Chocolate y ácido.
¡Hola mis bonitos lectores! Muchas gracias a las personas que se han tomado el tiempo y el cariño para leer, me da penita que ya vayamos a la mitad del fic, estás dinámicas se me hacen nada.
¡Espero que les guste!
—¿Papá es rubio ahí abajo? —El carrito chocó contra una torre de leches antes de frenar.
—¿Q-Qué? —El tartamudeo entremezclado con un violento sonrojo lo hizo sonreír.
—¡Yo lo soy! El tío Shorter dice que eso es algo bueno. —El moreno presionó su frente en busca de paciencia, las ruedas chirriaron hacia el desastre de lácteos—. ¿Entonces, lo es? —Los murmullos en el supermercado le anclaron los hombros.
—No lo sé, jamás lo he comprobado. —Las piernas del más joven se contrajeron hacia el carro, sus zapatillas se engancharon a los cuadros de metal en una pataleta maduramente contenida.
—¡No es cierto! ¡Los he visto entrar al baño juntos!
—¡Jade! —El nombrado se cruzó los brazos sobre el pecho, fastidiado, él se hizo pequeño en el asiento del carrito—. ¡Sí lo es! ¿Estás feliz? —Sus ojitos se vieron encendidos por la perplejidad, él no esperaba llegar tan lejos en esa discusión.
—¿Entonces por qué no quieres aplaudir con él? ¿Sus pelos son feos? ¿No se los peina? —El japonés ni siquiera preguntaría, él tomó un empaque de leche antes de seguir con su búsqueda por los pasillos, con suerte la empalagosa música del local cubriría sus gritos.
—¿Puedes revisar la lista?
—¿No se ponen felices cuando duermen juntos? —Le frustraba esa desmesurada curiosidad—. No lo entiendo, solo soy un inocente niño. —Esa terquedad era digna sucesora del lince de Nueva York.
—Aplaudir en la cama es solo para parejas. —Hasta las orejas se le calentaron cuando musitó aquello—. Nosotros no somos eso. —El infante rodó los ojos, indignado.
—¡Pero duermen en la misma cama! —Ese puchero lo hizo suspirar, sus dedos se entrelazaron a esa rebelde matita dorada, él le despejó la frente para poder presionarle un beso en el ceño, la conmoción le resultó dulce.
—Sigamos comprando, tu padre va a llegar cansado y yo tengo que enviarle algunas fotografías a la tía Jessica, sabes cómo se pone cuando la revista se retrasa. —Un escalofrío le congeló la columna vertebral, sus dedos se contrajeron en la baranda.
—Ella da miedo. —El fotógrafo asintió antes de seguir arrastrando el carrito por los pasillos.
No era que el feroz Jade Callenreese amase las labores domésticas, él era el líder de su propia pandilla de Nori Noris, sin embargo, alguien necesitaba cuidar a su futura mamá cuando iba al supermercado, le gustaba encargarse de la lista y recibir halagos por cargar las bolsas hacia el apartamento, él era fuerte, ¡él era el hombre de la casa cuando papá salía! Podía protegerlo mejor que Buddy. Además, su tío decía que esos lugares eran la cuna que los pervertidos usaban para ligar, él no dejaría que nadie tratase de polinizar al moreno.
—¡Eiji, cariño! —Una dulce sonrisa se pintó en el nombrado tras escuchar esa voz.
—Señora Owens, hola. —Jade se trató de esconder en el carro, aunque no le gustaba lidiar con las vecinas su papá le había enseñado a ser amable.
—Veo que has traído al pequeño lince. —Un áspero beso le fue entregado con violencia en la mejilla, él se intentó limpiar el labial, sin embargo, sus palmas ya estaban embarradas—. La receta que me diste para preparar takoyaki fue fabulosa, a toda mi familia le encantó. —Sus dedos juguetearon sobre la baranda del asiento.
—Gracias, mi madre me la mandó para Jade pero pensé que le gustaría. —La mujer arrojó un agudo chillido por el comentario, el más joven se cubrió las orejas y arrugó la nariz, odiaba ese perfume a vieja chismosa.
—Ella debe mimarlo mucho, las abuelas adoramos consentir a los nietos. —El infante alzó una ceja, victorioso—. Son una familia adorable, Ash es un hombre afortunado. —¡Hasta la anciana del segundo piso le daba la razón!
—Nosotros no... —Ella lo silenció con un gesto.
—Los tiempos han cambiado, cariño. —Un guiño descarado le fue entregado—. No tienes que ocultarlo, ese hombre babea por ti. —Jade se restregó contra el pecho del japonés, clamando por atención.
