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CAPÍTULO 04

'Exequias'

Tercera Persona. Este capítulo está narrado en pasado, pues el entierro fue antes del capítulo 3.

9 de junio.

Era un gran día. Hoy, nueve de junio del año mil ochocientos ochenta y uno, el entierro del rey de Guiena durante treinta y cinco años, Isaac Diphron. Tuvo a su primera hija, Ebrah Diphron, con diecisiete años recién cumplidos, para luego tener al segundo, el actual rey, Jason Diphron, diez años después.

El muchacho se preparaba para el cuarto entierro del año más negro de la historia de la monarquía.

Podría haber otro más si añadimos a la lista el de Tennia Hemsworth, que a pesar de que él mismo se encargó de terminar con su vida, hallaron su cuerpo y la reina consorte estaba destrozada.

Sin embargo, a Jason Diphron le daba igual. Se había quitado de en medio a Tennia, su mayor problema. Ni Puntresh, ni Drake, ni Gilda, ni Tennia. Ya nadie podía atormentar al rey de Guiena.

Salió de su habitación, seguido de Elene, la mujer que había contratado de servicio de cocina. Ella se ató la falda a la espalda, mientras que Jason se abotonó el pantalón, pues Dakota estaba apunto de llegar y no podía encontrarlos de esas formas. El rey no hacía daño si no era imprescindible.

-Venga, sal. -ordenó el rey a la sirvienta, que corrió saliendo de la habitación.

Por otro lado, Dakota Hemsworth arribaba al lugar con suma alegría. A partir de ese día, oficialmente su marido sería rey, pues no quedaría ningún atisbo de lo que fue el monarca Isaac Diphron.

Ella misma se había encargado de terminar con él, y por ahora, su plan había funcionado a la perfección. O eso creía.

Eso era lo que ella pensaba, sin embargo, al cruzarse a su marido en la puerta, que iba hacia otro lugar distinto a la capilla Hellstrom, algo comenzó a extrañarle.

-¡Jason, cielo! -se lanzó a sus brazos en la entrada del Palacio Louvemuont, sin embargo, este la apartó evitando su beso y su roce. -Ey, ¿qué pasa?

Jason no respondió, no tenía ganas de soportar la toxicidad intrínseca de su mujer. Cada día la detestaba más, la soportaba menos y a penas llevaban una semana casados. ¿Cómo pudo creer en algún momento que la quiso? Era una celosa, posesiva, tóxica, ¿quién le aseguraba que no lo traicionaría, tal y cómo se lo había hecho a su propio hermano, sangre de su sangre?

Lo último que hacía era confiar en su mujer; sin embargo, tenía que aguantarla ya que no quería formar más conspiraciones.

Entro al coche y observo desde el retrovisor a lo lejos a Dakota, que lo miraba extrañada.

Decidió no darle más vueltas y arrancó, dirigiéndose hacia el cuartel de la policía. En un Q5 azul claro, con gafas de sol y un abrigo alto, a pesar de estar en pleno junio.

Llegó allí, donde estaban los resultados del cuerpo de Isaac. El día anterior había cerrado la capilla Hellstrom, había llevado su cuerpo a la morgue y cuando realizaron su autopsia, lo devolvió allí sin ninguna sospecha aparente de la prensa.

O eso pensaba.

En aproximadamente veinte minutos, recorrió seis kilómetros de los cuatrocientos cuarenta y dos kilómetros cuadrados que tenía de superficie.

Llegó al cuartel central de la ciudad de East Plate y aparcó el coche.

No estaba preparado para lo que podía deparar la muerte de su padre, pues en el fondo sabía que lo más probable era un intento de asesinato. Que no era un intento, vaya. Un homicidio en toda regla.

Jason entró al cuartel, saludó a la secretaría que le concedió el paso a la oficina del comandante Bellán, quién era el policía que se ocupaba de todos los casos reales.

-Buenos días, Bellán.

