CAPÍTULO 19
'Calamidad'
Jason.
—Quiero la cabeza de los secuestradores, aparte de que necesito saber con certeza quién fue el que liberó ese dichoso campamento de esclavitud. —ordeno a los soldados del ejército que van a preparar la búsqueda de Alex Monrovell.
—Sí, su majestad.
Salen por la puerta principal del castillo y me giro, encontrándome con la ama de llaves que me escudriña con la mirada.
—¿Qué planeas? —cuestiona desconfiada.
—Necesito que Alex vuelva de su cuarentena forzada y aclare el tema del campamento indígena, sino, me salpicará en la cara y no estoy para reproches progresistas ahora. Amelia y Charles ya no pueden decir quién fue, pero a su vez, no pueden hablar, ¡están muertos! —me quejo molesto.
—¿Pero de verdad tenías algo que ver? —insiste, y bufo al oír la esperada pregunta. —Porque si es así, me retiro, te criamos de la forma equivocada.
—Que no. —rezongo. —Yo no tenía nada que ver, ni siquiera lo sabía. Pero al apoyar LIX abiertamente...
—Eso te pasa por ser de derechas. —ríe irónica dirigiéndose hacia la cocina.
<<De verdad...>>
No sé en qué momento todo se ha vuelto tal caos; Monrovell secuestrado, la prensa listos para saltar contra mí como yeguas necesitadas de atención, Dakota sigue desaparecida, y aunque la prensa no sabe nada, sus intentos de traición no son nada más que baratas manipulaciones de su propio cerebro por traicionar a su hermano, pero me da igual. No puedo dejarla libre ahora. Tengo que encontrarla; no puede hablar más de la cuenta, demasiada suerte tuvimos cuando nadie la reconoció y eso no ha formado un escándalo mayor. Esta cría está dándome más problemas de los que jamás imaginé.
Lo que más me importa ahora es organizar el paisaje político; lo del campamento indígena no puede salpicarme, los progresistas han quemado las casas de Amelia Walters y Charles Pubeira. No se han acercado al palacio, pues está custodiado por más de cien guardias y sería un suicidio tratar de hacer algo, pero eso no me libra de atentados. Por eso, debo intentar convencerlos de que yo no tengo nada que ver.
Subo hasta mi despacho, dónde Hendrick Martins, un aliado cercano de LIX me espera con papeles en mano.
—Han sido vistos por última vez el día que se fueron al campamento de educación para indígenas en Balzanne. —explica el hombre y bufo con ironía.
—Buenos días, ¿eh?
—Cierto, perdóneme. —se ríe irónico. —Buenos días, Su Majestad.
—Déjate de recochineo, recuerda que tu puesto depende únicamente de mí.
—Eso. —sigue en su tono. —Recuérdanos a todos que esto es una dictadura.
—Ni que no quisieras formar parte.
—Una cosa no quita la otra. —murmura. —Monique Career está pidiendo más dinero por seguir filtrando la información que queremos. —continúa explicando. Me siento en mi sillón teniéndolo de frente.
—Que no me joda demasiado, —afirmo. —tanto tú como yo sabremos que no dudaré en deshacerme de ella si se pasa de la raya.
—Su reciente ascenso —continúa con su perorata. —le ha inflado el ego y ahora se cree que puede con todo; incluyéndonos a nosotros.
La sala queda en silencio y dejo salir un suspiro que denota estrés puro y duro.
Me paso las manos por el pelo controlando la exasperación que desea controlarme.
—¿Sabes algo de Dakota? —cuestiona al ver mi preocupación.
—Los servicios guiéneses siguen tratando de localizar la matrícula del taxi al que subió. —le comento la situación actual. —El problema viene en que, al haber tantos taxis, y no tener demasiado clara dicha matrícula, dificulta el encontrar su localización.
—¿Cuál era la matrícula?
—Tenemos claro que empezaba por M, tenía números como el 23, o el 207. —informo. —Se ha calculado que es un carro del Antiguo Reino, es decir, antes de la Guerra Civil y Política.
—Lleva 4 años trabajando.
—O más.
Noto la mirada amenazadora de Hendricks sobre mí.
—¿Qué?
—Probablemente tenga el taxi patentado.
—¿Eh?
Martins suspira en un intento de tomar paciencia.
—Si le roban ese taxi, sabrán que es suyo. Para algo están las patentes. ¿No habéis pensado en mirar por ahí? —ofrece con burda ironía. —Si está patentado, podréis ir descalificando los taxis sin las letras que creísteis ver hasta que lleguéis a uno que coincida con el hombre este. ¿Tenéis algún indicio de su cara?
