CAPÍTULO 14
'Anestesia'
Anders.
Hemos pasado de ser los malos a los buenos en menos de un año; al menos los buenos en referencia a nuestro trabajo, antes matábamos animales y secuestrábamos hadas para que nos diesen dinero y ahora nos dirigimos a rescatar a un campamento indígena en la Selva Balzanne dónde están siendo esclavizados por partidos de la derecha fascista. Iremos disfrazados, con otra cara y otras vestimentas para rescatar a los indígenas de la selva.
La derecha fascista en política de este país es bastante extremista: sus ideales no permiten la entrada de inmigrantes ilegales de ninguna índole a Guiena, aún a sabiendas que es casi imposible conseguir los papeles guiéneses desde fuera. También se puede leer en su programa electoral en contra de derechos básicos como el matrimonio entre personas del mismo sexo o el sueldo igualitario.
Nos interesa -a parte de su libertad, claro- un amuleto que entregan a quiénes se lo merecen, una especie de piedra unida con una esmeralda la cuál, fabrican ellos mismos y al ser pura, es de gran valor en el mercado de los navegadores. Eso es lo que nos pide exactamente la Unión Oceánica. <<Las misiones eran fáciles>> Ya, claro. Pero por todo el dinero que pagan a cambio de esa piedra yo creo que vendo hasta mi alma.
Valerio Krakof me comentó sobre ello hace un tiempo; me contó que había una tribu en la Balzanne, la cuál, fabricaban joyas preciadas en el mercado. Me propuso la idea de que, cómo eran amistosos, pasar unos días con ellos para que nos regalasen algunas y fotocopiarlas, sin embargo, la idea no salió adelante.
Fue entonces cuando me informó que se estaba haciendo un reportaje sobre dicha tribu, poco tiempo después desaparecieron y fue cuando se dudó sobre la integridad de LIX. Los rumores sobre que ellos tenían que ver fueron desmentidos cuándo apareció uno de ellos en perfectas condiciones, pero siempre quedó la duda.
Esta misión no ha llegado a las grandes organizaciones por obvios motivos, los fascistas tienen un problema serio en la cabeza, son capaces de mandarnos a matar a todos y les daría igual si la difundimos o no, sólo querrían vengarse de las pequeñas organizaciones.
-Se hallan en un campamento al suroeste de la isla. -informo a mis tripulantes, los cuáles alzan las cabezas de sus quehaceres en la borda prestándome atención. -Así que dejaremos el barco en el este.
-¿Quiénes se hallan allí? -pregunta Faraday.
-Son los miembros del partido L.I.X. quiénes tienen dominado el campamento, -comento la información que me ha proporcionado Valerio Krakof. -la policía marítima será avisada a los quince minutos desde que lleguemos y nada más debemos liberar a los esclavos del campamento. -saco el mapa de mi espalda, enseñando la zona dónde se encuentra el lugar. Lo pongo sobre una mesa en la borda y los tripulantes se acercan. -Aquí -indico con una chincheta- se halla el campamento. En esta zona, -rodeo con el rotulador negro en el mapa- cubren la zona con una enorme valla, la cuál, rodea todo. La entrada está por aquí, entraremos disfrazados como parte de los que quieren unirse a la esclavización.
<<Bajan conmigo James, Monterrey, Minfley, Salvatore, Woods y las dos hechiceras de las que disponemos. No se sabe con que pueden saltar los políticos. Vamos a entrar, dos de nosotros iremos a firmar el contrato y el plan es matarlos y abrir la puerta.
-¿Sin rehénes? -cuestiona Faraday.
-Sin rehenes. -contesto asintiendo con la cabeza. -Hay que hacerlo en silencio.
-¿No hay guardias?
-No. -repongo. -Simplemente están los distribuidores y algunos enfermeros.
En diez minutos aproximadamente, el barco arriba a la isla donde diviso el campamento a un lado: en la costa oeste se encuentra el lugar lleno de casas y vallado por todo su alrededor, una colina alta separa dicha costa de la este.
