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CAPÍTULO 05

'Devastador'

Laetizia.

-No estoy muy convencida, Van.

Mi amiga me mira de arriba abajo, extrañada.

-Pero si estás preciosa.

Volteo los ojos.

-No me refiero a eso.

Mi amiga suspira y admiro nuestros voluptuosos cuerpos enfundados en los vestidos que he elegido para la ocasión.

Vangalore Terris es una mujer, que aparte de ser amiga mía, su mejor virtud física es su belleza. Rubia oscura y de ojos negros cómo el carbón, luce un vestido azul oscuro ceñido y largo, y unos tacones de rojo cereza. Es la ama de llaves de la que era mi mansión, pero también es mi mejor amiga.

Yo, Laetizia Sinners, a diferencia de mi amiga, mi pelo del color del fuego y rizado es de lo más destacable de mi, junto a mis ojos del color del ónix. Mi vestido rojo carmín es más amplio pero resalta el torneamiento de mis piernas.

-Deja de darle tantas vueltas, Lae. -usa la abreviatura de mi nombre. -Es lo mejor que puedes hacer y ya.

-¿Cuánto falta para salir al aire? -Vangalore se voltea, mirando la hora.

La veo pensar hasta que habla de nuevo.

-Quedan dos minutos, yo que tú iría ya para el plató.

Asiento. Repaso mi pintalabios de color chicle y cuando termino segundos después, le tiendo la mano a Van.

-¿Vienes conmigo? -le sonrío.

Toma mi mano y me devuelve la sonrisa.

-Hasta el fin del mundo, Lae.

La agarro de la parte lateral de la cabeza y le planto un beso en la mejilla. Vangalore es lo mejor que me ha pasado en la vida. Cerramos la puerta del camerino y seguimos los carteles.

Comenzamos a avanzar agarradas de la mano, girando la esquina del pasillo y al fondo vemos el plató.

<<GNC News.>> Es lo que dice el cartel de rótulo neón encima de la puerta.

Me yergo antes de pasar el umbral de la puerta y Vangalore me sigue.

Mis tacones resuenan por el suelo de mármol negro del plató, es un gran escenario con varios focos apuntando al sofá carmesí oscuro que hay en el centro. Allí, el entrevistador, Derek Ebannus nos espera.

-Oh, ya estáis aquí. -Vangalore se sienta a mi lado y yo en medio de los dos. Derek alza la mano y chasquea los dedos. -¡Ya están aquí, podemos empezar!

Siento mi corazón con fuerza, errático.

Lo que estoy apunto de hacer puede costarme la vida a mí y a Vangalore, pero es lo mejor que puedo hacer. No quiero seguir callada.

-Bien... -dice Derek. -Empezamos en 3... 2... 1... -lleva la cuenta atrás y justo en ese momento, el resto de focos se apagan, dejando solo uno encendido que nos hace destacar en la oscuridad del plató. -Bueno, bueno, hoy estamos en directo desde el plató de la GCN en West Plate, aquí Derek Ebannus. -sonríe a la cámara que se acerca a nosotros. -Aquí estamos con la conocida actriz de cine retirada, Laetizia Sinners y su mejor amiga, Vangalore Terris. Buenos días, queridas.

-Buenos días, querido. -lo saludo yo.

-Buenos días, Derek. -oigo a Vangalore y la miro, arrugando la nariz con ternura.

-¿Cómo estáis?

-Bien, bien. -contesta Vangalore.

-Mmm, bien, sí. -titubeo. -Nerviosa.

-¿Nerviosa? -frunce el ceño. -¿Por qué? No hace tanto que te retiraste de las cámaras, Laetizia. Es más, veo a Vangalore más tranquila, y nunca ha salido en televisión. -ríe el hombre y lo imitamos.

-Es que... -suspiro. -Vamos a hablar de temas interesantes, Derek.

Él ladea la cabeza.

-Bueno, veremos, veremos... Hoy estamos aquí reunidos porque... bueno, vamos a charlar un rato sobre todos esos rumores que están sonando por ahí, de que si estáis enroscadas con el alcalde, que si lo compartís...

Vangalore y yo nos miramos y reímos.

-No, no, Derek. -corrijo yo.

-¿Nunca ha pasado nada con Saller Duponte?

Ladeo la cabeza.

-Somos dos mujeres de veintiocho años, atractivas y adineradas. ¿No nos ves capaces de ligarnos a uno de treinta como el alcalde? -murmuro con sorna.