<<¡Claro!>>
—Sí, sabemos que es barbudo de ojos oscuros. Blanquito, fuerte...
—Creo que eso es más que suficiente para hallarlo, su Majestad. —repite el mote que, saliendo de su boca, me estresa. Se levanta de la silla y hace una reverencia irónica que me hierve la sangre. —Nos vemos pronto, señor Diphron. Espero que encuentre a su esposa.
Sale de la oficina y sus palabras no dejan de bailar por mi mente y agarro el teléfono cuando llama uno de los soldados a cargo de la misión de encontrar a Dakota.
—¿Sí? Precisamente iba a llamarlo ahora, señor Wanter. —contesto.
—Su Majestad, venga ahora mismo al cuartel. Hemos encontrado la casa del sujeto que se llevó a la reina consorte.
***
Anders.
Analizo a los muchachos sentados frente a mí, todos están en círculo como en un campamento de niños chicos y trato de analizar las expresiones. Es la hora de decirles; es 25 de agosto y necesito partir ya hacia la Isla Esmeralda, donde habita ese tal Marino Tártaro del que Enerah me habló.
Un hechicero convertido en tortuga gigante por sus adversarios en 1777. Tiene un enorme poder del cual necesito para deshacerme de esta maldición que ahora me acecha.
<<Que dolor de cabeza>>
—Bueno, chicos... —suspiro recopilando la calma que necesito para confesarles esto. —Tengo algo que contaros...
—Date prisa, por favor. —dice Aldous. —He dejado a mi conejo sin bebida por tu llamado de emergencia.
—¿Tienes un conejo? —habla Faraday extrañado.
—Me lo compré hace unos días, se llama Tambor.
—Yo tengo uno llamado Gustavo. —cuenta Darko.
—Que horror, como la rana. —musita con desdén el grumete.
—¿Podemos dejar estas gilipolleces de conversaciones? Lo que tengo que deciros es importante.
—Pues habla, si es que no dices nada. —me reprocha Calamity Woods.
—¡Si no me dejáis! —hacen silencio durante unos segundos y apoyo mis brazos sobre mis rodillas. —Necesito vuestra ayuda. Hace poco... me di cuenta de que... me acecha...
Se me forma un cúmulo de saliva en la garganta, siento que no me pasa el aire y no logro hablar.
—¿Qué te acecha? —dice Darko incitándome a seguir.
Tomo fuerzas y me armo de valor para hablar de lo que es.
—Hace poco descubrí que... —miro a todos detenidamente. —Tengo otra maldición acechándome. —el grupo se queda en silencio y todos me miran expectantes. —Es una maldición de las hadas...
Se quedan callados unos segundos, dejándome ver la expectación, la incertidumbre en sus ojos y el terror de esa dichosa palabra. Algunos se miran entre ellos, Salvatore me mantiene la mirada que pronto se transforma de indiferente a compasiva. Rhea mira hacia todos lados, analizándonos uno por uno, mientras que Calamity aprieta los labios. Knavs Turner posa su mano en el muslo de Dalina, que respira agitada ante las posibles reacciones de los demás.
No sé qué decir, siento que soy la diana que ahora llevan a la espalda y que acabaré destrozado, pero no sé si arrastrarlos al mismo foco de perdición sea buena idea.
—Eso es muy fuerte, Anders. —me dice Louise. —¿Qué tienes pensado hacer?
—Necesito irme de Pueblo Veneno para ir a Isla Esmeralda.
—¿Dónde está eso? —cuestiona Craber.
—Es una isla donde habita el mejor hechicero de Guiena, Marino Tártaro. —musito. —No sé si alguien me quiera acompañar...
La gente se queda callada otra vez; pero al aire es mucho más tenso, no me dicen nada y miro a todos de reojo. Algunos miran hacia otro lado, otros se miran entre ellos y yo no sé qué hacer ni decir. Al fin y al cabo, estoy pidiéndoles algo injusto para ellos mismos: dejar aquí la vida que han luchado por formar para aventurarse a una nueva experiencia que nadie sabe cómo puede acabar para ayudarme a mí. ¿Es egoísta? Tengo claro que sí; pero yo no voy a obligar a nadie.
—¿Nos estás pidiendo que abandonemos esta cómoda vida que tenemos aquí y que tanto ha costado conseguir para irnos contigo a una isla perdida a resolver tus problemas? —sisea Aldous con una ira prominente en su tono de voz. —Lo siento mucho capitán, pero yo voy a quedarme aquí. No voy a abandonar mi vida, tranquila, y en paz.