-Atraque, Monterrey. -indico a Craber el cuál asiente.
-Sí, mi capitán.
El barco queda sobre la orilla y los indicados bajan del barco tocando la arena de la costa. Ahora mismo, me encuentro enfundado en una larga gabardina negra, con lentes de color y una peluca pelirroja. Me han tapado los lunares de la cara y no hay ni rastro de barba, ahora mismo, no parezco Anders Hemsworth, sino que soy Thamson Dolliet, un interesado en afiliarse a la esclavización.
-Cuidado con las armas, -musito. -si nos pillan, podemos tener un problema.
Avanzamos por el lugar mientras que Veneno se cubre con una montaña. Subimos la colina observando el campamento a unos doscientos metros de nosotros.
-Ahí está. -murmura Angus Salvatore.
-Debemos entrar por la puerta principal. -ordeno. -Haceros los racistas, ahora somos infiltrados a los que les interesa la esclavización.
-Yo me quedo aquí, cubriendo las espaldas. -dice Aldous sacando el francotirador de la funda de armas que porta en la espalda.
Asiento antes de encaminarme hacia el lugar.
Continuamos andando por la colina, nos colocamos detrás de una valla a la esquina de la entrada y a varios metros de la entrada, reconozco la poquedad de gente dónde reconozco a Alex Monrovell, el político principal de LIX. Reconozco también algunos de sus escaños cómo Charles Pubeira, Gregory Manrique o Amelia Walters.
Están entre unas camionetas y hago señas a la tripulación para ponernos en la puerta.
Nos colocamos delante de la puerta disimuladamente, cómo si estuviésemos esperando a que llegasen y segundos después, aparecen los políticos que nos saludan.
-Buenos días, -habla Amelia Walters. -¿en qué podemos ayudarles?
-Somos la organización PUB; deseamos afiliarnos a su campamento. -habla Craber poniéndose cómo el líder frente a todos. -Soy Marcos Illnoi, un gusto.
-Mucho gusto, señor Illnoi, pero desearía saber quién les ha informado sobre el campamento. -dice Pubeira.
-Claro que puedo responder a su pregunta, señor Pubeira. -musita mi amigo. -Nos ha brindado la información sobre ello la ministra de su partido, hoy encarcelada, sobre el negocio que hay aquí, Hannah Basquetero. -informa él. -Nos contó sobre los negocios en conocimiento a la existencia de PUB para saber si nos interesaba unirnos, y así es.
-Oh, claro, ya nos comentó algo la señorita Basquetero. -<<Pues no sé el qué.>> Me trago mis palabras pensando en que La Unión Oceánica se habrá encargado de eso. -En ese caso, -interviene el que preside todo esto, Alex Monrovell. -nos gustaría que pasasen dentro, pero primero, preséntense por favor.
Todo el grupo se presenta; Faraday como Ollie Custove, Angus es Alessandro Duacelli, Calamity interpreta a Marie Salas y las hechiceras son las gemelas Zoe y Martina Carpenter.
Con todos presentados, Monrovell abre la valla de metal que nos deja ver el campamento de esclavos. Nos cachean antes de entrar y salimos airosos cuándo no encuentran ninguna de las armas que portamos. También nos piden los DNI que enseñamos sin problema alguno.
Son varias chozas acomodadas según les ha venido bien, la valla no deja ver nada de los alrededores y hay baños al aire libre en cada esquina; baños que, sino te fijas bien, pueden parecer hechos de mármol negro en vez de cuarzo blanco de lo sucios que están. Sueltan un hedor que es horrible y las duchas gotean dejando ver el agua amarillenta que cae de los grifos.