Axel Bellán era un agente de los valiosos. Llevaba muchos años trabajando en el cuartel, sirviendo a la monarquía, investigando los casos que le convenía. Su silencio era valioso, Jason sabía que si en algún momento se le ocurre romperlo, debería acabar con él, pero ya no le temblaba el pulso con los muertos.

-Buenas, Jason. -murmura el hombre, revolviendo los intestinos del rey con el hecho de que use su nombre.

-Alteza para ti. -dice el monarca con los dientes apretados.

-Lo siento. Buenos días, alteza. -rectifico el agente. -¿Viene por los resultados de la autopsia?

-Sí.

-Espere un momento, majestad. -Jason se irguió ante la palabrería, que lo ponía orgulloso. -Voy a imprimirlos.

El hombre asintió, Bellán salió de la oficina y Jason se quedó esperando.

Observó todo lo que había en la sala; miles de informes, objetos, carpetas...

Jason no quisó cotillear más cuando Axel Bellán entró a la sala. Traía varias hojas. Se sentó de nuevo en su sitio y le mostró los papeles.

-Mire, majestad. -murmuró, señalándole los análisis. -Aquí... los análisis de sangre están relativamente bien.

-¿Sí?

Asintió.

-Sin embargo... los análisis estomacales del rey están muy adulterados, señor.

Jason ladeó la cabeza.

-¿Adulterados?

-Sí. -continuó el hombre. -Hay sustancias que no deberían estar, además en grandes cantidades...

-¿Eso qué quiere decir?

Bellán alzó los hombros.

-Que... El rey murió de algo que le provocó un infarto, no de un simple infarto.

Jason analizó las palabras, pues le estaba confirmando lo que ya sabía.

-¿Qué es eso que le provocó el infarto?

-Fue una sobredosis de pastillas antipsicóticas. Eso hemos analizado en el laboratorio.

El corazón del rey se aceleró instantáneamente, nada más oyó eso supo que alguien había matado a Isaac, él no tomaba antipsicóticos.

-¿Antipsicóticos? -titubeó como su voz entrecortada le permitió.

-Sí, flufenzaparina. -afirmó. -Así que sólo hay dos opciones, señor. O su padre se drogaba, o lo drogaban para matarlo.

La rabia invadió la anatomía de Jason; no pensó demasiado en sus acciones cuando agarró a Bellán del cuello y le dió un puñetazo. Este grito de dolor cuando su labio se partió, manando sangre.

-No vuelvas a... decir eso de mi padre. -murmuró el rey con dificultad, pues le costaba respirar.

-¡Lo siento, señor! ¡Perdóneme!

Jason soltó a Axel. Trató de tranquilizarse; debía descubrir quién había matado a su padre provocando el infarto.

Salió de la oficina de Axel Bellán con los nudillos rojos y sin pensar en nada más, se dirigió a la capilla Hellstrom.

El monarca actual arribó a la capilla Hellstrom.

Bissous, él y el consejero -pues la reina consorte no entraba en el pack- habían acordado que el entierro de Isaac se haría de una forma especial.

Había sido rey desde hace treinta y cinco años, había que rendirle un mínimo de tributo.

Primero, sacarían su cuerpo de Hellstrom, unos devotos a la monarquía lo llevarían hasta la Plaza del Sauce, que se encontraba a diez minutos de la capilla andando. Serían veinte llevando a un muerto encima. Luego, lo subirían a un carruaje que transportaría su cuerpo hasta la capilla del Palacio Louvemuont, dónde se había hecho la capilla ardiente.

Harían una misa, bastante larga, de hecho, y luego ya le darían santa sepultura en el mausoleo aledaño a la capilla.

Suspiro con tristeza. La gente se acumulaba en la entrada de Hellstrom, habrían cerca de quinientas mil personas de las seiscientas quinientas mil que habitan en la ciudad oriental.

Jason aparcó en la entrada trasera de Hellstrom. Allí, su mujer vestida de negro con un manto transparente sobre la cara lo esperaba.

-¡Jason! -lo saludó cuando se acercó. Le dió un abrazo y Jason lo devolvió a mal gusto. -¿Qué tal, cariño?