-Oh, claro que sí, sois dos bellas celebridades, no lo pongo en duda. -se defiende el hombre entre risas. -Pero, ¿a raíz de qué surgió todo este revuelo?

Carraspeo la garganta y Van habla.

-Sucedió a raíz de... un encuentro que tuvimos con él, Derek. -cuenta mi amiga. -Pero no he tenido nada con él, sólo que donde va una, va la otra. -la tomo de la mano. -Somos un pack.

-Wow, wow, espera. -hace un gesto con las manos. -¿No he tenido nada con él? -me dirige la mirada. -¿Entonces tú sí, Laetizia?

Trago con fuerza y me yergo.

<<Es el momento de soltar la bomba.>>

-Sí, Derek. -abre la boca y los ojos, patidifuso. -He tenido algo con él. Antes de nada, quiero aclarar que culpo a Saller Duponte de todo lo que me pueda suceder después de esto, nada es mentira. -miro a mi amiga, que asiente levemente. -Vangalore está de testigo.

Derek frunce el ceño.

-¿Qué pasó, Laetizia?

Carraspeo.

-Pues... mira, Derek. -mis ojos se llenan de lágrimas al recordar todo lo que está sucediendo. Pero aleteo las pestañas disimuladamente y sigo hablando. -Tuve algo con él. Y fue lo peor que pude hacer, Derek. He perdido mi casa, parte de mis ahorros... todo por su culpa. Es un embaucador. -entrecierra los ojos, siento el apretón de la mano de Vangalore. -Y a eso he venido hoy, Derek. A desmentir todo lo que tenga que ver con Saller, a contar toda su verdad. Antes de que me callen, Derek. Antes de que me maten.

Tercera persona.

Laetizia Sinners y Vangalore Terris salieron del plató de la GCN algo alteradas, correteando tan rápido como sus maletas les permitieron.

-¡Nos va a matar, Van! -se queja Sinners, subiendo al taxi.

Le indica la dirección al taxista, que arranca al instante.

-¿Lo habrá visto?

Laetizia miro a Vangalore.

-Ha sido un directo donde hemos desvelado todas las artimañas de Saller, Vangalore. Estoy cien por cien segura de que lo ha visto y por eso me ha llamado tan rápido, para que vayamos a su casa.

-¿Y vamos a ir?

Laetizia niega.

-Vamos a ir a su oficina, cogeré unos papeles que me pertenecen y huiremos, cielo.

Vangalore traga con fuerza y mira hacia adelante.

Por otro lado, los tripulantes, disfrazados de personas totalmente distintas, volvieron a tocar el suelo de West Plate después de meses desde que los habían expulsado.

Sin embargo; no eran ellos, eran personas completamente diferentes.

Los siete tripulantes que habían subido se giran a atender la llamada de Anders.

-Ey, venid. -dice el capitán. -Louise, Dalina y Sohnya. -murmura. -Os quedáis aquí, bloqueando el uso del ascensor. -las tres muchachas asintieron. -Faraday, al conducto. Darko, Anne, conmigo.

Todos asintieron.

-Entendido, capitán.

Las tres cocineras se quedaron bloqueando el ascensor.

La oficina de Saller Duponte estaba al lado de la torre del reloj de Queensborough. Dentro, él maldecía a su amante.

-¡Es una perra! -la maldijo. Su subalcaldesa, Erin Montoya, lo observaba. -¿Cómo se atreve a hacer eso?

Estaba furioso. Sostiene el periódico que acaba de llegarle, el cual, era un borrador del que se empezaría a distribuir en unas horas con el bombazo informativo.

<<La revelación de Laetizia Sinners, amante de Saller Duponte: 'Es un tramposo. Compró votos, paga sus cosas con las arcas de Castilla, quita casas y cobra impuestos de más. Lo digo yo, que soy cercana a él'>> Era el título y subtítulo de este.

-¿Qué le vas a hacer? -murmura Montoya.

-Le dije que fuera a casa, que tenía que hablar con ella. -dice el alcalde, aplastando su puro contra el suelo del cenicero que reposaba sobre su mesa. -Pero la conozco, no va a ir porque sabe lo que ha hecho. Vendrá aquí, se llevará los papeles de su casa y se irá. Lo que no sabe es que yo la espero aquí.

Miro a Montoya. Se levanta y anda hasta ella, que se levanta también.

-Mientras tanto, tú y yo podemos divertirnos, ¿no? -susurro a su alcaldesa antes de lanzarse contra su boca.

Laetizia y Vangalore bajaron del taxi, que las dejó justo en frente al Ayuntamiento, pegado a la torre del reloj de Queensborough.