Hay varios camiones cercanos a las entradas, dónde varios hombres cargan con cajas llenas de amasijos de telas, a la vez que otros cargan cestas llenas de prendas de ropa. <<Los explotan haciendo ropa.>>
Nos acercamos a la primera choza dónde nos abren la puerta de paja dejándonos ver la horrible imagen dentro. El suelo de piedra natural se encuentra lleno de basura, sangre seca, tiritas, e incluso logro oler las heces que desprenden hedor desde dentro. Es una choza de cincuenta metros cuadrados, y me atrevería decir que a cada medio, se encuentra un indígena tapado con lo justo, logro divisar incluso alguna mujer con los pechos al aire. Sus tonos de piel son oscuros, y algunos estornudan, otros tosen, otros tienen los ojos rojos y les tiemblan las extremidades... Es un espectáculo inhumano dónde cada uno trabaja con máquinas de coser las cuáles agujerean la tela cómo ellos manejan. Los taburetes apenas cubren el espacio necesario para que se sienten y la gran mayoría se encuentran encorvados.
-Madre mía... -se me escapa un jadeo de indignación involuntario.
-Esto es la caseta uno. -habla Alex Monrovell. -Tenemos tres así.
-¿Dónde duermen? -pregunta Calamity disfrazada de Marie Salas.
-En una choza grupal al fondo del campamento. -musita sonriente Amelia. -¿No es más divertido dormir en grupo?
-Fabrican ropa a montones, la cuál, se vende por páginas de Internet dónde la ropa sale más barata. -sigue hablando el presidente del partido político LIX.
-¿Cuántas prendas fabrican al día? -pregunta Rhea Morgan.
-Creemos que cerca de quince prendas por negro. -informa con desdén Pubeira. -Aunque algunos son más útiles, otros no tanto...
Es entonces cuándo un grito desgarra el silencio únicamente roto por los sonidos de las máquinas haciendo ruido; miro hacia todos lados viendo cómo un indígena se ha cortado el dedo sin querer con la aguja que cose. La prenda se mueve de más destrozando la tela y su dedo sangra empapando el amasijo de tela. Es un niño de aproximadamente doce años, el cuál, llora sin decir nada, musitando cosas que no entiendo pues es un idioma de la zona.
-Maldita sea. -se queja Pubeira, asomando la cabeza. -¡Eh, algún enfermero, un negro se ha cortado!
Se giran hacia nosotros otra vez sin darle importancia al crío que llora desconsoladamente.
Un enfermero entra segundos después y no oigo nada de lo que Charles dice, sólo me fijo en cómo el hombre toma al niño del dedo, apretándolo con fuerza y sin importarle las súplicas de dolor del pobre crío cuándo echa litros de alcohol en su falange cortada, de la que no deja de brotar sangre.
El infante chilla por el escozor y es entonces cuándo me adelanto al ver cómo el hombre lo abofetea, tratando de callarlo. Salvatore me toma del brazo al verme echarme hacia adelante.
-¡Que te calles! -le grita el enfermero y miro a Salvatore rogando por qué me suelte.
-Tranquilo. -leo que dicen sus labios.
Respiro tratando de calmar la ira que corroe mis venas siguiendo al grupo dirigido por Monrovell cuando salimos de la choza. Andamos hasta otra de ellas, dónde el espectáculo es más de lo mismo y mi sorpresa es evidente cuando nos adentramos a la tercera choza en la que se hallan tirados en el suelo, fabricando cosas con piedras y palos.
-¿Qué están haciendo? -cuestiona el falso Alessandro Duacelli.
-Están fabricando amuletos de los suyos. -contesta alguien y el mareo que me ataca no me permite reconocer quién. -Esto en la ciudad es preciadísimo, y más siendo original.
Me entran nauseas al momento en el que uno de ellos trata de usar un soplete para soldar varias piedras, pero falla en el intento quemándose el dedo que comienza a oler a chamusquina en segundos.
-¡Joder, menudos inútiles! -grita Pubeira exasperado.
Un enfermero aparece dirigiéndose hacia el que se ha quemado el dedo.
Me trago el vómito cuando observo su sadismo a la hora de vendar el dedo y arrancar la piel quemada haciendo llorar a la muchacha.