-Bueno... -se separó de ella y se acercó hasta Bissous.

Dakota lo sigue.

-Bissous. -lo saludó. -¿Qué tal?

-Bien, bien. Todo está listo, señor. ¿Vamos? -el francés señaló la entrada trasera de la capilla. Jason asintió.

El francés desaparecería después de esto, el mismo día por la noche tenía el vuelo de vuelta a Brisbane, y de ahí regresaría a Versalles.

Andaron hasta la entrada de la capilla. Allí, comenzaría el funeral de Isaac Diphron.

Cuando estuvieron ya dentro, se posicionaron al lado del altar, donde el arzobispo Bunbury esperaba.

-Buenos días, majestad. -le saludó el arzobispo.

-Buenos días, Bunbury. -le contestó él.

Abrieron las puertas de la Capilla. La gente se metió dentro, acumulándose hasta donde estaba la Guardia Real frente al altar donde la familia esperaba.

Los diez devotos que llevarán el ataúd se acercaron, mostrando su identificación. Traspasaron la barrera de la Guardia Real cuando se lo permitieron.

-Buenos días, majestad. -Fue lo que dijeron cada vez que se acercaban frente al rey, arrodillándose frente a él. Jason asentía y ellos pasaban detrás suyo.

Cuando todos lo habían saludado, andaron hasta el ataúd. La Guardia Real golpeó sus armas contra el suelo, indicando que hicieran silencio. La multitud obedeció.

-Buenos días. Hermanos, hoy estamos aquí reunidos para rememorar la memoria de nuestro antiguo rey, Isaac Diphron. Un gran rey, un gran hombre, un gran padre... -<<Bueno, eso se puede poner en duda.>> Fue lo primero que pensó Jason. -Vamos a transportar su cuerpo hasta la Plaza del Sauce, al lado de Commerce's Avenue, el centro de la ciudad.

La gente comenzó a aplaudir y los devotos se pusieron debajo del ataúd. Posicionaron el féretro sobre los hombros de aquellos hombres, que gritaron apretando los dientes por la fuerza que ejercían. Bajaron los pequeños escalones y empezaron a andar por la alfombra roja que precedía el altar de la capilla Hellstrom.

El himno de Guiena, El Canto Real, comienza a sonar por las paredes de la capilla y por la ciudad al paso de la procesión.

-Jason. -el rey se gira ante la mención de su nombre. Cuando se gira, distingue entre todo el mundo a Liam Davis, el ministro que maneja toda la Guardia Real y pertenece al Consejo. Se giró y lo tomo en un abrazo. -Lo siento mucho, hijo. No pude asistir a tu matrimonio, estaba muy ocupada pero ya estoy aquí.

-Tranquilo, Davis. -contestó él, separándose de Liam. -¿Qué tal?

-Bien, bien... estresado, de hecho. -El pequeño hombre se irguió como pudo. -Manejar las Fuerzas Armadas no es fácil, vaya. Supongo que te lo imaginarás.

-Ya, ser rey tampoco.

-Oh, claro, lo entiendo. -dijo. -Y más cuando tu padre muere en pleno revuelo por muertes anteriores.

-Hmmm... -asiente Jason.

-Pero bueno. Cambiemos de tema de trabajo a más trabajo. -sonrió. -¿Qué quieres hacer con la guerra? -Jason lo miró. -¿Nuevo ataque?

El rey negó, sonriendo a la cámara que se cernía sobre él a su derecha, tratando de traspasar las barreras protectoras de la Guardia Real.

-Mmmm, no, ataques no.

La sorpresa sorprendió a Liam Davis, que miró al monarca extrañado.

es un complejo palaciego situado en Mysore¿Va a dejar la guerra de lado?

Jason había estado pensando en todo el tema durante mucho tiempo. Planeó, creó y deshizo miles de planes, pensando en que sería lo mejor.

Pero aún no lo tenía claro, así que fingió no escucharle y se adelantó sin contestar. Simplemente observó el paisaje en silencio; pasaron al lado del Palacio de Roques, el Palacio al que pertenece la capilla Hellstrom. El Palacio de Roques es un complejo palaciego situado a las afueras de la ciudad, era el vacacional favorito de Isaac por su belleza y su posibilidad para ver toda la ciudad en la noche.