Las ruedas de las maletas sonaban contra el pavimento rocoso de la plaza del lugar, con un alto obelisco en medio. Eran las cinco y media de la tarde, el lugar apenas estaba concurrido para ser miércoles y eso alivió a Laetizia.

-Los cogemos, nos vamos. -mira a Vangalore, detrás suya. -¿Entiendes? Los cogemos, y nos vamos. Simple.

Su amiga asintió y entraron al Ayuntamiento.

-Buenos días, Vanya. -saluda a la secretaria. -Saller no está, ¿no?

La secretaria negó y subieron por las escaleras de caracol. Cuando llegaron al segundo piso, se dirigieron hacia la oficina del alcalde, custodiada por dos policías civiles.

-Buenos días, señora Sinners. -le saludo uno de ellos.

Ella asintió y entraron a la oficina. Laetizia sintió un alivio enorme al ver que estaba vacía y perfectamente ordenada.

-Bien, vamos a ello.

Dejaron las maletas a un lado y comenzaron a buscar en las estanterías que había a cada lado de la mesa.

Laetizia, sin cuidado ninguno, tira las carpetas al suelo buscando el papel que dice Traspaso de propiedad de Laetizia Sinners a Saller Duponte, a diferencia de Vangalore, que en el otro lado, busca entre las carpetas, pasando los portafolios con cuidado.

-Mierda, mierda... -maldice la actriz al cabo de unos segundos, cuando no encuentra nada. -¡No está!

-Calma, Lae... -murmura Vangalore, pero la mujer se agacha al suelo. Si rompe ese papel, recuperará la casa que Saller le quitó.

-¡No está!

-¿Buscas esto, cielo?

Oír esa voz la hizo ponerse pálida. Las piernas de Vangalore comenzaron a flaquear y apartó las manos de la estantería cuando el alcalde cerró la puerta del despacho con fuerza. Las estaba apuntando con una pistola con silenciador. En la otra mano, tenía el papel que le daba el poder sobre la casa de Laetizia.

-Saller, cariño... -la mujer saca sus dotes de actriz fingiendo que el cañón de la pistola apuntándola no le asusta.

El hombre disparó al suelo, rompiendo la alfombra al lado del pie derecho de Laetizia cuando esta se acercó. Ella tembló ante el sonido y la volvió a apuntar.

-No te muevas de ahí o te mueres ahora mismo, Laetizia. -se fue acercando poco a poco a ella, dejó el papel sobre la mesa. Asustada, alza las manos. Vangalore se mueve escasos centímetros en la misma posición que su amiga. -Y tú tampoco, Vangalore. Te veo por el rabillo del ojo.

En un movimiento rápido, se echo hacia atrás, giro ligeramente y golpeó a Vangalore con la culata del arma a la altura de la ceja. Esta, inconsciente, cae al suelo en un estruendo.

-¡Vangalore!

Laetizia corrió hasta ella, sin embargo, Saller la detuvo cuando la agarro del pelo.

-Tú no vas a ninguna parte, maldita traicionera. -la arrastra hasta la esquina de la oficina. Ella se remueve tratando de zafarse de su agarre, sin embargo, no lo logra y aprieta los dientes cuando su espalda choca contra el armario de la oficina. -Ahora sí que vas a morir, maldita. A Saller Duponte nadie lo traiciona.

Anders, Darko, Anne y Faraday arribaron la plaza de suelo de adoquines.

Habían cruzado el puente que separaba el Ayuntamiento de la parte oeste de la ciudad, dónde se encontraba el ascensor a escasos minutos.

Los cuatro llevaban unos revólveres en su espalda, mas Faraday llevaba también las cimitarras con las que acabaría con los guardias.

Entraron al Ayuntamiento y se dirigieron hacia la secretaria. Cuando se postraron en frente suya, esta los miro de arriba abajo.

-¿En qué puedo ayudarles? -pregunta, un tanto extrañada. Su mirada se posa en Faraday, que disimula mirando hacia otro lado.

-Queremos una cita con el alcalde, Saller Duponte. Hoy a las... -miró su reloj. -¿cinco y media? Faltan quince minutos y así no seríamos un estorbo.

La mujer comienza a teclear, a clicar con el ratón.

-Mmmm... sí, yo creo que sí. En el segundo piso, encontrarán allí su oficina, resguardada por dos guardias. Cuadrense con él. -Les sonrío amablemente. Todos asintieron.

-Perdón, ¿dónde está el baño? -pregunta el muchacho cuando todos se dirigen hacia las escaleras de caracol.

