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CAPÍTULO 07

'Maldad'

Dalina.

La vida cada vez me está poniendo las cosas más complicadas.

Primero fue Shiver. Su muerte todavía se repite en mi mente, el día que falleció (19 de noviembre de 1880) todavía me persigue en mis pesadillas. Recuerdo ese día, segundo tras segundo cualquier cosa me recuerda a él y no volver a saber nada más de Iriel desde el día que me llamó me pone las cosas peor.

Luego llegó la muerte de Asia y el niño. Todavía me persiguen todos esos demonios. Desde que entramos a la segunda época de mar, todo ha sido muerte y destrucción y estoy cansada.

Y ahora, sentada a su lado, presencio los últimos suspiros de Louise, mi mejor amiga y siento que esto tiene que ser una broma. Faraday está sentado en frente de ella, con la cabeza baja.

Lloro desconsoladamente mientras tomo su mano. Se remueve incómoda y miro a Tamara de nuevo.

-¿De verdad que no puedes hacer nada?

La mujer de pelo rizado niega.

-La arteria está deshecha. Sería mucho peor abrirla para intentar hacer algo.

-¿No tienes un ungüento? ¿Torniquete? ¡Algo, por favor!

Tamara parece rebuscar en su memoria.

-Puedo intentar algo. Pero es... complicado.

-¿El qué?

Traga fuerte.

-Una revascularización coronaria. -frunzo el ceño. -Básicamente, reconstruir la arteria. Pero... Es muy complicado y más en un barco en pleno movimiento. A base de torniquetes podemos esperar hasta llegar a Cala Sawzky y allí hacerlo.

Asiento.

-Bien.

Prepara el torniquete, coge la venda y lo prepara, anudando un poco más abajo de su pecho y la parte amplia cubre la herida.

Paso el resto del trayecto hasta Cala Sawzky sentada junto a Louise, que respira con dificultades. Le repito mil veces lo mucho que la quiero y mantiene conversaciones simultáneas con Faraday. Cuando arribamos a la isla, bajan a la muchacha en una camilla y los Sawzky nos brindan ayuda.

-¡Mucho cuidado, por favor! -ordena Tamara, bajando a la muchacha por la tabla.

Todos bajan y me quedo atrás, bajando la última junto al capitán.

-¿Crees que podrá con ello? -pregunto al cabo de unos segundos, posando mis pies en la arena y viendo como se pierden por el bosque dirigiéndose a Cala Sawzky.

Suspira y nos adentramos en el camino de madera que cruza el bosque hasta la salida en la entrada de Cala Sawzky.

Estoy exhausta de esta situación; huir, sino es de Jason, es de Saller y sus fanáticos, sino, de las maldiciones...

Arribamos la casa de Milla y Tamara y Faraday siguen con Louise hacia el hospital. Dejamos las maletas en la habitación y bajamos las escaleras.

-¿Qué ha sucedido? -pregunta Milla.

-Lo matamos, sí. -murmura Anders sin despegar la mirada del suelo. -Pero no fue tan fácil.

Me siento en el sofá con ellos dos, con Anders a un lado y Milla Sawzky al otro lado.

-¿Por qué? -pregunta segundos después.

-Lo lograron matar, -comienzo. -sólo que los comunistas empedernidos nos atacaron y lograron herir a Louise.

-¿Queréis té? -cuestiona Milla, levantándose.

-Sí. -respondemos los dos al unísono.

-Mirad el lado bueno. -dice sirviendo el té de la tetera. -Habéis logrado quitaros esa maldición de encima.

Anders suspira profundamente.

-Sí, es cierto. Pero... -noto como sus ojos se empañan y me acurruco contra él. -si Louise no sale de esta no podría con ello, Milla.

La tercera hija de la familia Sawzky vuelve con las tazas humeantes.

-Sí podrá, Anders. Confía en mí, tengo un pálpito dentro que me dice que saldrá adelante. -murmura, tocándole el pelo al capitán cómo si fuese un niño pequeño.

Un silencio que no dura demasiado se forma en la sala, segundos después, mi móvil comienza a vibrar en el bolsillo y miro a ver quién me llama ahora.