Roques estaba a las afueras, podía verse el Palacio Vielmoe, el lugar dónde el rey se casó, en el otro lado de la ciudad junto a la playa, también podía verse el propio Louvemont e incluso Commerce's Avenue al lado de la Plaza del Sauce. Sin duda, East Plate era un completo espectáculo visual.

La ceremonia siguió su curso. En quince minutos aproximados, lograron arribar a la Plaza del Sauce. El himno se repitió unas cuantas veces, dando intervalos de tres minutos de silencio para luego escuchar El Canto Real de nuevo.

La larga -más bien, larguísima- procesión de gente que atiborraba las calles arribó la Plaza del Sauce un rato después de haber salido. No sucedió nada más interesante, Jason siguió andando, Dakota hablaba y hablaba quejándose de que su madre no podía ser enterrada así, el monarca decidió ignorarla, pues era lo mejor.

Cuando llegaron a la plaza, vieron al fondo el cañón de artillería que transportaría el cadáver de Isaac Diphron hasta Louvemont.

Los devotos transportaron el féretro hasta la limusina con el cañón de artillería pegado. Jason se giró y vió la gente acumularse a sus lados, queriendo verlo todo. Había cerca de quinientas mil personas atesorando todo el lugar.

La humareda de la gente se iba acumulando cerca de la limusina. La Familia Real guiénesa entró a la limusina y los que querían ver el funeral se subieron a sus coches dispuestos a irse a Louvemont.

El vehículo arrancó después de que engancharon las tiras al ataúd y arrancaron. Sobre la una menos cinco, llegaron al Louvemont, que se hallaba en todo el centro de la ciudad. Aparcaron el coche en el parking del Palacio y la gente se acumuló en la entrada principal de este mismo, frente a la puerta de los grandes jardines.

-Johannes y guardas reales, encargaros de abrir y que sólo entre prensa, duques, marqueses, etcétera. -ordenó el rey. -Los demás, vamos a llevarlo a la capilla del Palacio.

Los guardas llevaron el cadáver hasta la capilla aledaña al Palacio, la que daba paso al mausoleo familiar, donde están enterradas todas las altezas reales que habían fallecido desde el año mil setecientos treinta y tres.

Llevaron el cuerpo y Avik se encargó de que sólo pasaran periodistas, para que lo televisaran, duques, marqueses... La gente fue dejando ramos de flores y abandonando el lugar, dejando hasta más de ciento cincuenta mil ramos de flores en la entrada del Palacio Real. Aunque eso no es ni una quinta parte del número de flores que dejaron cuando Lady Eb murió, pero eso es otro tema.

La Guardia Real se posicionó a lo largo de la extensión de todo el Palacio, en filas y protegiendo la iglesia.

Dentro, cuando todo estuvo listo, Bunbury comenzó la misa. El féretro estaba tapado con la bandera nacional y se fijó en el detalle de que llevaron su corona, su cetro y su joyero real encima del ataúd que reposaba sobre un altar, detrás del atril donde el arzobispo hablaba. Allí, ya aguardaban muchos presidentes, reyes de la época que asistieron al funeral del difunto monarca, cómo lo eran el presidente de EEUU, James Abraham, el rey de España, Alfonso XII, el presidente ruso, Alejandro II o el rey británico, Eduardo VII con su hijo Jorge V, de dieciséis años, entre muchos otros.

Cuando los británicos se acercaron al monarca, este sintió un escalofrío en su espina dorsal. El adolescente le había dado una vibra extraña. Tuvo una especie de predicción, o más bien premonición, sintió que un familiar cercano al muchacho sería monarca durante muchos años, el escalofrío en su médula espinal quería decir algo, Jason entendió que se acercaba una gran época para la monarquía británica con el nacimiento de alguien que mantendría Reino Unido grande durante todo su reinado.