Salimos de ahí y me recompongo al salir de ese aire tan acompasado de fluidos, sangre y mierda en estado puro.
-Vamos a las habitaciones y sí lo desean, pueden unirse a esto. -informa Alex dirigiéndonos hacia la choza del fondo.
Rhea me toca el hombro haciéndome girarme, me extiende una mano disimuladamente entregándome el pequeño dispositivo de grabación, el cuál, sigue en funcionamiento.
Lo guardo en mi bolsillo dándole un pequeño asentimiento y llegamos a la choza dónde el olor es tan nauseabundo que me tengo que tragar el vómito para no dar el cante.
El lugar dónde los indígenas duermen está lleno de heces por el suelo, apenas hay lugares por dónde pasar y hay cuatro camas por fila, la más alta llega al techo y apenas hay hueco para dormir. Algunos se encuentran en sus aposentos; hay uno tumbado en una cama, la colcha está manchada de marrón y la sábana está llena de vómitos, sangre y más fluidos que no logro reconocer.
Otros, tosen en las camas más altas manchando de flema y saliva las sábanas de las camas. Es completamente vomitivo.
-Disculpen el mal olor. -dice Amelia. -Es que estos mandriles no saben que tienen un baño. ¡Malditos!
Les grita exaltándolos; un niño comienza a llorar.
-Bueno, vámonos de aquí. -murmura Alex saliendo de la choza.
Nos agrupamos fuera y Craber y yo nos ponemos delante del grupo, esperando que Alex comience a hablar.
-Bien, señores. -musita. -Esto es lo que hacemos, si se unen, recibirán el 40% de las ganancias, -mira a Craber y a mí a la vez. -, ¿me acompañan a la oficina?
Miro a todo el grupo, que asiente.
-Ellos pueden quedarse aquí conmigo, charlando un rato. -les dice Amelia al grupo. Gregorio también se queda y Charles Pubeira acompaña a Monrovell a la oficina.
Subimos unas escaleras de metal hasta llegar a un cubículo con cristales. Pasamos una puerta corrediza de cristal y llegamos a una oficina con varios asientos. Nos sentamos frente a Monrovell y este abre su ordenador.
-40% para ustedes de todas las ganancias del mes, 40% para nosotros, 19,5% para la distribuidora y el 0,5% es para el mantenimiento de este repugnante lugar. -informa con desdén el jefe de LIX.
-Me parece correcto. -murmuro fingiendo estar de acuerdo con severas atrocidades.
Sigue escribiendo hasta que enciende la impresora, poniéndola a crear el papel que posteriormente entrega a Craber y a mí.
-Firmen aquí, por favor.
Es entonces cuándo Craber finge una firma y piso su zapato con suavidad justo antes de levantarme, sacando la pistola que apunta a Monrovell. Este se echa hacia atrás y siento un revólver frío cuando veo de reojo como Charles Pubeira me apunta entre ceja y ceja.
Craber es rápido también a la hora de sacar su revólver y apuntar a Pubeira.
-Vaya, vaya. -murmuro irónico. -Parece ser que no soy el único que venía preparado.
-¿Quién eres? -cuestiona Alex con la voz temblorosa cuándo quito el seguro del arma.
Sonrío con cierto laconismo antes de arrancar la peluca de mi cabeza.
-¿Me reconoce usted ahora, señor Monrovell? -cambio el tono de voz volviendo a la normalidad.
-Anders Hemsworth... -jadea Pubeira, la sorpresa logra que baje el arma medio centímetro durante un segundo, quitando la guardia que permite a Craber abalanzarse contra él y noquearlo con la culata del arma.
El brasileño cae en un sonido seco.
-Ponte de pie. -ordeno a Monrovell, que no obedece y disparo el arma contra su ordenador. -¡Que te pongas de pie!
El jefe de LIX se pone de pie.
-Ven hasta aquí.
Me obedece acercándose hasta nosotros, es entonces cuándo miro a Craber y asiento.
