaje a Jason.

Voy hasta el otro lado trayendo una larga cuerda; cuerda que ato en el cimiento más alto del puente con una puntería milimétrica, bajo el otro extremo que dejo colgando y levanto al político que me mira aterrado. Los tripulantes me esperan al otro lado del puente, expectantes.

—¡No, Anders! —me detiene Faraday. —¡Pare!

—¡Era la jodida moneda de cambio de Dakota! —le contesto deteniéndolo cuando camina hacia mi. Creo que soy capaz de pegarle un tiro a él también sí ahora mismo intenta detenerme. —¡Y ahora que no hay Dakota, no hay Monrovell!

Levanto al trozo de mierda que se mueve intentando huir. Traigo la cuerda pero sus intentos de huida me impiden atársela al cuello, así que lo golpeo atontándolo y borrando el dolor de cabeza que es lo que me dificulta las cosas.

Le doy un codazo que le pone la nariz a sangrar, lo desestabiliza y se tambalea amenazante con caerse, pero lo detengo agarrándolo con violencia del cuello.

Tiro de la cinta adhesiva que cubre sus labios, haciéndolo gritar al arrancarla violentamente.

—¿Algo que decir? —me burlo sonriéndole.

—Yo.... yo... —cuando se queda callado, traigo la cuerda y comienzo a atarla alrededor de su cuello. —¡Para, para, por favor! ¡Jason si tenía que ver en el campamento! ¡Nada más cambió el nombre del representante del negocio! ¡Puso a la reina consorte, a tu hermana! ¡Pero él manejaba todo!

Sonrío ante su confesión y saco de mi bolsillo el dispositivo de grabación que paro con el pulgar cuando termina de lloriquear. Él se sorprende al verme con la grabadora.

—¿Tanta espera para esta maravillosa confesión? —cuestiono burlesco. —Al menos ha valido la pena.

Mi tono parece relajarle; pero que no se espere nada. Estoy en una de mis peores crisis mentales. La ira, la nostalgia, el dolor y la muerte se me han juntado dentro colisionando ahora mismo y él va a ser mi mejor saco de boxeo.

—¿Me vas a dejar vivir, no? ¡He confesado, era lo que querías, y además está grabado! —sonríe y le devuelvo el gesto, pero segundos después los músculos de mi cara se estiran dándole una más oscura.

—Que hayas confesado no me quita la rabia que siento. —le contesto tomándolo del pelo de nuevo. —Y si no te mato yo, te matará Jason, por traicionero. Así que prefiero llevarme yo tu baja y el placer de verte dejar de respirar.

Llevo la cabeza hasta su frente con fuerza, dándole un cabezazo potente que lo deja mareado y le hace una brecha en lo alto de la cabeza.

—¡¿Qué?! —me chilla, pero le coloco la cuerda en el cuello dando varias vueltas hasta que se va acabando, dejando lo justo para tirar y dejarlo flotando. —¡No, para, para! ¡Para!

Ignoro sus lloriqueos y meto lo sobrante del final por el collar de cuerda que, con mucho gusto, le he preparado. Voy hasta el otro extremo y, después de asegurar el nudo, agarro el final opuesto de la soga y tiro con fuerza haciendo que el peso de Alex Monrovell se eleve en el aire.

Se mueve como un pez en el agua, intentando liberarse de la cuerda e intentando recuperar el paso del aire, pero no logra deshacerse de las ataduras ni llevar sus manos a su cuello atado.

Por mera inercia, se me sale una sonrisa satisfecha al verlo asfixiándose, muriendo de dolor por la falta de aire que estará haciéndolo sentir que se le queman los pulmones y me pregunto, <<¿Qué clase de demonio soy?>> Y mi subconsciente se responde solo <<La misma de los que han matado a tu hermana y a tu madre>> Y entonces cualquier resquicio de culpa desaparece.

Disfruto viendo como su cara se va poniendo azul, las venas de su cuello se remarcan y parece que van a explotar, a la vez que parece que se le van a salir los ojos; se zarandea de lado a lado hasta que se va quedando quieto, su vida se apaga y no lo lamento en absoluto. En su cochina lápida debería poner <<Alex Monrovell, 'mil ochocientos yo no sé qué-1881, explotador de indigentes. Viviste demasiado, ojalá y no descanses en paz por puto.>>

Saco uno de los papeles adhesivos de mi bolsillo y miro de reojo a los tripulantes que me esperan sin ningún tipo de sorpresa en sus rostros.

<<Radio 106.7 a las 20:20, hoy.>> Escribo pegando el papel en la viga detrás del cadáver del político, y en esas, ando hasta donde se encuentran mis tripulantes.