Jason se olvidó de sus poderes de médium y siguió con el curso de la ceremonia.

Todos dieron sus condolencias al rey Jason cuando este paso atrás detrás del féretro.

-Mis más sinceras condolencias, majestad. -se acercó el español, el último que le dió sus pesares -Siento mucho lo de su padre.

Jason asintió y el barbudo se volvió a sentar en las banquetas.

Cuando todos le habían dado sus condolencias, se sentaron a escuchar al arzobispo.

Las banquetas estaban llenas entre duques, marqueses, guardas reales, presidentes... y eso que habían seleccionado minuciosiomente quiénes entrarían.

El funeral da comienzo con el himno de fondo.

La cabeza de Jason no deja de pensar en todo lo que está cada vez más cerca de su alcance, pero tampoco puede evitar pensar en que su padre ya no está con él y ese es el detonante que libera una lágrima que rueda por su mejilla.

-En eterna gratitud y agradecimiento, -comenzó Bunbury. -nos encontramos hoy en esta casa de Dios para conmemorar la muerte del rey, sucedida el pasado día treinta de mayo de mil ochocientos ochenta y uno. -dijo. -Monarca durante treinta y cinco años, padre desde los diecisiete, y uno de los mejores monarcas que ha tenido Guiena.

-Hoy estamos aquí para memorarle, llorarle, darle el último adiós para que parta de este mundo en paz. Con el poder de la oración, lograremos que Isaac pueda descansar en paz, pues su mayor motivación, Guiena, está en buenas manos. Poneos de pie, hijos.

<<Ay, Bunbury... si supieras todo lo que ha sucedido dentro de la casa real...>> Pensó Jason al oirlo, pero se levanto sin rechistar.

El rey escuchó al arzobispo con atención.

-Murió de una forma rápida e indolora. -Jason no estaba muy seguro de eso, pero de nuevo se quedó callado. -Pero desde aquí, rezamos como los devotos que somos para que descanse en paz, nuestro monarca Isaac. El fin de un reinado, bastante largo además, significa el inicio de una nueva era y queremos simbolizar esto. El último adiós a Isaac Diphron.

Unos muchachos se acercaron hasta el lugar, y quitaron del féretro el cetro, la corona que Isaac siempre usaba y su joyero favorito, representando el fin definitivo de la era de Isaac Diphron, entrando en la era de Jason Diphron al cien por ciento.

El resto de la misa sucedió bastante más rápido de lo que Jason esperó; oraron por el alma de su padre y se dispusieron a hacer la última actividad del entierro Real antes de meterlo al mausoleo; darle una vuelta alrededor de la capilla con su himno, El Cántico Real.

Así que La Guardia Real se posicionó para tomar el cadáver de Isaac en brazos junto a su féretro de nuevo.

Lo alzaron y salieron hacia de la capilla seguidos por todos los asistentes y protegidos por La Guardia Real delante.

El Cántico Real comenzó a reverberar por toda la extensión del Palacio Louvemont en su amplitud: estaba puesto en cinco altavoces que portaban en carretillas y se mezcló con los sonidos de vitoreo de los espectadores al otro lado de la alta valla que protegía el Palacio Real.

Jason sintió aquel himno como si se fuese la vida en ella. Dakota se apretó contra él, cosa que lo repugnó. Simplemente no la apartaría, pues precisamente ahora estaban en el punto de mira.

Que Dios haga a nuestro rey victorioso y feliz.

Que nuestro rey reine por siempre lleno de bondad, hasta el final de nuestros tiempos y por toda la eternidad. Dios salve a nuestro amado rey, que por siempre en Guiena se infunda su ley.

Este verso se repitió de nuevo para dar paso a la última frase.

Dios salve al rey.

El corazón se le encogió ante aquellas palabras con ritmo, pues notó a su padre marcharse cuando terminó la canción.

Apenas iban en la parte trasera de la capilla, pues era bastante grande y en tres minutos no habían sido capaces de rodearla hasta llegar a la entrada del cementerio, que se hallaba al extremo izquierdo.

