Capítulo 24
− Naira deberías dejar de perderte tan fácilmente en tus ensoñaciones – dice – Antes no eras así –añade y no logro escuchar al completo lo que dice.
− Lo siento – digo todavía seria.
− ¿Eres consciente de lo que le prometiste a Bates? – me pregunta.
− Sabes perfectamente la respuesta a esa pregunta – respondo sarcástica – Tú me diste la respuesta a lo que Bates decía, asentiste y dije que sí. Lo hice porque confiaba en ti – explico.
− ¿Confiabas? ¿En pasado? ¿Acaso ya no lo haces? – pregunta extrañado.
− Esta mañana he buscado el cuaderno para poder leerlo y recodar, pero me has mentido, no estaba en mi arcón – digo cabreada y elevando la voz a cada palabra.
− Primero, cálmate y después te explico – dice.
Asiento con la cabeza para que comience con su explicación.
− El diario no está en tu arcón porque yo lo quité de ahí. Si alguien lo encontrase en tu arcón, Bates pensaría que están ayudándote a recodar. Por eso no puedo decirte mi nombre, tienes que recordarlo tú sola, pero si tú misma te lo cuentas a través de tu diario no estrías infringiendo ninguna norma. Aparte Julián está es tu habitación y no quería que él lo encontrase – se explica.
− ¿Por qué? − pregunto.
− ¿Por qué qué? – responde a mi pregunta con una.
− ¿Por qué Adam puede decime su nombre y tú no? ¿Por qué no te fías de Julián? Él parece un buen chico – digo extrañada.
− Se nota que no recuerdas a Julián – dice riéndose.
− Al menos se su nombre – digo irritada – Qué es más de lo que se de ti. Y también sé que su padre es Bates.
− ¿Cómo te has enterado de eso? – pregunta extrañado.
− Tú no respondes a mis preguntas, yo no respondo las tuyas. Es la ley del Talión, ojo por ojo y diente por diente − respondo provocando que se ría agriamente, le doy una sonrisa torcida.
Entro al gimnasio. Él entra justo detrás. Los chicos que estaban en la mesa del desayuno ya están en las máquinas y en las colchonetas trabajando distintas llaves.
Adam se acerca hasta nosotros y cuando llega a mi lado dice – Tu trabajo consiste en ayudarnos a entrenar para mejorar.
¡No! ¿¡Cómo he podido prometerle eso a Bates!? ¿¡Cómo pretende qué ayude a entrenar a la gente que me ha devuelto a esta cárcel!? Le prometí eso por culpa del traidor de ojos azules.
− Entendido. ¿Quién es él primero? – le pregunto.
− Hoy entrenaras con él – dice a la vez que señala con la cabeza al traidor – Mañana entrenarás conmigo y así hasta que entrenes con todos los que estaban en el desayuno y volvería comenzar el ciclo.
− Entendido – le digo me giro y le digo al chico de los ojos traidores – Al rin.
− Naira, ¿tú no puedes darnos ordenes? – dice riéndose.
− Si tengo que entrenarte va a ser con mis normas, no con las tuyas. La entrenadora soy yo, yo mando – digo levantando la barbilla y mirándole desafiantemente.
− Dentro del ring mandas tú, pero fuera no. ¿Qué te quede muy claro? – dice y yo me rio sarcásticamente.
− Al ring − digo.
− Creo que es mejor que obedezcas o vas a lograr cabrearla y ya le has visito cabreada, le partió la nariz a Bruce - dice Adam.
En traidor asiente y se dirige al ring. Yo subo después de él y le mando que se quite las deportivas. Pero él no quiere.
− Si tú no te quitas las deportivas yo me las podré de nuevo y te dolerá más si te doy en tu punto débil – explico.
− No sabes mi punto débil y en caso de que lo supieras lo habrías olvidado – dice con arrogancia.
− Se uno de los puntos débiles que tenéis todos los aquí presentes – digo alto y claro pues los guardias han comenzado a rodear el ring y observar nuestra disputa verbal.
− Claro – dice él con ironía.
− Pregúntale a Bruce, creo que le dolió más el primer golpe que cuando le partí la nariz. Ahora descálzate para que podamos comenzar con esta absurdez – digo con arrogancia y cansancio.