—Es una decisión completamente respetable, Aldous... —murmuro pero otra voz me corta.
—Yo voy con usted, capitán. —Es Faraday James el que me confirma que sí irá a mi lado. —Ya sabe que con usted, al fin del mundo, mi capitán.
Mis ojos se llenan de lágrimas con sus palabras.
—Anders, tú ya sabes que yo... —comienza Dalina pero la frena poniendo la mano en alto frente a mí.
—Dalina, estás embarazada. Tú te quedas aquí.
—No, Anders. —me contrarresta. —No estoy agusto sino es contigo y no quiero que estemos alejados. Formas parte de mi, ¿me entiendes?
Paso saliva.
—Es injusto para ti...
—Como lo es para ella lo es para todos. —me interrumpe Aldous haciéndome hervir la sangre. —Así que déjala ir.
Me muerdo el labio con fuerza haciéndome sangre para aplacar la rabia que me da que siga respirando este bastardo.
—Vale. —Decido no discutir más para que esto no acabe en funeral.
—Nosotros hemos venido buscando nuevas aventuras, capitán. —habla el capitán de La Buena Cassidy. —Al menos, por mi parte. Yo, y obviamente, Marylin vamos.
Sonrío en su dirección. Dirijo mi semblante a Louise.
—Me encuentro lo suficientemente recuperada y mi respuesta es clara, Anders. Sí, yo también voy.
Contengo las lágrimas que se me suben a los ojos a duras penas.
—Como los hermanos están para apoyarse... —habla Craber riendo sin demasiadas ganas. —Si voy a ir contigo.
—Opino lo mismo. —dice mi hermana de sangre ganándose una mirada cómplice de mi mejor amigo. <<Estos dos...>>
La gente que queda va confirmando su asistencia, y el único que queda en Pueblo Veneno es Aldous.
—Se te va a hacer el pueblo grande para ti solo, ¿eh? —le bromea Craber.
—Está con Laetizia y Vangalore —afirmo. —. Ellas se quedan aquí evidentemente. —Aldous no parece muy contento con la noticia y lo ignoro. Me pone enfermo. Me levanto de la silla, la pliego y el resto de tripulantes me imitan. —Mañana saldremos de aquí a las 09:00. ¿Vale? Os quiero a todos en el puerto a esa hora. Ni un minuto más ni un minuto menos. Haceros maleta para unos meses.
Todos asienten y Dalina viene hasta mí, rodeándome la nuca con los brazos.
—Yo sabía que nadie iba a abandonarte, Anders. —me da un beso casto. La tomo de la cintura.
—Tu ex parece ser que sí. —bromeo en referencia a Aldous.
—Sabe que no te llega ni a la suela, Anders. —sonríe y bajo la mano hasta su vientre. Mi expresión risueña ante sus bromas se me borra casi instantáneamente. —¿Qué pasa?
Paso saliva sin querer mirarla a los ojos.
—Me da miedo que te pase algo. Además, noto que avanza lento y cualquier cosa puede ser fatal.
—Anders, estoy bien.
—Las revisiones en West Plate no son iguales a las que, pobremente, te pueden hacer aquí. —dirijo mi mirada a sus ojos que reflejan tristeza. —Creo que es mejor que te quedes aquí, con Laetizia y Vangalore, que... me comentaron que en un futuro no muy lejano, volverían a West Plate y a los focos.
Dalina ladea la cabeza.
—¿Sí? ¿Y no crees que ellas contarán donde estamos...?
Niego cortando sus palabras.
—Me fío de ellas aunque no las conozca de tanto tiempo, Dalina. Me inspiran... confianza, no sé. No dirán nada. —ella asiente finalmente y se separa de mí. —¿Te vas a quedar?
Parece pensar la respuesta y mi corazón se encoge ante su posible respuesta positiva.
Aunque finalmente niega. Viene hasta mí y me toma del mentón para besarme de nuevo, aunque esta vez de forma más prolongada.
—No, Anders. Te dije que jamás me separaría de tu lado otra vez.
Se separa de mí y accedo finalmente ante su terquería.
—¿Qué harás con Monrovell?
Paso la lengua por los dientes delanteros mientras pienso.
—Se viene con nosotros. —confirmo finalmente. —Puede ser una moneda de cambio interesante.
—¿Una... moneda de cambio?
Pienso durante unos segundos en los que me planteo contarle la realidad de las cosas. He estado pensando mucho, Dakota ha vuelto a llamarme y creo que mi corazón se ha ablandado.
—Jason tiene a Dakota secuestrada. —aparto la mirada intentando no captar su semblante extrañado. —Sé que nos ha hecho sufrir mucho... a mí el primero...