—Te lo dije mamá, no es necesario esconderlo. —Las cejas le temblaron, al parecer los malos hábitos sí se heredaban—. ¿No le parece cruel que lo nieguen frente a mí? Ni siquiera usan sus anillos de matrimonio para disimular. —La señora Owens le lanzó una mirada de reproche, él tragó duro.
—Eso no está bien. —Jade hizo un esfuerzo sobrehumano para disimular lo mucho que le desagradaba que ella le revolviese el cabello, apestaría a naftalina por semanas—. Discutiremos eso en nuestra reunión del jueves, ya compré el vino para los chismes.
—Pero...
—¡Espero verte con tu anillo de matrimonio! —Con un movimiento flojo ella se despidió.
—¡Sí eres una ama de casa! —Sus nudillos se crisparon contra la baranda de plástico.
—¡No lo soy! Solo me junto con ellas. —El más joven se frotó los mofletes para quitarse el labial, no obstante, el carmín se le extendió hacia el mentón, la frustración le quemó las pupilas.
—Eiji... —La expresión que el nombrado le regaló le descompasó los latidos, la gentileza atrapada en esos profundos ojos cafés fue infinita, él se profesó seguro bajo esa sonrisa.
—Eso te pasa por tratar de sabotearme. —Él lo limpió con suavidad—. Mejor. —Jade bajó su cabeza, apenado. La ternura de Eiji Okumura le resultaba paralizante, sus memorias más preciosas las tenía junto a él y su papá. Él los amaba.
—Gracias. —El carro frenó en la sección de repostería.
—Pero ahora necesito llevarle un postre como soborno o me juzgarán por mala maternidad. —Sus manos pendieron hacia una mezcla de chocolate.
—¿Por qué no compras una barra? —Esa mueca de desagrado le pareció graciosa, él se inclinó lo que más pudo en el asiento, sus zapatillas se enredaron en la reja del carro, las ruedas crujieron por el movimiento.
—Esas cosas llenas de azúcar no me gustan. —Él jamás se pudo acostumbrar al dulzor que caracterizaba a la cultura americana—. En Japón para el día de los enamorados tú haces tu propio chocolate para la persona que te gusta, no lo compras. —Jade tomó la caja, emocionado.
—¿Alguna vez le diste a papá? —Él se quiso enfadar por la pregunta, sin embargo, la inocencia que desbordaron esos grandes ojos verdes se lo impidió. Era injusto amarlo tanto.
—No pero cuando era estudiante recibí varios. —Los pelos se le engrifaron cual un gato enfurruñado—. Aunque no lo creas yo era bastante popular en la escuela, era un saltador de pértiga.
—Lo sé, papá dice que te veías caliente con el uniforme. —La perplejidad lo hizo retroceder hasta chocar con el estante, diferentes mezclas de repostería le cayeron en la cabeza.
—¡Él no dice eso!
—Pero lo piensa. —Esa aventura en el supermercado le dio una brillante idea. ¡Él era un genio!
Cuarto paso del manual para un papá soltero: ácido.
Él estaba decidido a aumentar la intensidad en su planificación, por eso esta vez incluiría a su papá, era momento de que ese lince perezoso se pusiese las pilas para seducir al japonés. Él no podía depender de su increíble ingenio por siempre. El plan era sencillo, usando esa rara mezcla repostera ellos harían sus propios chocolates caseros con el objetivo de confesarse, como a su futura madre le desagradaba lo dulce ellos verterían una buena cantidad de limones para aumentar el placer. El gesto sería tan conmovedor que esos dos terminarían aplaudiendo durante toda la noche, por supuesto él lo sabría, se le había vuelto costumbre acomodar una oreja contra el dormitorio de la pareja para asegurarse que estuviesen progresando pero nada pasaba. Los adultos eran mensos cuando les gustaba alguien. ¡Patéticos! No como él, un experto en el romance con tan solo ocho años, en el futuro él se haría millonario con este manual, tal vez incluso podría invitar a salir a Yut-Lung Lee a un motel.
—¿Por qué estamos haciendo esto? —Ver al imponente Ash Lynx con un delantal de Nori Nori amarrado a la cintura, una coleta floja en el cabello y harina en la cara lo hizo sonreír, su padre lucía más guapo sin traje de oficina.
—Porque tenemos que dárselos a nuestros compañeros de clases, es obvio. —Él se había tenido que parar en un banquillo para alcanzar el mostrador de la cocina, él vacío la caja contra el mantel, un grueso manual de instrucciones cayó junto a las bolsas de dulces.