− ¿Feliz? – pregunta cuándo le ha descalzado. Yo saco mis deportivas empujando una con la otra y le sonrío falsamente y digo − Ahora atácame – primero tengo que saber cuáles son sus puntos débiles y sus puntos fuertes para reforzarlos débiles y tener mucho cuidado con los fuertes.
Se acerca y comienza a atacarme. No logra golpearme, es rápido pero yo lo soy más. Ataca con rabia, sin pensar lo que hace, lo que debo enseñarle es sencillo, su punto débil, a parte del de todos los chicos es que no es consciente de que el mejor ataque es una buena defensa. Me canso de pasar sus ataques y paso a la ofensiva. Quiero lucirme para que no menosprecie como entrenadora, voy a ser más dura con él que con los demás. Adam me respeta y el resto me miran con miedo pero el chico de ojos azules me mira como si fuera mejor que yo, y aunque a veces me mire con dulzura no voy a permitir que se cree mejor que yo.
Opto por una llave de judo. Cuando me lanza un puñetazo, le agarro el brazo y uso su propia fuerza para subirme encima de él, después enredo mis piernas alrededor de su cuello y las cruzo a la altura de los tobillos. Tenso el abdomen para ponerme recta y ponerme de pie. Unos segundos más tarde gracias el impulso está en el suelo y mis piernas están aún alrededor de su cuello. Me retuerzo y en un movimiento rápido me siento en su espalda, previamente desenroscando los tobillos. Cojo uno de sus brazos y lo coloco detrás de la espalda y le agarro de la muñeca. Cuando intenta soltarse, levanto su brazo hacia arriba, hacia su cabeza haciéndole daño hasta que para de dejar soltarse.
− Me rindo – dice pero no le oigo. Él está inmovilizado por mí y yo por los recuerdos.
Flashback
− ¿Otra vez has estado comiendo chocolate?, ratoncita – le pregunto a mi hermana.
− No – dice mientras niega con la cabeza y pone carita de ángel.
− ¿Segura? – pregunto, pues es evidente que ha comido chocolate, tiene morgas cerca de la comisura de los labios.
Saca las manos de la espalda y dice – Te doy una onza si no se lo dices a mamá.
Acepto el trato riéndome y la beso la frente.
Fin del flashback
Vuelvo a ser consciente de que estoy encima del traidor, no sé cuánto tiempo me he perdido en mi bonito recuerdo. Después de que la Tierra nos declarara la guerra, productos como el chocolate se han vuelto un lujo para los ricos entre los ricos. Es como cuando Colón lo trajo de América en 1492. ¿¡Por qué narices recuerdo las clases de historia, pero no tengo recuerdos de este complejo!? Sigo sin recodar cosas datos de mi vida, como los nombre de mis padres y de mi hermana. A ella la recordé al verle, pero no su nombre.
− Naira, ya me he rendido no hace falta que me tengas más tiempo así. Llevas así casi una hora. Lo he entendido, dentro del ring tú mandas. Además es hora de la comida, nosotros comemos en el gimnasio, así que a partir de ahora tú también lo harás – dice el chico de los ojos azules.
Me levanto de su espalda y le ayudo a levantarse.
− Gracias – dice y añade – Sígueme.
Nos calzamos y le sigo como me ordeno hasta una puerta que no era consciente de que estaba. Está situada en la pared del lado de las colchonetas. La cruzamos, él primero y yo tras él, y veo como todos los del desayuno están sentados repartiendo la comida. Al lado de Adam hay dos huecos. El chico de ojos azules se sienta en el que está más lejos de Adam, por lo que me tengo que sentar entre ambos. Siguen pasando los platos y repartiendo la comida, llega mi turno y apenas lleno mi plato, no tengo mucha hambre. Dejo en mi plato un chacho de pan y un poco de puré de patatas. El puré de patatas me lo como todo, pero el pan siquiera lo toco. Cuando todos se levantan yo también lo intento.
− Deberías comer algo más si no quieres desmayarte mientras entrenamos – dice el chico de ojos azules.
− Debería pero no lo haré, no es como si fuera muy difícil parar tus golpes. No has logrado hacerme sudar, si no hay esfuerzo no hay desmayo – digo.
