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7-Una Misión Suicida

A las nueve y media de la noche, el Equipo Bohemio se reunió en la iglesia del Padre Mendoza, por un llamado urgente que se les había hecho. Los primeros en llegar habían sido Rugiero y Luz, estaban esperando en los bancos a Rafael en medio de un silencio incómodo.

—¡¿Se puede saber qué le pasa a esta organización del coño?! —se quejó Rafael, nada más entrar al lugar—. ¡Nos dijeron esta mañana que no había ninguna misión el día de hoy y nos llaman de la nada! Tuve que correr como Flash para evitar que mi abuela agarrara el teléfono.

—¡Cuida tus palabras, niño, estás en una iglesia! —le reprendió Juana, frunciendo el ceño—. Surgió un improvisto y por eso los he llamado a los tres —la mujer les mostró toda la información mediante su tableta, una grabaciones de seguridad de una pelea que se estaba llevando a cabo mientras hablaban—. Están atacando un edifico perteneciente a la Organización Lovecraft y han asesinado a varios de los agentes que lo custodiaban, se teme que estén tratando de entrar a la Sede, deben de impedirlo de inmediato. 

—¿Cuántos atacantes son? —inquirió Rugiero, frunciendo el ceño. 

—Hasta ahora se han confirmado tres de ellos, uno parece ser una Demonio de cabello morado con celeste y cuernos.

Al escuchar esa descripción, Luz se levantó de su asiento de un salto, mostrando aquella sonrisa siniestra que la caracterizaba. 

—¿Entonces que estamos esperando? Vamos a matarlos a todos —declaró con un tono frío.

Rafael tragó saliva algo nervioso por las palabras de Luz, no quería ver más personas asesinadas por ella, sabía que eran malas, pero la forma en cómo las mataba le parecía grotesca. Al final, asintió y fue corriendo junto a sus compañeros a la escena de los hechos, mientras que Juana López los veía marcharse con una sonrisa maliciosa.

Sacó de su escote otra teléfono, uno desechable, para así marcar a un número.

—Hey, Duryodhana, ellos ya van para allá. Son Rugiero Avdol y Luz Miranda, no quiero que subestimes al chico del copete, es bastante fuerte, me atrevo a decir que está por encima de la mitad de nosotros. El otro chico, Rafael Rodríguez... no lo mates, ¿ok?, es nuevo en esto y no nos traerá ningún beneficio. Sí, muchas gracias, al menos tú sí que te sabes controlar.


En diez minutos, tras saltar de tejado en tejado, el Equipo Bohemio finalmente llegó al lugar de los hechos, un edificio de oficinas que servía como negocio fachada de la Organización Lovecraft. Las puertas estaban destrozadas y se escuchaban grandes estruendos provenientes de su interior, lo que indicaba que una caótica lucha se estaba llevando a cabo.

Al entrar, se encontraron con un sendero de cadáveres de varios agentes, lo cual provocó en Rafael un sentimiento de náuseas. Al subir hasta el cuarto piso, fueron recibidos por los invasores, cuya presencia se sentía como la de un desastre natural.

https://youtu.be/bkofRnfGh2A

El primero de ellos era un hombre rasgos hindúes, de treinta años, de cabello negro largo, ojos color miel, piel morena, midiendo 1,87 metros y de físico musculoso. Vestía ropas hindúes tradicionales de color blanco con azul oscuro, con unos pantalones color ocre holgados, andaba descalzo con pies envueltos en vendas como suelen hacer los artistas marciales, en su cuello traía un collar de oración típico de monjes hinduistas, junto con pulseras hechas de semillas en ambas muñecas y estaba armado con un garrote largo ello de madera, con un mango envuelto en cuero.

El segundo era un joven de rasgos asiáticos, parecía casi de la misma edad de Rafael o Luz, medía 1,67 metros, de ojos café, piel pálida, cabello negro largo atado en una cola de caballo que le llegaba hasta la mitad de la espalda, y si bien su físico no era tan musculoso como el de su compañero, era marcado. Vestía con un haori color ocre, encima de un kimono color negro, con una hakama negra y con sandalias de madera, en su espalda, cargaba con una katana que tenía unos cascabeles colgando del mango y en su cuello tenía una cruz cristiana de madera.

La tercera, era una mujer de rasgos europeos, de cabello morado con algunos mechones celestes largo, con largos cuernos negros que le salía de la cabeza, sus ojos eran de un morado claro, acompañados con una escalofriante sonrisa. Portaba una armadura nórdica medieval de color plateado con varias runas vikingas inscritas en varias partes de estas, con botas de cuero negro y una capa que estaba hecha de piel de oso.