-Umm... -emito cuando veo <<Número privado.>> -Número privado.

Me levanto del lado de Anders, moviéndome escaleras arriba hasta llegar a la habitación dónde reposamos. Mi novio queda hablando con Milla y pulso el botón verde que contesta el dispositivo.

-¿Sí? -me acerco el móvil a la oreja.

Hay unos silencios de segundo y repito la pregunta.

-¿Sí? -repito, alargando la 'i'.

-Buenos días, Dalina.

Es la voz de una mujer. No logro captar de quién se trata, pues se me hace conocida pero no logro deducir quién es en su totalidad.

-¿Quién es? -cuestiono.

No hay respuesta y decido repetir la pregunta por última vez.

-¿Quién es? -digo firme, separo el móvil de mi oreja para colgar pero oír la vocecilla que responde la pregunta descuadra mis sentimientos.

La mujer carraspea segundos antes de responder:

-Soy Dakota Hemsworth, Dalina. -murmura y me quedo gélida. La hermana de Anders, la traidora, la reina consorte, la mujer de Jason Diphron... está al otro lado de la línea y no sé qué hacer.

No sé si bajar y decirle a Anders, no sé si tirar el móvil por la ventana o tirarme yo.

-¿Qué quieres de mí? -logro titubear.

-Nada, Dalina. No quiero hacerte nada ni quiero nada de ti. -susurra al otro lado, cómo si estuviera evitando que alguien la oyera.

-¿Cómo tienes mi número? -mis ojos se llenan de lágrimas y jadeo cuando mi corazón se acelera. Noto unas mariposillas merodeando por mi estómago y me siento, ya que están quitándole espacio a la vida que crece en mi interior.

-Eso no es lo que importa. -dice de nuevo en voz baja. Esto es realmente tétrico, pues habla en un tono casi inaudible. -Sólo... no le digas a Anders. Aunque sea no ahora, escúchame.

Oír eso me hace levantarme al instante. La cama suena y la muchacha se da cuenta.

-¡No, no! -pide en voz baja. -Sé que traicioné vuestra confianza, la confianza de Anders y que le causé dolor, soy más que consciente. Comprendo vuestro odio y no lo justifico.

-¿Entonces qué quieres? -digo, con una lágrima solitaria cayendo por mi mejilla. -Conmigo no tienes nada que hablar, Dakota.

Una puerta suena con fuerza al lado de la línea dónde ella está y suspira, aliviada.

-Ya puedo hablar con normalidad. -habla de nuevo y confirmo que es ella, pues es su voz.

-¿Qué es lo qué quieres? -digo firme.

-Hablar contigo, Dalina. Necesito hablar contigo.

Río sin ganas.

-Conmigo no tienes nada que hablar, Dakota. -repongo. -Tienes que hablar con tu hermano, arrodillarte en el suelo e impetrar, rogar, suplicar e implorar por su perdón, Dakota. Y aún no debería dártelo. Ni a ti ni a Tennia. -escupo con odio; Dakota tiene un hueco en mi corazón, pero un hueco negro.

Anders ha sido acurrucado por mis brazos miles de veces, llorando y preguntándome si tan mal hijo y hermano fue, pues no entendía la traición de Dakota. Miles de veces.

La oigo sorber con la nariz del otro lado.

-¿No ha salido en las noticias? -dice Dakota y ladeo la cabeza, limpiando una lágrima que cae por mi mejilla.

-¿El qué?

Se queda callada durante unos segundos.

-Nada, no me hagas caso.

-Pero... -murmuro.

-Pero nada, Dalina. -me interrumpe. -A lo que yo venía, era... mmm... porque... -suspira, respirando hondo. -quería contarte a quién tienes al lado en verdad, Dalina.

Frunzo el ceño.

-¿A quién tengo al lado?

-Sí. -contesta. -Eres una buena chica y considero que no tienes que soportar las viles mentiras de mi hermano.

Me siento de nuevo cuando un mareo entra en mis venas con furor, arrasando con todas las hemoglobinas que ayudaban a que la sangre se moviese entre mis venas, mi presión arterial baja y debo sentarme para no caer.