—Vámonos. —farfullo. —No tenemos nada más que hacer aquí.

A medida que voy andando, siento que me desfalco cada vez más. Me palpita todo el cuerpo, las venas se me hinchan cuando la sangre corre a velocidad infrahumana y los vasos sanguíneos del pecho se me contraen en un intento de apaciguar la ansiedad que me toma. Me falta el aire, siento que voy a vomitar y en el principio de la tabla, trastabillo y caigo al suelo sin fuerza y habiendo perdido la vista por el mareo.

Me pierdo cuando Craber me agarra antes de tocar el suelo, sintiendo que la vida se me escapa entre los dedos.

***

Cuando despierto, una luz penetra mis pupilas analizándome.

—Está bien: nada más ha sido una situación de estrés extremo lo que ha causado el desmayo. —le informa a Craber al final de la sala.

No me gusta haberme desmayado. Me da la sensación de perder el control y que todo se me va y no me doy cuenta.

—¿Qué... qué ha pasado? —murmuro irguiéndome y dándome cuenta que estoy tras el biombo de la sala médica de Veneno.

—Capitán, se ha desmayado mientras salíamos del Luvemount. Después de asfixiar a Monrovell con la cuerda. Ha sido como un descanso que ha pedido su cuerpo. También influye el poco sueño y la casi nula alimentación.

Por un momento, me siento regañado.

—¿Cuánto tiempo ha pasado? —cuestiono enervándome.

—Hemos salido a las 05:07 de la madrugada, —me informa Tamara— son las 05:46. Estamos a 66 kilómetros de Isla Esmeralda, saliendo de Bahía Blanca.

Miro hacia todos lados, los recuerdos vienen a mi mente haciéndome llegar las lágrimas y la ira. Los atisbos de recuerdos me toman y río yo solo ante mis acciones cuando la ira me sobrepasa. <<He asfixiado a Monrovell en el puente de la cueva>>

—¿De que te ríes? —pregunta Craber mirándome extrañado.

—Nada, nada. Cosas mías.

—Menudo colgado.

<<Colgado ha quedado Monrovell>>

Tocan la puerta sacándome de mis pensamientos estúpidos sobre el asesinato que he cometido.

—¿Sí? —Tamara va hasta la puerta abriendo la puerta y dejando pasar a una histérica Calamity disfrazada.

—¿Ha despertado ya Anders? —su pregunta se contesta sola cuando me ve sentado sobre la camilla. —La guardia marítima está afuera, esperando hablar con el capitán del barco.

—No es una buena idea, el capitán acaba de...

—Craber, ayúdame a levantarme. —digo sintiendo mis músculos entumecidos y cortando a Tamara, que me mira ofendida.

Se lleva la mano al pecho dramática.

—¡Acabas de despertarte de un desmayo de casi una hora! —me riñe. —¡Y ya estás otra vez en las andadas!

—El capitán de este barco soy yo y me están reclamando. —contesto. —Luego seguimos con el fatídico diagnóstico que pronostica mi muerte prematura, ¿bien? —Voltea los ojos y le lanzo un beso con un gesto —Vamos.

Antes de salir, me pongo una peluca y unas lentillas y salgo a la cubierta donde los tripulantes esperan en posición de ataque disimulada.

—Buenas noches. —hablo al salir. —O buenos días, ya a estas horas. Soy el capitán Erick Motê, —miento diciendo lo primero que se me viene a la cabeza. —¿en qué puedo ayudarle?

—Buenos días, capitán. —me hablan desde un barco más pequeño, de color blanco y de aspecto de D33 Vassel, un policía negro y ancho de caderas y un blanco esmirriado. Vamos, el ying y el yang. —Le habla el agente Remírez y el agente Pattinsen del Ejército de Agua perteneciente a la Guardia Real. Queríamos saber cuáles eran sus andanzas por esta frontera marítima a estas horas de la noche. No sé si son conscientes sobre qué están saliendo de la provincia de Bahía Blanca. ¿Hay algún motivo en especial?

—Claro que lo hay. —explico con tranquilidad. —Somos de la empresa distribuidora del rey. Hemos ido a enviar un paquete de mercancía al Marqués de Tardefford y ahora nos regresamos a nuestra morada, en la provincia de Cala Verde.

—¿Son de Marbalajes S.A? —se me sale un tic que me cierra el ojo al oír el ridículo nombre.

—Sí, efectivamente.

—¿Podría traerme el papel que lo certifica, por favor? —me pregunta el otro, presentado como Pattinsen.