-Encárgate de él. -asiente cuando lee mis labios y Monrovell llega hasta mí. Apunto a su sien y lo tomo del cuello en lo que Craber pega el tiro silenciado que termina con la vida de Charles Pubeira.
-¡No! -grita Alex y lo agito entre mis brazos.
-¡Cállate!
Me dirijo hacia las escaleras seguido de mi amigo, hasta que de repente, un tiro rompe el silencio. Nos detenemos en medio de las escaleras y es entonces cuando veo una decoración de pared atada con cuerdas.
-¡Craber, coge esas cuerdas!
Me hace caso desatando la decoración que cae al suelo. Monrovell se remueve mientras mi amigo y yo lo atamos, tanto así que debo darle un culatazo en la frente para que se atonte y se esté quieto de una jodida vez.
Con el hombre maniatado, salgo de la oficina, me asomo al ver el panorama, encontrando una batalla campal dónde mis muchachos tratan de acercarse a la puerta; Amelia Walters los apunta junto a Gregory Manrique, a los cuales los secundan los enfermeros. Ellos se cubren con las chozas y deposito a Alex en el suelo sin cuidado, apuntando rápidamente a Gregory Manrique, el más descubierto de todos el cuál se halla detrás de un contenedor. Disparo el arma que hace que en segundos le llegue la bala la cuál se entierra en su cráneo, haciéndolo caer al suelo.
-¡Mierda! -gritan por ahí y me cubro cuando se giran lanzando la tanda de disparos que me hacen bajar las escaleras.
Ahora mismo, me hallo detrás de la edificación donde se encuentra la oficina de Alex, ellos están detrás de unos camiones a mi derecha y los muchachos están más adelante.
Dejo a Monrovell en el suelo enterrándole la bota en el pecho.
Me asomo buscando a alguien, pero rápidamente me meto hacia dentro otra vez por el disparo que me sueltan, el cuál rebota contra la estructura del edificio.
-Maldita. -murmuro pensando en Walters. -¡Tengo a Monrovell! ¡Dejadnos ir o lo matare, sin pensarlo! -grito y la tanda de disparos cesa durante unos segundos.
Hace escasos momentos he terminado con la vida de Manrique y no me es un problema el matarlos a todos. Y creo que lo saben.
-¿Creeis que vais a terminar con nuestro campamento? ¡Es nuestro, para eso los tenemos! -oigo gritar a Amelia.
-¡Son personas, joder! -contesto yo. Es entonces cuándo me asomo, sé que si hablo estará distraída y es probable que deje alguna parte de su cuerpo al descubierto. Cierro el ojo izquierdo enfocando el arma que apunta al hombro de la ministra, el cuál se descubre por unos segundos más permitiéndome enterrar el tiro en la clavícula el cuál la lleva al suelo.
Oigo un grito cuándo cae sobre la tierra fría.
<<¡Bien!>>
Yo de aquí no me voy sin dos cosas; sin mis tripulantes, y sin esas pobres personas que trabajan aquí, explotadas. No podría hacerme el loco, sería imposible, es distinto cazar hadas a dejar que esto ocurra y no soy un monstruo.
Alex Monrovell sigue pateando a mi lado, Craber lo golpea para que se calle y yo ideo un plan.
-Sólo quedan los enfermeros, que son cuatro, sino mal recuerdo.
-¿Y los transportadores? -pregunta mi amigo y es entonces cuándo me asomo viendo la contienda formada al inicio del campamento, dónde mis tripulantes lanzan balas contra las camionetas que hace rato recogían ropa.
-No podemos ir con Monrovell. -le digo a mi amigo. -Es un peso grande.
-Pues nada. -musita él, sacando el seguro de la pistola silenciada. -Es lo que hay. -dice apuntándole, pero bajo el arma antes de que dispare.
-No, -le indico. -déjalo inconsciente pero vivo.
El propio rehén me mira extrañado, pero Craber obedece a la hora de darle un culatazo con la fuerza suficiente para dejarlo sin consciencia, pero la insuficiente cómo para matarlo.