Esta gente... no puede ser, ¡¿son Los Siete de María Lionza?! —pensó Rugiero, sudando frío, no se esperaba tener que enfrentarlos tan pronto—. Esto es malo, ¿podríamos haber sido enviados a una misión suicida? Espera... ¿La Srta. López sabía de esto?... ¿Será acaso una infiltrada del grupo?

Sin esperar ni una sola palabra del supuesto líder del equipo, Luz se lanzó de inmediato al ataque, había esperado aquel momento por mucho tiempo y ahora que tenía la oportunidad de matar a tres miembros de aquel grupo que odiaba tanto, su sangre hervía llena de ira y deseos homicidas. Para sus compañeros y enemigos allí presentes, la mirada y la forma de actuar de la chica, era más similar al de un monstruo que al de un ser humano.

—¡Ven a mí, Balmung Kriemhild! ¡Hahahahaha, cortar y matar, cortar y matar! —exclamó entre risas neuróticas.

La espadachín maldita invocó una espada diferente a la vez pasada, ya que esta era completamente negra, con líneas escarlata en su guarda y hoja.

Nada más verla, la mujer de cuernos negros también reaccionó, invocando una lanza europea de asta negra y con una hoja hecha de amatista. Ambas armas chocaron, el edifico entero tembló y con una patada, aquella mujer hizo que Luz atravesara varios pisos hasta llegar a la azotea, dejando a los cuatros en el cuarto piso, viéndose fijamente con hostilidad.

El joven japonés miró a Rugiero, fijándose que llevaba como collar la media luna con la estrella característica del Islam, cosa que le hizo fruncir el ceño.

—Duryodhana, me encargaré de ese sarraceno, no interfieras —declaró desenvainando su katana, revelando que no era como las clásicas katanas de un solo filo, sino que era más parecida a las primeras versiones de espadas japonesas, aquellas que eran de doble filo.

—No te confíes, recuerda la advertencia de Cleopatra —replicó el hombre hindú, tronándose el cuello—. Me encargaré del otro, me pidió que no lo matáramos.

De un momento a otro, Rafael se encontraba cayendo desde el cuarto piso, rodeado de cristales de las ventanas que caían junto a él. Ni Rugiero, ni Rafael fueron capaces de percibir el momento exacto en el que fue lanzado, como si simplemente hubiera pasado.

Al estrellarse contra el suelo, sintió un gran dolor en el cuerpo, para su suerte, Canserbero había activado el Modo de Blindaje el cual absorbió gran parte del daño. Cuando se levantó, el hombre hindú estaba delante de él, con garrote en mano.

—Carajo, primero tengo que lidiar con esos malditos locos y ahora contigo —dijo levantándose del suelo para ponerse en posición—. Escucha, seré amable contigo y te daré la oportunidad de irte, no quisiera tener que matarte, a diferencia de la loca que tengo de compañera. 

https://youtu.be/wRh9-ufwwlg

—¿Vas a seguir parloteando o vendrás a pelear contra mí? —inquirió aquel llamado Duryodhana, frunciendo el ceño.

—Muy bien, pero después no me culpes si terminas con todos los huesos rotos —replicó Rafael, yendo a máxima velocidad hacia su oponente.

Una vez que llegó a su hitbox, lanzó golpes y zarpazos sin parar hacia su torso. Su rapidez y fuerza eran excepcionales, hasta un camión de construcción de más de diez toneladas sería reducido a chatarra por todos esos ataques que no disminuían en su desempeño. Sin embargo, Duryodhana no es inmutaba en lo más mínimo, ni siquiera se estaba movimiento de su lugar a pesar del cráter que estaban dejando los dos, no se defendía, no hacía nada, solo estaba parado en su sitio.

Cuando Rafael se alejó al dejar de atacarlo, su guante estaba echando humo al igual que el torso de su oponente y para su sorpresa, estaba totalmente intacto, no había ni un solo moretón o rasguño en él. Rafael quedó boquiabierto, había quedado demostrado múltiples veces que solo le bastaba un golpe para acabar con cualquiera, no entendía como es que aquel tipo pudo resistir todo eso.

—Nada mal, pero ¿eso es todo lo que tienes?, eres una decepción —declaró Duryodhana, con una mirada cínica.

Esa última frase hizo que Rafael apretara los puños y los dientes, era la misma frase que le había dicho su padre el día que se fue de la casa, simplemente por no ser la clase de hijo que él deseaba. Rafael estaba cansado de que la gente lo llamara así, que se metieran con él y lo despreciaran, sin pensarlo mucho, se lanzó hacia Duryodhana nuevamente, atacándolo como un verdadero salvaje.