—Oh, claro.

Me giro viendo a mis tripulantes asustados.

<<¿Cuál papel?>> Cuestiona la mirada de muchos. Otros ya saben que voy a hacer.

Pero yo no tardo en dar respuesta.

En un ágil y rápido movimiento, saco el revólver al que le quito el seguro, y entierro dos tiros certeros entre las cejas de cada hombre que ni tiempo ha reaccionar han tenido.

Ambos caen muertos y sonrío con inocencia soplando los residuos del disparo.

—Estas son mis certificaciones. —río burlesco.

Me asomo a la bordilla viendo los cadáveres y de un salto, aterrizo en el barco.

Me giro encontrándome con la atenta mirada de los tripulantes.

—Vigilad que no se aparezca ninguno más. —ordeno. —¡Faraday! —llamo al grumete que se asoma.

—¡Dígame, capitán! —contesta.

—Tráeme una bayeta limpia y bájate a ayudarme con estos, porfavor.

—Como ordenes, capitán.

Paso por encima de los cadáveres y me acerco a Remírez que tomo con facilidad y saco su chapa. Lo tiro por la borda, viendo como, aunque por su delgadez me parecía imposible, el agua sí lo arrastra hacia dentro el cuerpo del policía.

Intento lo mismo con Pattinsen no sin antes quitarle la chapa, pero me cuesta levantarlo y Faraday aparece con la bayeta y el alcohol que utilizo por si hay que limpiar huellas.

Lo deja a un lado al verme en la tarea difícil de echar al otro al agua.

—Madre mía... —farfullo con agotamiento mientras intento sacarlo. —Sí dicen que ha muerto de un infarto, cualquiera se lo cree...

—Claro, y con un tiro en la frente también, ¿no? —se burla Faraday y logramos alzarlo para luego desplazarlo y tirarlo al mar, donde se hunde rápidamente.

—Después de este ejercicio de bíceps ya no tendré que ir al gimnasio en un mes.

—Lo dices como si hubieras ido alguna vez. —me contesta el muchacho metiéndose al barco.

Sonrío y me adentro yo también.

—Limpia esto, —le digo. —yo voy a dar un mensaje por la radio.

—Pero se van a dar cuenta de que no eres Pattinsen o Remírez.

Ladeo la cabeza.

—Le habla el agente Remírez y el agente Pattinsen del Ejército de Agua perteneciente a la Guardia Real. Queríamos saber cuáles eran sus andanzas por esta frontera marítima a estas horas de la noche. —imito con cierta burla y perfección la voz nasal de Remírez. —¿Ves? Yo todo lo hago bien.

—Si tú lo dices...

Faraday va a la borda limpiando la sangre y las huellas y yo me muevo hasta la radio encendiéndola.

—Aquí el agente Remírez del Ejército de Agua de la Guardia Real, número —miro la chapa. —9975, ¿me reciben?

No contesta nadie hasta pasados unos segundos que la radio emite señal.

—Sí, agente Remírez, lo recibimos desde la central eastiana alto y claro. —me dicen desde el otro lado de la línea. —¿Ha sucedido algo?

—Todo en orden, central. —contesto sin abandonar el tono nasal. —Solo quería informarle de la extraña aparición de un hombre en un barco alardeando sobre un mensaje importante en la cueva del Palacio. ¿Es cierto el reciente ataque que ha habido en Luvemount?

—No se preocupe por eso, agente Remírez. Están inspeccionando la zona, pero el rey y el servicio están en buen estado. —<<Una pena. Estaba deseando bailar la danza del vientre al enterarme de que por casualidad hay ceniza de rey>> —¿A que se refería dicho individuo con un mensaje importante en la cueva del Palacio?

Me contengo la risa.

—No lo tengo claro, central. Igual se refería a algo que ha visto desde su casa, algún mensaje o pancarta colgante que hayan dejado los atacantes al entrar, o algo. —aguanto la carcajada. <<Mensaje colgante>> —¿Se sabe algo de los atacantes?

—Muy poco. —contesta el hombre del otro lado. —No se sabe como es su barco, ni cuantos eran con exactitud. Tampoco se sabe sobre el cuerpo de la reina consorte, que el rey afirma que ha sido asesinada en el ataque. —las palabras me hacen doler el pecho. —De todas formas, toda la Guardia Real estará informada sobre el caso. Parece ser que van a mudar durante la reparación del Luvemount al Palacio Vielmoe. Nos seguirán informando.

<<Ojalá una araña le pique el ojo a ese maldito de Jason y quede pareciendo que tiene hipertiroidismo>>

—Bueno, gracias por la información, central. Corto y cambio.