Alex se desmaya y queda tendido contra la pared.
-Bien.
Cambiamos nuestra posición adelantándonos hacia los enfermeros, los cuáles, siguen buscándonos detrás de la oficina de Alex.
Nos cubrimos con contenedores vacíos y me asomo, viendo de refilón al enfermero que se acerca y soy rápido a la hora de tomar una rama del suelo y abalanzarme de frente sobre él, le tapo la boca y se lo entierro en el hombro moviéndolo con fuerza.
El hombre trata de gritar pero golpeo su cara haciendo que se calle con el golpe seco que le brindo.
Queda tendido en el suelo y oigo pasos, así que vuelvo a mi posición, soltando la rama ensangrentada y sentándome al lado de Craber.
-Madre mía, Anders. -me susurra. -Estás hecho un sádico.
Le sonrío y es entonces cuándo siento un arma en la sien. Miro fijamente al cañón que se mueve hasta quedar apuntándonos a los dos, dejándome ver a la Amelia ensangrentada que se ha cubierto toda la zona herida con partes de su americana blanca anudadas. El abrigo se encuentra completamente ensuciado, los pantalones de cuero negros están llenos de tierra y los zapatos están horribles.
-¿Creíste que habías terminado conmigo, capitán? -cuestiona irónica, ladeando la cabeza. -Poneros de pie. ¡Vamos!
Obedecemos levantándonos lentamente; me echo hacia adelante tratando de quitarle el arma, pero se zafa dándome un golpe en la parte trasera de la cabeza con la culata del arma. Caigo al suelo adolorido y la sensación de que mi alma sale del cuerpo provocándome un mareo es insostenible. Me giro en el suelo, llenándome de tierra y la veo tratando de apuntarnos los dos a la vez.
-¡Poneros de pie y no intentéis ninguna tontería u os vuelo la cabeza!
Craber se acerca tratando de ayudarme, Amelia nos roba las armas y nos lleva a los dos hasta el centro del campamento. La balacera en la otra zona sigue, donde mis tripulantes se pelean con los transportistas y nos tira al suelo de rodillas.
-¡Ey! -grita a mis compañeros. La balacera se detiene y logro ver alguna de sus cabezas asomándose. Detrás nuestra, se encuentran los tres enfermeros que quedaban cubriéndola. -¡Mirad a quién tengo aquí!
La balacera se detiene completamente y algunos se asoman con cuidado de que no les entierren un tiro.
-Hoy, capitán para cenar. -se burla quitando el seguro, apuntándome a mí primero cuándo se ríe de nosotros. -Adiós, capitán.
Cierro los ojos preparándome para dejar el mundo y es entonces cuando el tiro zumba el aire, rompiendo el silencio que asolaba al campamento.
Abro los ojos y veo que sigo en vida, sigo bien, Craber está a mi lado en perfectas condiciones también y otro tiro zumba el aire seguido de dos más.
Alzo la cabeza, girándome para ver a Amelia tirada en el suelo con un tiro en toda la frente. Veo a los enfermeros detrás en las mismas condiciones. Miro a la colina donde distingo a Aldous, tumbado en el suelo con el francotirador.
-¡Vamos! -me dice Craber tirando de mí evitando las balas que los transportistas nos sueltan.
Nos cubrimos en una choza, dónde me asomo viendo el horrible panorama que se cierne por la zona inicial.
Veo algunos cadáveres tirados en el suelo, reconociendo a varios de los indígenas de las chozas.
Nos acercamos rápidamente a las alpacas de paja redondas entre dos chozas donde Angus, Rhea, Enerah, Faraday y Calamity disparan contra los transportistas que se cubren con sus camionetas.
-¡Capitán! -me grita Calamity. -Van seis muertos, ninguno herido de nuestro bando quedan tres transportistas. -me informa.