—¿Por qué no solo compramos chocolate en barra? —¡Pero que insulto! ¿Acaso el fabricante lo creía idiota? El infante convirtió las instrucciones en una bola antes de lanzarla a la basura, su tiro falló miserablemente para estrellarse contra el rostro de Buddy.
—Porque es más romántico hacerlos desde cero. —Jade rodó los ojos, se lo tenía que explicar todo a su papá—. No eres muy galante, con razón el tío Griffin es más popular con las vecinas. —Las mejillas le quemaron, él se apretó el delantal, ahora era personal.
—Soy popular entre las amas de casa. —Su hijo alzó una ceja, cruzando sus brazos sobre su mandil—. ¡Lo soy!
—Pero no tanto como Eiji. —La sonrisa de su papá le cosquilleó en la pancita, poder contemplar tan genuino mohín no tuvo precio.
—Él es una ama de casa. —Ambos rieron, abriendo los empaques de chocolate.
—¡Sí lo es!
Jade ni siquiera se molestó en escuchar a su progenitor al voltear la primera bolsa en una olla con aceite, grotescas burbujas negras se comenzaron a formar en una viscosa espuma, el aroma del dulce le recordó al caucho, sin importar que tanto lo revolviesen la textura se asimiló a la brea, Buddy arrojó un gruñido feroz cuando un chorro de chocolate cayó hacia su juguete, más que azúcar eso parecía ácido corrosivo, el ojo de ese peluche se quemó. En su segundo intento ellos metieron un empaque al microondas, sin embargo, al dejar un bol de vidrio reposar por diez minutos bajo el calor este acabó explotando, el sudor corrió por la frente del rubio, su adorado japonés no estaría feliz con este desastre, él no era malo cocinando, no obstante, tratar de impresionar a su hijo bloqueó sus 200 puntos de IQ para convertirlo en Shorter Wong. Usando la última porción ellos derritieron el contenido con mantequilla en la sartén, el compuesto lucía asquerosamente grasoso pero se veía comestible.
—No. —Ash frenó a su pequeño hijo antes de que metiese los dedos en la sartén para probarlo—. Cómelo con esto. —Él hundió una espátula en la mezcla, la cremosidad del chocolate lo relajó, el aroma era agradable, casi lucía apetitoso.
—¡Está delicioso!
—Ahora tenemos que ponerlo en el congelador. —Cuando su padre se dio vueltas él tomó el vinagre de limón para verter media botella en la sartén, aunque él amaba lo dulce debía respetar los gustos del moreno.
—¡Quedó muy bien! —Jade contempló emocionado como su papá vaciaba la mezcla en los moldes antes de llevarla al congelador.
—Estás demasiado inquieto con esto. —El rostro del americano se hallaba manchado con caramelo, esos dorados mechones se encontraban cubiertos de harina gracias a la improvisada pelea que tuvieron, él también estaba pegoteado con dulces—. ¿Es para alguna chica que te gusta?
—Podría darle al tío Yue si sobran. —El horror fue inminente.
—No le entregaré mi preciado hijo a una víbora. —Ese puchero le llenó el alma de sol, inflar las mejillas y tensar el ceño era un hábito que le había copiado al japonés, ambos se habían sentado frente a la barra.
—¿A mamá le gustaban los chocolates? —Él lo musitó bajito, casi con temor a ser escuchado.
—Jade... —Él tomó con dulzura el mentón de su hijo, era destructivo contemplar como la pena empañaba a tan despampanante retazo de esperanza—. Le gustaban, ella era bastante buena para los dulces, igual que tú. —La nariz le cosquilleó por culpa del colorante, mirar a su padre lo hizo sentir demasiado pequeño.
—¿Hacías chocolates a mi edad? —Para Ash era un campo minado hablar sobre su pasado, él temía que su hijo pudiese ver lo repugnante que era, que hipócrita debía sonar siendo tan protector cuando él...
—No. —Antiguo líder de pandilla, asesino, prostituta y aún temblaba. Él podía cargar con esas tortuosas memorias para cambiar, sin embargo, el pavor a que esos ingenuos ojos lo vislumbrasen con desprecio era garrafal. ¿Cómo estar orgulloso de papá si atendió clientes antes de aprender a gritar?
—Papá... —Como si pudiese leerlo con una impresionante transparencia él le tomó las manos—. Yo no te amaré menos si hiciste cosas feas. —La conmoción le paralizó los latidos.
—¿Qué? —Jade quiso bajar la cabeza pero no lo hizo.
—El tío Shorter me contó que se conocieron en la correccional. —El infante perdió el aliento cuando lo sintió temblar, su padre se estaba cayendo a pedazos al frente de él. ¡Podía sostenerlo!—. Eres el mejor papá del mundo y te amo, no me importa lo que hiciste. —Pero las lágrimas escurrieron por el mentón de Aslan en una tempestad descorazonada.