Apago la radio regodeándome en mi ruina.

¡No he conseguido nada! Ese sapo sigue vivo y lo van a cambiar de palacio . Ni siquiera he sido capaz de quitarle a la puta. Lo único ha sido la <<pancarta>> que les ha quedado en la cueva. Espero que con eso se entretengan lo suficiente en lo que llegamos a Isla Esmeralda y nos deshacemos de esa jodida maldición. Al instante, se me viene Dakota a la mente y lo caro que le ha salido todo esto.

Solo espero que la vida no me dé tregua; así podré olvidar lo que le ha pasado con más facilidad.

***

JASON.

Bajo tramo a tramo la escaleras, ayudando a la sirvienta que tose con el humo. Llego abajo y un bombero me ayuda a tocar el suelo y ahí mismo el flash y las preguntas de la prensa me atacan.

<<¡Su Majestad, ¿qué ha pasado?!>> <<¿Dónde está la reina consorte?>> <<¿A que se ha dado el incendio? ¿Quiénes eran los atacantes?>> <<¿Porque se han llevado a la reina consorte?>>

No se la han llevado. Me la he llevado yo, pero al otro barrio.

—Por favor, el rey no está para contestar preguntas ahora mismo de ninguna índole. —habla el máximo jerarca de la Guardia Real.

Sigue hablando y nosotros avanzamos hasta las escaleras.

—¿Tenemos que bajar todo eso? —farfulla Elene a mi lado, abrazándose a mi por el frío y el relente de la madrugada. —Prefiero quedarme aquí arriba o morir.

—No digas eso. —sus palabras me ocasionan incomodidad. —No puedes quedarte aquí, la policía tiene que sellar esto, analizar a los muertos y restaurar todo. Tenemos que coger un barco y seguir la ría hasta Vielmoe, es más rápido y seguro.

La tomo de la mano y escoltados, comenzamos a bajar las escaleras hasta que llegamos al final que es prácticamente una maraña de espinas y rosas las cuales evadimos.

En ese momento, suelto la mano de la caucásica al ver a todo el mundo en la entrada de la cueva; barcos de la GNN, camionetas y periodistas que mis guardias evaden y reducen cuando se acercan al verme.

Me sigo moviendo con desesperación, anhelando ver que es lo que tanta gente observa y me quedo aterrorizado al ver el espectáculo.

En medio del puente que une ambos extremos de la cueva, se encuentra el cadáver asfixiado de Alex Monrovell, atado a una cuerda y con hilos de sangre por la cara.

<<¡Maldito, maldito sea mil veces! ¡Hijo de la gran puta!>>

La policía y la Guardia Real intentan evadir a los periodistas intensos que no dejan el cuerpo en paz. Unos se vienen contra mí arrebatándose de las manos un papel que me hacen llegar.

—¡Su Majestad! ¿Qué significa esto? ¿Hoy, a las 20:20? ¿Qué quiere decir? —son las preguntas más frecuentes que me hacen.

Leo el papel que en ese mismo instante me da migraña. <<Radio 106.7. A las 20:20. Hoy.>> ¿Qué mierda planea este estúpido?

—El rey no está en condiciones de responder preguntas. Abran paso. —dice uno de mis matones haciendo que todos se separen cómo Moisés separó las aguas, dejándome un cómodo camino al que paso.

Los forenses aparecen y sacan de allí a todo el mundo al igual que ambulancias que van por agua, por si es más cómodo llegar por la ría, y se encargan del cuerpo del político. <<El maldito Anders>>

Pienso desenmascararlo delante de la prensa, de la policía, y de todo el jodido mundo. Que sepan que es un asesino de mierda.

<<Bueno, tú has matado a su hermana>>

Pero no hay pruebas de eso; se han llevado el cuerpo de Dakota pero eso no es prueba suficiente.

Continuamos avanzando hasta que llegamos a una barca a la que subimos.

Vielmoe nos recibe 10 minutos después con la Guardia Real llenando la zona, junto a más prensa.

Miles de preguntas me invaden pero mis guardaespaldas los sacan afuera y los alejan de mí.

Logro entrar a Vielmoe donde Johannes me espera.

En ese momento, voy hasta él dándole un abrazo que me hace sentir el calor paterno de nuevo.

—Jason, hijo... —me dice. —Como me alegro de que estés bien...

—Como me alegro de verte. —sonrío. —No sabes de lo que te has librado, que pesadilla. —le digo. Justo ayer tenía el día libre para visitar a su mujer hasta hoy hasta la 13:00, supuestamente.