—Anders, no creo que...
—Es mi hermana, Dalina. —la miro y mis ojos se encharcan inmediatamente. Aprieto los dientes intentando contenerme. —Lo quiera o no... el cariño que siento por ella jamás va a desaparecer. Monrovell no puede aportarnos mucho más. Ahora mismo, solo sirve como eso: una moneda de cambio para recuperar a mi hermana.
***
—Las he conseguido localizar. —me dice Salvatore mostrándome las fotos de la niña pequeña clavada a Monrovell y su mujer, Sara Warsvove. —Viven en una casa en el barrio Las 600 en East Plate.
Sonrío para mis adentros. Este va a ser el toque final. Observo la foto; la pequeña es tal cual a Monrovell, con la misma facción seria y ojos grandes. Su mujer, sin embargo, es un bellezón. De pelo lacio y largo y rubio ceniza, es alta y de cuerpo esbelto y curvado.
—Genial. —le digo tomando la foto y saliendo de la cocina para dirigirme a las escaleras que bajan hasta el sótano donde encuentro al político tirado sobre el colchón.
Angus me sigue y el hombre dormido se levanta con mis pasos penetrantes en el silencio del lugar.
—¿Qué...?
—Día dos mil ciento veintitrés esperando a que decidas hablar. —digo en un tono burlesco. —¿Sabes, Monrovell?
Me quedo en silencio aguardando por una respuesta del hombre encadenado a la pared y que me mira con sus ojos oscuros penetrantes y violentos.
—¿Qué queréis de mí?
Chasqueo la lengua antes de contestar.
—Ay, Alex, Alex... —comienzo a merodear de lado a lado con la cabeza altiva. —Todos los días la misma historia... simplemente quiero que me digas si Jason tiene algo que ver con el campamento de esclavos en Balzanne. —lo miro a los ojos y sonrío de lado. —Espero que hayas recapacitado... —meto la mano al bolsillo agarrando la foto pero sin sacarla.
—Ya os he dicho que no sé nada...
Suspiro molesto y me coloco enfrente suyo sacando la foto y colocándosela justo delante de los ojos.
—No sé si la pequeña Eva Monrovell lo sabrá... ¿o igual... Sara Warsvove? Sería una pena que les pasara algo en su casa en La 600...
En ese momento, como si fuese un león al que atacan sus crías, intenta abalanzarse sobre mí pero las ataduras metálicas no lo dejan moverse. De reojo, veo a Salvatore exaltarse. Sin embargo, yo no me muevo un centímetro.
Monrovell resopla como un toro embravecido y tropieza con sus propios pies al intentar levantarse.
—Deja a mi hija y a mi mujer en paz. —gruñe entre dientes. La mandíbula se le tensa y río irónico.
—¿Son lo más importante en tu vida? —pongo un puchero y se pone rojo con la ira latente quemando sus venas. —Sería una pena que les pasara algo. Así que espero que tu puta amnesia selectiva termine pronto. —sonrío con evidente falsedad. —La 600 es un barrio fácil de acceder, ¿cierto, Angus? —cuestiono mirando a Salvatore.
—Por supuesto, Anders.
Me giro guiñandole un ojo al hombre que bufa y se remueve intentando liberarse.
Me doy la vuelta dirigiéndome a las escaleras del sótano.
—¡Como le hagas algo a mi familia, me las pagarás, Anders Hemsworth! —me chilla pero lo ignoro subiendo las escaleras seguido de Angus. —¡Te lo prometo, hijo de puta!
<<Tiene toda la razón.>> Soy un hijo de puta, pero esto es un campo de juego y peligroso y aunque sea injusto, hay que sacar las mejores cartas para lograr los cometidos necesarios aunque el fin no justifica los medios.
****
Hace mucho que no actualizaba este libro, pero ahroa puedo decir que todo esta yendo como debe ir y actualizaré más seguido sí todo sigue así. Empecé clases, se me estropeó el ordenador, dejé este libro a un lado para terminar HEEMM (que por cierto, ayer subí un extra importante)... prometo ser más constante... y ¡el siguiente capítulo es el fin de la primera mitad del libro!
Así es, si todo corre debidamente, el libro tendrá 40 capítulos y cerca de 400 páginas. ¡Y la bilogía completa, por fin! Este segundo libro me ha costado mucho más que Mar de Ladrones. Ya casi va un año (lo empecé el 12/22) y no llevo ni la mitad. pero todo a su debido tiempo; cuando esté la bilogía completa, espero que sea lo mejor que he podido dar.
Nos vemos pronto, lo prometo. :3
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