-¿Las... las mentiras de tu hermano?

Asiente con la boca cerrada, haciendo una onomatopeya de 'Mmmm'.

-Mi hermano... no es una persona de moral aceptable, Dalina. Y creo que eso lo sabes. No digo que sea mala persona... Al menos no lo era, pero las cosas que hace, ya sea por su trabajo o su forma de vida, y eres consciente de ello.

-Sí... -murmuro con el corazón latiendo con fuerza contra mis oídos.

Y en eso tiene razón. En realidad, casi ningún trabajo que ejercemos es justo, o bien matamos cerdos salvajes, o perturbamos el descanso de los muertos para conseguir calaveras o secuestramos gallinas que vendemos, así tengan una buena vida con La Nueva Orden, les arrebatamos la libertad y todo con fines de lucro, y Anders promueve eso siendo el capitán de Veneno. Pero en estas épocas nada es moralmente correcto ni mucho menos; todos sabíamos que este trabajo era así y Guiena entero sabe las condiciones en las que un marinero trabaja.

-Pero quiero avisarte, Dalina. Anders se ha vuelto peor de lo que parece.

Reí irónicamente, pues esta conversación está empezando a tocarme los ovarios, siendo sincera.

-¿Peor? -digo, sus palabras son puñales ardientes a mi corazón, pues aún trata de justificarse y dejar a mi novio de mala persona. -¿Cómo no va a volverse una persona de mierda si su madre y su hermana ejercen semejante traición? -las palabras salen de mi boca como bolas de fuego incandescentes. -El milagro es que no se haya vuelto un loco o un asesino en serie.

-No me refiero a eso. -suspira.

-¿Entonces a qué? -me quejo. -No vas directo al grano y esta conversación me está poniendo de los nervios.

-Joder. -se queja. -Lo que quiero decir es que te ha mentido, Dalina, y en varias ocasiones.

Mi corazón comienza a latir amenazando con salirse de la oquedad de mi pecho dónde reside.

-¿A qué te refieres?

-A eso voy. -gruñe. -¿Acaso él te ha contado algo de lo que fue su rollito con Lady Eb? ¿O de que era el padre de Puntresh, el niño que murió hace unos meses en un accidente de tráfico?

Me burlo de ella nada más la oigo.

-Buen intento, Dakota. -río. -Anders no sabía que Puntresh era su hijo, la hermana de Jason le impuso esas maldiciones que no te permiten saber nada hasta que se rompan. -explico.

-Buena justificación. -murmura. -¿Y te ha dicho que le conté que me acosté con tu hermano?

La confesión llega a mis oídos y comienzan a pitar.

-¿Cuándo...?

-Ah, es cierto. -inquiere burlesca. -Que ni siquiera te contó que estaba vivo. Porque sí, se enteró de que estaba vivo el mismo día que volvió, Dalina.

Sus palabras hacen eco en mi cabeza y mis sienes palpitan.

<<Anders no podía saber, y..., y...>>

-No, no... -tartamudeo, pero las palabras no salen, el bolo de mi garganta no permite que lo hagan.

-Es un egoísta que sólo piensa en sí mismo, Dalina. ¿De verdad creíste que cuando dijo dónde estaba la ubicación de Saller fue por ti? -se burla. -No fue por ti, querida. Fue por miedo de lo que pudiera pasarle a él o a su barco, te lo aseguro. Tú le importabas lo más mínimo. Conociéndole. Eso y muchas más pestes que hizo, tanto cómo hombre, cómo antes de conocerte. Seguro que tampoco te contó la época de usar y tirar mujeres, una cada finde, sino era cada día. -escupe con odio y las palabras logran derramar mis lágrimas. -¿Ese es el que tanto defiendes?

El aire me asfixia, la nariz me arde, las lágrimas salen por mis ojos bajando por mis mejillas y resbalando en el filo de mi barbilla; es cómo si llevasen ácido que corroe mi piel.

Tomo aire, llenando mis pulmones de este mismo y logro hablar.