− Como quiera – responde.
Salimos a la vez que todos y vamos directamente al ring. Le pido a Adam que también venga con nosotros y el traidor protesta.
− El ring mis normas, ¿recuerdas? – le digo al oír su gruñido.
− Como veas – dice con retintín en la voz.
− Descalzaros – les mando.
− Ahora vamos a practicar hasta que te salga la llave que trataste de hacer a Bruce – les explico.
− Vamos, ¿qué voy a ser el pelele al que le hacen la llave?, ¿no? – protesta Adam y el chico de ojos azules se ríe.
− Exactamente – respondo provocando que se ría más fuerte aún.
Practican muchas veces la llave, pero sigue sin salirle. Le pego un empujón en el pecho para apartarle de Adam y le demuestro como hacer la llave correctamente.
− ¡Auch! – dice Adam cuando su espalda toca el ring.
− Así es como se hace – digo al chico de ojos azules mientras ayudo a Adam a levantarse.
− Si no me dices como hacerlo, ¿cómo quieres que lo logre? – protesta.
− Ya te dije antes de romperle la nariz a tu oponente cual era tu fallo y me oíste, asique aplícalo – digo.
Sigue intentándolo, pero no lo hace bien, sigue con el mismo estúpido fallo. A corregido la trayectoria y con ello su fallo en la rodilla derecha pero aún mueve demasiado la cadera, haciendo que pierda estabilidad. Como veo que no logra rectificarlo me pongo detrás suyo y le agarro la cadera, él se gira hacia mí con si estuviera loca por atreverme a tocarle y Adam nos mira con una sonrisa divertida.
− Inténtalo ahora – digo.
El comienza a hacer la llave y cuando va a girar la cadera demasiado hago fuerza en el sentido opuesto para que no se mueva. Por fin logra derribarle correctamente.
− Gracias – dice. Yo asiento.
− Gracias no− dice Adam − Que yo me he vuelto a hacer daño en la espalda – se queja nuevamente Adam.
− Ahora inténtalo tú solo y cuando logres derribarlo correctamente diez veces habrá acabado el entrenamiento − digo seriamente.
− ¿Diez?, ¡¿en serio?! ¿No pueden ser cinco? – dice Adam.
− Que sean once – respondo con autoridad.
El chico de ojos azules ha logrado derribarle ya diez veces correctamente y ha necesitado más de treinta intentos. Estoy aburrida de no hacer nada, así que me giro dándoles la espalda y apoyándome en las cuerdas del ring. Vuelvo a pensar en mi hermana y las veces que la pillé comiendo cualquier cosa que llevara chocolate cuando noto que me tocan el hombro, es el chico de ojos azules que dice que ya lo ha terminado. Veo a Adam tendido en el suelo y asiento.
− Pues el entrenamiento a acabado – digo acercándome a Adam y ayudándole a ponerse en pie.
Bajamos del ring y nos calzamos. Ellos dicen que ya ha acabado el turno de entrenamientos y por tanto mi turno de trabajo y podré salir al patio. La verdad es que no he hecho mucho, pero no me vendría mal una ducha. Salimos del gimnasio y al lado hay unos baños. Me explican que Bates ha habitado unos para mí, ya que el resto son chicos.
Tras la ducha, que tenía hasta ropa de mi talla para cambiarme, Bill me acompaña al patio. En este hay unas canchas de baloncesto, un campo de futbol y diversas áreas más. Veo a Julián alejado de todos, sentado con la espalda recostada sobre la pared con un libro entre manos.
− Hola – digo cuando estoy a su lado.
− Hola – responde sonriéndome – No pensé que vendrías después de decirte que Jason Bates es mi padre.
− Que sea tu padre no significa que tengas que ser igual que él – digo.
− ¿Te importa que acabe de leer este poema y después respondo tus preguntas? – pregunta.
− Claro que no – respondo con una sonrisa alentadora.
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Creo que este es el capítulo más largo de todos. ¡Si os ha gustado estrellita!
¡Tengo una noticia importante! *Redoble de tambores* En el próximo capítulo aparece el nombre del misterioso chico de ojos azules. Hagan sus apuestas, quien lo adivine, se llevará el capítulo dedicado.
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