Golpeaba su rostro, le daba rodillazos en el estómago, el picaba los ojos ojos con sus garras, le conectaba cabezazos, pero ninguno de sus golpes estaba surtiendo efecto.

"¡Joven amo, deténgase! ¡Cada que lo golpea, es usted quien sale lastimado!" 

—¡Cállate! ¡Lo mataré, mataré a este hijo de puta! —gritaba Rafael sin detenerse de atacar, a pesar de cómo sentía que sus músculos dolían—. ¡Yo no soy una decepción! ¡Soy alguien especial, recibí este don porque soy el que se convertirá en el más grande del país, ¿entendiste, coño e' tu madre?! ¡Yo soy mejor que esos dos, soy mejor que ese sacerdote de mierda y soy mejor que tú! ¡Todos algún día me reconocerán como un héroe y seré mucho más famoso que mis inútiles hermanos!

Cuando Rafael estaba a punto de patearlo en la entrepierna, consiguió que Duryodhana finalmente se defendiera, deteniendo su pierna con el brazo izquierdo y azotándolo contra el concreto de la calle. Las construcciones cercanas temblaron, el visor de su casto se rompió, pudiendo verse sus ojos y como sangraba de la frente por el gran golpe. El chico estaba desorientado y le dolía todo el cuerpo, Duryodhana lo agarró del cuello, alzándolo sobre el piso y viéndolo directamente a los ojos con un rostro iracundo.

—¿Quieres ser un héroe, mocoso? Primero tienes que sufrir como los héroes —le dijo de forma siniestra—. Un héroe, no se forja de la nada sin sufrimiento y me aseguraré de quitarte esa personalidad de mierda a base de sufrimiento, porque gente como tú, no son héroes, solo son escorias.


Azotea del edificio, al mismo tiempo...

Luz se levantó del suelo tras haber terminado en la azotea con ese último golpe, hizo tronar su cuello un par de veces e invocó otra de sus espadas malditas, siendo esta una katana de mango negro y al final de su empuñadura, tenía un rubí en forma de llama, su hoja era de color escarlata y curiosamente, parecía estar al rojo vivo.

La mujer que la lanzó hasta allí, apareció, volando con unas alas de piel que salía directamente de su espalda y descendió estando cara a cara con Luz.

—¿Cómo te llamas? —interrogó Luz, frunciendo el ceño.

—¿Acaso ya no te acuerdas de mí, Kriemhild? Yo soy Naamá del Odio, soy una Demonio —respondió invocando además de su lanza, un escudo hecho de amatista.

https://youtu.be/9nlKwQPro3o

—¡Mi nombre no es Kriemhild, mi nombre es Luz Miranda! ¡¿Recuerdas ese apellido?! —exclamó con varias venas marcadas en el rostro mientras apretaba los dientes.

—¿"Miranda"?... "Miranda", "Miranda"... ohhhh, ya veo, ¿estás relacionada con Hugo y Ana Miranda? —preguntó con una mirada sombría.

—¡No digas sus nombres, maldita zorra! —Luz se impulsó con ambas piernas, lista para destazar y matar.

Su ataque inicial fue bloqueado fácilmente por el escudo morado de Naamá, el edificio tembló por su colisión y las risas de la Demonio resonaron por todas partes.

—¡Hahahaha! ¡Adelante, heroína, maldíceme con todas tus fuerzas! ¡Hahahahaha! —exclamó Naamá entre risas neuróticas—. Con gusto, te reuniré con tus padres.

—¡Te materé! —gritó Luz, lanzando cortes sin parar con sus dos espadas, como una animal salvaje.

Los ataques de Luz hacían retroceder a Naamá, pero su defensa no tenía ningún hueco, le era imposible siquiera hacerle algún daño, a diferencia de la Demonio que en su mirada, se podía notar como esperaba el momento justo.

¡Sankarin Tappaja! (Asesino de Héroes) —exclamó desviando uno de los ataques de Luz para atacar.

Al estar desprotegida, Naamá lanzó una poderosa estocada con todo el peso de su cuerpo, atravesando el pecho de Luz por completo, la chica terminó vomitando una gran cantidad de sangre, ningún humano normal hubiera sobrevivido, pero Luz Miranda no era una humana normal, era una humana maldita.

—Hehehehe... ¿crees que eso es suficiente para matarme? —inquirió con una mirada completa de locura—. Aunque me cortes en miles de pedazos, yo volveré de la muerte y te aseguraré de llevarte al infierno donde perteneces.

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