-¿Y de esclavos? -cuestiono viendo el terrible panorama metros más adelante; varios cuerpos tirados en el suelo, muertos con disparos en distintas partes del cuerpo, las dos primeras chozas están destrozadas.
-No hay número exacto, capitán.
Me muevo otra vez hasta las pequeñas oquedades de la paja, lanzando tiros certeros el cuál, uno acierta en la nuca de uno de los transportistas que quedan cuando cruza la ventana de la camioneta. Cae al suelo muerto.
-¡Quedan dos!
Siguen lanzando balas terminando con la vida de los transportistas cuando se descubren durante un segundo.
Hemos terminado con el campamento entero.
Nada más la contienda finaliza, me meto a la segunda choza buscando supervivientes. Encuentro tres familias juntas tiradas en el suelo, me acerco hasta ellos tocando su piel demacrada.
-Venid conmigo. -les susurro. -Nosotros no vamos a haceros más daño.
Ellos parecen entendernos y se levantan, siguiéndome. Hago lo mismo con el resto de los supervivientes, buscando también gente en la primera choza la cuál tiene más personas vivas.
-Angus, Craber. -ordeno cuando salgo seguidos de todos ellos. -Ir a buscar a Monrovell detrás, traedlo vivo.
Craber frunce el entrecejo extrañado.
-¿Vivo?
-Sí, vivo. -repito.
Ando seguido de todos los indígenas hasta llegar a la valla, tratando de no pasar cerca del montón de cadáveres que hay en el suelo.
Llegamos hasta la puerta principal, donde la expectación se les hace mayor y felices, comienzan a saltar y vitorear.
-Sois libres. -murmuro sintiendo un peso salir de encima mío cuando pulso el botón que abre la enorme puerta. Muchos salen corriendo, felices, perdiéndose entre los árboles de la Selva Balzanne. Gritan de felicidad y se me llenan los ojos de lágrimas, paso el dorso de la mano por mis ojos, limpiándolas.
Me giro cuándo alguien me toca el hombro.
Me sorprendo al ver una de los aborígenes detrás mía. Es anciana, mucho, de echo, sus manos tiemblan, está encorvada y vestida con una túnica.
-Fata umuhungu. -me dice en su idioma natal, extendiéndome la mano abierta con el amuleto que Krakof me enseñó, pero no sólo uno, sino seis. <<Porque somos seis.>> -Urakoze kubikorwa byawe.
No entiendo lo que dice pero bajo la cabeza en señal de agradecimiento. Ella toca mi mejilla y cuando se aparta, se dispone a avanzar pero la demacración le pasa factura cuando cae al suelo.
Corro hacia ella guardando los amuletos en mi bolsillo.
-¡Oiga, oiga! -la muevo tratando de despertarla, pero cuando la giro es inminente; ya está muerta.
Me levanto trémulo y mis ojos quieren llorar ante la imagen de esa pobre mujer sin vida.
⟳
Volvimos a nuestro pueblo sobre las cuatro de la tarde. La entrada de esa isla estaba lejos y nos ha costado un rato volver. Me he duchado, me he vestido y ahora me hallo con Alex Monrovell, que hemos tomado de rehén, en el almacén del barco.
Lo miro con desdén y él me responde con una mirada igual.
-¿Vas a escupirme en la cara? -cuestiona irónico.
-Estoy apunto de hacerlo. -contesto. -Pero no te mereces tener mi saliva en la cara.
-Creído. -bufa. -¿Sabes que van a venir por ti, no?
-¿Tú sabes cuántas personas me buscan? -río con chulería. -Ya eso no me importa.
-Me voy a escapar y te voy a matar, ¿me oyes?
-Deja tus ridículas amenazas, Monrovell. Estás atado de cuerpo entero y no tienes posibilidades, -inquiero. -ahora, contéstame una pregunta y seme sincero. ¿La monarquía tiene algo que ver? ¿Jason está en esto?
El presidente de LIX no contesta, como si estuviera conteniendo las palabras.
-No te aguantes las palabras, Alex. -murmuro.