—Jade... —Él lo abrazó con fuerza. Aunque este niño no compartía herencia genética con el japonés había heredado aquella desmesurada bondad, que alivio que fuese tan hermoso como la libertad—. Gracias. —De repente el nombrado también quiso llorar, él se hundió en el pecho de su papá, refugiándose en la estridencia de sus latidos.
—Mereces ser feliz. —El americano sonrió, sabiendo que su cachorro era mucho más inteligente que él.
—Vaya, parece que interrumpí algo importante. —Eiji tuvo que contener una risita luego de contemplar tan desastrosa escena, encontrar a esos dos llorando, con harina en sus caras y delantales manchados removió lo más profundo de su alma.
—¡Papá te hizo chocolates de amor! —El aludido no tuvo tiempo para reclamar, Jade ya había sacado del congelador las golosinas para ponerlas encima de la barra—. ¡Tienen mucho limón! Como te gustan. —Él se quitó la chaqueta antes de observar unas paletas grumosas de dudosa procedencia.
—¿Con limón? —Sus papilas gustativas fueron destruidas al instante, la acidez le quemó la garganta, los ojos le ardieron, la lengua se le derritió, ese pequeño mordisco le costó el sentido del gusto.
—¿Saben bien? —Un camino de pena se deslizó hacia su barbilla, él asintió, enfermo.
—Puedes presumirles a las demás amas de casa sobre lo dedicados que son tu marido y tu hijo. —El rubio arrugó la nariz, asqueado por su propia creación.
—Seré la envidia del edificio, mientras las demás reciben cajas de bombones yo puedo decirles que mi esposo me trató de envenenar. —Ambos se inclinaron hacia la barra, divertidos. Ash le acomodó un mechón de cabello detrás de las orejas antes de suspirar, la cercanía lo estaba sofocando.
—Luces bonito hoy. —Jade se golpeó la frente, no había nada heterosexual en una pareja de hombres que llevaban solteros ocho años criando a un hijo juntos. ¡Por favor! ¡Que desesperantes!—. Siempre luces bonito pero hoy te pusiste mi suéter. —Él sonrió nervioso, electricidad se le agolpó desde la nuca hasta el alma bajo los toques del rubio.
—Eres tú quien está usando mi delantal, Ash. —El rubor fue inminente—. Te queda algo pequeño pero te ves adorable.
—Tendrás que prepararme algunos chocolates para compensarme. —El infante tuvo que contener sus ganas de empujarlos para que se besaran, él se tiró las ojeras, esos dos le sacarían canas a los ocho años.
—¡Por favor ya cómanse! —Ambos se golpearon la frente bajo el grito de Jade, sus puños se habían apretado contra el mandil, la boca le temblaba—. No es bueno estresar a los niños.
—Tienes razón. —La casa era un desastre—. ¿Quieres ver una película mientras comemos chatarra como premio? —Los ojos se le iluminaron, él extendió sus manos hacia su progenitor en busca de ser alzado.
—¡Quiero ver plaza sésamo! —Él adoraba ser mimado por sus padres.
—¿Escuchaste eso, onii-chan? Por fin podrás aprender a contar hasta diez. —El aludido le sacó la lengua pero se dejó abrazar, en el fondo le encantaba que lo molestara.
Disimular su felicidad fue imposible, no existía sensación más reconfortante que estar acurrucado en el sofá con el japonés apoyado en su hombro y Jade recostado en su regazo, aunque la voz del monstruo come galletas le taladró los tímpanos como un pájaro carpintero esa pequeña sonrisa no tuvo precio. Él estrujó sus párpados, era paralizante, él no tuvo un padre verdadero hasta que conoció a Max Lobo, le aterraba estar ensuciando a tan delicado retazo de inocencia con su pasado. A veces era insoportable mirarlo porque le recordaba al niño que fue pero nadie escuchó, era más fácil anhelar la muerte en una carcasa congelada antes que aceptar lo podrido que estaba.
Cuando Eiji Okumura se quedó a su lado e insistió en que podían ser una familia normal la idea le pareció ridícula. ¿Cómo un hombre que gritaba todas las noches atormentado por los recuerdos podía tocar pureza? ¿Cómo alguien tan jodido sería capaz de enseñarle a volar? Supuso que se subestimó al compararse con un leopardo. El moreno tenía razón, ninguna pastilla adormecía esos traumas, sin embargo, él le enseñó a acunar ese cruel desconsuelo para asegurarse de que Jade jamás pasase por lo mismo. Ambos lo inspiraron para que dejase de aborrecer lo sórdido y aceptase que no todo sería bueno, pero estos pequeños momentos plagados de felicidad los haría eternos.