-Oh, lo acompaño, joven. -Le sonríe ella, posicionándose delante de él para llevarlo hasta los servicios, que están en una esquina del edificio.

Anders y el resto suben las escaleras, viendo justo en frente la oficina de quién había sido su jefe hace menos de un año.

-¡Me quitaste mi casa, Saller! ¡No puedes pretender que te siga queriendo después de eso! -grito Laetizia con el cañón del arma sobre su frente. Vangalore se removía del dolor que sentía en las sienes al otro lado de la sala.

-¡Yo no te la quite, tú no supiste gestionarte! -contraataca él, quitándole el seguro al arma que había puesto al golpear a Vangalore. -Ahora te vas a morir y se van a acabar todos mis problemas, maldita perra.

Movió su dedo hasta el gatillo, sin embargo, no jaló de él, pues en el momento exacto, oyó unos toques en la puerta.

-¡Señor alcalde! -era uno de los guardias que había fuera. -Vamos a entrar, tiene visita de una familia.

-Mierda... -murmura él, soltando a Laetizia, que corrió a socorrer a Vangalore. -Sentaros ahí atrás. -ordena, diciéndoles que se queden quietas en las sillas de detrás de su escritorio.

Ellas obedecen, correteando hasta los asientos. Saller guardó su arma antes de abrir la puerta.

-Bienvenidos, sí. -sonríe él. Los guardias se postran justo detrás del asiento, entre Laetizia y Vangalore. -Oh, pasen por favor.

Anders sonrío para sus adentros. Juraba que Saller no los había reconocido ni de lejos, además, el cuento de que necesitaban protección en su barrio había colado entre los guardias, que les habían permitido pasar. Mira hacia arriba durante un segundo, viendo que efectivamente, hay conducto de ventilación en la oficina.

Faraday desatornilla los clavos del conducto de ventilación del baño. Vanya, la secretaria, lo esperaba fuera y se estaba estresando, pues no lograba desatornillar el que sería la clave para quitar la rendija.

-¿Joven? -el baño estaba vacío y dividido por hombres y mujeres, así que la secretaria no entró, pero si toco la puerta. -¿Está bien?

<<Mierda...>>

-¡Sí! ¡Y-ya voy! -titubea él.

Cuando logra quitarla, celebra internamente su pequeña victoria. Sin hacer ruido, deja la rendija en el suelo y repta dentro del conducto, que es lo suficientemente ancho para que quepa y de sobra. La secretaria se extraña, pero decide no insistir.

El muchacho comienza a reptar dentro del conducto, llegando a una zona que es completamente ascendente.

-Joder... -murmura el muchacho, sin embargo, pone una mano y un pie en cada lado, ejerce fuerza y logra impulsarse hacia arriba, subiendo por la ascendente que iguala a las escaleras del segundo piso.

Cuando llega, tiene dos caminos para elegir. La derecha o la izquierda. Y cómo uno de sus libros favoritos dice, <<Izquierda, siempre izquierda.>>

Toma este camino y pasa por varias rendijas. Se fija en cada una de ellas, una está vacía y en la otra, hay dos personas reunidas.

Cuando llega hasta la rendija de la oficina de Saller, saca el destornillador de su bolsillo.

-¿Y cómo han notado ustedes esto, familia Sawzky?

Anders se yergue y se dispone a hablar. Mira hacia arriba durante un nanosegundo, y logra distinguir el brillante del destornillador de Faraday.

-Pues mire, señor Duponte. -comienza. -Ahora hay muchos atracos de delitos leves. Antes, uno podía ir a la tienda tranquilo, con tu móvil en la mano. -miro hacia arriba con mucho disimulo de nuevo. La rendija desapareció sin emitir ruido, esta quedaba justo detrás de los guardas, uno estaba algo más adelantado del otro. -Ahora ya no, señor. Y es que ya no se ve policía andar por las calles, señor Duponte.

Saller fingió que le interesaba. Con mucha maña, enganchado a un pequeño garfio que había dentro del conducto, Faraday se va descolgando poco a poco.

Laetizia, abrazada a Vangalore y oyendo toda la conversación, toca la pierna de su amiga al ver al hombre bajar. No hacen ruido, pues Faraday se gira y les hace el gesto de 'Silencio'. Mira a Vangalore, repitiendo el gesto.

-Pues voy a hablar con los guardias civiles, la verdad. -contesta el alcalde. -Tienen razón, Guiena no es un país tercermundista donde atracan a la gente por la calle. Les prometo que eso va a cambiar.