—¿Cómo estáis? ¿Cómo está la gente del servicio?

—Bien, bien, están todos bien. —afirmo. —Lograron matar a todos los guardias del castillo, pero la gente del servicio está bien.

—¿Y... y Dakota?

<<—¡Dakota! —la llamo haciendo que gire la cabeza. —Te dije que te iba a matar.>>

Niego con la cabeza borrando el recuerdo que me avasalla.

Johannes parece afligido pero intenta disimularlo.

—Pero... ¿sabes quiénes fueron? —me cuestiona y asiento, pero en ese momento un guardia real nos mueve hacia dentro.

—Hablen de esto en la oficina, por favor. Allí los está esperando el supervisor del caso.

Asentimos y nos movemos hasta el cuarto. Elene se saluda con sus compañeras del trabajo y se queda allí de charla.

Cuando llegamos, mi sorpresa no es más cuando me reencuentro con el agente francés Jacques Bissous, el mismo hombre que llevó a cabo el asesinato de Isaac.

—¡Bissous! —lo saludo emocionado al ver que ya le conozco.

—¡Señor Diphron! ¿Qué ha sido de su vida?

Va hasta mis brazos dándome un abrazo formal y se aleja sonriente.

—Señor Avik. —saluda a Johannes de la misma forma. —¡Cómo me alegra estar en tierras guiénesas de nuevo! —dice sentándose en la silla particular frente a la mesa. —Y esta vez con un caso más jugoso con lo cual, tendrán a Jacques Bissous para rato.

—¿Eso es bueno o malo? —cuestiono irónico.

—Buenísimo, por supuesto. He estado en México y Cuba, pero nada se ha comparado a estas maravillosas islas.

—Nosotros hemos estado de maravilla sin usted. —sonrío con amabilidad.

—Menuda mentira...

—Señor Bissous, —habla Johannes. —¿Qué sabe de lo que ha pasado hoy en el castillo?

El agente carraspea antes de comenzar a hablar.

—Parece ser que han entrado por el ascensor de la cueva. —explica. —Allí, mataron a los guardias que estaban distraídos y subieron entrando por la cocina, para luego ir hasta el piso de arriba a secuestrar a la reina consorte. Al menos así lo ha dictaminado criminalística por las huellas y et ainsi de suite

—Me parece demasiado pobre la protección entonces. —replico. —Hay que reforzar la seguridad.

—Sí, —comenta el agente. —ya estamos arreglando la policía nacional y la Guardia Real para reforzar la seguridad.

—¿Cuántas bajas? —cuestiona Johannes.

—Se saben de veintiún soldados; cuatro en la cueva, siete que estaban con usted y uno que vigilaba las cámaras al que parece que le partieron el cuello con bastante fuerza y en un movimiento que, pobrecito, ni se enteró.

<<Más diez que estaban por fuera y asesinaron también... más... bueno, —parece que no sabe cómo seguir. —La desaparición de la reina consorte y un cuerpo más, hallado en el vestíbulo, al que aún no se ha podido reconocer. Tiene la cara... destrozada. Es horrible, está demasiado desfigurada para reconocerlo. Solo pueden hacerlo por los dientes...

—Es Aldous Minfley. —hablo finalmente cuando sus palabras traen a mi los recuerdos de la bestia parda de Anders estampando a Aldous contra el suelo. —Un tripulante de Veneno.

Bissous no sabe qué decir y Johannes pierde el color.

Veuillez m'excuser, monsieur Diphron, —me dice en francés. —pero no entiendo. ¿Qué hacía allí un tripulante de la tripulación de Anders Hemsworth?

Tomo aire intentando aguantar la tontería de este señor.

Miro a Avik, que se encoge de hombros.

—Bissous, —le digo y se pone en posición de prestar mucha atención. —Anders fue quién atacó el Palacio.

El francés queda boquiabierto. Johannes no da crédito tampoco.

—¿Para qué...? —farfulla el consejero.

—Querían matarme. Y rescatar a la reina consorte. —aclaro y veo como las expresiones de ambos se vuelven inmediatamente en <<Todo cuadra>> y ahí es donde me doy cuenta de que puedo agarrar en banda a Anders y ponerlo en busca y captura.

***

Bueeeno, bueeeeeno. Nuevo capitulito por aquí :D.

Cada vez queda menos para el final, y habia pensado para febrero/marzo escribir los últimos diez capítulos y subirlos, pero conociéndome, no voy a ser capaz. Así que dejémoslo en maratones de dos o tres capítulos por día.

Nos vemos pronto :3

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