-Eres una perra traicionera, Dakota. -logro articular. -Te deseo lo peor, porque tú eres lo peor y no eres nada más de lo que te mereces. Aunque... -tomo aire de nuevo. -Con ese esposo que tienes todo te va a ir mal. Bájate ya del escenario, Dakota y deja de hacer el papel de adinerada. No sabes dónde te metes. El tiempo coloca todo en su lugar.

Cuelgo el teléfono sin decir nada más y cubro mis ojos con mis manos, tratando de detener el reguero de agua salada que mis ojos destilan.

Mi corazón late errático y cuando decido levantarme, mi tensión arterial desciende y debo aferrarme a la parte alta del cabecero de la cama para no caer.

Salgo de la habitación y bajo las escaleras, ofuscada.

-¡Anders! -lo llamo. Cuando llego, le veo tan feliz con Mara.

La rabia me consume por dentro al recordar que él sabía sobre qué Iriel estaba vivo y jamás me dijo.

-¿Qué pasó? -pregunta preocupado. Su estúpida sonrisa se le borra de su estúpida cara cuando me ve. Se yergue.

Tomo aire y trato de detener mis lágrimas.

-¿Qué pasa? -murmuro, con rabia. -¿En serio estás preguntándome qué pasa?

Mira a Milla y ella agacha la cabeza, cómo queriendo decir <<no tengo ni idea, arréglalo tú>>

-Dalina, no sé de qué me hablas...

-Ah, claro que no lo sabes. ¿Por qué que sabe Anders Hemsworth que los demás no?

Frunce el ceño.

-No sé, de verdad...

-¿Que Iriel estaba vivo, por ejemplo? -confieso con el dolor en el alma atacándome.

Se queda ojiplático y su mandíbula se descuelga.

Se levanta de su sitio y Mara lo imita, yéndose a la cocina.

Yo me doy la vuelta y subo las escaleras, pues lo último que deseo es hacer un espectáculo en vivo y en directo.

Entro a la habitación seguida de Anders.

-¿A ti quién te contó eso?

-Tu hermana. -confieso sin ningún tipo de remordimiento. -Me ha llamado y me ha contado todo lo que hacías incluso antes de conocerme.

Se frota el puente de la nariz con los dedos.

-Dalina...

-Oh, claro, el gran Anders Hemsworth, que se llevaba una cada fin de semana, ¿no?

-No puedes sacarme nada en cara, eso fue antes de conocerte. -repone.

Entrecierro los ojos.

-¡Pero podrías haberme dicho, mínimo!

-¿El qué? -cuestiona ofendido. -¿Que estaba con una distinta cada fin de semana?

-¡No, coño, eso me da igual! -grito con los dientes apretados. -¡Que mi hermano estaba vivo, Anders!

Las palabras parecen afectarle con la mueca de dolor que pone.

-No te lo dije porque... -no completa la frase y me desespero.

-¡Dime, Dios mío! ¡Justificate un poco, aunque sea!

-¡No quería que te desconcentraras en la época de mar, maldita sea...!

Oír eso hace que todo mi cuerpo comience a arder.

-¿No querías que me desconcentrase? ¿¡Eso para ti es desconcentrarse?! -grito, ya sin control. Las lágrimas ya no salen con rapidez, salen poco a poco y eso es mala señal. -¡Se acababa de morir uno de mis hermanos y no tuviste el valor de decírmelo!

Golpeo su pecho pero él ni siquiera se inmuta. Repito la acción varias veces y termino con los brazos inmovilizados contra su pecho. Las lágrimas, ahora sí, se desatan completamente y lloro contra su pecho.

Siento que, a pesar de lo que ha hecho, es un desahogo y siento un calor en sus brazos que cura mi corazón.

Minutos después, cuando el momento bonito termina, me separo de él.

-No te alteres, Dalina. Entiendo tu enfado, pero hay que tener cuidado con el bebé. -me dice en voz baja.

En el fondo tiene razón. Lo miro a la cara y la rabia quema mis venas, sustituyendo a la sangre y corriendo por todo mi cuerpo.

Decido respirar profundamente antes de ir hacia mi maleta, tomándola del asa.

-¿Dónde vas?