Abajo, la secretaria estaba extrañada por la cantidad de tiempo que el joven llevaba en el baño, y con los ojos tapados, entro.

-¡Joven!

Fue hasta la única cabina, cerrada pero sin pestillo. La abrió y su sorpresa no fue poca al ver la rendija del aire acondicionado en el suelo y la cabina vacía. Salió corriendo a avisar al alcalde.

Con sumo cuidado y precisión, Faraday aterriza y engancha del cuello al guardia que estaba más atrás, le tapa la boca con una mano antes de rasgar la piel de su cuello con la cimitarra que portaba en la espada. El hombre trató de gritar, pero la mano del joven se lo impide.

Cae al suelo en un sonido seco y sin darle tiempo a reaccionar, nada más el guardia se gira, entierra un tiro entre ceja y ceja que lo hace caer al suelo, muerto. Sopla el humillo del revólver.

Laetizia aguanta los gritos tapándose la boca, mientras aprieta la mano de Vangalore.

Saller se gira al oír el sonido de una bala silenciada.

-¿Quién demonios e...?

No dice nada más, pues tampoco tiene tiempo de sacar su pistola cuando el capitán Anders Hemsworth se levanta y lo agarra de la parte trasera de su chaqueta.

-¿No se acuerda de nosotros, querido alcalde?

Faraday le quita su pistola, lanzándola a los pies de Vangalore y Laetizia al final de la sala.

-¿Quiénes sois... y por qué venís por mí? -La rabia de todo lo sucedido toma por completo a Anders y le soltó una bofetada que voltea el rostro del alcalde. Sus lágrimas llenaron sus ojos ante los recuerdos.

-¿Creíste que jamás nos enteraríamos de tu traición, querido Saller?

Mando su mano hasta su peluca rubia de pelo corto y la quito, revelando el cabello tan identificativo de Anders. Saller abre mucho la boca y siente que no puede respirar.

-Anders...

-¿Acaso pensaste que te saldrías con la tuya? -murmuro entre dientes, sacando el revólver de su espalda. -No, querido Saller. -pasa el revólver por las facciones de este. -En alta mar, las traiciones se pagan. -el alcalde trata de quitarle el arma, pero Anders lo prevee y quita el revólver de su alcance. -No, querido.

-¿Qué queréis de mi?

Anders se voltea, riendo. Saller logra ver a Faraday de reojo.

-Deshacernos de la maldición de Hermione Duponte que tú mismo nos impusiste. No sabía que tenías una hermana, querido.

El alcalde siente la sangre abandonar su cara.

-Yo...

-¿Eso te parece bonito, Saller? ¿Pasarnos tu maldición?

Saller enfurece por dentro.

-Es lo que toca, Anders. Yo quería salvar mi pellejo y os tenía a vosotros. -El capitán alza una ceja. -Además, vas a ir al infierno te mate la maldición o no. Tienes que matar a la bruja todavía y se te acaba el tiempo.

Anders rió.

-Kina está muerta desde hace tiempo, querido Saller. -se acerca a él de nuevo, apoyándose sobre la mesa. -¿Sí, voy a ir al infierno?

Saller asiente, seguro de sus palabras.

-Eres un asesino, Anders. Has matado a más de veinte seres, tus manos están mucho más manchadas de sangre de lo que crees... Tu destino siempre será arder en el infierno.

Anders río de nuevo.

-Al menos no soy una rata traicionera cómo tú, Saller. -quita el seguro del arma y apunta directo a su frente. Saller trago con fuerza. -Nos vemos en el infierno, querido alcalde.

La bala atraviesa su cabeza en silencio, y él no impone resistencia. La vida sale tan rápido de su cuerpo como la bala llegó a su cabeza. Laetizia grita con su mano tapándola y callándola, y aprieta la mano de Vangalore al ver a Saller caer hacia atrás de la silla, muerto.

Anders sintió un gran lastre quitarse de encima suya, se volvió a colocar la peluca y en ese momento, la secretaría entro a la oficina.

-¡Señor...! -se queda enmudecida cuando ve la sangrienta escena con tres muertos, sin embargo, no dice nada más cuando Anne la jala del brazo dentro de la sala y estrella la culata de su revólver en su nuca, haciéndola caer al suelo.

Anders observa la escena, callado durante unos segundos hasta que se acerca a Laetizia y Vangalore.

Les tiende su mano, enfundada en el guante negro.

-¿Venís con nosotras, queridas? -les sonríe a ambas, que se miran entre ellas.




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