Tonto, ¿no? Cuando empezó a vivir por alguien más se dio cuenta de que no era un leopardo y sí podía cambiar.
—Creo que se agotó en la cocina. —Su hijo se había convertido en un ovillo somnoliento encima de sus muslos, él repasó su rostro con una ternura infinita, a pesar de todo él lo había salvado.
—Se supone que ustedes son genios. ¿Por qué le pusieron limón a los chocolates? —La dulzura le caló hacia los pulmones, aunque usaban el mismo shampoo este siempre olía más delicioso en Eiji.
—Dijo que así te gustaban. —El más bajo chasqueó la lengua, él no se quiso mover, Jade se había aferrado a su suéter con los puños.
—¿Sabes qué me preguntó antes de encontrarme con la señora Owens? —Ash negó, curioso—. ¿Por qué no aplaudíamos en la cama? —Él se frotó el entrecejo, sabía que no podía esperar mucho si la mitad de la crianza la habían hecho pandilleros pero aun así esto era humillante.
—Es un chico astuto. —Un pesado suspiro retumbó bajo la película, la única iluminación que había en el cuarto provenía de la televisión, los colores chispearon en el dorado de sus pestañas, las orejas le ardieron tras recordar la conversación en el supermercado. Los amigos no debían saber eso.
—Me tendrás que comprar una sortija para que no me molesten, la señora Owens está convencida de que somos un matrimonio. —La galantería en su sonrisa le derritió los latidos, adoraba que Aslan esbozase esa expresión, era como si solo la guardase para él.
—¿Nunca has pensado en conseguir una novia? —La tristeza en la pregunta fue imposible de disimular, sus manos se entrelazaron con timidez sobre el sofá.
—¿Para qué Jade la llame suripanta? No gracias. —Esa risita lo puso nervioso—. ¿Tú? ¿Nunca has pensado en conseguirle una verdadera mamá? Siento que le hace falta. —No existió vacilación en su negativa, sin mover sus piernas él se inclinó hacia el japonés.
—Todo lo que necesito se encuentra acá. —El pecho se le llenó de cosquillas con tan descarado toque, él no sabía si era por las mariposas en su vientre o por lo surreal de la belleza, sin embargo, esos jades se tornaron mucho más nítidos luego de un pestañeo seductor.
—Estás exagerando. —Él quiso bajar el mentón, no obstante, las palmas del americano ya estaban sosteniendo sus mejillas—. Max me dijo que eres popular en su empresa...
—¿Celoso, onii-chan? —El corazón le desbordó colores ante tan lindo mohín—. Tal vez debería comprarte una sortija. —Él se dejó acariciar.
—Quizás deberías. —Sus yemas se detuvieron sobre esos tentadores labios, él tragó duro. Se había prometido que sería suficiente mantenerse en una dudosa amistad, sin embargo, si Eiji lo seguía contemplando de esa manera, como si estuviese esperando algo, él mismo lo terminaría deseando.
—La otra semana es la reunión de padres, ¿irás conmigo? —Maldición, estaba tan enamorado. Ni siquiera lo podía disimular, su hijo tenía razón, esta relación era una tortura.
—Ya quedé atrapado como su mamá luego de que me presentase así en clase, no creo tener muchas opciones. —Ambos rieron, Aslan presionó un beso sobre la frente del japonés, odiándose por no tener el coraje suficiente para llegar hasta sus labios, pero los mensajes eran confusos.
—Eiji... —Él sabía que daría su misma vida con tal de verlo feliz, sin embargo, detestaba la idea de que él conociese sus pecados cuando anhelaba darle algo bonito—. Está bien si te llega a gustar alguien, no tienes que sentirte obligado con nosotros dos.
—¿Estaría bien si me gustases tú, Aslan? —La ternura de la pregunta lo embelesó, las mejillas se le incendiaron, el corazón se le paralizó ante tan estridente fulgor.
—Sí... —Una mueca boba pendió en su cara—. Lo estaría. —Ninguno fue capaz de mirarse luego de esa confesión, ambos se dieron las manos sin poder concentrarse en plaza sésamo.
Jade abrió un ojito satisfecho sabiendo que esta noche habrían aplausos.
Y la profecía dice que este fic se volverá más raro y gay con los capítulos, pido perdón. Lo más probable es que nos veamos mañana acá mismo. Muchas gracias a quienes se tomaron el tiempo para leer.
¡Cuídense!
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