-No tienen nada que ver.
-Ambos sabemos que eso no es verdad. -repongo. -No va a pasarte nada, Alex, te lo prometo.
-¿Qué me das a cambio?
Sonrío maliciosamente.
-¿Eso es un sí?
-Yo no he dicho eso.
-Venga, vale. -accedo. -Si me cuentas la verdad con pelos y señales, te dejaré irte.
Monrovell me mira extrañado.
-¿Por qué debería creerte? -cuestiona frunciendo el ceño.
-Porque es lo mejor que puedes hacer, Alex. -dejo el dispositivo de grabación escondido en uno de los objetos del almacén cuando oigo al puerta. -Hazme caso.
La puerta abierta me permite ver a mi hermana bajo el umbral de la puerta.
-Sohnya, ¿qué pasa?
-Siento interrumpir el interrogatorio, -comienza. -pero quiero dormir un ratito y Enerah no deja de mover cosas en su maldito cuarto. ¿Podría usted mi capitán, muy afablemente decirle que pare?
Me levanto del lugar y asiento. Miro a Monrovell antes de irme.
-Sí, voy. -contesto. -Tú esperame aquí. -me burlo. -Total, no puedes irte a otro sitio.
Salgo del almacén seguido de mi hermana.
-¿Qué está haciendo? -pregunto cuando subimos las escaleras hacia el piso de las habitaciones.
-No tengo ni idea, ¡pero no deja de hacer ruido! -Se queja.
Andamos hasta el cuarto de Enerah, toco la puerta y no oigo nada.
-No se oye nada. -musito pegando la oreja. -¿Enerah?
-¡Pase, capitán!
Frunzo el ceño extrañado antes de cruzar la puerta, encontrando a la muchacha en estado de permancía sobre su cama. Tiene la persiana de la ventana bajada, las luces apagadas y únicamente las luces de alma iluminan la estancia.
-Cierren la puerta, por favor.
Sohnya cierra la puerta detrás mía.
-Enerah, ¿cómo estás en estado de permancía? -cuestiono. -Eso sólo pueden hacerlo las brujas...
-Estoy aprendiendo, mi capitán. Me enseñó Mara, -el corazón me duele con la sola mención de su nombre- así que siéntese, noto algo turbio en su aura.
<<Maldita sea, ya empezamos.>>
Paso saliva y me siento en la cama vacía.
-¿Q-qué notas? -pregunto con la voz trémula. Me duele la cabeza sólo de pensar en mierdas de maldiciones y cosas parecidas.
-Noto... algo muy gordo, capitán. Algo serio y bastante complicado de ver.
Bufo y mis ojos se llenan de lágrimas.
-Siempre igual...
-Es algo muy fuerte, capitán. -susurra ella. Una lágrima cae por mis mejillas al pensar que la paz que había sentido está apunto de romperse. -Creo que... es una maldición de otro tipo.
Frunzo el ceño y me miro con mi hermana que no suelta ni una sola palabra.
-¿Cómo de... otro tipo? -titubeo y una gota de sudor cae de mi frente. Las maldiciones es lo peor que podía pasare ahora, volver a este tipo de cosas es una verdadera pesadilla.
-Sí. -comienza a respirar con agitación y yo empiezo a sentir un calor asfixiante; me abrasa y las lágrimas no son de agua salada, sino de sangre porque me duele llorar. Las cuencas de los ojos me duelen como nunca y respirar me empieza a costar. -Es una maldición de las hadas, Anders.
Siento que me mareo y es Sohnya la que me sujeta cuando mi cerebro procesa el hecho de que las maldiciones de hadas son casi imposibles de quitar. Me duele todo el cuerpo, no puedo respirar y mi corazón late a mil mientras trato de buscar la forma de que el oxígeno pase por mis pulmones de nuevo.
-No...
*******
Capítulo largo y me alegro de ello, pues ha salido así y me parece bien. Ya casi llegamos a la mitad del libro, ojo ahí :).
Nos vemos :)
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