Siguieron avanzando, firmes y Jason bajó la cabeza durante unos segundos para derramar unas lágrimas silenciosas.

El dolor no cesó cuando sintió el calor de los brazos de Johannes Avik y entonces ya no le importó derrumbarse, más aún cuando recordó que a su padre lo habían matado y ya no tenía familia en el mundo. Excepto a ese viejo saco de huesos que trabajaba con él de consejero.

Cuando se recuperó, sin hacer demasiada bulla, sintió como el rey español le palmeaba la espalda, tratando de disimular.

Bissous apareció por primera vez desde la capilla Hellstrom.

-¿Dónde te habías metido? -le preguntó al agente, que alzó los hombros.

-Yo siempre aparezco en el mejor momento. No llores más, querido. La prensa va a pensar que te seintes culpable y no es así. Ya está descansando. -murmuró a su lado, acomodándose las gafas de sol. -Hasta aquí mi trabajo, Jason.

Al oírlo, el rey ladeó la cabeza.

-¿Qué?

-Ya se acabó la Operación Cacatúa, Isaac está enterrado y me vuelvo a Versalles, mi trabajo aquí ha finalizado. Mucha suerte con su puesto, querido monarca. -le palmeó el hombro. Jason abrió la boca para hablar, pero con un gesto de silencio, Bissous desapareció entre la gente que atesoraba el féretro alzado en los hombros de los guardas y no lo volvió a ver.

Le molestó una despedida tan cutre para Bissous, le había cogido cierto cariño.

Llegaron a la entrada del mausoleo y bajaron las escaleras de la entrada del lugar, que con un cartel ponía 'Cementerio Real' .

Bajaron las escaleras y llegaron a la gran sala subterránea. Esta estaba subdividida; altezas reales y reyes.

La gente se quedó esperando en esa sala y Johannes, Dakota, Bunbury, Liam y Jason entraron junto a los guardas reales que lo meterían en la urna vacía que yacía desocupada en la segunda fila, el décimo lugar de los doce que había por fila. En cinco filas, en total, sesenta urnas encajadas en la gran pared, de las cuales, solo veintiuno estaban ocupadas con los reyes anteriores desde hace años.

Ahora le tocaba a Isaac, luego, le tocaría a Jason en el puesto de abajo, y así siguiendo la sucesión. Aunque de no haber sido por aquel accidente, le tocaría a Puntresh y Jason iría en el puesto de alteza real.

En esa sala, reposaban personas como Puntresh, Drake -que al abdicar dejó de ser rey-, Ebrah -que transportaron sus restos hasta la ciudad-, o María Stanley.

Mercy Diphron era el que se posicionaba arriba de dónde estaría Isaac, el abuelo de este mismo que murió hace casi cien años.

El arzobispo comenzó una oración por su alma y alzaron ligeramente el cadáver hasta introducirlo en la urna. Luego, otro guardia atornilló la chapa que decía 'Aquí yace el cadáver del rey desde el año 1846 hasta el año de su muerte, Isaac Diphron: R.I.P., 1829-1882. Dios salve al gran rey. Amor y bondad'

Las letras bordadas en dorado en el cartel de granito resaltan por su belleza.

Cuando el guardia terminó, echaron la bendición católica.

-En nombre del padre, del hijo, y del Espíritu Santo, amén. -murmuró Jason siguiendo al arzobispo. Todos se echaron hacia atrás saliendo por el portón de la sala.

El rey se quedó unos segundos mirando el panteón, para dar una mirada a la tumba de su padre.

Carraspeó y dijo, antes de irse:

-Nos vemos en la otra vida, papá. Voy a recuperar Guiena y va a ser por ti, padre. Lo haré en tu honor. -su voz tembló. -Te perdono.

Él sabía que en el fondo -o quizás, ya no tan al fondo- había perdonado a Isaac todo lo que hizo en vida, y ya no dejaría paso a los malos recuerdos con su padre, ahora solo daría paso al buen recuerdo y el latente amor que le tuvo, y sabía que de una forma u otra, recuperaría Guiena en su honor.

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