-Estoy cansada, Anders. -digo. -Esta situación me tiene al borde de la locura y no puedo más. Así que hablaremos cuando esté más tranquila, porque ahora no te quiero ni ver. A veces me paro a pensar... y pienso que lo único que hay en tu cuerpo es maldad, Anders.

Con esas palabras tomo la maleta y salgo de la habitación.

-Dalina, espera...

-Anders, dame tiempo. No quiero verte, en serio.

Bajo las escaleras y se queda allí, quieto.

Pongo la maleta en el suelo y ando con ella detrás, pasando al lado de Milla en la cocina.

-¡Dalina, cielo! ¿A dónde vas?

-A otro sitio, Milla. -contesto seria, parándome en la puerta. -Estaré bien, gracias por todo.

Salgo de la casa y en ese mismo instante una ráfaga de frío viento cruza el pueblo y me estremezco. Mis lágrimas se detienen y ya no salen; pues ya no tengo nada que llorar. Lo hice lo suficiente cuando Iriel desapareció, cuando Shiver y Asia murieron, lo hice demasiado y ya me he cansado de tanta llorera.

Así que decido fortalecer; me yergo y limpio mis lágrimas antes de dirigirme hacia el hospital, estos días de pensamiento y reflexión los pasaré pegados a Louise, un alma brillante en esta época oscura.

Entro al hospital y me acerco a la secretaría.

-Perdón, ¿la habitación de Louise Doufier?

-La número ciento cincuenta y uno, planta dos.

-Gracias.

Ando hasta el ascensor, pulso el botón de la segunda planta y en unos segundos me hallo allí.

Busco la habitación ciento cincuenta y uno y la encuentro minutos después. Toco la puerta y entro.

-¿Louise? -la llamo entrando con cuidado.

Me adentro un poco más y la veo tirada en la cama, con vendas por el cuerpo y una vía que da a una bolsa de sangre en el brazo.

-Louise... -mis ojos se inundan de lágrimas y dejo de hacerme la fuerte durante un momento. -Cariño...

Rozo su mejilla con los nudillos: se ve en paz. Completa paz. Su rostro refleja la tranquilidad que siente estando dormida.

Oigo una puerta y me giro para mirar, encontrando al médico y a Faraday juntos.

-Oh, buenos días, señorita. -murmura el hombre de la bata al verme.

-Buenos días.

-Dalina. -me saluda Faraday, abrazándome. -Gracias por venir.

<<Si supieras...>>

-No es nada, corazón. Me quedaré con ella en estos días, podemos quedarnos los dos o ir a dormir, cómo quieras. -El muchacho asiente. Miro al doctor. -Doctor, ¿cómo está?

El hombre suspira, bajando sus gafas grises hasta casi el final del puente de su nariz.

-Está bastante... grave. -cuenta y siento mi corazón acelerarse y pararse varias veces al oírlo. -La arteria pulmonar está bastante rota y la hemorragia ha sido mucha. El torniquete con el que llegó... la salvó completamente.

Las lágrimas corretean por mis mejillas cómo gotas en la ventana de un coche.

-¿Y qué van a hacer?

-Oh, ahora mismo vienen los enfermeros y la llevaremos a operar para reconstruir la arteria. La sangre que le hemos introducido esta siguiendo una ruta distinta, es decir, pasará por otro lado y tardará más en llegar, sólo le hemos puesto sangre de su tipo de reserva para que no muriera, la hemorragia ha sido muy intensa. Qué este viva... es un completo milagro.

Su parlería me rompe completamente y comienzo a llorar, girándome y abrazando a Faraday que se encuentra igual que yo.

-La operación es complicada, sí. -sigue el doctor segundos después, cuando me separo de él. -Está anestesiada. Pero estoy seguro de que saldrá adelante, pues tiene la suerte de que jamás ha fumado y sus pulmones están sanos. -Faraday y yo nos miramos durante unos segundos.

La puerta se oye y los enfermeros aparecen, llevándose a Louise anestesiada. Desenganchan la bolsa de sangre, la conectan a la cama y se la llevan de allí.

Me siento en la silla y Faraday hace lo mismo.

-Ahora lo único que queda es rezar porque todo vaya bien. Me voy a tener que poner en modo cacatúa religiosa. -ambos reímos.




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